jueves, 29 de diciembre de 2011

Educar a los jóvenes en la justicia y la paz


MENSAJE DE SU SANTIDAD
BENEDICTO XVI
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
XLV JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE ENERO DE 2012


EDUCAR A LOS JÓVENES EN LA JUSTICIA Y LA PAZ

1. El comienzo de un Año nuevo, don de Dios a la humanidad, es una invitación a desear a todos, con mucha confianza y afecto, que este tiempo que tenemos por delante esté marcado por la justicia y la paz.
¿Con qué actitud debemos mirar el nuevo año? En el salmo 130 encontramos una imagen muy bella. El salmista dice que el hombre de fe aguarda al Señor «más que el centinela la aurora» (v. 6), lo aguarda con una sólida esperanza, porque sabe que traerá luz, misericordia, salvación. Esta espera nace de la experiencia del pueblo elegido, el cual reconoce que Dios lo ha educado para mirar el mundo en su verdad y a no dejarse abatir por las tribulaciones. Os invito a abrir el año 2012 con dicha actitud de confianza. Es verdad que en el año que termina ha aumentado el sentimiento de frustración por la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y la economía; una crisis cuyas raíces son sobre todo culturales y antropológicas. Parece como si un manto de oscuridad hubiera descendido sobre nuestro tiempo y no dejara ver con claridad la luz del día.
En esta oscuridad, sin embargo, el corazón del hombre no cesa de esperar la aurora de la que habla el salmista. Se percibe de manera especialmente viva y visible en los jóvenes, y por esa razón me dirijo a ellos teniendo en cuenta la aportación que pueden y deben ofrecer a la sociedad. Así pues, quisiera presentar el Mensaje para la XLV Jornada Mundial de la Paz en una perspectiva educativa: «Educar a los jóvenes en la justicia y la paz», convencido de que ellos, con su entusiasmo y su impulso hacia los ideales, pueden ofrecer al mundo una nueva esperanza.
Mi mensaje se dirige también a los padres, las familias y a todos los estamentos educativos y formativos, así como a los responsables en los distintos ámbitos de la vida religiosa, social, política, económica, cultural y de la comunicación. Prestar atención al mundo juvenil, saber escucharlo y valorarlo, no es sólo una oportunidad, sino un deber primario de toda la sociedad, para la construcción de un futuro de justicia y de paz.
Se ha de transmitir a los jóvenes el aprecio por el valor positivo de la vida, suscitando en ellos el deseo de gastarla al servicio del bien. Éste es un deber en el que todos estamos comprometidos en primera persona.
Las preocupaciones manifestadas en estos últimos tiempos por muchos jóvenes en diversas regiones del mundo expresan el deseo de mirar con fundada esperanza el futuro. En la actualidad, muchos son los aspectos que les preocupan: el deseo de recibir una formación que los prepare con más profundidad a afrontar la realidad, la dificultad de formar una familia y encontrar un puesto estable de trabajo, la capacidad efectiva de contribuir al mundo de la política, de la cultura y de la economía, para edificar una sociedad con un rostro más humano y solidario.
Es importante que estos fermentos, y el impulso idealista que contienen, encuentren la justa atención
en todos los sectores de la sociedad. La Iglesia mira a los jóvenes con esperanza, confía en ellos y los anima a buscar la verdad, a defender el bien común, a tener una perspectiva abierta sobre el mundo y ojos capaces de ver «cosas nuevas» (Is 42,9; 48,6).
Los responsables de la educación
2. La educación es la aventura más fascinante y difícil de la vida. Educar –que viene de educere en latín– significa conducir fuera de sí mismos para introducirlos en la realidad, hacia una plenitud que hace crecer a la persona. Ese proceso se nutre del encuentro de dos libertades, la del adulto y la del joven. Requiere la responsabilidad del discípulo, que ha de estar abierto a dejarse guiar al conocimiento de la realidad, y la del educador, que debe de estar dispuesto a darse a sí mismo. Por eso, los testigos auténticos, y no simples dispensadores de reglas o informaciones, son más necesarios que nunca; testigos que sepan ver más lejos que los demás, porque su vida abarca espacios más amplios. El testigo es el primero en vivir el camino que propone.
¿Cuáles son los lugares donde madura una verdadera educación en la paz y en la justicia? Ante todo la familia, puesto que los padres son los primeros educadores. La familia es la célula originaria de la sociedad. «En la familia es donde los hijos aprenden los valores humanos y cristianos que permiten una convivencia constructiva y pacífica. En la familia es donde se aprende la solidaridad entre las generaciones, el respeto de las reglas, el perdón y la acogida del otro»[1].Ella es la primera escuela donde se recibe educación para la justicia y la paz.
Vivimos en un mundo en el que la familia, y también la misma vida, se ven constantemente amenazadas y, a veces, destrozadas. Unas condiciones de trabajo a menudo poco conciliables con las responsabilidades familiares, la preocupación por el futuro, los ritmos de vida frenéticos, la emigración en busca de un sustento adecuado, cuando no de la simple supervivencia, acaban por hacer difícil la posibilidad de asegurar a los hijos uno de los bienes más preciosos: la presencia de los padres; una presencia que les permita cada vez más compartir el camino con ellos, para poder transmitirles esa experiencia y cúmulo de certezas que se adquieren con los años, y que sólo se pueden comunicar pasando juntos el tiempo. Deseo decir a los padres que no se desanimen. Que exhorten con el ejemplo de su vida a los hijos a que pongan la esperanza ante todo en Dios, el único del que mana justicia y paz auténtica.
Quisiera dirigirme también a los responsables de las instituciones dedicadas a la educación: que vigilen con gran sentido de responsabilidad para que se respete y valore en toda circunstancia la dignidad de cada persona. Que se preocupen de que cada joven pueda descubrir la propia vocación, acompañándolo mientras hace fructificar los dones que el Señor le ha concedido. Que aseguren a las familias que sus hijos puedan tener un camino formativo que no contraste con su conciencia y principios religiosos.
Que todo ambiente educativo sea un lugar de apertura al otro y a lo transcendente; lugar de diálogo, de cohesión y de escucha, en el que el joven se sienta valorado en sus propias potencialidades y riqueza interior, y aprenda a apreciar a los hermanos. Que enseñe a gustar la alegría que brota de vivir día a día la caridad y la compasión por el prójimo, y de participar activamente en la construcción de una sociedad más humana y fraterna.
Me dirijo también a los responsables políticos, pidiéndoles que ayuden concretamente a las familias e instituciones educativas a ejercer su derecho deber de educar. Nunca debe faltar una ayuda adecuada a la maternidad y a la paternidad. Que se esfuercen para que a nadie se le niegue el derecho a la instrucción y las familias puedan elegir libremente las estructuras educativas que consideren más idóneas para el bien de sus hijos. Que trabajen para favorecer el reagrupamiento de las familias divididas por la necesidad de encontrar medios de subsistencia. Ofrezcan a los jóvenes una imagen límpida de la política, como verdadero servicio al bien de todos.
No puedo dejar de hacer un llamamiento, además, al mundo de los medios, para que den su aportación educativa. En la sociedad actual, los medios de comunicación de masa tienen un papel particular: no sólo informan, sino que también forman el espíritu de sus destinatarios y, por tanto, pueden dar una aportación notable a la educación de los jóvenes. Es importante tener presente que los lazos entre educación y comunicación son muy estrechos: en efecto, la educación se produce mediante la comunicación, que influye positiva o negativamente en la formación de la persona.
También los jóvenes han de tener el valor de vivir ante todo ellos mismos lo que piden a quienes están en su entorno. Les corresponde una gran responsabilidad: que tengan la fuerza de usar bien y conscientemente la libertad. También ellos son responsables de la propia educación y formación en la justicia y la paz.
Educar en la verdad y en la libertad
3. San Agustín se preguntaba: «Quid enim fortius desiderat anima quam veritatem? - ¿Ama algo el alma con más ardor que la verdad?»[2]. El rostro humano de una sociedad depende mucho de la contribución de la educación a mantener viva esa cuestión insoslayable. En efecto, la educación persigue la formación integral de la persona, incluida la dimensión moral y espiritual del ser, con vistas a su fin último y al bien de la sociedad de la que es miembro. Por eso, para educar en la verdad es necesario saber sobre todo quién es la persona humana, conocer su naturaleza. Contemplando la realidad que lo rodea, el salmista reflexiona: «Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para que de él te cuides?» (Sal 8,4-5). Ésta es la cuestión fundamental que hay que plantearse: ¿Quién es el hombre? El hombre es un ser que alberga en su corazón una sed de infinito, una sed de verdad –no parcial, sino capaz de explicar el sentido de la vida– porque ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Así pues, reconocer con gratitud la vida como un don inestimable lleva a descubrir la propia dignidad profunda y la inviolabilidad de toda persona. Por eso, la primera educación consiste en aprender a reconocer en el hombre la imagen del Creador y, por consiguiente, a tener un profundo respeto por cada ser humano y ayudar a los otros a llevar una vida conforme a esta altísima dignidad. Nunca podemos olvidar que «el auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones»[3],incluida la trascendente, y que no se puede sacrificar a la persona para obtener un bien particular, ya sea económico o social, individual o colectivo.
Sólo en la relación con Dios comprende también el hombre el significado de la propia libertad. Y es cometido de la educación el formar en la auténtica libertad. Ésta no es la ausencia de vínculos o el dominio del libre albedrío, no es el absolutismo del yo. El hombre que cree ser absoluto, no depender de nada ni de nadie, que puede hacer todo lo que se le antoja, termina por contradecir la verdad del propio ser, perdiendo su libertad. Por el contrario, el hombre es un ser relacional, que vive en relación con los otros y, sobre todo, con Dios. La auténtica libertad nunca se puede alcanzar alejándose de Él.
La libertad es un valor precioso, pero delicado; se la puede entender y usar mal. «En la actualidad, un obstáculo particularmente insidioso para la obra educativa es la masiva presencia, en nuestra sociedad y cultura, del relativismo que, al no reconocer nada como definitivo, deja como última medida sólo el propio yo con sus caprichos; y, bajo la apariencia de la libertad, se transforma para cada uno en una prisión, porque separa al uno del otro, dejando a cada uno encerrado dentro de su propio “yo”. Por consiguiente, dentro de ese horizonte relativista no es posible una auténtica educación, pues sin la luz de la verdad, antes o después, toda persona queda condenada a dudar de la bondad de su misma vida y de las relaciones que la constituyen, de la validez de su esfuerzo por construir con los demás algo en común»[4].
Para ejercer su libertad, el hombre debe superar por tanto el horizonte del relativismo y conocer la verdad sobre sí mismo y sobre el bien y el mal. En lo más íntimo de la conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz lo llama a amar, a hacer el bien y huir del mal, a asumir la responsabilidad del bien que ha hecho y del mal que ha cometido[5].Por eso, el ejercicio de la libertad está íntimamente relacionado con la ley moral natural, que tiene un carácter universal, expresa la dignidad de toda persona, sienta la base de sus derechos y deberes fundamentales, y, por tanto, en último análisis, de la convivencia justa y pacífica entre las personas.
El uso recto de la libertad es, pues, central en la promoción de la justicia y la paz, que requieren el respeto hacia uno mismo y hacia el otro, aunque se distancie de la propia forma de ser y vivir. De esa actitud brotan los elementos sin los cuales la paz y la justicia se quedan en palabras sin contenido: la confianza recíproca, la capacidad de entablar un diálogo constructivo, la posibilidad del perdón, que tantas veces se quisiera obtener pero que cuesta conceder, la caridad recíproca, la compasión hacia los más débiles, así como la disponibilidad para el sacrificio.
Educar en la justicia
4. En nuestro mundo, en el que el valor de la persona, de su dignidad y de sus derechos, más allá de las declaraciones de intenciones, está seriamente amenazo por la extendida tendencia a recurrir exclusivamente a los criterios de utilidad, del beneficio y del tener, es importante no separar el concepto de justicia de sus raíces transcendentes. La justicia, en efecto, no es una simple convención humana, ya que lo que es justo no está determinado originariamente por la ley positiva, sino por la identidad profunda del ser humano. La visión integral del hombre es lo que permite no caer en una concepción contractualista de la justicia y abrir también para ella el horizonte de la solidaridad y del amor[6].
No podemos ignorar que ciertas corrientes de la cultura moderna, sostenida por principios económicos racionalistas e individualistas, han sustraído al concepto de justicia sus raíces transcendentes, separándolo de la caridad y la solidaridad: «La “ciudad del hombre” no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión. La caridad manifiesta siempre el amor de Dios también en las relaciones humanas, otorgando valor teologal y salvífico a todo compromiso por la justicia en el mundo»[7].
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados» (Mt 5,6). Serán saciados porque tienen hambre y sed de relaciones rectas con Dios, consigo mismos, con sus hermanos y hermanas, y con toda la creación.
Educar en la paz
5. «La paz no es sólo ausencia de guerra y no se limita a asegurar el equilibrio de fuerzas adversas. La paz no puede alcanzarse en la tierra sin la salvaguardia de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos, la práctica asidua de la fraternidad»[8].La paz es fruto de la justicia y efecto de la caridad. Y es ante todo don de Dios. Los cristianos creemos que Cristo es nuestra verdadera paz: en Él, en su cruz, Dios ha reconciliado consigo al mundo y ha destruido las barreras que nos separaban a unos de otros (cf. Ef 2,14-18); en Él, hay una única familia reconciliada en el amor.
Pero la paz no es sólo un don que se recibe, sino también una obra que se ha de construir. Para ser verdaderamente constructores de la paz, debemos ser educados en la compasión, la solidaridad, la colaboración, la fraternidad; hemos de ser activos dentro de las comunidades y atentos a despertar las consciencias sobre las cuestiones nacionales e internacionales, así como sobre la importancia de buscar modos adecuados de redistribución de la riqueza, de promoción del crecimiento, de la cooperación al desarrollo y de la resolución de los conflictos. «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios», dice Jesús en el Sermón de la Montaña (Mt 5,9).
La paz para todos nace de la justicia de cada uno y ninguno puede eludir este compromiso esencial de promover la justicia, según las propias competencias y responsabilidades. Invito de modo particular a los jóvenes, que mantienen siempre viva la tensión hacia los ideales, a tener la paciencia y constancia de buscar la justicia y la paz, de cultivar el gusto por lo que es justo y verdadero, aun cuando esto pueda comportar sacrificio e ir contracorriente.
Levantar los ojos a Dios
6. Ante el difícil desafío que supone recorrer la vía de la justicia y de la paz, podemos sentirnos tentados de preguntarnos como el salmista: «Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio?» (Sal 121,1).
Deseo decir con fuerza a todos, y particularmente a los jóvenes: «No son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de lo que es realmente bueno y auténtico [...], mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno.
Y ¿qué puede salvarnos sino el amor?»[9]. El amor se complace en la verdad, es la fuerza que nos hace capaces de comprometernos con la verdad, la justicia, la paz, porque todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta (cf. 1 Co 13,1-13).
Queridos jóvenes, vosotros sois un don precioso para la sociedad. No os dejéis vencer por el desánimo ante las dificultades y no os entreguéis a las falsas soluciones, que con frecuencia se presentan como el camino más fácil para superar los problemas. No tengáis miedo de comprometeros, de hacer frente al esfuerzo y al sacrificio, de elegir los caminos que requieren fidelidad y constancia, humildad y dedicación. Vivid con confianza vuestra juventud y esos profundos deseos de felicidad, verdad, belleza y amor verdadero que experimentáis. Vivid con intensidad esta etapa de vuestra vida tan rica y llena de entusiasmo.
Sed conscientes de que vosotros sois un ejemplo y estímulo para los adultos, y lo seréis cuanto más os esforcéis por superar las injusticias y la corrupción, cuanto más deseéis un futuro mejor y os comprometáis en construirlo. Sed conscientes de vuestras capacidades y nunca os encerréis en vosotros mismos, sino sabed trabajar por un futuro más luminoso para todos. Nunca estáis solos. La Iglesia confía en vosotros, os sigue, os anima y desea ofreceros lo que tiene de más valor: la posibilidad de levantar los ojos hacia Dios, de encontrar a Jesucristo, Aquel que es la justicia y la paz.
A todos vosotros, hombres y mujeres preocupados por la causa de la paz. La paz no es un bien ya logrado, sino una meta a la que todos debemos aspirar. Miremos con mayor esperanza al futuro, animémonos mutuamente en nuestro camino, trabajemos para dar a nuestro mundo un rostro más humano y fraterno y sintámonos unidos en la responsabilidad respecto a las jóvenes generaciones de hoy y del mañana, particularmente en educarlas a ser pacíficas y artífices de paz. Consciente de todo ello, os envío estas reflexiones y os dirijo un llamamiento: unamos nuestras fuerzas espirituales, morales y materiales para «educar a los jóvenes en la justicia y la paz».
Vaticano, 8 de diciembre de 2011
BENEDICTUS PP XVI

Notas
[1] Discurso a los Administradores de la Región del Lacio, del Ayuntamiento y de la Provincia de Roma, (14 enero 2011), L’Osservatore Romano, ed. en lengua española (23 enero 2011), 3.
[2] Comentario al Evangelio de S. Juan, 26,5.
[3] Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 11: AAS 101 (2009), 648; cf. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio (26 marzo 1967), 14: AAS 59 (1967), 264.
[4] Discurso en la ceremonia de apertura de la Asamblea eclesial de la diócesis de Roma (6 junio 2005): AAS 97 (2005), 816.
[5] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 16.
[6]Cf. Discurso en el Bundestag (Berlín, 22 septiembre 2011): L’Osservatore Romano, ed. en lengua española (25 septiembre 2011), 6-7.
[7] Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 6: AAS 101 (2009), 644-645.
[8] Catecismo de la Iglesia Católica, 2304.
[9] Vigilia de oración con los jóvenes (Colonia, 20 agosto 2005): AAS 97 (2005), 885-886.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

En el día de los Santos Inocentes: Digamos ¡Sí a la Vida!


Ayer, el Senado de Uruguay dio media sanción al proyecto de Ley de despenalización del aborto. Si este proyecto es aprobado en la Cámara de Representantes, pasará a ser ley una vez que se cumplan las restantes formalidades.

De esta forma, la legislación uruguaya se alejaría, y en un tema sumamente grave, de la moral.

En mis años liceales, vividos en el ámbito de nuestra educación pública laica, había una materia que se llamaba Educación Moral y Cívica. Recuerdo un esquema de las relaciones entre Derecho, Moral y Costumbre, mostrando como había aspectos en que los tres (o dos) coincidían y aspectos propios de cada uno.

De aquello me quedó lo bueno de la triple coincidencia, que no puede darse en todo, pero ha de darse precisamente en las cosas más fundamentales para el ser humano, como es el derecho a la vida.

Sería una muy feliz coincidencia:
  • que la Moral nos lleve a considerar el valor de la vida humana como el más alto, que debe ser cuidado y protegido.
  • que la Ley establezca formas concretas de protección y sancione como delito las acciones que procuren la destrucción de la vida humana.
  • que sea Costumbre, socialmente aceptada, la acción en favor de la vida y el rechazo a todo atentado contra ella.
Vivimos en un tiempo en que la vida humana, no sólo la del niño por nacer, está amenazada por múltiples formas de violencia y descuido. Con derecho se pide protección y seguridad. Pero el niño no nacido no tiene voz para reclamar su derecho.

La legalización del aborto, me dicen, apunta a evitar que se haga en condiciones de riesgo para la mujer. La práctica del aborto es un hecho. La Ley asume ese hecho, que por su extensión puede ser considerado Costumbre y lo legaliza.

Pero hacerlo legal no cambia la realidad: se está quitando una vida humana. Una vida inocente e indefensa, una vida con todas sus potencialidades y su derecho a desarrollarlas. Decidir que algo malo sea legal no lo hace bueno. Tampoco el que algo malo se haga Costumbre hace que sea bueno.

En este día en que la Iglesia recuerda a los Santos Inocentes, nuestra palabra no puede ser otra que ¡Sí a la Vida!

Decir "¡Sí a la Vida!" es decir sí a la esperanza para todas las uruguayas y todos los uruguayos, nacidos y por nacer, para encontrar en nuestra tierra, bastante despoblada, la posibilidad de un pleno e integral desarrollo humano.

Sé bien que ese "Sí" muchas veces no es fácil. Pero el "No" tiene siempre dolorosas consecuencias. No quiero recordarlas ahora. Me quedo con los rostros felices de quienes superaron tragos amargos y se jugaron para decir "¡Sí!". Y tengo presentes no sólo los rostros de mamás y de papás: también los de quienes nacieron porque ellos supieron dar ese "¡Sí!".

+ Heriberto

sábado, 24 de diciembre de 2011

Mensaje de Navidad del Obispo de Melo

Pesebre viviente en la Capilla de Mangrullo, Cerro Largo, diciembre 2011

¿Cuáles son las tres cosas más importantes de tu vida, las tres cosas que no querrías perder de ningún modo? Esa pregunta se la hicieron a un numeroso grupo de jóvenes. ¿Qué habríamos contestado nosotros? ¿La casa, el auto y el celular? ¿La fe, la esperanza y el amor?

Los jóvenes no fueron ni tan materialistas ni tan espirituales. En su mayoría coincidieron en tres grandes valores humanos: la vida, la familia y los amigos.

Tres valores muy grandes, que se enriquecen más aún, si son iluminados por la fe, la esperanza y el amor.
Si los ilumina la luz de la Navidad: la luz que es el mismo Jesús, el Hijo de Dios que se hizo hombre.
Con la luz de la fe, podemos descubrir que la vida, la familia y los amigos son dones de Dios, son de los mejores regalos que hemos recibido.

Con la luz de la esperanza, podemos descubrir que todo aquello que amenaza nuestra vida y la vida de las personas que queremos, todo aquello que nos hiere, nos enfrenta, nos divide, puede ser un día superado, en el camino de esta vida o en la eternidad, junto a Dios, porque estamos llamados al reencuentro y a la vida para siempre en la Casa del Padre Dios.

Con la luz del amor, encontramos que todo amor verdadero, todo amor que nos hace salir de nosotros mismos, que nos hace abandonar la comodidad y el egoísmo para darnos a los demás, viene de Dios. Cuando nos preocupamos y hacemos algo por el más débil, cuando aprendemos a pedir perdón y a perdonar de corazón, tenemos signos de que el amor que viene de Dios está en nosotros. Y ese amor en nosotros ya es una semilla de eternidad, porque la fe y la esperanza terminarán cuando estemos junto a Dios, pero el amor no pasará.

Es Navidad. En el Niño de Belén, el Padre Dios nos está manifestando su amor.

Ese amor de Dios nos urge a cuidar la vida: la propia vida, la de los demás, la de los más débiles, la del que todavía no ha nacido, la del que ya está al final del camino.

El amor de Dios nos anima a velar por la familia que tenemos. A dar nuestro cariño a aquellos que están más cerca, a los de nuestra casa, aquellos a los que más fácilmente podemos lastimar y que también pueden lastimarnos, precisamente porque ellos nos importan y nosotros les importamos.

El amor de Dios manifestado en Jesús, que nos ha llamado “amigos” nos impulsa a ser verdaderos amigos. Los buenos amigos son los que hacen que se manifieste lo mejor de nosotros mismos. Son aquellos que hacen que descubramos la buena persona que tenemos adentro. La Navidad nos invita a cultivar la amistad verdadera, real, de personas que se conocen cara a cara y corazón a corazón, de amigos que saben cuidarse, acompañarse, ayudarse.

Que la Navidad nos ayude a vivir más plenamente todo esto. A todos: ¡FELIZ NAVIDAD!

+ Heriberto, Obispo de Melo

jueves, 22 de diciembre de 2011

Celebración de Navidad en Sarandí de Aceguá, Cerro Largo


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La comunidad de Sarandí de Aceguá, Cerro Largo, perteneciente a la Parroquia Cristo Rey de Aceguá, celebró hoy la Navidad con una Misa presidida por Mons. Heriberto y un pesebre viviente muy prolijamente representado por los niños.
Mons. Heriberto inició el comentario del relato del nacimiento siguiendo el Evangelio de Lucas (que los niños representarían después paso a paso) buscando apoyarse en la reciente experiencia del Censo de Población realizado en Uruguay... pero, aparentemente, los censistas no llegaron al pueblo. Como en los tiempos de María y José, algunos de los pobladores fueron censados... en un lugar distinto del de su habitual residencia.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Misión en Barrio Abreu, Treinta y Tres


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Un numeroso grupo de jóvenes, alumnos del Preuniversitario salesiano Juan XXIII, de Montevideo, está realizando una misión en el Oratorio Laura Vicuña, en Barrio Abreu, perteneciente a la parroquia "Cruz Alta", de la ciudad de Treinta y Tres.
Los jóvenes, que cursan el cuarto año liceal, han experimentado un gran impacto en estos días transcurridos, en sus encuentros con la gente y en su convivencia cotidiana en el clima de misión.
Hoy por la mañana celebraron el Sacramento de la Reconciliación, con la presencia de varios sacerdotes, Mons. Roberto y Mons. Heriberto. Los muchachos y muchachas tomaron su tiempo para el examen de conciencia y luego para abrir su corazón a la misericordia de Jesús.
Luego de las confesiones, Mons. Heriberto presidió la Eucaristía, acompañado por el P. Francisco, responsable del grupo misionero, el P. Gabriel de la parroquia El Salvador y el P. Juan Gastón, salesiano, llegado de Melo con otros jóvenes para compartir un día en la misión.
Mons. Heriberto invitó a los jóvenes a tener una actitud contemplativa para descubrir a Cristo "que viene a nosotros" en este tiempo de Adviento, muy especialmente en esta última semana y en el marco de la misión, y se hace presente "en cada persona y en cada acontecimiento", para quien sepa mirar con los ojos de la fe.

A 500 años del Sermón de Adviento de Fr. Antonio Montesinos

El P. Omar França-Tarragó, un artiguense que es actualmente párroco en Montevideo, periódicamente envía a muchos católicos un boletín digital de su parroquia. Recogemos del último de ellos esta recordación histórica.

Monumento a Fr. Antonio de Montesinos
en Santo Domingo, Rca. Dominicana

21 de diciembre de 1511 –  21 diciembre 2011
500 años de la más valiente y extraordinaria Defensa de los Derechos Humanos de los indios americanos

Fray Antonio de Montesinos OP (dominico) había sido destinado como misionero a la isla La Española, actualmente dividia entre las repúblicas de Haití y Dominicana, esta últimia así llamada en honor a los domínicos que fueron  primeros evangelizadores y defensores de sus indios.

En cada Adviento, la liturgia católica recuerda a San Juan Bautista y su llamado a la conversión radical de vida. Fray Antonio de Montesinos retomando las palabras  de Juan Bautista proclamó el 21 de diciembre de 1511 el célebre Sermón de Adviento que había sido firmado previamente por todos los frailes dominicos de la Isla.

