viernes, 15 de octubre de 2010

Santa Teresa de Jesús

 
La Oración Teresiana
Si en todos los elementos integrantes de nuestra vocación tenemos que volver los ojos a nuestra Santa Madre para encontrar su definición y descubrir los cauces más adecuados para vivirlos, con mucha más razón vale esto en el campo de la oración, centro y eje de la existencia y del carisma teresiano y, por ello, elemento medular de nuestra existencia en la Iglesia.
La oración es indudablemente la palabra de nuestra Madre. Sin ella no se explica ni su persona ni su mensaje. No se explica el Carmelo hoy. Por eso, el estudio de la oración teresiana, a la vez que nos brinda el acceso a toda su vida y doctrina, nos abre a la comprensión más radical de nuestra vocación.
Es también la palabra - antes vivencia o palabra vivida - que el hombre moderno tiene derecho a esperar de nosotros que, por Teresa y en ella, hemos pasado a la conciencia de la Iglesia como Orden particularmente vinculada a la oración, comunidad orante.
Concurren en la Santa Madre todos los elementos que constituyen a alguien maestro calificado de oración: experiencia copiosa, abundante; inteligencia profunda de la gracia que Dios le concede; poder de comunicación, capacidad para traducir en palabras su experiencia. Con extrema precisión escribe: "Porque una merced es dar el Señor la merced, y otra es entender qué merced es y qué gracia; otra es saber decirla y dar a entender cómo es" (V 17, 5; cf. V 12, 6; 23, 11; 30, 4). Tres gracias místicas que hacen a Teresa maestra de oración. A la vez que señalan los capítulos que comprende el estudio de la oración teresiana: experiencia, doctrina, pedagogía.
    1.- EXPERIENCIA TERESIANA DE LA ORACIÓN
Todos sabemos que el acceso a la experiencia de la Santa Madre es paso obligado para comprender su palabra, su mensaje. Y esto porque la experiencia es la fuente de sus saberes. Porque en su experiencia ha visto ella los elementos fundamentales de la vida cristiana; la ha pensado y la ha reflexionado para alumbrar esas líneas sobre las que avanza la Historia de salvación, de relación amistosa con Dios de cada uno.
Unas palabras siquiera para situarla, presentación esquemática que nos ayude a entrar en su palabra y mensaje.
Pueden señalarse tres períodos en la historia de la oración teresiana: primer período, de oración fácil y espontánea. Teresa se encuentra entre sus manos con la oración (cf. V. 1).
Segundo período, de oración difícil, dura que va desde la crisis de la adolescencia -a raíz de la muerte de su madre- hasta la conversión definitiva acontecida en 1554 (V 9). La dificultad que experimenta tiene una doble fuente: por un lado, su incapacidad para discurrir así como la insubordinación de la imaginación (V 4, 8. 9; 9, 4); por otra parte, su resistencia a entrar por el camino del amor totalitario, la incongruencia de la vida. Nos dice de este tiempo que "parece que quería concertar estos dos contrarios -tan enemigo uno de otro - como es vida espiritual y contentos, y gustos y pasatiempos sensuales" (V 7, 17). Más escueta e incisivamente: "tener oración, mas vivir a mi placer" (V 13, 6). Un auténtico drama situado en el interior de Teresa que le hace vivir tensa entre Dios y las criaturas. Confiesa "que no sé cómo un mes la pude sufrir, cuanto más tantos años" (V 8, 2).
Durante un año o algo más optó por dejar la oración (V 7, 11; 19, 5). Califica después este abandono: "fue la mayor tentación que tuve" (V 7, 11), "el peligro más peligroso" (V 19,10). Sufrió el mayor bache moral: "El tiempo que estuve sin ella era mucho más perdida mi vida" (V 19,11). "La verdadera caída es dejar la oración" (V 15, 3).
Tercer período, con el ingreso en la vida mística se inicia el tercer período, ascendente ya, sin retroceso. Punto de partida, 1554 año de la conversión definitiva. Comienza a quitar ocasiones y a darse más a la oración y Dios se vuelca materialmente sobre ella. Ha señalado reiteradamente esta conexión: "Pues comenzando a quitar ocasiones y a darme más a la oración, comenzó el Señor a hacerme las mercedes, como quien deseaba ... que yo las quisiese recibir" (V 23, 2; cf. V 19, 7; 9, 9 y 10). Una lectura atenta de la oración mística, en todas sus formas y manifestaciones, nos llevaría a descubrir que, más allá y por encima de los fenómenos y repercusiones psicosomáticas, la oración mística es una comunicación de Dios, comunicación personal al hombre, y que éste "experimenta", cada vez a niveles de mayor interioridad, hasta llegar a la comunión personal. En la oración mística resalta con trazo firme que la oración para Teresa es "trato de Persona a persona", "trato de amistad". Que Dios es más agente en la oración que la persona. En la amistad se absolutizan las personas, los amigos. Todo lo demás pasa inevitablemente a segundo plano.
Con esto entramos en el "modo" de oración que vivió Teresa desde sus primeros pasos en su "trato" con Dios. Unas palabras.
2. - MODO DE ORACIÓN DE TERESA
Pocos pero muy precisos y preciosos testimonios tenemos del "modo" o "manera" de orar de Teresa: "Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo..., dentro de mí presente (V 4, 8). "Tenía este modo de oración ...: procuraba representar a Cristo dentro de mi" (V 9, 4). Este modo de orar cobra un realismo extraordinario en el momento de la comunión eucarística. Hablando de sí misma en tercera persona confiesa: "Entrábase con él" (C 34, 8). Orar: atención a la Persona, y esto dentro, que es el espacio del encuentro personal. Orar: estar con él, "traer presente" o "representar", es decir, revivir, reactualizar su presencia. "Estábame allí ... con él" (V 9, 4). Conectar con la Persona. Cuando traduzca su experiencia a mensaje no tendrá más que cambiar el sujeto: "Se esté allí con él" (V 13, 22). De este modo de proceder en la oración -"oración de recogimiento" la llamará más tarde- afirmará en Camino: "nunca supe qué cosa era rezar con satisfacción hasta que el Señor me enseñó este modo" (C 29, 7). Se erigirá en apóstol infatigable, convencida con el convencimiento que arranca y se alimenta de una larga y rica experiencia. Lo sistematizará en Camino 26-29.
La experiencia propia de la oración le llevó a la adecuación de oración-perfección. Por ser "trato de amistad" la oración compromete la vida entera. La oración-amistad es totalitaria y absorbente. Orar es optar por Dios como amigo. Apunta la explicación de su crisis y la clave de solución cuando escribe: "Si os pagara algo del amor que me comenzasteis a mostrar, no le pudiera yo emplear en nadie sino en Vos, y con esto se remediaba todo" (V 4, 3). Orar es "querer ser siervos del amor" y "seguir por el camino de la oración al que tanto nos amó" (V 11, 1). Vivir para otro, el Amigo: "Puesto ya en tan alto grado como es querer tratar a solas con Dios y dejar los pasatiempos del mundo ... guíe su Majestad por donde quisiere: ya no somos nuestros, sino suyos" (V 11, 13). La vida sigue la suerte de la oración. Y la oración sigue la suerte de la vida. Somos lo que es nuestra oración, es decir, lo que es nuestra amistad con Dios. Porque orar es "tratar de amistad", realizar y profundizar las relaciones amistosas con Dios.
3.- MENSAJE TERESIANO DE LA ORACIÓN
De su experiencia oracional Teresa ha pasado a la proclamación de su mensaje. Orar es "tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama" (V 8, 5). Aparte de las enormes resonancias bíblicas de esta definición teresiana, de la "revolución" que supone en la historia de la espiritualidad, quisiéramos ahora llamar la atención únicamente sobre algo, por lo demás, patente: a saber, que todo el peso de la concepción teresiana de la oración recae sobre las personas, que aquí y ahora, viven vueltos el uno al otro, en trato de amistad. Señala la definición que orar es alcanzar la Persona desde la persona: acogida y donación, escucha y pronunciamiento. "Trato".
