miércoles, 23 de julio de 2014

Carta desde el Desierto (Valle de Coachella, Desierto Bajo, California)




El lunes 7 de julio, poco antes de salir para el aeropuerto, celebré Misa en Montevideo, en la capilla de la CEU. Desde luego, quería poner en las manos del Señor este viaje, con sus expectativas de cosas buenas para la Diócesis, para nuestra Conferencia Episcopal y, desde luego, también para mí...
Cuando leí la primera lectura, me pareció que era realmente auspiciosa. Estaba tomada de la profecía de Oseas y allí el Señor habla a su pueblo por medio del profeta, diciéndole, como a su Esposa, "Yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré al corazón. Allí, ella responderá como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto..."

Es un texto donde Dios llama a su Pueblo, que se ha apartado de Él, a un reencuentro, volviendo a la experiencia fundacional que significó el Desierto. Liberado por la intervención de Dios de la esclavitud en Egipto, guiado por Moisés, el pueblo atravesó el Desierto para llegar a la Tierra Prometida. En esa peregrinación, Dios selló su Alianza con su Pueblo. El Pueblo pasó por la prueba, la tentación, y a menudo cayó... pero Dios no quebró su Alianza. La historia continúa; hay nuevas infidelidades y Oseas es enviado por Dios para llamar al Pueblo a volver de corazón a la Alianza...

En estos días he recordado mucho a un hombre que vivió en el desierto, tras las huellas del Beato Hermanito Carlos de Foucauld. Carlos Carretto, de quien recuerdo especialmente dos libros: Cartas del desierto y Lo que importa es amar. En el segundo libro, que tiene una guía para lectura y meditación personal de la Biblia que seguí en el año anterior a mi entrada al Seminario, Carretto decía "la historia de la Salvación es la historia de un alma: la tuya". Es verdad que la historia de la Salvación es ante todo la historia de la intervención de Dios en favor de su Pueblo... pero también es verdad que cada uno de nosotros va también en ese peregrinar a la Casa del Padre, y en ese camino, encontrando su propia historia en las vidas de Abraham, Moisés, David... por eso me sentí tocado por las palabras de Oseas, y pedí que este viaje pudiera ser también un tiempo de oración y de un encuentro distinto con el Señor.

El sábado pasado llegué, finalmente, al desierto. Esta zona del Estado de California es conocida como el "Desierto Bajo" (obviamente, hay también un "Desierto Alto"). Aquí es el valle de Coachella (se pronuncia cochela y sería una deformación de la palabra "conchilla"; recordemos que en Uruguay está "Conchillas") y también se llama Coachella la ciudad de 40.000 habitantes en la que está la Parroquia Nuestra Señora de Soledad.

Esta es la primera de las dos parroquias que me toca visitar dentro del programa de Cooperación Misionera de la Diócesis de San Bernardino, que consiste en la visita de alguien de otro país que presta un servicio a la comunidad que lo acoge, comparte lo que vive en su Iglesia local y recibe ayuda a través de las colectas de las Misas en las que participa.

La parroquia está a cargo de los Siervos Misioneros de la Santísima Trinidad o, más brevemente Misioneros Trinitarios. Hay un templo con capacidad para unas 700 personas, que se llena en casi todas las siete Misas del fin de semana (dos en sábado y cinco en domingo). Una Misa del sábado y otra del domingo se celebran en inglés y el resto en español... pero aún los que vienen a la Misa en inglés son en su inmensa mayoría gente de origen latino (sobre todo mexicanos) y entienden bien español. La parroquia tiene también lo que nosotros llamaríamos "capillas rurales", pero que aquí son centros de misión.

La comunidad es muy viva: mucha participación en la Eucaristía, con muchos ministros (en Estados Unidos, por decisión de la Conferencia Episcopal, siempre se ofrece la comunión bajo las dos especies, por lo que se hace necesario la colaboración de muchos ministros de la Comunión), con un coro diferente en cada Misa, a veces más "mexicano", casi "mariachi", a veces más estadounidense, con guitarras sonando estilo "country". Hay un movimiento que ha marcado mucho la vida de la región, el Programa Misionero del P. Jose Pawlicki, un sacerdote de origen polaco y mexicano de corazón, que dedicó una gran parte de su vida a la evangelización de esta zona y creó este movimiento con algo del estilo de los Cursillos de Cristiandad. De modo que aquí no tenemos "cursillistas" sino "misioneros", como se llaman los que han pasado por el encuentro de fin de semana y continúan luego reuniéndose en comunidades de fe. Hay también grupos de la Renovación Carismática y varios otros grupos y servicios. La comunidad está formada por gente trabajadora, que presta servicios en casa y clubes de gente muy rica que vive en los lugares elegantes del desierto: La Quinta, Palm Springs... también en la producción y procesamiento de dátiles, pero ya les contaré más de eso.

En Cartas del Desierto Carlos Carretto explica, hablando del desierto del Sáhara, que "el desierto es un lugar muy frío donde de día hace calor". Aquí no es tan así la cosa... en este momento, 4 de la tarde, afuera de la casa hay 47 grados con sensación térmica de 49°. Accuweather describe el tiempo como "sol abrasador". No voy a intentar comprobarlo. La mínima: 26°, así que se podría decir que este desierto es "un lugar caliente donde de noche hace menos calor". Pero, bueno... todo está adaptado para que se pueda vivir: aire acondicionado, ventiladores, persianas, botellas de agua siempre a mano (la humedad es de 4% !!!). Hay que aprender a manejar la ducha: el agua es muy valiosa, y la ducha tiene un mecanismo que la corta en cuanto empieza a salir caliente (como para que uno no la abra hasta que salga agua caliente y se olvide, ¿vio?).

Los Trinitarios son aquí cuatro: dos sacerdotes estadounidenses, un seminarista colombiano y un nigeriano (pero que viene de México) que están en año pastoral desde enero. La vida se organiza en otro ritmo... Nos acostamos muy temprano, y a las 5 ya se está en pie para caminar a la mejor hora del día (a las 5:30 ya amaneció). Después, rezo de Laudes a las 7:25, Misa en la parroquia a las 8:00.  Los Trinitarios tienen sus tareas, preparar alguna cosa, atender a gente que llega, y yo me dedico a preparar lo que sigue. Después de la maratón de Misas del fin de semana (estuve en las siete; aunque solo presidí dos, prediqué en todas, en español y en inglés, según tocara), la semana ha sido aliviada. El lunes estuve con una pequeña Comunidad de Fe que se reúne en una casa de familia. Ayer fui con el párroco a Orange, pero eso merece otra nota. Esta noche de 19 a 21 animo la oración durante la exposición del Santísimo que organiza un equipo Misionero. Mañana voy a un programa de la radio El Sembrador, en otra ciudad. El viernes me encuentro con el grupo de Adolescentes. Sábado y domingo estaré en la otra parroquia que se me ha asignado en este programa de Cooperación Misionera: Nuestra Señora de Gudalupe en Mecca (se llama así por La Meca...). El lunes, Dios mediante, salgo de regreso para Uruguay.

domingo, 20 de julio de 2014

El trigo y la cizaña (homilía en la parroquia Nuestra Señora de Soledad, Coachella, California)



Queridas hermanas, queridos hermanos:

Yo vengo de un lugar donde se cultiva trigo. Escuchando esta parábola, me imagino un gran trigal que está creciendo, como los que he visto tantas veces al costado de las rutas de mi país. Los tallos del trigo, sus hojitas, las espigas que empiezan a formarse… todo de un hermoso color verde. ¡Todo parece bueno! Sin embargo, como dice la parábola, junto al trigo está creciendo la cizaña, la mala hierba…
¿Hay que cortarla? Preguntan los trabajadores al dueño del campo. Pero éste les dice que hay que esperar, porque, de lo contrario, se corre el riesgo de arrancar trigo confundiéndolo con cizaña. El momento será a la hora de la cosecha. Allí estará maduro el trigo, de color amarillo, casi blanco, mientras que la cizaña permanecerá verde. Allí ya no habrá error. Aparecerá la verdad: el trigo con sus espigas cargadas del grano para la harina y el pan, y la cizaña inútil, inservible, para arrojar al fuego.

Ahora bien “el campo es el mundo” explica Jesús ¿Cómo vemos al mundo? ¿Lo vemos así, como un campo de trigo bueno, pero en el que crece un poco de cizaña?
¿O lo vemos de otra forma? ¿Cómo un campo de cizaña que hay que destruir, salvando el poquito de trigo bueno que creció?

Eso último no es lo que dice la parábola, pero a veces algunas personas o nosotros mismos vemos así el mundo y la vida. Vemos el mundo perdido, hundiéndose en el abismo.
Si nos piden que hagamos una lista de todo lo malo que sucede y otra de todo lo bueno que vemos, es muy posible que la lista de cosas malas sea muy larga y la de cosas buenas muy corta. Es que el mal, la cizaña, es tan visible… catástrofes, desastres, accidentes, sufrimientos, enfermedades, muerte, crimen, adicciones, injusticias, guerras, problemas familiares, trastornos mentales… ¿Ven qué rápido se hace esa lista?

¿Conocemos personas que piensan así? ¿Pensamos así nosotros mismos? ¿Cómo nos sentimos? Esa manera de ver las cosas llena de temor, de pesimismo… ¡este mundo es un desastre! ¡No tiene arreglo! Así nacen los tangos que todavía se cantan en Argentina y Uruguay: “Verás que todo es mentira / verás que nada es amor” o peor “Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé”.
Esa presencia del mal golpea fuertemente nuestra vida y podemos sentirnos aplastados, sin salida, sin esperanza…

Pero, si vemos las cosas así, tenemos que preguntarnos ¿estamos viendo bien?
Volvamos a las palabras de Jesús. El dueño del campo plantó buena semilla. Dios es el dueño del campo. El campo es este mundo. El mundo que Dios ha creado. Cuando leemos en el libro del Génesis el relato de la creación, encontramos que cada vez que Dios crea algo, como el sol, la luna y las estrellas o como los animales que pueblan la tierra, se nos dice “Dios vio que era bueno”. Y cuando crea a la pareja humana, Dios sube la calificación que da a su obra: “Dios vio que era muy bueno”.

¿Qué significan esas palabras: “Dios vio que era bueno”? Significan que el mundo que Dios ha creado con su amor, es un mundo bueno. Es el mundo que Dios quiso. A pesar de todo el mal que pueda haber en el mundo, no debemos olvidar que todo lo que Dios hizo, lo hizo bien. No debemos olvidar que es Él quien conduce la Creación y lleva en sus manos la vida de cada uno de nosotros.
Eso es lo primero a mirar. El mundo, creado bueno. El ser humano, creado como “muy bueno”. Somos la buena semilla plantada por Dios. Él no ha creado un mundo malo. Él no ha creado gente mala. Él ha creado un mundo bueno, y ha seguido llamando a la vida a cada ser humano, a todo ser humano que ha entrado en este mundo, dándole un corazón bueno.

Sí. El mal está presente. No podemos taparnos los ojos, “no ver el mal”.
Pero tampoco podemos taparnos los ojos para no ver el bien que el Creador ha puesto en el mundo y en cada corazón humano. Lo primero que tenemos que sentir es confianza en el Creador. Él nos ha hecho buenos. Él quiere nuestro bien. Después, apoyados en esa confianza, viene la tarea de enfrentar lo que no está bien, empezando por lo que no está bien en nuestro propio corazón.

¿De dónde aparece el mal? En el libro del Génesis se nombra a la serpiente tentadora. En el evangelio de hoy se nombra simplemente al “enemigo”.
¿Y cuál es la tentación que presenta la serpiente? Sembrar en el corazón del hombre la desconfianza de Dios. Hacerle dudar de su bondad.

En esta parábola, como en muchas otras, Jesús nos llama a renovar nuestra confianza en el designio del Padre Dios. Jesús reafirma que Dios tiene el control de la situación. El buen trigo sigue creciendo, aunque esté confundido con la cizaña que el enemigo ha plantado. La cosecha del bien será grande, aunque el comienzo pueda parecer pequeño.

Jesús nos hace ver la fuerza escondida en cosas que parecen insignificantes: la semilla de mostaza de la que sale un gran árbol; la cucharadita de levadura que fermenta toda la masa.

Hace un momento yo les decía que a veces la lista de las cosas buenas es pequeña en relación a la lista del mal y la maldad… Sin embargo, si pensamos bien, es posible hacer una larga lista de pequeños gestos de bondad (y también encontraremos algunos no tan pequeños). Allí aparece la buena semilla, el grano de mostaza, la pequeña porción de levadura… Allí vemos de qué manera sigue actuando la Gracia de Dios en el mundo. De qué manera reencontramos el corazón bueno que Dios nos ha dado.

Miremos a nuestra Madre, nuestra Señora de la Soledad. Ella es la mujer fuerte en la Esperanza y en la confianza en Dios. Con el corazón atravesado por la espada del dolor, ella permanece de pie junto a la cruz de su Hijo. Su confianza no se quiebra. Que ella nos ayude a renovar y fortalecer nuestra propia confianza en el amor y la misericordia de Dios, que por medio de su Hijo quiere salvar y redimir este mundo, y recoger su cosecha abundante de buen trigo. Así sea.

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Dear sisters, dear brothers:

I come from a country where wheat is grown. Listening to this parable, I can easily imagine a great field of growing wheat, as I have seen many times. When the wheat is still green, a beautiful green color, everything seems to be all right, everything seems to be good. But, as the parable says, together with the wheat, the weeds are growing. Should we pull them up? That is the questions of the workers. But the owner says to wait. At the time of the harvest, the good wheat will be yellow, almost white, and the weeds will keep green. No mistake, but the truth. The wheat will go to the barn, and the weeds will be in fire.

Jesus explains: “the field is the world”. The world. How do we see our world? Do we see the world like a large field of good wheat, with a little of weeds inside?
Or, otherwise, do we see the world like a large field of weeds which must be destroyed, with a little of good wheat to save?

This last thinking is not what the parable says, but, sometimes, we see the world like that. We see a world which is lost, sunk into the abyss.

Look… if they ask us to write a list of wrong and bad things that happen and another of good things is highly probably that the first list will be much longer. The presence of evil is very strong: catastrophes, disasters, accidents, suffering, disease, death, violence, crime, addiction, injustice, war, family problems, mental disorders… See how fast we make the list?
How do we feel when we think like that? These thoughts give feelings of fear; pessimism… this world is a disaster… has no salvation!

But, if we see things like that, we have to wonder: am I seeing well?
Let’s retake the words of Jesus. The owner of the field sowed good seed. God is the owner of the field. The field is the world. The world God has created. When we read in the book of Genesis we found that God said that everything he has created was “good”. And when God finally created mankind, he said it was “very good”.

What does this mean: “God saw that it was good”? It means that the world God has created with all his love is a good world. This is the world God wanted to be. We can’t forget that God has made all “good”. He is in charge. He runs the creation. He takes in his hands our lives. This is the first thing to remark. We are the good seed God has planted. God has given a good heart to every person born in this world.

But, yes: evil is present. We cannot cover our eyes and say “see no evil”. But we can neither cover our eyes to “see no good”. We must trust in the Goodness of God. He has created us for good. He wants our good. With this full trust we can see what we can do with the things which are not good, starting in our own hearts.

Where does evil come from? The book of Genesis talks about the serpent and the temptation. The parable talks about “the enemy”. Which is the temptation taken by the serpent? The serpent says “don’t trust God”… “he does not want your good”.

The gospel of today calls us to renovate our trust in the plan of our Father God. Jesus remarks that the Father is always in care of us. The good seeds continue to grow, even if the weeds of the enemy grow together. The harvest will be great, even if it seems so little.

Little things have an unknown strength: the mustard seed which becomes a large bush, the teaspoon of yeast which leavens the whole batch.

If we take a moment to think, we can do a list of the many good little things (or not so little good things) we find every day: sparks of kindness and good will. There are our mustard seed, our teaspoon of yeast. There are the signs of the Grace of God at work in our hearts and the hearts of our neighbors.

Let’s look to our Lady of Solitude. She is the strong woman, strong in her hope and her trust in God. Whit her heart pierced by the sword, she keeps standing by the cross. Her trust in God is not broken. May she help us to renovate our own trust in the love and mercy of God, the Father who wants to redeem this world and to collect the harvest of good wheat. Amen.

+ Heriberto Bodeant, Obispo de Melo

lunes, 14 de julio de 2014

Con el grupo "Encuentro Católico" en Falls Church, Virginia, EE.UU.

 Dios tiene cosas sorprendentes... en noviembre de 2009, pocos meses después de asumir como Obispo de Melo, recibí una llamada de un grupo de la Parroquia San Antonio, en Falls Church, Virginia. Quien hablaba en nombre del grupo era Norma, una joven señora salvadoreña.
El grupo, que se llama "Encuentro Católico", buscaba dónde realizar una misión en Uruguay.
Así comenzó una comunicación que concluyó en que, efectivamente, en enero de 2010 llegaron a nuestra Diócesis cuatro misioneros: Norma, Marta y Fray Manuel, salvadoreños y Carla, boliviana.
Con ellos estuvimos realizando unos días de misión en las parroquias de Santa Clara y Tupambaé, con las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima, responsables de la atención pastoral de esas dos comunidades.
Llegamos hasta rincones alejados de la parroquia, como Paso Pereira. Tuvimos encuentros de oración, Misas, Bautismos, momentos recreativos, distribución de ayuda material... pero sobre todo vivimos una experiencia evangelizadora que, como suele suceder, no lo fue solo para quienes nos recibían, sino también para nosotros mismos.
En mayo de 2010, dos MJVV y yo fuimos invitados por "Encuentro Católico" para participar en un gran evento en el que se recaudaron fondos para la siguiente misión. Dimos nuestro testimonio, contando cómo había sido la misión, y escuchamos el nombre del siguiente país de misión: Colombia. Elegido, como lo había sido Uruguay, por sorteo.
Volvimos a Uruguay y mantuvimos contacto con estos hermanos y amigos. El tiempo fue pasando y un día recibí el pedido de un sacerdote que los acompañaba: ayudarlos a encontrar un lugar de misión en Colombia. No parece tan sencillo ese triángulo: USA - Uruguay - Colombia... pero lo fue. La misión se hizo en una parroquia de Medellín, en la que estuvo uno de nuestros sacerdotes colombianos, el P. Fernando. Providencialmente el P. Fernando se encontraba en Medellín en el momento de la misión.
Viajando en estos días a los EE.UU., por diversos motivos, no podía dejar de visitar a estos queridos hermanos.
El viernes celebré la Misa para el grupo, en uno de los salones de la parroquia y luego compartimos la cena.
El sábado a mediodía, boda de una pareja vinculada al grupo.

 

En la noche del sábado, reunión del grupo: un concierto de música de alabanza y luego, mi predicación (y también alguna canción de mi parte).

El domingo, la Misa en la parroquia San Antonio en español, a la una de la tarde. Una gran iglesia, casi llena, y mucha gente a la salida pidiendo una oración o una bendición especial... conversé con muchos de ellos. Salvadoreños, guatemaltecos, peruanos, bolivianos (uruguayos, solo familiares míos que viven en la zona). Situaciones duras, familias separadas por la migración, situaciones precarias, problemas familiares... todo era motivo para una breve conversación y una bendición pidiendo para ellos la fuerza para seguir adelante.
+ Heriberto, Obispo de Melo