viernes, 26 de marzo de 2010

En la imagen aparece el Presidente José Mujica leyendo un material que le ha entregado el Padre Felipe Berríos S.J. (a su derecha) durante la visita que el presidente uruguayo hizo a la sede de "Un Techo para mi País" en Santiago de Chile (imagen e información tomada del Boletín Electrónico CON FUNDAMENTO, de la Parroquia Ntra. Sra. de la Fundación, Montevideo).

Benedicto XVI
y el voluntariado

En su discurso inaugural ante la Asamblea General, José Mujica, el nuevo presidente del Uruguay hizo – literalmente – una apuesta a la solidaridad de los uruguayos para resolver el problema de la vivienda:

“La vivienda es el remedio urgente para la pobreza de hoy. En primera instancia desplegaremos un abanico de iniciativas solidarias con la vivienda carenciada, dentro y fuera de los recursos presupuestales. Apelaremos al esfuerzo social. Vamos a demostrar que la sociedad tiene otras reservas de solidaridad que no están en el Estado. Me niego al escepticismo, sé que todos podemos hacer algo por los demás y que lo vamos a demostrar. ¡Van a ver! van a aparecer materiales, dinero, cabezas profesionales y brazos generosos. ¡Les apuesto a que sí!” (Los subrayados son míos).

Las expresiones del presidente apuntan claramente a lo que suele llamarse “voluntariado” y han abierto cierta polémica.
El viernes 12 de marzo, en radio El Espectador, el politólogo Oscar Bottinelli recordó algunas formas del voluntariado en el Uruguay y señaló algunas de las oposiciones que comienzan a insinuarse en torno a la construcción de viviendas por trabajo voluntario.
Los antecedentes del voluntariado, en el Uruguay, se remontan a algo tan tradicional, hasta en su nombre, como la “gauchada”. Bottinelli la define como “un acto de voluntariado, un favor que una persona le hace al otro, que puede implicar un servicio y que no tiene contrapartida de remuneración”. En la construcción de viviendas, se ve a menudo “el grupo de vecinos que se juntan, especialmente en barrios populares, para hacer la planchada de la casa del vecino -se juntan 10, 15, con asado, con vino, todo el fin de semana para hacerla-. Esto entra en la polémica, porque es lo que ya se viene combatiendo particularmente en este gobierno; se considera que puede haber trabajo disfrazado”. El posible “trabajo en negro revestido de trabajo solidario” es objeto de vigilancia de parte del BPS y de los sindicatos de la construcción y afines, no sin cierta razón.

Sin embargo, sin trabajo solidario, para muchas familias está cerrado el camino a la vivienda. A resolverlo apuntan organizaciones como “Un techo para mi país” (UTPMP), fundada en Chile en 1997, con presencia y acción en Uruguay. A través de organizaciones de ese tipo es posible dar cauce al deseo de muchos de ofrecer, efectivamente, el trabajo de sus manos, sin que ello caiga bajo sospecha.

En su viaje a Chile con motivo de la asunción del presidente Piñera, Mujica visitó la sede chilena de UTPMP y mantuvo una entrevista con el fundador, el P. Felipe Berríos S.J. Al término de la entrevista, el presidente uruguayo declaró: “no vamos a sustituir ninguna de las organizaciones que están haciendo algo, por el contrario, vamos a coordinarlas”.

Frente a esas posibilidades que se abren a los más pobres, a la discusión que puede instalarse respecto al voluntariado, y a la pregunta que las comunidades cristianas (especialmente sus jóvenes) pueden hacerse, vale la pena recordar un pasaje de la primera encíclica del Papa Benedicto XVI, Deus Caritas Est (30b):

“Un fenómeno importante de nuestro tiempo es el nacimiento y difusión de muchas formas de voluntariado que se hacen cargo de múltiples servicios. A este propósito, quisiera dirigir una palabra especial de aprecio y gratitud a todos los que participan de diversos modos en estas actividades. Esta labor tan difundida es una escuela de vida para los jóvenes, que educa a la solidaridad y a estar disponibles para dar no sólo algo, sino a sí mismos. De este modo, frente a la anticultura de la muerte, que se manifiesta por ejemplo en la droga, se contrapone el amor, que no se busca a sí mismo, sino que, precisamente en la disponibilidad a ‘perderse a sí mismo’ (cf. Lc 17, 33 y par.) en favor del otro, se manifiesta como cultura de la vida.”

Esta alta valoración del trabajo voluntario fue reafirmada recientemente (6 de marzo) por el Papa, precisamente en un encuentro con voluntarios italianos:

“Sin voluntariado, el bien común y la sociedad no podrían durar mucho, porque su progreso y su dignidad dependen en gran medida precisamente de esas personas que hacen más que cumplir estrictamente su deber” “No hay ningún ordenamiento estatal justo que pueda hacer superfluo el servicio del amor. Quien quiera desentenderse del amor, se dispone a desentenderse de la persona en cuanto persona; siempre habrá sufrimiento que necesita consuelo, ayuda”.

+ Heriberto A. Bodeant, Obispo de Melo

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