miércoles, 21 de octubre de 2015

VII Encuentro Nacional de CEBs. Con esperanza y alegría, anunciando el Reino


Las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) del Uruguay se reúnen el próximo sábado 24 y domingo 25 en la ciudad de Tacuarembó, en el VII Encuentro Nacional de CEBs. Respondiendo a la invitación de Mons. Julio Bonino, que ofreció su Diócesis como sede con motivo de sus 25 años de Obispo, la articuladora nacional de CEBs ha venido preparando este encuentro bajo el lema “Comunidades con esperanza y alegría, anunciando el Reino” y con el tema “CEBs: Iglesia sencilla y misionera con una mirada nueva para transformar nuestras  realidades”.


Las Comunidades Eclesiales de Base y las pequeñas comunidades han sido, de acuerdo a las conclusiones de la Conferencia de Aparecida (2007) “escuelas que han ayudado a formar cristianos comprometidos con su fe, discípulos y misioneros del Señor (…) recogen la experiencia de las primeras comunidades, como están descritas en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 2,42-47) (…) permitieron al pueblo acceder a un conocimiento mayor de la Palabra de Dios, al compromiso social en nombre del Evangelio, al surgimiento de nuevos servicios laicales y a la educación de la fe de los adultos” (DA 178).

Lema del VI Encuentro Nacional de CEBs
Treinta y Tres, 2003

El encuentro comenzará temprano: desde las 8 de la mañana se ha previsto la recepción de los participantes, en un número aproximado de 500. En la apertura se hará memoria de los encuentros anteriores (el último fue realizado en la ciudad de Treinta y Tres, Diócesis de Melo, en el año 2003). Como es tradición en estos encuentros, el Obispo de la Diócesis que recibió el anterior encuentro entregará al Obispo anfitrión del nuevo evento un cirio encendido, signo de Jesús Resucitado, que la Diócesis de Melo recibiera en 2003.
Terminada la ceremonia inaugural, los participantes trabajarán en varios talleres, para encontrarse al final de la tarde para un momento recreativo y una celebración, y marcharán al encuentro de las familias que los albergarán esa noche.

P. José Marins

El domingo tendrá momentos de plenario, en los que destaca una presentación de la actual realidad del Uruguay, por el sociólogo Pablo Guerra, y el aporte del P. José Marins, sacerdote brasileño de larga trayectoria en el acompañamiento de las CEBs en América Latina, quien propondrá la “resignificación de las CEBs”, es decir, la misión de las Comunidades en el actual contexto social y eclesial, en América Latina y en el mundo. Habrá también otros momentos de taller.

Mons. Julio Bonino, Obispo de Tacuarembó
El encuentro culminará con la celebración de la Eucaristía, a las 16 horas, en la Plaza 19 de Abril, frente a la Catedral San Fructuoso. Mons. Bonino presidirá la Misa, para la que han confirmado su participación varios de los Obispos del Uruguay. No estarán presentes el Cardenal Sturla ni Mons. Jaime Fuentes, quienes se encuentran en Roma, participando en el Sínodo de los Obispos sobre la familia. La invitación a esta celebración de clausura es abierta a todos los que deseen participar.

Catedral San Fructuoso y Plaza 19 de Abril, Tacuarembó

Desde la Diócesis de Melo, que ha participado activamente en la preparación del encuentro, habrá una participación de unos 50 delegados, principalmente de las ciudades de Río Branco, Treinta y Tres y Melo.

martes, 20 de octubre de 2015

En Treinta y Tres, la Diócesis de Melo vivió su fiesta de "Iglesia en Salida".


El domingo 18 de octubre el día amaneció hermoso, soleado y con un vientito fresco en Treinta y Tres. A partir de las 9 de la mañana, delegaciones de las distintas parroquias de la Diócesis de Melo (Cerro Largo y Treinta y Tres) fueron llegando a la parroquia de Cruz Alta, junto al obelisco de la capital olimareña.
La imagen de la Virgen del Pilar llegó acompañada por música festiva y una procesión en bicicleta de alumnos del Liceo Virgen de los Treinta y Tres, de las hermanas Salesianas. Poco a poco se fue organizando la peregrinación, detrás de la imagen. Cantos, oraciones y signos fueron pautando el recorrido hacia el parque Dionisio Díaz.


