viernes, 11 de junio de 2010

Hoy comienza el Mundial

Fútbol y Fe:
la humildad y la gloria



Obdulio Varela

Al entrar a la cancha o al hacer un gol, muchas veces se ve a los jugadores haciendo la señal de la cruz (no sé si Obdulio Varela lo hacía)... ¿Qué significa ese gesto para ellos? Allá por el año 1975, Juan C. Acosta, centrodelantero de la selección juvenil uruguaya que había ganado en Lima el campeonato sudamericano, lo explicaba así: Por ella pedimos a Dios que nos ayude y nos proteja. Frecuentemente hay lesiones que nos marginan de la competencia. Cuando ingresamos a la cancha nos exponemos a muchos riesgos. Pedimos a Dios, no tanto el triunfo, sino su protección, para poder jugar siempre. Que Él esté de parte nuestra.

Luego del gol, bueno, le agradecemos que nos haya permitido vivir ese momento, poder hacerlo, agregaba Ricardo Ortiz, capitán de aquel equipo celeste (1).

Encomendarnos a Dios, ponernos bajo la protección del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, es reconocer que somos criaturas, que no somos omnipotentes, sino frágiles, vulnerables. Agradecer es reconocer que la lucidez, la inteligencia, las habilidades, las fuerzas que se ponen en la cancha no son sólo resultado del trabajo y el esfuerzo, sino ante todo dones que hemos recibido de nuestro Creador y que hemos podido desarrollar.

Hacerse la señal de la cruz puede ser así un signo de humildad. Humildad, del latín humilitas, que viene a su vez de humus, tierra. Esto nos recuerda que somos "de barro", que nuestra vida es pasajera: "polvo eres y en polvo te convertirás". A la vez, nos encomendamos a Aquel del que viene la Vida, el único que puede realmente colmarnos, y que nos promete participar para siempre de su vida Divina, en definitiva, el que nos hace entrar en su Gloria.

"Gloria" es una palabra común a las expresiones de fe y al fútbol. "La gloriosa celeste", decimos con orgullo los uruguayos. Los cristianos alabamos a Dios diciendo "Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo..."

Pero ¿qué es esa Gloria de Dios? El Evangelio de Juan nos acerca a ese tema desde un ángulo tal vez inesperado: la Gloria es la manifestación de la Verdad más profunda de Dios., es decir, su Amor, porque Dios es Amor. Dar Gloria a Dios, glorificarlo, es nada más, y nada menos, que reconocer abiertamente esa realidad. Asi, en el Evangelio de Juan, Jesús aparece muchas veces glorificando al Padre, pidiendo que el Padre glorifique su nombre, anunciando que el Hijo va a ser glorificado por el Padre... Podríamos traducirlo así: Jesús aparece muchas manifestando la verdad más profunda que hay en el Padre, Jesús pide al Padre que manifieste una vez más su Amor, Jesús anuncia que el Padre va a hacer visible, evidente, el Amor con que el Hijo se entrega...

¿Cuál es la gloria de un equipo, de un jugador? La copa, la medalla, el premio, es ese reconocimiento de una realidad: es el que ganó, el que salió campeón, el que convirtió más goles, el que atajó los penales del alargue... Esa es "la hora de la verdad", suele decirse., porque"fútbol son goles", y con los goles se ganan los partidos... Sin embargo, mirando algunas trayectorias individuales, hay una gloria más profunda en aquellos que, junto a su habilidad deportiva, que les valió premios y reconocimientos, cultivaron otros valores: su espíritu verdaderamente deportivo, su caballerosidad, su respeto por el otro... Esa "gloria" está más cerca de no ser la gloria pasajera, la que hacía decir a los antiguos romanos Sic transit gloria mundi: "Así pasa la gloria del mundo" o, como suele decirse hoy, "los 15 segundos de fama"...

+ Heriberto

(1) "¡Salud, campeones! El fútbol refleja lo que acontece en la vida", nota del quincenario INFORMACIONES, de la Arquidiócesis de Montevideo, primera época, Nº 51, 20 de setiembre de 1975.
--------------------------------------------------------------------------
Una interesante reseña de la vida de Obdulio Varela, resaltando sus valoreshttp://www.efdeportes.com/efd100/obdulio.htm

Un sitio de la Iglesia Católica en Chile dedicado al Mundial de Fútbol
 
Oración oficial aprobada por la 
Conferencia Episcopal de Sudáfrica
Dios todopoderoso,
creador de todo, mientras personas
de todas las naciones se congregan, con pasión
y entusiasmo para la Copa Mundial de Fútbol 2010, que
nosotros los sudafricanos podamos ser buenos anfitriones, que
nuestros visitantes sean huéspedes bienvenidos y que los jugadores de
todos los equipos sean bendecidos con un buen espíritu deportivo y con
la salud. Que tu Espíritu de equidad, justicia y paz prevalezca entre jugadores
y participantes. Que puedan contribuir, cada uno a su manera, de forma positiva
para la prevención, el control y la lucha contra el crimen y la corrupción, el
vandalismo de cualquier tipo y la explotación y el abuso, sobre todo de
los más vulnerables. Que aquellos que están lejos de sus hogares y
de sus familias encuentren mucha alegría con ocasión de la
celebración del hermoso juego del fútbol y del bello
juego de la vida conforme a Tu plan
para el bien común de todos.
Amén

Oración por el Fútbol y el Deporte 

Dios Padre de bondad,
te alabamos por la vida que nos regalas
y por todos los valores humanos
presentes en el fútbol y el deporte
donde reconocemos tu infinito amor.

Te bendecimos, Padre
porque nos diste el don del juego
que nos permite divertirnos y crecer
física y espiritualmente.

En Ti nos reconocemos hermanos y hermanas,
también en las competencias y torneos
porque Tú quieres que seamos uno
y que nos congreguemos en un mismo amor.

Nosotros, discípulos misioneros de tu Hijo,
le reconocemos como Camino, Verdad y Vida,
fuente de encuentro y de alegría.
En su triunfo sobre la muerte
fundamos nuestra esperanza
en la Copa definitiva y verdadera.

Bendice, Señor,
a todos los futbolistas y deportistas,
a sus familias y a quienes les apoyan.
Ayúdales a sacar el mayor bien
de su talento y espíritu de equipo.
Que sean siempre personas sanas,
honestas y solidarias.

Y a todos nosotros,
danos ánimo para jugar siempre limpio
en el fútbol y en toda la vida
para que podamos, con tu Gracia,
alcanzar el título eterno de la Vida en Ti.

Amén.

 Fútbol,
Metáfora de un País
Mons. Pablo Galimberti, Obispo de Salto 

Por estos días el fútbol es un sentir colectivo que aproxima a todos los uruguayos, sin mirar edades, condición social, ocupación, ciudades o rincones del mundo en que se encuentren.
 
Un abrazo cruza mares y fronteras acortando distancias. Aficionados, jugadores, técnicos, dirigentes, periodistas, auspiciantes y distintivos patrios se entrecruzan en las avenidas y estadios de Sudáfrica, rivalizando con el palacio de las Naciones Unidas. 
 
Si el lenguaje sustenta una cultura, ciertamente que el fútbol se ha ganado un lugar.  Durante un almuerzo con Juan Pablo II su secretario expresó que Uruguay era conocido por el fútbol.  Bajamos la guardia y nos espetó: ¡pero el fútbol de Europa es mejor! dando pie a Monseñor Daniel Gil para explicarle al Papa que el fútbol era una metáfora de la vida. Y citó expresiones como: sudar la camiseta, sacarle a uno tarjeta roja, etc. Y el Papa, mostrándose conocedor del tema completó: ¡a mí algunos me dicen que los dejo en el banco de los suplentes! 
 
La atracción por el fútbol tiene hondas raíces y dice mucho sobre lo que cada uno es.  En efecto la vida no se rige sólo por obligaciones sino también por lo que es libre, se ritualiza en el juego, demanda competencia y superación.
 
Desde sus orígenes el juego es símbolo de lucha.  Algo tan nuestro: 
- “¿Cómo andás, hermano? 
- Y, en la lucha …!” 
Lucha contra la muerte, como los juegos que organizó Aquiles en honor a su amigo Patroclo, según La Ilíada. O lucha contra fuerzas hostiles o contra sí mismo, ya sea miedo, debilidad, complejos, dudas, enfermedades, etc. Incluso cuando los juegos son simple pasatiempo, esconden una pizca de victoria, al menos para quien gana.
 
El juego implica enfrentamiento, azar, simulacro, donde el adversario representa desafíos, expectativas, obstáculos para afrontar. De ahí que nadie es ajeno y todos nos sentimos de algún modo dentro de ese movimiento, ya sea en un estadio, en la actividad social o la soledad de cada día.
 
La dinámica del juego, cualquiera que sea, está metida en lo medular de cada uno. Se asemeja con la vida real y requiere tres ingredientes. En primer lugar la totalidad de la persona, porque para conquistar la meta hay que “poner toda la carne en el asador”, equivalente al dicho de los alquimistas “ars requirit totum hominem” (el arte exige la totalidad). En segundo lugar hay que respetar reglas para que vivir no signifique puro salvajismo. En tercer lugar disponemos de un escenario para ejercer nuestra libertad o creatividad, trazar estrategias de aguante y dosificación de energías y tiempos hasta el último segundo, como se aprecia muy bien en un partido de basquetbol.
 
El juego tiende a sustituir la anarquía en las relaciones humanas haciendo pasar de las reacciones humanas silvestres a los vínculos propios de un nivel civilizado. En el respeto de las reglas el juego permite manifestar la espontaneidad y adecuar las reacciones más personales a las exigencias exteriores. De ahí la importancia de que el juego sea educativo y no meramente competitivo, como me decía un entrenador de Baby fútbol, lamentándose de ciertos padres o madres excesivamente fanatizados por pretender hacer rápidamente de sus hijos deportistas con futuro asegurado.
 
Los grandes juegos públicos alcanzaban una gran influencia social y psicológica. En torno a ellos cristalizaba el sentimiento cívico y nacional.  Eran el vínculo que unía a una comunidad.  Incidían en la vida privada como en la pública y los distinguía de los “bárbaros”.
 
Durante el tiempo de los juegos se suspendían guerras, ejecuciones capitales y embargos judiciales. Era tiempo de tregua. Días consagrados generalmente a los dioses tutelares de las ciudades y confederaciones.
 
Los juegos también pueden asumir el valor de una ofrenda. Los antagonistas rivalizan en destreza y resistencia y este derroche de energías, fatigas, sudores y hasta lágrimas lo ofrecen o dedican a un ser querido o a un ser superior. Algo de esto se ve al final de un partido o competencia ciclista cuando el vencedor de una prueba dedica el triunfo a su madre; o cuando un equipo camina hasta San Cono en Florida.
 
Ojalá que algo de esto ocurra también en estos días. 
 
Columna Diario “cambio”, 11 de junio de 2010

No hay comentarios: