martes, 27 de diciembre de 2016

Papa Francisco. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz (audio)

Escucha el Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz 2017 (Leído por el Obispo de Melo)

«La no violencia: un estilo de política para la paz». Mensaje del Papa Francisco para la 50 Jornada Mundial de la Paz.

MENSAJE DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA 
50 JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE ENERO DE 2017

«La no violencia: un estilo de política para la paz»

1. Al comienzo de este nuevo año formulo mis más sinceros deseos de paz para los pueblos y para las naciones del mundo, para los Jefes de Estado y de Gobierno, así como para los responsables de las comunidades religiosas y de los diversos sectores de la sociedad civil. Deseo la paz a cada hombre, mujer, niño y niña, a la vez que rezo para que la imagen y semejanza de Dios en cada persona nos permita reconocernos unos a otros como dones sagrados dotados de una inmensa dignidad. Especialmente en las situaciones de conflicto, respetemos su «dignidad más profunda» [1] y hagamos de la no violencia activa nuestro estilo de vida.

Beato Pablo VI
Este es el Mensaje para la 50 Jornada Mundial de la Paz. En el primero, el beato Papa Pablo VI se dirigió, no sólo a los católicos sino a todos los pueblos, con palabras inequívocas: «Ha aparecido finalmente con mucha claridad que la paz es la línea única y verdadera del progreso humano (no las tensiones de nacionalismos ambiciosos, ni las conquistas violentas, ni las represiones portadoras de un falso orden civil)». Advirtió del «peligro de creer que las controversias internacionales no se pueden resolver por los caminos de la razón, es decir de las negociaciones fundadas en el derecho, la justicia, la equidad, sino sólo por los de las fuerzas espantosas y mortíferas». Por el contrario, citando Pacem in terris de su predecesor san Juan XXIII, exaltaba «el sentido y el amor de la paz fundada sobre la verdad, sobre la justicia, sobre la libertad, sobre el amor» [2]. Impresiona la actualidad de estas palabras, que hoy son igualmente importantes y urgentes como hace cincuenta años.
San Juan XXIII

En esta ocasión deseo reflexionar sobre la no violencia como un estilo de política para la paz, y pido a Dios que se conformen a la no violencia nuestros sentimientos y valores personales más profundos. Que la caridad y la no violencia guíen el modo de tratarnos en las relaciones interpersonales, sociales e internacionales. Cuando las víctimas de la violencia vencen la tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles en los procesos no violentos de construcción de la paz. Que la no violencia se trasforme, desde el nivel local y cotidiano hasta el orden mundial, en el estilo característico de nuestras decisiones, de nuestras relaciones, de nuestras acciones y de la política en todas sus formas.

Un mundo fragmentado

2. El siglo pasado fue devastado por dos horribles guerras mundiales, conoció la amenaza de la guerra nuclear y un gran número de nuevos conflictos, pero hoy lamentablemente estamos ante una terrible guerra mundial por partes. No es fácil saber si el mundo actualmente es más o menos violento de lo que fue en el pasado, ni si los modernos medios de comunicación y la movilidad que caracteriza nuestra época nos hace más conscientes de la violencia o más habituados a ella.
En cualquier caso, esta violencia que se comete «por partes», en modos y niveles diversos, provoca un enorme sufrimiento que conocemos bien: guerras en diferentes países y continentes; terrorismo, criminalidad y ataques armados impredecibles; abusos contra los emigrantes y las víctimas de la trata; devastación del medio ambiente. ¿Con qué fin? La violencia, ¿permite alcanzar objetivos de valor duradero? Todo lo que obtiene, ¿no se reduce a desencadenar represalias y espirales de conflicto letales que benefician sólo a algunos «señores de la guerra»?

La violencia no es la solución para nuestro mundo fragmentado. Responder con violencia a la violencia lleva, en el mejor de los casos, a la emigración forzada y a un enorme sufrimiento, ya que las grandes cantidades de recursos que se destinan a fines militares son sustraídas de las necesidades cotidianas de los jóvenes, de las familias en dificultad, de los ancianos, de los enfermos, de la gran mayoría de los habitantes del mundo. En el peor de los casos, lleva a la muerte física y espiritual de muchos, si no es de todos.

La Buena Noticia

San Francisco de Asís
3. También Jesús vivió en tiempos de violencia. Él enseñó que el verdadero campo de batalla, en el que se enfrentan la violencia y la paz, es el corazón humano: «Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos» (Mc 7,21). Pero el mensaje de Cristo, ante esta realidad, ofrece una respuesta radicalmente positiva: él predicó incansablemente el amor incondicional de Dios que acoge y perdona, y enseñó a sus discípulos a amar a los enemigos (cf. Mt 5,44) y a poner la otra mejilla (cf. Mt 5,39). Cuando impidió que la adúltera fuera lapidada por sus acusadores (cf. Jn 8,1-11) y cuando, la noche antes de morir, dijo a Pedro que envainara la espada (cf. Mt 26,52), Jesús trazó el camino de la no violencia, que siguió hasta el final, hasta la cruz, mediante la cual construyó la paz y destruyó la enemistad (cf. Ef 2,14-16). Por esto, quien acoge la Buena Noticia de Jesús reconoce su propia violencia y se deja curar por la misericordia de Dios, convirtiéndose a su vez en instrumento de reconciliación, según la exhortación de san Francisco de Asís: «Que la paz que ustedes anuncian de palabra la tengan, y en mayor medida, en sus corazones» [3].

Benedicto XVI
Ser hoy verdaderos discípulos de Jesús significa también aceptar su propuesta de la no violencia. Esta —como ha afirmado mi predecesor Benedicto XVI— «es realista, porque tiene en cuenta que en el mundo hay demasiada violencia, demasiada injusticia y, por tanto, sólo se puede superar esta situación contraponiendo un plus de amor, un plus de bondad. Este “plus” viene de Dios» [4]. Y añadía con fuerza: «para los cristianos la no violencia no es un mero comportamiento táctico, sino más bien un modo de ser de la persona, la actitud de quien está tan convencido del amor de Dios y de su poder, que no tiene miedo de afrontar el mal únicamente con las armas del amor y de la verdad. El amor a los enemigos constituye el núcleo de la “revolución cristiana”» [5]. Precisamente, el evangelio del amen a sus enemigos (cf. Lc 6,27) es considerado como «la Carta Magna de la no violencia cristiana», que no se debe entender como un «rendirse ante el mal […], sino en responder al mal con el bien (cf. Rm 12,17-21), rompiendo de este modo la cadena de la injusticia» [6].

Más fuerte que la violencia

Santa Teresa de Calcuta
4. Muchas veces la no violencia se entiende como rendición, desinterés y pasividad, pero en realidad no es así. Cuando la Madre Teresa recibió el premio Nobel de la Paz, en 1979, declaró claramente su mensaje de la no violencia activa: «En nuestras familias no tenemos necesidad de bombas y armas, de destruir para traer la paz, sino de vivir unidos, amándonos unos a otros […]. Y entonces seremos capaces de superar todo el mal que hay en el mundo» [7]. Porque la fuerza de las armas es engañosa. «Mientras los traficantes de armas hacen su trabajo, hay pobres constructores de paz que dan la vida sólo por ayudar a una persona, a otra, a otra»; para estos constructores de la paz, Madre Teresa es «un símbolo, un icono de nuestros tiempos» [8]. En el pasado mes de septiembre tuve la gran alegría de proclamarla santa. He elogiado su disponibilidad hacia todos por medio de «la acogida y la defensa de la vida humana, tanto de la no nacida como de la abandonada y descartada […]. Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes —¡ante los crímenes!— de la pobreza creada por ellos mismos» [9]. Como respuesta —y en esto representa a miles, más aún, a millones de personas—, su misión es salir al encuentro de las víctimas con generosidad y dedicación, tocando y vendando los cuerpos heridos, curando las vidas rotas.

Mahatma Gandhi, Khan Abdul Ghaffar Khan, Martin Luther King Jr., Leymah Gbowee

La no violencia practicada con decisión y coherencia ha producido resultados impresionantes. No se olvidarán nunca los éxitos obtenidos por Mahatma Gandhi y Khan Abdul Ghaffar Khan en la liberación de la India, y de Martin Luther King Jr. contra la discriminación racial. En especial, las mujeres son frecuentemente líderes de la no violencia, como, por ejemplo, Leymah Gbowee y miles de mujeres liberianas, que han organizado encuentros de oración y protesta no violenta (pray-ins), obteniendo negociaciones de alto nivel para la conclusión de la segunda guerra civil en Liberia.
No podemos olvidar el decenio crucial que se concluyó con la caída de los regímenes comunistas en Europa. Las comunidades cristianas han contribuido con su oración insistente y su acción valiente. 

San Juan Pablo II
Ha tenido una influencia especial el ministerio y el magisterio de san Juan Pablo II. En la encíclica Centesimus annus (1991), mi predecesor, reflexionando sobre los sucesos de 1989, puso en evidencia que un cambio crucial en la vida de los pueblos, de las naciones y de los estados se realiza «a través de una lucha pacífica, que emplea solamente las armas de la verdad y de la justicia» [10]. Este itinerario de transición política hacia la paz ha sido posible, en parte, «por el compromiso no violento de hombres que, resistiéndose siempre a ceder al poder de la fuerza, han sabido encontrar, una y otra vez, formas eficaces para dar testimonio de la verdad». Y concluía: «Ojalá los hombres aprendan a luchar por la justicia sin violencia, renunciando a la lucha de clases en las controversias internas, así como a la guerra en las internacionales» [11].

La Iglesia se ha comprometido en el desarrollo de estrategias no violentas para la promoción de la paz en muchos países, implicando incluso a los actores más violentos en un mayor esfuerzo para construir una paz justa y duradera.

Este compromiso en favor de las víctimas de la injusticia y de la violencia no es un patrimonio exclusivo de la Iglesia Católica, sino que es propio de muchas tradiciones religiosas, para las que «la compasión y la no violencia son esenciales e indican el camino de la vida» [12]. Lo reafirmo con fuerza: «Ninguna religión es terrorista» [13]. La violencia es una profanación del nombre de Dios [14]. No nos cansemos nunca de repetirlo: «Nunca se puede usar el nombre de Dios para justificar la violencia. Sólo la paz es santa. Sólo la paz es santa, no la guerra» [15].

La raíz doméstica de una política no violenta

5. Si el origen del que brota la violencia está en el corazón de los hombres, entonces es fundamental recorrer el sendero de la no violencia en primer lugar en el seno de la familia. Es parte de aquella alegría que presenté, en marzo pasado, en la Exhortación apostólica Amoris laetitia, como conclusión de los dos años de reflexión de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia. La familia es el espacio indispensable en el que los cónyuges, padres e hijos, hermanos y hermanas aprenden a comunicarse y a cuidarse unos a otros de modo desinteresado, y donde los desacuerdos o incluso los conflictos deben ser superados no con la fuerza, sino con el diálogo, el respeto, la búsqueda del bien del otro, la misericordia y el perdón [16]. Desde el seno de la familia, la alegría se propaga al mundo y se irradia a toda la sociedad [17]. Por otra parte, una ética de fraternidad y de coexistencia pacífica entre las personas y entre los pueblos no puede basarse sobre la lógica del miedo, de la violencia y de la cerrazón, sino sobre la responsabilidad, el respeto y el diálogo sincero. En este sentido, hago un llamamiento a favor del desarme, como también de la prohibición y abolición de las armas nucleares: la disuasión nuclear y la amenaza cierta de la destrucción recíproca, no pueden servir de base a este tipo de ética [18]. Con la misma urgencia suplico que se detenga la violencia doméstica y los abusos a mujeres y niños.

Santa Teresa de Lissieux
El Jubileo de la Misericordia, concluido el pasado mes de noviembre, nos ha invitado a mirar dentro de nuestro corazón y a dejar que entre en él la misericordia de Dios. El año jubilar nos ha hecho tomar conciencia del gran número y variedad de personas y de grupos sociales que son tratados con indiferencia, que son víctimas de injusticia y sufren violencia. Ellos forman parte de nuestra «familia», son nuestros hermanos y hermanas. Por esto, las políticas de no violencia deben comenzar dentro de los muros de casa para después extenderse a toda la familia humana. «El ejemplo de santa Teresa de Lisieux nos invita a la práctica del pequeño camino del amor, a no perder la oportunidad de una palabra amable, de una sonrisa, de cualquier pequeño gesto que siembre paz y amistad. Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo» [19].

Mi llamamiento

6. La construcción de la paz mediante la no violencia activa es un elemento necesario y coherente del continuo esfuerzo de la Iglesia para limitar el uso de la fuerza por medio de las normas morales, a través de su participación en las instituciones internacionales y gracias también a la aportación competente de tantos cristianos en la elaboración de normativas a todos los niveles. Jesús mismo nos ofrece un «manual» de esta estrategia de construcción de la paz en el así llamado Discurso de la montaña. Las ocho bienaventuranzas (cf. Mt 5,3-10) trazan el perfil de la persona que podemos definir bienaventurada, buena y auténtica. Bienaventurados los mansos —dice Jesús—, los misericordiosos, los que trabajan por la paz, y los puros de corazón, los que tienen hambre y sed de la justicia.

Esto es también un programa y un desafío para los líderes políticos y religiosos, para los responsables de las instituciones internacionales y los dirigentes de las empresas y de los medios de comunicación de todo el mundo: aplicar las bienaventuranzas en el desempeño de sus propias responsabilidades. Es el desafío de construir la sociedad, la comunidad o la empresa, de la que son responsables, con el estilo de los trabajadores por la paz; de dar muestras de misericordia, rechazando descartar a las personas, dañar el ambiente y querer vencer a cualquier precio. Esto exige estar dispuestos a «aceptar sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo proceso» [20]. Trabajar de este modo significa elegir la solidaridad como estilo para realizar la historia y construir la amistad social. La no violencia activa es una manera de mostrar verdaderamente cómo, de verdad, la unidad es más importante y fecunda que el conflicto. Todo en el mundo está íntimamente interconectado [21]. Puede suceder que las diferencias generen choques: afrontémoslos de forma constructiva y no violenta, de manera que «las tensiones y los opuestos [puedan] alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida», conservando «las virtualidades valiosas de las polaridades en pugna» [22].

La Iglesia Católica acompañará toda tentativa de construcción de la paz también con la no violencia activa y creativa. El 1 de enero de 2017 comenzará su andadura el nuevo Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que ayudará a la Iglesia a promover, con creciente eficacia, «los inconmensurables bienes de la justicia, la paz y la protección de la creación» y de la solicitud hacia los emigrantes, «los necesitados, los enfermos y los excluidos, los marginados y las víctimas de los conflictos armados y de las catástrofes naturales, los encarcelados, los desempleados y las víctimas de cualquier forma de esclavitud y de tortura» [23].

En conclusión

7. Como es tradición, firmo este Mensaje el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. María es Reina de la Paz. En el Nacimiento de su Hijo, los ángeles glorificaban a Dios deseando paz en la tierra a los hombres y mujeres de buena voluntad (cf. Lc 2,14). Pidamos a la Virgen que sea ella quien nos guíe.

«Todos deseamos la paz; muchas personas la construyen cada día con pequeños gestos; muchos sufren y soportan pacientemente la fatiga de intentar edificarla»[24]. En el 2017, comprometámonos con nuestra oración y acción a ser personas que aparten de su corazón, de sus palabras y de sus gestos la violencia, y a construir comunidades no violentas, que cuiden de la casa común. «Nada es imposible si nos dirigimos a Dios con nuestra oración. Todos podemos ser artesanos de la paz» [25].

Vaticano, 8 de diciembre de 2016
Francisco


[1] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 228.
[3] «Leyenda de los tres compañeros»: Fonti Francescane, n. 1469.
[4] Angelus (18 febrero 2007).
[7] Discurso al recibir el Premio Nobel de la Paz (11 diciembre 1979).
[8] Homilía en Santa Marta, «El camino de la paz» (19 noviembre 2015).
[10] N. 23.
[12] Discurso, Audiencia interreligiosa (3 noviembre 2016).
[15] Discurso, Asís (20 septiembre 2016).
[16] Cf. Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 90-130.
[17] Ibíd., 133.194.234.
[19] Carta Enc. Laudato si’, 230.
[20] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 227.
[21] Cf. Carta Enc. Laudato si’, 16.117.138.
[22] Exhort. ap. Evangelii gaudium, 228.
[24] Regina Coeli, Belén (25 mayo 2014).
[25] Llamamiento, Asís (20 septiembre 2016).

domingo, 25 de diciembre de 2016

Navidad 2016: Paz a los hombres

Enfoques dominicales - ¡Gloria a Dios, Paz a los hombres!


Amigas y amigos oyentes: ¡Feliz Navidad!

Un cordial saludo desde la ruta 8, ya cerca de Treinta y Tres, hacia donde me dirijo en este momento, haciendo un alto en el camino para cumplir con ustedes.
Hoy es Navidad… y es también domingo. La última vez en que se dio esta coincidencia fue en el año 2011.
Permítanme empezar con una anécdota:
Ese día, 25 de diciembre de 2011, a esta hora, yo estaba también en la ruta 8. Igual que hasta hace un momento, yo venía manejando bastante cerca de Treinta y Tres y venía escuchando La Voz de Melo. Precisamente este programa: Enfoques Dominicales.
Por supuesto, la voz era la de Mons. Roberto Cáceres.
Escuchándolo, me empecé a preguntar… pero ¿está en Melo todavía? ¿O está hablando por teléfono desde Treinta y Tres? ¿O es una grabación?
Escuché con mucha atención, pero sin llegar a estar seguro, hasta que Mons. empezó a despedirse y dijo más o menos esto:
“Les deseo a todos una muy feliz Navidad… menos a nuestro obispo Heriberto, porque a él se la voy a desear personalmente, porque en estos momentos él está viajando para Treinta y Tres donde nos vamos a encontrar”.
Y efectivamente, así era… me impresionó mucho que Mons. Cáceres pudiera decir, en ese momento, exactamente lo que yo estaba haciendo… y que yo lo estuviera escuchando decir eso.
Mons. Cáceres, como ustedes saben, está desde comienzos de este año en Montevideo, en el Hogar Sacerdotal. Cumplió sus 95 años y, para su edad, se encuentra muy bien. Yo lo visito cada vez que viajo a Montevideo. Él me ha pedido que les haga llegar sus recuerdos y sus saludos en esta Navidad. Cumplo pues, con el pedido del amigo que los recuerda entrañablemente.

Vamos ahora al mensaje de esta fiesta…
Es mediodía, y aquí en la ruta todo está en calma. Aunque está nublado, la luminosidad es intensa en estos primeros días de verano…

Hace ya casi 200 años, el sacerdote del pueblo de Oberndorf, Austria, el P. Joseph Mohr, regresaba a su parroquia después de visitar a una familia… era una noche muy serena, muy calma, y pensó… “Stille Nacht, heilige Nacht”… “noche silenciosa, noche santa…” y así empezó a escribir esa canción navideña que hoy conocemos en español como “noche de paz, noche de amor”. Se la llevó después a un maestro y profesor de música llamado Franz Gruber, que completó la composición e hizo unos arreglos para acompañar al coro de la Iglesia con una guitarra. Una canción nacida en esa Navidad de invierno, de nieve, pero también de paz.

En cambio, para nosotros, como cantaba Mercedes Sosa, con los versos de Félix Luna y la música de Ariel Ramírez:

“Mi Navidad está metida en el verano
No tiene pino ni la nieve le da luces
Mi Navidad con el calor va de la mano
Y un dulce olor a sidra y a pan dulce”

Y seguía:

“Paz a todos los hombres
Paz en la tierra
En mi tierra caliente
Y en la que nieva”

Paz en la tierra…
Pensando en las cosas que vive nuestro mundo en esta Navidad, vale la pena recordar las palabras del profeta Isaías, que anuncia de este modo el nacimiento de Jesús:
“un niño nos ha nacido (…) y se le da por nombre: ‘(…) príncipe de la paz’.” (Isaías 9,5)
Jesús, príncipe de la paz… y cuánta paz necesita el mundo, cuánta paz necesitamos en nuestra vida, en nuestras familias, en nuestros lugares…
Los ángeles cantan en Belén saludando el nacimiento de Jesús:
“¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por él!”. (Lucas 2,14)
En la tierra paz…

“Cristo es nuestra paz” (Efesios 2,14) nos dice San Pablo y nos habla de la obra de Jesús para reconciliar a los hombres con Dios y a los hombres entre sí “derribando el muro de odio” que los separa.

El mismo Jesús nos ofrece su Paz:
“Mi paz les dejo, mi paz les doy. No como la da el mundo. No se turbe su corazón ni tenga miedo” (Juan 14,27)
Esas son también las primeras palabras de Jesús resucitado: «La paz esté con ustedes» (Juan 20,19)

Jesús nos ofrece la Paz. Su paz. La paz que viene de Dios, pero que se hace también nuestra tarea:
Él envía a sus discípulos y nos envía a nosotros hoy a llevar la paz de casa en casa, de pueblo en pueblo (Mateo10,11-13) y proclama «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5,9).

El niño de Belén, el “príncipe de la paz”, ofrece de nuevo al mundo su don.
Si queremos recibirlo de verdad, si queremos recibirlo sinceramente, sabemos que recibirlo nos pone frente a una tarea: trabajar por la paz.
Trabajar por hacer la paz, primero cada uno dentro de sí mismo; porque el que no está en paz consigo mismo, está en guerra con todos los demás.
Trabajar por hacer la paz con los demás, con todas las personas con las que convivimos, con todos los que tratamos día a día, haciendo lugar a la misericordia, al perdón, a la reconciliación.
Trabajar por hacer la paz con la creación, con la casa común, con este planeta que habitamos y al que tanto veces agredimos, agrediéndonos así a nosotros mismos.
Finalmente, trabajar por hacer la paz con Dios, abriéndole de verdad el corazón y dejando que sea Él quien esté “para guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lucas 1,79).

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viernes, 23 de diciembre de 2016

¡Feliz y Santa Navidad! Mensaje del Obispo de Melo

Pesebre viviente, Catedral de Melo, 18 de diciembre de 2016
“La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel, que significa: ‘Dios con nosotros’.”

Esto nos dice el evangelista Mateo (1,22-23) citando al profeta Isaías. Detengámonos sobre el significado de este nombre Emanuel, dado a Jesús: “Dios-con-nosotros”… ¿qué quiere decir eso?

Desde el comienzo de la humanidad, los hombres han intuido una realidad diferente, más allá de lo conocido… el ámbito de lo divino.

A través de diferentes religiones, los hombres buscaron acercarse a esa realidad que no conocían. Lo hicieron a través de meditación, oración, sacrificios, ritos buscando establecer una conexión con ese ser –o esos seres, según de que religión se trataba– que se imaginaba más allá y al que o a los que se atribuía poderes capaces de dar vida o dar muerte, de construir o de destruir a los hombres.

Jesús llega a este mundo, como lo celebramos en cada Navidad, después de un largo camino que lo fue anunciando. Un camino por el que Dios se fue revelando, dándose a conocer. Pero, como dice san Pablo “cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer” (Gálatas 4,4).

De una mujer, de María, nace el Hijo de Dios. Él es Dios-con-nosotros. Jesús de Nazaret empieza su vida como empieza la vida de cualquier hombre: “un niño envuelto en pañales” (Lucas 2,12). Y vivió, en muchos aspectos “pasando por uno de tantos” (Filipenses 2,7). Toda la gente que, en vida de Jesús, se encontró con Él, se encontró con Dios. Experimentó de la manera más fuerte lo que significa “Dios-con-nosotros”.

Jesús “pasó haciendo el bien” (Hechos 10,38). Su vida en este mundo culmina con su pasión, su muerte en la cruz y su resurrección. Resucitado, se aparece a sus discípulos, les deja la misión de anunciar el Evangelio a todo el mundo y vuelve al Padre, pero les promete “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).

Sigue siendo, entonces, el Dios-con-nosotros. Se fue, pero sigue estando presente. Hay muchas formas en las que continúa su presencia: su Palabra, especialmente el Evangelio; los Sacramentos, especialmente la Eucaristía, donde nos ofrece su Cuerpo como Pan de Vida; en medio de la comunidad reunida en su nombre; en los pobres y necesitados, con quienes Él se identifica. El viene a nosotros “en cada hombre y en cada acontecimiento” (Prefacio II del Tiempo de Adviento).

En esta Navidad y al terminar un año, podemos pensar cómo hemos sentido a Dios-con-nosotros.

Sin duda, si miramos bien, si miramos con los ojos de la fe, sabremos descubrir esa presencia de Dios en tantas cosas buenas que hemos recibido o que hemos logrado a lo largo del año. De Dios viene todo bien. Nada bueno de nuestra vida ha estado allí sin que Dios lo haya sostenido y lo haya hecho presente.

También, a lo largo del año, hemos conocido momentos de prueba, dificultades serias, sufrimientos, pérdidas… Allí estuvo también la presencia de Dios sosteniéndonos en nuestra fragilidad. A veces podemos experimentar algo tan fuerte como lo que expresa el Salmo 123,2-3: "si el Señor no hubiera estado de nuestra parte (...) nos habrían tragado vivos".

Dios está con nosotros…
La pregunta que queda todavía es: y nosotros ¿estamos con Dios?
¿Le hacemos de verdad lugar en nuestra vida?
¿Cómo queremos vivir esta Navidad? Vivámosla con Él. Vivámosla en su amor.
Tengámoslo presente como Dios-con-nosotros, de manera que su amor transforme nuestra vida, nuestras relaciones con los demás, nuestra sociedad, nuestro mundo.

¡Feliz y Santa Navidad! Con mi bendición,

+ Heriberto, Obispo de Melo

domingo, 18 de diciembre de 2016

Enfoques Dominicales - Dios-con-nosotros y nosotros con Dios


Hablando del nacimiento de Jesús, nos dice el evangelista Mateo (1,22-23):
“Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: ‘La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emanuel’, que significa: ‘Dios con nosotros’.”
“Dios con nosotros”… ¿qué quiere decir eso?
Durante mucho tiempo, la humanidad vivió buscando a Dios a través de distintas formas de religión.
De algún modo, el ser humano sentía que había algo “más allá”.
Hoy estamos acostumbrados a utilizar la palabra “trascendente” para expresar que algo es importante… pero “trascendente” significa precisamente algo que está más allá, pero no en el mismo plano, en el mismo espacio, sino en otra realidad, en otro nivel. “Trascender” no es solo “ir más allá”, sino “subir más allá”.
Entonces, Dios es el que está en ese otro plano, en esa realidad diferente de la nuestra, en esa “trascendencia”.
A través de diferentes religiones, los hombres buscaron acercarse a lo divino, a esa realidad que no conocían, pero que intuían. Lo buscaron a través de la meditación, de las oraciones, de los sacrificios, de diferentes ritos por los que buscaban establecer esa conexión con ese ser –o esos seres, según de que religión se trataba– que se imaginaba más allá y al que o a los que se atribuía poderes capaces de dar vida o dar muerte, de construir o de destruir a los hombres.

Jesús llega a este mundo, como vamos a recordarlo en la Navidad, después de un largo camino que lo fue anunciando. Un camino por el que Dios se fue revelando, es decir, se fue mostrando, dando a conocer. De eso nos habla todo el Antiguo Testamento de la Biblia. Pero ese Dios no deja de ser el Dios “trascendente”; puede estar muy cerca, puede acompañar y defender a los suyos, pero nadie lo ve, nadie conoce su rostro. Ha prohibido expresamente que se hagan imágenes que lo representen, cuidando esa trascendencia.

Pero, como dice la Palabra de Dios “cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer” (Gálatas 4,4).

De una mujer, de María, nace el Hijo de Dios. El es Dios-con-nosotros. Jesús de Nazaret empieza su vida como empieza la vida de cualquier hombre: “un niño envuelto en pañales” (Lucas 2,12). Y vivió, en muchos aspectos “pasando por uno de tantos” (Filipenses 2,7). Toda la gente que, en vida de Jesús, se encontró con Él, se encontró con Dios. Experimentó de la manera más fuerte lo que significa “Dios-con-nosotros”.

Jesús “pasó haciendo el bien” (Hechos 10,38). Su vida en este mundo culmina con su pasión, su muerte en la cruz y su resurrección. Resucitado, se aparece a sus discípulos, les deja la misión de anunciar el Evangelio a todo el mundo y vuelve al Padre, pero les promete “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).

Sigue siendo, entonces, el Dios-con-nosotros. Se fue, pero sigue estando presente. Hay muchas formas en las que continúa su presencia: su Palabra, especialmente el Evangelio; los Sacramentos, especialmente la Eucaristía, donde nos ofrece su Cuerpo como Pan de Vida; en medio de la comunidad reunida en su nombre; en los pobres y necesitados, con quienes Él se identifica. El viene a nosotros “en cada hombre y en cada acontecimiento” (Prefacio II del Tiempo de Adviento).

Al terminar un año, al acercarnos a la celebración de la Navidad, podemos pensar cómo hemos sentido a Dios-con-nosotros.
Sin duda, si miramos bien, si miramos con los ojos de la fe, sabremos descubrir esa presencia de Dios en tantas cosas buenas que hemos recibido o que hemos logrado a lo largo del año. De Dios viene todo bien. Nada bueno de nuestra vida ha estado allí sin que Dios lo haya sostenido y lo haya hecho presente.
También, a lo largo del año, hemos conocido momentos de prueba, dificultades serias, sufrimientos, pérdidas… Allí estuvo también la presencia de Dios sosteniéndonos en nuestra fragilidad. A veces podemos experimentar algo tan fuerte como lo que expresa el Salmo 123,2-3: "si el Señor no hubiera estado de nuestra parte (...) nos habrían tragado vivos".

Dios está con nosotros…
La pregunta que queda todavía es: y nosotros ¿estamos con Dios?
¿Le hacemos de verdad lugar en nuestra vida?
¿Cómo vamos a vivir esta Navidad?
¿Con Él o sin Él?
Desde este espacio donde nos encontramos domingo a domingo, los animamos a vivir la Navidad con Jesús. A tenerlo presente como Dios-con-nosotros, de manera que Él transforme nuestra vida, nuestras relaciones con los demás, nuestra sociedad, nuestro mundo.



lunes, 12 de diciembre de 2016

Religión, Libertad y Valores en el Uruguay. Declaración del Grupo Interconfesional de Melo



El pasado 22 de noviembre se reunió por primera vez el Grupo Interconfesional de Melo, en el que participaron los siguientes líderes religiosos:

• Pastor Wilson Acuña, Iglesia Evangélica Pentecostal – Cruzada Universal
• Monseñor Heriberto Bodeant, Obispo de la Diócesis de Melo, Iglesia Católica Apostólica Romana.
• Pastor Martín Correa , Iglesia Asamblea de Dios
• Sr. Rafael Diogo, Presidente de la Estaca Melo–Uruguay de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
• Pastor Armando Dos Santos, del Primer Tabernáculo Cristiano
• Pastor Fabricio García, Iglesia Evangélica El Tabernáculo de Reunión
• Obispo Freddy Lafranchi, Iglesia de Dios en el Uruguay - Misiones Mundiales

1. Unidos en aspectos esenciales


Desde nuestras diferentes tradiciones religiosas, hay aspectos importantes en los que nos sentimos unidos:
• Adoramos al mismo Dios y creemos en Jesucristo y en su Evangelio.
• Compartimos y queremos vivir los valores cristianos.
• Tenemos en muy alta estima el valor de la vida y el valor de la familia.
• Sentimos unánimemente un gran aprecio por la libertad religiosa.

2. Valoramos la libertad religiosa y de conciencia y la laicidad positiva


La Constitución de la República establece en su artículo 5°: “Todos los cultos religiosos son libres en el Uruguay. El Estado no sostiene religión alguna.” Se establece así la libertad religiosa y la laicidad del Estado.
Como creyentes sentimos unánimemente un gran aprecio por la libertad religiosa. Sostenemos nuestro derecho de vivir conforme a nuestros principios cristianos y de adorar a Dios de acuerdo a los dictados de nuestra propia conciencia, y reconocemos a los demás el mismo privilegio: buscar libremente la verdad y vivir, creer o adorar de acuerdo a su propia conciencia.
Entendemos que es esencial para la paz y el crecimiento de los individuos, que se conserven invioladas las leyes que garanticen a cada ciudadano el libre ejercicio de la conciencia. Al Estado corresponde perseguir y reprimir el crimen, pero no puede pretender dominar la conciencia ni suprimir la libertad del alma. Cuando la ley del hombre y la de
Dios se contradicen, debe reconocerse el derecho a la objeción de conciencia.
Los gobiernos no pueden establecer por ley la paz, el amor, la bondad; en cambio las religiones las hacen nacer en el corazón humano. Los gobiernos imponen la ley que está escrita en los libros; la religión ayuda a descubrir la ley escrita en el corazón del hombre y exhorta a obedecerla. Quienes obedezcan la ley de Dios, rara vez desobedecerán las leyes humanas que protegen la vida, los bienes y el honor del prójimo.
Todo esto nos lleva a manifestar nuestra convicción acerca de la influencia positiva de las religiones en la vida de los ciudadanos. Las religiones contribuyen a la formación del orden moral y de los valores que hacen a una sana convivencia social. Los gobiernos pueden establecer por la ley qué es delito y qué no lo es; pueden reprimir a los violentos; pueden construir cárceles, pero no pueden decretar o legislar para establecer el amor, la bondad y la paz en su más profunda y acabada dimensión.
Creemos que la laicidad debe entenderse en forma positiva, en el marco de un sano pluralismo, de manera que los creyentes y los líderes religiosos puedan manifestar públicamente todo aquello que estimen oportuno para la construcción de la sociedad.
Observamos que, algunas veces, en el debate público se pretende censurar la opinión de líderes religiosos, aduciendo que el Estado es laico. La laicidad se desvirtúa si se convierte en oposición a todo lo religioso y llega a sustentar intolerancia y discriminación religiosa. La laicidad no es la oposición a todo lo religioso, sino el reconocimiento de la diversidad de creencias. El Estado debe mantener su independencia, sin favorecer una religión en desmedro de otras; pero no puede pretender anular la contribución religiosa al bien de toda la sociedad.
La educación sexual es un campo donde se juegan profundamente los valores y las creencias de las personas. Se viola la laicidad cuando se pretende imponer en la educación de niños y adolescentes un enfoque que contradice lo que muchos padres enseñan a sus hijos de acuerdo a sus convicciones religiosas. Particularmente, cuando se pretende fomentar en niños y adolescentes opciones prematuras referentes u opuestas a su sexo y en contraposición a las enseñanzas de sus padres.

3. Afirmamos el valor de la vida y la familia


Respetamos la diversidad en sus diferentes formas y nos oponemos a toda discriminación por razones de raza, color de piel, religión, origen nacional o étnico, discapacidad, aspecto estético, género, orientación e identidad sexual. No obstante, tenemos principios cristianos por los que creemos en la familia
basada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer, la fidelidad conyugal y la pureza sexual, para los que reclamamos el respeto consagrado en la constitución y en las leyes vigentes relacionadas a la libertad de culto y al sentimiento religioso.
El aborto es la destrucción de vidas inocentes que se inician no solamente por la unión de un hombre y una mujer, sino con la intervención de Dios, creador de la vida. En 2015 se registraron en Uruguay 9.362 abortos contra 48.926 nacidos vivos. Reafirmamos el valor único de cada vida y pedimos que no se ahorren los esfuerzos para que cada criatura pueda nacer y desarrollar una vida plena que enriquezca el conjunto de la sociedad.
Consideramos que el consumo de drogas tiene perniciosos efectos en la salud, el entorno familiar y la sociedad. Creemos que la causa profunda de este flagelo está en el vacío y falta de sentido de la vida que sufren muchos uruguayos. En la fe ofrecemos un camino de encuentro de sentido y enseñamos la total abstención.

4. Buscamos vivir y trasmitir valores para la construcción de la sociedad


En una sociedad en la que a menudo se dice que “se están perdiendo los valores”, queremos vivir y trasmitir:
• La bondad, el amor y el servicio al prójimo
• La fidelidad a Dios y el respeto por todo lo sagrado
• El perdón y la misericordia
• La fidelidad en el matrimonio y la pureza moral
• El respeto por los padres, la unidad y la comunicación familiar
• El respeto por la vida, especialmente por la vida de la mujer y la vida de quien todavía no ha nacido
• La humildad, la verdad y la honestidad
• El respeto a la autoridad y el empeño por la paz
• El trabajo, para contribuir a la autonomía social, la autoestima y superación personal y colectiva.
• El cuidado de nuestro ambiente
Y todos los demás principios y valores que Jesucristo enseñó con su ejemplo.

Nos despedimos implorando para cada una de las personas que habitan nuestra ciudad, la bendición del Padre Celestial y de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.