Cuando en Camino se pregunte directamente "en qué consiste la oración mental" (C 22, tit.), no retomará la definición dada en Vida, pero dirá reveladoramente al final del capítulo: "Esta es oración mental ... entender estas verdades". Una lectura atenta del capítulo nos descubrirá que "estas verdades" no tienen un significado abstracto. Son "las verdades" de Dios y del hombre, del "quien" de Dios y del "quien del hombre. Descubrimiento encaminado al encuentro existencial, a "conformar mi condición con la suya" (ib., 7).
Toda la atención del orante la quiere Teresa centrada en la Persona divina. "Mirar" a la Persona. "No os pido más que le miréis" (C 26, 3); "Acallado el entendimiento, mire que le mira" (V 13, 22). No importa lo que se le dice, ni cómo se le dice. Interesa el "estar con él". El acto de presencia.
Atención a la Persona, decíamos. Con una matización muy teresiana: atención al amor que Dios nos tiene. Entra como elemento en la definición: "con quien sabemos nos ama". Cuidadosamente notará Teresa que la primera lección de Cristo, Maestro de oración, es el amor que nos tiene: "En la primera [palabra del paternoster] entenderéis luego el amor que os tiene" (C 26, 11). Saberse amado. Es punto de partida para una respuesta de amor: "Amor saca amor" (V 22, 14). Por eso, en todo hay que mirar el amor que Dios nos tiene: "lo que más os despierte a amar eso haced" (4 M 1, 7).
Encuentro en el amor, la oración. Y encuentro en la verdad: la verdad de Dios y la verdad nuestra. En la oración se nos desvela Dios, nos muestra su verdad: que nos ama, que nos da. Dios es amigo de dar. "No se cansa de dar", y "sin tasa". "Anda buscando tener a quién dar". Es el Dios que Teresa ha descubierto en la oración. El conocimiento de alguien -también de Dios- sólo se logra por el trato amistoso con él.
Y también el descubrimiento de nosotros mismos. Orar es "entrar" dentro de nosotros. "Conocernos": nuestra riqueza. Y nuestra miseria, nuestro estado moral. Somos un "palacio todo de un diamante o muy puro cristal". "Nuestra gran capacidad", "dignidad", "hermosura". Son las primeras palabras que Teresa nos brinda al iniciar las Moradas. "Podemos tener conversación no menos que con Dios" (1 M 1, 6).
También nos descubre la oración nuestra situación moral. De si nos dice que "en la oración veía ... el ruin camino que llevaba" (V 19, 12); "en la oración entendía más mis faltas" (V 7, 17).
Por ser encuentro personal, la oración es también encuentro transformante. La oración genera hombres nuevos. "Tratar de amistad" significa robustecer y consolidar la amistad. Es la tesis que defiende la Santa Madre en todas sus obras. VIDA defiende la tesis de que la oración es transformante. Y para probar esta afirmación cuenta su vida, que es fruto de la oración. La estructura interna de la obra responde a esta tesis. CAMINO vuelve sobre lo mismo: la Oración, camino de perfección. Y MORADAS presenta la oración como movimiento de interiorización, de acercamiento al centro de nosotros mismos donde nos vive Dios. Profundizar las relaciones con él.
La mejor oración será siempre aquélla que más renueve la vida: "Yo no desearía otra oración sino la que me hiciese crecer las virtudes". "¡Oh!, que ésta es la verdadera oración y no unos gustos para nuestro gusto no más" (Cta. al P. Gracián, 23. 10.76; 133, 8). Por eso, a la vida hay que atender para el discernimiento de la verdadera oración. También cuando se trata de la oración mística: "En los efectos y obras de después se conocen estas verdades de oración, que no hay mejor crisol para probarse" (4 M 2, 8; cf. 6 M 8, 10; CC 53, 16). Concretamente a la vida hay que atender para discernir la verdad de la oración: "Vuestro entender, hijas, si estáis aprovechadas, será en si entendiere cada una es la más ruin de todas (...) y no en la que tiene más gustos en la oración y arrobamientos, o visiones o mercedes que hace el Señor ..., que hemos de aguardar al otro mundo para ver su valor" (C 18, 7).
Porque encuentro amistoso, la oración está abierta esencialmente a crecimiento y desarrollo. La oración no es algo hecho. La oración es una realidad viva, dinámica, en proceso.
Es particularmente importante destacar esta dinamicidad de la oración para no bloquear, sino positivamente servir a la oración del hombre en cada etapa del proceso.
La Santa Madre ha hablado del dinamisno de la oración con el grafismo de las comparaciones: distintas formas de regar el huerto, en la Autobiografía; distintos niveles de comunicación en la historia de las relaciones interpersonales entre Dios y el hombre, en Moradas. En ambas comparaciones se evidencia una progresividad en la definición de los dos protagonistas: Dios y el hombre. Crece la actividad de Dios y, consiguiente y paralelamente, crece la "pasividad" del hombre. En Vida señala la Santa que el "trabajo" del hortelano (el hombre) es cada vez menor, sin embargo, es mayor el "fruto". Dios va progresivamente adueñándose del escenario, hasta dominarlo. En Moradas, al presentar la oración como un movimiento de interiorización, se evidencian más los niveles en los que se sitúa ese encuentro: Dios y el hombre se "tratan" a niveles cada vez más íntimos y profundos (eso significan las distintas "moradas").
La oración mística es el "campo" por excelencia del magisterio teresiano. Intenta llenar una laguna existente en los libros de oración (1 M 2, 7; V 14, 7). 0 sea, decir lo más importante de ese trato amistoso que queda habitualmente silenciado: lo que Dios obra. El es el principal agente.
Y con ello conducir al hombre a una actitud de pasividad-activa, de escucha receptiva. La oración para Teresa es fundamentalmente, desde el hombre, tiempo de escucha, tiempo de manifestación de Dios. Epifanía, desvelamiento. A ello apunta la comparación fundamental sobre la que teje la exposición de Camino: Cristo, Maestro; el hombre, discípulo. Por ello señala la actitud con que el hombre tiene que acceder a la cita de la oración cuando escribe: "Pues juntaos cabe este Maestro muy determinadas a aprender lo que os enseña" (C 26, 11). Dios-Cristo "enseña" en la oración "a quien se quiere dar a ser enseñado de él en la oración (C 5, 3; cf. 2 M 1, 3; MC 4, 3; V 16, 1; C 28, 3; etc.).
Cuando se sitúa la oración en el encuentro interpersonal, en el amor mutuo, se da solución radical a un "problema" que ha capitalizado siempre la praxis de la oración: las distracciones y la sequedad. Teresa no se cansa de decirnos que las distracciones y la sequedad no impiden el acto de oración, aunque ciertamente lo hagan más difícil. La oración no es cuestión sicológica sino teologal. Ha sido reiterativa en afirmar que el hombre puede "estar" con Dios "con mil revueltas de cuidados y pensamientos de mundo ..." (V 8, 6). Por eso, ha dicho que "no haga caso de malos pensamientos" (V 11, 11), "que si no pudieren tener aún un buen pensamiento ..., que no se maten" (V 22, 11; cf. 2 M 1, 9). "Así no es bien que por los pensamientos nos turbemos ni se nos dé nada" (4 M 1, 11; todo este capítulo, a partir del n 7, es extraordinario).
4. - CRISTO EN LA ORACIÓN TERESIANA
Toda la palabra sobre la oración teresiana tiene que poner de manifiesto la dimensión cristocéntrica de la misma. Cristo no es un "tema". Cristo es la presencia obligada, inevitable en todo el proceso.
Su oración estuvo siempre centrada en Cristo, de comienzo a fin (cf. V 4, 8; 9, 4). Cristo HOMBRE (ib., 6). Nos habla en su "costumbre de holgarse con este Señor" (V 22, 4), que "había sido tan devota toda mi vida de Cristo" (ib.). Y aconsejará a los principiantes que "pueden representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre presente" (V 12, 2), dando "por aprovechado" a "quien trabajare por traer consigo esta preciosa compañía~ (ib.) a la vez que exhorta a no dejar "muchas veces la Pasión y vida de Cristo, que es adonde nos ha venido y viene todo bien" (V 13, 13).
La oración mística viene a confirmar esta dirección cristocéntrica de la oración teresiana (6 M 8, 1). Por eso Teresa entra en la disputa de la presencia de la Humanidad de Cristo en todo el proceso espiritual con la fuerza y el convencimiento de su experiencia, sentenciando que es camino y puerta para todo bien, y que "no quiero ningún bien, sino adquirido por quien nos vinieron todos los bienes" (6 M 7, 15).
La orientación cristológica de la oración teresiana vino definitivamente potenciada por un hecho decisivo: Cristo se le presentó como el "libro vivo" o "verdadero" en el que aprende "todo lo que hay que saber y hacer" (V 26, 6). Una serie de gracias místicas (visiones, hablas, etc.) que tiene a Cristo como objeto profundizan esta línea. Cristo le introduce en el matrimonio espiritual y en el misterio trinitario (7 M 1, 7; 2, 1).
Desde el "poned los ojos en Cristo" (1 M 2, 11) hasta el "aparecimiento" del "Señor en este centro del alma" (7 M 2, 3), corre la oración como un desvelamiento de Dios y del hombre en Cristo, encuentro cristificante: "Juntos andemos ..." (C 26, 6).
5.- PEDAGOGÍA TERESIANA DE LA ORACION
La oración se sabe desde la praxis. Por eso, la preocupación íntima de Teresa es enseñar a orar, disponer y concertar las piezas para hacer al orante.
Es un don la oración. Pero concedido a un hombre libre. Quiere esto decir que, como toda semilla, la oración precisa una tierra y unos cuidados para su desarrollo y culminación.
Camino es el libro por excelencia de la oración teresiana. El esquema interno de la obra manifiesta la intención de la autora. Se detiene en la exposición de las "cosas necesarias" que han de tener los que "pretenden llevar camino de oración". Ella sabe las prisas de sus lectoras porque les hable de la oración.. Y retrasa una y otra vez la exposición directa (cf. C 16, 1; 17, l; 20, 1; 21, 1) .
Es categórica: no podrá ser nadie contemplativa sin estas cosas, que son caridad, desasimiento y humildad. Quien pensare lo es está muy equivocado. Por el contrario, quien las viviere "estará muy adelante en el servicio de Señor", aunque no sea muy contemplativo, es decir, aunque su oración como tal sea pobre, no alcance las oraciones místicas.
¿Cómo podríamos presentar la pedagogía de la Santa Madre? Creemos que podemos decir que para ella enseñar a orar es enseñar a vivir. O sencillamente a ser. No se trata de enseñar una técnica -o no propiamente y menos principalmente una técnica - sino de recrear al hombre por dentro. Hacer al orante, cuidar la persona que ora. Con este planteamiento Teresa se muestra extremadamente consecuente y lógica con su definición de oración: "trato de amistad", una opción radical y totalitaria por Dios. De este modo las tres "cosas necesarias" apuntan directamente a promover unas actitudes que, a la vez que se oponen radicalmente al hombre de pecado, no amigo de Dios, definen al hombre nuevo, al amigo de Dios:
egocentrismo - caridad - virginidad
posesión - desasimiento - pobreza
soberbia - humildad - obediencia
Podríamos enunciar con palabras de la misma santa la meta que persigue con su pedagogía: "No os extrañaréis de lo mucho que he puesto en este libro para que procuréis esta libertad" (C 19, 4). Libertad que es donación totalitaria: "Porque todo lo que os he avisado en este libro va dirigido a este punto de darnos del todo al Criador y poner nuestra voluntad en la suya" (C 32, 9; cf. 2~,12). Es la primera palabra con que empieza el tratadillo de la oración: Si no nos damos del todo no se nos dará el tesoro de la oración ( V 11, 1-4).
Una presentación de cada una de esas "cosas necesarias" desborda con mucho nuestro intento presente. Pero cabría decir sencillamente: por la llamada a la caridad Teresa quiere que el hombre aprenda a tratar con su hermano, a ser amigo, a abrirse a los demás para poder sacar adelante su "trato" con Dios; por el desasimiento de todo lo criado o libertad, la Maestra de oración nos exhorta a romper amarras, a superar el "apetito" posesivo, a liberarse de todo; por la humildad nos enseña a dejar a Dios el protagonismo de nuestra vida, a dejarnos conducir por él, no queriendo imponerle, ni siquiera "aconsejarle", el camino por donde nos ha de llevar.
Junto con estas "cosas necesarias" la Santa Madre nos ha hablado con insistencia de la "determinada determinación". Es una pieza clave de su pedagogía. Determinada determinación contra los miedos de fuera, contra ciertos teólogos que dicen "que no es menester oración mental " y también contra las indolencias y los cansancios de dentro, resistencias a entrar por el camino del amor, porque "somos caros y tan tardíos de darnos del todo a Dios" (V 11, 1), "francos de presto y después tan escasos" (C 32, 8 ).
¿Que entiende la Santa Madre por la "determinada determinación"? Un movimiento de todo el ser por el que nos liberamos de nosotros mismos y nos convertimos a él. Determinarse es convertirse a él. Es decir, implica una postura de amor limpio, amor gratuito. Ya a los principiantes en el camino de la oración les brinda esta consigna: "El intento de quien comienza no ha de ser contentarse a si, sino a él" (V 11, 10).
Y esto se traduce concretamente en soportar con ánimo varonil, sin dramatismos egoístas, la cruz de la sequedad, la oración difícil. Personalizando - a lo que tan dada es la Santa - "determinarse" es "ayudar a llevar la cruz de Cristo", "no dejarle caer con la cruz". Así responde a una pregunta tremenda con la que define la oración de los principiantes: "¿Qué hará aquí el que ve que en muchos días no hay sino sequedad, y disgusto y desabor, y tan mala gana para venir a sacar el agua...?". Responde: "Alegrarse y consolarse ... pues ve [Dios] que sin pagarle nada tiene tan gran cuidado de lo que le encomendó; y ayúdele a llevar la cruz . . .; y así se determine . . . no dejar a Cristo caer con la cruz" ( V 11, 11). Capítulos más adelante volverá a decirles: "Es gran negoción comenzar las almas oración comenzándose a desasir de todo género de contentos y entrar determinadas a sólo ayudar a llevar la cruz a Cristo, como buenos caballeros que sin sueldo quieren servir a su Rey" (15, 11). Aconsejará a sus monjas esta postura de amor limpio: "Tomad, hijas, de aquella cruz; no se os dé nada de que os atropellen los judíos, porque él no vaya con tanto trabajo" (C 26, 7). Será la empresa, lo únicamente sustantivo; lo demás es accidental. "Abrazaos con la cruz que vuestro Esposo llevó sobre sí y entended que ésta ha de ser vuestra empresa ... Lo demás como cosa accesoria" (2 M 1, 7).
La determinada determinación debe ser radical (VII, 1-4), irrevocable (C 20, 2; 23, 1-2), perseverante (2 M 1, 5). En general, diríamos que debe poner al hombre en línea con Dios: para que dure la amistad y sea verdadero el amor, tienen que encontrarse las condiciones (V 8, 5).
Dios sólo atiende a esta determinación (VII, 16; 12, 3; 3 M 1, 7; 4 M 1, 7).
Junto a estos presupuestos o premisas de la oración, que bien podríamos llamar teologales, exigencias intrínsecas de la oración-amistad, Teresa insiste en otros elementos no menos importantes. Los llamaríamos presupuestos sicológicos. Entre éstos destaca la soledad. Entra como elemento integrante en la definición de la oración: "tratar a solas". La amistad - y la oración es una "vuelta a lo divino de la amistad humana"- busca el marco de la soledad, y crea la soledad. Toda oración es en verdad, radicalmente siempre a solas.
Educarnos a la soledad: necesaria para tener orante, para ser persona. Necesaria para posar experiencias y descubrir aspectos de la realidad que se nos escapan. Necesaria para el desarrollo de otras dimensiones del ser. La soledad es para "oírle", para bajar a niveles de nuestro "yo" que se nos escapan y que no explotamos porque desconocemos. La soledad es para saber con quién estamos. Soledad poblada: "Pues estáis sola, buscad compañía ...¿ y que mejor compañía que la del mismo Maestro que enseñó la oración que vais a rezar?" (C 26, 1). Oración a solas: no es huir de nadie sino ir hacia Alguien. No es ausencia sino presencia.
La conexión entre oración y soledad es tan íntima que Teresa la convierte en nota de discernimiento oracional: "anda continuo el deseo de soledad en las almas que de veras aman a Dios" (F 5, 15). El crecimiento en la oración se constata como crecimiento del deseo de soledad. Soledad material: de ésta dice que "acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración" (C 4, 9). Se remite a la práctica y a la enseñanza de Jesús: "ya sabéis que manda su Majestad que sea a solas, que así lo hacia él siempre que oraba" (C 24, 4).
Soledad espiritual: soledad de "amores" y presencias que vician en raíz el encuentro con él. Soledad espiritual es atención fuerte, gravitación amorosa en torno al Amigo. Presencia de todo el ser a él. Que culmina en "no salir de aquel centro". "Lo esencial" y "lo mejor" del hombre "siempre está con él". Soledad espiritual es interiorización (7 M 1, 11; 2, 5).
Habla también la Santa Madre de "tratar con personas que tratan de lo mismo':. "Oración compartida" (V 7, 20-22; C 20, 4). El trato amistoso con quienes son orantes - los primeros los miembros de la propia comunidad - salvaguarda y potencia la propia oración, educa a la oración.
Nos habla la Santa de un grupo heterogéneo (V 16, 7) y de una comunidad orante estable que "trata" de oración y que no ha de disimular ante extraños su identidad (C 20, 4-6).
Asigna al grupo un valor extraordinario en la promoción, mantenimiento y exigencia de la oración. "Está el todo" (V 23, 11), tratar con amigos de Dios, es decir, con orantes. "Grandísima cosa es tratar con los que tratan de esto" (2 M 1, 6). Se goza Teresa con el proceder de las hermanas: "A veces me es particular gozo cuando, estando juntas, las veo a estas hermanas tenerle tan grande interior, que la que más puede, más alabanzas da a nuestro Señor" (6 M 6, 11).
Con esto está en conexión la importancia que concede al "maestro de oración". Está convencida que sin él - "maestro sabio y experimentado" - casi será imposible sacar adelante la propia oración. Se quejó de no tenerlos, al menos tan buenos como quisiera. Su magisterio busca suplir en alguna manera esta posible escasez.
   Conclusión. - La oración define y abarca toda la vida espiritual, según Teresa. Preguntarse por ella es preguntarse por lo que nos caracteriza e identifica en la comunidad eclesial.

Secretariatus Generalis Pro Monialibus
O.C.D. - Roma Proyecto de reflexión teológico pastoral de las Monjas Carmelitas Descalzas
 
Publicado por Pedro Sergio Antonio Donoso Brant en su página:

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