sábado, 16 de octubre de 2010

Benedicto XVI, en el Día Mundial de la Alimentación

Mensaje de Benedicto XVI
 
Al Sr. Jacques Diouf
Director General de la Organización para la Alimentación y la Agricultura
de las Naciones Unidas(FAO)

1. La celebración anual del Día Mundial de la Alimentación es una oportunidad para hacer un balance de todo lo que se ha logrado a través del compromiso de la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas (FAO) para garantizar la alimentación diaria a millones de hermanos y hermanas nuestros en todo el mundo. También ofrece una oportunidad propicia para destacar las dificultades que surgen cuando faltan las necesarias actitudes de solidaridad.
Demasiado a menudo, la atención se desvía de las necesidades de las poblaciones, no se da suficiente énfasis al trabajo del campo, y los productos de la tierra no reciben la protección adecuada. Como resultado, se produce el desequilibrio económico, y se ignoran los inalienables derechos y la dignidad de toda persona humana.
El tema del Día Mundial de la Alimentación de este año, Unidos contra el hambre, es un oportuno recordatorio de que todos tienen que realizar un compromiso para dar al sector de la agricultura su importancia adecuada. Es necesario que todos -desde los individuos a las organizaciones de la sociedad civil, Estados e instituciones internacionales- den prioridad a uno de los objetivos más urgentes de la familia humana: la liberación del hambre. Para lograr la liberación del hambre es necesario garantizar no sólo que se disponga de suficiente comida, sino también que todo el mundo tenga acceso diario a ella: esto significa promover todos los recursos e infraestructuras necesarios para sostener la producción y la distribución a escala suficiente para garantizar plenamente el derecho a la alimentación.
Los esfuerzos para lograr este objetivo ayudarán sin duda a construir la unidad de la familia humana en el mundo. Se necesitan iniciativas concretas, conformadas por la caridad, e inspiradas por la verdad, iniciativas que sean capaces de superar los obstáculos naturales relacionados con los ciclos de las estaciones o las condiciones ambientales, así como los obstáculos provocados por el hombre. La caridad, practicada a la luz de la verdad, puede acabar con las divisiones y conflictos para lograr así que los bienes de la tierra pasen entre los pueblos en un intercambio vivo y continuo.
Un importante paso adelante fue la reciente decisión de la comunidad internacional de proteger el derecho al agua que, como siempre ha mantenido la FAO, es esencial para la nutrición humana, para las actividades rurales y para la conservación de la naturaleza. De hecho, como mi venerable predecesor el Papa Juan Pablo II observó en su Mensaje para el Día Mundial de la Alimentación de 2002, muchas diversas religiones y culturas reconocen un valor simbólico al agua, de la que “brota una invitación a ser plenamente conscientes de la importancia de este precioso bien básico, y en consecuencia a revisar los actuales patrones de comportamiento para garantizar, hoy y en el futuro, que todas las personas tengan el acceso al agua indispensable para sus necesidades, y que las actividades productivas, y la agricultura en particular, disfruten de los niveles adecuados de este recurso que no tiene precio” (Mensaje para el Día Mundial de la Alimentación de 2002, 13 de octubre de 2002).
2. Si la comunidad internacional va a estar verdaderamente “unida” contra el hambre, entonces la pobreza debe superarse a través de un auténtico desarrollo humano, basado en la idea de la persona como una unidad de cuerpo, alma y espíritu. Hoy, sin embargo, hay una tendencia a limitar la visión del desarrollo a una que satisfaga las necesidades materiales de la persona, especialmente a través del acceso a la tecnología; sin embargo el verdadero desarrollo no está simplemente en función de lo que una persona “tiene”, debe también abrazar los valores más altos de la fraternidad, la solidaridad y el bien común.
En medio de las presiones de la globalización, bajo la influencia de intereses que a menudo permanecen fragmentados, es sabio proponer un modelo de desarrollo basado en la fraternidad: si está inspirado en la solidaridad y dirigido al bien común, será capaz de proporcionar correctivos a la actual crisis global. Para sostener niveles de seguridad alimentaria a corto plazo, debe proporcionarse la financiación adecuada para hacer posible a la agricultura reactivar los ciclos de producción, a pesar del deterioro de las condiciones climáticas y ambientales. Debe decirse que esas condiciones tienen un marcado impacto negativo en las poblaciones rurales, los sistemas de cultivo y los modelos de trabajo, especialmente en países que ya sufren la escasez de alimentos. Los países desarrollados tienen que ser conscientes de que las crecientes necesidades del mundo requieren de ellos niveles consistentes de ayuda. No pueden simplemente permanecer cerrados a los demás: esas actitudes no ayudarían a resolver la crisis.
En este contexto, la FAO tuvo la tarea esencial de examinar la cuestión del hambre en el mundo en el ámbito institucional y proponer iniciativas particulares que implican a sus Estados miembros en la respuesta a la creciente demanda de alimentación. De hecho, las naciones del mundo están llamadas a dar y a recibir en proporción de sus necesidades reales, debido a la “urgente necesidad moral de una renovada solidaridad, especialmente en las relaciones entre países en vías de desarrollo y países altamente industrializados” (Caritas in Veritate, 49).
3. La reciente loable campaña 1 Billón de hambrientos, con la que la FAO busca sensibilizar de la urgencia de la lucha contra el hambre, ha puesto de relieve la necesidad de una respuesta adecuada tanto de cada país como de la comunidad internacional, incluso cuando la respuesta se limite a ayuda de asistencia o de emergencia. Por eso es fundamental una reforma de las instituciones internacionales según el principio de subsidiariedad, ya que “las instituciones por sí solas no bastan porque el desarrollo humano integral es ante todo una vocación, y por tanto comporta que se asuman libre y solidariamente responsabilidades por parte de todos” (ibid., 11).
Para eliminar el hambre y la malnutrición, deben superarse los obstáculos del propio interés a fin de dejar espacio a una fructífera gratuidad, manifestada en la cooperación internacional como una expresión de fraternidad genuina. Esto no exime de la necesidad de justicia, sin embargo, y es importante que las normas existentes se respeten y apliquen, además de todos los planes de intervención y los programas de acción que sean necesarios. Los individuos, las poblaciones y los países deben poder dar forma a su propio desarrollo, beneficiándose de asistencia externa según las prioridades y conceptos arraigados en sus técnicas tradicionales, en su cultura, en su patrimonio religioso y en la sabiduría transmitida de generación en generación en la familia.
Invocando la bendición del Todopoderoso sobre las actividades de la FAO, quiero asegurarle, Sr. Director General, que la Iglesia siempre está dispuesta a trabajar por la derrota del hambre. De hecho, está constantemente trabajando, a través de sus propias estructuras, para aliviar de la pobreza y las privaciones que afligen a gran parte de la población mundial, y es plenamente consciente de que su propio compromiso en este campo forma parte de un esfuerzo común internacional para promover la unidad y la paz entre la comunidad de poblaciones.
En el Vaticano, 15 de octubre de 2010


Benedicto XVI

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