martes, 22 de septiembre de 2009

Día del Maestro



Homilía de Mons. Bodeant en la Misa del 21 de setiembre (San Mateo), víspera del Día del Maestro, en la Catedral de Melo

Mañana es el día del Maestro, y nos hemos reunido hoy, en la víspera, para juntos dar gracias a Dios por el llamado que Él nos hizo a enseñar, y para recordar con gratitud a todos los que un día nos trasmitieron con amor su saber.

La vocación del maestro, o al menos uno de sus aspectos, está representada en el anillo que recibimos junto con nuestro título. Seguramente Uds. han escuchado las mismas explicaciones que yo, a propósito del símbolo de la abeja. La laboriosidad, las letras “A” y “B” en las alas, por “Amor y Bondad”.
Confieso que esas explicaciones que recibí no me dejaron del todo conforme. No marcaban algo específico, algo que fuera realmente característico del quehacer del maestro, de la maestra. Muchos años después de recibido, y ya en el sacerdocio, escuché la siguiente:
La abeja obrera sale de la colmena, recorre el mundo de las flores, busca lo mejor que puede encontrar para nutrir a las crías, y prepara ese alimento que les va a entregar, de manera que lo puedan digerir en forma realmente provechosa para su crecimiento.
La maestra recorre el mundo de la cultura y del conocimiento, elige lo mejor, lo más nutritivo y lo prepara para entregarlo de modo que pueda ser asimilado por los educandos.

Este día, 21 de setiembre, la Iglesia recuerda a San Mateo, apóstol y evangelista. El Evangelio que acabamos de escuchar recuerda la vocación de Mateo, que dejó su mesa de recaudador de impuestos para seguir a Jesús como discípulo.

La respuesta de Mateo nos lleva a mirar hacia Jesús como Maestro, y creo que en él podemos detener nuestra mirada.

La gente llamaba habitualmente a Jesús “Maestro”.
¿Qué es lo que define a un maestro como Jesús?
Para Jesús, ser maestro no se trata solamente de trasmitir conocimientos.
En el quehacer educativo, nosotros también tenemos eso claro: se trata de formar.
Pero en Jesús ser Maestro es algo aún más profundo.

Jesús es Maestro porque hace discípulos. No son “estudiantes” o “alumnos”.
Un discípulo es alguien que sigue a su maestro, que aprende sobre la verdad y la vida en una relación cercana, estrecha, profunda, con Aquel que es la Verdad y la Vida.
Con Aquel que es la sabiduría eterna, la revelación definitiva de Dios al hombre, sin la cual el ser humano no puede ni siquiera comprenderse a sí mismo.

Esta relación que comunica la verdad y enseña el camino de la vida eterna es la que establece Jesús con sus discípulos; particularmente con los Doce que están todo el tiempo con él, pero no sólo con ellos, sino con los varones y mujeres que van respondiendo a sus diferentes llamados.

Si algo nos debe caracterizar como educadores cristianos es el ser discípulos de Jesús, vivir en unión con él. Seguir su camino. Esto es mucho más que considerar que Jesús fue una persona admirable, un ejemplo a imitar. Es creer que Jesús es alguien que vive. Creer en Jesús Resucitado. Ser discípulo de Jesús sigue siendo posible hoy porque Él vive.

Porque Él vive, seguimos encontrándolo en su Palabra, en el Evangelio. Leer, meditar, orar a partir del Evangelio es encontrarnos con Jesús.
Porque Él vive, seguimos encontrándolo en los Sacramentos, particularmente en la Eucaristía, donde nos entrega su Cuerpo y Sangre como alimento, para que entremos en Comunión con Él.
Porque Él vive, seguimos encontrándolo en la Iglesia, en la comunidad de los creyentes, en la vida concreta de la Parroquia.

A través de esos diferentes encuentros, vamos creciendo en nuestra unión con Él y vamos respondiendo con fidelidad cada vez mayor a su llamado, el mismo que Él hace a todos sus discípulos: “¡Sígueme!”.

Como educadores cristianos, estamos llamados a vivir como discípulos de Jesús de una manera especial en nuestro lugar de trabajo, en nuestra relación con todos los que integran la comunidad educativa de la que formamos parte. Cuando esa comunidad es la de un centro católico, ese compromiso será explícito. Cuando ejercemos la docencia en el ámbito público, ese compromiso no es menor, porque allí será el testimonio de nuestra vida, de nuestras actitudes, lo que trasluzca la fe que nos anima.

En este día le pedimos al Maestro que nos ilumine, nos guíe y nos anime para seguir cada día con mayor fidelidad y entrega sus pasos. Así sea.

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