domingo, 11 de diciembre de 2016

Enfoques dominicales - Alégrense


Este domingo, la parroquia María Auxiliadora celebra su fiesta patronal. Aunque la fiesta de María Auxiliadora, como muchos saben, es el 24 de mayo, en Charqueada, desde tiempos del P. Monteleone, se realiza una fiesta en diciembre, en el domingo más cercano a la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, el 12 de diciembre. Hoy, como es costumbre, habrá primero la Misa. Luego, procesión desde el templo parroquial hasta el monumento a María Auxiliadora en el puerto, para terminar con una guitarreada a orillas del río Cebollatí.

En quince días estaremos celebrando Navidad.
Para la Iglesia, éste es el tercer domingo del tiempo de Adviento, un tiempo de preparación para la gran fiesta del nacimiento de Jesús.
En el primer domingo, las lecturas bíblicas que escuchamos en la Misa nos invitaban a estar preparados para el encuentro con Jesús; más, todavía, nos decían de “salir a su encuentro”.
El domingo pasado, el evangelio nos presentaba la figura fuerte de Juan el Bautista, que nos decía “conviértanse”, llamándonos a un cambio profundo en nuestra vida, en nuestra relación con los demás.
Este domingo, el acento es muy diferente. La palabra clave es “alégrense”. Un llamado a la alegría.
No se nos hace difícil relacionar este llamado con el mensaje del Papa Francisco.
No es por nada que uno de sus primeros grandes mensajes, que dio a conocer el 24 de noviembre de 2013, el año en que fue elegido Papa, se llama “La alegría del Evangelio”.
Estas son las primeras palabras de este mensaje:
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.”
Curiosamente, el llamado a la alegría está dirigido al desierto y a la tierra reseca.
Hay una razón para ello: el profeta Isaías anuncia que Dios transformará ese paisaje desolado en un jardín, en un bosque.
No cuesta mucho pensar en nuestro propio desierto: un corazón seco, vacío, al que Dios quiere llenar de su amor.
El desierto es también el lugar de predicación de Juan el Bautista. Juan no habla en el vacío: la gente va a escucharlo. Jesús habla a la gente del Bautista e invita a tomarlo totalmente en serio: “¿Qué fueron a ver al desierto?”. La conclusión es: un profeta, es decir un enviado de Dios.
En nuestro camino de Adviento vamos sumando: estén preparados, nos advertía el primer domingo; “conviértanse”, el segundo. Este tercer domingo nos llama a anticipar la alegría del encuentro con Jesús que viene a nosotros.

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