martes, 30 de julio de 2013

Homilía de despedida de los uruguayos en la Parroquia Rosario de Fátima, Taquara, Río de Janeiro



Queridas hermanas, queridos hermanos:

Allá por los años 60, cuando yo era niño, comencé a gustar de la música brasileña con una canción de Chico Buarque: A Banda.
La canción contaba todas las cosas bonitas que acontecieron mientras pasaba la banda, cantando cosas de amor.
Sin embargo, después que pasó la Banda, “Tudo tomou seu lugar”: todo volvió a ser igual, todo volvió a ser como era antes.
¿Qué pasará en Río después del pasaje del Papa Francisco y los jóvenes?
Más importante aún: ¿Qué pasará en la vida de cada uno de nosotros?
Yo creo que nada volverá a ser igual.
Para que nada vuelva a ser igual, nos llevamos para seguir meditando los mensajes que el Papa Francisco nos dio con sus palabras y con sus actos.

Siguiendo el ejemplo del Papa, yo también quiero dejarles tres palabras, que tienen mucho que ver con lo que hemos vivido con esta comunidad de Rosario de Fátima.
Ellas son:
- Gratuidad
- Gratitud
- Generosidad

Gratuidad (Gratuidade)
¿Dónde está la gratuidad?
La gratuidad está cuando recibimos algo sin tener que pagar un precio.
Y está también cuando damos algo sin recibir ni esperar un pago.
La gratuidad es propia del amor verdadero.
Esa gratuidad la hemos encontrado en los voluntarios y en las familias de Rosario de Fátima.
Esa gratuidad la vivimos en la fe, en nuestra relación con Dios.
Es la gratuidad del amor de Dios:
"En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10; cf. Jn 4, 19).
Nosotros hemos recibido el amor de Dios.
No hemos pagado por Él ningún precio.
Dios no nos ha pedido que lo amemos primero:
“Nosotros amamos a Dios, porque Él nos amó primero” (1 Jn 4,19)
Pero si no hemos tenido que pagar un precio por lo que recibimos, no debemos olvidar que otros “han pagado”:
- Muchos pusieron sus dones, su tiempo y también su dinero para que todo esto fuera posible.
- La comunidad trabajó para poder brindarnos muchas cosas que hemos recibido en estos días.
- Las familias han tenido también sus gastos para alojarnos
- Todos dieron mucho de su tiempo para dedicarlos a nosotros.
- Más todavía, todo lo hicieron con cariño, con mucho amor.
Mas, el amor de Dios, ¿tiene también un precio?
¿Tiene precio la Gracia de Dios?
Sí, pero no es un precio que pagamos nosotros:
El precio de la Gracia de Dios es la sangre de Cristo.
Cuando hablamos de la Sangre del Señor, decimos que es “la preciosa sangre de Cristo”. Su sangre es el precio de su amor por nosotros:
“Ustedes han sido comprados por un precio” dice San Pablo (1 Corintios 6,20 y 7,23)
"En Él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros" (Efesios 1:7-8).

Cuando miramos todo el amor que hemos recibido de los hermanos y de Cristo, cuando nos damos cuenta de que nada merecíamos, se abre camino otro sentimiento. Ese sentimiento es la segunda palabra:
Gratitud (Gratidão)
Hace muchos años, Roberto Carlos cantaba:
“Eu vou pedir… que os homens jamais se esqueçam de agradecer”: Voy a pedir… que los hombres jamás se olviden de agradecer.
Por eso, nuestro grupo quiere hoy agradecer.
Decirle al Señor y a cada uno de ustedes:
“Gracias (Obrigado) Señor. Agradezco (Agradeço) hermanos y hermanas”

Y cuando, de verdad, hemos sentido la Gratuidad del amor, y respondemos con nuestra Gratitud, no podemos menos que responder con la tercera palabra:
Generosidad (Generosidade)
Sentimos que no podemos dejar ni olvidado ni guardado todo lo que hemos recibido.
Los apóstoles decían “no podemos dejar de anunciar lo que hemos visto y oído”.
Así nos vamos nosotros.
Con el corazón repleto de todo el amor recibido gratuitamente de la comunidad, de los voluntarios, de las familias.
Con el corazón repleto de agradecimiento por todo lo que nos han entregado en estos días.
Con el corazón repleto con las enseñanzas del Papa Francisco, que muchas veces nos ha pedido que seamos generosos.
A cada uno de nosotros nos gustaría mucho poder recibirlos un día en Uruguay. Poder atenderlos como Uds. lo han hecho con nosotros.
Dios quiera que pueda ser así… pero, si no es así, que aprendamos a ser generosos como Uds. lo han sido con nosotros.
Que tengamos la misma disponibilidad, la misma gratuidad para servir a nuestros hermanos, para anunciar el Evangelio, para salir al encuentro de los que están más alejados, para ser mensajeros de la Esperanza de Cristo.

Es hora de despedida…
El domingo pasado, cuando Dom Oraní despedía al Papa Francisco, dijo que Río ya tenía saudade de todo lo vivido durante la visita.
Hoy somos nosotros los que estamos aprendiendo lo que significa saudade. Estamos sintiendo saudade de la JMJ vivida con Francisco, mas también, y mucho, vivida con la comunidad de la Parroquia Rosario de Fátima y con las familias que nos acogieron aquí en Tacuara.
¡Qué nada vuelva a ser igual!
¡Qué todas las Gracias recibidas den fruto!
¡Que el Señor los bendiga con todo su amor!
¡Amén!

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