miércoles, 22 de mayo de 2013

20 años de la Pascua del P. Hugo Caballero, párroco en Sagrado Corazón de Jesús, Paysandú


Hoy se cumplen veinte años de la Pascua del P. Hugo Caballero, primer párroco de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, en Paysandú, de quien fui sucesor. También han partido, más recientemente, algunas feligresas muy cercanas a él, como lo fueron Inés Thevenet y Rosa Segain.

Después de su muerte y, afortunadamente, también en vida del Padre, muchos de quienes lo acompañaron desde el principio o en parte de los 38 años en los que estuvo al frente de su Parroquia supieron tributarle agradecimientos y homenajes y nos dejaron distintas semblanzas de su personalidad. Yo no voy a intentar lo que otros han hecho y aún pueden hacer mejor; sólo quiero recoger algunos de los recuerdos que me siguen acompañando después de veinte años.

Me tocó estar con él apenas en sus últimos meses de vida. Llegué a Paysandú el 18 de julio de 1992, de modo que no alcanzamos a completar un año compartiendo el servicio a la comunidad. No obstante, él hizo que fueran meses muy importantes en mi vida y fundamentales para poder asumir la responsabilidad que me tocaría después de su partida.

Mons. Daniel Gil me refirió que, cuando le preguntó al P. Caballero si aceptaría un vicario con él, la respuesta fue “si está dispuesto a convivir con un ermitaño…”

La verdad es que yo no encontré a ningún “ermitaño”. Sí, por cierto, encontré un sacerdote de vida austera y desprendida, pero en nada alguien con quien no se pudiera convivir. Me impresionó su urbanidad y hasta su delicadeza para con un joven sacerdote que había nacido al año siguiente de llegar él a Paysandú, es decir, que tenía un año menos de vida que los que él tenía de párroco. No tardé en percibir y disfrutar de su buen humor, de sus chistes rápidos e ingeniosos…

No había dejado de ser el orador que dominaba la entonación de su voz para trasmitir su emoción y despertar la ajena, que se expresaba con la precisión y la elegancia de quien tiene pleno dominio de la lengua materna y, sobre todo, nos trasmitía pensamientos profundos, que brotaban de su fe y de sus convicciones más hondas.

Cuando hablaba desde el elevado ambón del templo, lo hacía de una forma que rompía toda distancia y creaba una sensación de intimidad y cercanía. Sus homilías eran breves y sin desperdicio. Nada de palabras vacías ni de adornos innecesarios… una vez, después de escuchar una charla mía sobre el sacerdocio, extenso comentario sobre un texto bíblico, él la remató con esta sentencia: “el sacerdote es el hombre de la Eucaristía”. Una síntesis de su propia vida.

No tenía ninguna vergüenza de pedir, y allí también aplicaba su elocuencia para despertar la generosidad del otro… no para sí, sino para sus obras, especialmente para su hija predilecta, la Escuela Padre Lamas. Recuerdo su reacción una vez que la escuela fue víctima de actos vandálicos: eran los sentimientos de un padre que sufre por una agresión a su hija.

Por lo que me contaron sus feligreses, nunca fue un hombre de muchas ni largas reuniones; menos aún en sus últimos años. Sin embargo, como pude notar y admirar, sabía administrar sus fuerzas y sus tiempos, para hacerse presente allí donde un grupo estaba reunido o se estaba desarrollando una actividad. Quien quisiera encontrarlo, lo encontraba en su despacho, disponible… y desde el escritorio, teléfono en mano, organizaba la vida parroquial: “Fulano: ¿vas a venir a la Vigilia Pascual? ¿cómo que no sabés? Ah, sí, así me gusta: te toca la primera lectura.”

Mi llegada, en cierta forma, le planteó un problema: ¿qué tarea asignarme? Yo ya había escuchado historias como la de un párroco de Young que recibió a su teniente (como se decía antes) diciéndole “Ud. rece el breviario, que de lo demás me encargo yo”. El P. Caballero no descargó en mí nada de lo que él hacía. Hizo algo mejor: abrirme horizontes. Así, me presentó a la comunidad del Salón Nuestra Señora del Pilar, me pasó la lista de los jóvenes que se habían confirmado para que los buscara y reuniera, me propuso que yo celebrara la Eucaristía en otro horario, dando más posibilidades a los fieles de concurrir a la Misa diaria…

Después de haber promovido la fundación de las parroquias de Quebracho –que acaba de celebrar su cincuentenario– y San José Obrero, para 1992 y con ocasión del V Centenario de la Evangelización propuso la creación de una tercera y proyectó la iglesia, que quería dedicar a Nuestra Señora del Pilar. “El Obispo no me llevó el apunte”, me dijo, mientras me mostraba unos planos del templo parroquial proyectado. No fue, entonces, parroquia, ni se usaron aquellos planos, pero allí está la capilla que él una vez soñó ver levantada.

Con su salud deteriorada, con su vida gastada al servicio de los demás, dispuesto “a morir acá”, como me dijo una vez, señalando el escritorio de su despacho parroquial, era consciente de que su partida era cercana: “estoy jugando los descuentos –escribió a un sacerdote amigo– sólo espero que el árbitro sea misericordioso al dar el pitazo final”.

Con esa conciencia, no dejó de señalarme algunas de sus últimas voluntades y de sus previsiones para el futuro de la Parroquia y de la Escuela, mostrando una confianza que me hizo sentir muy honrado y comprometido, pero, sobre todo, actuando como el padre que quiere asegurar el futuro de sus hijos.

Estas son algunas de las cosas que me hacen recordarlo con cariño, y tener la convicción de que sigue acompañando a su comunidad e intercediendo por ella, participando ahora en la Liturgia Eterna, como “hombre de la Eucaristía”, unido para siempre a la Acción de Gracias de Jesús al Padre.

Unidos en este recuerdo, saludo cordialmente a la Comunidad Parroquial, a la Comunidad Educativa de la Escuela P. Lamas, a las Hermanitas de la Asunción, a las Religiosas del Verbo Encarnado y al párroco, mi compañero de Seminario y presbiterio de Salto, P. Jesús Weisensee. Que el Señor Jesús los guarde en su Sagrado Corazón, los una en Comunión y los anime siempre en la Misión.

+ Heriberto, Obispo de Melo, “Padre Beto”
Segundo párroco de Sagrado Corazón de Jesús, Paysandú (1993-2003)

No hay comentarios: