domingo, 19 de diciembre de 2010

Bodas de Plata episcopales de Mons. Rodolfo Wirz, Obispo de Maldonado-Punta del Este


Parte de la concurrencia. En primer plano, familiares y amigos
de Mons. Wirz venidos de Alemania
Algunos de los Obispos concelebrantes.
Mons. Wirz los fue presentando uno por uno.
Mons. Cáceres, en el momento de ser presentado por Mons. Wirz
Los diáconos
Los presbíteros

Emotivo momento en la presentación de los dones:
miembros del equipo de Pastoral Penitenciaria acerca una manualidad
elaborada por una reclusa.
Los sobrinos nietos del Obispo, venidos de Alemania, acercan el pan y el vino
 

El regalo del Obispo a cada comunidad parroquial: un Evangeliario
 


Mons. Rodolfo Wirz, Obispo de Maldonado-Punta del Este, Diócesis que abarca gran parte de los departamentos de Maldonado y Rocha, celebró ayer sus veinticinco años de episcopado, vividos totalmente en la Diócesis esteña.
El Nuncio Apostólico participó, trayendo una delicada y afectuosa carta del Papa Benedicto XVI. 
Los obispos de Salto, Tacuarembó, Melo (Mons. Bodeant y Mons. Cáceres), Mercedes, San José, Florida (Mons. Martín Pérez y Mons. Scarrone), Minas, el Obispo emérito de Canelones y el Obispo auxiliar de Montevideo se hicieron presentes. Los demás obispos uruguayos enviaron su cordial saludo, incluyendo a Mons. Luis del Castillo, desde Cuba.
Mons. Wirz nació en Alemania, en la pequeña ciudad de Schwarzrheindorf, hoy parte de Bonn. Su madre, esposa de un soldado, quedó viuda durante la Segunda Guerra Mundial. Un hermano de su madre, el P. Pedro Kramer era un sacerdote que llegó a Uruguay huyendo de la persecución del Nazismo. Al quedar viuda su hermana, Kramer la llamó desde Uruguay y hasta aquí llegaron madre e hijo, a empezar una nueva vida. Luego vendrá para Rodolfo la vocación sacerdotal, la ordenación como presbítero del clero de Montevideo, los años de labor pastoral... y, hace 25 años, el llamado al servicio episcopal.

Homilía de Mons. Wirz

¡Que salgamos distintos de cómo hemos llegado!
¡Más motivados a seguir en el camino que descubrimos!
Ante todo el agradecimiento para los que han venido: hermanos y hermanas, como mejor título con que abarco al Sr. Nuncio, puente visible con el Vicario de Cristo de quien hemos recibido su saludo tan afectuoso; Obispos que reflejan la globalidad de la Iglesia en el Uruguay; autoridades de Maldonado y Rocha, civiles y militares; cristianos católicos y evangélicos; integrantes de la confraternidad judeo-cristiana; familiares venidos de la primera patria alemana; vecinos y amigos creyentes, agnósticos y ateos.
Estamos en un lugar emblemático.
Aquí cerca está el Cuartel de Dragones, donde una placa recuerda que fue allí donde, el 10 de marzo de 1797, José Artigas ingresó al cuerpo de Blandengues. Esto nos situa en el marco de la celebración, el próximo año, del Bicentenario del proceso de emancipación oriental.
Aquí, detrás de ustedes, está la Catedral con sus 255 años de historia fernandina.
San Fernando nos lleva al siglo XII... ¿qué tiene que ver eso con nosotros? Si hoy estamos hablando y celebrando en castellano, eso tiene que ver con que San Fernando fue rey de Castilla y León, y afianzó el uso del castellano en su lucha por unificar la Península Ibérica.
Recordamos a Jacinto Vera, el primer Obispo del Uruguay, misionero incansable, que celebró su despedida en una última misión en Pan de Azúcar.
Y aquí, cerca de San Carlos, recordamos al gran carolino Mariano Soler, su sucesor, abanderado de la Doctrina Social de la Iglesia antes de fines del siglo XIX con referencia al trabajo de menores, jubilación, descanso dominical, salario justo para el trabajador y la familia, etc.
Si bien estamos en una Misa, el carácter abierto, público, en esta plaza, facilita un mensaje a todos, con el afecto que merecen. Porque aquí mismo el 21 de diciembre de 1985 inicié mi ministerio, hoy adelantando el día por ser domingo.
Es un acto eclesial por más que tenga una connotación personal. ¿Cuál puede ser el mensaje y la síntesis de los muchos sentimientos que nos conmueven?
Igual que en aquel día, pero con más intensidad y profundidad, lo resumiría en una palabra: EVANGELIZAR.
Pero vayamos por partes. Partimos de algo elemental que toda la Iglesia y sociedad, aunque con contenidos distintos, celebramos: la proximidad de la Navidad, de la cual nos hablan las Lecturas recién proclamadas.
Lo insólito: la profecía y el cumplimento de ella en María, Virgen y Madre, con su esposo legal José, sin entender el plan de Dios… que se prolonga en la historia.
La fe nos ayuda a no quedarnos con las realidades de los sentidos de lo que vemos y palpamos.
Me siento reflejado en San Pablo que nos dice hoy en el inicio de su carta a los Romanos, que "llamado a ser Apóstol y elegido para anunciar la Buena Noticia, el Evangelio" y recibida "la gracia y la misión apostólica, a fin de conducir en la obediencia de la fe, para gloria de su nombre a todos los pueblos paganos, entre los cuales se encuentran también Uds., que han sido llamados por Jesucristo…..llamados a ser santos".
Una vocación y una misión: ya recordada por el saludo del Papa.
Si me permiten alguna breve referencia personal: cuando, nacido entre los primeros bombardeos de la segunda guerra mundial en Alemania, con un tío sacerdote condenado a la cárcel por cuestionar el régimen nacionalsocialista pero escapándose al Uruguay, país hospitalario que recibiera a tantos migrantes por motivos distintos, llamando a su hermana, mi madre y viuda joven… para llegar a la “Suiza de América”, poco antes del Maracaná del 50.
Así llegamos al día de hoy, ante una nueva Navidad en esta Misa para volver a centrarnos en Él, el único importante.
Lo anunciamos ("Kerigma") como el Hijo de Dios, Evangelio del Padre; es la misión de la Iglesia y la meta de toda búsqueda humana: llegar a encontrar la visión, la motivación. Nuestra identidad última, nuestro ADN, la vocación, el sentido de la Vida.
Esto es EVANGELIZAR.
Lo podemos encontrar en la Palabra, en los Sacramentos, en especial la Santa Misa, en cada hombre y en cada acontecimiento.
¡Qué regalo de Navidad esta Misa y cada nuevo día!
La alegría de tener a Dios al alcance de la mano (el Niño pequeño llora y sonríe en el Pesebre) y en el sentido de la vida. ¡No es magia, sino don del Espíritu Santo, encarar cada jornada como un Don y no un problema!
En una situación privilegiada de nuestra patria, que contrasta con un mundo de persecución a los cristianos, quema de iglesias, mártires, etc.
Esto es lo que les anuncio, deseo, estimulo, lo que trato de vivir, lo que he descubierto en mi vida y redescubierto en estas Bodas de Plata de Apóstol.
Es lo más sencillo y simple, comprometido y audaz, fructífero y novedoso: encontrarnos cada día con CRISTO, con MARIA, la Madre, Hermana y Compañera nos ayude en este camino a realizar el plan de su Hijo y de sus hijos e hijas.

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