sábado, 26 de marzo de 2016

En un mundo violento, abrir camino al mensaje de la Misericordia


LOS OBISPOS PREOCUPADOS POR LA VIOLENCIA EN URUGUAY Y EN EL MUNDO
(DECOS-CEU) Al Cardenal y a los obispos uruguayos les preocupa la violencia imperante en el mundo y en nuestra sociedad y lo explicitaron en sus mensajes para la Pascua así como en sus diversas reflexiones efectuadas durante la Semana Santa.

En la Misa Crismalel Arzobispo de Montevideo, Cardenal Daniel Sturla, destacó que “estamos viviendo en una sociedad fragmentada" y que "lamentablemente tenemos muchas muertes violentas en estos días que han sacudido la conciencia de nuestra sociedad” e instó a “pasar de los discursos a acciones eficaces”. Junto al Obispo anglicano, en el Via Crucis Ecuménico, el Cardenal volvió a reiterar su preocupación por los hechos de violencia y llamó a rezar y a fomentar iniciativas que eduquen para la paz. 

Por su parte, el Obispo de Minas, Mons. Jaime Fuentes, plantea en su mensaje para la Pascua que ante la violencia que “pinta de luto la alegría de vivir en nuestro mundo” se hace necesario volver a las preguntas esenciales: “¿De dónde vengo, adónde voy? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Existe Dios? ¿Hay algo después de la muerte? ¿Qué está bien, qué está mal? ¿Quién es Jesús?…”

El Obispo de Maldonado, Mons. Rodolfo Wirz, en su mensaje para la Pascua también se refiere a la violencia que “se impone en todas las latitudes” y  asegura que solo se puede superar “abriéndonos al Resucitado que en su Amor hace posible una vida humana y digna”.

En su mensaje para la Pascua, el Obispo de Mercedes, Mons. Carlos Collazzi, (Presidente electo de la Conferencia Episcopal del Uruguay) citando la Exhortación Apostólica del Papa Francisco “Evangelli Gaudium” subraya que “vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden”. No obstante, destaca que “también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto”(E.G. 276). El Obispo señala la existencia de  descontento crónico, acedia y desilusión en la sociedad y llama a alimentarse de la Eucaristía dominical y a formar comunidades fraternas y solidarias con “los hermanos más carenciados, con fuerte espíritu misionero”.

El Vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Arturo Fajardo (Obispo de San José de Mayo), en su mensaje pascual también contempla el tema de la inseguridad y anima a dar testimonio de Jesús “que es nuestra paz” en medio “de tanta violencia en la familia, en el país y en el mundo”.

Mons. Julio Bonino, Obispo de Tacuarembó, reconoce en su mensaje para la Pascua que “enfrentamos muchos motivos que pueden llevar al debilitamiento de nuestra fe y vemos que muchos dejan de creer: las diversas situaciones de violencia, los conflictos de  diversos niveles, las guerras, los desplazados de sus hogares, el sufrimiento de los niños inocentes, las divisiones de la familia y las contradicciones que existen en nosotros mismos. Nuestra misma Iglesia con el desvío de la conducta de quienes la integramos, los escándalos y el alejamiento de la vivencia del evangelio”. Ante esto, el Obispo invita a reconocer “con humildad” la necesidad de que Jesús Resucitado “se haga presente en medio de nuestras circunstancias en el encuentro personal y comunitario con Él, para ser confirmados en nuestra fe y así reemprender con esperanza el camino de su seguimiento”.

LA OTRA MEJILLA DE LA VIOLENCIA: EL PERDON

En la Misa celebrada en Río Branco a pedido de la Embajada de El Salvador, en la víspera de la conmemoración de los 36 años de la muerte de Mons. Oscar Arnulfo Romero, el Obispo de Melo, Mons. Heriberto Bodeant,  subrayó que “en el Uruguay de hoy …necesitamos creer en el hombre” y en “que las personas pueden cambiar”. El Obispo instó a “creer que aquellos que no ven en otro hombre a su hermano, aún pueden abrir los ojos” y en que  “aún aquellos que han hecho sufrir a otros, pueden despertar, darse cuenta, arrepentirse y encontrar en Jesús un camino de sanación”.

También el Obispo de Salto, Mons. Pablo Galimberti, invita en su mensaje pascual a perdonar, al tiempo que exhorta a ayudar “al que tenés cerca”. “Contagiemos optimismo al que está cerca o camina triste. Ayudemos a devolver una sonrisa al que se encerró en sus viejos rencores”, animó el Pastor.. Jesús “sopla vientos nuevos para devolver paz al corazón herido o amargado. A mi familia o vecino. Donde estudio, trabajo o descanso”, asegura el Obispo.

¿FELICIDAD SIN DIOS?

En su mensaje para la Pascua, el Obispo de Canelones, Mons. Alberto Sanguinetti, destaca que “estamos viviendo en una humanidad que quiere organizarse como si Dios no existiese, como si Cristo no hubiera muerto en la cruz… en una cultura cerrada a la gracia del Resucitado, queremos construir una felicidad alejándonos de la verdad de la creación, del perdón de Dios y sus mandamientos y de la vida nueva de hijos de Dios”.  Enfatiza que pese a la “sinrazón”  y a los intentos de acallarlo, Dios “nos sigue salvando” y “se interesa por nosotros con amor, misericordia y fidelidad”. VIDEO 

miércoles, 23 de marzo de 2016

Homenaje a Mons. Óscar Romero en Río Branco. Homilía de Mons. Heriberto

Mañana, 24 de marzo, se cumplen 36 años de la muerte de Mons. Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, asesinado mientras celebraba la Eucaristía en la capilla del hospital de La Divina Providencia en la capital salvadoreña. Una bala dio en el corazón del pastor, en el momento preciso en que se dirigía al altar para presentar las ofrendas del pan y del vino. Es así que lo quedó ante el altar fue la ofrenda de su propia vida.
En enero del año pasado tuve la Gracia de poder rezar ante la tumba de Mons. Romero, en la cripta de la Catedral, y en el lugar de su martirio.
En febrero, el Papa Francisco aprobó el reconocimiento de Mons. Romero como Mártir de la Iglesia. El 23 de mayo se celebró en San Salvador la beatificación. Ese mismo día, aquí, en Río Branco, se agregó “Beato Óscar Romero” al nombre de la capilla “Mártires Latinoamericanos”.
Hoy y mañana recordamos la figura del obispo mártir, motivados de manera especial por un pedido de la embajada de El Salvador, que cada año le rinde homenaje de diferentes formas. Está aquí presente la Sra. Embajadora Idalia Menjívar y otros miembros de la representación diplomática. Agradecemos mucho su presencia que nos acerca más al hermano pueblo salvadoreño y nos ayuda a conocer y comprender más a Mons. Romero.
 
El 14 de marzo de 1977, tres años antes de su muerte, Mons. Romero había presidido en la catedral el funeral del P. Rutilio Grande, asesinado junto con dos campesinos cuando se dirigía al lugar donde iba a celebrar la Misa.
En aquellos días, El Salvador estaba sumergido en un clima de conflictos políticos y sociales con fuerte violencia y represión, preámbulo de la guerra civil que estallaría tres años después. En ese marco, y frente al desgarrador acontecimiento de la muerte del P. Rutilio, Mons. Romero dice en su homilía.
“El amor verdadero es el que trae a Rutilio Grande en su muerte, con dos campesinos de la mano. Así ama la Iglesia; muere con ellos y con ellos se presenta a la trascendencia del cielo. Los ama, y es significativo que mientras el Padre Grande caminaba para su pueblo, a llevar el mensaje de la misa y de la salvación, allí fue donde cayó acribillado. Un sacerdote con sus campesinos, camino a su pueblo para identificarse con ellos, para vivir con ellos, no una inspiración revolucionaria, sino una inspiración de amor (…) Precisamente porque es amor lo que nos inspira (…) queremos decirles, hermanos criminales, que los amamos y que le pedimos a Dios el arrepentimiento para sus corazones, porque la Iglesia no es capaz de odiar, no tiene enemigos. Solamente son enemigos, los que se le quieren declarar; pero ella los ama y muere como Cristo: "Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen".”
“… quizá por eso Dios escogió [al Padre Rutilio] para este martirio, porque los que le conocimos (…) saben que jamás de sus labios salió un llamado a la violencia, al odio, a la venganza. Murió amando, y sin duda que cuando sintió los primeros impactos que le traían la muerte, pudo decir como Cristo: "Perdónalos, Padre; no saben, no han comprendido mi mensaje de amor".”
Leyendo estas palabras de Monseñor Romero, pienso en todas las veces que sentimos que nos cuesta perdonar el mal que nos han hecho. ¿Cómo puede perdonar alguien que ha sufrido violencia criminal, en carne propia o en un ser querido? ¿Cómo puede perdonar quien ha recibido grandes heridas de personas a las que ha amado mucho, de la propia familia, de los propios amigos… Mons. Romero, siguiendo a Jesús, nos dice que el perdón es posible. Que el perdón no nos hace débiles, sino que nos hace fuertes ¡Qué grande es poder perdonar y sacar de nuestro corazón todo rencor!
Por otra parte, a veces nos cuesta perdonar cosas pequeñas, banales, sobre todo cuando pensamos que el mundo gira alrededor de nosotros y que todos nos deben atención… Nos hace bien mirar la vida de un hombre que sufre viendo a su pueblo enfrentado, desgarrado por el egoísmo, la injusticia y la violencia, dispuesto a dar la vida por la reconciliación de los salvadoreños.
Todos los días Mons. Romero hacía memoria de la muerte y resurrección de Jesús celebrando la Eucaristía. Con San Pablo, podía decir, en cada Eucaristía, “constantemente estamos siendo entregados a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo mortal. Así que en nosotros obra la muerte, pero en ustedes, la vida” (2 Co 4,11-12).
 
