domingo, 7 de agosto de 2016

Enfoques dominicales - "Estén prevenidos"


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (12, 32-48)
Jesús dijo a sus discípulos: “No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino. Vendan sus bienes y denlos como limosna. Háganse bolsas que no se desgasten y acumulen un tesoro inagotable en el cielo, donde no se acerca el ladrón ni destruye la polilla. Porque allí donde tengan su tesoro, tendrán también su corazón. Estén preparados, ceñidas las vestiduras y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”. Pedro preguntó entonces: “Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?”. El Señor le dijo: “¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Pero si este servidor piensa: ‘Mi señor tardará en llegar’, y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles. El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto, recibirá un castigo severo. Pero aquel que sin saberlo, se hizo también culpable, será castigado menos severamente. Al que se le dio mucho, se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más”.
Palabra del Señor.


“Hombre prevenido vale por dos”, dice el viejo refrán.
“Estén prevenidos”, nos dice Jesús en el Evangelio que escuchamos en las Misas de este domingo.
“Prevenir”, en el diccionario de la Real Academia Española, es, primero “Preparar, aparejar y disponer con anticipación lo necesario para un fin.”
Eso ya nos dice algo interesante. El hombre prevenido está mirando hacia un fin, una meta, un propósito y se prepara para eso, consiguiendo los medios, las herramientas, los instrumentos; planificando, pensando los pasos. La mirada está puesta en esa meta y se van tomando las previsiones.
El segundo significado de prevenir es “Prever, ver, conocer de antemano o con anticipación un daño o perjuicio”.
En el camino de la vida no está solo la meta que se quiere alcanzar: están los obstáculos, las amenazas...
Frente a una tarea importante, un buen equipo de trabajo toma precauciones frente a lo que pueda interponerse en el camino, imagina los peores escenarios, elabora un “plan B”…

Lo contrario de “estar prevenidos” es estar dormidos, aturdidos. Es estar viviendo el momento sin mirar más allá.
Es olvidar que la vida tiene un término. Aunque nuestra vida tuvo un comienzo, nos parece que hemos vivido “desde siempre”, y acaso pensamos que también viviremos “para siempre”.
Pero no es así. En esta vida, nada es para siempre.
El evangelio del domingo pasado nos ponía dramáticamente frente a la realidad de la muerte.
A aquel hombre que estaba planificando lo que iba a hacer con los resultados de su espléndida cosecha, Dios le dice “¡Insensato! Esta misma noche vas a morir”.
Es curioso.
El hombre está haciendo previsiones, planes, proyectos… pero no cuenta con el final inexorable.
Es verdad, no podemos vivir pensando en la muerte. No es sano. Puede ser un pensamiento atormentante, mortificante.
Sin embargo, la muerte está en el horizonte de nuestra vida. Más aún, es el horizonte al que caminamos.
Entonces ¿cómo vivir nuestra vida en este mundo y, al mismo tiempo, no olvidarnos de que no es definitiva, y que aquí somos peregrinos?
Una clave la encontramos en la divisa de la familia Zorrilla de San Martín, la de don José Zorrilla, el autor de Tabaré, el poeta de la patria. Dice ese lema “Velar se debe la vida / de tal suerte / que viva quede en la muerte”.
“Velar” es estar despierto, atento: prevenido.
¿Qué significa que la vida “viva quede en la muerte”?
Por un lado, dejar una buena huella de nuestro paso por este mundo, para que seamos recordados con aprecio por quienes nos conocieron y, tal vez, todavía se trasmita ese recuerdo a las generaciones siguientes. Un amigo fraybentino, que trabajó muy cerca de un intendente de Río Negro me decía, viendo el empeño cotidiano de su jefe por atender a la gente, por resolver problemas, por hacer obras que perduraran, que lo que el intendente quería era que algún día una calle de Fray Bentos llevara su nombre. Quedar en el recuerdo de la gente. Aun así, esos recuerdos se van borrando con el tiempo.
Hay que ver lo que está por el otro lado, el de la eternidad, el de la memoria de Dios.
Para eso podemos tener presente lo que decía otro poeta, Jorge Manrique, en las “Coplas a la muerte de su padre”. Decía Manrique:
“Este mundo es el camino
para el otro, que es morada sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada sin errar.”
San Pablo, en muchas de sus cartas, nos invita a mirar hacia esa vida. Así como Jesús nos dice que “amontonemos tesoros en el Cielo”, San Pablo nos dice de “buscar las cosas de arriba”, es decir, de lo alto, las cosas de la casa de Dios.
Entre esas cosas están la fe, la esperanza y la caridad.
De las tres, la caridad, el amor, no pasa nunca (1 Co 13,8).
Esto significa que cada acto de amor concreto, cada gesto de verdadero amor que hacemos en nuestra vida queda en la memoria de Dios, entra ya en la eternidad, se hace parte de nuestro “tesoro en el Cielo”.

Entonces, “donde está tu tesoro, está tu corazón”. ¿Dónde está puesto nuestro corazón? ¿Qué es aquello que buscamos con más ahínco, con más entusiasmo cada día? ¿Seguimos deslumbrados por lo que reluce, lo que nos atrae, lo que nos distrae?
¿O buscamos vivir profundamente cada jornada, dejando nuestra huella en el camino que Jesús ha abierto y que Él nos llama a recorrer?
¿Vamos sin rumbo en nuestra vida, distraídos, dispersos, mareados o como Pablo podemos decir “sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús”? (Fil 3,12). “Nuestra alma espera en el Señor, Él es nuestra ayuda y nuestro escudo”. Amén. (Salmo 32,1)

+ Heriberto, Obispo de Melo
 
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Enfoques Dominicales
es un programa que se emite por
1340 AM La Voz de Melo, los domingos a las 11:50.

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