jueves, 21 de abril de 2011

La Misa Crismal en la Catedral de Melo

El Vicario General de la Diócesis de Melo, P. Freddy, explica el significado de la Misa Crismal y el Triduo Pascual.

La entrada de los sacerdotes
El Obispo en el momento de la homilía
Delegaciones de casi todas las parroquias se hicieron presentes.
Presbíteros y Diáconos renovaron sus promesas
El óleo de los enfermos es presentado.
El óleo de los Catecúmenos.
El Santo Crisma, para el Bautismo, la Confirmación y la Ordenación Sacerdotal.
El Obispo y los Presbíteros extienden sus manos para consagrar el Santo Crisma.
Al final de la Misa el Obispo fue entregando los óleos a cada una de las Parroquias.

El Obispo de Melo, Mons. Heriberto Bodeant, celebró anoche la Misa Crismal en la Catedral. A pesar del temporal que se desató en la tarde, casi todos los sacerdotes pudieron estar presentes, así como la mayor parte de las comunidades parroquiales estuvieron representadas para recibir los Santos Óleos que son bendecidos en esta Misa que tiene características únicas, como lo recordó el Obispo en su homilía.

Homilía

Un día antes de que, en cada una de las parroquias de nuestra diócesis, junto a las demás comunidades católicas del mundo, nos introduzcamos de lleno en el gran Triduo Pascual, recordando la Última Cena, la Pasión, la Muerte y la Resurrección del Señor, nos reunimos en la Catedral de Melo para celebrar la Misa Crismal.
Esta Misa que nos convoca es única en cada diócesis, y vale la pena que nos detengamos a considerar esos aspectos que la hacen tan especial.
Esta celebración, que reúne al Obispo y a su Presbiterio junto a fieles de todas las parroquias que han podido hacerse presentes hoy, a pesar de este gran temporal, es un signo de lo que es la Diócesis.
El Concilio Vaticano II nos enseña que
“La diócesis es una porción del Pueblo de Dios que se confía al obispo para que la apaciente con la cooperación de su presbiterio”.
Aquí estamos, pues, los que hemos sido llamados por Dios para servir a nuestro pueblo como pastores, guardándolo en la comunión, es decir en la común - unión con el Señor y con toda su Iglesia en el mundo, y aquí están quienes representan esta porción del Pueblo de Dios que nos ha sido confiada.
¿Cómo surgieron las diócesis? Después de la muerte de los apóstoles, las comunidades cristianas que ellos habían formado se fueron organizando en cada lugar en torno a los pastores que los apóstoles habían nombrado como sus sucesores, que fueron los primeros obispos.
Eran comunidades pequeñas y para la Eucaristía se reunían todos los miembros. Los que estaban enfermos, imposibilitados o aún presos no dejaban de ser tenidos en cuenta y, en el mismo momento de la comunión, los ministros eran enviados a llevarles la Eucaristía. La Iglesia recuerda a San Tarcisio, mártir, posiblemente un diácono, que fue detenido y muerto cuando estaba llevando el Cuerpo de Cristo a cristianos que estaban encarcelados en una de las tantas persecuciones del Imperio Romano.
Con el tiempo, las diócesis fueron creciendo, se fueron creando las parroquias y las Misas se fueron multiplicando. Sin embargo, todavía la distancia no impedía que se realizara un signo de comunión entre todas las comunidades con su obispo. De la Misa que celebraba el obispo enviaba a las comunidades un trocito de su pan Eucarístico. Lo mismo hacía el Papa en Roma con los Obispos cercanos. Ese trocito de pan consagrado era llamado el fermentum y era recibido durante la misa y puesto en el cáliz, con la sangre de Cristo, como un signo de comunión de los obispos con el obispo del Roma y de los presbíteros con su propio obispo.
Pero, como decíamos, esta Misa es única en nuestra Diócesis, y en ella se realiza un signo que expresa la unidad de esta porción del Pueblo de Dios que peregrina en Cerro Largo y Treinta y Tres.
Ya no se trata de un trocito de la Eucaristía que el Obispo envía a las parroquias.
Este signo de unidad está en la consagración del Santo Crisma y la bendición del óleo de los catecúmenos y de los enfermos. Esos tres aceites van a ser empleados, cada uno según corresponde, en las celebraciones de los Bautismos, de las Confirmaciones, de las Ordenaciones Sacerdotales y de la Unción de los Enfermos a lo largo de este año y hasta la próxima Misa crismal.
De esta manera se expresa la unidad de la Iglesia diocesana. Para todos los miembros que se incorporen a la Iglesia por el Bautismo; para todos los cristianos que completen su iniciación cristiana con el don del Espíritu Santo; para aquéllos que, Dios mediante, esperamos ordenar sacerdotes para el servicio del Pueblo de Dios, en fin; para todos aquellos enfermos que reciban el sacramento de la fortaleza y la esperanza, a través de la unción con estos óleos, llegará la presencia de Cristo que los une más a Él, comunicándoles su Vida, su Gracia, a través de cada uno de los sacramentos.
Importa detenernos en el significado de la unción con el santo Crisma, que es el que da nombre a esta misa que se llama Crismal.
El Santo Crisma, al igual que el óleo de los catecúmenos y el óleo de la unción de los enfermos, está preparado con aceite de oliva, al que para el Crisma se le agregan colorante y perfume.
El aceite de oliva tiene varios significados. Es un alimento. Se le usaba en medicina. Los luchadores se frotaban con él para darse vigor. Los reyes y los sacerdotes del Antiguo Testamento eran ungidos con óleo, como un signo de dignidad, de la responsabilidad que asumían, y también de la fuerza que recibían de Dios para realizar su misión.
También de los profetas se decía que eran “ungidos”, porque el Espíritu de Dios estaba en ellos, hablaban inspirados por el Espíritu Santo.
Sacerdotes, reyes, profetas, eran, pues “ungidos”. Sin embargo, hay alguien que es el único, el verdadero “Ungido”, porque es a la vez Sacerdote, Profeta y Rey. Y no lo es como uno más de cada uno de ellos. Es realmente El Sacerdote, El Profeta, El Rey: es el Señor Jesús.
Jesús tiene un título: es el Cristo. Cristo es la palabra griega que traduce la palabra hebrea Mesías. Cristo, Mesías, significan lo mismo: Ungido.
Jesús es el Mesías, el Cristo, el Ungido de Dios. No ungido con aceite, sino con el mismo Espíritu Santo.
Y de Cristo nosotros tomamos nuestro nombre de cristianos. Ser cristiano significa pertenecer a Cristo, pertenecer al Ungido de Dios, al que está totalmente lleno del Espíritu Santo.
Por eso, en nuestro Bautismo y nuestra Confirmación, dos de los tres sacramentos con los que somos iniciados como cristianos, somos ungidos con el Santo Crisma: para marcar nuestra pertenencia a Cristo, nuestra identidad de cristianos.
Así es, que en Él, formamos un solo cuerpo, esta única Iglesia de Cristo, que se encuentra, que vive y opera en cada una de las 3.089 diócesis que hay en el mundo, y aquí también, en esta Diócesis de Melo.
Nuestra Semana Santa continúa. Este aceite de olivo nos acerca también al Monte de los Olivos, el lugar donde Jesús vive su momento de intimidad con el Padre, donde acepta beber del cáliz de la pasión y de la cruz. Seguimos acompañando al Señor, seguimos contemplando el amor que lo lleva a entregarse por nosotros, seguimos abriendo nuestros corazones a la fe, para renovar profundamente nuestra vida cristiana en esta Pascua. Así sea.

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