martes, 29 de abril de 2014

Mons. Cáceres y las canonizaciones de Juan XXIII y Juan Pablo II - Nota de diario El País

Melo: la huella de Juan XXIII y Juan Pablo II en Uruguay

Un Papa lo nombró obispo y otro lo jubiló; hoy son santos

El obispo emérito de la diócesis de Melo y Treinta y Tres, monseñor Roberto Cáceres, contó a El País que Juan XXIII lo nombró obispo y Juan Pablo II lo jubiló. Está orgulloso de eso y alegre por la reciente canonización de ambos pontífices.

A los 93 años, el obispo emérito Roberto Cáceres está feliz por la canonización. Néstor Araujo.
MELO NÉSTOR ARAÚJO - 29 abr 2014

A los 93 años de edad, que cumplió el pasado 16 de abril, el obispo emérito de la diócesis de Melo y Treinta y Tres, monseñor Roberto Cáceres, cuenta que estuvo personalmente en varias oportunidades con los dos pontífices que fueron canonizados, en una ceremonia que contó con la presencia del Papa Francisco y de Benedicto XVI, y convocó en la madrugada uruguaya del domingo pasado a un millón de personas en Roma.

Monseñor Roberto Cacerés dijo que él fue designado obispo por Juan XXIII y sintió un gran orgullo al haber estado en Melo con Juan Pablo II.

El obispo emérito de la diócesis reveló además su alegría porque ahora la Iglesia los haya canonizado.

El 2 de enero del 1962, Cáceres fue nombrado obispo por el Papa Juan XXIII, y en el año 1996 Juan Pablo II lo declaró emérito. "Estamos muy felices; en lo que me es personal tengo el agrado y (lo volanteo además), de haber sido nombrado por Juan XXIII; luego me tocó participar del Concilio Ecuménico Vaticano II en los años 1962, 1963, 1964 y 1965".

Cáceres comentó que "si bien se hallaba muy enfermo en ese momento", estuvo con él cuando inauguró el concilio.

"Juan Pablo II cambió mucho; lo recibí en Melo el 8 de mayo de 1988, fecha memorable en nuestro calendario religioso de la diócesis; no digo que no se vaya a repetir, pero la Catedral de Melo tiene ese honor de haber tenido esa presencia. El banco en donde San Juan Pablo II se hincó esta marcado con una plaqueta", sostuvo Cáceres.

"Poder contar esto y seguir la senda de estos grandes líderes, para mí es un honor y una responsabilidad, desde lo hondo del corazón", agregó quien actualmente es el primer obispo emérito de la Diócesis de Melo, donde fue pastor por 34 años.

Hoy continúa desplegando una intensa actividad, participando en varios programas radiales y celebrando la Eucaristía en diversas capillas de Melo y Treinta y Tres.

Nació en 1921 en Buenos Aires, Argentina, hijo de padres uruguayos. Fue ordenado para la Arquidiócesis de Montevideo el 15 de julio de 1945.

El 2 de enero de 1962 fue nombrado obispo de Melo. Tomó posesión de la diócesis el 8 de abril del mismo año. El ordenante principal fue Raffaelo Forni y los coordenantes Miguel Paternain y Orestes S. Nuti. Se retiró de la conducción de la Diócesis el 23 de abril de 1996.

Más recuerdos.

Juan Pablo II estuvo en Montevideo un mediodía de abril de 1987, previo a su viaje a Argentina, en donde se firmaría el Tratado de Paz entre Argentina y Chile por el conflicto del Canal de Beagle.
El 8 de mayo de 1988, durante una visita pastoral de tres días a Uruguay, ordenó a 13 sacerdotes, entre ellos a monseñor Arturo Fajardo, hoy obispo de San José de Mayo, y a monseñor Milton Tróccoli, obispo auxiliar de Montevideo.

Día de los Trabajadores: Mensaje del Consejo Permanente de la CEU


Al acercarse esta jornada de memoria y reflexión, saludamos a todos los hombres y mujeres, en el campo y la ciudad, que con dedicación, talento y sudor, ganan honestamente el pan de cada día. Con él sostienen a sus familias y se suman en la construcción de una sociedad más justa y solidaria.

Este 1º de mayo es un día apropiado para agradecer a todos los trabajadores que hacen posible el desarrollo de la sociedad en su conjunto.

El Domingo 27 de abril celebramos, junto a la de Juan XXIII, la canonización de Juan Pablo II, un papa cuya experiencia personal lo mantuvo siempre cercano al mundo del trabajo. Nos parece bueno recordar su Encíclica sobre el trabajo humano. En ella habla del trabajo y la dignidad de la persona. De ella extractamos estos párrafos sobre la “fatiga” como hecho por todos conocido, porque es por todos experimentado:

“Lo saben los hombres del trabajo manual, realizado a veces en condiciones excepcionalmente pesadas.
La saben no sólo los agricultores, que consumen largas jornadas en cultivar la tierra, la cual a veces «produce abrojos y espinas», sino también los mineros en las minas o en las canteras de piedra, los siderúrgicos junto a sus altos hornos, los hombres que trabajan en obras de albañilería y en el sector de la construcción con frecuente peligro de vida o de invalidez.
Lo saben a su vez, los hombres vinculados a la mesa de trabajo intelectual; lo saben los científicos; lo saben los hombres sobre quienes pesa la gran responsabilidad de decisiones destinadas a tener una vasta repercusión social.
Lo saben los médicos y los enfermeros, que velan día y noche junto a los enfermos.
Lo saben las mujeres, que a veces sin un adecuado reconocimiento por parte de la sociedad y de sus mismos familiares, soportan cada día la fatiga y la responsabilidad de la casa y de la educación de los hijos.
Lo saben todos los hombres del trabajo y, puesto que es verdad que el trabajo es una vocación universal, lo saben todos los hombres.” (Laborem exercens, 9)

En esta fecha tan señalada recordamos ante el Señor Jesús, “el hijo del carpintero”, a todos los fallecidos en accidentes de trabajo.

Pedimos al Señor por intercesión de San José obrero, patrono del mundo del trabajo, que nos ayude a todos a buscar en cada nueva jornada y en un diálogo respetuoso y creativo, el bien común de nuestro país.


Montevideo, 29 de abril de 2014
El Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal del Uruguay.

lunes, 28 de abril de 2014

San Juan XXIII y el Uruguay

Recordemos brevemente algunos de los hechos más significativos en la relación del Papa San Juan XXIII con el Uruguay... no son pocos. Veamos.

El único Cardenal con el que hasta ahora ha contado el Uruguay fue nombrado por Juan XXIII. "El Papa Bueno" había sido electo el 28 de octubre de 1958. El 15 de diciembre de ese año nombró Cardenal a Mons. Antonio María Barbieri ofm cap, Arzobispo de Montevideo.

Cuatro diócesis del Uruguay fueron creadas por el nuevo santo:
25 de junio de 1960 - Diócesis de Minas
22 de octubre de 1960 - Diócesis de Tacuarembó
17 de diciembre de 1960 - Diócesis de Mercedes
25 de noviembre de 1961 - Diócesis de Canelones

En cuanto a los nombramientos de obispos, fueron numerosos.
- 3 de febrero de 1959 - Mons. Marcelo Mendiharat, nombrado Obispo coadjutor de Salto
- 5 de julio de 1960 - Mons. Humberto Tonna, nombrado Obispo de Florida
- 9 de julio de 1960 - Mons. Orestes Santiago Nuti, nombrado Obispo de Melo
- 9 de julio de 1960 - Mons. José María Cavallero, nombrado primer obispo de Minas (había sido auxiliar de Salto y obispo de Melo)
- 3 de noviembre de 1960 - Mons. Carlos Parteli, nombrado primer obispo de Tacuarembó (luego sería arzobispo de Montevideo, nombrado por Pablo VI)
- 31 de diciembre de 1960 - Mons. Enrique Lorenzo Cabrera, nombrado primer obispo de Mercedes
- 2 de enero 1962 - Mons. Orestes Santiago Nuti, nombrado primer Obispo de Canelones
- 2 enero 1962 - Mons. Roberto Cáceres, nombrado obispo de Melo
- 20 de noviembre de 1962 - Mons. Miguel Balaguer: nombrado Obispo auxiliar de Montevideo. (En 1966 el Papa Pablo VI lo nombró Obispo de Tacuarembó)

Homilía del Papa Francisco en la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II

 
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Plaza de San Pedro
II Domingo de Pascua (o de la Divina Misericordia), 27 de abril de 2014
En el centro de este domingo, con el que se termina la octava de pascua, y que san Juan Pablo II quiso dedicar a la Divina Misericordia, están las llagas gloriosas de Cristo resucitado.
Él ya las enseñó la primera vez que se apareció a los apóstoles la misma tarde del primer día de la semana, el día de la resurrección. Pero Tomás aquella tarde, como hemos escuchado, no estaba; y, cuando los demás le dijeron que habían visto al Señor, respondió que, mientras no viera y tocara aquellas llagas, no lo creería. Ocho días después, Jesús se apareció de nuevo en el cenáculo, en medio de los discípulos: Tomás también estaba; se dirigió a él y lo invitó a tocar sus llagas. Y entonces, aquel hombre sincero, aquel hombre acostumbrado a comprobar personalmente las cosas, se arrodilló delante de Jesús y dijo: «Señor mío y Dios mío» (Jn 20,28).
Las llagas de Jesús son un escándalo para la fe, pero son también la comprobación de la fe. Por eso, en el cuerpo de Cristo resucitado las llagas no desaparecen, permanecen, porque aquellas llagas son el signo permanente del amor de Dios por nosotros, y son indispensables para creer en Dios. No para creer que Dios existe, sino para creer que Dios es amor, misericordia, fidelidad. San Pedro, citando a Isaías, escribe a los cristianos: «Sus heridas nos han curado» (1 P 2,24; cf. Is 53,5).
San Juan XXIII y san Juan Pablo II tuvieron el valor de mirar las heridas de Jesús, de tocar sus manos llagadas y su costado traspasado. No se avergonzaron de la carne de Cristo, no se escandalizaron de él, de su cruz; no se avergonzaron de la carne del hermano (cf. Is 58,7), porque en cada persona que sufría veían a Jesús. Fueron dos hombres valerosos, llenos de la parresia del Espíritu Santo, y dieron testimonio ante la Iglesia y el mundo de la bondad de Dios, de su misericordia.
Fueron sacerdotes y obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte; fue más fuerte la fe en Jesucristo Redentor del hombre y Señor de la historia; en ellos fue más fuerte la misericordia de Dios que se manifiesta en estas cinco llagas; más fuerte, la cercanía materna de María.
En estos dos hombres contemplativos de las llagas de Cristo y testigos de su misericordia había «una esperanza viva», junto a un «gozo inefable y radiante» (1 P 1,3.8). La esperanza y el gozo que Cristo resucitado da a sus discípulos, y de los que nada ni nadie les podrá privar. La esperanza y el gozo pascual, purificados en el crisol de la humillación, del vaciamiento, de la cercanía a los pecadores hasta el extremo, hasta la náusea a causa de la amargura de aquel cáliz. Ésta es la esperanza y el gozo que los dos papas santos recibieron como un don del Señor resucitado, y que a su vez dieron abundantemente al Pueblo de Dios, recibiendo de él un reconocimiento eterno.
Esta esperanza y esta alegría se respiraba en la primera comunidad de los creyentes, en Jerusalén, de la que hablan los Hechos de los Apóstoles (cf. 2,42-47), como hemos escuchado en la segunda Lectura. Es una comunidad en la que se vive la esencia del Evangelio, esto es, el amor, la misericordia, con simplicidad y fraternidad.
Y ésta es la imagen de la Iglesia que el Concilio Vaticano II tuvo ante sí. Juan XXIII yJuan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para restaurar y actualizar la Iglesia según su fisionomía originaria, la fisionomía que le dieron los santos a lo largo de los siglos. No olvidemos que son precisamente los santos quienes llevan adelante y hacen crecer la Iglesia. En la convocatoria del Concilio, san Juan XXIII demostró una delicada docilidad al Espíritu Santo, se dejó conducir y fue para la Iglesia un pastor, un guía-guiado, guiado por el Espíritu. Éste fue su gran servicio a la Iglesia; por eso me gusta pensar en él como el Papa de la docilidad al Espíritu santo.
En este servicio al Pueblo de Dios, san Juan Pablo II fue el Papa de la familia. Él mismo, una vez, dijo que así le habría gustado ser recordado, como el Papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el Cielo, ciertamente acompaña y sostiene.
Que estos dos nuevos santos pastores del Pueblo de Dios intercedan por la Iglesia, para que, durante estos dos años de camino sinodal, sea dócil al Espíritu Santo en el servicio pastoral a la familia. Que ambos nos enseñen a no escandalizarnos de las llagas de Cristo, a adentrarnos en el misterio de la misericordia divina que siempre espera, siempre perdona, porque siempre ama.
 

martes, 22 de abril de 2014

La necesidad de sacerdotes en la Diócesis: nota de El País y reflexiones del Obispo

Obispo y fieles buscan una solución urgente

Hay decenas de capillas en Cerro Largo sin sacerdote

La Capilla Santa Cruz es una de las que permanece cerrada en Melo. Néstor Araújo
 
En Cerro Largo faltan curas. Hay 11 sacerdotes y 2 diáconos, para trabajar en siete parroquias y 31 capillas. A esto se agrega que los Salesianos se fueron de la localidad dejando sin servicio religioso a una parroquia y dos capillas.
 
CERRO LARGO - NÉSTOR O. ARAÚJO - 22 abr 2014
La parroquia Santo Domingo Savio y las capillas "Santa Cruz y Capilla San Juan Bautista del Barrio Feder están sin actividad por falta de sacerdotes. Consultado por El País el obispo de la Diócesis de Melo, monseñor Heriberto Bodeant, no ocultó su preocupación.
Si bien los tres centros religiosos están a cargo de las Hermanas Carmelitas "no hay sacerdote para cubrir las celebraciones eucarísticas y atender a la comunidad como es debido," dijo a El País el obispo Heriberto Bodeant.
El prelado aseguró que le viene buscando la solución al tema al que calificó como "preocupante" debido a la falta de sacerdotes.
"Nos tienen abandonados, no nos quieren", le dijo al obispo una devota de la parroquia Santa Cruz, donde habitualmente los padres salesianos ofrecían misa diariamente.
Bodeant respondió que no era eso, ya que el hecho de no tener un presbítero para esas comunidades es el principal inconveniente que se plantea. "Se tratará que haya misa todos los domingos en la tarde en la Parroquia Santo Domingo Savio".
El obispo Bodeant celebró la eucaristía durante la Semana Santa para no dejar huérfana de misa a esa parroquia, además buscan cumplir con los feligreses de la Capilla Santa Cruz, y la Capilla San Juan Bautista del Barrio Feder.
"Asegurarles una misa mensual es difícil por falta de sacerdotes en estas dos capillas", dijo Bodeant. Y reconoció que "no se sostiene una comunidad con misas en esa frecuencia y nos preocupa".
La diócesis de Melo tiene bajo su responsabilidad los departamentos de Cerro Largo y Treinta y Tres. En territorio arachán hay 11 sacerdotes y 2 diáconos, para trabajar en siete parroquias y 31 capillas.
La parroquia del Carmen en Melo atiende nueve capillas, en Río Branco la parroquia San Juan Bautista atiende cuatro capillas más las comunidades rurales; Sarandí de Barcelo, Plácido Rosas, Poblado Uruguay y Laguna Merín.
La parroquia de Fraile Muerto tiene siete Capillas en la ciudad y en zonas rurales. La Parroquia San José Obrero de Melo tiene tres Parroquias, La de Aceguá una a su cargo que está en Villa Noblía, además de las capillas de la Pedrera, Buen Pastor y de Tupambaé.
Debido a la gran cantidad de capillas que tienen a su cargo las Parroquias que dependen del Obispado, sumado a la ausencia de los salesianos desde hace un año, "se nos hace difícil poder cumplir con las celebraciones en las diferentes comunidades", sostuvo Bodeant.

Salesianos.

A esto se suma que el 11 de noviembre de 2012 el liceo salesiano "Monseñor Luis Lasagna" de Melo se transformó en Instituto Católico. Si bien se fueron los curas salesianos el obispo Bodeant autorizó a que el carisma del centro educativo siga siendo cristiano.
Desde ese momento, el centro comenzó a ser gestionado por los propios docentes y funcionarios de la institución quienes formaron una sociedad de responsabilidad limitada.
La congregación salesiana deja Melo luego de 53 años en el lugar por lo que el emblemático Colegio "Don Bosco" se ha visto obligado a "tercerizar" la gestión educativa como consecuencia de la escasez de vocaciones sacerdotales.
El padre Pedro Incio confirmó a El País que actualmente hay "93 religiosos salesianos en el país mientras que en la década del 60 hubo 300".
El sacerdote recordó que "las comunidades de cada rincón del país estaban formados por más de 6 sacerdotes, que es lo mínimo que nos exigen para poder atender normalmente a los jóvenes y a la propuesta educativa, pero ahora apenas somos un promedio de tres en cada institución del país".
Incio dejó en claro que la dimensión salesiana se quiere mantener intacta, "La pedagogía del carisma Don Bosco no la queremos perder, pero no queremos continuar al frente de la gestión; que otros actores laicos gestionen las instituciones".
 
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Puntualizaciones y reflexiones del Obispo de Melo

En el día de ayer tuvimos con Néstor Araújo una conversación telefónica de la que surgen algunos de los datos que él presenta. En la tarde él intentó comunicarse conmigo para pedirme algunos datos y, al no poder hacerlo, hizo algunas aproximaciones.
 
Rápidamente, podríamos decir que las actividades que se desarrollan o pueden desarrollarse en una parroquia o capilla no dependen exclusivamente de la presencia del sacerdote. Fieles laicos y religiosas participan activamente en la catequesis, la educación, las obras sociales, la visita a ancianos y enfermos, la reunión de grupos bíblicos o comunidades eclesiales de base. En ese sentido, no puede decirse que la Parroquia Santo Domingo Savio y sus capillas estén cerradas y sin actividad. De ningún modo es así: la vida de las comunidades continúa. Las hermanas Carmelitas de Vedruna, trabajando a la par de varios laicos comprometidos mantienen viva la comunidad. Pero es verdad que no hay en este momento un párroco, un sacerdote responsable de acompañar la comunidad y de celebrar la Eucaristía diariamente, lo que no es menor.
 
La falta de sacerdotes es aún mayor que la señalada: son 7 y no 11 los sacerdotes en Cerro Largo (ver abajo).
 
Las Parroquias de Cerro Largo son las siguientes:
- 5 en la ciudad de Melo: Catedral, Carmen, San José Obrero, Santo Domingo Savio y Buen Pastor. Solo Carmen y Domingo Savio tienen dos capillas cada una. Las demás, varias capillas en la ciudad y capillas rurales.
- Las otras parroquias del departamento son 3, y tienen sus respectivas sedes en Aceguá (que tiene otras capillas además de Noblía); Fraile Muerto y Río Branco, ambas con varias capillas.
 
El título de la nota, que no viene del corresponsal de Melo sino, normalmente, de la edición del diario dice: "decenas de capillas sin sacerdote". En realidad, en Uruguay, prácticamente ninguna capilla tiene sacerdote, en el sentido de que haya un sacerdote viviendo allí y al servicio permanente de esa comunidad. Expliquemos un poco mejor esto.
 

Parroquias y capillas

Para entender la situación, tenemos que entender qué es una parroquia y qué es una capilla.
 
La Parroquia, hablando mal y pronto, es como una sección judicial: es un territorio. Para un católico, normalmente, su parroquia es aquélla que le corresponde por el lugar donde vive. La parroquia tiene una sede, que es la iglesia parroquial o templo parroquial. Por ejemplo, cuando decimos "la Parroquia Santo Domingo Savio" en Melo, estamos hablando de una zona que abarca una buena parte de la ciudad, desde Bvar. Francico Mata hacia el Este, al Sur de Avda. Italia y al Norte de calle Remigio Castellanos y otras por las que el límite se va trazando. Entran varios barrios: Caltieri, Serrato, Souza hasta Rufino Pérez, Féder, Agua Hermosa, pasando por otros más...
 
La parroquia Santo Domingo Savio cuenta con tres centros de culto: la iglesia parroquial, dedicada a Santo Domingo Savio y San Carlos Borromeo; la capilla Santa Cruz y la capilla San Juan Bautista, en el barrio Féder. Las capillas son pequeñas iglesias que dependen de la parroquia. A veces tienen una vida propia muy rica, pero siempre están en referencia a la parroquia a la que pertenecen.
 
Por eso, lo que preocupa al Obispo es que no haya al menos un sacerdote en cada parroquia, para que desde allí se atienda toda la zona.
 
Pero arriba decíamos "hablando mal y pronto" que la parroquia es un territorio... En realidad, la parroquia es, sobre todo, la comunidad de fieles que vive en ese territorio. Y si dentro del territorio hay varias pequeñas comunidades, nucleadas en las capillas o en otros centros donde la pequeña comunidad se encuentra (a veces una casa de familia), entonces se trata de que la parroquia sea comunidad de comunidades.
 
En la Diócesis de Melo, que abarca los departamentos de Cerro Largo y Treinta y Tres, hay 16 parroquias. Actualmente hay cuatro en las que no hay un sacerdote residente:
  • María Auxiliadora de La Charqueada, atendida por un Diácono permanente
  • San José de Tupambaé y
  • Santa Clara de Olimar, estas dos atendidas por las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima.
  • Santo Domingo Savio en Melo
En las tres primeras, sacerdotes de las parroquias vecinas (Vergara para Charqueada, C. Chato para S. Clara, Fraile Muerto para Tupambaé) van a celebrar la Misa un domingo al mes; en los demás domingos hay una Celebración de la Palabra presidida por el Diácono o las religiosas, según el caso y se distribuye la Sagrada Comunión a los fieles.
 
En Santo Domingo Savio se ha organizado la atención en el sentido de que haya Misa dominical en el templo parroquia, semanal (viernes) en la Capilla Santa Cruz y al menos mensual en San Juan Bautista. Una atención mínima, pero posible, mientras siguen las gestiones para conseguir sacerdotes. El Obispo dedicó la Semana Santa a esta comunidad parroquial, presidiendo las celebraciones de cada día de la semana, incluyendo una en Santa Cruz y otra en San Juan Bautista.
 

El Clero de la Diócesis de Melo

Por clero entendemos a los obispos, presbíteros (sacerdotes) y diáconos.
 
En la Diócesis de Melo (recordemos: Cerro Largo y Treinta y Tres) contamos con:
  • 4 diáconos permanentes (dos en Melo, uno en la ciudad de Treinta y Tres, uno en Charqueada)
  • 13 sacerdotes:
    • En Cerro Largo: 4 en Melo,  y 3 en Aceguá, Fraile Muerto y Río Branco
    • En Treinta y Tres: 4 en la ciudad de Treinta y Tres y 2 en Vergara y Cerro Chato
  • 2 obispos: 1 en Melo (Mons. Bodeant, obispo diocesano), 1 en Treinta y Tres (Mons. Cáceres, obispo emérito)
 

Gestiones en busca de nuevos sacerdotes

Siguiendo una tradición de la Diócesis, se ha buscado ayuda en diferentes lugares:
- pedidos a congregaciones religiosas sacerdotales
- pedidos a diócesis
- candidatos al sacerdocio de otros países que puedan completar aquí su formación y ser ordenados para la Diócesis.
 
Muchas de estas gestiones siguen encaminadas, con la esperanza de resultados a mediano plazo.
Por lo pronto, se incorporaron a la Diócesis dos colombianos que fueron ordenados sacerdotes aquí.
A Treinta y Tres llegó un sacerdote perteneciente a la Cruzada del Espíritu Santo, una asociación sacerdotal que tendría la posibilidad de enviar a otro sacerdote en el correr de este año.
 

Vocaciones sacerdotales

Sin embargo, el "recurso genuino" de una Diócesis para tener sacerdotes es la propia comunidad cristiana. Allí, Dios sigue llamando a jóvenes a entrar a su servicio. En estos años, algunos jóvenes se han planteado una posible vocación sacerdotal. Algunos han desistido, otros siguen en búsqueda. Si ingresan un día al Seminario, les espera un camino largo: unos ocho años de formación; años en los que tienen que perseverar para llegar a ser ordenados y comenzar allí su servicio.
 

Diáconos permanentes

La Diócesis ha iniciado un camino de formación de Diáconos permanentes. Estos son hombres casados que, después de un tiempo de discernimiento y de algunos años de formación (no tantos como los de un futuro sacerdote) pueden ser ordenados por el Obispo para ejercer este ministerio al servicio de las comunidades: acompañamiento pastoral, celebración de la Palabra, distribución de la Comunión, Bautismos, Casamientos, etc. No pueden, en cambio, realizar algunos servicios propios del sacerdote: la celebración de la Misa, la Confesión y la Unción de los Enfermos.
 

El Pueblo de Dios y su misión

Como decíamos al principio, la vida de una comunidad cristiana no está limitada a lo que el sacerdote haga o deje de hacer. La Iglesia es la comunidad de los creyentes, el Pueblo de Dios. La integran todos los bautizados. En ella, todos están llamados a participar activamente, dentro de la medida de sus posibilidades, en el cuidado de quienes forman la comunidad, en la preocupación misionera de llevar el anuncio del Evangelio a quienes no la integran o se han alejado y en el cuidado a los "heridos del camino" con los que se van encontrando, sean o no miembros de la comunidad cristiana.
 
La integración a la Iglesia se vive en una comunidad concreta. No es un mero sentimiento. Significa no sólo la fe y la relación personal con Dios, sino también la relación con los demás miembros de la comunidad, la participación en la vida de la comunidad en varios aspectos (no sólo la Misa). Sí: los sacerdotes son pocos en la Diócesis de Melo y en el Uruguay en general: uno cada 10.000 habitantes. Sí, sería muy bueno contar con más sacerdotes. Es más: los necesitamos realmente. Pero la Iglesia vive en todos sus miembros, y crece cuando cada uno responde al llamado que Dios le hace desde el día de su bautismo, a ser "sal y luz de la tierra".
 
Los pastores no somos los principales actores de la obra de la Iglesia, ayudados por algunos colaboradores bajo nuestras órdenes. En primer lugar, quien actúa en la Iglesia es Jesucristo. Y todos los miembros de la Iglesia tenemos que ponernos a la escucha de su Palabra. Dejar que Él, como Buen Pastor, nos conduzca. Y todos juntos, como Pueblo de Dios, seguir su camino. Los pastores tenemos la delicada misión de ayudar a la porción del Pueblo de Dios a nosotros confiada a buscar la voluntad de Dios y ayudarlo a realizarla. En ese sentido somos guías, conductores; buscamos preparar y formar a los fieles para su misión; los alimentamos y fortalecemos con los Sacramentos y la Palabra de Dios, que también nos alimenta y fortalece a nosotros mismos, en nuestra humana fragilidad.

domingo, 20 de abril de 2014

¡Ha resucitado! - Mensaje Pascual del Obispo de Melo


“Cristo, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó a sí mismo tomando condición de servidor (…) y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Filipenses 2,6-8).
El pasado Domingo de Ramos escuchamos el relato de la Pasión del Señor según San Mateo. Desde la cruz llegó el estremecedor grito de Jesús: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Salmo 22). El hijo de Dios tomó nuestra condición humana, “se despojó a sí mismo” y bajó hasta el fondo del dolor y de la angustia: “tuvo que asemejarse en todo a sus hermanos, para ser misericordioso” (Hebreos 2,17). El evangelista Mateo nos hace ver cómo Jesús va siendo abandonado. Sus discípulos se duermen en lugar de velar con Él en el Huerto. Huyen cuando Jesús es arrestado. Judas lo vende, Pedro lo niega. La multitud grita “crucifícalo”. Llegan las burlas, los azotes, la corona de espinas, el vía crucis, el calvario. Y como culminación de ese abandono, ese grito: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
 
El Hijo de Dios bajó hasta el fondo de nuestra condición humana, hasta la soledad más total, más completa… ¿por qué? “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Juan 15,13). La pasión, la muerte de cruz, son la expresión de ese amor mayor de Jesús. Y lo hace para que nadie más tenga que gritar “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” sin encontrar respuesta. La respuesta también nace de la cruz. Allí, ante la muerte del crucificado, el Centurión y sus hombres exclaman “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mateo 27,54).
“Por lo cual Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2,9-11).
Pero el Hijo de Dios había muerto. Fue bajado de la cruz y colocado en la oscuridad del sepulcro. La noche envolvió el cuerpo de Jesús. El Universo volvió a la noche de los tiempos, a la noche anterior a la palabra del Creador: “Hágase la luz” (Génesis 1,3).
 
Y dentro de la tumba, la luz se volvió a hacer. La creación volvió a realizarse. “Mira que hago un mundo nuevo” (Apocalipsis 21,5). El Padre no ha abandonado a su Hijo. En Jesús resucitado, la muerte ha sido derrotada, el perdón ha vencido al odio y brilla sobre la humanidad la luz de una esperanza irrevocable.
 
Por eso, Jesús puede decirnos “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16,24). Porque cuando en la vida nos encontramos sin salida, cuando nos hundimos en la oscuridad más negra, cuando nos sentimos profundamente humillados, allí, de cara a la verdad dolorosa de nuestra fragilidad y nuestro pecado, está el momento en que podemos abrirnos total y confiadamente a la esperanza en Dios, como lo hizo Jesús.
 
La alegría de la Pascua no es una alegría ingenua. Cada día encontramos nuestra cuota, a veces muy grande, de contrastes, problemas, dolores, fracasos… Pero en ellos podemos unirnos a la cruz de Jesús y a su obra redentora por la salvación del mundo. Y así, amando a Jesús abandonado en cada sufrimiento y abandono de la humanidad, encontramos la clave de la alegría: el encuentro con Dios, el punto de pasaje, de Pascua, de la miseria humana a la redención, de la muerte a la resurrección, de las tinieblas del dolor a la luz de la esperanza. Una Pascua que podemos vivir cada día, como anticipo de la que vendrá definitivamente. Por eso decimos ¡Feliz Pascua de Resurrección!
 
+ Heriberto, Obispo de Melo (Cerro Largo y Treinta y Tres)

miércoles, 16 de abril de 2014

Misa Crismal en la Catedral de Melo - Homilía de Mons. Bodeant



Queridas hermanas, queridos hermanos, fieles laicos de las diferentes comunidades parroquiales de nuestra Diócesis; queridas religiosas y consagrados; queridos diáconos permanentes; queridos presbíteros; querido Mons. Cáceres:
Nuevamente estamos reunidos para celebrar esta Misa que tiene características únicas: se celebra sólo una vez al año y en un único lugar, que es habitualmente nuestra catedral, y con la participación de todo el clero presente en la Diócesis.

Este Miércoles Santo coincide felizmente con el día en que Mons. Roberto Cáceres cumple 93 años. Es una alegría poder celebrarlos con él de esta forma.
Nos hacen llegar sus saludos el P. Thomas, desde Escocia, el P. David, desde México y el P. Gabriel desde el Hogar Sacerdotal. Los tenemos presentes en nuestra oración.
La Misa Crismal nos congrega como Pueblo de Dios que peregrina en Cerro Largo y Treinta y Tres para implorar del Señor que bendiga los óleos para los catecúmenos y la Unción de los Enfermos y consagre el Santo Crisma que, a lo largo de este año y hasta la próxima Semana Santa, utilizaremos en la celebración de los Sacramentos del Bautismo y de la Confirmación en cada comunidad parroquial.
En el Evangelio que hemos escuchado, el Señor Jesús se presenta como aquel que ha sido ungido por Dios, llenándolo del Espíritu Santo. Así, lleno del Espíritu, ha venido para traer el Evangelio a los pobres, vendar los corazones heridos, dar la vista a los ciegos, anunciar la liberación a los oprimidos.
Jesús continúa realizando hoy su obra de salvación por medio de su cuerpo, la Iglesia, por medio de todo el Pueblo de Dios. Junto a su Palabra, Jesús nos ha dejado los sacramentos, signos en los que Él mismo se hace presente con su amor, con su gracia, con su fuerza salvadora. Porque cuando los ministros celebramos los sacramentos en Nombre de Jesús, es ante todo Él mismo quien bautiza, quien entrega el Espíritu Santo, quien sana y perdona.
En distintos momentos, a lo largo de su primer año de pontificado, el Papa Francisco ha llamado a la Iglesia, a todo el Pueblo de Dios, a todos sus miembros, a prestar una especial atención a las personas que sufren. No solo recibiéndolas, sino también saliendo a su encuentro.
Así, cuando estuvo en Río para la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa le dijo a los Obispos latinoamericanos:
“Después de una batalla, lo primero que hay que hacer en un hospital de campaña es curar las heridas. Creo que hoy día la pastoral tiene que plantearse seriamente eso” (1).
Poco después, ya en Roma, el Papa retomó la idea:
“Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es la capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, la cercanía, la proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Es inútil preguntarle a un herido grave si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Después podemos hablar de todo el resto. Curar las heridas, curar las heridas… empezando desde abajo” (2).
En nuestras recientes Orientaciones Pastorales, los Obispos del Uruguay hemos recogido esta visión del Papa Francisco y hemos asumido, entre otros, un desafío para toda la Iglesia: “buscar y recibir a la gente herida”. “Fuera y dentro de la Iglesia encontramos personas heridas, desanimadas, desmotivadas, desencantadas…”. Jesús nos llama a “ir al encuentro de las personas que están en «las periferias existenciales: las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria»”.
Si pensamos en personas que van por la vida sangrando de sus heridas, no podemos menos que recordar la parábola del Buen Samaritano: el herido del camino, los que pasan de largo, el samaritano que se detiene y comienza por curarlo con lo que tiene a mano: el vino que limpia las heridas, el aceite que alivia el dolor.
Ya los primeros cristianos veían en el Buen Samaritano a Cristo mismo que baja de lo alto para sanar y levantar a la humanidad herida por todas sus miserias.
Muchos de nosotros, todos nosotros, de una u otra forma, somos también heridos del camino. Y a un hermano nuestro, el P. Gabriel, le ha tocado ser herido por alguien a quien prestó ayuda. Pero a veces no hay mejor sanador que el sanador herido. Del corazón herido, del corazón traspasado de Jesús brotan el agua y la sangre del Bautismo y de la Eucaristía que dan vida a la Iglesia. Detrás del compromiso y de la entrega generosa de muchos fieles cristianos, de muchos de ustedes, hay una experiencia de dolor, de pérdida, en la que, sin embargo, no se quedaron encerrados, sino que les ensanchó el corazón y la capacidad de amar.
En esta Misa en la que recordamos la institución del sacerdocio, en la que los presbíteros y los diáconos permanentes renuevan sus respectivas promesas de ordenación y en la que son bendecidos los óleos de los catecúmenos y de la Unción de los Enfermos y es consagrado el Santo Crisma, es bueno que recordemos que hay dos sacramentos que son llamados “sacramentos de curación” o “sacramentos de sanación”: el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación y el sacramento de la Unción de los Enfermos.
Son sacramentos de curación, porque en ellos actúa Jesús como médico de nuestras almas y nuestros cuerpos. Jesús, que perdonó los pecados al paralítico y le devolvió la salud del cuerpo (3). En estos sacramentos el Señor continúa su obra de curación y de salvación, con la fuerza del Espíritu Santo y por medio de la Iglesia (4).
¿Por qué decimos que el sacramento de la Penitencia y la Reconciliación es un sacramento de sanación? El Papa Francisco lo explicaba hace muy poco (5), con palabras que podría decir cualquiera que se haya confesado:
“Cuando yo voy a confesarme, es para sanarme: sanarme el alma, sanarme el corazón por algo que hice que no está bien. (…) el perdón de nuestros pecados no es algo que podemos darnos nosotros mismos: yo no puedo decir: ‘Yo me perdono los pecados’; el perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos perdón a Jesús. (…) sólo si nos dejamos reconciliar en el Señor Jesús con el Padre y con los hermanos podemos estar verdaderamente en paz. Y esto lo hemos sentido todos, en el corazón, cuando vamos a confesarnos, con un peso en el alma, un poco de tristeza. Y cuando sentimos el perdón de Jesús ¡estamos en paz! Con aquella paz del alma tan bella, que sólo Jesús puede dar, ¡sólo Él!”.
Y sigue diciendo Francisco:
“En la celebración de este Sacramento, el sacerdote no representa solamente a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él, que lo alienta y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana.”
Durante este tiempo de Cuaresma, en nuestras parroquias, en la peregrinación a la Cruz del Cerro Largo, muchos hemos podido celebrar el Sacramento de la Reconciliación… y si no lo hemos hecho, todavía hay otros momentos que podremos aprovechar. “¡Cada vez que nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta!”, dice Francisco. Dejémonos abrazar por el Padre Dios.
Pero vamos ahora al otro Sacramento al que nos queríamos referir hoy. La Unción de los Enfermos, en otro tiempo llamada la Extremaunción, porque se lo entendía como un consuelo espiritual ante la cercanía de la muerte. Hoy, el nombre de Unción de los Enfermos nos ayuda a ver mejor su relación con la enfermedad y el sufrimiento bajo la misericordia de Dios.
También a este sacramento se refirió recientemente el Papa Francisco en una de sus catequesis (6):
“Hay una imagen bíblica que expresa en toda su profundidad el misterio que trasluce en la Unción de los enfermos: es la parábola del «buen samaritano», en el Evangelio de Lucas (10, 30-35). Cada vez que celebramos ese sacramento, el Señor Jesús, en la persona del sacerdote, se hace cercano a quien sufre y está gravemente enfermo, o es anciano. Dice la parábola que el buen samaritano se hace cargo del hombre que sufre, derramando sobre sus heridas aceite y vino. El aceite nos hace pensar en el que bendice el obispo cada año, en la misa crismal del Jueves Santo, precisamente en vista de la Unción de los enfermos. El vino, en cambio, es signo del amor y de la gracia de Cristo que brotan del don de su vida por nosotros y se expresan en toda su riqueza en la vida sacramental de la Iglesia. Por último, se confía a la persona que sufre a un hotelero, a fin de que pueda seguir cuidando de ella, sin preocuparse por los gastos. Bien, ¿quién es este hotelero? Es la Iglesia, la comunidad cristiana, somos nosotros, a quienes el Señor Jesús, cada día, confía a quienes tienen aflicciones, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos seguir derramando sobre ellos, sin medida, toda su misericordia y la salvación.”
Hasta ahí las palabras del Papa Francisco. Quiero terminar con un testimonio. En Uruguay tuvimos un sacerdote que, allá por los años 70, se fue a vivir entre los pobres: el Padre Cacho. Ruben Isidro Alonso se llamaba, pero fue conocido así: “el Padre Cacho”. Vivió por los cantegriles de Bulevar Aparicio Saravia, en Montevideo, en una casilla de lata, igual a la de sus vecinos. Allí hizo presente el amor de Jesús por los más pobres y allí hay hoy un barrio de viviendas que reemplazaron aquellos ranchitos de lata. Cacho murió de cáncer el 4 de setiembre de 1992.
Ya en la etapa terminal de su enfermedad, recibió en el Hogar Sacerdotal la visita de una vecina del barrio, con la que había trabajado mucho. Viendo que la vida de él se estaba apagando, ella le preguntó, con mucho cariño: “¿Cómo estás, Cacho?”. Y el P. Cacho, que había aprendido a vivir en el espíritu de las bienaventuranzas le respondió: “estoy curado”. Pocos días después murió, pero él sabía bien lo que decía. Estaba curado. Había sido sanado de todas sus heridas. Podía entrar a la Casa del Padre.
Le damos gracias al Señor porque sigue dispuesto a curarnos, a sanarnos, a perdonarnos. Le damos gracias porque nos llama a todos a ser testigos y portadores de su misericordia  y le pedimos poder siempre celebrar sus Sacramentos confiados en que allí, Él se hace presente con todo su amor. Así sea.
1. Discurso al Comité de Coordinación del CELAM, Río de Janeiro, 28 de julio de 2013.
2. Entrevista en La Civiltà Cattolica, Nº 3918, 19 de setiembre de 2013.
3. Cf. Mc 2,1-12.
4. Cf. CIC 1421.
5. Catequesis del miércoles 19 de febrero de 2014.
6. Catequesis del miércoles 26 de febrero de 2014.

sábado, 12 de abril de 2014

Semana Santa: celebraciones presididas por Mons. Heriberto


Sábado 12 de abril, celebraciones correspondientes al Domingo de Ramos
  • 16 hs. Capilla San Miguel, Valentines
  • 19 hs. Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, Cerro Chato
Domingo 13 de abril, Domingo de Ramos
  • 9:30 hs. Capilla Santa Cruz, Melo: bendición de Ramos y procesión hasta el templo de Santo Domingo Savio. Allí, Misa de Ramos.
  • 17 hs. Parroquia Santìsimo Sacramento, Vergara
Lunes 14 de abril
  • 18 hs. Parroquia Santo Domingo Savio, Melo. Misa y celebración penitencial
Martes 15 de abril
  • 17 hs. Capilla San Juan Bautista, Barrio Feder, Melo. Misa.
Miércoles 16 de abril
  • 18:30 Misa Crismal, Catedral de Melo
Jueves 17 de abril, Jueves Santo
  • 19 hs. Parroquia Santo Domingo Savio, Melo. Misa de la cena del Señor.
  • Al finalizar la Misa: Hora Santa
Viernes 18 de abril, Viernes Santo
  • 17 hs. Capilla Santa Cruz, Melo, Celebración de la muerte del Señor.
  • 19 hs, Vía Crucis interparroquial. Sale de la Parroquia Ntra. Sra. del Carmen y finaliza en Catedral.
Sábado 19 de abril, Sábado Santo
  • 20 hs. Parroquia Santo Domingo Savio, Melo. Vigilia Pascual
Domingo 20 de abril, Pascua de Resurrección
  • 10 hs. Parroquia Santo Domingo Savio, Melo. Misa.
  • 19:30 Parroquia San José Obrero, Treinta y Tres, Misa.

domingo, 6 de abril de 2014

¡La cruz se ha vuelto luz! ¡Qué hermosura!


¡Solo aceptando y cargando las cruces de la vida llegamos a la luz de la resurrección!
Con Richard Espel habíamos hablado un día, por correo electrónico, del proyecto “Iluminación de la Cruz del Cerro Largo”
No creía que se iba a hacer realidad tan pronto… ¡Le doy Gracias a Dios!
Dios va a bendecir abundantemente el departamento de Cerro Largo desde lo alto del mismo Cerro donde la Cruz de Cristo se ha revestido del “Sol” del resucitado que, hasta en las noches de la vida, regala su luz a quienes desean recibirla.
El símbolo del departamento que representa el Cerro dominado por el sol ahora asume un significado más profundo: la luz del sol que alumbra de día es la misma que se almacena para alumbrar también la noche. Esta imagen vale para lo material, pero, sobre todo, para lo que se refiere a la experiencia espiritual.
El diario “El País”, que me leí desde aquí, decía que este es “un lugar que parece sagrado”. ¡No parece, sino que es sagrado! Es un lugar de peregrinaciones, de contemplación y de oración.
Desde aquel día que, en clima de oración, Biblia en las manos, sentado en la cumbre del Cerro, mirando hacia Arbolito, empecé a soñar la CRUZ, no dejé de visitarla espiritualmente y desde allí pedirle a Dios la más abundante bendición por aquella tierra y población que ha puesto hondas raíces en mi corazón de “cura”.
El Papa Juan Pablo II motivó la construcción de la Cruz en el Cerro ¡Ahora en Roma está latiendo, en el Papa Francisco, un corazón latinoamericano! ¡Qué bueno!
Y mis padres, obreros los dos, que ofrecieron lo que se gastó para levantar la Cruz, gozarán al ver desde el cielo los frutos espirituales de su sacrificio.
Recordando a Mons. Roberto que me estimuló a realizar el proyecto; a Mons. Heriberto que está acompañando estas nuevas etapas; a los viejos constructores y a los nuevos restauradores; a Richard Espel; al intendente Botana que asumió esta maravillosa iniciativa y a todo el pueblo…. a todos les doy GRACIAS. ¡Y que Dios los Bendiga a todos!
Aunque lejos, estoy con ustedes, espiritualmente muy presente.
¡Hasta el próximo mes de Agosto, si Dios Quiere!
Padre Javier Mori
San Giovanni di Polaveno, Provincia de Brescia, 6 de abril de 2014

martes, 1 de abril de 2014

Hace 26 años se levantó la Cruz del Cerro Largo




26 de marzo de 1988, revista COMUNIÓN

Una obra admirable realizada en tiempo récord.


La Cruz del Cerro Largo

Este 17 de marzo de 1988, desde tempranas horas, los tractores repechaban las laderas del Cerro Largo, llevando los sectores de la Cruz que, al mediodía ya lucía hermosa en la cumbre, con sus brazos abiertos, bendiciendo a nuestro Departamento y al cercano Departamento de Treinta y Tres.
Eran 25 hombres que gustosos colaboraron: Albín Silva y su equipo prepararon las estructuras, acamparon 10 días en el Cerro, Delbair Bittencourt y equipo; Canal 8 filmó el levantamiento de la Cruz; Familia Viñoles, donantes del terreno en memoria de Gilberto y Walter Viñoles; Roberto Segrero se responsabilizó del acarreo de materiales. Y demás voluntarios. Roberto Segrero quedó encargado de coordinar una Comisión de mantenimiento, que surgió espontánea durante el asado del mediodía. Ya se piensa iluminarla.

Lo que se logró en diez días


  • La Cruz en hierro soldado con chapas galvanizadas al frente y afirmada con cables, de 13 m de altura, 6 m brazos y 90 x 50 cm de cuerpo.
  • La imagen de la Virgen del Pilar sobre una base de piedras
  • Un amplio altar sobre una del lugar con el grabado “Melo – Juan Pablo II – 8.5.88”
  • Mástiles para banderas
  • 14 cruces de madera distribuidas a lo largo del camino para el “Vía Crucis”
  • Carteles con las “Bienaventuranzas” rodeando el lugar de recogimiento.

El conjunto luce bonito sin desentonar con el ambiente natural.
Gracias a la colaboración conjunta de Vialidad e Intendencia se pudo maquinar el camino de acceso casi hasta la cumbre.

Jornada inolvidable

Fue la de ese 20 de marzo. Gracias al ambiente de entusiasmo que se creó con la noticia, ese día se realizó la “Caminata penitencial” con gran participación popular. Entre ómnibus y camiones fueron 12 vehículos, además de muchos transportes particulares y los peregrinos a pie y a caballo desde Arbolito, Guazunambí, Bañado de Morales, etc.

Vía Crucis

A la mañana y a la tarde, subiendo el camino del Cerro: devotos y numerosos. Los de la mañana pasaron en convivencia al mediodía, atendidos por los Pioneros Scouts que acamparon desde el día anterior.

Santa Misa

A las 16:30 presidida por el Obispo y concelebrada. Las fotos y tomas del Canal 12 TV conservarán para el recuerdo esta celebración en el atardecer del Cerro, con un mundo de gente cubriendo la explanada, participando devotamente del sacrificio eucarístico.

Santuario

Al aire libre es ahora. Recuerda no solo la visita papal, sino por su ubicación frente a los campos de antiguas batallas en Arbolito, recuerda también a los caídos en luchas entre hermanos, de ayer y de hoy, para que el amor y la unidad nacional triunfen sobre el odio y la violencia.
A todos, y muy en especial al Padre Javier: ¡Felicitaciones!

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9 de junio de 1988, Revista COMUNIÓN

Pasó el amigo

Bendición al Cerro Largo

Luego de una emotiva despedida, emprendió el regreso a Montevideo pasando sobre el Guazunambí. Al comienzo, las nubes impidieron que el Santo Padre, ubicado sobre el lado izquierdo del avión, pudiera divisar la Cruz, que iba dispuesto a localizar y bendecir. Sin embargo, pasando ya sobre el Guazunambí se disiparon las nubes y pudo localizar el Cerro Largo en sus últimas estribaciones y bendecirlo junto a su Cruz.

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4 de marzo de 1989, Revista COMUNIÓN

Peregrinación a la Cruz del Cerro Largo [invitación]

El próximo domingo 12 de marzo, en horas de la tarde, en el marco de la Cuaresma y en las puertas de una nueva Semana Santa, se llevará a cabo la Peregrinación a la Cruz del Cerro Largo. A partir de las 15 horas y desde el camino que sale frente a la Escuela de Arbolito, partirá el Vía Crucis que, ascendiendo el Carro Largo, nos llevará al pie de la Cruz donde, culminando el acto, tendrá lugar la concelebración que presidirá el Obispo.
Se espera repetir la inolvidable jornada inaugural del año pasado, en que tantos fieles, ya desde la mañana, se dieron cita en la cumbre del Cerro Largo, luego de espontáneos Vía Crucis. Será esta una espléndida forma de prepararnos a vivir una fervorosa Semana Santa y como el sol, cada mañana, antes de iluminar la Patria se apoya en el Cerro Largo y besa la Cruz, también nosotros pediremos por la felicidad de nuestro querido suelo, en vísperas de acontecimientos tan decisivos como son los comicios que tenemos en puertas.
No nos olvidaremos, por supuesto, de rezar por que fue alma mater de esta Cruz, el P. Javier. Él también, a la distancia, reza por nosotros, como lo asegura en cada carta que escribe.
La Comisión pro conservación de la Cruz y embellecimiento del Parque se ha tomado muy a pecho este cometido, mereciendo por ello el mejor de los plácemes.
La concentración está prevista para las tres de la tarde. Luego se iniciará el camino penitencial.

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18 de marzo de 1989, revista COMUNIÓN

Peregrinación a la Cruz del Cerro Largo [crónica]

El pueblo tiene un particular “olfato” y en esto de la “religiosidad popular” nadie lo aventaja. El pasado domingo, quinto de Cuaresma, se congregó este Pueblo en el camino que, desde la ruta 8, frente a la Escuela de Arbolito, lleva a la Cruz que corona la cima del Cerro Largo.
A las tres y media de la tarde comenzó la caminata penitencial, rezando el Vía Crucis a lo largo del camino. La tarde “acompañó” aunque lamentamos haya sido a despecho de la lluvia que todos ansiamos. Como el camino, ancho y transitable porque falta agua. Se vieron “caras nuevas” (volvemos a lo del “olfato” de la gente) hombres y mujeres, ancianos (¡parece mentira! muchos octogenarios), niños y jóvenes padres y madres con chicos en brazos, una señora con una pierna ortopédica. Nos quedamos asombrados ante la fe, hecha sacrificio, de nuestro Pueblo. Muchos habían subido por la mañana y vuelto a bajar para sumarse a la columna multicolor y larga, muy larga, que subía y bajaba hasta llegar a la cumbre.
Fue ostensible la presencia de los “locatarios”, la gente de Arbolito, orgullosa de ser anfitriones en esta circunstancia. También hubo representación de Treinta y Tres, con las Hermanas Dominicas de Albí. Lindo sería que esta “caminata penitencial” en las puertas de la Semana Santa, vaya poco a poco adquiriendo ribetes de diocesana, simbolizando la voluntad de que la Cruz de Cristo, como Él lo profetizó, atraiga cada vez más, a todos, sin distinción.
Al llegar al pie de la Cruz se concelebró la Eucaristía que presidió el obispo en una ambientación de “Tabor” o “Sermón de la montaña”. Luego, los grupos que se congregan y disfrutando del aire fresco y puro, de la pradera y de la imponente visión de la Cruz que, para tranquilidad del P. Javier, los responsables la cuidan y conservan, aspirando, si acaso, a mejorarla con el tiempo. Entre paréntesis: se rogó especialmente para que Dios dé abundante lluvia, y también, por “el alma” de esta Cruz, el P. Javier, en un acto de estricta justicia.

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