En ese sermón Montesinos denuncia públicamente el genocidio que estaban produciendo los colonizadores, con los miserables indios y les dice que eso es intrínsecamente incompatible con la salvación de Cristo, cuyo nacimiento iban a celebrar cuatro días después.

«Para os los dar a conocer me he subido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto desta isla; y, por tanto, conviene que con atención, no cualquiera sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, la oigáis; la cual será la más nueva que nunca oísteis, la más áspera y dura y más espantable y peligrosa que jamás no pensasteis oír». «Esta voz [os dice] que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible esclavitud a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muerte y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades [en] que, de los excesivos trabajos que les dais, incurren y se os mueren y, por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y conozcan a su Dios y criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y domingos? Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad de sueño tan letárgico dormidos? Tened por cierto, que en el estado [en] que estáis no os podéis más salvar que los moros o turcos que carecen y no quieren la fe de Jesucristo».

La reacción no se hizo esperar y Fray Montesinos ratificó todos sus dichos en otro sermón hecho el día de los santos inocentes (28 de diciembre) de ese mismo 1511.

Pueden oir el sermón de Montesinos en YouTube

Y les recomiendo que vean la película También la lluvia que narra esta gesta de forma muy bella.

Desde nuestra responsabilidad como director de la Cátedra de Éticas aplicadas, este es nuestro sencillo homenaje navideño a Antonio de Montesinos uno de los más extraordinarios seguidores de Jesucristo que habitó nuestro continente.

P. Omar França Tarragó
Párroco Ntra. Sra. de la Fundación, Eguren 3362
Capilla Transfiguración, Propios 3476 y Gral Flores
Montevideo

domingo, 18 de diciembre de 2011

Misa de Navidad en Fazenda de la Esperanza

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La Fazenda de la Esperanza, comunidad de recuperación de adictos en la localidad de Cerro Chato, ruta 7, sobre los departamentos de Treinta y Tres, Florida y Durazno, vivió hoy una celebración anticipada de la Navidad.
Por ser el día de encuentro de los internos con sus familias, que los visitan periódicamente, la Fazenda tuvo hoy su celebración navideña, con una Misa presidida por el Obispo de Melo, Mons. Heriberto y el P. Sergio, responsable de la casa.
Luego de la Eucaristía, todos compartieron un fraterno almuerzo, seguido de un tiempo de encuentro más personal de cada una de las familias.
Al final de la tarde, todos se reunieron para compartir la "Palabra de Vida", en la tradición del Movimiento de los Focolares, uno de los pilares de la espiritualidad de la Fazenda.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Misa de fin de cursos, Colegio Nuestra Señora de las Mercedes, Río Branco




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El Colegio Nuestra Señora de las Mercedes, en la ciudad de Río Branco, Departamento de Cerro Largo, tuvo su Eucaristía de fin de cursos, presidida por Mons. Heriberto, acompañado por el P. Nacho.
El Colegio celebra este año el cincuentenario de su fundación, bajo el lema "50 años educando en valores cristianos".

martes, 13 de diciembre de 2011

Misa de fin de cursos, Colegio Dámaso Antonio Larrañaga




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En el amplio patio del Colegio Dámaso Antonio Larrañaga, Mons. Heriberto celebró hoy la Misa en acción de gracias por la finalización de los cursos, con la presencia de toda la comunidad educativa.
Los niños participaron activamente en la oración y el canto.

Ayuda a la Iglesia Necesitada es ahora Fundación Pontificia


Ciudad del Vaticano, 12 Dic. 11 (AICA)

La asociación católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) fue promovida por el papa Benedicto XVI a la condición de Fundación de derecho pontificio con sede en el Vaticano. El Papa nombró presidente de la Fundación al cardenal Mauro Piacenza, prefecto de la Congregación para el Clero, quien a su vez, nombró presidente ejecutivo a partir del 1 de diciembre de 2011 al barón Johannes Freiherr Heereman von Zuydtwyck. La sede ejecutiva internacional seguirá en Königstein, Alemania.

Heereman ha sido en los últimos treinta años secretario general y después presidente ejecutivo de la Fundación Auxilio Maltés (Malteser Hilfsdienst) en Alemania.

Además, fue nombrado Asistente Eclesiástico de la Fundación el padre Martín Barta, que es miembro de la asociación clerical Werk Jesu des Hohenpriesters (Obra de Jesús, Sumo Sacerdote).

El impulso inicial para la fundación de la obra Ayuda a la Iglesia Necesitada partió del papa Pío XII, quien, inmediatamente después de la Segunda Guerra mundial, llamó a los creyentes a contribuir a aliviar la necesidad de los 14 millones de refugiados y expulsados alemanes.

El sacerdote premonstratense Werenfried van Straaten animó a la gente a practicar una reconciliación activa y, como entre otras cosas reunía tocino, pronto lo llamaron Padre Tocino.

En la actualidad, Ayuda a la Iglesia Necesitada es una comunidad internacional de más de 600.000 amigos y bienhechores que subvenciona cada año unos 5.000 proyectos en más de 140 países. En 2010 el total de las donaciones llegó a 85 millones de euros. La ayuda de AIN se gestiona a través de 17 oficinas nacionales en Europa, América del Norte y del Sur, y Australia.

El Santo Padre recalcó la larga historia de servicio a la Iglesia de la ahora Fundación, que apoya a los cristianos perseguidos y necesitados. Como Fundación pastoral que obra en nombre de la Iglesia, promueve también el fortalecimiento de la fe católica y la vida moral.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Benedicto XVI celebró hoy Misa por América Latina, en adhesión a los Bicentenarios


Palabras del Santo Padre en castellano:


Queridos hermanos y hermanas:

«La tierra ha dado su fruto» (Sal 66,7). En esta imagen del salmo que hemos escuchado, en el que se invita a todos los pueblos y naciones a alabar con júbilo al Señor que nos salva, los Padres de la Iglesia han sabido reconocer a la Virgen María y a Cristo, su Hijo: «La tierra es santa María, la cual viene de nuestra tierra, de nuestro linaje, de este barro, de este fango, de Adán […]. La tierra ha dado su fruto: primero produjo una flor [...]; luego esa flor se convirtió en fruto, para que pudiéramos comerlo, para que comiéramos su carne. ¿Queréis saber cuál es ese fruto? Es el Virgen que procede de la Virgen; el Señor, de la esclava; Dios, del hombre; el Hijo, de la Madre; el fruto, de la tierra» (S. Jerónimo, Breviarum in Psalm. 66: PL 26,1010-1011). También nosotros hoy, exultando por el fruto de esta tierra, decimos: «Que te alaben, Señor, todos los pueblos» (Sal 66,4. 6). Proclamamos el don de la redención alcanzada por Cristo, y en Cristo, reconocemos su poder y majestad divina.

Animado por estos sentimientos, saludo con afecto fraterno a los señores cardenales y obispos que nos acompañan, a las diversas representaciones diplomáticas, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, así como a los grupos de fieles congregados en esta Basílica de San Pedro para celebrar con gozo la solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, Madre y Estrella de la Evangelización de América. Tengo igualmente presentes a todos los que se unen espiritualmente y oran a Dios con nosotros por los diversos países latinoamericanos y del Caribe, muchos de los cuales durante este tiempo festejan el Bicentenario de su independencia, y que, más allá de los aspectos históricos, sociales y políticos de los hechos, renuevan al Altísimo la gratitud por el gran don de la fe recibida, una fe que anuncia el Misterio redentor de la muerte y resurrección de Jesucristo, para que todos los pueblos de la tierra en Él tengan vida. El Sucesor de Pedro no podía dejar pasar esta efeméride sin hacer presente la alegría de la Iglesia por los copiosos dones que Dios en su infinita bondad ha derramado durante estos años en esas amadísimas naciones, que tan entrañablemente invocan a María Santísima.

La venerada imagen de la Morenita del Tepeyac, de rostro dulce y sereno, impresa en la tilma del indio san Juan Diego, se presenta como «la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios por quien se vive» (De la lectura del Oficio. Nicán Monohua, 12ª ed., México, D.F., 1971, 3-19). Ella evoca a la «mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza, que está encinta» (Ap 12,1-2) y señala la presencia del Salvador a su población indígena y mestiza. Ella nos conduce siempre a su divino Hijo, el cual se revela como fundamento de la dignidad de todos los seres humanos, como un amor más fuerte que las potencias del mal y la muerte, siendo también fuente de gozo, confianza filial, consuelo y esperanza.

«Mira que tu Rey viene hacia ti; Él es justo y victorioso, es humilde y está montado sobre un asno» (Zc 9,9), hemos escuchado en la primera lectura. Desde la encarnación del Verbo, el Misterio divino se revela en el acontecimiento de Jesucristo, que es contemporáneo a toda persona humana en cualquier tiempo y lugar por medio de la Iglesia, de la que María es Madre y modelo. Por eso, nosotros podemos hoy continuar alabando a Dios por las maravillas que ha obrado en la vida de los pueblos latinoamericanos y del mundo entero, manifestando su presencia en el Hijo y la efusión de su Espíritu como novedad de vida personal y comunitaria. Dios ha ocultado estas cosas a «sabios y entendidos», dándolas a conocer a los pequeños, a los humildes, a los sencillos de corazón (cf. Mt 11,25).

Por su «sí» a la llamada de Dios, la Virgen María manifiesta entre los hombres el amor divino. En este sentido, Ella, con sencillez y corazón de madre, sigue indicando la única Luz y la única Verdad: su Hijo Jesucristo, que «es la respuesta definitiva a la pregunta sobre el sentido de la vida y a los interrogantes fundamentales que asedian también hoy a tantos hombres y mujeres del continente americano» (Exhort. Ap. postsinodal Ecclesia in America, 10). Asimismo, Ella «continúa alcanzándonos por su constante intercesión los dones de la eterna salvación. Con amor maternal cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se debaten entre peligros y angustias hasta que sean llevados a la patria feliz» (Lumen gentium, 62).

Actualmente, mientras se conmemora en diversos lugares de América Latina el Bicentenario de su independencia, el camino de la integración en ese querido continente avanza, a la vez que se advierte su nuevo protagonismo emergente en el concierto mundial. En estas circunstancias, es importante que sus diversos pueblos salvaguarden su rico tesoro de fe y su dinamismo histórico-cultural, siendo siempre defensores de la vida humana desde su concepción hasta su ocaso natural y promotores de la paz; han de tutelar igualmente la familia en su genuina naturaleza y misión, intensificando al mismo tiempo una vasta y capilar tarea educativa que prepare rectamente a las personas y las haga conscientes de sus capacidades, de modo que afronten digna y responsablemente su destino. Están llamados asimismo a fomentar cada vez más iniciativas acertadas y programas efectivos que propicien la reconciliación y la fraternidad, incrementen la solidaridad y el cuidado del medio ambiente, vigorizando a la vez los esfuerzos para superar la miseria, el analfabetismo y la corrupción y erradicar toda injusticia, violencia, criminalidad, inseguridad ciudadana, narcotráfico y extorsión.

Cuando la Iglesia se preparaba para recordar el quinto centenario de la plantatio de la Cruz de Cristo en la buena tierra del continente americano, el beato Juan Pablo II formuló en su suelo, por primera vez, el programa de una evangelización nueva «en su ardor, en sus métodos, en su expresión» (cf. Discurso a la Asamblea del CELAM, 9 marzo 1983, III: AAS 75, 1983, 778). Desde mi responsabilidad de confirmar en la fe, también yo deseo animar el afán apostólico que actualmente impulsa y pretende la «misión continental» promovida en Aparecida, para que «la fe cristiana arraigue más profundamente en el corazón de las personas y los pueblos latinoamericanos como acontecimiento fundante y encuentro vivificante con Cristo» (V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento conclusivo, 13). Así se multiplicarán los auténticos discípulos y misioneros del Señor y se renovará la vocación de Latinoamérica y el Caribe a la esperanza. Que la luz de Dios brille, pues, cada vez más en la faz de cada uno de los hijos de esa amada tierra y que su gracia redentora oriente sus decisiones, para que continúen avanzando sin desfallecer en la construcción de una sociedad cimentada en el desarrollo del bien, el triunfo del amor y la difusión de la justicia. Con estos vivos deseos, y sostenido por el auxilio de la providencia divina, tengo la intención de emprender un Viaje apostólico antes de la santa Pascua a México y Cuba, para proclamar allí la Palabra de Cristo y se afiance la convicción de que éste es un tiempo precioso para evangelizar con una fe recia, una esperanza viva y una caridad ardiente.

Encomiendo todos estos propósitos a la amorosa mediación de Santa María de Guadalupe, nuestra Madre del cielo, así como los actuales destinos de las naciones latinoamericanas y caribeñas y el camino que están recorriendo hacia un mañana mejor. Invoco igualmente sobre ellas la intercesión de tantos santos y beatos que el Espíritu ha suscitado a lo largo y ancho de la historia de ese continente, ofreciendo modelos heroicos de virtudes cristianas en la diversidad de estados de vida y de ambientes sociales, para que su ejemplo favorezca cada vez más una nueva evangelización bajo la mirada de Cristo, Salvador del hombre y fuerza de su vida.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Fiesta Patronal en La Charqueada







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La Parroquia María Auxiliadora de Pueblo General Enrique Martínez (La Charqueada), departamento de Treinta y Tres celebró hoy su fiesta patronal.
Siguiendo una tradición iniciada en tiempos del P. Vicente Monteleone, primer cura párroco, Charqueada celebra su fiesta el segundo domingo de diciembre.
En esta oportunidad, la Misa, presidida por Mons. Heriberto, acompañado por los Diáconos Luis (encargado de la parroquia) y Víctor (de Cruz Alta, Treinta y Tres) se inició a las 18 horas.
A continuación, los fieles congregados peregrinaron hasta el monumento a María Auxiliadora, ubica en el Puerto, sobre el río Cebollatí.
El evento se cerró con un fogón a orillas del río, iniciado por una representación a cargo de niños y catequistas evocando el bicentenario, donde no faltaron las figuras de Artigas, que entró a caballo y el P. Larrañaga.

El nacimiento


El nacimiento (Henry Martínez, 2000) por Cecilia Todd y Amaranta Pérez 

El nacimiento

(Henry Martínez)

Anda m’hijo lindo, anda m’hijo lindo,
llégate al cuartico
donde está una caja
con animalitos,
San José y la Virgen
y Jesús chiquito
y Jesús chiquito.

Tráeme ese coleto (1), tráeme ese coleto,
te pido el favor,
que tengo tendido
afuera en el sol,
y onoto (2) y genciana
pa’ echarle color,
pa’ echarle color.

Este nacimiento lo haremos los dos.

¡Ay! amor, hagamos el nacimiento
y que nuestro pensamiento
sea muy alto de verdad.

¡Ay! amor, y que regrese a la tierra
pa’ que se haga realidad,
pa’que se haga realidad.


Pon los pastorcitos, pon los pastorcitos
en la loma verde,
los tres reyes magos
entrando al pesebre;
con más ovejitas
se ve más alegre,
se ve más alegre.

Del buey y la mula, del buey y la mula
faltan pedacitos,
cuánto tiempo tienen esos muñequitos,
cuando estaban nuevos eran bien bonitos,
eran bien bonitos.

Este nacimiento lo hacemos los dos.

¡Ay! amor, hacemos el nacimiento
y que nuestro pensamiento
sea muy alto de verdad.

¡Ay! amor, y que regrese a la tierra
pa’ que se haga realidad,
pa’que se haga realidad.


Ya llegó diciembre, ya llegó diciembre,
tiempo de alegría,
ya está casi listo,
faltan tonterías,
habrá nacimiento
para el mediodía,
para el mediodía.

Tengo mis hallacas, tengo mis hallacas
y tu compañía,
y si tanto tengo ¿qué más pediría?
Que nunca nos falte
la Pascua florida,
la Pascua florida.

Este nacimiento lo hicimos los dos.


Notas: palabras venezolanas
(1) coleto: Paño que sirve para limpiar o fregar el piso.
(2) onoto: Árbol de cuya semilla se saca por maceración una sustancia de color rojo que los indios empleaban antiguamente para teñirse el cuerpo y hoy se usa en pintura y en tintorería. En Venezuela se utiliza también para colorear los alimentos. 
(3) hallaca: Pastel de harina de maíz, relleno de un guiso elaborado con pescado o varias clases de carne en trozos pequeños, y otros ingredientes, que, envuelto en hojas de plátano o cambur se hace especialmente por Navidad.

sábado, 10 de diciembre de 2011

El Papa designó nuevo Obispo Auxiliar para la Arquidiócesis de Montevideo

(Montevideo, CEU-DECOS) El Papa Benedicto XVI designó hoy al religioso salesiano Daniel Fernando Sturla Berhouet SDB, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Montevideo.

El Padre Sturla es oriundo de Montevideo y tiene 52 años de edad. Desde el año 2008 se desempeña como Inspector Salesiano en Uruguay.

El nuevo Obispo fue ordenado sacerdote el 21 de noviembre de 1987 y desde muy joven presta servicios de responsabilidad dentro de la Congregación Salesiana. Hace dos años fue elegido Presidente de la Conferencia de  Religiosos del Uruguay (CONFRU).

El  nombramiento del P. Sturla SDB como Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Montevideo, asignándole la sede titular de Felbes, fue hecho público hoy por la Santa Sede, a las 12 hs de Roma (9 hs de Uruguay).

Con este nombramiento, el episcopado uruguayo pasará a estar conformado por 10 obispos residenciales, 3 obispos auxiliares ( 2 en Montevideo y 1 en Canelones) y 5 obispos eméritos, dos de los cuales no residen en el país .

Curriculum Vitae

El P. Daniel Fernando Sturla Berhouet SDB, nació en Montevideo el 4 de julio de 1959, y fue ordenado sacerdote el 21 de noviembre de 1987.

Realizó sus estudios escolares y liceales (hasta 4° año) en el Colegio San Juan Bautista, de los Hermanos de la Sagrada Familia. Obtuvo el Bachillerato en Derecho Civil en el Instituto Juan XXIII, y realizó sus estudios de Filosofía y Ciencias de la Educación en el Instituto Miguel Rúa, de los Salesianos, en Montevideo.

Cumplió su tirocinio práctico en los Talleres Don Bosco (1982-1983). Estudio la Teología en el entonces Instituto Teológico del Uruguay, Mons. Mariano Soler (1984-1987), obteniendo allí el Bachillerato en Teología. Posteriormente, en 2006, accedió a la Licenciatura en la Facultad de Teología del Uruguay, Mons. Mariano Soler.

El P. Sturla Berhouet SDB desempeñó diversos ministerios pastorales, de los que a continuación se detallan los más importantes:

1988-1990 Consejero de estudios en Talleres Don Bosco.
1991-1993 Vicario del Noviciado y Posnoviciado Salesiano.
1994-1996 Director del Aspirantado Salesiano.
1997-2002 Director y Maestro de Novicios.
2003-2008 Director del Instituto Preuniversitario Juan XXIII
2007-2008 Profesor de Historia de la Iglesia en América y Uruguay, en la Facultad de Teología del Uruguay.


Ha publicado:

1916-1917: Separación de la Iglesia y el Estado en el Uruguay, Instituto Teológico del Uruguay Mariano Soler, Libro Anual, 1993.
¿Santa o de Turismo? Calendario y secularización en el Uruguay, Instituto Superior Salesiano, colección Proyecto Educativo, 2010.

El 28 de octubre de 2008  fue elegido Inspector Salesiano en Uruguay.

Desde el 27 de mayo de 2009 es Presidente de la Conferencia de Religiosos del Uruguay (CONFRU).

El 10 de diciembre de 2011 fue nombrado Obispo Auxiliar de Montevideo.


viernes, 9 de diciembre de 2011

El proyecto de despenalización del aborto y los ecos de las opiniones.

(Del blog de Mons. Alberto Sanguinetti, AMICUS SPONSI).

En estos días se analiza en la Comisión de Salud del Senado un proyecto de despenalización del aborto hasta las 12 semanas.

Dos laicos, secretarios de la Comisión de Pastoral Familiar de la Conferencia Episcopal del Uruguay se hicieron presente entre los llamados a comunicar opiniones en la comisión senatorial. Esto significa que su opinión es lo que se podría decir oficiosa, con cierta representación, pero no es un documento de los mismo Obispos del Uruguay.

Abreviando la presentación – de más de 7 páginas - podemos sintetizarla en las siguientes afirmaciones.

Como premisa general se afirma que en el momento de la concepción se crea el ADN único de un nuevo ser humano, que no ha existido nunca ni se repetirá. Esta afirmación es el fundamento científico de la identidad y continuidad del mismo ser humano desde su concepción hasta su muerte.

1. El proyecto no respecta la laicidad ni la libertad religiosa consagrada en el artículo 5º de la Constitución de la República.

¿Por qué? Porque el aborto se volverá un acto médico, que deberá ser incluido en las prestaciones de servicios sanitarios obligatorios de todas las instituciones de asistencia médica, pagados por todos los ciudadanos – via Fonasa -, aún por quienes sostengan que es una profunda violación de los derechos humanos.

2. Este proyecto de ley despenalizar el aborto durante los nueve meses de la gestación.

¿Cómo puede afirmarse eso, si se despenaliza el aborto hasta las 12 semanas? Según afirman los expositores, la argucia está en que, por un lado se afirma la despenalización hasta las 12 semanas, pero además en otra parte, en el art.15 deroga todos los artículos que penalizan y consideran el aborto un delito. Es decir, se focaliza la discusión en un aspecto, pero en realidad se va al todo. Esta afirmación ha sido reconocida por algún legislador favorable a la ley, que afirmó que debe retocarse para que no despenalice totalmente el aborto. Por lo tanto, tal cual está la ley hoy la afirmación de los expositores no es temeraria.

3. Uruguay está obligado por el derecho internacional a proteger la vida.

Aquí se recuerdan los tratados internacionales sobre derechos humanos suscritos por el Uruguay, en especial el Pacto de San José de Costa Rica que obliga a defender la vida humana desde la concepción.

4. El número de abortos realizados aumentan después de la legalización del aborto.

Aquí se presentan cifras que no han sido rebatidas. Entonces el argumento de que, legalizando el aborto, habrá menos abortos, no coincide con la experiencia internacional.

5. Existen detrás del aborto presiones internacionales.

Este punto es en realidad el menos importante de la exposición y confesamos que está desarrollado con demasía.

Lo que se afirma es que hay campañas mundiales, desde hace muchos años para fomentar el aborto, como forma de control de natalidad de los países menos desarrollados.

Del eco que este punto ha tenido en la prensa destacamos los siguientes titulares:

Comisión Nacional de Pastoral Familiar en el Senado
Senadores e Iglesia Católica chocan por aborto
Senadora Xavier e Iglesia Católica vuelven a chocar en el Parlamento sobre el aborto
Aborto: obispos se distancian de “insultos” a legisladores
Representantes de la Iglesia fueron al Parlamento
Católicos buscan “iluminar” las presiones pro aborto
Iglesia denuncia financiamiento internacional para despenalizar el aborto
Aborto: críticas de conferencia episcopal
CEU: acusan a impulsores de despenalización del aborto
Argumentos a favor y en contra de la despenalización del aborto en comisión anticipan debate en plenario del Senado.
Aborto: se reaviva debate Conferencia Episcopal
Aborto: Iglesia afirma que legisladores están pagos.

En ningún momento se dijo que los legisladores estuvieran pagos, ni que los autores del proyecto recibieran plata. Para convencerse de ello, basta con leer la versión taquigráfica de la Comisión.

Sí es verdad que, por si quedaba alguna posible mala interpretación, dos senadores colorados, dejaron expresamente aclarado que su postura no obedecía a ninguna presión internacional.

Siempre es más noticia confrontar. Aquí no se acusó a ningún legislador, ni ninguno dijo darse por acusado. Tampoco se insultó a nadie. Por otra parte, las afirmaciones de política internacional a favor del aborto de determinados organismos, y el apoyo económico a campañas pro aborto, e incluso las presiones para ligar donativos con esas campañas, no son nuevas y, en general, tampoco negadas por las instituciones involucradas.

En realidad, ni el que haya campañas internacionales, ni el que sean apoyadas sea por la ONU, sea por la Ford, o por Rockefeller, hacen buena o mala la despenalización del aborto, ni el dar comida al hambriento, ni el bombardear una ciudad. Lo que la hace buena o mala es la moralidad de la acción.

Entonces las preguntas correctas son:

1) ¿Quitarle la vida a una vida humana naciente es un acto moral, que puede ser permitido por el Estado y eventualmente obligado por el ordenamiento jurídico? Porque hay que tener en cuenta que, si se despenaliza, se vuelve legal. Más aún en el proyecto de ley se vuelve un derecho. No se puede esconder la radicalidad de la elección.

2) No todos los actos inmorales son perseguidos por el Estado (si Ud. se emborracha en su casa, no lo penan). ¿es legítimo que el Estado defienda el derecho a la vida del ser humano inocente gestado en el vientre materno o le debe ser indiferente? Siendo el derecho a la vida el sustento de los demás derechos humanos, debe ser protegido por el Estado. De lo contrario, ¿se le seguirá dejando al legislador la autoridad para determinar cuándo no se debe proteger el derecho a la vida inocente?

jueves, 8 de diciembre de 2011

Fiesta patronal en la Parroquia de Río Branco

Vitral de la Inmaculada

Entrada con las imágenes de María

P. Nacho

Mons. Heriberto, confirmadas (al centro) y madrinas.

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La Parroquia San Juan Bautista de la ciudad fronteriza de Río Branco (Cerro Largo) celebró hoy su fiesta patronal. ¿Por qué celebra su fiesta el día de la Inmaculada Concepción? Porque a la Inmaculada está dedicado el actual templo parroquial, luego de que, hace ya algunos años, la sede se trasladara al lugar donde originalmente había una capilla dedicada a la Virgen.
Esta parroquia, que se ha conformado como "comunidad de comunidades", celebró su fiesta con participación de las diferentes comunidades y del Colegio Nuestra Sra. de las Mercedes, que hicieron su entrada en la celebración trayendo en procesión diferentes imágenes de la Virgen que estuvieron recorriendo los barrios en el Mes de María. Los delegados también traían para compartir una "buena noticia" y así fueron informando a la asamblea litúrgica de diferentes hechos felices ocurridos en cada comunidad en días recientes.
El Obispo presidió la Eucaristía, acompañado por el P. Nacho, responsable de la comunidad, y administró el sacramento de la Confirmación a dos catecúmenas.
Al final de la Misa, el P. Nacho leyó a la comunidad el saludo recibido del P. Jorge, anterior párroco, actualmente misionero en la Amazonia brasileña.

Visita a Centro San Juan, Río Branco



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El Centro San Juan es una obra que lleva a cabo en Río Branco, Cerro Largo, la ONG "Giannella por la Vida". El nombre de San Juan se refiere al Bautista, patrono de la parroquia, y al que estuvo dedicado la primera iglesia con la que contó Río Branco, que ya no existe y que estuvo ubicada en la actual zona comercial de Free-shops.
En una casa de esa zona, la comunidad parroquial, desde tiempos del P. Jorge, actualmente misionero en Brasil, venía llevando adelante un trabajo con niños en situación de calle, muchos de ellos atraídos por las posibilidades que da el movimiento de la zona en cuanto a recibir pequeñas cantidades de dinero que se suman a lo largo del día, sea por pequeños servicios, como el cuidado de un coche, o simplemente pidiendo "una monedita".
Buscando implementar una atención más profunda a los niños, la comunidad abrió la posibilidad de ceder en comodato la casa a La ONG "Giannella por la Vida", con la que ya existía una relación y que tenía ya convenios con INAU.
Es así que pudo concretarse en agosto de este año un convenio con INAU para llevar adelante un programa de atención a unos 40 niños en situación de calle, dentro del marco del convenio, y unos 20 más que también se acercan. 
Ayer, cumpliendo con una promesa hecha y su propio deseo, Mons. Heriberto se presentó con su guitarra a la hora de la merienda y estuvo cantando con los niños más chicos, que terminaron pidiendo que también cantara "algo que se pudiera bailar".
"Me sorprendieron muchas cosas", cuenta el Obispo a COMUNIÓN. "Lo más lindo, es que su 'niño interior' está muy vivo, aunque en muchas cosas uno ve conductas que traslucen la marca de la calle. Yo llegué antes que ellos, de modo que los fui saludando mientras iban llegando para la merienda. Cuando saqué la guitarra, todas sus expresiones me hicieron ver que era la primera vez que veían una guitarra de cerca, y escucharon con atención y sensibilidad esos punteos que uno hace como para calentar los dedos... me animé a cantarles, para empezar, una canción que suelo cantar con los más chiquitos, la historia de un patito que tenía una guitarra, que cantaba una vidalita y que se equivocaba, cantando vidali...¡cuac! Después seguimos con todo ese conocido repertorio infantil: La tortuga Manuelita, Sal de ahí, chivita, chivita... Pero cuando las chiquilinas más grandes (8-9 años...) pidieron que tocara algo "que se pudiera bailar", ahí afloraron gestos más propios del mundo de los mayores... Me llamó también la atención que identificaran la casa como 'la iglesia'. Una de las niñas me preguntó '¿por qué viniste a la Iglesia hoy?'. Le dije que había ido a pasar un rato con ellos, pero me llamó la atención la identificación de esa casa, que es una vieja casa de familia, donde hay tan sólo una imagen de San Juan Bautista como signo, con 'la Iglesia'. Mons. Daniel Gil decía siempre que los niños tienen buena teología, así que no puedo menos que alegrarme de que ellos puedan reconocer en esta obra esa presencia de la comunidad cristiana. La despedida fue sentida - de ambos lados - y quedó hecha una nueva promesa: reencontrarnos el año que viene. Al irme, no obstante, no pude dejar de pensar en el futuro de esos niños, preocupación que compartimos con algunos de los responsables del centro que estaban allí presentes. Realmente, hay mucho por hacer. Lo bueno, es que algo ya se está haciendo."

lunes, 5 de diciembre de 2011

La dicha de la Inmaculada: ver a Dios


Llena de gracia es el nombre que María tiene a los ojos de Dios

MADRID, domingo 4 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Blas Rivera Balboa, profesor de la Universidad de Jaén, de su Seminario mayor diocesano, y agregado a la Facultad de Teología de la Cartuja de Granada, propone una lectura actual de la Inmaculada Concepción de María, advocación con la que España la honra como patrona. Publicado en la revista Ephemerides Mariologicae, en Madrid, ofrecemos aquí un extracto de los pasajes más significativos del artículo aparecido en el vol. 61 (2011) 211-224, titulado:"Esos tus ojos misericordiosos". La mirada de María.
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Blas Rivera Balboa

María y Dios: un cruce de miradas en la historia de la salvación (1)

Este cruce de miradas se expresa en las palabras del Magníficat: «porque ha mirado la pequeñez de su sierva..., ha hecho en mí cosas grandes aquel que es Poderoso» (Lc 1,48-49). Dios se convierte así en mirada creadora y misericordiosa.

Es creadora porque la transforma y engrandece, de tal forma que «de ahora en adelante me felicitarán todas las generaciones» (Lc 1,48). La creación se ha convertido de esa manera en cruce de miradas. Ha fijado Dios sus ojos en María, poniendo en ella su fuerza y su ternura. María se descubre así mirada, transformada, enriquecida y liberada por la gracia de unos ojos que la contemplan con amor: María descubre su valor porque la miran y gozosamente exclama: «se alegra mi espíritu en Dios mi salvador» (Lc 1,47).

Esta mirada de Dios desvela su grandeza creadora: ha creado a los hombres para poder mirarles y complacerse en ellos. Dios ha fijado sus ojos en María, el Creador se contempla en ella. Habiendo Dios creado al hombre a su semejanza, le llama por su gracia a salir de la desemejanza del pecado, para encontrar su camino que desemboca en la visión divina. Es el pecado de origen, momento en el que la criatura da la espalda al rostro del Creador, lo que impide al hombre contemplarlo. En efecto, con la caída el hombre perdió su semejanza con Dios (Gn 1, 26), su lugar original. Pues bien, María ya no tiene que esconderse en el jardín, como los hombres han hecho descubriendo la vergüenza de su desnudez pecadora, desde Adán y Eva (cf. Gn 3, 7-11).María mantiene la mirada, y manteniéndola, en un gesto de amor y transparencia, responde ante el misterio de Dios diciendo en plena libertad: «He aquí la sierva del Señor» (Lc 1,38). Por eso, María ha respondido, sosteniendo la mirada: «ha hecho en mí cosas grandes aquel que es poderoso» (Lc 1,49).

María se descubre así mirada por la gracia de unos ojos que la contemplan con misericordia. La propia bula Ineffabilis Deus recoge estas mismas ideas desde su inicio, recordando que María es el inicio de la «primitiva obra de la misericordia» de Dios (n. l). Reconoce lo mucho grande que Dios hace en ella. María descubre su valor porque la miran y gozosamente exclama: «se alegra mi espíritu en Dios mi salvador» (Lc 1,47). De la misma manera que Dios se había manifestado en ella mirando su pequeñez, María descubre la mano de Dios en la historia. Hizo un canto de bendición a Dios, en el que reconoce que todo lo bueno viene de Dios.

De igual modo que Dios se había manifestado en ella mirando su pequeñez, María descubre la mano de Dios en la historia cuando los poderosos caen y los empobrecidos son levantados. María cree que Dios echa abajo a los grandes y poderosos, mientras que levanta a la gente sencilla, los humildes de la tierra; colma de bienes a los pobres, mientras que a los ricos los deja «con las manos vacías». Ella comprende que los planes de Dios son completamente al revés de los planes del mundo. María ve a Dios en estos actos y se alegra por ello. Al elegirla, Dios está prefiriendo a los pobres. María representa el clamor y la esperanza de los sencillos que ponen su corazón en el Señor. Por eso se sabe llena María, por eso se atreve a profetizar que todos los siglos la llamarán bienaventurada, porque ha sido mirada por Dios.
María se siente envuelta por la mirada de Dios, que pone sus ojos en los humildes y en los pobres (cf. Lc 1, 47-56). El Dios experimentado por la Virgen María no es un Dios indiferente al sufrimiento y humillación humana, no vuelve el rostro ante la injusticia y la violencia contra los indefensos, sino un Dios que «mira» la humillación y opresión de su pueblo.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios


El Salmo 24 se formula la pregunta: «¿Quién subirá al monte del Señor?, ¿quién podrá estar en su recinto santo?» (Sal 24,3); o lo que es lo mismo: ¿quién puede estar en la presencia de Dios?, ¿qué condiciones hay que tener para poder gozar de la compañía del Señor?, ¿quién puede contemplar a Dios? Y el mismo Salmo responde: «El que tiene manos limpias y puro corazón» (Sal 24,4).

Pureza de corazón y visión de Dios son términos correlativos de la Bienaventuranza: «Bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios» (Mt 5,8); pero el término «visión» no se refiere a una simple mirada pasiva de espectador, sino a la gracia de ser admitido a la presencia de Dios: «Porque Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al cielo. La bienaventuranza nos hace participar de la naturaleza divina (2 Pe 1, 4) y de la Vida eterna (cf. Jn 17, 3). Con ella, el hombre entra en la gloria de Cristo (cf. Rm 8, 18) y en el gozo de la vida trinitaria» (2).

