jueves, 3 de junio de 2010

Fazenda da Esperança - Uruguay

ESTAMOS CAMINANDO

De la mano de Dios ya vamos caminando como "Familia de la Esperanza" en Uruguay. En agosto cumplimos un año. En este camino transcurrido hasta ahora ya se pueden ver los primeros frutos del amor. Los primeros gurises ya firmes, asumiendo responsabilidades, son una luz para los qu recién llegan sumergidos en la oscuridad tan dura como es el flagelo de las drogas. Algunos, aquí en Uruguay, otros en Argentina y Paraguay. La familia cada día es más grande y las necesidades también... Las experiencias concretas de la Palabra vivida por los jóvenes y contadas por ellos mismos son una prueba más de que no estamos solos en esto, sino que Dios nos acompaña siempre.
Daniel Barbosa, 
Responsable de Fazenda Esperanza "Quo Vadis?",
Uruguay
TESTIMONIO
MI nombre es Mariana, tengo 14 años y vivo en el barrio (...) de Montevideo.  Cuando entré en el Liceo conocí ciertas "amistades" que me presentaron la marihuana. Mi comportamiento cambió bruscamente, haciendo que mi familia sospechase lo que estaba aconteciendo. Más tarde conocí otras drogas alucinógenas como la cocaína, que en poco tiempo me llevó a experimentar la pasta base. Fue muy rápido. En poco tiempo quedé totalmente viciada, me escapaba de mi casa para consumirla y sólo volvía cuando mis padres, después de varios días de sufrimiento y desespero me encontraban. 
Yo pensaba que podía parar cuando quisiera, pero no fue así, pues ya no tenía el control de ella. Al principio vivía consumiendo, pero después tendía que consumir para vivir. La droga me había robado la confianza de mi familia, la oportunidad de estudiar, mis sueños... estaba perdiendo mi vida. Entonces pedí ayuda. Me interné en un hospital psiquiátrico por un mes, que era lo que mi mutualista me ofrecía como ayuda. Recibía la propuesta de irme a vivir a Brasil con mis tíos, donde conviví por cinco meses. Estaba limpia, pero aún así no era feliz.
Entonces decidí internarme. El día 15 de noviembre de 2008 entré en la Fazenda da Esperança donde encontré una luz, aprendía que la felicidad se encuentra en hacer feliz a nuestro prójimo, tendiendo la cama de una compañera o ayudándola con su tarea. Con pequeños actos encontraba nuevamente razones para vivir. Finalmente concluí mi recuperación de un año y decidí quedarme tres meses más como voluntaria dando gratis aquello que había recibido, que era el amor de Dios. En febrero retorné a mi hogar, junto con mis seres queridos donde intento hacer la diferencia de todos aquellos que todavía continúan en esa vida de dolor. Encontré en el sufrimiento la felicidad, estoy libre de las drogas, y con esperanzas en un futuro digno y repleto de amor.
EXPERIENCIA
Aquellos que tienen un familiar o amigo o conocido con una adicción con consecuencias más o menos graves para él como para los que lo rodean, e incluso en la sociedad, sienten que la Fazenda da Esperança es un lugar donde puede recuperarse. Pero ver la Fazenda sólo para eso, es como ver un solo color del arco iris. Por eso, a través de estas líneas quiero que puedan conocer otro de los colores.
Soy Beatriz, tengo 49 años, oriunda de Fray Bentos, empleada pública, y conocí la Fazenda en la Semana Santa de 2006, en Paso Fundo, Estado de Río Grande do Sul, Brasil. Para mí esa fue "La" Semana Santa que marcó un momento importante en mi vida.
Pertenezco a una familia católica, en la cual el precepto de participar de la Misa los domingos no se cuestionaba pues era algo natural. Hacía unos años que me interesaba por la vida de San Francisco y cómo él siguió a Jesús, viviendo su vida según el Santo Evangelio. Pero, partir de esa Dichosa Semana Santa de 2006, comencé a comprender levemente la profundidad de ese modo de vivir de San Francisco. Digo "levemente", porque el Señor, en su infinita sabiduría, sabía que si me mostraba todo lo que me fue mostrando en los años siguientes, yo me habría asustado ante tanto Amor, y hubiera salido corriendo, pero en sentido contrario.
En la Fazenda, di mis primeros pasos para reconocer mis "adicciones", algunas de las cuales las llamo manías, superioridad, comodidad, etc. ... Comencé a darme cuenta de que estaba envuelta en una maraña de hilos, con nudos que me ataban y no me permitiian moverme para acercarme al otro y verlo como una persona única, creada por Dios.
Cada día sigo desatando o cortando nudos, muchos de ellos casi invisibles. Para poder verlos debo abrir aún más los ojos de mi corazón. No es fácil; cada día es un recomenzar, pero la suave alegría que experimento cuando me libero un poco y me puedo aproximar más al otro es tal, que el corazón reconoce la Misericordia de Dios y lo alaba.
Fazenda es un lugar donde se aprende a mirar la vida con otros ojos y a poner el cuerpo, la mente y el espíritu en movimiento hacia ese nuevo proyecto. Por eso te invito, cuando tengas la oportunidad de visitar una de las casas de la Fazenda da Esperança, a que dejes en la entrada todos tus prejuicios y abras tu corazón a una nueva experiencia. Yo te aseguro que vale la pena despojarse del "hombre viejo" para revestirse del "hombre nuevo".
Que el Señor te bendiga. Paz y Bien.
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En pesos uruguayos: 057 010 75 26
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Sitio web: www.fazenda.org.br

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