domingo, 29 de diciembre de 2013

La Diócesis de Melo agradeció la presencia de la comunidad salesiana que se despidió tras más de medio siglo de siembra generosa



En 1959 la Congregación Salesiana abrió una comunidad en Melo, ofreciendo a esta ciudad el Liceo Mons. Lasagna, "el Sale". El P. Orestes Santiago Nuti fue su primer director, poco tiempo después nombrado Obispo de Melo. En 1994 se crea la Parroquia Santo Domingo Savio y San Carlos Borromeo, cuyo templo está unido al centro educativo pero abarca un importante área de la ciudad. Seguiría luego la Obra social, actualmente con tres centros en convenio con INAU. Desde hace cuatro años, la congregación tomó la decisión de retirarse de Melo y fue haciendo un proceso para que continuara el camino del Liceo, la Obra Social y la Parroquia. A ello se refiere Mons. Heriberto en uno de los pasajes de su homilía en la Misa de despedida y agradecimiento que se celebró ayer en el templo parroquial. Con el obispo concelebraron el P. Néstor Castell SDB, Inspector Salesiano, el P. Pedro Incio SDB, el último de la comunidad que se retiró ayer, y los PP. Reinaldo Medina y Mimmo Baldi, que acompañaron también a la comunidad parroquial en esta Eucaristía.

Homilía de Mons. Heriberto 


Primer domingo después de Navidad, fiesta de la Sagrada Familia. Con esta celebración hemos llegado al punto de un camino en el cual los Padres Salesianos de Don Bosco cierran su presencia como comunidad aquí en Melo. Pero, noten bien, que digo “al punto de un camino”, no “al final de un camino”, porque este camino continúa, de otra forma.

No puedo ocultar que esta partida, largamente anunciada y preparada me deja, nos deja a muchos una gran tristeza, y también inquietud por el futuro. Pero no quiero que hoy sean esos los sentimientos que prevalezcan, porque lo que tiene que prevalecer es la gratitud. Gratitud por una historia, por un legado espiritual y gratitud hacia quienes estuvieron aquí hasta el final, sin recortar nada de su entrega de cada día.

Los salesianos se van… pero aquí queda mucho de ellos. La presencia Salesiana en Melo se inició aquí al lado, con el Liceo, cuyo primer director fue Mons. Orestes Santiago Nuti, después Obispo de Melo y luego Obispo fundador de la Diócesis de Canelones. Hoy, con el nombre de “Instituto Mons. Luis Lasagna”, el nombre de un obispo misionero salesiano, el Liceo sigue adelante. Un grupo de laicos que se formó en la tarea docente en esta casa, que se impregnó del espíritu de Don Bosco, educador y maestro de la juventud, con entusiasmo se puso al hombro el liceo. A pedido de ellos, el Instituto tiene el reconocimiento del Obispo como una obra de educación católica y se ha encaminado y así esperamos que continúe. Y porque estamos hablando de educación, no queremos olvidar que en este ámbito funciona también el Colegio Agustín de la Rosa, inspirado en el carisma de Santa Joaquina Vedruna, y que sigue teniendo aquí su espacio.
En el barrio Feder, junto a la capilla San Juan Bautista, la obra social, con sus tres centros, continúa bajo la dirección salesiana, a través de la organización que regula las muchas obras sociales de la congregación. No sólo están al frente laicos que responden a la congregación, sino que habrá el debido acompañamiento y apoyo regular, continuado, de los salesianos.
Y aquí estamos en la Parroquia Santo Domingo Savio y San Carlos Borromeo, que vuelve a la responsabilidad directa de la Diócesis. La parroquia abarca una gran área de la ciudad de Melo, incluyendo la ya mencionada capilla San Juan Bautista y la Capilla Santa Cruz, donde están las hermanas Carmelitas de Vedruna.

Por el colegio, por la parroquia, por la obra social, han pasado muchos salesianos… yo no tengo la memoria de todos, pero voy a nombrar a que los conocí en distintas circunstancias. Cuando yo estaba en Paysandú, conocí al P. Manuel Oriental Pías, sanducero, que fue miembro de la primera comunidad salesiana de Melo; al P. Pancho Furtado, que tuvo una parte importante en la creación de la obra social. A los PP. Walter Coccoza y Jimmy Young, que me recibieron fraternalmente en esta casa, cuando vine a Melo por primera vez en mi vida, sin ser todavía obispo, simplemente de paseo, en enero del año 2000. Y, desde luego, recuerdo a los que han pasado desde que llegué aquí como Obispo de Melo: los PP. Walter Rodríguez, Sergio Álvarez, Juan Gastón Dubourdieu, Francisco Martínez y, por supuesto, Pedro. Seguramente Uds. tienen en la memoria muchos otros. Guardemos siempre ese recuerdo y esa gratitud.

Hace algún tiempo, miembros de esta comunidad me expresaron su inquietud sobre el destino de la parroquia. Coincidimos en el mismo deseo: Domingo Savio, la parroquia tiene que continuar como tal. Desde hace mucho la Diócesis y yo personalmente, venimos haciendo gestiones para conseguir sacerdotes en Italia, en Polonia, en México, en Brasil, en Argentina, diocesanos, religiosos… hasta ahora, esos esfuerzos no han dado resultado, pero seguimos en el empeño.
Entonces esta parroquia pasa a ser una comunidad en espera de sacerdote, en una situación provisoria, que procuraremos atender con las ayudas de que dispongamos. El P. Reinaldo, párroco de Aceguá, va a venir en enero manteniendo la Misa dominical en Domingo Savio. [El P. Mimmo, que cada año pasa, varias veces, algunos días en Melo, también se ha ofrecido a dar una mano]. Y si en Semana Santa no hay todavía un sacerdote, aquí vendrá el Obispo para celebrar el momento litúrgico más importante tiempo de nuestra fe.

Contemplando hoy a la Sagrada Familia, podemos aprender o confirmar lo que necesitamos para que aquí siga habiendo una parroquia. Una parroquia no es un templo, no es un territorio, aunque esas cosas sean importantes. Es, ante todo, una comunidad. Como decía San Pedro, es “un templo de piedras vivas”. Una comunidad no es un montón de gente que se encuentra en un momento, donde vino cada uno por su lado y por su lado se va cada uno. Una comunidad es gente que se relaciona, que se conoce, que se cuida, que se quiere. Una comunidad parroquial es una comunidad de fe, con su centro en Cristo, unida en la comunión, sintiéndose parte de toda la Iglesia, en comunión con las demás parroquias de la diócesis, en comunión con su Obispo, en comunión con el Papa. Esa comunidad necesita su pastor propio, su párroco, que presida la Eucaristía, que celebre los sacramentos. Que descubra los dones que el Espíritu Santo le entrega a cada uno para el servicio de la comunidad y los ayude a ponerlos efectivamente en ese servicio. Alguien que acompañe, que reúna, que coordine… que ayude a formarse a los catequistas, a los animadores, a todos aquellos que prestan un servicio dentro de la comunidad. Seguimos rezando, seguimos en espera de ese pastor, de ese párroco, pero seguimos también trabajando, construyendo cada día el templo de piedras vivas. Esas piedras vivas que somos cada uno de nosotros.
Y decía que esto lo podemos hacer mirando a la Sagrada Familia, porque ella es el ejemplo de cómo nos cuidamos, de cómo nos acompañamos unos a otros. Hoy vemos a esa familia en una situación de inquietud, de incertidumbre. Vemos a José, despertado en medio de la noche por el aviso del peligro. Lo vemos despertando a María y a Jesús para decirles que hay que marcharse ya, sin demora; que la vida del niño corre peligro. ¡Qué feo es despertarse así, de improviso! ¡Qué feo es salir, así de apuro, en medio de la noche!... pero ¡qué decisión importante! ¡Qué capacidad de ponerse a la altura de la situación y hacer lo que se tiene que hacer! Y luego, la paciencia… los años en Egipto, en tierra extraña, hasta que el peligro pase y se pueda volver.
A San José, que es el custodio de la Sagrada Familia, vamos a confiarle esta comunidad. Vamos a recordar cómo el Papa Francisco nos habló de José el día en que inauguró su ministerio como Obispo de Roma. Decía Francisco:
“¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio (…) José es ‘custodio’ porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado. Sabe cómo leer con realismo los acontecimientos. Está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. En él (…) vemos cómo se responde a la llamada de Dios: con disponibilidad; con prontitud. Pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás”.
Hasta ahí las palabras del Papa. Con esta actitud que nos enseña José, y bajo su protección, sigamos este camino que no termina aquí. Sigamos cuidándonos unos a otros, manteniendo siempre unida la comunidad, sin desfallecer en la esperanza.

Dije al principio que el sentimiento que tiene que marcar nuestra celebración es la gratitud. Aquí están el P. Inspector, Néstor Castell, … y el P. Pedro Incio. En ellos, y en nombre de toda la Diócesis de Melo, quiero agradecer a la Congregación Salesiana todo lo que han sabido brindarnos a lo largo de estos años y todo lo que nos dejan para que este camino siga.
Pero permítanme también, como antes lo hicimos con el P. Paco, un agradecimiento un poco más personal a Pedro. Porque Pedro no sólo se quedó hasta el final, sino que estuvo presente de verdad, en cada acontecimiento diocesano, con la gente de esta comunidad, expresando siempre una profunda y sentida comunión con la Iglesia diocesana y con su Obispo. A Pedro le debo muchos momentos de escucha y de buen consejo. Yo quiero hacerle a él un regalo simbólico. Lo de simbólico no es porque no se lo vaya a llevar, porque quiero que se lo lleve: es algo muy grande en su significado, pero a la vez muy sencillo y que no le va a ocupar mucho lugar.

[Entrega del obsequio]

Es una traducción de los cuatro Evangelios que a Pedro le gustó mucho. Y se la entrego como agradecimiento y reconocimiento, para que la Palabra de Dios lo siga acompañando y sosteniendo en su nueva misión. Y en la persona de Pedro, y en este gesto, agradezco a toda la congregación salesiana. Que el Señor sea, para todos nosotros, alegría y fortaleza. Amén.


Palabras de una laica al final de la Misa


Cuando hace más de 50 años llegó a Melo aquel grupo de Salesianos, encontraron una ciudad del interior con gente solidaria, tranquila y luchadora. Levantaron este edificio alto para una ciudad de barrios pobres y calles de tierra, casi al límite del centro con la periferia, en la calle que llevaba a las zonas rurales.
Enfrentaron todo un desafío de educación: humana, religiosa y para la vida. Crearon una casa abierta a las muchas necesidades de una ciudad inquieta que crecía velozmente. Un estadio que recibía a todos los gurises del barrio, que en “el Sale” encontraban el mágico lugar para sus juegos y un espacio que se prestaba para todo evento deportivo.
La banda musical educó a muchos jóvenes y deleitó a todos los que tarde a tarde gustaban de escuchar sus ensayos.
Melo creció y el liceo quedó en medio de muchos barrios. Fue necesario abrir las puertas a otros desafíos. La obra social Picapiedras y la chacra los empujó a vivir otra realidad: la pobreza, los conflictos, el deseo de muchos de salir adelante. Y ahí estaban ellos, solidarios, bohemios, soñadores, dispuestos a dar el todo por el todo.
¿Cómo decir gracias a más de 50 años de entrega generosa hacia los demás? No hay palabras para una siembra de amor tan grande. El “gracias” ha sido dado poco a poco, gota a gota, durante todo este tiempo.
Han recibido el gracias de cada alumno que por su casa ha pasado, en cada alma que con el consejo el camino recto ha encontrado. El gracias del oratorio que domingo a domingo acogía y educaba a tantos gurises. El agradecimiento de todo Melo que siempre tuvo en “el Sale” un lugar de esparcimiento.
Cada uno de los que pasó se fue llevando de Melo un gracias por esa gran siembra de amor que seguirá floreciendo y dando frutos en el camino del Señor.

"HACIENDO MEMORIA” (canción)

(Con la música de "A mi gente")

Mirando a Melo desde el 59.
calles estrechas de tierra y sin cordón
vemos llegar a hombres con sotanas,
y aquel gigante que allí se levantó.

Son Salesianos que llegan hasta el pueblo
trayendo de la mano la buena educación.
Son misioneros que traen la esperanza,
las Bienaventuranzas de un Jesús Salvador.

Lindos domingos de fútbol y meriendas,
un Baldasini que un estadio fundó
líder y ejemplo de grandes muchachadas,
un Víctor Grasso que su vida dejó.

Los oratorios junto a la gurisada
Y este Don Bosco que siempre acompañó.
Domingo Savio bendice desde el Cielo
a tantos que en su vuelo María cobijó.

Pasan los años y dejan las sotanas,
pasa la banda que a tantos deleitó.
Melo se agranda y crecen las barriadas.
Se necesita su colaboración.
Los Picapiedras se gestan en un Barrio
al frente de Don Pancho tranquilo y bonachón.
Y allá en la chacra y junto a la pobreza,
trabajan con esmero por un mundo mejor.

Haciendo huellas para anunciar el Reino
Entrega generosa por el Pueblo de Dios
Padres amigos, bohemios solidarios,
protagonistas de un Melo que cambió:
sigan la ruta de fe y de esperanza,
que Melo nunca olvida esa siembra de amor.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Oración de las Familias - Misa de Navidad en San José Obrero, Treinta y Tres

Murillo, La Sagrada Familia del Pajarito


Haz, Señor,
que en nuestra casa,
cuando se hable,
siempre nos miremos a los ojos
y busquemos crecer juntos;
que nadie esté solo,
ni en la indiferencia
o el aburrimiento;
que los problemas de los otros
no sean desconocidos o ignorados,
que pueda entrar quien tiene necesidad
y sea bienvenido.

Señor,
que en nuestra casa sea importante el trabajo,
pero no más importante que la alegr´çia;
que la comida sea el momento de alegría y conversación;
que el descanso sea paz del corazón y del cuerpo;
que la riqueza mayor sea estar juntos.

Señor,
que en nuestra casa el más debil sea el centro de la atención;
que el más pequeño y el más viejo sean los más queridos;
que el mañana no nos dé miedo,
porque Dios está siempre cerca;
que cada gesto esté lleno de significado;
que te demos gracias por todo lo que la vida nos ofrece
y tu amor nos da.

Señor,
que nuestra casa sea lugar de acogida
como la casa de Nazaret.
Amén.

martes, 24 de diciembre de 2013

Homilía en la Misa de Nochebuena

"Natividad", Gerard van Honthorst, 1622
Queridas hermanas, queridos hermanos:
¡Feliz y Santa Navidad!

Estamos reunidos esta noche para celebrar el nacimiento de Jesús.
En una región periférica del Imperio Romano, en la provincia de Siria (de la que Tierra Santa formaba parte en aquel tiempo), en un pequeño pueblo de la montaña de Judá, en una cueva donde hallaba refugio y alimento el ganado, María da a luz a su hijo, lo envuelve en pañales y lo acuesta en una especie de cajón de madera, lleno de forraje: el pesebre. José, esposo de María, recibe como hijo a ese niño que ha sido engendrado en María por obra del Espíritu Santo. Todo sucede en el silencio, en la penumbra. Discretamente.

Cerca de allí, los pastores se turnan para cuidar sus rebaños. De pronto, los envuelve una claridad inesperada. Se atemorizan. Un ángel les dice “no teman. Les anuncio una gran noticia, una gran alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David les ha nacido el Salvador”.
Una multitud de ángeles colma el cielo cantando “gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres amados por el Señor”.
Los pastores, guiados por las indicaciones del ángel, llegan al lugar del nacimiento y rodean cariñosamente a la sagrada familia.

Muchos artistas han representado esta escena. Tal vez las obras más expresivas son aquéllas donde la luz que ilumina los rostros viene del Niño. Es que Él es el Verbo, la Palabra eterna del Padre, “la luz de los hombres”, “la luz del mundo”. “La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron”, dice San Juan (1,5).

Ese niño “recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre” es el mensaje del Padre Dios a la humanidad. Mensaje de amor. Mensaje de humildad. Mensaje que quiere ganar los corazones de todos, hacer de cada corazón un pesebre donde el Hijo de Dios pueda nacer.

Cur Deus Homo? “¿Por qué Dios se hizo hombre?” se preguntaba San Anselmo de Canterbury, mil años después del nacimiento de Jesús. “Por nosotros y por nuestra salvación bajó del Cielo”, responde el Credo de nuestra fe. Por su encarnación, al hacerse uno de nosotros, el Hijo de Dios se ha unido en cierta forma a todo ser humano (Gaudium et Spes 22).

Con esto, Dios nos está dando la medida del valor que toda vida humana tiene Él. ¡Cuánto vale para el Señor la vida de cada una de sus criaturas! ¡Cuánto vale la vida de cada uno de nosotros! ¡Cuánto vale la vida de cada persona con la que nos hemos cruzado hoy! Vale enormemente la vida de esas personas buenas, queridas… pero también la de los otros: el Padre nos mira a todos como sus hijos e hijas y nos llama a volver a Él de corazón. Para eso ha enviado a su Hijo. ¡Para eso Dios se ha hecho hombre en Jesucristo! Por eso ha nacido en el pesebre oscuro, por eso dará su vida en la Cruz.
En estos días escuchaba un viejo villancico:
San José y María y Santa Isabel
vagan por las calles de Jerusalén
preguntando a todos del Niño Jesús…
Uno podría pensar que estamos ante el misterio del Niño perdido y hallado en el templo… pero no; la estrofa termina diciendo:
Todos les responden que ha muerto en la Cruz.
De esta manera dramática, la estrofa popular une el pesebre y la cruz. El nacimiento del que morirá en la Cruz acontece en la oscuridad, como aquélla que cubrirá la tierra a la hora de su muerte, la hora nona (tres de la tarde). La claridad que inunda a los pastores en medio de la noche anticipa la luz esplendorosa de Cristo saliendo del sepulcro en la madrugada de la Resurrección. Todo por amor. Todo por nosotros y por nuestra salvación…

Por eso, cada acto de amor que podamos tener hoy –y siempre–; cada acción solidaria y generosa; cada gesto de perdón y reconciliación, se hacen más grandes en unión con Jesús, porque al hacerlos, estamos participando de su misión.

Y para que vivamos en verdadera unión con Jesús, el Papa Francisco nos dice:
“Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque «nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor».” (Evangelii Gaudium 3)

Y porque nadie queda excluido del llamado de Jesús, todo aquel que se anima a dar el paso de buscarlo, encuentra la alegría. Vuelvo a tomar las palabras de Francisco:
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.” (EG 1)

Que esta alegría que nos trae el encuentro con el Señor llene los corazones de cada uno de Uds. y de sus familias en esta Noche Santa.
Así sea.

+ Heriberto, Obispo de Melo

lunes, 23 de diciembre de 2013

Mensaje de Navidad del Obispo de Melo


“No teman, pues les anuncio una gran alegría,
que lo será para todo el pueblo” (Lucas 2,10)

Una gran alegría. Para todo el pueblo. ¿Qué más podríamos pedir? A lo largo de la vida conocemos alegrías personales, compartidas con los más cercanos; alegrías familiares; alegrías de grupos humanos de los que formamos parte… es más raro participar de una alegría “para todo el pueblo”. Se dan también, con algunos logros deportivos… pero son efímeras. Soñamos con el momento en que puedan repetirse.

Una gran alegría. Profunda y desbordante. Llega hasta lo más hondo de nuestro corazón, allí donde está lo que más importa, lo que realmente importa… y a la vez se manifiesta, se comunica, incluso más allá de nuestra intención, a todos los que nos rodean. Pero cuando esa alegría es sentida por todos, es compartida, se multiplica, se realimenta.

Una gran parte del mundo festeja la Navidad. Muy temprano aparecen los distintos decorados que la anuncian. Sin embargo, entre Papás Noel, arbolitos, guirnaldas y globos, hay una extraña ausencia. Tal vez el pesebre oscuro, el buey, el burrito, las ovejas, los rudos pastores no encajen en el cuadro… sin embargo, el lugar, los animales y los hombres fueron el marco del acontecimiento más grande de nuestra historia humana: Dios entró en esta historia. Se hizo uno de nosotros. María lo dio a luz. José se hizo para él un padre y le dio el nombre de Jesús: “Dios Salva”.

Él es la causa de la alegría de Navidad. Él es el motivo de la fiesta. “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”, nos dice el Papa Francisco en su reciente exhortación apostólica.

Que en esta Navidad el Niño de Belén sea causa de gran alegría. Para cada uno. Para todo el Pueblo. ¡Feliz Navidad!

+ Heriberto, Obispo de Melo

domingo, 15 de diciembre de 2013

Homenaje a María del Carmen en el Colegio de Enfermeras del Uruguay, 2001

El Licenciado en Enfermería Juan Pablo Apollonia es actualmente Director del Hospital de Young. El 11 de diciembre de 2001 fue invitado por el Colegio de Enfermeras del Uruguay, al que pertenece, para hacer uso de la palabra en un homenaje que se le rindió, junto a otras Enfermeras, a María del Carmen Fernández de Bodeant.

Reconocimiento a la Lic. Enf. María del Carmen Fernández


11 de Diciembre de 2001

Me han solicitado que diga algunas palabras sobre la Lic. María del Carmen Fernández. Quiero previamente realizar 2 consideraciones importantes.

En primer lugar, decirles que es para mi un honor poder hablarles de María del Carmen. Creo que esta es una de esas buenas oportunidades que a veces nos da la vida: la de poder reconocer públicamente a personas que fueron importantes a la hora de realizar nuestra opción vocacional. María del Carmen fue mi profesora de Biología en 5to y 6to años de bachillerato y es directamente responsable de que yo pensara en Enfermería como una de las posibilidades de estudio.

En segundo lugar quiero expresar que mucho de lo que voy a contarles está escrito por María del Carmen, en una serie de artículos que ella ha titulado “Evocando” y que a partir de hoy quedan a vuestra disposición en el CEDU (Colegio de Enfermeras del Uruguay).

Y ahora vayamos a lo que nos interesa.

María del Carmen nace el 20 de Octubre de 1920, séptima hija de una familia de comerciantes, en el norte de España. El recuerdo de su tierra es una constante en su vida, como ella misma lo evoca en esta copla:

“Soy asturiana, lo soy de verdad,
soy del pueblín de Loredo
todo el que nace en Asturias
puede ya decir que nació en el cielo”

Su infancia trascurre en el pueblo de Loredo del cual atesora recuerdos que no duda en compartir: “me veo en la buhardilla de la casa paterna, mirando a través de las ventanas que ocupaban el ancho de la misma, la nieve cae en suaves copos y cubre en blanco manto el huerto que esta abajo. En la buhardilla, Madre tiene su colección de plantas de begonia que adornan el antepecho de las ventanas. Y me veo allí cantándole al invierno...”

María del Carmen se define a sí misma como “crisol de razas o etnias de caracteres opuestos, conservando en el fondo de su corazón el amor al terruño”.

En el año 1932 la situación en España es difícil, se avizora la guerra civil y los hermanos mayores, radicados en Uruguay, piden a su madre que deje España. Así con 12 años, María del Carmen llega a Uruguay.

La familia se instala en Montevideo. María del Carmen termina la escuela en el barrio Capurro y luego cursa liceo y preparatorios de Medicina. Aunque es clara su inclinación por la enseñanza, decide ingresar en Facultad de Medicina, donde cursa primer y segundo año. Buscando la independencia de su familia, se entera de la existencia de la Escuela de Nurses “Dr. Carlos Nery” que ofrecía internado. Se presenta y es aceptada en 2º año. Se gradúa el 6 de diciembre de 1945.

El 8 de Diciembre de ese mismo año comienza a trabajar en playa Malvin y a los pocos días en la Colonia de Vacaciones de Piriapolis. Luego del verano se desempeña en el sanatorio de Las Piedras y en el Sanatorio Pacheco.

En el año 1948 se encuentra en el Hospital Pereira Rossell, primero como suplente de Maternidad y luego como efectiva en Vías Urinarias.

Siempre deseó trabajar en el interior del país y es por ello que en 1951 recibe con entusiasmo el cargo de Nurse en el Centro auxiliar de Sarandi del Yi. Dentro de las tareas desarrolladas allí se encuentran los primeros cursos de Enfermería que la reencontraron con su vocación docente, la cual será a partir de entonces una constante a lo largo de su vida profesional.

En 1952 obtiene una beca del SCISP (Servicio Cooperativo Interamericano de Salud Pública), de la cual egresa como Enfermera Sanitarista. Terminada la misma se incorpora al SCISP desempeñándose en Artigas, Treinta y Tres y Cerrito de la Victoria.

Y finalmente, el 9 de Abril de 1953, llega a Young. Con el correr de los años María del Carmen se convertirá en hija adoptiva de nuestra querida ciudad.

En 1954 contrae matrimonio con Heriberto Bodeant, de allí que, si estuviéramos en Young, les hablaría de la Nurse Bodeant, como todos la conocemos desde hace años, dentro y fuera del ámbito hospitalario. Tiene 4 hijos.

Describir las tareas que María del Carmen desarrolla en Young a partir de ese momento sería muy extenso, pero aceptando el riesgo de olvidarme de algo, voy a nombrar algunas.

Participa activamente en la puesta en marcha del Centro de Salud que encuentra recién inaugurado a su llegada. Quiero destacar dos aspectos que desarrolla en forma considerable:

Por un lado la tarea educativa, que encara tanto a nivel del Centro como a nivel comunitario, tanto en la ciudad como en la zona rural, definiendo claramente un rol educador de enfermería, que convertirá a la profesión en claro referente a la hora de tratar temas de salud en los diferentes ámbitos comunitarios.
Diploma de reconocimiento por el 100%
de vacunación en Río Negro

Y por otro lado es clave su contribución al desarrollo y aplicación de un plan de vacunación que culminará en 1989 con el reconocimiento de OPS por haber logrado el 100% de niños vacunados.

Permítanme decirles algunas palabras sobre la postura crítica que asume María del Carmen, junto a otras enfermeras del país, cuando el MSP resuelve pasar la vacunación a la Comisión Honoraria de Lucha Antituberculosa. Ella misma nos cuenta: “el hecho parecía irreversible. En biología decimos que un animal cuyo ambiente cambia bruscamente tiene tres opciones: emigra, se adapta o muere. Emigrar o morir equivalía a cerrar el Vacunatorio de los Centros de Salud y muchos departamentos lo hicieron. Quedaba la adaptación.” Fue así que en el Centro de Salud de Young enfermería continuó vacunando, quedando las escuelas y la zona rural a cargo del Centro Tisiológico.

A nivel hospitalario desempeña tareas de anestesia, entre los años 1954-1970. Es auxiliar de radiología, encargada de lencería y despensa; y finalmente desarrolla tareas administrativas conjuntamente con la Jefatura del Departamento de Enfermería.

Es responsable, en múltiples oportunidades, del desarrollo de Cursos de Auxiliares de Enfermería y Servicio, en Young y ciudades vecinas. Al día de hoy, prácticamente el 100% del personal que se desempeña en el Hospital de Young, tanto de enfermería, servicio y administrativo, ha tenido a María del Carmen como formadora.

A partir de 1969 se desempeña como docente de Ciencias Biológicas en el Liceo de Young. Al iniciarse segundo ciclo, se hace cargo de Zoología, Anatomía y Fisiología hasta su jubilación.

Participa en el Programa de Capacitación de la Mujer Rural, realizado a través del Instituto Nacional de Colonización, con el curso de formación de Promotores de Salud.

A nivel gremial, es importante destacar que representa al colectivo de enfermería en la Asamblea del Claustro durante 2 períodos.

Hasta aquí lo que ha sido la vida profesional de María del Carmen. Pero creo importante preguntarnos, como colectivo, que significado tiene la tarea realizada para la enfermería nacional. Y creo, firmemente, que fue muy acertado pensar en ella para el reconocimiento de hoy. 

Qué importante es para nuestro colectivo, reconocer en María del Carmen, la capacidad de desarrollar la profesión, desde un pequeño hospital del interior del país. Esto nos permite afirmar que el interior del país, también existe. Que no estamos “afuera”, sino que estamos muy “adentro” de nuestro Uruguay y desde allí enfermería es capaz de desarrollarse humana y profesionalmente, contribuyendo en forma importante al desarrollo comunitario.

En esta hora, en la que a veces se percibe confusión en el rol del enfermero profesional, con una inclinación a realizar una especie de “marketing” profesional; me parece importante mirar la tarea desarrollada por María del Carmen, no en orden a copiarla, ya que pertenece a un lugar y tiempo determinado; sino para saber que es posible definir claramente nuestra contribución única y diferente al equipo de salud.

Creo, finalmente, que las personas pueden dividirse en dos grupos: los que pasan desapercibidos y los que van dejando huellas en el camino para que otros puedan seguirlas. María del Carmen, sin lugar a dudas, pertenece a este segundo grupo.

Lic. Juan Pablo Apollonia

viernes, 13 de diciembre de 2013

Fragante Memoria


El ojo humano es la cámara fotográfica. El obturador es un instante de nuestra atención y la emoción es la que imprime para siempre una imagen en algún lugar de la memoria.

Yo tendría unos 12 años cuando mi madre me enviaba al Centro de Salud de Young a unas clases de Puericultura que dictaba la única Nurse del Hospital, la señora María del Carmen Fernández de Bodeant. Era española, más bien, gallega, y ya les voy a decir la razón de escribir su nombre. Si tengo una pasión, es la de ir a los remates y la vida quiso que yo me encontrara un día rematando una muñeca antigua, de porcelana, vestida con su traje típico español que perteneció a esta ilustre señora y que hoy guardo con amor sobre la cómoda de mi dormitorio.

Me parece verla con su uniforme almidonado y la toca con borde azul, prendida con horquillas a su ondulada cabellera. Calzaba unos zapatones blancos acordonados, de suela alta, algo chuecos y gastados con aquel trajinar infatigable que le imprimían sus actividades.

Aquella tarde, fuimos entrando todas las alumnas, porque el curso estaba dirigido solo a adolescentes del sexo femenino, una a una al salón con la curiosidad y el asombro que despierta todo elemento nuevo en aquel recinto que conocíamos de memoria.

Imaginen un blanco salón de Hospital con cortinados, pisos, techos y ventanas del mismo color.

Sillas de caños cromados y blancos tapizados frente a níveas mesas de caballete. La volatilidad de los alcoholes se esparcía y se misturaba con los penetrantes desinfectantes que usaban en la limpieza. Todo era aséptico. Los elementos y el aroma respondían a una lógica predominante. Hasta que el momento en que apareció aquel ingrediente que sorteó la monotonía.

Ella lo había dejado a propósito posado cuan largo era sobre su mesa de trabajo. Era un hermoso pimpollo escarlata con un largo tallo y un par de hojas erizadas. Nadie podía quitar los ojos de allí hasta que comenzó la clase.

“Toda niña es una flor y como ella debe perfumar a los que se le acerquen” dijo con dulzura y con su acento inconfundible. Luego tomó la rosa y la hizo circular por cada alumna para que le sintiéramos el perfume.

Inolvidable. Era la madre del hoy obispo Heriberto “Beto” Bodeant, un younguense de pura cepa, orgullo de un pueblo que no olvida a sus hijos que han rendido culto a la humildad. Como los grandes. Como su madre.

Marta Estigarribia.
(El Pregonero, Young, 24/10/2013)

jueves, 12 de diciembre de 2013

Adiós Nurse, adiós María del Carmen, adiós Mamá…

1º de diciembre de 1945: graduada en la Escuela Dr. Carlos Nery,
recibiendo el anillo de Nurse.
En 1920, la Estación Young del Ferrocarril Midland (en el departamento de Río Negro, Uruguay) se convirtió en Pueblo Young.
Ese mismo año, el 20 de octubre, en el “pueblín” de Loredo, cerca de Mieres, Asturias, España, nació María del Carmen Fernández Alonso.
En 1932, a los 12 años, llegó a Uruguay con su madre y hermanos.
Ya nunca volvería a su tierra natal.
Ganó (y ejerció en todo sentido) su ciudadanía uruguaya.
En 1945 egresó con su título de la Escuela de Nurses Dr. Carlos Nery y, con mucha libertad, aceptó cargos allí donde hubiera una vacante: Piriápolis, Las Piedras, el Hospital Pereira Rossell, Sarandí del Yi, Artigas, Treinta y Tres, Fray Bentos… hasta que en 1953 encontró su querencia: llegó a Young para trabajar en el Centro de Salud. En 1954 se casó con Heriberto Simón Bodeant, de Estación Piñera, Paysandú, comerciante, bicicletero. Con él le regaló a esta hoy ciudad cuatro hijos: Tina, Pablo, Mario y quien escribe, Beto. Y aunque recuerdo como el Canilla Hassan Amir nos saludó una vez como “los chicos de Bodeant…” (y agregó, pícaramente “…son unos sinvergüenzas”), éramos por todos lados “los hijos de la Nurse”.

Young estaba en pleno desarrollo. La posguerra había traído al joven pueblo una ola de inmigrantes, muchos de ellos de Europa del Este. En el Cementerio de la ciudad no es necesario buscar mucho para encontrar apellidos rusos, polacos, búlgaros, rumanos, croatas, ucranianos, etc. de aquellos pioneros. Pero había otros orígenes. Recuerdo a nuestros vecinos: de un lado los Safir y del otro los Princisgh y, en el medio, María del Carmen, “la Gallega” (aunque era asturiana).

El pueblo creció rápidamente. El 5 de agosto de 1958 fue declarado villa. El 10 de octubre de 1963 ya es ciudad. El censo de ese año registra 8.249 habitantes.

Desde el Centro de Salud y el Hospital María del Carmen fue desarrollando su profesión.
Su sordera la alejó de las salas, donde el trato con el paciente le exigía una capacidad de audición con la que no contaba: pero se desplegó en la prevención, la vacunación… fue radióloga, anestesista, administradora, jefe de personal… y sobre todo docente, formando auxiliares de servicio y de enfermería, dando recordadas charlas en las escuelas y, desde 1969, enseñando Ciencias Biológicas en el Liceo.
Durante mucho tiempo fue “la” Nurse, sin ninguna colega, con una dedicación y una entrega a su trabajo que a veces nos hacía sentir su ausencia de casa.

El 11 de diciembre, a los 93 años, su vida entre nosotros culminó. Venía apagándose lentamente. Perdió totalmente su audición, el mal de Parkinson le quitó la articulación necesaria para el habla y luego la posibilidad de escribir; le costaba mucho abrir los ojos y el deterioro de su cuerpo avanzaba día a día.
El último tramo de su camino se hacía cada vez más penoso, de modo que la Llamada final fue su alivio y su descanso.
La acompañamos al lugar donde ahora duermen sus restos, en la espera del Despertar, pasando por el Hospital, donde su féretro fue cubierto con la bandera blanca con la cruz verde: un derecho bien ganado    con sus 44 años de servicio en Salud Pública.

Se ha cerrado una historia de vida y, aun consciente de que me comprenden “las generales de la ley”, me animo a poner sobre la mesa lo que considero son algunos tesoros que María del Carmen le deja a la ciudad donde eligió echar raíces y vivir la mayor parte de su vida.

Asumir y enfrentar las adversidades. Su sordera comenzó desde niña, como complicación de una enfermedad infantil mal cuidada. El Parkinson la acompañó durante muchos años, agravándose hasta dejarla casi imposibilitada. Peleó contra cada una de las dificultades con todos los recursos que pudo, sin quejas ni lamentos. Miraba como su coétano, Juan Pablo II, también paciente de Parkinson, cerraba con fuerza su mano sobre el pie del cáliz al celebrar la Misa: “lo hace para que no le tiemble la mano”, acotaba, y se sentía bien acompañada por ese otro luchador.

Saber reírse de sí misma. En este tiempo en que vemos frecuentemente a supuestos “humoristas” tratar de arrancarnos risas burlándose de los demás, ella tuvo ese fino humor que es saber no tomarse a sí mismo en serio y narrar en familia (ante las miradas horrorizadas de algunas hermanas un poco acartonadas) o ante compañeros de trabajo, anécdotas en las que ella no quedaba muy bien parada, pero de las que sabía reírse y hacernos reír.

Respetar y ganarse respeto. Su relación con las personas con las que trabajaba estaba construida sobre el respeto, unida a un fuerte sentido de su lugar en un orden jerárquico. Respeto, muy lejos de la sumisión, a sus superiores (incluso médicos que antes habían sido sus alumnos en el liceo) y respeto hacia sus colegas y subordinados. Recuerdo haberla escuchado muchas veces, en la mesa familiar de los domingos, contar la compleja ingeniería de la distribución de turnos y guardias, buscando considerar situaciones particulares y explicando con autoridad a quienes pedía algo no habitual, las razones por las que lo hacía.

Un gran amor por su profesión, vivido no sólo en el trabajo de cada día, sino también en la actualización profesional y la formación permanente. Treinta y cinco años después de recibir su título de la “Carlos Nery”, en 1980 revalidó su título como Enfermera Universitaria. En 1992, a los 72 años, obtuvo la nueva reválida, como Licenciada en Enfermería.

Hacer las cosas bien, completar la tarea. Permítanme dos anécdotas, con las que, entre los centros de salud de Fray Bentos y Young, cumplieron un año al 100% una campaña de vacunación. Llegada a una escuela para una segunda dosis de una vacuna, un niño falta. ¿Por qué? “Es un niño gitano, y su gente se fue. Pidieron un pase.” ¿Para dónde? “No sabemos”. Finalmente, en aquellos tiempos sin Internet ni telefonía móvil, sino de llamadas “de larga distancia”, el niño fue ubicado en una escuela de Salto y la vacunación fue completada.
La otra fue en Merinos, en la frontera de Paysandú y Río Negro. Las vacunadoras encuentran al Pastor de una Iglesia Pentecostal, padre de una familia numerosa que les declara: “mis hijos no necesitan ser vacunados porque el Señor los protege”. Antes de que las vacunadoras, paralizadas por la respuesta, comiencen a buscar algún argumento, el Pastor agrega: “pero nosotros cumplimos con las leyes”.
Una vez me pidió que le hiciera un cartel para colocar en su oficina: “Si te encomiendan una tarea, hazla. Si te resulta imposible, hazla igual. Si realmente te resulta imposible, pide ayuda. Si aún así no puedes realizarla, comunícalo inmediatamente a quien te la ordenó. Carlos Vaz Ferreira”.

Construir la vida sobre la Fe. Bautizada de niña en la pequeña iglesia de San Pedro de Loredo, su fe católica fue para ella mucho más que una tradición. Su fe creció con ella, impregnando su vida, sin temor a la confrontación con la ciencia y, más aún, sabiendo encontrar las armonías no siempre evidentes entre la razón humana y el Dios creador de esa razón. Como creyente, hoy Obispo, me siento muy enraizado en esa fe de mi madre. Y si mi condición de sacerdote hizo que, en algún momento ella pasara a ser “la Mamá del Padre Beto” como solían llamarme mis otrora feligreses sanduceros, y luego “la madre de Monseñor Bodeant”, hoy, como hijo que soy de este Young que mi Madre contribuyó a formar, quiero volver a firmar, con mucho orgullo, como

“el hijo de la Nurse”.
Young, 12 de diciembre de 2013

sábado, 7 de diciembre de 2013

María, mujer de Fe, acompaña a las Comunidades. Retiro de las Comunidades Eclesiales de Base de Cerro Largo.



Con participantes de Río Branco, Fraile Muerto, Noblía y de la ciudad de Melo se realizó un retiro de CEBs y Pequeñas Comunidades. Mons. Heriberto explicó de esta forma el lema:

En este día, víspera de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María y muy cerca de la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, hemos sido invitados a un tiempo de retiro, para contemplar a María, mujer de Fe, que acompaña a las Comunidades.

María Mujer de fe


Recogiendo la enseñanza del Concilio Vaticano II y del Papa Juan Pablo II, Francisco nos dice de María:
“Ella es la mujer de fe, que vive y camina en la fe (cf. LG 52-59), y
«su excepcional peregrinación de la fe representa un punto de referencia constante para la Iglesia» (RM 6).
Ella se dejó conducir por el Espíritu, en un itinerario de fe, hacia un destino de servicio y fecundidad.” (EG 287)
Lo primero que me viene a la mente al pensar en María como mujer de fe, son las palabras que le dirige Isabel al recibirla:
“¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (Lc 1,45).
“Feliz la que ha creído” es una bienaventuranza. Es la misma palabra que usa Jesús cuando dice “Felices los pobres, los que tienen hambre, los que lloran…” Y aunque no es Jesús quien proclama aquí a María feliz o bienaventurada (no olvidemos  que, en este momento, Jesús está en el seno de María) Isabel dice esas palabras “llena del Espíritu Santo”.
Esta expresión “feliz la que ha creído” es como una certificación de la fe de María, si eso fuera necesario. Un reconocimiento de que la fe de ella es auténtica, y por eso es “feliz”.

Isabel también nos dice algo de lo que ha creído María: “ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor”. Eso se refiere al anuncio del ángel:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». (Lc 1,35-37)
María ha creído en todo el contenido del anuncio, y por eso está en la casa de Isabel. La fe tiene consecuencias prácticas. No sólo provoca movimientos en el interior de la persona, sino que la moviliza en todo sentido. Recientemente el Papa Francisco le agregó a María otro título:
“…es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39)” (EG 288).
Ahora, mirando todo esto, podríamos quedarnos en la fe de María como una experiencia personal, muy de ella. Dios le hace un anuncio que no tiene otros testigos, ni siquiera José, que va a conocer la voluntad de Dios por otros caminos. Ella es la que ha creído, pero la fe de María no es ajena a la fe su pueblo. La fe de María tiene una profunda dimensión comunitaria. Cuando Isabel le dice “feliz la que ha creído…”, María responde con su canto (Lc 1,46-55): “engrandece mi alma al Señor…”

Todos conocemos ese pasaje del Evangelio. Lo tenemos en muchos de nuestros cantos. Pero vamos a mirar como María expresa allí su fe.
María empieza hablando de su propia experiencia, aunque no dice “yo”. Ella habla de sí misma en tercera persona: “mi alma”, “mi espíritu”. “Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador”. Inmediatamente pasa a hablar de la acción de Dios hacia ella: “[Dios] ha puesto los ojos en la humildad de su esclava” y de lo que eso va a significar para ella de ahí en adelante: “desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso”.

A continuación María describe como se manifiesta Dios, subrayando su misericordia, especialmente para los humildes y hambrientos:
“Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación
a los que le temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón.
Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada.”
El canto finaliza con la referencia directa a su pueblo y, nuevamente, a la misericordia de Dios:
“Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia - como había anunciado a nuestros padres - en favor de Abraham y de su linaje por los siglos”.
La fe de María está enraizada en la fe de su pueblo. Todo eso comprende y desborda la fe que ha compartido en familia o con aquellos con los que pueda sentirse parte de una pequeña comunidad, los vecinos de Nazaret. Más todavía, la fe de María no está enraizada en el presente de su pueblo, sino en la experiencia de Dios acumulada de generación en generación, a partir de Abraham, padre de los creyentes y de su nieto Israel, cuyos doce hijos son cabeza de las doce tribus del pueblo de Israel.

Con esa fe, que hunde sus raíces en la fe de su pueblo y que, a la vez, la pone en un camino de servicio y fecundidad, María acompaña a las comunidades.

María acompaña las comunidades


Volvemos a otro texto de Lucas, en este caso de los Hechos de los Apóstoles. Allí se nos cuenta de la primera comunidad cristiana y se dice que:
“Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.” (Hch 1,14)
Es una referencia muy sencilla. “María, la madre de Jesús”, participando de la vida de comunidad, en la oración, acompañando.
En cada Avemaría seguimos pidiendo que la Virgen nos acompañe con su oración, con su intercesión por nosotrs: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores…”

Es algo muy lindo, y podríamos quedarnos simplemente con esto, pero hay más, y eso nos lo trae el Evangelio de Juan.
“Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.” (Jn 19,26-27)
En su exhortación Evangelii Gaudium, el Papa Francisco comenta este pasaje. Ya el título nos dice mucho: “El regalo de Jesús a su pueblo”. Dice Francisco:
“En la cruz, cuando Cristo sufría en su carne el dramático encuentro entre el pecado del mundo y la misericordia divina, pudo ver a sus pies la consoladora presencia de la Madre y del amigo. En ese crucial instante, antes de dar por consumada la obra que el Padre le había encargado, Jesús le dijo a María: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego le dijo al amigo amado: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,26-27).
Estas palabras de Jesús al borde de la muerte no expresan primeramente una preocupación piadosa hacia su madre, sino que son más bien una fórmula de revelación que manifiesta el misterio de una especial misión salvífica. Jesús nos dejaba a su madre como madre nuestra. Sólo después de hacer esto Jesús pudo sentir que «todo está cumplido» (Jn 19,28).
Al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a ella, porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio. Al Señor no le agrada que falte a su Iglesia el icono femenino. Ella, que lo engendró con tanta fe, también acompaña «al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (Ap 12,17).” (EG 285)
Francisco sigue hablándonos de lo que significa esa presencia y compañía de María como madre:
“María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura.
Ella es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza.
Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas.
Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas.
Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia.
Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno.
Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios.” (EG 286)
Así, María no es sólo la madre que espera y recibe al que se acerca, sino que también es la madre que sale al encuentro del que se aleja. Así sucede en el relato del acontecimiento de Guadalupe. Allí tenemos a Juan Diego complicado con la salud de su tío Juan Bernardino, que se siente morir y le ha pedido que le consiga un sacerdote. Cuando Juan Diego va a pasar por el cerro del Tepeyac, donde fueron las apariciones, decide candorosamente ir por el otro lado, para no encontrarse con la Virgen.
Entonces ella le sale al encuentro, le pregunta a dónde va, le escucha sus razones y le dice:

“Escucha, ponlo en tu corazón, hijo mío el menor, que no es nada lo que te espantó, lo que te afligió, que no se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante, aflictiva.
¿No estoy aquí, yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy, yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?
Que ninguna otra cosa te aflija, te perturbe; que note apriete con pena la enfermedad de tu tío, porque de ella no morirá por ahora. Ten por cierto que ya está bueno.”
La madre que recibe, la madre que sale al encuentro, la madre que guía a la comunidad misionera, a la comunidad que emprende la peregrinación evangelizadora.
“Nosotros hoy fijamos en ella la mirada, para que nos ayude a anunciar a todos el mensaje de salvación, y para que los nuevos discípulos se conviertan en agentes evangelizadores.” (EG 287)
En las nuevas Orientaciones Pastorales de la CEU, uno de los criterios para la acción pastoral y evangelizadora nos pide:
“Hacer resplandecer la Maternidad de la Iglesia, con la vivencia y testimonio de la misericordia, buscando la forma de atender a los heridos del camino, promoviendo la pastoral de la escucha, repensando los lenguajes para el diálogo.
Y termina diciendo:
“La Virgen María es ejemplo del afecto materno, con el que es necesario estén animados todos los que participan en la misión de la Iglesia (cfr. LG 65).”
Con Francisco, la invocamos y le pedimos:

Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo, cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.

Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.

Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.

Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.

Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.


lunes, 2 de diciembre de 2013

"Una sola familia humana, alimentos para todos". Campaña global de Cáritas Internacional.


Las 164 organizaciones miembros de Caritas Internationalis (entre las cuales está Cáritas Uruguay), que trabajan en más de 200 países y territorios han acordado lanzar una Campaña mundial contra el Hambre, con el lema "una sola familia humana, alimentos para todos".

La campaña nace de una convicción: en el mundo existen alimentos para todos y, a pesar de ello, una persona de cada ocho no come todos los días lo necesario.

Esta campaña se inicia el próximo martes 10 de diciembre, aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, con un gesto del Papa Francisco y la invitación a que todos nos unamos al mediodía de esa jornada en un momento de oración.

El presidente de Caritas Internationalis, Cardenal Óscar Rodríguez Madariaga, se hace de la
exhortación del Beato Juan Pablo II con ocasión del Jubileo del año dos mil : “Es, dijo, la hora de una nueva imaginación de la caridad’ que se pondría de manifiesto no sólo mediante los auxilios repartidos con la mayor eficacia sino también en la capacidad de volverse prójimo, de solidarizarse con quienes sufren de forma que el gesto se sienta no como una limosna sino como un reparto fraterno. Para ello debe mos obrar de suerte que, en todas las comunidades, los pobres se sientan ‘en su casa’. ¿No sería este estilo sino la presentación más grande y eficaz de la buena nueva del Reino?” (Novo Millenio Ineunte, n.50)

Compartir nuestro pan con el hambriento es un llamado del mismo Señor, que nos dice "tuve hambre y me diste de comer", indicándonos que es a él mismo a quien entregamos el alimento cuando se lo damos a uno de sus "hermanos más pequeños".

Compartir nuestro pan, dar de nuestros bienes, pasa muchas veces por un camino de conversión: abrir los ojos, mirar a nuestro alrededor, descubrir a Cristo en el hermano pobre y auxiliarlo.

El Cardenal Madariaga nos recuerda la fuerza de la oración para suscitar la necesaria conversión, empezando por la oración en la que Jesús nos enseñó a pedir el pan cotidiano: "El Señor nos ha enseñado a orar para pedir nuestro pan de cada día. Esta oración, si es verdadera, debe impulsarnos a compartir nuestro pan y a no seguir tolerando más que las personas que nos rodean se vean privadas de alimento. La oración cristiana no es una forma ordinaria de evasión. Orar no es repetir palabras, no es necesariamente quedarse en éxtasis, tener visiones o revelaciones extraordinarias. Orar es ponerse a la altura de Dios, es acostumbrarse a hacer su voluntad pidiéndole que “haga fructífero el trabajo de nuestras manos” cf. Sal. 90. La oración cristiana no soporta la ociosidad, al contrario: “el que no trabaje que no coma” (2 Tesalon. 3,10). En verdad, rogar a Dios es prestar atención al hambre de todos los hombres y todas las mujeres de nuestro tiempo: hambre de pan, pero también hambre de justicia y dignidad para todos."

Esta es la oración propuesta para que recemos el martes 10 de diciembre, día de lanzamiento de la campaña... y recordemos que es sólo el comienzo.

Señor, que nos confiaste los frutos de la creación
para que cuidáramos la tierra y nos nutriéramos de tu generosidad.

Nos enviaste a tu Hijo para compartir con nosotros su vida,
su propia carne y sangre y a enseñarnos tu mandamiento de Amor.
A través de su muerte y resurrección nos has formado en una sola familia humana.

Jesús mostró una gran preocupación por aquellos que no tenían qué comer.
Incluso transformó cinco hogazas de pan y dos pescados
en un banquete que alimentó a cinco mil y más.

Venimos ante ti, conscientes de nuestros errores y fracasos,
pero llenos de esperanza, a compartir el alimento
con todos los miembros de esta familia mundial.

A través de tu sabiduría, te pedimos que inspires
a los líderes de los gobiernos y a los empresarios,
así como a todos los ciudadanos del mundo,
a encontrar soluciones de caridad para finalizar la hambruna mundial
y asegurar el derecho de todo ser humano al alimento.

Así oramos, para que en el momento de presentarnos ante Ti,
podamos proclamarnos como parte de 
"Una sola Familia Humana" con "Alimentos para Todos".
 

Amén.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Cerrando el Primer Domingo de Adviento: para seguir meditando en la primera semana.

El Monte de Sión, Jerusalén, en el presente.
Con este primer domingo de Adviento comenzamos un nuevo año litúrgico, que corresponde al Ciclo A, el primero de los tres ciclos litúrgicos.
Eso hace que la primera lectura de hoy sea como una puerta que se abre al camino que la Iglesia nos invita a recorrer, meditando la Palabra de Dios a lo largo de tres años: primera lectura, primer domingo, primer ciclo.
Aquí está:

Lectura del libro de Isaías 2, 1-5
Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén:
Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas.
Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos.
Dirán:
«Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.» Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas.  No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.
Palabra de Dios.


Les anoto algunas reflexiones que me han ido surgiendo en estos días, y que he compartido en reuniones de grupos y homilías.

Al final de los días. La visión de Isaías se refiere al final de la historia. Nos invita a mirar al horizonte más lejano, no porque pueda estar muy lejos en el tiempo (en realidad no lo sabemos: puede estar muy cerca o muy lejos) sino porque nos saca completamente de nuestra realidad cotidiana, nuestra realidad histórica, sumergida en el tiempo, para hacernos contemplar el final de la historia, la entrada de la humanidad en la eternidad, es decir en interminabilis vitae tota simul et perfecta possessio (o sea: la posesión total, simultánea y perfecta de una vida interminable) (1). Perdonen el "latinajo", pero noten lo bonito de esta definición: aquí no falta nada. Ya no hay historia, porque Dios es todo en todos, y el llena todo: "Yo he venido para que tengan vida en plenitud" (Juan 10,10), una vida colmada, completa.


Estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. El "monte de la casa del Señor" es el monte Sión, donde se encontraba edificado el templo de Jerusalén. Si bien su altura supera la del mayor cerro uruguayo (se levanta a 765 m sobre el nivel del mar) Isaías nos dice que esta colina de Jerusalén se alzará por encima de montes y montañas. Es decir, se hará visible desde lejos. Pero lo que importa no es el cerro en sí, sino lo que está construido sobre él: "la casa del Señor", el templo, el lugar de la presencia de Dios en medio de su pueblo. A partir del anuncio de Isaías uno podría pensar en una fuerza tectónica (las fuerzas que modifican la superficie de la tierra) como la que produjo los grandes plegamientos que nos han dado las montañas más altas del planeta: cordillera de los Andes, macizo del Himalaya... pero creo que, sobre todo, el profeta quiere hacer ver que la presencia de Dios será visible desde todas partes. Pero ¿cuál será esa presencia? "Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré... Él hablaba del templo su cuerpo" (Juan 2,19-21). Jesús es la presencia de Dios entre los hombres, el nuevo Santuario, no hecho por manos humanas (Hebreos 9,24).

Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Los gentiles: son los demás pueblos de la tierra, los no judíos. Toda la humanidad es convocada a entrar en la vida divina, porque toda la humanidad ha salido de las manos del Creador.

Dirán: «Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.» Isaías ve una gran procesión, donde los peregrinos se van animando unos a otros. Es que se trata de una subida, que supone siempre esfuerzo y el monte Sión está ahora por encima de los más altos de la tierra. Hay también una expectativa: ser instruidos por Dios. Volvemos al evangelio de Juan: "Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí." (Juan 6,45).

Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. El juicio, otro tema relacionado con el fin de los tiempos y la segunda venida de Cristo. "He venido a este mundo para un juicio" (Juan 9,39).

De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas.  No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Bonitas imágenes de la paz que trae el Mesías. Las espadas, transformadas en el instrumento con el que se rotura la tierra y se la prepara para la siembra. Las lanzas, convertidas en herramientas para la cosecha. Implementos de muerte, transformados en utensilios de trabajo al servicio de la vida: siembra y cosecha, imágenes de vida y de abundancia. No aparece aquí la palabra "paz" (shalom), pero ella sobrevuela todo el texto. Shalom es un don de Dios. No es la paz armada y tensa de quienes no han resuelto sus conflictos y donde la confrontación puede volver a estallar en cualquier momento. La Paz que regala Dios es la plenitud, donde nada falta, donde "solo Dios basta", como decía Santa Teresa. La que nos hace cantar con el Salmista: "El Señor es mi pastor, nada me puede faltar". Es también el restablecimiento de lo que se había roto, pero no como un vaso cuyos pedazos han quedado unidos por el pegamento, pero se nota que ya no es una pieza entera, sino la total restauración, la vuelta al estado original, la perfecta reconciliación de la humanidad. Como nota curiosa, agreguemos que en la sede de las Naciones Unidas se encuentra una estatua que ilustra este pasaje de Isaías: la misma fue regalo a la sede de parte de la Unión Soviética, en aquellos tiempos de amenaza de guerra atómica.

Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor. Isaías concluye invitando a su propio pueblo a iniciar esa marcha. "Casa de Jacob" es el Pueblo de Israel (=Jacob), el Pueblo de Dios. Hoy, nosotros, Pueblo de Dios, recogemos esa invitación para caminar, para ascender espiritualmente en este tiempo de Adviento. Necesitamos alivianarnos, descargarnos, para poder emprender la subida. Pero ya no miramos hacia un monte o un templo en lo alto: nosotros caminamos "los ojos fijos en Jesús, el que inicia y consuma la fe" (Hebreos 12,2).

"Cambiemos nuestras espadas en arados", escultura de Evgeniy Vuchetich,
donada por la U.R.S.S. a la O.N.U. en 1959

________________
(1) Esta definición de eternidad nos llega del filósofo cristiano Boecio. Santo Tomás de Aquino la recoge y le da valor en S. Th. I, q. 10 a. 1 obi. 1.