La Bienaventurada Virgen María, limpia de corazón, ve a Dios


La Virgen María es el espejo de las bienaventuranzas y del perfecto seguimiento de Jesús. La fidelidad plena a la palabra de Dios, en cada momento de su vida, es la causa de su bienaventuranza. No es bienaventurada simplemente por ser la madre del Mesías sino porque ha escuchado la palabra de Dios y la ha puesto en práctica (Lc.11, 28). Su vida entera es una floración de las bienaventuranzas. El evangelio nos habla de las bienaventuranzas (Mt. 5,3-12): dichosos los sufridos, los pobres, los mansos, los humildes; todas estas cualidades están presentes en María. Todas las generaciones la bendicen y la llaman bienaventurada.

La Virgen María ha sido la persona humana más limpia de corazón, a la que Dios ha hallado digna no sólo de admitirla en su presencia, sino de hacerla santuario de su presencia, Madre de su Hijo eterno, Jesucristo. En la Anunciación, el ángel Gabriel le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Su pureza de corazón y su plenitud de gracia le permiten que el Señor la llene con su presencia personal: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un Hijo, a quien pondrás por nombre Jesús» (Lc 1,30-31). María acoge en su propio seno al Hijo de Dios. La presencia divina, por obra del Espíritu Santo, la llena desde dentro: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios» (Lc 1,35). María lleva dentro de sí al Santo de los santos; no sólo puede estar en presencia de Dios, sino que lo contempla amorosamente dentro de sus entrañas maternales. La limpieza de corazón en María ha dado como fruto la maternidad divina y la maternidad eclesial: «La Virgen María al recibir la Palabra con corazón limpio, mereció concebirla en su seno virginal, y al dar a luz a su Hijo, preparó el nacimiento de la Iglesia» (3).

A Dios nadie lo ha visto jamás (Jn. 1,18): La invisibilidad de Dios (4)

La expresión ver a Dios cara a cara es frecuente en el Antiguo Testamento. Jacob dijo haber visto a Dios cara a cara cuando luchó con el ángel: Jacob llamó el nombre de aquel lugar Penuel, diciendo: «Porque vi a Dios cara a cara y salí con vida» (Gn. 32, 31). Moisés también dice que lo vio, cuando en otra ocasión Dios le había dicho: «No podrás ver mi rostro, porque el hombre no puede ver a Dios y vivir» (Ex. 33, 20). No es que mate la vista de Dios, sino que El vive en otra dimensión a la que hay que pasar por la muerte. El conocimiento natural de Dios en esta vida no es inmediato ni intuitivo, sino mediato y abstracto, pues lo alcanzamos por medio del conocimiento de las criaturas. Por tanto, esas visiones se referían a visiones a través de figuras y de imágenes, lo que San Pablo llama visión mediata, oscura y parcial. A ésta contrapone el Apóstol la que tendremos cuando venga el fin; a la que él llama visión cara a cara.

A causa de su transcendencia, Dios no puede ser visto tal cual es más que cuando Él mismo abre su Misterio a la contemplación inmediata del hombre y le da la capacidad para ello. Esta contemplación de Dios en su gloria celestial es llamada por la Iglesia “la visión beatífica” (5).
«Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. Ciertamente, según su grandeza y su inexpresable gloria, nadie verá a Dios y seguirá viviendo, porque el Padre es inasequible; pero su amor, su bondad hacia los hombres y su omnipotencia llegan hasta conceder a los que lo aman el privilegio de ver a Dios [...] porque lo que es imposible para los hombres es posible para Dios» (6).

La felicidad del cielo implica la unión con Dios por el amor, un amor mucho más intenso que en la tierra, ya que lo veremos cara a cara; allí sí que cumpliremos a la perfección el mandato del amor: con todo el corazón, con toda el alma, toda la mente (7). La caridad, el amor de Dios, como explica San Pablo, no decaerá nunca: allí los bienaventurados amarán a Dios, pero no creerán en Él, porque ya no necesitan la fe, sino que ven a Dios cara a cara; ni habrá esperanza, porque los bienaventurados poseerán a Dios, que es el objeto de la esperanza (8). De ahí que el misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo nos invite a reflexionar sobre nuestro fin último: la Vida Eterna, junto con la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen María y los Ángeles y Santos del Cielo. El saber que María ya está en el Cielo gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha prometido a aquéllos que hagamos la Voluntad de Dios, nos renueva la esperanza en nuestra futura inmortalidad y felicidad perfecta para siempre.

La fe, comienzo de la vida eterna. María: «Dichosa la que ha creído»


La pureza de corazón es don de Dios. Por eso, la pureza de corazón es, ante todo, la pureza de la fe. Por eso, María es bienaventurada porque ha creído.

La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí abajo. Entonces veremos a Dios «cara a cara» (1 Cor 13,12), «tal cual es» (1 Jn. 3,2). La fe es, pues, ya el comienzo de la vida eterna (9): «Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como reflejadas en un espejo, es como si poseyésemos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos asegura que gozaremos un día» (10).

El misterio de la Inmaculada Concepción no sólo hace alusión exclusiva a la obra de Dios en María, a la preservación de toda mancha de pecado original y personal, sino que es, además, la celebración de la fidelidad guardada por María a la gracia de Dios a lo largo de toda su vida. Nació a esta vida mortal siendo desde el primer instante inmaculada, hija de la luz y nació a la vida eterna habiendo conservado encendida su lámpara. María es ejemplo por sus virtudes personales, «la cual refulge como modelo de virtudes ante toda la comunidad de los elegidos» (11). La insistencia en la fe de la santísima Virgen tiene la finalidad de confirmar su condición de redimida, no fijada aún en la visión beatífica, sino partícipe todavía del “status viae”, en el que la existencia cristiana está caracterizada por la fe, junto con las otras virtudes teologales (12).

Del peregrinaje de la fe a la visión beatífica: María contempla el rostro de Dios cara a cara.


El Concilio Vaticano II asocia la santidad a la inmaculada: “Nada tiene de extraño que entre los santos padres prevaleciera la costumbre de llamar a la Madre de Dios totalmente santa e inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha una nueva creatura por el Espíritu Santo. Enriquecida desde el primer instante de su concepción con el resplandor de una santidad enteramente singular, la Virgen Nazarena, por orden de Dios, es saludada por el ángel de la Anunciación como “llena de gracia” (LG 56). A lo que el papa Juan Pablo II añade: «Preservada libre de toda mancha de pecado original (LG. 59), la hermosa Virgen de Nazaret no podía quedarse como las demás personas en estado de muerte hasta el fin de los tiempos. La ausencia del pecado original y la santidad, perfecta ya desde el primer momento de su vida, pedían para la Madre de Dios la completa glorificación de su alma y de su cuerpo» (13).

Solamente la esperanza de la transfiguración total en Dios, en un eterno cara a cara con él, es lo que enciende la chispa de la certeza. Esa esperanza, fundada en la fidelidad de Dios a su palabra, es por consiguiente motivo de aliento supremo. María es su “gran señal”, que asegura nuestra esperanza y confirma nuestro aliento. No sólo “es imagen y comienzo de la iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la edad futura” (LG 68) sino que desde la gloria de los cielos en donde ha sido coronada como reina, “se cuida con caridad maternal de los hermanos de su Hijo” para que, superando las pruebas de la vida, puedan alcanzarla “en la patria bienaventurada” (LG 62) (14).

Ephemerides Mariologicae, revista científica de Mariología, ha cedido amablemente a ZENIT este extracto. El artículo completo se puede conseguir en Ephemerides Mariologicae.

Notas:

1. María ha entrado profundamente en la historia de la salvación y en cierta manera reúne en sí y refleja las exigencias más radicales de la fe (Cf. LG 65).
2. Catecismo de la Iglesia Católica, 1721.
3. Congregatio pro Cultu Divino, Collectio Missarum de Beata Maria Vergine. Editio typica, Librería Editrice Vaticana, 1987. Prefacio del formulario I, 25.
4. «No es posible ver a Dios con los ojos de la carne: pues lo que es incorpóreo no puede entrar con estos ojos. Esto lo testificó también el mismo Hijo unigénito de Dios al decir: “A Dios nadie lo ha visto jamás”» (Cirilo de Jerusalén, Catequesis bautismal 9, 1: PG 33 ,354).
5. Catecismo de la Iglesia Católica, 1028.
6. San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, Libro 4, 20, 5.
7. cf. Mt 22,37.
8. 1 Cor. 13,13 y 1 Cor. 8,10
9. Catecismo de la Iglesia Católica, 163.
10. San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto 15,36: PG 32, 132; cf. Santo Tomás de Aquino, S.Th., 2-2, q.4, a.1, c.
11. Lo declara expresamente la LG 65, donde expresa la visión de una Iglesia que, creciendo en las virtudes teologales y en la obediencia a la voluntad divina, se hace cada vez más semejante al sublime modelo de María.
12. “La bienaventurada Virgen María sigue “precediendo” al pueblo de Dios. Su excepcional peregrinación de la fe representa un punto de referencia constante para la Iglesia, para los individuos y las comunidades, para los pueblos y las naciones, y, en cierto modo, para toda la humanidad” (Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 6).
13. Juan Pablo II, La Asunción de María en la tradición de la Iglesia. (Catequesis del Papa, 9 julio, 1997)
14. “Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos” (Juan Pablo II, Audiencia General del 9 de julio de 1997).