domingo, 10 de julio de 2016

Enfoques Dominicales - ¿Quién es mi prójimo?

El buen samaritano (1880),
obra de Aimé Nicolas Morot (1850–1913).
Este domingo no fue emitido Enfoques Dominicales por razones de programación de La Voz de Melo. No obstante, les dejamos aquí una reflexión sobre el evangelio de hoy: nada menos que la parábola del Buen Samaritano.

Del Evangelio según S. Lucas (10,25-37).
Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?”. Jesús le preguntó a su vez: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”. Él le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”. “Has respondido exactamente, –le dijo Jesús–; obra así y alcanzarás la vida”. Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?”. Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver”. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del hombre asaltado por los ladrones?”. “El que practicó la misericordia con él”, le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: “Vete, y haz tú lo mismo”.
Palabra del Señor.

La parábola del Buen Samaritano es una de las enseñanzas más conocidas de Jesús, que sigue siendo fuertemente vigente y necesaria en el mundo de hoy.

Para heredar la vida eterna

Todo comienza con las preguntas que un Doctor de la Ley hace a Jesús.
La Ley, en el mundo de la Biblia, significa lo que hoy llamamos el Antiguo Testamento, dentro del cual se encuentran los diez mandamientos y numerosos preceptos que regulaban la vida del Pueblo de Dios.
El Doctor de la Ley es un hombre que conoce la Biblia. No sólo la ha leído, sino que la ha estudiado, escuchando a grandes maestros.
Ese hombre, pues, se acerca a Jesús y le hace una gran pregunta: “Maestro, ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?
Jesús le responde con otra pregunta, que invita al experto a buscar dentro de sus propios conocimientos. Jesús pregunta: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”
Con mucha sabiduría, el hombre resume toda la Ley en dos preceptos centrales:
El primero se refiere al mandamiento del amor a Dios y está en el libro del Deuteronomio:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente” (Dt 6,5).
El segundo trata del amor al prójimo y se encuentra en el libro del Levítico:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lv 19,18).
La respuesta del Doctor de la Ley es muy buena, y así lo reconoce Jesús: “Has respondido bien”, le dice; y agrega “Haz eso y vivirás”. O sea, cumple esos mandamientos y heredarás la vida eterna.
Pero aquí el hombre le da un nuevo giro a la conversación y le pregunta a Jesús “¿Y quién es mi prójimo?”

¿Quién es mi prójimo?

La palabra prójimo tiene la misma raíz que próximo: lo siguiente, lo vecino, lo que está al lado. El hombre quiere saber hasta dónde se extiende el mandamiento.
Es que si leemos el capítulo 19 del libro del Levítico (de donde está tomado el mandamiento de amor al prójimo) vemos claramente que el prójimo es el miembro de “la comunidad de los israelitas” a quien va dirigida la Palabra de Dios.
Sin embargo, allí mismo aparece una primera extensión del mandamiento, más allá de los miembros naturales de la comunidad, a la que se le agrega una especie de firma solemne:
“Al forastero que reside junto a ustedes, lo mirarán como a uno de su pueblo y lo amarás como a ti mismo; pues forasteros fueron ustedes en la tierra de Egipto. Yo, Yahveh, su Dios.” (Lev 19,34)
La pregunta del Doctor de la Ley parece apuntar aún más lejos… ¿hasta dónde llega esta cercanía, esta proximidad humana? No sé si él llegaría tan lejos como Gandhi, para decir “todo hombre es mi hermano”, “todo hombre es mi prójimo”.
La respuesta de Jesús no es de ese tipo. Jesús no le dice “todo ser humano es tu prójimo”. Responde con un relato que resultará inolvidable para el Doctor de la Ley y para nosotros: la parábola del Buen Samaritano.

El Buen Samaritano

El Samaritano es el hombre que se compadece del herido del camino. Sus acciones son actos de amor: cura el herido, lo monta en su cabalgadura, siguiendo él a pie y tal vez, como en la pintura de Morot que ilustra esta nota, sirviéndole también de apoyo. Se quedó cuidándolo personalmente mientras pudo y dio de su dinero para asegurar el cuidado del herido por más tiempo. El Samaritano cumplió con el mandamiento de amar al prójimo como a sí mismo.
El mensaje de Jesús es claro, pero tiene una sutileza. Este hombre que cumple el mandamiento de “amar al prójimo como a sí mismo” no es un miembro del Pueblo de Dios. Es un extranjero, miembro de un pueblo que profesa la misma religión que los Israelitas, pero con sus diferencias (podemos ver algo de eso en el encuentro de Jesús con la Samaritana, capítulo 4 de San Juan). Tal vez lo que hubiera esperado el Doctor de la Ley es que el Samaritano fuera el herido del camino y que cualquier miembro del Pueblo de Dios lo socorriera, después que el sacerdote y el levita siguieran de largo. Así se habría visto que un miembro del Pueblo de Dios es capaz de reconocer como prójimo incluso a ese extranjero que tiene el atrevimiento de pretender venerar también a Yahveh sin conocer realmente la Ley. Pero Jesús muestra que el Samaritano, haya leído o no el libro del Levítico, conoce la Ley de Dios, la tiene inscripta en su corazón… ¡y la pone en práctica!

Practicar la Misericordia

Notemos la manera de preguntar de Jesús. No dice “¿Quién reconoció como prójimo al hombre asaltado por los ladrones?” sino “¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del hombre asaltado por los ladrones?”. El Samaritano, el extranjero, es quien ha sido prójimo, quien ha actuado como prójimo. Si el extranjero puede reconocer a quien sea como prójimo, tanto más lo tiene que reconocer el miembro del Pueblo de Dios. No hay límites en la proximidad. Todo ser humano es mi prójimo.
Pero el Doctor de la Ley, nuevamente tiene una intervención que da lugar a otra enseñanza de Jesús. A la pregunta de Jesús, el Doctor no responde “el Samaritano” (tal vez porque le cueste nombrar al extranjero) pero dice, en realidad, algo más interesante: “El que practicó la misericordia con él”. Esta respuesta nos dice que el Samaritano no ha sido simplemente alguien que se emocionó vivamente, que se angustió viendo el cuadro de aquel hombre malherido, tendido al costado del camino. El Samaritano no fue el hombre que exclamó, sumamente conmovido “¡Pobre hombre! ¡Qué barbaridad!” pero después se dijo “bueno, tengo que seguir el viaje, ¿qué le voy a hacer?”. No él dejó de lado sus negocios y “practicó la misericordia con él”.
En este Año de la Misericordia el Papa Francisco nos ha recordado las siete obras de misericordia corporales y las siete obras de misericordia espirituales, precisamente para que pongamos en obra los sentimientos de compasión que nos suscitan muchas situaciones que encontramos cotidianamente. Para que los pongamos en obra tanto personal como comunitariamente, aunando esfuerzos para ayudar a nuestros prójimos, para que todos tengamos una vida más verdaderamente humana, como hijos e hijas de Dios.

+ Heriberto, Obispo de Melo
 
o0o0o0o0o0o0o
Enfoques Dominicales es un programa que se emite por 1340 AM La Voz de Melo, los domingos a las 11:50. La versión escrita que presenta el Blog no necesariamente es la versión literal de lo emitido, pero sí su contenido esencial.

No hay comentarios: