miércoles, 5 de agosto de 2009

Hacia la XXXI Jornada Nacional de la Juventud - Mensaje de Mons. Heriberto



XXXI Jornada Nacional de la Juventud
Lema: “En la vida encontramos a Jesús” Texto inspirador: Jn 1,35-51

35 Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. 36 Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». 37 Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. 38 Jesús se volvió, y al ver que lo seguían les dice: «¿Qué buscan?» Ellos le respondieron: «Rabbí - que quiere decir "Maestro" - ¿dónde vives?» 39 Les respondió: «Vengan y lo verán». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima. 40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. 41 Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» - que quiere decir “Cristo”. 42 Y lo llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir "Piedra". 43 Al día siguiente, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: «Sígueme». 44 Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. 45 Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». 46 Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?» Le dice Felipe: «Ven y lo verás». 47 Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». 48 Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». 49 Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». 50 Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». 51 Y le añadió: «En verdad, en verdad les digo: ustedes verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

El domingo 6 de setiembre de 2009 se celebra en Uruguay la Trigésimo primera Jornada Nacional de la Juventud. La Trigésima jornada, realizada el año pasado, reunió en Tacuarembó a jóvenes de Pastoral Juvenil de todas las diócesis del Uruguay. Los jóvenes pusieron buena cara al mal tiempo que los recibió, y juntos vivimos un acontecimiento inolvidable, con numerosos y gratos encuentros entre los diferentes participantes pero, sobre todo, el encuentro con el Señor Jesús en una vigilia de intensa oración el sábado de noche y en la Eucaristía final del domingo.
Esta XXXI JNJ se celebrará en las diferentes diócesis del Uruguay en la modalidad que cada una de ellas determine, siempre bajo el lema elegido por la Comisión Nacional de Pastoral Juvenil, y con este mismo texto bíblico inspirador.
Comparto con los lectores del CLAM algunas reflexiones sobre este acontecimiento, a partir del lema y de la Palabra de Dios elegidos por los jóvenes.

“Encontramos a Jesús”

Encontramos a Jesús puede entenderse como algo que ya sucedió o algo que está sucediendo. La voz encontramos corresponde en la conjugación de “encontrar” tanto al tiempo pasado como al tiempo presente.
Pero esa afirmación tiene también el carácter de un testimonio.
Es la palabra de quienes han encontrado (en el pasado) y encuentran (en el presente) a Jesús en la vida y comparten, dan a conocer a los demás ese hallazgo. Así, el lema se hace también invitación para todos aquéllos y aquéllas jóvenes que estén en búsqueda de Dios, para que busquen en su vida ese encuentro con Jesús.

El encuentro con Jesús Cuando leemos los Evangelios, hallamos por una parte discursos, palabras de Jesús y por otra, narraciones de acontecimientos de su vida. La mayor parte de esos relatos nos habla de diversos encuentros de distintas personas con Jesús.
Jesús salió al encuentro de toda clase de personas: niños y jóvenes, hombres y mujeres, pobres y ricos, judíos y extranjeros, justos y pecadores. A todos los invitó a seguirlo.
Son encuentros en la vida, porque, a menudo, el lugar del encuentro es el lugar de la vida diaria: la orilla del lago entre barcas y redes de pescadores; la mesa del cobrador de impuestos; las calles de Jericó; la puerta de entrada de las ciudades y, tantas veces, los caminos que Jesús recorría con sus discípulos.
Más allá de esa circunstancia cotidiana, son encuentros en la vida, porque tocan profundamente la vida de las personas. Podemos decir que, para quien ha encontrado a Jesús, hay un antes y un después. Es un encuentro que no deja indiferente. El encuentro con Jesús coloca a la otra persona frente a una decisión: seguirlo o dar la vuelta.
Jesús llama a algunos en forma directa, explícita, a seguirlo, para estar con él y para enviarlos a predicar. Son aquéllos que forman el grupo de Doce discípulos que lo acompaña permanentemente.
Otros, simplemente, se sienten llamados a partir del encuentro y comienzan a seguirlo, como el ciego Bartimeo, que recupera la vista y se pone a andar tras de Jesús por el camino, dando a la vez testimonio de lo que le ha ocurrido.
Otros se hacen también discípulos que abren su casa y su corazón a Jesús: pensemos en el arrepentido Zaqueo, que recibió a Jesús con alegría, o en los amigos como Marta, María y Lázaro que tantas veces ofrecieron a Jesús y a sus discípulos un hogar acogedor.

Discípulos Misioneros La decisión de responder a la interpelación y al llamado que resultan del encuentro con Jesús, hace que el discípulo se haga muy pronto, casi inmediatamente misionero: “discípulo misionero”, como expresa el Documento de la V Asamblea del Episcopado Latinoamericano (Aparecida).
El texto motivador elegido para esta XXXI JNJ nos muestra claramente esta dinámica.
Andrés, después de encontrar a Jesús, encuentra a su hermano Simón, y le manifiesta “Hemos encontrado al Mesías” y lo lleva a conocer al Maestro.
También Felipe, recién llamado por Jesús, le cuenta a su amigo Natanael: “Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado”.
Así es como esos primeros discípulos se hacen también misioneros, compartiendo con sus hermanos y amigos su encuentro con Jesús en la vida.
Jesús muestra ante ellos su especial conocimiento de las personas, su extraordinaria capacidad para ver toda su capacidad de amar, de dar, de vivir en el bien y la verdad: “Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño”, dice al ver a Natanael.
La mirada de Jesús es la mirada del amigo verdadero, aquel que es capaz de hacer aflorar lo mejor de nosotros mismos.
Natanael se asombra de esa perspicacia de Jesús. Jesús le anuncia que llegará a ver cosas más grandes. Muchas veces hablamos humanamente de “ensanchar nuestro horizonte”. Jesús quiere abrir para sus discípulos no sólo el horizonte de la tierra, sino el horizonte de la Eternidad, el horizonte del Padre Dios. Si se me permite la expresión paradójica, el horizonte “vertical”. “Ustedes verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”. En definitiva, los discípulos verán la realización del proyecto de Dios en su Hijo Jesús, para salvación de la humanidad.

Señor Jesús,
tú sigues llamando:
haz que podamos escuchar de corazón tu llamado
y seguirte de verdad.
Señor Jesús,
tú nos miras con un cariño
que es capaz de hacer brotar el bien
en nuestro corazón:
haz que no nos cerremos a tu amor
y nos abramos a nuestros hermanos.
Señor Jesús,
tú nos abres el cielo
para que contemplemos
el proyecto del Padre realizado en Ti:
haz que estemos disponibles y animosos
para anunciar a nuestros hermanos y hermanas
la Vida en abundancia que Tú nos has traído.

+ Heriberto Bodeant, Obispo de Melo
Presidente de la Comisión Nacional de Pastoral Juvenil

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