domingo, 26 de septiembre de 2010

Finalizó la misión en la Parroquia de Charqueada




Hoy día, que finalizaba la Misión, el Señor nos regaló un hermoso día. Máxime que, por acá, la Primavera se ve más hermosa, el verdor del paisaje, los hermosos jardines, la plaza, la rambla, el río. Todo invita a disfrutar: la sencillez de la gente, su amabilidad... Realmente Dios ha sido benevolente con esta localidad y todo su entorno. Temprano terminamos la evaluación final.
La fiesta iba a ser total. Como broche de oro: la Eucaristía. El P. Nacho vino a acompañarnos y a encontrarse con tantos amigos que dejó cuando fue párroco.
Los adolescentes guiados por María, Lucía y Estela representaron el Evangelio, vestidos para la ocasión y el Templo hermosamente arreglado, ayudaron a que fuera una hermosa y emotiva celebración. Allí también fue el reenvío de María y Lucía, a continuar la Misión, y el intercambio de obsequios.
Ahora es el momento de cuidar la semilla plantada, apoyar, motivar y acompañar a estos adolescentes, irles mostrando el camino, para que de la mano de la Virgen Madre de Dios y Madre nuestra, sigan a Jesús, como el nombre que han elegido para el Grupo: Discipulos de Charqueada. Oremos mucho por ellos, y por María y Lucía.
Diácono Luis

Un día en la misión
María y Lucía no se dieron descanso. Comenzamos cada jornada con rezo de Laudes en el Templo. Luego del desayuno salimos a visitar enfermos y a charlar con la gente. Volvemos. Mate y Lectio Divina, con Evangelio del día. Almuerzo; a las 15:00 horas reunión con el grupo de jóvenes. Luego de la charla, juegos, merienda y paseo con ellos. Con el mate del atardecer se programa la jornada del otro día. Agradecimiento en el Templo por lo hecho en el día, cena y a descansar.


Vivencias traidas en las mochilas del corazón de las misioneras
En estos días vinimos como tierra, aquí encontramos la semilla del Reino…

"Caminante son tus huellas el camino y nada mas,
caminante no hay camino, se hace camino al andar…"

Como misioneras fuimos servidas, amadas, y libres.
Aquí nos sirvieron en todos los aspectos: físicos, espirituales.
Nos alimentaron con variados y diversos  menús.
Nos prepararon dormitorios individuales con todo lo que necesitamos. Esto facilit´p nuestra libertad en cuanto a horarios para higienizarnos, levantarnos, descansar.
Alimentaron nuestras almas con la oración de Laudes y la Lectio Divina compartidas. Regándonos mutuamente en el manantial de vida que es el Señor.

Nos brindaron confianza en casa: sintiéndonos hijas, hermanas, aprendices, compañeras de camino y de misión.  
Nos apoyamos en la tarea del hogar, actuando todos en todas las tareas.
Nos integramos y compartimos la planificación de las actividades que realizaríamos con los jóvenes en cada encuentro. Esto nos abría a la diversidad en las propuestas y fortalecía nuestros conocimientos, nuestras esperanzas, nuestros entusiasmos.
Vivimos  la participación permanente  de los jóvenes, rescatamos su llegada media hora antes y su disposición ante las propuestas que hicimos.
Entre todos pudimos llegar a una unidad, más allá de la diferencia de edades. Logramos intercambiar juegos, alimentos canciones, vivencias, sueños, oraciones.
Entre entusiasmos y risas estuvimos abiertos a la comunidad y la comunidad estuvo abierta a nosotros.
En el actuar día a día con los jóvenes, nos apoyó mucho Estela. Esto para nosotras fue muy beneficioso ya que aportó conocimientos y enseñanzas a todos.
Los lugares donde interactuamos fueron cómodos, amplios, acogedores.
Tuvimos el apoyo de la radio, el cual fue ideal para compartir experiencias misioneras y transmitir avisos de nuestros encuentros y nuestras celebraciones.
Quizás deberíamos haber salido al encuentro, a la búsqueda de más jóvenes mayores de quince años y conocer en forma más profunda la familia de nuestros jóvenes, para compartir con ellos también nuestra fe.

Estamos felices y muy agradecidas de haber estado en Charqueada, de haber sido recibidas por tod@s los miembros de esta comunidad, por acompañar en los encuentros de jóvenes que dieron origen al grupo "Los discípulos de La  Charqueada".

Agradecemos también a Monseñor Heriberto quien nos confió su apoyo. Estamos felices de servir al Señor en nuestros hermanos y como dice el autor: "El fin de una etapa es solo el comienzo de otra".
Pedimos al Espíritu que nos guíe e ilumine para seguir acompañándonos en la construcción del reino del que somos parte.
Agradecemos a la Comunidad de Río Branco y al P. Nacho, que confió en nosotras y nos alentó, para que diéramos este paso y realmente esta experiencia quedará grabada en nuestra memoria.
Lucía y María
 

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