domingo, 30 de octubre de 2016

Enfoques dominicales. Congreso de la Familia


Ayer se realizó en Montevideo el IV Congreso Nacional de la Familia, organizado por la Comisión Nacional para la Pastoral Familiar y la Vida de la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU).

Estuvimos presentes casi todos los Obispos del Uruguay, acompañando a más de 850 personas, delegadas de nuestras diócesis. Había muchos matrimonios, algunas parejas de novios y algunos niños pequeños que se movieron por todas partes, como en su casa, poniendo una nota diferente en un evento marcado por una maratónica sucesión de conferencias, todas ellas de alto interés.

El perdón y la misericordia en la familia, el acompañamiento ante la inminencia de la muerte de un ser querido, la comunicación en la pareja, la calidad de la vida de familia, los componentes que hacen a la solidez de la vida de pareja y de la vida familiar en general y el rol irrenunciable de los padres en la educación de sus hijos, fueron algunos de los temas tratados.

Se habla hoy de crisis de la familia, de crisis de valores. Es una manera de ver las cosas. La Biblia, no particularmente por comunicarnos la Palabra de Dios, sino simplemente por ser un conjunto de libros que atraviesan varios siglos, desde una remota antigüedad, nos hace ver que a lo largo de la historia de la humanidad encontramos presente la violencia, el abuso, la infidelidad, los conflictos en el interior de la pareja, los enfrentamientos de padres e hijos… todo hace parte de la condición humana.

La Palabra de Dios que nos trasmite la Sagrada Escritura sí nos hace ver en el rechazo del amor de Dios la raíz de todos los males que el hombre genera. A partir del rechazo de su Creador, el hombre rompe la armonía de la convivencia con los demás, inclusive con los de su propia sangre, con su propia familia; se siente dividido interiormente, interpelado por su conciencia; se enfrenta a la Creación como a un conjunto de amenazas que debe dominar aunque tenga que destruir.

En este cuadro se ubica la propuesta cristiana de la familia, basada en la unión de un hombre y de una mujer que se aman, se eligen libremente uno al otro y se comprometen a vivir en el amor y el mutuo respeto hasta que la muerte los separe, con salud o enfermedad, en lo favorable o en lo adverso.

A mediodía, el congreso hizo un alto para la celebración de la Eucaristía en la Catedral de Montevideo (y luego, la pausa para el almuerzo). En su homilía, el Cardenal Sturla reafirmó: “el modelo cristiano de familia no pasará porque responde a la naturaleza humana; porque da plenitud a la vida humana”.

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Enfoques Dominicales es un programa que se emite por 
1340 AM La Voz de Melo, los domingos a las 11:50
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lunes, 17 de octubre de 2016

Jóvenes de las Diócesis de Bagé y Melo en Aceguá: Juventud en Misión por la Vida

12ª Romería de la Juventud de la Diócesis de Bagé en Aceguá. 

La Parroquia Cristo Rey de Aceguá, ubicada en territorio uruguayo y perteneciente a la Diócesis de Melo (Cerro Largo y Treinta y Tres), recibirá el próximo domingo la 12ª Romería de la Juventud que celebra la Diócesis brasileña vecina.
De hecho, la comunidad de Cristo Rey es una comunidad binacional y, en cierta forma, "bi-diocesana". Los católicos de Aceguá-Uruguay pertenecen a la Diócesis de Melo; en cambio los católicos de Aceguá-Brasil pertenecen a la Diócesis de Bagé. Aceguá-Brasil pertenece al territorio de la Catedral de Bagé, ciudad que se se encuentra a 60 km de la frontera. No obstante, católicos uruguayos y brasileños de los dos pueblos que tienen el mismo nombre, se reúnen en la parroquia Cristo Rey. Allí la Misa es bilingüe, escuchándose las lecturas en español o en portugués, según la nacionalidad de cada lector; en la plegaria eucarística, el sacerdote nombra a los dos obispos, Dom Gilio y Mons. Heriberto.
Mons. Heriberto y Dom Gilio concelebrando en Aceguá (2010)
La Diócesis de Bagé realiza periódicamente esta peregrinación juvenil, que todavía no había llegado a Aceguá. La parroquia fronteriza, con su párroco colombiano, el P. Reinaldo, se prepara con entusiasmo a recibir a cientos de jóvenes convocados con palabras del Papa Francisco: "¡Ánimo! No tengan miedo de soñar cosas grandes".

Programa (hora de Brasil)

Lugares: Escuela Nª Srª das Graças / Parroquia Cristo Rey, Aceguá

08:00 (7:00 de Uruguay) Acogida y café
09:00 Mística y oración
09:30 Talleres
12:00 Almuerzo
13:00 Momento cultural (Cada grupo presenta sus habilidades y deben inscribirse previamente)
13:00 Compartir de los talleres
14:00 Aporte de asesores
15:00 Caminata hasta la parroquia
15:30 Misa de envío, concelebrada por los Obispos Gilio Felicio (Bagé) y Heriberto Bodeant (Melo)

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Juventud en Misión por la Vida

P. Airton Machado Gusmão, Diócesis de Bagé
(Traducido del portugués)

A partir de la fe en Jesucristo necesitamos rezar siempre con confianza y perseverancia para vivir aquello que San Pablo nos pide: "Recuerda que desde la niñez conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación, mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar y para argüir, para corregir y para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para hacer siempre el bien." (Liturgia de la Palabra de ayer: Ex 17,8-13; 2Tm 3,14-4,2; Lc 18,1-8).

En 2007, el entonces Papa Benedicto XVI, hablando a la juventud, se expresaba así: "Ustedes son el presente joven de la Iglesia y de la humanidad. Son su rostro joven. La Iglesia los necesita, como jóvenes, para manifestar al mundo el rostro de Jesucristo, que se dibuja en la comunidad cristiana. Sin el rostro joven la Iglesia se presentaría desfigurada".
El próximo domingo 23 de octubre vamos a vivir y celebrar la 12ª Romería de la Juventud, en Aceguá, teniendo como tema "Juventud en Misión por la Vida" y como lema "¡Ánimo! ¡No tengan miedo de soñar cosas grandes!" (Papa Francisco).

El texto base de preparación para esta Romería de la Juventud dice lo siguiente: "Para que una vida tenga sentido, sea productiva, colabore con el mejoramiento de la humanidad y proporcione felicidad, necesita tener una base segura y una construcción firme. Para nosotros, cristianos, la roca firme es Jesucristo y su Evangelio. Y la Iglesia, como comunidad de los que participan de la misma fe y de los mismos ideales de "cielos nuevos y tierra nueva", nos educa y orienta para la construcción de la 'Casa sobre la Roca'. El Proyecto Personal de Vida es justamente esa construcción, pensada en todas sus dimensiones (humana, comunitaria, espiritual, intelectual y pastoral misionera), para que ninguna parte de la 'casa' sea olvidada, así como las 'dependencias de la casa' sean buenas y estén interligadas".

La Iglesia mira con amor y esperanza la realidad de los jóvenes y les presenta a Jesucristo y al proyecto del Reino. Los invita a un encuentro con Jesucristo, anuncia y testimonia lo que cree, pues "cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva" (Documento de Aparecida, 146). De hecho, con este mirar de discípulo, el joven lee la realidad en la cual está inserto, con sus alegrías y desafíos. Permite que este mismo mirar ofrezca sentido para la vida y, a partir de él, construya un proyecto de vida, para ser, en la Iglesia y en el mundo "sal" y "luz".

En Cracovia, Polonia, en la Jornada Mundial de la Juventud, en julio de este año, el Papa Francisco, hablando del protagonismo juvenil, dejó este mensaje: "queridos jóvenes, no vinimos a este mundo a «vegetar», a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca; al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella. Pero cuando optamos por la comodidad, por confundir felicidad con consumir, entonces el precio que pagamos es muy, pero que muy caro: perdemos la libertad. No somos libres de dejar una huella. Perdemos la libertad. No tengan miedo ni vergüenza de buscar a Jesús como fundamento de sus vidas."

El joven es el evangelizador privilegiado de otros jóvenes. Acojamos a la juventud, caminemos con ellos y ellas, que son el presente y el futuro de la Iglesia y de la sociedad. Hagamos nuestra parte. Seamos alegres en la esperanza, fuertes en la tribulación y perseverantes en la oración.

Hace 25 años nacía la Congregación Misionera de San Ignacio de Antioquía, que comienza su presencia en la Diócesis de Melo.

P. Gino Serafín, fundador
de los Frailes Ignacianos
El 17 de octubre de 1991, hace hoy 25 años, el P. Gino Serafín fundó en Brasil la Congregación Misionera de San Ignacio de Antioquía.

Gino Serafín, nacido el 28 de julio de 1936, llegó a Brasil como sacerdote Misionero de la Consolata. Vive actualmente en la Diócesis de Sulmona-Valva, Italia.

La Familia Ignaciana está formada por misioneros y misioneras, hombres y mujeres que viven una forma especial de seguimiento de Jesús.

Preferentemente llevan una vida de comunidad en la cual se cultiva la oración, la meditación de la Palabra de Dios, teniendo como misión los diferentes sectores de la vida pastoral en la Iglesia. Algunos Ignacianos son sacerdotes y ejercen su misión a través del ministerio sacerdotal.

Su misión la definen como "Evangelizar con renovado ardor misionero, dando testimonio de Jesucristo en comunión fraterna, a la luz del Evangelio, para formar el Pueblo de Dios y participar en la construcción de una sociedad justa y solidaria, al servicio de la VIDA y de la ESPERANZA en las diferentes culturas, en vista del Reino definitivo".

El fundador se inspiró en la figura de San Ignacio de Antioquía, obispo mártir del siglo I. Fue importante también la perspectiva de la Nueva Evangelización abierta por san Juan Pablo II y el caminar de la Iglesia en América Latina, particularmente con la Conferencia de Puebla (1979) con su énfasis en "Comunión y Participación".

Llevando la visita de la Virgen en un barrio de Baurú.
La Familia Ignaciana está presente en Brasil, en la Diócesis de Baurú (Estado de San Pablo), en Italia (Diócesis de Sulmona-Valva) y desde setiembre ha comenzado un camino de inserción en la Diócesis de Melo, Uruguay, en la Parroquia San Juan Bautista de la ciudad de Río Branco.

Catedral de Melo, 9 de octubre de 2016

En la Fiesta Diocesana de Melo, el pasado domingo 9 de octubre, el P. Nacho Aguirre, párroco de Río Branco, presentó al Cardenal Sturla a Fray Adeíldo, diácono en camino al sacerdocio, el primero de los Frailes Ignacianos que llega a la Diócesis.

domingo, 16 de octubre de 2016

Enfoques Dominicales. Misioneros de la Misericordia del Padre.


Hoy es el tercer domingo de octubre. Desde el año 1926, o sea, desde hace 90 años, se celebra en la Iglesia Católica en todo el mundo el Domingo Mundial de las Misiones, al que, en una forma abreviada se le llama DOMUND.

Es un día para dar gracias por los misioneros y misioneras presentes en todo el mundo. Se hace también una colecta que ayuda a que su obra pueda continuar.

En nuestra Diócesis de Melo, en los departamentos de Cerro Largo y Treinta y Tres, tenemos muchos motivos para estar agradecidos. A lo largo de muchos años, y todavía hoy, hemos recibido a muchos hombres y mujeres de diferentes países y de diferentes culturas, que han venido aquí como misioneros.
Desde España nos llegaron los Padres Lateranenses y otros sacerdotes queridos y recordados; los restos de algunos de ellos descansan en nuestras capillas. Españolas, las Misioneras de la Doctrina Cristiana en Río Branco, varias de las Carmelitas de la Caridad de Vedruna. Italia, sobre todo la Diócesis de Brescia nos envió varios sacerdotes, uno de los cuales sigue entre nosotros. Italianas, también, muchas de las hermanas de Santa Dorotea, las primeras Misioneras Franciscanas del Verbo Encarnado, algunas de las Hijas de María Auxiliadora hasta hoy. Los Voluntarios de la Esperanza, que tienen siempre la misión en su horizonte.
Hemos tenido un sacerdote francés, un escocés y ahora un inglés.
América Latina se fue haciendo presente: varios sacerdotes de Colombia y uno de México. Desde Perú y también de Argentina las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima. Las Hermanas de la Medalla Milagrosa. Desde Chile las hermanas Benjaminas.
Con la Fazenda de la Esperanza se abrió un campo diferente de misión, que nos trajo presencias de Paraguay y Guatemala en los responsables de las dos casas de la Fazenda.
Junto con todas estas presencias que nos llegan de fuera, las de sacerdotes y religiosas uruguayos, muchos nacidos en esta Diócesis, donde encontraron su vocación y la siguieron.

Tenemos, pues, muchos motivos para agradecer. Pero en la Misión no solo se recibe. También se da. Desde nuestra pobreza, con nuestros pocos recursos, también hemos enviado misioneros y de aquí han salido también vocaciones misioneras.
Durante muchos años el P. Nacho Aguirre estuvo en Bolivia, en el Vicariato de Camiri, en la zona guaraní. Cuando Mons. Del Castillo se retiró de la Diócesis por razones de edad y de salud, se trasladó a Cuba, donde vive un compromiso misionero que sentimos también nuestro. Desde hace años, el P. Jorge Osorio se encuentra en la Diócesis de Sao Gabriel da Cachoeira, en el rincón de la Amazonia donde se encuentran Brasil, Colombia y Venezuela. Allí atiende comunidades indígenas a las que llega a veces después de un extenuante viaje de varias horas por río.

Para esta jornada, el Papa Francisco nos ha entrado un mensaje, del cual compartimos dos pasajes:

“Todos los pueblos y culturas tienen el derecho a recibir el mensaje de salvación, que es don de Dios para todos. Esto es más necesario todavía si tenemos en cuenta la cantidad de injusticias, guerras, crisis humanitarias que esperan una solución. Los misioneros saben por experiencia que el Evangelio del perdón y de la misericordia puede traer alegría y reconciliación, justicia y paz. El mandato del Evangelio: «Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado» (Mt 28,19-20) no está agotado, es más, nos compromete a todos, en los escenarios y desafíos actuales, a sentirnos llamados a una nueva «salida» misionera, como he señalado también en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium: «Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (20).”

En este Domingo se hace también una colecta para las Misiones. De eso también nos habla Francisco:

“En este Año jubilar se cumple precisamente el 90 aniversario de la Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe y aprobada por el Papa Pío XI en 1926. Por lo tanto, considero oportuno volver a recordar las sabias indicaciones de mis predecesores, los cuales establecieron que fueran destinadas a esta Obra todas las ofrendas que las diócesis, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos eclesiales de todo el mundo pudieran recibir para auxiliar a las comunidades cristianas necesitadas y para fortalecer el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra. No dejemos de realizar también hoy este gesto de comunión eclesial misionera. No permitamos que nuestras preocupaciones particulares encojan nuestro corazón, sino que lo ensanchemos para que abarque a toda la humanidad.”

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lunes, 10 de octubre de 2016

“Hay que salir a anunciar a Cristo con alegría”, exhortó el Cardenal Sturla en Fiesta de la Diócesis de Melo

 
Cientos de personas se dieron cita ayer en Melo para celebrar el Día de la Diócesis que, en este Año Santo de la Misericordia, contó con la participación del Arzobispo de Montevideo, Cardenal Daniel Sturla, quien instó a salir  a “anunciar a Cristo con alegría”, porque la vida cristiana es “movimiento, acción, pero no modorra”.

El Cardenal llegó acompañado del seminarista Juan Andrés “El Gordo” Verde, quienes fueron recibidos con afecto por la gente y por los medios de comunicación. Los jóvenes que estaban celebrando la Jornada Nacional de la Juventud se unieron a la Fiesta Diocesana y aprovecharon la oportunidad para sacarse fotos con el Cardenal y el Obispo de la Diócesis de Melo, Mons. Heriberto Bodeant.

 
Convocados en torno al lema “Bienvenida tu misericordia, bienvenido seas Señor”, en una jornada que se presentó soleada, los participantes de las comunidades de Cerro Largo y Treinta y Tres se congregaron a las 10 h, en el Teatro de Verano, para dar inicio a la Fiesta con un tiempo de adoración al Santísimo y de reconciliaciones a cargo de varios sacerdotes. Luego, las comunidades partieron en procesión hacia la Catedral, encabezada por la imagen de la Virgen del Pilar, Patrona de la Diócesis de Melo.


Luego del pasaje por la Puerta Santa, comenzó la Misa presidida por el Cardenal Sturla, quien manifestó su gozo por participar en la Fiesta Diocesana y agradeció la invitación de Mons. Bodeant. Todos los bancos estaban repletos, no cabía ni un alfiler y varias personas debieron estar paradas. En su homilía, Sturla remarcó el papel de la Virgen María en la vida de la Iglesia. “Entrelazada la Virgen en nuestra vida y en nuestra historia porque siempre se mete con dulzura. María: vida, dulzura y esperanza nuestra”, afirmó. En este sentido, comentó cuántas veces María estuvo presente en su historia de vida, al tiempo que invitó a los asistentes a la Eucaristía a “ser Iglesia en salida porque la vida cristiana es movimiento, acción, pero no modorra”. “La Iglesia no es club de perfectos sino pueblo santo de Dios”, precisó. “Hay que salir y anunciar a Cristo con alegría”, invitó el Arzobispo de Montevideo. “Gracias, Señor, por el don de la fe, por el don de tu Madre. Que todos nosotros nos sintamos con coraje bajo el manto de María para anunciar al Señor”, concluyó.


El ofertorio fue un momento especial. Cada parroquia presentó una ofrenda que evocaba un gesto de misericordia realizado por la comunidad durante el año: se presentaron prendas de vestir, utensilios de cocina, carteles con mensajes de misericordia, etc. Los jóvenes irrumpieron al final de la procesión e hicieron sonreír y aplaudir a los feligreses al cantar y bailar el himno oficial de la 38ª edición de la JNJ: “Tu abrazo” de Kerygma Santo Rock.


Al final de la Misa, Mons. Bodeant destacó la obra de misericordia de la Diócesis: la Fazenda de la Esperanza, una comunidad terapéutica destinada a la rehabilitación de jóvenes con problemas de adicciones. Ana Isabel, la responsable de la Fazenda, recordó los pilares del emprendimiento: convivencia, espiritualidad y trabajo. El Cardenal Sturla leyó los certificados que atestiguan el cierre del ciclo de recuperación de las dos primeras jóvenes que vivieron su año completo de recuperación en Uruguay, a quienes dio la bendición.


El Obispo Diocesano tomó la palabra y reiteró su agradecimiento al Cardenal Sturla por su presencia, así como a los organizadores de la Fiesta Diocesana. El Pastor invocó la protección de la Virgen del Pilar, fiel intercesora en los acontecimientos difíciles.

Las comunidades hicieron frente al intenso calor y almorzaron en la Plaza Constitución. También intercambiaron un alimento como signo de misericordia.
 
 
La jornada culminó con la Cantata de la Misericordia, un espectáculo musical en el Teatro España que estuvo a cargo del grupo “Los Sanpepes” de la Parroquia San José Obrero de Treinta y Tres. Las canciones aludían a las parábolas de la misericordia (la moneda perdida, el hijo pródigo, el buen samaritano) y en todas ellas persistía la idea de que el Padre siempre ofrece a sus hijos la posibilidad de volver a empezar.

Al finalizar la presentación de la Cantata de la Misericordia Mons. Bodeant tomó de nuevo la palabra para referirse a una tradición de encomendar los viajes a San Rafael, copatrono de la Catedral, con la jaculatoria “San Rafael, llévanos con bien y vuélvenos a traer” e impartió la bendición final deseando un buen retorno a quienes se trasladaron desde lugares fuera de la ciudad.

Crónica y fotos de Sebastián Sansón (NOTICEU)


Iglesia misionera, testigo de misericordia. Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones.


MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES
2016

Iglesia misionera, testigo de misericordia

Queridos hermanos y hermanas:

El Jubileo extraordinario de la Misericordia, que la Iglesia está celebrando, ilumina también de modo especial la Jornada Mundial de las Misiones 2016: nos invita a ver la misión ad gentes como una grande e inmensa obra de misericordia tanto espiritual como material. En efecto, en esta Jornada Mundial de las Misiones, todos estamos invitados a «salir», como discípulos misioneros, ofreciendo cada uno sus propios talentos, su creatividad, su sabiduría y experiencia en llevar el mensaje de la ternura y de la compasión de Dios a toda la familia humana. En virtud del mandato misionero, la Iglesia se interesa por los que no conocen el Evangelio, porque quiere que todos se salven y experimenten el amor del Señor. Ella «tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio» (Bula Misericordiae vultus, 12), y de proclamarla por todo el mundo, hasta que llegue a toda mujer, hombre, anciano, joven y niño.

La misericordia hace que el corazón del Padre sienta una profunda alegría cada vez que encuentra a una criatura humana; desde el principio, él se dirige también con amor a las más frágiles, porque su grandeza y su poder se ponen de manifiesto precisamente en su capacidad de identificarse con los pequeños, los descartados, los oprimidos (cf. Dt 4,31; Sal 86,15; 103,8; 111,4). Él es el Dios bondadoso, atento, fiel; se acerca a quien pasa necesidad para estar cerca de todos, especialmente de los pobres; se implica con ternura en la realidad humana del mismo modo que lo haría un padre y una madre con sus hijos (cf. Jr 31,20). El término usado por la Biblia para referirse a la misericordia remite al seno materno: es decir, al amor de una madre a sus hijos, esos hijos que siempre amará, en cualquier circunstancia y pase lo que pase, porque son el fruto de su vientre. Este es también un aspecto esencial del amor que Dios tiene a todos sus hijos, especialmente a los miembros del pueblo que ha engendrado y que quiere criar y educar: en sus entrañas, se conmueve y se estremece de compasión ante su fragilidad e infidelidad (cf. Os 11,8). Y, sin embargo, él es misericordioso con todos, ama a todos los pueblos y es cariñoso con todas las criaturas (cf. Sal 144.8-9).

La manifestación más alta y consumada de la misericordia se encuentra en el Verbo encarnado. Él revela el rostro del Padre rico en misericordia, «no sólo habla de ella y la explica usando semejanzas y parábolas, sino que además, y ante todo, él mismo la encarna y personifica» (Juan Pablo II, Enc. Dives in misericordia, 2). Con la acción del Espíritu Santo, aceptando y siguiendo a Jesús por medio del Evangelio y de los sacramentos, podemos llegar a ser misericordiosos como nuestro Padre celestial, aprendiendo a amar como él nos ama y haciendo que nuestra vida sea una ofrenda gratuita, un signo de su bondad (cf. Bula Misericordiae vultus, 3). La Iglesia es, en medio de la humanidad, la primera comunidad que vive de la misericordia de Cristo: siempre se siente mirada y elegida por él con amor misericordioso, y se inspira en este amor para el estilo de su mandato, vive de él y lo da a conocer a la gente en un diálogo respetuoso con todas las culturas y convicciones religiosas.

Muchos hombres y mujeres de toda edad y condición son testigos de este amor de misericordia, como al comienzo de la experiencia eclesial. La considerable y creciente presencia de la mujer en el mundo misionero, junto a la masculina, es un signo elocuente del amor materno de Dios. Las mujeres, laicas o religiosas, y en la actualidad también muchas familias, viven su vocación misionera de diversas maneras: desde el anuncio directo del Evangelio al servicio de caridad. Junto a la labor evangelizadora y sacramental de los misioneros, las mujeres y las familias comprenden mejor a menudo los problemas de la gente y saben afrontarlos de una manera adecuada y a veces inédita: en el cuidado de la vida, poniendo más interés en las personas que en las estructuras y empleando todos los recursos humanos y espirituales para favorecer la armonía, las relaciones, la paz, la solidaridad, el diálogo, la colaboración y la fraternidad, ya sea en el ámbito de las relaciones personales o en el más grande de la vida social y cultural; y de modo especial en la atención a los pobres.

En muchos lugares, la evangelización comienza con la actividad educativa, a la que el trabajo misionero le dedica esfuerzo y tiempo, como el viñador misericordioso del Evangelio (cf. Lc 13.7-9; Jn 15,1), con la paciencia de esperar el fruto después de años de lenta formación; se forman así personas capaces de evangelizar y de llevar el Evangelio a los lugares más insospechados. La Iglesia puede ser definida «madre», también por los que llegarán un día a la fe en Cristo. Espero, pues, que el pueblo santo de Dios realice el servicio materno de la misericordia, que tanto ayuda a que los pueblos que todavía no conocen al Señor lo encuentren y lo amen. En efecto, la fe es un don de Dios y no fruto del proselitismo; crece gracias a la fe y a la caridad de los evangelizadores que son testigos de Cristo. A los discípulos de Jesús, cuando van por los caminos del mundo, se les pide ese amor que no mide, sino que tiende más bien a tratar a todos con la misma medida del Señor; anunciamos el don más hermoso y más grande que él nos ha dado: su vida y su amor.

Todos los pueblos y culturas tienen el derecho a recibir el mensaje de salvación, que es don de Dios para todos. Esto es más necesario todavía si tenemos en cuenta la cantidad de injusticias, guerras, crisis humanitarias que esperan una solución. Los misioneros saben por experiencia que el Evangelio del perdón y de la misericordia puede traer alegría y reconciliación, justicia y paz. El mandato del Evangelio: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado» (Mt 28,19-20) no está agotado, es más, nos compromete a todos, en los escenarios y desafíos actuales, a sentirnos llamados a una nueva «salida» misionera, como he señalado también en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium: «Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (20).

En este Año jubilar se cumple precisamente el 90 aniversario de la Jornada Mundial de las Misiones, promovida por la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe y aprobada por el Papa Pío XI en 1926. Por lo tanto, considero oportuno volver a recordar la sabias indicaciones de mis predecesores, los cuales establecieron que fueran destinadas a esta Obra todas las ofertas que las diócesis, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos eclesiales de todo el mundo pudieran recibir para auxiliar a las comunidades cristianas necesitadas y para fortalecer el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra. No dejemos de realizar también hoy este gesto de comunión eclesial misionera. No permitamos que nuestras preocupaciones particulares encojan nuestro corazón, sino que lo ensanchemos para que abarque a toda la humanidad.

Que Santa María, icono sublime de la humanidad redimida, modelo misionero para la Iglesia, enseñe a todos, hombres, mujeres y familias, a generar y custodiar la presencia viva y misteriosa del Señor Resucitado, que renueva y colma de gozosa misericordia las relaciones entre las personas, las culturas y los pueblos.

Vaticano, 15 de mayo de 2016, Solemnidad de Pentecostés

Francisco

domingo, 9 de octubre de 2016

Enfoques Dominicales. La visita del Cardenal Daniel Sturla en la Fiesta Diocesana de Melo


Este domingo La Voz de Melo no emite Enfoques Dominicales por razones de programación. Presentamos en esta nota información sobre la visita que realiza hoy a Melo el Cardenal Daniel Sturla, con motivo de la Fiesta Diocesana.

En la mañana del domingo 4 de enero de 2015 el Arzobispo de Montevideo, Mons. Daniel Sturla, estaba con un grupo de jóvenes en misión en Jardines del Hipódromo, uno de los barrios más humildes de Montevideo, cuando recibió en su teléfono la llamada de un joven sacerdote uruguayo que acababa de oír en la Plaza de San Pedro al Papa Francisco anunciar los nombres de los nuevos Cardenales que había nombrado en la víspera y lo llamaba para felicitarlo, pues él era uno de los nombrados.

"No puede ser, a mí nadie me avisó nada", fue la reacción del Arzobispo. En verdad, era una sorpresa. Uruguay había tenido hasta entonces solo un Cardenal: el capuchino Antonio María Barbieri, proclamado Cardenal por san Juan XXIII, el 15 de diciembre de 1958. Después del fallecimiento de Barbieri en 1979, a los 86 años de edad, Uruguay no había vuelto a tener un Cardenal, y se veía muy difícil que hubiera otro. Los Cardenales son, en su mayoría, obispos de ciudades importantes en el mundo y particularmente en el mundo católico.

En sus primeras declaraciones, Sturla dejó claro como interpretaba este nombramiento: "hay que verlo como algo que no está tan relacionado con mi persona sino con la Iglesia en el Uruguay. La Iglesia en el Uruguay, a mí me gusta decirlo, con todo cariño, es una iglesia pobre, porque es austera, porque no tiene muchos recursos, también porque ha sido de algún modo un poquito arrinconada en nuestro país por una secularización muy fuerte. Iglesia pobre y libre. ¡Qué lindo que es que nosotros sintamos la libertad, don de Dios, como una realidad de nuestra Iglesia! Pero también es una Iglesia rica de fe y misionera."

