martes, 2 de noviembre de 2010

"La población hispana también trae esperanza a Estados Unidos"

Habla monseñor García-Siller, nuevo arzobispo de San Antonio (Texas)


CHICAGO, martes 2 de noviembre de 2010 (ZENIT.org – El Observador).- El próximo 23 de noviembre tomará posesión de la arquidiócesis de San Antonio, Texas, monseñor Gustavo García-Siller (San Luis Potosí, México, 21 de diciembre de 1956), quien fuera obispo auxiliar de la arquidiócesis de Chicago, del vicariato número cinco, en donde tenía encomendada a la numerosa comunidad hispana residente en esta ciudad.
En entrevista exclusiva para ZENIT – El Observador, monseñor García-Siller –que es Misionero del Espíritu Santo-- pasa revista a los temas de actualidad, la reforma legal a las migraciones en Estados Unidos, la fecundidad del catolicismo hispano en la nación americana y las perspectivas del trabajo realizado en la arquidiócesis de Chicago de cara a la nueva tarea en San Antonio, que le ha confiado el Papa Benedicto XVI.
--¿Cuáles son sus primeras impresiones sobre la tarea que le ha confiado el Santo Padre en una arquidiócesis como la de San Antonio, con altísimo componente hispano?
Monseñor García-Siller: De gran responsabilidad. Se me ha dado la confianza de continuar la evangelización en San Antonio. Es una arquidiócesis grande y muy significativa en la historia de la evangelización de los Estados Unidos, en los estados del sur. Ha tenido –también—una influencia muy grande en el desarrollo del liderazgo hispano en esta nación.
Por lo demás, no creo que haya sido elegido para esta encomienda solamente por mi trabajo con los hispanos. Un obispo tiene que estar abierto al servicio de todos en la Iglesia.  Por las características personales, desde luego que sí he realizado un esfuerzo --al parejo que el de toda la Iglesia—por la integración de los hispanos en la nación americana.
--¿Se está amalgamando correctamente el catolicismo hispano en los Estados Unidos?
Monseñor García-Siller: Los hispanos son una gran fuerza en Estados Unidos en cuanto a número, en cuanto a raíces, en cuanto a valores que traemos a este país.  Mi trabajo aquí en Chicago como lo será en San Antonio, será ayudar, desde el punto de vista de la pastoral, a las necesidades crecientes de los hispanos. 
Creo que estamos en un muy buen momento como Iglesia para contribuir efectivamente a la integración de los hispanos, pues es cuando hemos tenido más líderes, sacerdotes, diáconos permanentes, laicos preparados para este ministerio. 
Sin embargo, cuando una situación así se produce, surge la contraparte; surgen grupos o personas contrarios a la ayuda a los inmigrantes.  Por encima de estas contrariedades, este momento es un momento muy bello de la Iglesia para que los fieles católicos ayudemos a las comunidades así como de seguir compartiendo la “buena noticia”.
--¿Cómo ve usted el presente y el inmediato futuro de la reforma migratoria integral –comprehensive, dicen ustedes—en la que la Iglesia católica de Estados Unidos ha puesto tanto esfuerzo por lograr?
Monseñor García-Siller: Hay varios niveles de respuesta.  A nivel de la Conferencia Episcopal ha ido surgiendo con más fuerza el sentido de la necesidad de esta reforma migratoria comprehensiva y compasiva.  Obispos, grupos de laicos, hemos tomado más a pecho esta reforma migratoria. Hay muchas personas que desde la Iglesia están asistiendo a parroquias, a comunidades, para que escuchen y conozcan los pormenores de una reforma necesaria para los migrantes y sus familias. 
No ha habido un movimiento similar en el legislativo.  A este nivel los últimos meses se ha detenido todo el proceso: simplemente, no está caminando.  Estamos como en un impasse en lo que mucho tienen que ver las elecciones, la mitad del mandato del Presidente; hay muchos cambios en muchos estados, vino lo de la Ley Arizona…  Hay que tener mucho cuidado porque ante este vacío puede haber expresiones del “complejo del mesías”. 
--¿Qué experiencias positivas conoce usted de acogida a los migrantes en Estados Unidos, concretamente en la arquidiócesis de Chicago?
