lunes, 19 de septiembre de 2016

Beatas Dolores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz, mártires uruguayas en España

Consuelo, a la izquierda y Dolores, a la derecha,
las dos beatas uruguayas, laicas, sin hábito,
junto a religiosas escolapias también mártires.
Hoy, 19 de setiembre, se celebra la memoria de dos uruguayas, beatificadas por san Juan Pablo II el 11 de marzo de 2001.

Dolores Aguiar-Mella Díaz nació en Montevideo, el 29 de marzo de1897, de madre uruguaya y padre español. Un año más tarde, el 19 de marzo de 1898, nació su hermana Consuelo. El padre, Santiago Aguiar-Mella, era un abogado español, asesor y amigo del empresario Emilio Reus. Su madre, María Consolación Díaz, era uruguaya y pertenecía a una acaudalada familia montevideana del Cerro. La crisis de 1890 ocasionó la ruina de Reus y tuvo penosas consecuencias para los Aguiar-Mella. En 1899 la familia - con seis hijos - se trasladó a España y se estableció en Madrid, donde el padre instaló su estudio de abogado. Dolores tenía dos años y Consuelo, uno.

A la muerte de la madre, Dolores y Consuelo ingresaron como alumnas pupilas al colegio escolapio de Carabanchel, donde estudiaron magisterio superior. En 1919, al terminar sus estudios, Dolores manifestó el deseo de entrar a la vida religiosa, pero problemas de salud se lo impidieron. Ingresó entonces como funcionaria en la Delegación de Hacienda y vivió dedicada a su familia y en permanente relación con las escolapias. Hizo voto de castidad y, en 1929, luego de la muerte de su padre, se fue a vivir con las religiosas. Su hermana Consuelo llevó una vida normal de trabajo y diversión. Le agradaba ir bien vestida y a la moda, llevar joyas, usar perfumes y asistir a espectáculos, observando siempre los preceptos cristianos. Al morir, era novia con un joven que había sido fusilado tres días antes, sin que ella lo supiera.

El 18 de julio de 1936 estalló en España la Guerra Civil, con la sublevación del Ejército contra el gobierno de la República. La guerra duró hasta 1939. Ambos bandos se enfrentaron con saña, cometiendo muchas atrocidades. En la zona republicana, hubo numerosos episodios de persecución a la Iglesia y a los católicos de parte de diferentes grupos extremistas de izquierda.

A raíz de estos sucesos, habiendo sufrido varias amenazas, ocho religiosas escolapias abandonaron el colegio de Carabanchel y se instalaron en un apartamento en Madrid, a una cuadra de la Puerta del Sol. Dolores Aguiar vivía con ellas. Consuelo, por su parte, vivió con las familias de dos hermanos casados, preocupada siempre por las amenazas que rodeaban a su hermana.

El 19 de septiembre de 1936 Dolores salió a llevar leche a otra comunidad de escolapias. Al regresar fue interceptada por cinco milicianos que la detuvieron, a pesar de que usaba brazalete diplomático. Su hermano, Teófilo Aguiar- Mella, era vicecónsul de Uruguay en Madrid. Las religiosas presenciaron lo ocurrida y avisaron a Teófilo y a Consuelo. El vicecónsul salió a hacer indagaciones y Consuelo se dirigió al apartamento con las religiosas. Al mediodía, se presentó un miliciano con un papel escrito por Dolores, en el que pedía que fuera María de la Yglesia, superiora de las Escolapias, acompañada de otra persona, para declarar. La religiosa aceptó y Consuelo la siguió, pensando que estaba protegida por el pasaporte uruguayo y el brazalete diplomático. Ambas desaparecieron. Al día siguiente los tres cuerpos, con el rostro desfigurado, fueron encontrados en la morgue del depósito municipal. Las hermanas Aguiar-Mella fueron reconocidas por los vestidos y el brazalete.

El gobierno uruguayo reaccionó de manera enérgica ante estos asesinatos y rompió relaciones diplomáticas con la República Española. El caso fue presentado ante la Liga de Naciones, antecesora de la Organización de las Naciones Unidas. El gobierno español especuló con un error de prensa y anunció una urgente investigación policial. Ante nuevas amenazas a ciudadanos uruguayos, tanto desde filas republicanas como nacionalistas, el gobierno de Gabriel Terra financió el retorno de los uruguayos que desearan hacerlo. La familia Aguiar-Mella regresó a Uruguay, a excepción de Trinidad, la hermana menor de Dolores y Consuelo.

Las hermanas Dolores y Consuelo eran laicas cristianas piadosas y firmes en su fe. Su sobrina Consuelo Fernández recuerda a Dolores, que la preparó para la primera comunión. "Un día - cuenta - salimos con mi tía Dolores y los rojos nos escupieron e insultaron. Y ella les gritaba: “¡Viva Cristo Rey, viva Cristo Rey!”. Cuando volvimos, le conté a mi padre y él me prohibió andar con Dolores. A ella le dijo que se sacara el crucifijo, que era una provocación. Pero mi tía se negaba: “Yo nunca voy a renunciar a mi fe”, le contestó. Ella nunca cedió, se murió con la cruz en el pecho".

El domingo 11 de marzo de 2001, el Papa Juan Pablo II beatificó, en la plaza de San Pedro, al sacerdote José Aparicio Sanz y doscientos treinta y dos compañeros martirizados en España entre 1936 y 1939: sacerdotes diocesanos, religiosos, religiosas, laicos casados y solteros de todas las profesiones; miembros de la Acción Católica y de otros movimientos eclesiales. Entre estos primeros beatos del tercer milenio, se cuentan las Beatas mártires Dolores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz.

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