Daniel Sturla nació en Montevideo el 4 de julio de 1959. Su padre falleció cuando él tenía 13 años y su madre tres años después. Eran varios hermanos y juntos se ayudaron unos a otros, en ese dolor de haber perdido sus padres. Su hermano Martín, ya fallecido, tuvo una destacada actuación política en el Partido Nacional.

Atraído por el carisma de San Juan Bosco, la educación y los jóvenes, especialmente los más pobres, ingresó a la Congregación Salesiana. Fue ordenado sacerdote el 21 de noviembre de 1987. Estuvo en Talleres Don Bosco, Movimiento Tacurú y el Pre Universitario Juan XXIII. Antes de ser nombrado Obispo, fue Inspector Salesiano, responsable de todos los Salesianos del Uruguay, y presidente de la Confederación de Religiosos del Uruguay (CONFRU).
Fue nombrado Obispo Auxiliar de Montevideo por el Papa Benedicto XVI el 11 de diciembre de 2011. El 4 de marzo de 2012 fue ordenado Obispo por Mons. Nicolás Cotugno SDB en la Catedral de Montevideo.
En 2013, al cumplir 75 años de edad, el Arzobispo de Montevideo, Mons. Cotugno, presentó su renuncia al Papa. El 11 de febrero de 2014 el Papa Francisco nombró Arzobispo de Montevideo a Mons. Daniel Sturla.
El 14 de febrero de 2015 el Papa Francisco proclamó Cardenal a Mons. Daniel Sturla. Como todos los Cardenales, Daniel Sturla integra alguno de los organismos de la Santa Sede. Francisco lo nombró miembro de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica y el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.

Como ya se ha anunciado, el Cardenal Daniel Sturla presidirá hoy a mediodía la Misa en la Catedral de Melo, en el marco de la Fiesta Diocesana (Nuestra Señora del Pilar).

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sábado, 8 de octubre de 2016

V COMLAC. Comunicación, ciudadanía y democracia en el Año jubilar de la Misericordia.

Mons. Heriberto Bodeant, en su condición de presidente del Departamento de Comunicación y Prensa del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) participó en el V Congreso Latinoamericano y Caribeño de Comunicación, COMLAC, que se está llevando a cabo en estos días en Asunción del Paraguay.
El Congreso ha sido organizado por SIGNIS, Asociación Católica Mundial para la Comunicación.
El jueves 6 intervino en el panel inaugural, con esta ponencia que les ofrecemos aquí, que tiene por título "Comunicación, ciudadanía y democracia en el Año Jubilar de la Misericordia".

Quienes han estudiado la estructura de los cuentos populares hacen notar que en el comienzo del relato suele presentarse un estado idílico: una familia real feliz, un reino en paz. De pronto, sobreviene algo imprevisto: la princesa es secuestrada, el reino es asolado por un dragón, etc. Un acontecimiento funesto ha quebrado esa armonía inicial. El argumento que empieza a desarrollarse será el esfuerzo de los protagonistas por volver a establecer un estado feliz, superando adversarios y adversidades. (1)

Cuando esto sucede en la vida real, sin princesas ni dragones, pero con hombres y mujeres de carne y hueso, con amenazas, catástrofes o conflictos reales, aparece la noticia. Las cosas que están bien no son noticia. La ruptura de ese bienestar sí lo es. La salida de esas situaciones y la acción de quienes lograron el cambio, también lo es, aunque a veces no aparezca tan rápidamente como la otra.

La democracia, en sí, no es un estado idílico. Allá por 1947, a dos años del fin de la Segunda Guerra Mundial, a treinta años de la Revolución Soviética en plena era Stalinista, Winston Churchill expresaba ante la Cámara de los Comunes “se ha dicho que la democracia es la peor de todas las formas de gobierno, excepción hecha de todas las otras formas que han sido probadas de cuando en cuando.” (2) O sea, la forma menos mala o la mejor posible.

Los que hemos pasado, como mi generación en Uruguay, por la experiencia de perder la democracia y probar “otras formas”, hemos aprendido dolorosamente su valor. Mirando a nuestras democracias suele decirse, como escribía un periodista amigo: “Es necesario pasar de una democracia de electores, a una democracia de participación, es decir, a una democracia de ciudadanos con capacidad de incidencia y poder real.” (3)  Sin embargo, el voto como ejercicio de la ciudadanía sigue siendo fundamental. Cuando no se ejerce, como sucedió con los 21 millones de colombianos que se quedaron el domingo en su casa, 62,6% del electorado, quedan más interrogantes que certezas.
Cuando un gobernante se niega a la posibilidad de someterse al veredicto del conjunto de la ciudadanía su legitimidad y representatividad quedan severamente minadas, por más que aparezcan grupos que se manifiesten a su favor. Las urnas pueden resolver pacíficamente conflictos que, de otro modo, solo encontrarían salida en la violencia confrontativa o represiva.

¿Cómo podemos los comunicadores contribuir a fortalecer la democracia promoviendo una ciudadanía de participación? En su encíclica Cáritas in Veritate decía Benedicto XVI: “El mero hecho de que los medios de comunicación social multipliquen las posibilidades de interconexión y de circulación de ideas, no favorece la libertad ni globaliza el desarrollo y la democracia para todos. Para alcanzar estos objetivos se necesita que los medios de comunicación estén centrados en la promoción de la dignidad de las personas y de los pueblos, que estén expresamente animados por la caridad y se pongan al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad natural y sobrenatural.” (CV 73).

De muchas maneras es posible que los comunicadores contribuyamos a este enriquecimiento de la democracia y la ciudadanía. Van aquí algunas sugerencias.

1. Crear puentes dentro de una sociedad disgregada

Vengo de un país que se preció de ser un “país de cercanías”. Tal vez porque los uruguayos “somos pocos y nos conocemos”, como suele decirse. No percibíamos entonces en nuestra sociedad distancias y abismos sociales que no pudieran ser cruzados. Nos veíamos como un país integrado o, como se diría hoy, una sociedad incluyente.

Hoy vemos en nosotros, como en otros pueblos de América Latina, una sociedad disgregada, fragmentada. Una fragmentación que no solo separa “excluidos” de “integrados”, sino que atraviesa también esos dos campos. Sociedad de relaciones lejanas, anónimas, donde el otro es percibido como una invasión o una amenaza.

En su mensaje para la Jornada de las Comunicaciones Sociales de este año, el Papa Francisco nos recuerda que “La comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad.”

Crear puentes: allí tenemos un primer aporte que podemos ofrecer los comunicadores.
Sigue diciendo Francisco: “Las palabras pueden construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos. (…) Por tanto, que las palabras y las acciones sean apropiadas para ayudarnos a salir de los círculos viciosos de las condenas y las venganzas, que siguen enmarañando a individuos y naciones, y que llevan a expresarse con mensajes de odio.”

2. Contribuir a la Reconciliación en una sociedad enojada y enfrentada

La fragmentación va más lejos. Produce una sociedad enojada y enfrentada en sus distintos grupos e individuos.

Vuelvo al mensaje de Francisco: “Es hermoso ver  personas que se afanan en elegir con cuidado las palabras y los gestos para superar las incomprensiones, curar la memoria herida y construir paz y armonía.”

Un desafío a los comunicadores: “Elegir con cuidado las palabras y los gestos”. No para lograr el titular impactante ni para entretener al televidente, sino para “superar las incomprensiones, curar la memoria herida y construir paz y armonía”.

Sigue diciendo el Papa: “Es deseable que también el lenguaje de la política y de la diplomacia se deje inspirar por la misericordia, que nunca da nada por perdido. Hago un llamamiento sobre todo a cuantos tienen responsabilidades institucionales, políticas y de formar la opinión pública, a que estén siempre atentos al modo de expresase cuando se refieren a quien piensa o actúa de forma distinta, o a quienes han cometido errores. Es fácil ceder a la tentación de aprovechar estas situaciones y alimentar de ese modo las llamas de la desconfianza, del miedo, del odio. Se necesita, sin embargo, valentía para orientar a las personas hacia procesos de reconciliación. Y es precisamente esa audacia positiva y creativa la que ofrece verdaderas soluciones a antiguos conflictos así como la oportunidad de realizar una paz duradera.”

3. Buscar la verdad en la sociedad de la superficialidad y la inconsistencia.

A comienzos de los años 90 tuve la buena fortuna de estudiar Teología en Lyon, Francia. Si algo me quedó de ese tiempo fue lo que todos los profesores nos decían: Il faut vérifier: “hay que verificar”.
Cada vez que he cedido a la tentación de adelantar opiniones o, peor, de prejuzgar sobre hechos no verificados, he tenido que arrepentirme.

En algunos medios he visto y he sufrido los empeños de mostrar la realidad “cuanto peor mejor” con un total desdén no sólo por la verdad, sino también por la dignidad de las personas, privilegiando el sensacionalismo y amarillismo sobre el servicio.

La primera vez que tuve que enfrentar el dilema entre no decir la verdad o decirla poniendo en riesgo la vida de una persona, me aclararon que “hay que decir la verdad a quien tiene derecho a saberla”.
El derecho a la información veraz es indudable; el derecho a la dignidad y a la buena fama de las personas también.

A la hora de la denuncia, el mensaje de Francisco señala otro criterio: “La palabra del cristiano, sin embargo, se propone hacer crecer la comunión e, incluso cuando debe condenar con firmeza el mal, trata de no romper nunca la relación y la comunicación”.

Y más adelante: “Nosotros podemos y debemos juzgar situaciones de pecado –violencia, corrupción, explotación, etc.–, pero no podemos juzgar a las personas, porque sólo Dios puede leer en profundidad sus corazones. Nuestra tarea es amonestar a quien se equivoca, denunciando la maldad y la injusticia de ciertos comportamientos, con el fin de liberar a las víctimas y de levantar al caído”.

4. Atreverse a proponer la profundidad de la Misericordia en la sociedad del entretenimiento

En el mensaje de Francisco que he citado dice también: “Algunos piensan que una visión de la sociedad enraizada en la misericordia es injustificadamente idealista o excesivamente indulgente.”

En estos días un estudiante universitario me contó su conversación con una intelectual uruguaya agnóstica, una mujer muy honesta y equilibrada en sus reflexiones. Esta persona le dijo al estudiante que tenía ganas de escribir un artículo sobre “la banalidad del bien”. La expresión remite a la obra de Hannah Arendt “Eichmann en Jerusalén. Un informe sobre la banalidad del mal”.

No tuve más información, pero me quedé pensando ¿por qué la banalidad del bien? En su ensayo Arendt concluye que Adolf Eichmann, uno de los responsables directos en el holocausto judío, actuó como un simple burócrata que cumplía órdenes sin reflexionar sobre sus consecuencias. Todo era realizado con celo y eficiencia, pero no había en él un sentimiento de «bien» o «mal» en sus actos.

La verdadera Misericordia no es banal. No se puede ejercer burocráticamente, realizando obras que, en su apariencia, son obras de misericordia (dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo…). Si esas acciones no son realizadas desde lo más profundo de la persona, si no hay un profundo sentimiento de solidaridad por la miseria del otro, pueden volverse banales.

Algo así expresa una frase que me ha llegado, atribuida a la Madre Teresa: “Preferiría cometer errores con gentileza y compasión antes que obrar milagros con descortesía y dureza”.
Francisco lo ha expresado muy bien a partir de algo tan sencillo como dar una moneda: “Usted, cuando da limosna, ¿mira a los ojos de la gente a la que le da limosna? Cuando da la limosna, ¿toca la mano o le tira la moneda? Si no lo miraste… si no lo tocaste, no te encontraste con él. Lo que Jesús nos enseña es primero encontrarnos y en el encuentro ayudar.”

Como decía Pablo VI, “el hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan” . Más allá de este Año Jubilar, sigamos buscando y haciendo hablar a los testigos de auténtica Misericordia, convencidos, con Francisco, de que “la Misericordia cambia el mundo”.

Muchas gracias.
+ Heriberto A. Bodeant, Obispo de Melo
Departamento de Comunicación y Prensa, CELAM

Notas:
1. Ver, por ejemplo, Vladimir Propp, Morfología del cuento.
2. Intervención en la Cámarade los Comunes, 11 de noviembre de 1947.
3. Washington Uranga, Democracia y ciudadanía: responsabilidad de los comunicadores.

 

domingo, 2 de octubre de 2016

Enfoques Dominicales. Disculpa, perdón y reconciliación.

Murillo: El regreso del hijo pródigo. National Gallery of Art, Washington DC

Un refrán muy conocido dice “errar es humano, perdonar es divino”.
¿De qué forma lo entienden ustedes? ¿Cómo una invitación a perdonar, o como señalando que solo Dios puede perdonar, y nosotros no?
Una vez, una persona me sorprendió diciéndome que ella no perdonaba, porque “perdonar es divino”. “Que lo perdone Dios”, decía, hablando de la persona a la que ella no quería perdonar.
Hoy, Jesús, en el Evangelio, nos dice: «Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti diciendo: "Me arrepiento", perdónalo».
Jesús, pues, nos invita a perdonar; pero pone una condición: el arrepentimiento.
Tal vez valga la pena detenernos un poco profundizar en esto del perdón.

No es lo mismo la disculpa, el perdón y la reconciliación.

Disculparse quiere decir “sacarse la culpa”. Una disculpa típica es una explicación de porqué hice algo que no estuvo bien, o porque dejé de hacer algo que tenía que hacer. Llegué tarde porque el ómnibus no pasó en hora: no es mi culpa. No pude cumplir con lo prometido porque me abrumaron de trabajo y no di abasto: no es mi culpa. Te saludé con mala cara porque tuve un día horrible: no es mi culpa. A veces la disculpa está bien: es una explicación real de lo que pasó. A veces es simplemente no querer asumir mi responsabilidad. Si alguien nos pide disculpas… podemos disculparlo, aceptar su explicación… siempre que no se esté escapando de reconocer que sí, tuvo la culpa.

Pedir perdón es mucho más que pedir disculpas. Pedir perdón, de verdad, supone esto que Jesús llama “arrepentimiento”, que es el paso central de tres pasos. Para poder pedir perdón, primero hay que reconocer que se ha hecho algo malo.
Si una persona, por ejemplo, ha mentido, no puede decir “me equivoqué”. Eso es una disculpa. “Sí, te mentí” es reconocer lo que se ha hecho.
Claro que eso no puede ser un acto cínico: “Sí, te mentí, ¿y qué? ¿Cuántas veces me has mentido?,” etc. etc. Por eso, el segundo paso, central, es el arrepentimiento. “Te mentí, pero estoy arrepentido. Estuve mal. Quisiera no haberlo hecho…”
Pero todavía la persona tiene que dar un paso más. Porque puede reconocer que ha mentido, se puede sentir muy arrepentida… pero luego dice… “bueno, tú sabes cómo soy… siempre tengo esa cosa fantasiosa, siempre me enredo en lo que digo…” o sea “te voy a seguir mintiendo”. Por eso es necesario, además de reconocer lo malo que se ha hecho, además de estar arrepentido, tener un sincero deseo de cambiar de conducta. Tener el firme propósito de no volver a repetir eso que ha producido daño, que ha herido, que ha ofendido a quien sea; a veces, a las personas más queridas y cercanas.

¿Qué pasa cuando no nos piden perdón, y llevamos dentro heridas que no cierran por lo que nos han hecho? A veces ya no es posible que nos pidan perdón. La persona que nos ha ofendido ha muerto o se ha ido definitivamente de nuestra vida. El perdón allí es íntimo. Una decisión del corazón que deja ir todo aquello, que deja de envenenarse con un recuerdo y abandona todo rencor. No quiere decir que pasemos a ser ahora amigos, o que la persona ofensora se transforme en un héroe o santo. Tal vez ahora lo que signifique para mí es que es otro ser humano, lleno de debilidades y defectos… como puedo serlo yo mismo.

Pero a veces el perdón es pedido y, a su vez, es dado y recibido. Allí está la reconciliación. La reconciliación es, ante todo, la obra de Jesucristo. Reconciliación de la humanidad con Dios. Reconciliación de los hombres entre sí. De este modo lo expresa hermosamente el prefacio de una de las Plegarias Eucaristícas de la Reconciliación:

En verdad es justo y necesario
darte gracias y alabarte,
Dios, Padre todopoderoso,
por todo lo que haces en este mundo,
por Jesucristo, Señor nuestro.

Pues en una humanidad dividida
por las enemistades y las discordias,
sabemos que tú diriges los ánimos
para que se dispongan a la reconciliación.

Por tu Espíritu mueves los corazones de los hombres
para que los enemigos vuelvan a la amistad,
los adversarios se den la mano,
y los pueblos busquen la concordia.

Con tu acción eficaz puedes conseguir, Señor,
que el amor venza al odio,
la venganza deje paso a la indulgencia,
y la discordia se convierta en amor mutuo.

Ciertamente, el Espíritu Santo mueve los corazones; pero también, tenemos que dejarnos mover por Él. Cuando no podemos perdonar, tenemos que pedir un cambio profundo en nuestro corazón.

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Enfoques Dominicales es un programa que se emite por 
1340 AM La Voz de Melo, los domingos a las 11:50