domingo, 29 de diciembre de 2013

La Diócesis de Melo agradeció la presencia de la comunidad salesiana que se despidió tras más de medio siglo de siembra generosa



En 1959 la Congregación Salesiana abrió una comunidad en Melo, ofreciendo a esta ciudad el Liceo Mons. Lasagna, "el Sale". El P. Orestes Santiago Nuti fue su primer director, poco tiempo después nombrado Obispo de Melo. En 1994 se crea la Parroquia Santo Domingo Savio y San Carlos Borromeo, cuyo templo está unido al centro educativo pero abarca un importante área de la ciudad. Seguiría luego la Obra social, actualmente con tres centros en convenio con INAU. Desde hace cuatro años, la congregación tomó la decisión de retirarse de Melo y fue haciendo un proceso para que continuara el camino del Liceo, la Obra Social y la Parroquia. A ello se refiere Mons. Heriberto en uno de los pasajes de su homilía en la Misa de despedida y agradecimiento que se celebró ayer en el templo parroquial. Con el obispo concelebraron el P. Néstor Castell SDB, Inspector Salesiano, el P. Pedro Incio SDB, el último de la comunidad que se retiró ayer, y los PP. Reinaldo Medina y Mimmo Baldi, que acompañaron también a la comunidad parroquial en esta Eucaristía.

Homilía de Mons. Heriberto 


Primer domingo después de Navidad, fiesta de la Sagrada Familia. Con esta celebración hemos llegado al punto de un camino en el cual los Padres Salesianos de Don Bosco cierran su presencia como comunidad aquí en Melo. Pero, noten bien, que digo “al punto de un camino”, no “al final de un camino”, porque este camino continúa, de otra forma.

No puedo ocultar que esta partida, largamente anunciada y preparada me deja, nos deja a muchos una gran tristeza, y también inquietud por el futuro. Pero no quiero que hoy sean esos los sentimientos que prevalezcan, porque lo que tiene que prevalecer es la gratitud. Gratitud por una historia, por un legado espiritual y gratitud hacia quienes estuvieron aquí hasta el final, sin recortar nada de su entrega de cada día.

Los salesianos se van… pero aquí queda mucho de ellos. La presencia Salesiana en Melo se inició aquí al lado, con el Liceo, cuyo primer director fue Mons. Orestes Santiago Nuti, después Obispo de Melo y luego Obispo fundador de la Diócesis de Canelones. Hoy, con el nombre de “Instituto Mons. Luis Lasagna”, el nombre de un obispo misionero salesiano, el Liceo sigue adelante. Un grupo de laicos que se formó en la tarea docente en esta casa, que se impregnó del espíritu de Don Bosco, educador y maestro de la juventud, con entusiasmo se puso al hombro el liceo. A pedido de ellos, el Instituto tiene el reconocimiento del Obispo como una obra de educación católica y se ha encaminado y así esperamos que continúe. Y porque estamos hablando de educación, no queremos olvidar que en este ámbito funciona también el Colegio Agustín de la Rosa, inspirado en el carisma de Santa Joaquina Vedruna, y que sigue teniendo aquí su espacio.
En el barrio Feder, junto a la capilla San Juan Bautista, la obra social, con sus tres centros, continúa bajo la dirección salesiana, a través de la organización que regula las muchas obras sociales de la congregación. No sólo están al frente laicos que responden a la congregación, sino que habrá el debido acompañamiento y apoyo regular, continuado, de los salesianos.
Y aquí estamos en la Parroquia Santo Domingo Savio y San Carlos Borromeo, que vuelve a la responsabilidad directa de la Diócesis. La parroquia abarca una gran área de la ciudad de Melo, incluyendo la ya mencionada capilla San Juan Bautista y la Capilla Santa Cruz, donde están las hermanas Carmelitas de Vedruna.

Por el colegio, por la parroquia, por la obra social, han pasado muchos salesianos… yo no tengo la memoria de todos, pero voy a nombrar a que los conocí en distintas circunstancias. Cuando yo estaba en Paysandú, conocí al P. Manuel Oriental Pías, sanducero, que fue miembro de la primera comunidad salesiana de Melo; al P. Pancho Furtado, que tuvo una parte importante en la creación de la obra social. A los PP. Walter Coccoza y Jimmy Young, que me recibieron fraternalmente en esta casa, cuando vine a Melo por primera vez en mi vida, sin ser todavía obispo, simplemente de paseo, en enero del año 2000. Y, desde luego, recuerdo a los que han pasado desde que llegué aquí como Obispo de Melo: los PP. Walter Rodríguez, Sergio Álvarez, Juan Gastón Dubourdieu, Francisco Martínez y, por supuesto, Pedro. Seguramente Uds. tienen en la memoria muchos otros. Guardemos siempre ese recuerdo y esa gratitud.

Hace algún tiempo, miembros de esta comunidad me expresaron su inquietud sobre el destino de la parroquia. Coincidimos en el mismo deseo: Domingo Savio, la parroquia tiene que continuar como tal. Desde hace mucho la Diócesis y yo personalmente, venimos haciendo gestiones para conseguir sacerdotes en Italia, en Polonia, en México, en Brasil, en Argentina, diocesanos, religiosos… hasta ahora, esos esfuerzos no han dado resultado, pero seguimos en el empeño.
Entonces esta parroquia pasa a ser una comunidad en espera de sacerdote, en una situación provisoria, que procuraremos atender con las ayudas de que dispongamos. El P. Reinaldo, párroco de Aceguá, va a venir en enero manteniendo la Misa dominical en Domingo Savio. [El P. Mimmo, que cada año pasa, varias veces, algunos días en Melo, también se ha ofrecido a dar una mano]. Y si en Semana Santa no hay todavía un sacerdote, aquí vendrá el Obispo para celebrar el momento litúrgico más importante tiempo de nuestra fe.

Contemplando hoy a la Sagrada Familia, podemos aprender o confirmar lo que necesitamos para que aquí siga habiendo una parroquia. Una parroquia no es un templo, no es un territorio, aunque esas cosas sean importantes. Es, ante todo, una comunidad. Como decía San Pedro, es “un templo de piedras vivas”. Una comunidad no es un montón de gente que se encuentra en un momento, donde vino cada uno por su lado y por su lado se va cada uno. Una comunidad es gente que se relaciona, que se conoce, que se cuida, que se quiere. Una comunidad parroquial es una comunidad de fe, con su centro en Cristo, unida en la comunión, sintiéndose parte de toda la Iglesia, en comunión con las demás parroquias de la diócesis, en comunión con su Obispo, en comunión con el Papa. Esa comunidad necesita su pastor propio, su párroco, que presida la Eucaristía, que celebre los sacramentos. Que descubra los dones que el Espíritu Santo le entrega a cada uno para el servicio de la comunidad y los ayude a ponerlos efectivamente en ese servicio. Alguien que acompañe, que reúna, que coordine… que ayude a formarse a los catequistas, a los animadores, a todos aquellos que prestan un servicio dentro de la comunidad. Seguimos rezando, seguimos en espera de ese pastor, de ese párroco, pero seguimos también trabajando, construyendo cada día el templo de piedras vivas. Esas piedras vivas que somos cada uno de nosotros.
Y decía que esto lo podemos hacer mirando a la Sagrada Familia, porque ella es el ejemplo de cómo nos cuidamos, de cómo nos acompañamos unos a otros. Hoy vemos a esa familia en una situación de inquietud, de incertidumbre. Vemos a José, despertado en medio de la noche por el aviso del peligro. Lo vemos despertando a María y a Jesús para decirles que hay que marcharse ya, sin demora; que la vida del niño corre peligro. ¡Qué feo es despertarse así, de improviso! ¡Qué feo es salir, así de apuro, en medio de la noche!... pero ¡qué decisión importante! ¡Qué capacidad de ponerse a la altura de la situación y hacer lo que se tiene que hacer! Y luego, la paciencia… los años en Egipto, en tierra extraña, hasta que el peligro pase y se pueda volver.
A San José, que es el custodio de la Sagrada Familia, vamos a confiarle esta comunidad. Vamos a recordar cómo el Papa Francisco nos habló de José el día en que inauguró su ministerio como Obispo de Roma. Decía Francisco:
“¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio (…) José es ‘custodio’ porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado. Sabe cómo leer con realismo los acontecimientos. Está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas. En él (…) vemos cómo se responde a la llamada de Dios: con disponibilidad; con prontitud. Pero vemos también cuál es el centro de la vocación cristiana: Cristo. Guardemos a Cristo en nuestra vida, para guardar a los demás”.
Hasta ahí las palabras del Papa. Con esta actitud que nos enseña José, y bajo su protección, sigamos este camino que no termina aquí. Sigamos cuidándonos unos a otros, manteniendo siempre unida la comunidad, sin desfallecer en la esperanza.

Dije al principio que el sentimiento que tiene que marcar nuestra celebración es la gratitud. Aquí están el P. Inspector, Néstor Castell, … y el P. Pedro Incio. En ellos, y en nombre de toda la Diócesis de Melo, quiero agradecer a la Congregación Salesiana todo lo que han sabido brindarnos a lo largo de estos años y todo lo que nos dejan para que este camino siga.
Pero permítanme también, como antes lo hicimos con el P. Paco, un agradecimiento un poco más personal a Pedro. Porque Pedro no sólo se quedó hasta el final, sino que estuvo presente de verdad, en cada acontecimiento diocesano, con la gente de esta comunidad, expresando siempre una profunda y sentida comunión con la Iglesia diocesana y con su Obispo. A Pedro le debo muchos momentos de escucha y de buen consejo. Yo quiero hacerle a él un regalo simbólico. Lo de simbólico no es porque no se lo vaya a llevar, porque quiero que se lo lleve: es algo muy grande en su significado, pero a la vez muy sencillo y que no le va a ocupar mucho lugar.

[Entrega del obsequio]

Es una traducción de los cuatro Evangelios que a Pedro le gustó mucho. Y se la entrego como agradecimiento y reconocimiento, para que la Palabra de Dios lo siga acompañando y sosteniendo en su nueva misión. Y en la persona de Pedro, y en este gesto, agradezco a toda la congregación salesiana. Que el Señor sea, para todos nosotros, alegría y fortaleza. Amén.


Palabras de una laica al final de la Misa


Cuando hace más de 50 años llegó a Melo aquel grupo de Salesianos, encontraron una ciudad del interior con gente solidaria, tranquila y luchadora. Levantaron este edificio alto para una ciudad de barrios pobres y calles de tierra, casi al límite del centro con la periferia, en la calle que llevaba a las zonas rurales.
Enfrentaron todo un desafío de educación: humana, religiosa y para la vida. Crearon una casa abierta a las muchas necesidades de una ciudad inquieta que crecía velozmente. Un estadio que recibía a todos los gurises del barrio, que en “el Sale” encontraban el mágico lugar para sus juegos y un espacio que se prestaba para todo evento deportivo.
La banda musical educó a muchos jóvenes y deleitó a todos los que tarde a tarde gustaban de escuchar sus ensayos.
Melo creció y el liceo quedó en medio de muchos barrios. Fue necesario abrir las puertas a otros desafíos. La obra social Picapiedras y la chacra los empujó a vivir otra realidad: la pobreza, los conflictos, el deseo de muchos de salir adelante. Y ahí estaban ellos, solidarios, bohemios, soñadores, dispuestos a dar el todo por el todo.
¿Cómo decir gracias a más de 50 años de entrega generosa hacia los demás? No hay palabras para una siembra de amor tan grande. El “gracias” ha sido dado poco a poco, gota a gota, durante todo este tiempo.
Han recibido el gracias de cada alumno que por su casa ha pasado, en cada alma que con el consejo el camino recto ha encontrado. El gracias del oratorio que domingo a domingo acogía y educaba a tantos gurises. El agradecimiento de todo Melo que siempre tuvo en “el Sale” un lugar de esparcimiento.
Cada uno de los que pasó se fue llevando de Melo un gracias por esa gran siembra de amor que seguirá floreciendo y dando frutos en el camino del Señor.

"HACIENDO MEMORIA” (canción)

(Con la música de "A mi gente")

Mirando a Melo desde el 59.
calles estrechas de tierra y sin cordón
vemos llegar a hombres con sotanas,
y aquel gigante que allí se levantó.

Son Salesianos que llegan hasta el pueblo
trayendo de la mano la buena educación.
Son misioneros que traen la esperanza,
las Bienaventuranzas de un Jesús Salvador.

Lindos domingos de fútbol y meriendas,
un Baldasini que un estadio fundó
líder y ejemplo de grandes muchachadas,
un Víctor Grasso que su vida dejó.

Los oratorios junto a la gurisada
Y este Don Bosco que siempre acompañó.
Domingo Savio bendice desde el Cielo
a tantos que en su vuelo María cobijó.

Pasan los años y dejan las sotanas,
pasa la banda que a tantos deleitó.
Melo se agranda y crecen las barriadas.
Se necesita su colaboración.
Los Picapiedras se gestan en un Barrio
al frente de Don Pancho tranquilo y bonachón.
Y allá en la chacra y junto a la pobreza,
trabajan con esmero por un mundo mejor.

Haciendo huellas para anunciar el Reino
Entrega generosa por el Pueblo de Dios
Padres amigos, bohemios solidarios,
protagonistas de un Melo que cambió:
sigan la ruta de fe y de esperanza,
que Melo nunca olvida esa siembra de amor.

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