Bebía permanentemente en la fuente del Evangelio… Cuando yo pensaba cómo hablar de Mons. Romero en este Año de la Misericordia, me dije “él debe haber predicado alguna vez sobre la parábola del hijo pródigo”. Desde luego, así fue. El 16 de marzo de 1980, el penúltimo domingo en que celebró Misa en la catedral, Mons. Romero hizo su homilía sobre lo que él llamó “la parábola de la reconciliación cristiana”.
Después de narrar de nuevo, pero dándole un poco de color, el contenido de la parábola, Mons. Romero decía:
“Cuánta falta nos hace aquí en El Salvador meditar un poquito esta parábola del hijo pródigo. Como parece irreconciliable la denuncia de la izquierda contra la derecha y el odio de la derecha contra la izquierda; y el que está en el medio dice: "La violencia venga de donde viniera, duro con los dos". Y así vivimos en grupos, polarizados, y quizá ni los del mismo grupo, se aman porque no puede haber amor donde se parcializa tanto, hasta odiar al otro.
¡Necesitamos romper estos diques, necesitamos sentir que hay un padre que nos ama a todos y a todos nos está esperando. Necesitamos aprender a rezar el Padre Nuestro y decirle: "Perdónanos, así como nosotros perdonamos".”
“Ya no puede haber reconciliación más que adhiriéndose a Cristo. (…) Cristo no es cualquier cosa, queridos hermanos. Cristo es la presencia de la reconciliación de Dios. Dichoso el hombre que encuentra a Cristo porque ha encontrado al Dios que perdona. Dios en Cristo, vive cerquita de nosotros. Cristo nos ha dado una pauta: "Tuve hambre y me diste de comer". Donde haya un hambriento allí está Cristo muy cerca. "Tuve sed y me diste de beber". Cuando alguien llega a tu casa pidiéndote agua es Cristo si tú miras con fe. En el enfermo que está deseando una visita, Cristo te dice: "estuve enfermo y me viniste a visitar". O en la cárcel. Cuántos se avergüenzan hoy de dar su testimonio a favor del inocente.
(…) Si viéramos que es Cristo el hombre necesitado, el hombre torturado, el hombre prisionero, el asesinado; y en cada figura de hombre, botadas tan indignamente por nuestros caminos, descubriéramos a ese Cristo botado, medalla de oro que recogeríamos con ternura y la besaríamos y no nos avergonzaríamos de él.
Cuánto falta para despertar en los hombres de hoy, sobre todo en aquellos que torturan y matan y que prefieren sus capitales al hombre, de tener en cuenta que de nada sirven todos los millones de la tierra, nada valen por encima del hombre. El hombre es Cristo y en el hombre visto con fe y tratado con fe, miramos a Cristo al Señor.”
Nada vale por encima del hombre. Y para Mons. Romero, vale el empresario y vale el obrero. Vale el campesino sin tierra y explotado y valen las pocas familias dueñas de los grandes cafetales y algodonales. Vale el hombre torturado, el hombre asesinado y tirado a una zanja, y vale también el “hermano criminal” que asesina. 
 
Uno se pregunta cómo es posible. Parece ingenuo, pero no lo es. Nadie puede ser ingenuo cuando una semana sí y otra también está rezando por las víctimas de la violencia. Él mira al hombre desde Cristo, y desde Cristo crucificado, que ha entregado su vida por todos. Él mira al hombre desde la convicción de que la conversión de cada persona y de la sociedad son posibles. No niega la necesidad de la justicia humana, pero nos recuerda que Dios “no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva”.
 
En el Uruguay de hoy, que ni de lejos vive el irrespirable clima de El Salvador de aquellos años, necesitamos creer en el hombre. Creer que las personas pueden cambiar. Creer que aún aquellos que han hecho sufrir a otros, pueden despertar, darse cuenta, arrepentirse y encontrar en Jesús un camino de sanación. Creer que aquellos que no ven en otro hombre a su hermano, aún pueden abrir los ojos.
 
En este Año de la Misericordia le pedimos al Señor que el testimonio de Mons. Romero, testimonio sellado con su propia sangre, empiece por mover nuestros propios corazones para que “que el amor venza al odio, la venganza deje paso a la indulgencia, y la discordia se convierta en amor mutuo”  . Así sea.

martes, 22 de marzo de 2016

"Me ha consagrado por la unción". Homilía en la Misa Crismal


“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.”

Acabamos de escuchar estas palabras en el Evangelio. Las pronuncia Jesús, leyendo el libro del Profeta Isaías ante la comunidad reunida en la sinagoga de Nazaret.
Lo que Jesús hace no es una simple lectura, que recuerda lo que en otro tiempo dijo el profeta. Después de haber proclamado la Palabra, Jesús afirma: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.

De esta forma, Jesús indica que él ha venido para realizar una misión. Él ha venido para llevar a todo su pueblo, especialmente a los más débiles, a los heridos, a los desconsolados, la alegría del Evangelio.

“Hoy se ha cumplido” dice Jesús, y se sigue cumpliendo. Jesús nos espera hoy. Más aún, hoy sale a nuestro encuentro. Por eso el Papa Francisco, en su carta Evangelii Gaudium, nos invita, de esta manera, “a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él” (EG 3).

Y sigue diciéndonos Francisco: “¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar; somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez” (EG 3).

Si todo momento es bueno y toda ocasión es propicia para renovar nuestro encuentro con Jesucristo o de ir al encuentro con Él, cuanto más esta Semana Santa y este Año de la Misericordia.

A partir del encuentro con Jesucristo, quienes lo hemos encontrado, somos enviados a compartir el don de la misericordia y el perdón de Dios, a compartir la alegría que provoca en nosotros el encuentro con el Señor.

Este encuentro con Jesucristo es posible hoy de muchas formas, pero de un modo privilegiado en los Sacramentos. Cada uno de los Sacramentos nos da la posibilidad de un encuentro personal con Jesucristo. Este encuentro no es solamente para nuestro beneficio y consuelo, sino para enviarnos en misión.

El Santo Crisma, aceite preparado con bálsamo, que va a ser consagrado en esta Misa, se utiliza en tres sacramentos. Tres sacramentos que, de un modo particular, preparan al cristiano para la misión.

El primero de ellos es el Bautismo. Cuando recibimos el agua bautismal nos unimos a la muerte y resurrección de Cristo, es decir, al misterio pascual, centro de nuestra fe, que celebramos en esta Semana Santa. Por el Bautismo todos los fieles estamos llamados a ser discípulos misioneros de Jesucristo (Documento de Aparecida 10). Inmediatamente después de recibir el agua del Bautismo, somos ungidos en la frente con el Santo Crisma, para que incorporados al Pueblo de Dios y permaneciendo unidos a Cristo, Sacerdote, Profeta y Rey, tengamos en nosotros la semilla de la vida eterna (cf. Ritual del Bautismo). En la Vigilia Pascual renovaremos nuestras promesas bautismales, que expresan nuestro compromiso con Jesucristo.

El segundo sacramento en el que se emplea el Santo Crisma es la Confirmación. Aquí el óleo es muy importante: es la materia propia del sacramento. Nuestros hermanos brasileños llaman a la Confirmación “a crisma”, precisamente aludiendo a la unción con aceite por la que el cristiano recibe el don del Espíritu Santo. Ese don perfecciona el carácter bautismal, fortalece la pertenencia a la iglesia y hace avanzar en la madurez apostólica (DA 175). En suma, por la Confirmación estamos llamados a profundizar nuestra identidad de discípulos misioneros de Jesucristo.

Finalmente, el Santo Crisma se emplea también en el Sacramento del Orden. En la ordenación del presbítero, se ungen sus manos, que estarán al servicio de los sacramentos. En la ordenación del obispo, se unge su cabeza, expresando así que recibe la plenitud del sacerdocio. Nuevamente, la unción está acompañando la entrega de una misión.

Por eso, porque el Santo Crisma se usa también en las ordenaciones, es que en este día los miembros del Clero presentes en nuestra Diócesis, los miembros del Clero que estamos al servicio de todo el Pueblo de Dios que peregrina en Cerro Largo y Treinta y Tres, renovamos públicamente nuestras promesas ministeriales.

Así pues, al consagrar hoy el Santo Crisma y al bendecir el óleo de los catecúmenos y el de la Unción de los Enfermos que se emplearán en toda la Diócesis por todo un año, recordamos que todos los sacramentos -no solamente los que emplean estos óleos- todos los sacramentos son ocasión de encuentro personal con Jesucristo, con su amor, con su misericordia. Muy especialmente el sacramento de la Eucaristía, donde el mismo Jesús alimenta nuestra vida con su Palabra y entregándose como Pan de Vida.

Una vez más, recordemos que esos encuentros sacramentales no son sólo para nuestro bien personal, sino para enviarnos en misión en medio de nuestro pueblo.

Por eso, en esta Misa Crismal, que ha convocado a toda la Diócesis a través de las delegaciones de cada una de las comunidades, se nos envía en misión a nuestras ciudades, nuestros barrios, nuestros pueblos, nuestra campaña, para ser testigos de la Misericordia, testigos de Jesucristo. Así sea.

+ Heriberto, Obispo de Melo

domingo, 20 de marzo de 2016

Semana Santa en la Diócesis de Melo

Momentos a destacar:

Misa Crismal en la Catedral de Melo

Martes 22 de marzo, 18:30 horas.
La Misa Crismal es una celebración realmente única. Se celebra en cada Diócesis Católica del mundo, una vez al año. La preside el Obispo diocesano, acompañado de su clero (presbíteros y diáconos). En ella se bendice el óleo de los catecúmenos y el que se utiliza en la Unción de los Enfermos. Se consagra el Santo Crisma (del que la Misa toma su nombre), aceite que se utiliza en la unción de los bautizados, en el Sacramento de la Confirmación y con el que se ungen las manos del sacerdote que acaba de ser ordenado.
En este Año Santo de la Misericordia, la Misa Crismal es una ocasión especial para pasar por la Puerta Santa que está abierta en la Catedral de Melo.

Homenaje al Beato Óscar Arnulfo Romero en Río Branco

Miércoles 23 y Jueves 24 de marzo
El año pasado, con motivo de la beatificación de Mons. Óscar Romero, arzobispo de San Salvador que fue asesinado el 24 de marzo de 1980, se agregó su nombre a la Capilla "Mártires Latinoamericanos" de la ciudad de Río Branco.
Habiendo tomado conocimiento de esta nominación, la embajada de El Salvador solicitó a la Diócesis realizar su homenaje anual a Mons. Romero en la ciudad de Río Branco. La embajadora del país centroamericano, Idalia Menjívar y otros dos funcionarios de la representación diplomática estuvieron la semana pasada en Río Branco. Reunidos con Mons. Heriberto y el P. Nacho, organizaron la programación que se detalla a continuación.
Miércoles:
- 17 horas, en el templo de la Inmaculada Concepción, Misa en la víspera del aniversario de la muerte de Mons. Romero
- exposición de fotografías aportadas por la Embajada de El Salvador.
Jueves:
- a mediodía, almuerzo comunitario en la Capilla San José Obrero.
- a continuación del almuerzo, documental sobre la vida del Beato Mons. Romero
- 16 horas, en la capilla "Beato Óscar Romero - Mártires Latinoamericanos", Misa del Jueves Santo
- luego de la Misa, merienda y despedida a los visitantes de El Salvador.
En

Via Crucis en la ciudad de Melo

Viernes 25 de marzo, 19 horas, desde la Parroquia Nuestra Señora del Carmen hasta la Catedral de Melo.

Las celebraciones en las que estará presente Mons. Heriberto son las siguientes:

Parroquia Santo Domingo Savio, Melo

Domingo de Ramos. 9:30, bendición de ramos y Misa en el templo parroquial.
Lunes Santo. 18 horas: Misa y confesiones en el templo parroquial.
Jueves Santo. 19 horas: Celebración de la Cena del Señor en el templo parroquial.
Viernes Santo. 17 horas: Celebración de la Muerte del Señor en la capilla Santa Cruz.
Sábado Santo. 20 horas: Solemne Vigilia Pascual en el templo parroquial.
Domingo de Pascua. 10 horas: Misa en el templo parroquial.

Parroquia San José Obrero, Treinta y Tres

Domingo de Pascua, 19:30

jueves, 10 de marzo de 2016

Misioneras de la Caridad, Mártires de la Misericordia


La hermana Anselma de India, la hermana Judit de Kenia y las hermanas Marguerite y Reginette de Ruanda eran Misioneras de la Caridad, la congregación fundada por la Beata Madre Teresa de Calcuta.

Las cuatro religiosas fueron asesinadas junto a otras doce personas el pasado viernes 4 de marzo en su convento en Adén, República de Yemen, en el sur de la península de Arabia. Se salvó de la matanza la hermana Sally, superiora de la comunidad. Los asesinos fueron un comando de hombres armados que irrumpieron en la casa matando a quienes iban encontrando en su camino.
Un sacerdote salesiano indio, el P. Tom Uzhunnalil, que vivía en otra parte de la casa, está desaparecido, aparentemente secuestrado. Las otras personas asesinadas eran colaboradores de la comunidad y varios ancianos y discapacitados que recibían allí asistencia.

Menos conocida y difundida que la situación de Siria y de otros países del Cercano Oriente, la realidad que vive Yemen es la de una guerra civil que se inicia en 2011, a partir de una rebelión contra el régimen de Ali Abdullah Saleh. La rebelión debilitó al país y permitió la entrada de Al-Qaeda, especialmente en el sur, donde se encuentra Adén.

En la Iglesia Católica Yemen forma parte del Vicariato Apostólico del Sur de Arabia (Emiratos Árabes Unidos, Omán y Yemén). El Vicario es el Obispo Paul Hinder OFM cap. Mons. Hinder recordó que, hace un año atrás, él habló con las hermanas sobre los riesgos que corrían, pero ellas no quisieron dejar el país para estar cerca de los que les habían sido encomendados.
El Obispo declaró que la población local “amaba a las hermanas de la Madre Teresa asesinadas en Aden, admiraban su forma de servir a los demás sin mirar la pertenencia religiosa, sino solo a la decisión de preferir a los más necesitados. Esto despertaba la simpatía y el afecto entre las personas. Y tal vez, esto mismo molestaba a alguien”.

El vocero de la Conferencia Episcopal de Ruanda, Mons. Smaragde Mbonyintege, habló de la muerte de las hermanas en términos de sacrificio: "Ellas han dejado un alto ejemplo de desprendimiento de la propia vida, sirviendo en un país tan inseguro. Esa actitud las llevó a permanecer allí por el bien de otros, a pesar de que podrían haberse marchado" y concluyó: "las consideramos mártires y lo son".

Al enterarse de lo sucedido, el Papa Francisco se manifestó profundamente dolorido. El Papa ofrece sus “oraciones por las familias de las víctimas de este acto de violencia insensata y diabólica”. Asimismo, asegura su oración para que esta acción horrenda “despierte las conciencias, guíe a un cambio de los corazones e inspire a todas las partes a deponer las armas y comience un camino de diálogo”. En nombre de Dios, el papa Francisco pide a todos “renunciar a la violencia, renovar el propio compromiso por la gente de Yemen, en particular los más necesitados” que las misioneras de Madre Teresa “han tratado de servir”.

Fuentes:
https://es.zenit.org/articles/yemen-el-afecto-que-las-hermanas-de-madre-teresa-despertaban-molesto/
http://m.asianews.it/index.php?art=36859&l=en