jueves, 8 de agosto de 2013

Presbíteros y Obispos del Uruguay, en encuentro de diálogo, reflexión y oración

Jacinto Vera: quería sacerdotes "santos, sabios y apostólicos"
Los días 6 y 7 de agosto se realizó en Florida el XIX Encuentro de Obispos y Presbíteros del Uruguay. Se trata de una instancia de reflexión y diálogo, organizada por la Comisión Nacional del Clero, organismo de la Conferencia Episcopal del Uruguay, presidido por Mons. Julio Bonino, Obispo de Tacuarembó y cuyo secretario ejecutivo es el P. Luis Fariello, párroco de Santiago Vázquez, Montevideo.

El objetivo de este encuentro fue buscar caminos para implementar una Pastoral del Clero, es decir, el acompañamiento a los sacerdotes en su vida espiritual, en el ejercicio de su ministerio y en su formación permanente.

Junto a los Obispos estuvieron los integrantes de la Comisión (un sacerdote por cada una de las diez diócesis) y tres delegados de cada diócesis, tanto del clero secular como de los religiosos.
La representatividad de la asamblea no estuvo limitada a lo territorial: participaron sacerdotes de diversas generaciones, desde los que tienen apenas unos meses de ordenados hasta los veteranos que siguen en la brecha, como Mons. Roberto Cáceres, Obispo emérito de Melo. También la diversidad se refleja en las nacionalidades. Junto a la mayoría de uruguayos aparecen italianos, españoles, argentinos, mexicanos y colombianos.

Luego de la oración inicial, y de la bienvenida de Mons. Bonino, la primera mañana se ocupó en la escucha de testimonios de vida: Mons. Jacinto Vera, primer Obispo uruguayo, que quería sacerdotes “santos, sabios y apostólicos”; el Padre Cacho (Isidro Alonso) “cruzador de fronteras”, conocido por su compromiso vital con los más pobres; el P. Miguel Matonte, párroco de la Catedral de Florida, figura muy querida por el clero nacional. Todo ellos fueron evocados por quienes los estudiaron o conocieron. Luego, Mons. Cáceres habló en representación de la generación mayor, y los Padres Leonel Cassarino y Jorge Armas, con cinco años de ordenados, en nombre de los jóvenes.

A partir de lo escuchado, en cinco grupos, presbíteros y obispos analizaron las fortalezas y debilidades de la vida de los presbíteros.

Aparecieron así testimonios de vidas entregadas con mucha generosidad y alegría, pero también signos
de fatiga y necesidad de renovación. Preocupa también la soledad de muchos sacerdotes a cargo de grandes parroquias, sin posibilidades de encuentro con otros presbíteros para la oración en común y el diálogo.

La jornada culminó con la Eucaristía presidida por Mons. Wirz, presidente de la CEU.

El trabajo de la mañana del martes, luego de un tiempo de oración, se inició con una exposición del P. Carlos Silva, de la Diócesis de Salto, quien presentó una propuesta de formación permanente cuyo eje es la fidelidad, marcando contenidos adecuados a cada etapa de la vida sacerdotal. Espiritualidad sacerdotal, afectividad y castidad son temas centrales en un camino de fidelidad. Sugirió adoptar en la formación permanente el itinerario de formación propuesto en el Documento de Aparecida (Nº 278) para todos los “discípulos-misioneros”, con sus cinco pasos: encuentro con Jesucristo vivo, conversión, seguimiento, comunidad-comunión y misión.

Fray Jerónimo Bórmida ofm cap expuso, en su personal estilo, los desafíos del cambio de época: cambio “axial”. Señaló las posibles tentaciones del “repliegue”, una afirmación cerrada de la identidad o la del “subsistir a toda costa”, en una apertura indiscriminada donde todo se desdibuja.
A partir de las exposiciones, los presbíteros y obispos continuaron su reflexión, concluyendo con una serie de propuestas y recomendaciones en orden a formular una pastoral para “cuidar a los que cuidan”, es decir para el acompañamiento y la formación permanente de los sacerdotes.

Las jornadas concluyeron con la Misa presidida por Mons. Julio Bonino, Obispo de Tacuarembó, presidente de la Comisión Nacional del Clero, quien tuvo palabras muy cargadas de emoción al dirigirse a los participantes y animarlos no solo en su servicio y entrega cotidiana, sino en esta complementaria y necesaria tarea de “cuidarnos unos a otros”.

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