domingo, 12 de septiembre de 2010

Jornada Diocesana de Catequistas

La comunidad de la Parroquia María Auxiliadora de La Charqueada, recibió hoy a más de 60 catequistas de toda la diócesis. Los diáconos Luis (responsable pastoral de Charqueada) y Víctor (Cruz Alta), el P. Pedro (Santo Domingo Savio, Melo) y Mons. Heriberto acompañaron todo el encuentro.
La jornada comenzó con las palabras de bienvenida del Obispo y del diácono local. Los catequistas hicieron luego un trabajo en binas, para luego reunirse en grupos y finalmente poner en común su reflexión en torno al quehacer de la catequesis.
Antes del almuerzo, todos los participantes concurrieron a la plazoleta del Barrio Mevir, donde se estaba desarrollando un evento cultural, para presenciar una representación de la Creación a cargo de los niños de catequesis de la parroquia. La misma fue muy aplaudida por toda la concurrencia.
Después del almuerzo, compartimos la torta decorada con el lema del Día de la Catequesis.
Luego del almuerzo, un rato de distensión, para concluir con la celebración de la Eucaristía, junto a la comunidad de Charqueada.


Una pregunta de los catequistas 
¿Cómo despertar admiración y asombro por la persona de Jesús?
Cuando leemos el Evangelio, a menudo encontramos la admiración y el asombro que la persona de Jesús despierta en la multitud. Así, quedaban asombrados de su doctrina, porque enseñaba con autoridad (Mc 1,22), Esa admiración arranca exclamaciones espontáneas: "Jamás vimos cosa parecida" (Mc 2,12, ante la curación del paralítico).

Lo mismo sucede con los discípulos, que van inmediatamente detrás de él al oír su llamado.
Sin embargo, esta admiración no basta. La multitud, llegado el momento, se cerrará ante ese Jesús incomprensible y gritará "¡Crucifícalo!". El camino de los discípulos, a pesar de la diaria convivencia, será difícil, y muchas veces Jesús tendrá que reprocharles sus dificultades para entender.

Para que la admiración no quede en un sentimiento superficial, el camino ineludible es el de la relación personal con Jesús. Relación personal, no individual. No es un "Jesús y yo - yo y Jesús". Es personal, porque me relaciona a Ël y a los demás, a aquellos que, tan misteriosamente como a mí, el ha elegido y ha llamado. Jesús me llama a seguirlo en Iglesia, lo que que se concreta en la participación en una comunidad, un grupo.

No podemos despertar admiración y asombro por la persona de Jesús, si no tenemos esos sentimientos en nuestro corazón; más aún, si no tenemos una profunda relación con ese Jesús al que queremos presentar a los demás. Por eso, nos preguntamos mejor cómo hacer crecer esa relación personal.

"Jesús nos habla en el camino", como a los discípulos de Emaús, de modo que nuestra relación con Él crece precisamente cuando lo escuchamos en el camino de la vida, a través de las personas y de los acontecimientos que vamos encontrando. Sin embargo, a los discípulos les costó "abrir los ojos", para descubrir esa presencia de Jesús en el camino.

Jesús les dio dos ayudas: la Palabra y la Eucaristía. La Palabra de Dios, que hoy podemos meditar personalmente o en grupo con el método de la Lectio Divina, nos ayuda a descubrir lo que el Señor quiere comunicarnos hoy, a encontrar lo que queremos manifestarle y a buscar actuar de acuerdo con el proyecto de Amor y Salvación del Padre. En la Eucaristía reconocemos esa presencia viva de Jesús que quiere darse a nosotros, no para que lo "asimilemos", como hacemos con el alimento corriente, sino para que Él nos "asimile", es decir, nos haga semejantes a Él.

Finalmente, la oración personal. Es el diálogo de amistad con ese Jesús que nos escucha siempre, eterna y perfectamente disponible y que nos responde dando en nuestra corazón la certeza de que Él está ahí, de que Él es fiel, de que su amor permanece para siempre.

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