domingo, 28 de febrero de 2010

Reunión de Pastoral Juvenil Diocesana







Asesores, Animadores y Jóvenes de Pastoral Juvenil de la Diócesis de Melo se reunieron el sábado 27 y domingo 28 de febrero, para planificar las actividades del año 2010.
Participaron delegados de las parroquias de Aceguá, Buen Pastor (Grupo ALAS y La Pedrera), San José de Melo, Cruz Alta, San José Obrero de Treinta y Tres (grupo de jóvenes y Centro Juvenil), y Movimiento Juvenil Salesiano (Liceo Ntra. Sra. de los Treinta y Tres y Liceo Mons. Lasagna de Melo).
Con la orientación del Equipo responsable nombrado por el Obispo (Diác. Wilson Zapata, Alfonso Amil y Patricia Gómez) el vicario pastoral, P. Lucas Lalire y el propio, los participantes programaron en líneas generales cuatro grandes actividades:
- Vigilia de Pentecostés, concentración diocesana en Melo, el sábado 22 de mayo
- Taller de Lectio Divina, en Melo, 19 y 20 de junio
- Jornada Nacional de la Juventud, el 5 de setiembre, concentración diocesana en Treinta y Tres
- Misión en lugar a determinar, en la primera semana de enero de 2011.
El Obispo subrayó la importancia de fortalecer los grupos existentes, formar a los animadores y profundizar la conciencia de ser parte de la Iglesia diocesana.
Por otra parte, Mons. Bodeant realizó una extensa exposición en la que presentó a los jóvenes la fundamentación del gran proyecto de la Iglesia en América Latina, la Misión Continental, invitándolos a encarar la actividad misionera propuesta para el próximo enero como parte de ese gran empeño pastoral.

sábado, 27 de febrero de 2010

Cursillos de Cristiandad prepara su 2ª Ultreya Nacional

El Movimiento de Cursillos de Cristiandad tendrá su Segunda Ultreya nacional el próximo domingo 7 de marzo, en la ciudad de Libertad, departamento de San José, Diócesis de San José de Mayo.
El encuentro ha sido convocado bajo los inspiradores versículos del Evangelio de Juan: "Maestro ¿Dónde vives? - Vengan y verán" (1,38-39)

El programa a desarrollar será el siguiente:

8:30 Llegada y café
9:00 Presentación de delegaciones
9:20 Bienvenida
9:40 Invocación
10:00 Meditación- Encuentro con la Palabra por el Asesor espiritual, Padre Gabriel Rainusso.
10.20 Testimonio de Diócesis Presentación de los trabajos realizados por cada Diócesis.
13:30 Misa
14:30 Almuerzo
"Jolgorio de Colores"

Para escuchar el himno de la Ultreya, "Maestro ¿dónde vives?" haz click AQUÍ

jueves, 25 de febrero de 2010

¡Llegaron los seminaristas colombianos!





El martes 23, a las 7 de la mañana, luego de un viaje con tres escalas (Medellín, Quito, Lima, Asunción, Montevideo) llegaron cuatro seminaristas colombianos para la Diócesis de Melo.
Fue la Diócesis de Florida la que, siendo Obispo Mons. Raúl Scarrone tuvo un exitoso resultado al proponer a seminaristas de ese país venir a Uruguay para encontrar aquí el lugar donde desarrollar su vocación, al servicio de una porción del Pueblo de Dios particularmente necesitada.
La adaptación, la "inculturación", el meterse dentro de una cultura como la nuestra, tan distinta a la colombiana, aunque compartamos el mismo idioma, con una religiosidad tan diferente en sus expresiones, puso a muchos de los que iniciaron el camino ante una prueba insuperable, que los hizo desistir. Otros, sin embargo, pasaron la prueba y permanecieron entre nosotros.
La Diócesis de Melo ya cuenta con un Diácono en camino al sacerdocio, Wilson Zapata, ordenado por Mons. Heriberto en Medellín en diciembre del año pasado.
Los cuatro seminaristas vienen, en principio, por un año. Cada uno de ellos estará en una parroquia: Nuestra Señora del Carmen, en Melo; Cristo Rey, en Aceguá; San José Obrero, en Treinta y Tres y Sagrado Corazón en Cerro Chato. Se integrarán a la comunidad que les toque, colaborarán con sus respectivos párrocos, participarán de reuniones con el presbiterio y los diáconos y en actividades de formación. Tendrán un acompañamiento cercano del Obispo y de otros sacerdotes, con miras a discernir sobre la conveniencia de su ordenación sacerdotal y de su permanencia entre nosotros.
Tras su llegada el martes, permanecieron en Montevideo hasta hoy por la mañana. Acompañados por el Obispo y el Padre Thomas, de Aceguá, visitaron lugares significativos de Montevideo, entre ellos la tumba de Jacinto Vera en la Catedral Metropolitana. En su viaje hasta Melo se detuvieron en el Cerro del Verdún, donde al igual que muchos uruguayos pidieron a la Virgen una Gracia y cada uno se llevó una piedrita, para devolverla cuando sea cumplida...

martes, 23 de febrero de 2010

Mons. Alberto Sanguinetti Montero, obispo electo de Canelones


El Papa Benedicto XVI ha nombrado Obispo de Canelones al Pbro. Alberto Sanguinetti Montero, de 64 años de edad y perteneciente a la Arquidiócesis de Montevideo.

A las 12 hs de Roma (9 hs de Montevideo) de esta jornada fue publicado el referido nombramiento por L’ Osservatore Romano, al tiempo que se anunció la designación del hasta ahora Obispo de esa Diócesis, Mons. Orlando Romero Cabrera, como Administrador Apostólico “ad tempus” de dicha circunscripción eclesiástica, hasta la toma de posesión canónica por parte del nuevo Pastor.

El Pbro. Sanguinetti es oriundo de Montevideo y hasta ahora se desempeñó como miembro del Consejo Presbiteral Arquidiocesano de Montevideo, Párroco de la Parroquia “Nuestra Señora del Carmen” (Cordón) y docente de la Facultad de Teología del Uruguay “Mons. Mariano Soler”.

La Diócesis de Canelones, erigida por mandato del Papa Juan XXIII el 25 de noviembre de 1961, abarca el departamento de Canelones y alberga a unos 514.616 habitantes. Su primer Obispo fue Mons. Orestes Nuti (1962-1994), siguiéndole Mons. Orlando Romero. Con este nombramiento, el P. Sanguinetti se convertirá en el tercer Obispo de la Diócesis.

A partir de la toma de posesión del nuevo Obispo, la Conferencia Episcopal del Uruguay pasará a estar conformada por 9 Obispos Diocesanos (uno de los cuales es, además, Administrador Apostólico de Minas), 2 Obispos Auxiliares (Montevideo y Canelones) y 4 Obispos eméritos (2 en Melo, 1 en Florida y 1 en Canelones).

Compartimos con nuestros amigos el mensaje que el Obispo electo dirigió a su diócesis:

Queridos fieles católicos de la Iglesia de Canelones:
Por estas líneas quiero enviarles un primer saludo a ustedes, mis hermanos en Cristo, a quienes la Providencia de Dios me encomienda, para que cuide y apaciente en su nombre. Sé cuánto han rezado pidiendo a Jesucristo les diera un obispo según su corazón. Confío y estoy cierto de que ahora orarán con mayor insistencia por mí, para que sea un dócil instrumento en las manos del Padre. Y espero que todos los que puedan me acompañarán en la misa de ordenación episcopal.
Hago mías estas palabras de San Pablo. Queridos hermanos: “Noche y día le pido insistentemente a Dios poder ver el rostro de ustedes y completar lo que falta a su fe. Que Dios mismo, nuestro Padre y nuestro Señor Jesús orienten mis pasos hacia ustedes. En cuanto a ustedes, que el Señor los haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es mi amor para con ustedes, para que se consoliden sus corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la Venida de nuestro Señor Jesucristo (1Tes. 3, 10-13).
A los sacerdotes del presbiterio diocesano les envío un abrazo fraterno, con el ansia de encontrarnos pronto: cuento con su caridad y el deseo común de servir al Señor.
Con todos ustedes, queridos diocesanos, me encomiendo a la Madre de Dios, Nuestra Señora de Guadalupe, y, llevándolos a todos en mi corazón sacerdotal, los bendigo en el nombre del Señor

lunes, 22 de febrero de 2010

Encuentro Diocesano de Docentes





En el Colegio María Auxiliadora de la ciudad de Melo, se realizó hoy un encuentro diocesano de Docentes. Casi un centenar de educadores de cinco colegios de la diócesis participaron en el mismo.
Los temas giraron en torno a las nuevas tecnologías y la educación, y fueron orientados por docentes de la Universidad Católica del Uruguay.
En la mañana, el psicólogo Roberto Balaguer abrió los multiples horizontes y desafíos que las nuevas tecnologías presentan a la educación.
Por la tarde, los docentes se dividieron en cinco talleres: cuadriláteros, lengua, educación artística, música y plataforma moodle.
Durante el encuentro, la Inspectora nacional de Educación Privada, Iris Arnaud, el Inspector Departamental de Educación Primaria de Cerro Largo, Wilson Fernández y otras autoridades de Primaria se hicieron presentes en el encuentro, saludando a los participantes e invitando a otras instancias formativas sobre el tema (última foto).
El Obispo diocesano, que dio la bienvenida a los presentes al inicio de la jornada, recordó un concepto muchas veces manifestado por su predecesor, Mons. Luis del Castillo: la educación católica debe ser un laboratorio donde se gesten nuevos caminos y metodologías para la educación, que puedan compartirse luego con las demás instituciones de enseñanza.

domingo, 21 de febrero de 2010

Reunión de la Vicaría Pastoral de Melo



Ayer y hoy se reunió la Vicaría Pastoral de la Diócesis de Melo. Con la presencia del Vicario Pastoral, P. Lucas, y el Obispo, Mons. Heriberto, el equipo trabajó durante las dos jornadas profundizando en el tema de "la Comunión y la Misión en la Iglesia", a partir de Redemptoris Missio de Juan Pablo II y el Documento Conclusivo de la Conferencia General de Aparecida.
Asimismo, se establecieron algunos criterios para la evaluación del Plan Pastoral Diocesano 2005-2010, que está llegando a su conclusión, y para la elaboración de un nuevo proyecto diocesano, que apunta hacia un Novenario de años a culminar en 2019.
El Obispo presentó su iniciativa para tomar como referencia el año 2019, centenario de la llegada del primer obispo diocesano a Melo, Mons. Marcos Semería y, por tanto, efectivo comienzo de la vida diocesana. La diócesis, al igual que la de Salto, fue creada por el Papa León XIII en 1897, pero las circunstancias politicas de la época impidieron el nombramiento de los obispos hasta que en 1919, la separación constitucional de la Iglesia y el Estado uruguayo levantó todas las trabas. La celebración de ese centenario, subrayó el Obispo, no tiene como objetivo un mero ejercicio de memoria, sino una profundización en la identidad de la Iglesia Diocesana, identidad que se construye en la comunión y la misión.
En su homilía de esta mañana, el Obispo recordó el caminar del Pueblo de Dios en el desierto, lugar de la prueba y de la revelación de Dios.
Mons. Bodeant señaló que la misión fundamental de los organismos de la Iglesia (consejos pastorales parroquiales, consejo pastoral diocesano, vicaría pastoral) es el servicio a la Comunion y a la Misión de la Iglesia diocesana.
El caminar de la Iglesia, un caminar del cual la travesía del Pueblo de Dios por el desierto (relatada en los libros del Éxodo y del Deuteronomio) es una anticipación simbólica, tiene sus peligros y tiene también sus puntos de apoyo.
El Obispo señaló como peligros la dispersión, es decir, el dejar de caminar unidos, para emprender la marcha por separado, en forma paralela. Esa actitud puede llevar al extremo de la disgregación de una comunidad, de un grupo y, más aún, a la ruptura, el doloroso abandono, no sólo de los vínculos con la comunidad, sino también de una forma cristiana de vida.
Por otra parte, una comunidad camina en comunión cuando sus miembros comparten la misma identidad y se reconocen mutuamente como miembros de la comunidad. Jesús dio a sus discípulos una identidad: la de seguidores suyos. El grupo de los Doce estuvo marcado por la diversidad, pero la unidad fue construida a partir del encuentro con Jesús y el seguimiento del Maestro en su misión, el anuncio del Reino de Dios. El mutuo reconocimiento lleva a que los miembros de la comunidad se ayuden unos a otros a llevar sus cargas (San Pablo, en Gálatas 6,2: "Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas y cumplan así la ley de Cristo"), aliviando así mutuamente las dificultades del camino. Finalmente, la marcha de la Iglesia es una marcha en caravana. La caravana no puede ir de prisa: va al paso del más débil. Eso es lo que le sucedió a Artigas al retirarse del sitio de Montevideo (1811). El acontecimiento que Juan Zorrilla de San Martín llamó "el éxodo del Pueblo Oriental" significó un inesperado inconveniente: ese pueblo que quería unirse a su marcha lo retrasaba. Artigas debió aceptar ser "conducido" por aquella comunidad que comenzaba a adquirir una identidad y que veía en él la expresión de la misma, y así terminó por aceptarlo. De la misma forma, la comunidad cristiana camina hacia la meta: la Vida Plena, la Pascua, el Reino de Dios, procurando que nadie quede atrás, reuniendo a los que se dispersan, incorporando a los que quieran unirse a la marcha.

Ilustración de la dibujante suiza Annie Valloton para Sociedades Bíblicas Unidas

viernes, 19 de febrero de 2010

Los cuarenta días de la Cuaresma


El miércoles comenzamos a recorrer el camino de la Cuaresma. Cuaresma, del latín Quadragesima significa "cuarenta días". ¿Cuáles son, exactamente, esos cuarenta días? Son los cuarenta días previos al domingo de Pascua. Antiguamente, el tiempo de Cuaresma comenzaba con el primer domingo, en el que se lee el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto. En el siglo VII se consideró oportuno descontar de esos 40 días los domingos, en los cuales no se realizaba ayuno, lo que llevó a correr el comienzo de la Cuaresma al miércoles precedente, que pasa así a ser el "Miércoles de Cenizas".

El número cuarenta, en la Biblia, hace referencia a un tiempo de prueba y de manifestación de Dios. Recordemos los cuarenta días y cuarenta noches del diluvio (Génesis 7), los cuarenta días y cuarenta noches de Moisés, preparándose en la montaña para recibir las Tablas de la Ley (Éxodo 21,18 y 34,28), los cuarenta días y cuarenta noches del profeta Elías, caminando hacia el Horeb, la montaña de Dios (1 Reyes 19,8).

Recordemos sobre todo los cuarenta años de travesía del Pueblo de Dios por el desierto, conducido por Moisés, tiempo de la presencia amorosa de Dios (Deuteronomio 2,7), pero también de la prueba: "¿Vas tú a guardar o no mis mandamientos?" (Deut 8,14) y los cuarenta días en que Jesús, "conducido por el Espíritu a través del desierto, fue tentado por el demonio" (Lucas 4,1-2), reviviendo así, para triunfar, la prueba en la que, durante la travesía del desierto, su pueblo había sucumbido.

jueves, 18 de febrero de 2010

Visita desde Australia


Mario, uruguayo residente en Sydney, cursillista y miembro activo de la Comunidad hispana, visitó a Mons. Heriberto en Melo. El Obispo había estado en casa de Mario en Sydney, el año pasado, cuando participó en la semana de misión organizada por la Pastoral Hispana de la ciudad.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Miércoles de Ceniza


Convocados como Pueblo de Dios
a volvernos a Él de corazón

Al comenzar este año el camino de la Cuaresma con la imposición de las Cenizas, quisiera subrayar el aspecto comunitario de este gesto. El profeta Joel nos ayuda a ponernos en esa perspectiva: "reúnan al pueblo, convoquen a una asamblea" (1a. lectura).

Cada uno de nosotros tiene sus motivos para pedir perdón, para hacer penitencia. Nadie escapa a la realidad del pecado en nuestra vida, lo quiera reconocer o no.
El pecado, en sus muchas formas y en sus muy distintos grados de gravedad, daña, rompe, mi relación con Dios, con mis hermanos, conmigo mismo y con la Creación.

Nuestras faltas nos alejan del Padre: rompen o al menos debilitan nuestra filiación, es decir, nuestra relación amorosa de hijas e hijos del Padre Dios.
Dañan, deterioran o aún rompen, nuestra fraternidad, nuestra relación de hermanos y hermanas llamados a vivir en el amor. Destrozan los vínculos de solidaridad.
Nuestras faltas nos dividen interiormente, instalando dentro de nosotros el conflicto de quien quiere servir de corazón al Señor, pero al mismo tiempo se encuentra frente a su debilidad, sus incoherencias, sus caídas.
Nos separan también del resto de la Creación, de este mundo con todas sus otras criaturas, esta tierra que estamos llamados a cultivar y cuidar.

Frente a esa realidad de ruptura, de división, que en mayor o menor medida está presente en nuestra vida; frente a esa manera de actuar que va contra el proyecto del Padre, el tiempo de Cuaresma nos llama a acercarnos comunitariamente a Dios, aceptando los caminos que se nos ofrecen para volvernos de corazón a Él y a los hermanos.

Cada uno de nosotros puede hacer “en lo secreto”, como nos lo propone Jesús en el Evangelio de hoy, esos gestos que pautan un camino de conversión: privarnos del alimento, redoblar la oración, compartir nuestros bienes con los hermanos más necesitados.

Sin embargo, recibir juntos, públicamente, estas cenizas, como signo de penitencia, nos ayudan a recorrer solidariamente el camino de conversión. Nos hacen sentir que no estamos solos en ese camino, porque no sólo el Señor nos acompaña, sino porque nos invita a recorrerlo como hermanos, como Pueblo suyo, como familia suya a la que Él quiere salvar.

En estos próximos domingos, Jesús nos guiará en este camino, para que en Él venzamos al maligno y crezcamos en fidelidad al proyecto del Padre. Junto a los discípulos, subiremos con Jesús al monte de la transfiguración para contemplar su rostro glorioso y escuchar con Él la voz del Padre. Descubriremos como Jesús, testigo de la misericordia del Padre, nos ofrece un tiempo de gracia para que demos los frutos que su amor nos hace capaces de producir. Escuchando a Jesús podremos regresar a la casa del Padre, dejarnos rodear por su abrazo, por su amor, que nos transforma y nos devuelve el lugar de hijos e hijas que hemos perdido.

Y el último domingo de Cuaresma, junto a la cruz del Cerro Largo, nos encontraremos nuevamente con el Señor ofreciéndonos su perdón, dándonos la posibilidad de convertirnos, de renovar en Él toda nuestra vida, para celebrar después su Pascua, como pueblo que ha renacido del agua y de la sangre que brotan de su corazón traspasado. Así sea.

+ Heriberto A. Bodeant, Obispo de Melo
Homilía en la Misa de Miércoles de Ceniza en la Catedral

"La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo"


"La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo"
Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2010

Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. Este año quiero proponeros algunas reflexiones sobre el vasto tema de la justicia, partiendo de la afirmación paulina: La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo (cf. Rm 3,21-22).

Me detengo, en primer lugar, en el significado de la palabra "justicia", que en el lenguaje común implica "dar a cada uno lo suyo" - "dare cuique suum", según la famosa expresión de Ulpiano, un jurista romano del siglo III. Sin embargo, esta clásica definición no aclara en realidad en qué consiste "lo suyo" que hay que asegurar a cada uno. Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley. Para gozar de una existencia en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle. Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios (es más, Jesús mismo se preocupó de curar a los enfermos, de dar de comer a la multitud que lo seguía y sin duda condena la indiferencia que también hoy provoca la muerte de centenares de millones de seres humanos por falta de alimentos, de agua y de medicinas), pero la justicia "distributiva" no proporciona al ser humano todo "lo suyo" que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios. Observa san Agustín: si "la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo... no es justicia humana la que aparta al hombre del verdadero Dios" (De Civitate Dei, XIX, 21).
El evangelista Marcos refiere las siguientes palabras de Jesús, que se sitúan en el debate de aquel tiempo sobre lo que es puro y lo que es impuro: "Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre... Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas" (Mc 7,15. 20-21). Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene "de fuera", para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar -advierte Jesús- es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: "Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre" (Sal 51,7). Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original. Adán y Eva, seducidos por la mentira de Satanás, aferrando el misterioso fruto en contra del mandamiento divino, sustituyeron la lógica del confiar en el Amor por la de la sospecha y la competición; la lógica del recibir, del esperar confiado los dones del Otro, por la lógica ansiosa del aferrar y del actuar por su cuenta (cf. Gn 3,1-6), experimentando como resultado un sentimiento de inquietud y de incertidumbre. ¿Cómo puede el hombre librarse de este impulso egoísta y abrirse al amor?

En el corazón de la sabiduría de Israel encontramos un vínculo profundo entre la fe en el Dios que "levanta del polvo al desvalido" (Sal 113,7) y la justicia para con el prójimo. Lo expresa bien la misma palabra que en hebreo indica la virtud de la justicia: sedaqad,. En efecto, sedaqad significa, por una parte, aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel; por otra, equidad con el prójimo (cf. Ex 20,12-17), en especial con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda (cf. Dt 10,18-19). Pero los dos significados están relacionados, porque dar al pobre, para el israelita, no es otra cosa que dar a Dios, que se ha apiadado de la miseria de su pueblo, lo que le debe. No es casualidad que el don de las tablas de la Ley a Moisés, en el monte Sinaí, suceda después del paso del Mar Rojo. Es decir, escuchar la Ley presupone la fe en el Dios que ha sido el primero en "escuchar el clamor" de su pueblo y "ha bajado para librarle de la mano de los egipcios" (cf. Ex 3,8). Dios está atento al grito del desdichado y como respuesta pide que se le escuche: pide justicia con el pobre (cf. Si 4,4-5.8-9), el forastero (cf. Ex 20,22), el esclavo (cf. Dt 15,12-18). Por lo tanto, para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras, es necesario un "éxodo" más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar. ¿Existe, pues, esperanza de justicia para el hombre?

El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia del hombre, como afirma el Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos: "Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado... por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia (Rm 3,21-25).
¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la "propiciación" tenga lugar en la "sangre" de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la "maldición" que corresponde al hombre, a fin de transmitirle en cambio la "bendición" que corresponde a Dios (cf. Ga 3,13-14). Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de "lo suyo"? En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.

Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo "mío", para darme gratuitamente lo "suyo". Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia "más grande", que es la del amor (cf. Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar.


Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor.

Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma culmina en el Triduo Pascual, en el que este año volveremos a celebrar la justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación. Que este tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia. Con estos sentimientos, os imparto a todos de corazón la bendición apostólica.
Benedicto XVI

martes, 16 de febrero de 2010

Jornadas Bíblicas con motivo del Año Sacerdotal





Con el lema del Año Sacerdotal, "Fidelidad de Cristo, Fidelidad del Sacerdote" como tema, Obispos, Sacerdotes y Seminaristas están participando en el Seminario Interdiocesano del Uruguay, en Montevideo, de dos días de formación permanente.
Las jornadas son orientadas por el P. Fidel Oñoro, director del CEBIPAL (Centro Bíblico Pastoral) del CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) y han sido convocadas por la Comisión Nacional de Pastoral Biblica de la CEU (Conferencia Episcopal del Uruguay).
Tomando textos del Evangelio según San Lucas (lectura privilegiada en los domingos de este año), el P. Oñoro se detuvo en aquellos aspectos que muestran el azaroso camino seguido por los discípulos de Jesús en su aprendizaje, camino en el que no faltaron las pruebas, especialmente a la hora de la Pasión de Jesús (Lucas, capítulos 22 y 23).
El capítulo 22 se inicia precisamente con el acuerdo de Judas y los Sumos Sacerdotes para entregarles a Jesús a cambio de dinero. A partir de allí, los discípulos se verán enfrentados a una sucesión de pruebas en las que la tentación de seguir caminos opuestos al de Jesús estará presente: la autoridad despótica, la violencia, la autosuficiencia, la negación, el abandono de la oración, la frialdad se apoderarán por momentos del corazón de los discípulos. Sin embargo, Jesús no deja de decirles lo que finalmente se verificará en la vida de los Once que permanecerán fieles, a pesar de sus caídas: "Ustedes son los que han perseverado conmigo en mis pruebas" (22,29).
El difícil camino de los discípulos de Jesús sigue llamando a los discípulos de hoy a caminar detrás de Jesús siguiéndolo de corazón, confiando en Él y no en las propias fuerzas.

domingo, 14 de febrero de 2010

Taller de Lectio Divina: más testimonios









Taller de Lectio Divina - Día Dos



Anoche los lectionautas culminaron el primer día del taller con una vigilia de oración. Cada uno tuvo en su mano una vela encendida... "Yo soy la Luz del mundo" nos dice Jesús.

La Eucaristía de Clausura

Acto penitencial: el fuego quema nuestros miedos y pecados...

Liturgia de la Palabra: el momento de la escucha atenta

Liturgia de la Eucaristía: P. Daniel Kerber, Mons. Bodeant, P. Fidel Oñoro en el altar.

sábado, 13 de febrero de 2010

Taller de Lectio Divina para Jóvenes


P. Fidel Oñoro

Animado por el P. Fidel Oñoro, director del Centro Bíblico Pastoral del CELAM, con la colaboración del P. Daniel Kerber, de la arquidiócesis de Montevideo se está realizando un Taller de Lectio Divina para Jóvenes, organizado conjuntamente por las comisiones nacionales de Pastoral Juvenil y de Pastoral Bíblica.
Cincuenta participantes, de siete de las diez diócesis del Uruguay trabajarán durante dos días sobre diferentes textos bíblicos, utilizando la metodología de la Lectio Divina. Algunos de ellos ya han estado en talleres anteriores, y habitualmente participan de grupos juveniles que meditan la Palabra de Dios en sus reuniones. Otros asisten por primera vez, mostrando el sorprendente interés y la esperanzadora apertura de los jóvenes hacia la Palabra.
Queda abierta la posibilidad de que estos talleres se realicen en las diócesis, llevados adelante por los jóvenes que ya han hecho camino.
De la Diócesis de Melo participan un joven de Melo, tres de Treinta y Tres y dos de Santa Clara de Olimar.
Los participantes de la Diócesis de Melo

Lectionautas remando mar adentro en la Palabra









Testimonios de Lectionautas













viernes, 12 de febrero de 2010

Nuestra Señora de Lourdes en Santa Clara de Olimar

La imagen traída desde Argentina. Abajo, a la derecha, la imagen que llegó desde el aire. Ambas sobre una bandera donde se lee "María nos quiere unidos", expresión de la fraternidad de los dos pueblos, donde visitantes y visitados dejaron escritos sus testimonios de fe.




La capilla Nuestra Señora de Lourdes, de la Parroquia de Santa Clara de Olimar, celebró su fiesta patronal con la presencia del Obispo diocesano.
La fiesta fue realzada por la presencia de una nutrida delegación del Santuario de San Ramón Nonato, de la Arquidiócesis de Buenos Aires.
Los hermanos argentinos llegaron a la localidad olimareña trayendo una imagen de la Virgen del Rosario de San Nicolás, que fue colocada en un templete construido al costado de la capilla. La imagen y el templete fueron bendecidos por el Obispo. También entregaron una imagen de su patrono, San Ramón "mensajero de la vida".
¿Cómo se llegó a este encuentro? El 15 de diciembre de 2007, una imagen de la Virgen de San Nicolás fue entronizada en la Plaza Don Bosco, en Buenos Aires. Al término de la bendición se soltaron dos ramilletes de globos: uno de ellos llevaba la imagen de la Virgen pintada sobre espuma plast (o tergopol, como se le llama en Argentina). También iba inscripto el nombre del Santuario de San Ramón, con el teléfono para que se comunicara el hallazgo. Sorpresivamente para los porteños, la llamada llegó desde Santa Clara de Olimar. Impulsada por los vientos, la imagen había cruzado el Río de la Plata y había llegado intacta, para ser encontrada por Don Nanico, que recorría a caballo los campos que le tocaba cuidar.
Providencialmente, esto llega a conocimiento de Mirta Medina, una señora que desde hace 34 años vive en Argentina, pero es oriunda de Santa Clara de Olimar. Ella se transforma así en un puente entre la comunidad uruguaya y la comunidad argentina, y así se van dando los pasos que permitieron que Santa Clara recibiera esta apreciada visita y el obsequio de estas dos imágenes para la capilla Nuestra Señora de Lourdes.
En su homilía, Mons. Bodeant invitó a los presentes a vivir este acontecimiento con los mismos sentimientos de María: "Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su servidora". Alegrarnos en el Señor, dejarnos estremecer por los signos de su amor, con la humildad de quienes, como María, queremos ser sus servidores.