Monseñor Gustavo García-Siller.  En las ciudades muy grandes –Denver, Los Ángeles, Houston-- ha habido experiencias muy interesantes y proyectos de mucha fuerza a favor de los migrantes.  Aquí en Chicago, desde hace siete años ha habido una organización de ayuda al inmigrante y el primer brote muy significativo fue el de los Sacerdotes para la Justicia de los Inmigrantes.  Son cerca de 250 sacerdotes de la arquidiócesis de Chicago que están comprometidos fuertemente con la ayuda al inmigrante.  Trabajan en la línea de preparación para entender el fenómeno migratorio en general, no sólo de los hispanos, sino de todas las culturas que confluyen en Estados Unidos. 
El trabajo de los sacerdotes provocó que hubiese un grupo similar de religiosas en pro de la justicia de los migrantes: son alrededor de 600 religiosas involucradas y que han sido clave en la oración tanto como en los centros de detención, para orar las personas que son deportadas, poder conseguir información relevante para sus familias, etcétera.  También trabajan laicos en estos centros de sacerdotes y de religiosas. 
--¿La arquidiócesis de Chicago es la primera diócesis de Estados Unidos que ha abierto un centro de inmigración llamado Toribio Romo, patrono de los inmigrantes?
Monseñor García-Siller: Sí y de eso me siento muy orgulloso pues he sido partícipe de este centro.  Desde ahí se vio la necesidad de abrir la oficina de inmigración dentro de la arquidiócesis.  Tenemos ya un equipo con una directora de migración dentro de la diócesis, como tenemos otros departamentos con sus directores. 
Como usted puede observar, es un cambio radical por lo que requiere de entrenamiento, de personal, de economía, de recursos, pero ha hecho mucho bien.  Este centro de migración nos ha facilitado los contactos con los cónsules, con las embajadas, que nos ha llevado a otro círculo de relación y de influencia para apoyar a nuestros migrantes.
--¿Se podría replicar esta experiencia de Chicago en otras diócesis de Estados Unidos?
Monseñor García-Siller: Sobre todo en diócesis o arquidiócesis grandes.  En las pequeñas tienen otras oportunidades.  Pero el comunicarnos unos a otros modelos y procesos de esfuerzo pastoral nos van ayudando a todos a abrir nuevos horizontes en situaciones tan difíciles como lo son las que plantea la migración. 
--¿Cómo ha fecundado el catolicismo hispano al catolicismo de los Estados Unidos?
Monseñor García-Siller: La presencia hispana es de mucha esperanza, porque en un mundo tan convulsionado, una población tan llena de niños y de jóvenes como la nuestra, invariablemente trae alegría.  Las raíces de la fe en la población hispana son muy profundas, aún en aquellos hermanos hispanos que han olvidado un poquillo la práctica de la fe o la han dejado.  Es tan profunda la fe y de tantas generaciones que se expresa de una manera bella, sencilla, con mucha pasión.  La Virgen de Guadalupe es la estrella de la evangelización.  En su imagen refleja los valores propios del evangelio puestas en el contexto cultural de nuestros pueblos. 
La fe del hispano, particularmente mexicano, latinoamericano, se ha hecho muy presente de la mano de la Virgen de Guadalupe en Estados Unidos.  Ella, por sí misma, toca los corazones de todas las culturas.  Aquí en Chicago, el santuario de la Virgen de Guadalupe no tiene edificio pero convoca, constantemente, cada semana, mayor presencia de fieles que cualquiera de las otras 373 parroquias que hay en la arquidiócesis de Chicago.
--¿Cómo se siente para abandonar Chicago y hacerse cargo de San Antonio?
Monseñor García-Siller: He trabajado apasionadamente por siete años y medio en Chicago.  Los días que he estado en San Antonio, he sido recibido con mucho cariño, lo cual agradezco de corazón.  Pronto tomaré posesión de la catedral de San Fernando que es la más antigua de Texas, y el 23 de noviembre tomaré posesión, Dios mediante, en la iglesia de San Marcos de la arquidiócesis de San Antonio. 
Voy muy contento.  No tengo otro plan sino la actitud de escuchar, de conocer más a mi nueva Iglesia.  Mi disposición es de dialogar mucho para amar a esa porción del cuerpo de Cristo que el Señor me ha otorgado.
Por Jaime Septién

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