viernes, 8 de abril de 2011

El desafío de las adicciones será tema de próximo encuentro de Diócesis de Fronteras

El miércoles pasado se reunieron en Tacuarembó los Obispos de Tacuarembó, Salto y Melo, junto a sacerdotes y laicos de sus respectivas diócesis y de la diócesis de Concordia (E. Ríos, Argentina) para ajustar detalles del XXVI Encuentro de Diócesis de Frontera, que se realizará en las ciudades de Rivera, Uruguay y Sant'Anna do Livramento, Brasil, desde el martes 31 de mayo hasta el jueves 2 de junio de 2011.
Las dos ciudades fronterizas están separadas apenas por una calle, y constituyen uno de los más interesantes ejemplos de integración internacional en área fronteriza. Fue en esa frontera, en 1871, del lado brasileño, donde un exiliado argentino llamado José Hernández escribió la primera parte de su poema El Gaucho Martín Fierro.
El tema del encuentro es:
“Los vecinos se encuentran para compartir reflexionar y celebrar la compasión de Jesús y asumir el desafío ante un número creciente de jóvenes deteriorados por la adicción a las drogas”.
El anfitrión, Mons. Julio Bonino, obispo de Tacuarembó, dio comienzo a la reunión leyendo los párrafos del Documento de Aparecida que se referien a los "adicto dependientes", ubicados en un capítulo del documento titulado "rostros sufrientes que nos duelen" (ver texto completo abajo).
Con ese texto comprometedor como trasfondo, los participantes examinaron distintas alternativas para el desarrollo del encuentro, decidiendo dar espacio para la exposición de dos expertos y para la presentación de experiencias terapéuticas, preventivas y de apoyo a las familias de los dependientes.
El encuentro ha sido declarado de interés departamental por la Intendencia Municipal de Rivera.
A estos encuentros asisten habitualmente unos 80 participantes, de unas diecisiete diócesis de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, entre ellos Obispos, sacerdotes, religiosas y laicos.


8.6.4 Adictos dependientes

422. El problema de la droga es como una mancha de aceite que invade todo. No reconoce fronteras, ni geográficas ni humanas. Ataca por igual a países ricos y pobres, a niños, jóvenes, adultos y ancianos, a hombres y mujeres. La Iglesia no puede permanecer indiferente ante este flagelo que está destruyendo a la humanidad, especialmente a las nuevas generaciones. Su labor se dirige especialmente en tres direcciones: prevención, acompañamiento y sostén de las políticas gubernamentales para reprimir esta pandemia. En la prevención, insiste en la educación en los valores que deben conducir a las nuevas generaciones, especialmente el valor de la vida y del amor, la propia responsabilidad y la dignidad humana de los hijos de Dios. En el acompañamiento, la Iglesia está al lado del drogadicto para ayudarle a recuperar su dignidad y vencer esta enfermedad. En el apoyo a la erradicación de la droga, no deja de denunciar la criminalidad sin nombre de los narcotraficantes que comercian con tantas vidas humanas, teniendo como meta el lucro y la fuerza en sus más bajas expresiones.

423. En América Latina y El Caribe, la Iglesia debe promover una lucha frontal contra el consumo y tráfico de drogas, insistiendo en el valor de la acción preventiva y reeducativa, así como apoyando a los gobiernos y entidades civiles que trabajan en este sentido, urgiendo al Estado en su responsabilidad de combatir el narcotráfico y prevenir el uso de todo tipo de droga. La ciencia ha indicado la religiosidad como un factor de protección y recuperación importante para el usuario de drogas.

424. Denunciamos que la comercialización de la droga se ha hecho algo cotidiano en algunos de nuestros países, debido a los enormes intereses económicos en torno a ella. Consecuencia de ello es el gran número de personas, en su mayoría niños y jóvenes, que ahora se encuentran esclavizados y viviendo en situaciones muy precarias, que recurren a la droga para calmar su hambre o para escapar de la cruel y desesperanzadora realidad que viven .

425. Es responsabilidad del Estado combatir, con firmeza y con base legal, la comercialización indiscriminada de la droga y el consumo ilegal de la misma. Lamentablemente, la corrupción también se hace presente en este ámbito, y quienes deberían estar a la defensa de una vida más digna, a veces, hacen un uso ilegítimo de sus funciones para beneficiarse económicamente.

426. Alentamos todos los esfuerzos que se realizan desde el Estado, la sociedad civil y las Iglesias por acompañar a estas personas. La Iglesia Católica tiene muchas obras que responden a esta problemática desde nuestro ser discípulos y misioneros de Jesús, aunque todavía no de manera suficiente ante la magnitud del problema; son experiencias que reconcilian a los adictos con la tierra, el trabajo, la familia y con Dios. Merecen especial mención, en este sentido, las Comunidades Terapéuticas, por su visión humanística y trascendente de la persona.

V Conferencia general del Episcopado
de América Latina y el Caribe
Aparecida, Brasil, 2007

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