En su homilía, el obispo recordó la visita de la Virgen a las parroquias de la Diócesis, donde cada comunidad fue obsequiando a María una capa: "en esta Iglesia 'en salida', María ha sido la primera en salir a visitarnos. No es de extrañar, porque el Evangelio nos dijo que ella, en cuanto se enteró de que su prima Isabel tenía un embarazo de seis meses 'salió sin demora'. Y no nos podemos imaginar que fuera sólo una visita de cortesía. María llega a casa de Isabel llevando 'la alegría del Evangelio' que es Jesús mismo, creciendo en su seno; pero luego de los saludos, podemos bien imaginarla ayudando en las tareas de la casa a aquella mujer ya mayor y con su embarazo avanzado."


Luego, Mons. Heriberto fue señalando las "salidas" necesarias: salir de sí mismo para ir al encuentro del otro; "encuentro real, mano a mano, conversando, compartiendo un mate, y no sólo a través de una pantallita". Compartir y vivir la fe en pequeños grupos, orando, meditando la Palabra: Comunidades Eclesiales de Base, Movimiento de Cursillos de Cristiandad y otras formas de encuentro. Salir también del pequeño grupo: mirar a la comunidad mayor de la que se forma parte: la capilla o ya la sede parroquial.
El obispo recordó que una parroquia está llamada a ser "comunidad de comunidades". "Si bien algunas lo tienen muy claro y buscan vivirlo y profundizarlo, en otras hay a veces tensiones entre la capilla grande, con mucha vida, y la sede parroquial; por otra parte, hay pequeñas comunidades en el campo, muy alejadas, que a veces no tienen más contacto con la parroquia que una visita al año, y por tanto, no se pueden sentir parte de una "comunidad de comunidades". Las 16 parroquias conforman la Diócesis. Es en cada una de las Diócesis donde la Iglesia Católica vive, existe, en la comunión de todo el pueblo de Dios: laicos, religiosas, diáconos, sacerdotes, obispos. "Sí", dijo Mons. Bodeant: "puedo decir en plural 'obispos' porque aquí està Mons. Càceres, nuestro obispo emèrito", a lo que la asamblea respondió con un cerrado aplauso.


Hubo también aplausos cuando el Obispo recordó a los dos misioneros de la Diócesis. El P. Jorge Osorio, en la diócesis de Sao Gabriel da Cachoeira, en el rincón de la Amazonia donde se juntan Brasil, Colombia y Venezuela. Mons. Luis del Castillo, en Santiago de Cuba, desde donde envió una serie de fotos que lo muestran celebrando con una pequeña comunidad en una de las "Casas de Misión" de la isla. Son casas de familia que sus dueños disponen para uso de la Iglesia. Mons. Heriberto agregó: "aunque no les llamemos así, aquí también las tenemos... el viernes, en Paso Pereira y en Tierras Coloradas, celebré misas en dos casas que podrían ser llamadas también "Casas de Misión".
El obispo finalizó su homilía haciendo referencia al Año de la Misericordia que se inaugurará el próximo 8 de diciembre y que deberá marcar el próximo año pastoral de la diócesis, haciendo de cada uno de nosotros "misionero de la Misericordia".
Luego de la homilía, las diferentes parroquias de la Diócesis compartieron las experiencias vividas a lo largo del año como "Iglesia en salida". La visita a enfermos y ancianos, el seguimiento de los padres de niños de la catequesis parroquial, la misión en comunidades rurales alejadas fueron algunas de las iniciativas compartidas en forma testimonial.
Después de la Misa, el almuerzo: el tradicional "guiso carrero" de esta zona arrocera hizo las delicias de los peregrinos.


Luego, el tiempo de festival: danzas, canto de los niños, una canción del Obispo para el río Olimar y el broche de oro de la fiesta: la presentación del grupo de parodistas "Aristóphanes" con su presentación de homenaje a Don Bosco en el bicentenario de su nacimiento.

sábado, 17 de octubre de 2015

Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones 2015

El Papa Francisco con niños de Las Filipinas, enero de este año

Queridos hermanos y hermanas:

La Jornada Mundial de las Misiones 2015 tiene lugar en el contexto del Año de la Vida Consagrada, y recibe de ello un estímulo para la oración y la reflexión. De hecho, si todo bautizado está llamado a dar testimonio del Señor Jesús proclamando la fe que ha recibido como un don, esto es particularmente válido para la persona consagrada, porque entre la vida consagrada y la misión subsiste un fuerte vínculo. El seguimiento de Jesús, que ha dado lugar a la aparición de la vida consagrada en la Iglesia, responde a la llamada a tomar la cruz e ir tras él, a imitar su dedicación al Padre y sus gestos de servicio y de amor, a perder la vida para encontrarla. Y dado que toda la existencia de Cristo tiene un carácter misionero, los hombres y las mujeres que le siguen más de cerca asumen plenamente este mismo carácter.

La dimensión misionera, al pertenecer a la naturaleza misma de la Iglesia, es también intrínseca a toda forma de vida consagrada, y no puede ser descuidada sin que deje un vacío que desfigure el carisma. La misión no es proselitismo o mera estrategia; la misión es parte de la “gramática” de la fe, es algo imprescindible para aquellos que escuchan la voz del Espíritu que susurra “ven” y “ve”. Quién sigue a Cristo se convierte necesariamente en misionero, y sabe que Jesús «camina con él, habla con él, respira con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 266).

La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, es una pasión por su pueblo. Cuando nos detenemos ante Jesús crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica y nos sostiene; y en ese mismo momento percibimos que ese amor, que nace de su corazón traspasado, se extiende a todo el pueblo de Dios y a la humanidad entera. Así redescubrimos que él nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado (cf. ibíd., 268) y de todos aquellos que lo buscan con corazón sincero. En el mandato de Jesús: “id” están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia. En ella todos están llamados a anunciar el Evangelio a través del testimonio de la vida; y de forma  especial se pide a los consagrados que escuchen la voz del Espíritu, que los llama a ir a las grandes periferias de la misión, entre las personas a las que aún no ha llegado el Evangelio.

El quincuagésimo aniversario del Decreto conciliar Ad gentes nos invita a releer y meditar este documento que suscitó un fuerte impulso misionero en los Institutos de Vida Consagrada. En las comunidades contemplativas retomó luz y elocuencia la figura de santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones, como inspiradora del vínculo íntimo de la vida contemplativa con la misión. Para muchas congregaciones religiosas de vida activa el anhelo misionero que surgió del Concilio Vaticano II se puso en marcha con una apertura extraordinaria a la misión ad gentes, a menudo acompañada por la acogida de hermanos y hermanas provenientes de tierras y culturas encontradas durante la evangelización, por lo que hoy en día se puede hablar de una interculturalidad generalizada en la vida consagrada. Precisamente por esta razón, es urgente volver a proponer el ideal de la misión en su centro: Jesucristo, y en su exigencia: la donación total de sí mismo a la proclamación del Evangelio. No puede haber ninguna concesión sobre esto: quién, por la gracia de Dios, recibe la misión, está llamado a vivir la misión. Para estas personas, el anuncio de Cristo, en las diversas periferias del mundo, se convierte en la manera de vivir el seguimiento de él y recompensa los muchos esfuerzos  y privaciones. Cualquier tendencia a desviarse de esta vocación, aunque sea acompañada por nobles motivos relacionados con la muchas necesidades pastorales, eclesiales o humanitarias, no está en consonancia con el llamamiento personal del Señor al servicio del Evangelio. En los Institutos misioneros los formadores están llamados tanto a indicar clara y honestamente esta perspectiva de vida y de acción como a actuar con autoridad en el discernimiento de las vocaciones misioneras auténticas. Me dirijo especialmente a los jóvenes, que siguen siendo capaces de dar testimonios valientes y de realizar hazañas generosas a veces contra corriente: no dejéis que os roben el sueño de una misión auténtica, de un seguimiento de Jesús que implique la donación total de sí mismo. En el secreto de vuestra conciencia, preguntaos cuál es la razón por la que habéis elegido la vida religiosa misionera y medid la disposición a aceptarla por lo que es: un don de amor al servicio del anuncio del Evangelio, recordando que, antes de ser una necesidad para aquellos que no lo conocen, el anuncio del Evangelio es una necesidad para los que aman al Maestro.

Hoy, la misión se enfrenta al reto de respetar la necesidad de todos los pueblos de partir de sus propias raíces y de salvaguardar los valores de las respectivas culturas. Se trata de conocer y respetar otras tradiciones y sistemas filosóficos, y reconocer a cada pueblo y cultura el derecho de hacerse ayudar por su propia tradición en la inteligencia del misterio de Dios y en la acogida del Evangelio de Jesús, que es luz para las culturas y fuerza transformadora de las mismas.

Dentro de esta compleja dinámica, nos preguntamos: “¿Quiénes son los destinatarios privilegiados del anuncio evangélico?” La respuesta es clara y la encontramos en el mismo Evangelio:  los pobres, los pequeños, los enfermos, aquellos que a menudo son despreciados y olvidados, aquellos que no tienen como pagarte (cf. Lc 14,13-14). La evangelización, dirigida preferentemente a ellos, es signo del Reino que Jesús ha venido a traer: «Existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 48). Esto debe estar claro especialmente para las personas que abrazan la vida consagrada misionera: con el voto de pobreza se escoge seguir a Cristo en esta preferencia suya, no ideológicamente, sino como él, identificándose con los pobres, viviendo como ellos en la precariedad de la vida cotidiana y en la renuncia de todo poder para convertirse en hermanos y hermanas de los últimos, llevándoles el testimonio de la alegría del Evangelio y la expresión de la caridad de Dios.

Para vivir el testimonio cristiano y los signos del amor del Padre entre los pequeños y los pobres, las personas consagradas están llamadas a promover, en el servicio de la misión, la presencia de los fieles laicos. Ya  el Concilio Ecuménico Vaticano II afirmaba: «Los laicos cooperan a la obra de evangelización de la Iglesia y participan de su misión salvífica a la vez como testigos y como instrumentos vivos» (Ad gentes, 41). Es necesario que los misioneros consagrados se abran cada vez con mayor valentía a aquellos que están dispuestos a colaborar con ellos, aunque sea por un tiempo limitado, para una experiencia sobre el terreno. Son hermanos y hermanas que quieren compartir la vocación misionera inherente al Bautismo. Las casas y las estructuras de las misiones son lugares naturales para su acogida y su apoyo humano, espiritual y apostólico.

Las Instituciones y Obras misioneras de la Iglesia están totalmente al servicio de los que no conocen el Evangelio de Jesús. Para lograr eficazmente este objetivo, estas necesitan los carismas y el compromiso misionero de los consagrados, pero también, los consagrados, necesitan una estructura de servicio, expresión de la preocupación del Obispo de Roma para asegurar la koinonía, de forma que la colaboración y la sinergia sean una parte integral del testimonio misionero. Jesús ha puesto la unidad de los discípulos, como condición para que el mundo crea (cf. Jn 17,21). Esta convergencia no equivale a una sumisión jurídico-organizativa a organizaciones institucionales, o a una mortificación de la fantasía del Espíritu que suscita la diversidad, sino que significa dar más eficacia al mensaje del Evangelio y promover aquella unidad de propósito que es también  fruto del Espíritu.

La Obra Misionera del Sucesor de Pedro tiene un horizonte apostólico universal. Por ello también necesita de los múltiples carismas de la vida consagrada, para abordar al vasto horizonte de la evangelización y para poder garantizar una adecuada presencia en las fronteras y territorios alcanzados.

Queridos hermanos y hermanas, la pasión del misionero es el Evangelio. San Pablo podía afirmar: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Cor 9,16). El Evangelio es fuente de alegría, de liberación y de salvación para todos los hombres. La Iglesia es consciente de este don, por lo tanto, no se cansa de proclamar sin cesar a todos «lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos» (1 Jn 1,1). La misión de los servidores de la Palabra -obispos, sacerdotes, religiosos y laico- es la de poner a todos, sin excepción, en una relación personal con Cristo. En el inmenso campo de la acción misionera de la Iglesia, todo bautizado está llamado a vivir lo mejor posible su compromiso, según su situación personal. Una respuesta generosa a esta vocación universal la pueden ofrecer los consagrados y las consagradas, a través de una intensa vida de oración y de unión con el Señor y con su sacrificio redentor.

Mientras encomiendo a María, Madre de la Iglesia y modelo misionero, a todos aquellos que, ad gentes o en su propio territorio, en todos los estados de vida cooperan al  anuncio del Evangelio, os envío de todo corazón mi Bendición Apostólica.

Vaticano, 24 de mayo de 2015, Solemnidad de Pentecostés

Francisco

sábado, 3 de octubre de 2015

Oremos por la asamblea del Sínodo de los Obispos: 'La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo"


Mañana comienza la asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo.
Ya se encuentran en Roma los dos obispos participantes de Uruguay: el Cardenal Daniel Sturla, arzobispo de Montevideo, invitado por el Papa Francisco y Mons. Jaime Fuentes, obispo de Minas, presidente de la Comisión Nacional de Pastoral de la Familia y de la Vida, delegado de la Conferencia Episcopal del Uruguay.
Los obispos participantes serán en total 270, entre ellos 74 cardenales.
Las sesiones concluirán el 24 de noviembre, día en que se presentará y votará la Relación final, documento que se presentará al Santo Padre. A partir de ese documento, el Papa suele redactar una "exhortación apostólica postsinodal", que va bajo su firma y se integra de ese modo al magisterio pontificio.

El Papa Francisco y los miembros de la asamblea participarán esta noche en una vigilia de oración.
Podemos unirnos a su oración hoy y durante el transcurso de la asamblea, rezando la siguiente plegaria, redactada por Francisco:

Jesús, María y José,
en ustedes contemplamos
el esplendor del amor verdadero,
a ustedes nos dirigimos con confianza.
Sagrada Familia de Nazaret,
haz que también nuestras familias
sean lugares de comunión y cenáculos de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.


Sagrada Familia de Nazaret,
que nunca más en las familias se vivan experiencias
de violencia, cerrazón y división:
que todo el que haya sido herido o escandalizado
conozca pronto el consuelo y la sanación.
Sagrada Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
pueda despertar en todos la conciencia
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchen y atiendan nuestra súplica. Amén.

viernes, 2 de octubre de 2015

Con María, la Iglesia diocesana "en salida". Fiesta Diocesana 2015. Diócesis de Melo.


"La visitación" nos muestra a María saliendo al encuentro de su prima Isabel.
María lleva con ella la Buena Noticia en persona: el hijo concebida en ella por obra del Espíritu Santo.
María es la imagen de la Iglesia "en salida": en actitud de servicio, llevando la Buena Noticia.
Con ella, a lo largo de este año, nuestras parroquias vienen realizando distintas formas de Misión.
La imagen de Nuestra Señora del Pilar, patrona de la Diócesis de Melo, viene visitando las 16 parroquias.
Con María, celebramos esta Iglesia "en salida" que vamos siendo, animándonos a continuar este impulso hacia nuestros hermanos.

Nos encontraremos en la ciudad de Treinta y Tres para vivir y celebrar la comunión diocesana, como culminación del primer año de la Misión y de la peregrinación de la Imagen de la Virgen del Pilar, en el contexto de una Iglesia “en salida”.

Domingo 18 de Octubre, en la ciudad de Treinta y Tres.

PROGRAMA:
09:30 - Llegada. Concentración en la Parroquia de Cruz Alta.
10:30 - Caminata-Procesión con la Virgen del Pilar hacia el Parque Dionisio Diaz.
11:30 - Misa de la Iglesia “en salida”
13:00 - Almuerzo.
14:00- Festival con la participación del grupo de Parodistas Aristophanes, homenaje a Don Bosco en los 200 años de su nacimiento.
17:00 - Final. Buen viaje.