Misa celebrada en la capilla Nuestra Señora de Lourdes, Barrio Sóñora, Melo, Cerro Largo, Uruguay.
Parroquia Nuestra Señora del Carmen, Diócesis de Melo.
Llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia (Mateo 10,1)Mateo 10,5-15: Planteo del juego, instrucciones, indicaciones concretas:
Vayan proclamando que el Reino de los Cielos está cerca (Mateo 10,7)Mateo 10,16-36: Una mirada más allá del primer partido, para sostener el empeño frente a fracasos, contrariedades y conflictos.
Miren que los envío como ovejas en medio de lobos… (Mateo 10,16)Mateo 10,37-40: En el pasaje que escuchamos este domingo, Jesús pide a su equipo fidelidad a él y le señala algo imprescindible para seguirlo: tomar la cruz.
El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. (Mateo 10,38)Mateo 10,40-42: Finalmente hay unas líneas para lo que, por ahora, podemos considerar la hinchada:
Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo, no quedará sin recompensa. (Mateo 10,42)Desde el principio hubo entre los discípulos quienes estaban todo el tiempo con Jesús y quienes lo recibían en su casa. Recordamos muy bien a Marta, María y Lázaro, amigos y discípulos de Jesús, apoyo para él y para el grupo que siempre lo acompañaba. Jesús considera que ese apoyo no es algo menor; todo lo contrario:
El que los recibe a ustedes, me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a Aquél que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, tendrá la recompensa de un justo. (Mateo 10,40-41)Jesús equipara la hospitalidad dada a un profeta, con la misión del profeta mismo. Jesús alude al pasaje del segundo libro de los reyes (2 Reyes 4, 8-11.14-16a) que escuchamos en la primera lectura, donde una mujer, que no pertenece al Pueblo de Israel, reconoce a Eliseo como hombre de Dios y lo ayuda dándole un lugar donde comer y descansar… Por ese gesto y por la intercesión del profeta, ella recibe de Dios una gracia inesperada: el hijo que nunca había podido tener.
"para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar" (Marcos 3,14).Los obispos de América Latina, reunidos en Aparecida en 2007 expresaron así la identidad de los cristianos: “discípulos misioneros de Jesucristo”.
“guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento. Y así hagan manifiesto a Cristo ante los demás, primordialmente mediante el testimonio de su vida, por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad” (Lumen Gentium, 31).Es así como las indicaciones, consejos y avisos de Jesús hay que tomarlos para todos. Todos jugamos. Más aún, en estos tiempos de pandemia. Nadie puede quedarse en la tribuna… pero entonces, para seguir a Jesús, para dar testimonio de Él con nuestra vida, hay que ponerse la camiseta…
“Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 10,38)La cruz no es solo una carga que me tocó, que me cayó en la vida… no es algo que tengo que recibir con resignación, sino con decisión.
“Todo lo puedo en Aquel que me fortalece” (Filipenses 4,13)Amigas y amigos, no tengamos miedo a la cruz, no la rechacemos… confiemos en que la llevaremos por Cristo, con Él y en Él. Gracias por su atención. Que el Señor los bendiga, cuídense mucho y hasta la próxima semana si Dios quiere.
“El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del mal tesoro del corazón saca lo malo. Porque de lo que abunda en el corazón habla la boca. (Lucas 6,45)Por eso, en el libro de los Proverbios aparece esta recomendación:
“Por encima de todo cuidado, guarda tu corazón, porque de él brotan las fuentes de la vida”. Proverbios 4,23No olvidemos que, en esa visión bíblica,
“la vida de la carne está en la sangre” (Levítico 17,11).Los antiguos no conocían el sistema circulatorio, pero veían la relación del corazón con la sangre: “de él brotan las fuentes de la vida”, es decir, de él brota la sangre, vida de hombres y animales.
“que predicaba que no tanto ha de amarse a Dios como padre cuanto temérsele como implacable juez” (Pío XI, Miserentissimus Redemptor, 1928).Frente a esa imagen de un Dios lejano y terrible,
“Jesús mostró su corazón como bandera de paz y caridad desplegada sobre las gentes” (Pío XI, íd.).¿Qué es lo que nos muestra el corazón de Jesús? Nos muestra un Dios capaz de padecer y de compadecer, de vivir la pasión y la compasión.
«¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo» (Génesis 4,10)O en el libro del Éxodo, escuchando el grito de todo un pueblo:
«Los israelitas, gimiendo bajo la servidumbre, clamaron, y su clamor, que brotaba del fondo de su esclavitud, subió a Dios. Oyó Dios sus gemidos, y se acordó Dios de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob» (Éxodo 2,23-24).En Jesús, esta compasión se hace tanto compasión divina como humana:
Al ver a la multitud, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor (Mateo 9,36).Pero la acción de compadecer de Dios hacia nosotros tiene también otro punto de vista y es el padecer de Dios. Ya en el Antiguo Testamento aparece la queja de Dios frente a la indiferencia humana:
“Me he dejado encontrar por quienes no preguntaban por mí.El Hijo eterno de Dios se hizo hombre en Jesucristo. En Jesús, Dios no solo hace algo, sino que soporta algo: padece. La acción de Dios va a la par de un sufrimiento de Dios, un sufrimiento por nosotros, un sufrimiento salvador.
Me he dejado hallar por quienes no me buscaban.
Dije “aquí estoy, aquí estoy” a gente que no invocaba mi nombre.
Alargué mis manos todo el día hacia un pueblo rebelde que sigue un camino equivocado”
(Isaías 67,1-2)
"su puro amor, con que había amado hasta el exceso a los hombres, recibiendo solamente de ellos ingratitudes y desconocimiento"Ingratitud, desconocimiento, frialdad, desdén. Estas actitudes humanas, que son a veces nuestras propias actitudes, provocan el reclamo de Jesús… es como una segunda pasión. Jesús va a la cruz sufriendo el rechazo de los hombres que lo condenan a muerte, pero transforma esa muerte en ofrenda de amor… Aun así, hay quienes no se conmueven… y no miremos a los costados: muchas veces nosotros también somos fríos, indiferentes al amor de Dios y eso nos hace también indiferentes al hermano, al prójimo que sufre.
"Eso fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor,tendría por poco todo lo que hice por ellos y, de poder ser, aún habría querido hacer más.Mas sólo frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el bien."
“Ámense unos a otros, como yo los he amado.” (Juan 13,34).“Como yo los he amado”: con los sentimientos de su corazón. A menudo rezamos diciendo: “Señor Jesús, haz nuestro corazón semejante al tuyo”… se necesita un gran valor y una gran confianza en Dios para pedir eso… pero es lo que nos recomienda san Pablo:
“Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que Cristo” (Filipenses 2,5).Contemplemos nuevamente a Jesús en su pasión, en su entrega por la que “se despojó a sí mismo tomando la condición de servidor” (Filipenses 2,7). Escuchémoslo en la cena después de lavar los pies a sus discípulos:
“les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes”. (Juan 13,15)Hijo de Dios, que quisiste hacerte hombre para poner la inmensidad del amor divino en un corazón humano, haz nuestro corazón semejante al tuyo… un corazón que palpite, que padezca y compadezca, para amar a nuestros hermanos que más sufren, con el mismo amor con que tú nos amaste.
“ganarás el pan con el sudor de tu frente” (Génesis 3,19)nos está diciendo que el pan ya era conocido en tiempos lejanos, pero también que ya era considerado un símbolo de todos los alimentos.
“la vida de la carne está en la sangre” (Levítico 17,11).Al presentar así, por separado, el pan como “mi cuerpo” y el vino como “mi sangre”, Jesús está anticipando su muerte. Está anunciando que su sangre se separará de su cuerpo, que va a morir. Pero al mismo tiempo, les dice a sus discípulos que coman su cuerpo y beban su sangre. Los quiere hacer participar de lo que se viene, porque su muerte va a ser un sacrificio.
“Ustedes no comerán nada de grasa ni de sangre” (Levítico 3,16)porque esa es la parte de Dios. Lo demás se asaba y se comía. Comer era importante, porque comiendo se participaba del sacrificio.
“un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas” (Mateo 13,52).Cena pascual, sacrificio de comunión: cosas viejas que los discípulos conocen. Todo eso, que pertenece a la primera alianza, ha preparado el camino para lo nuevo que trae Jesús: la nueva alianza sellada con su sangre (Mateo 26,28).
“Me amó y se entregó por mí” (Gálatas 2,20),dice san Pablo.
“Felices los afligidos, porque serán consolados” (Mateo 5,5).Dios los consolará.
“Hijo, tus pecados te son perdonados” (Marcos 2,5).Dios te perdona.
“él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencias… fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados”. (Isaías 53,4a.5)El otro sentido de ese por es “en favor de ustedes”.
“El Espíritu que Dios nos ha dado no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad”, (2 Timoteo 1,7)escribía san Pablo a Timoteo. Más que nunca, los ministros ordenados necesitamos esa fuerza, esa capacidad de vivir en austeridad y, sobre todo, de amar a nuestro prójimo y de conformar nuestra vida con el misterio de la Cruz del Señor, como se nos dijo en la ordenación sacerdotal.
“has sido pesada en la balanza y encontrada falta de peso” (cf. Daniel 5,27).¡cuántas de las cosas en las que ponemos esfuerzos e ilusiones han mostrado ser livianas y de muy segundo orden!
“Dormía tranquilo, confiado en el Padre”,dice el papa. Cuando los discípulos lo despertaron, Jesús calmó la tempestad y después les preguntó: “¿por qué tienen miedo? ¿todavía no tienen fe?”.
“En esta barca estamos todos”,señala Francisco. No es solo la barca de la Iglesia: es la humanidad. Todos nos encontramos allí, frágiles y desorientados. Aún aquellos que, desde altos cargos en el mundo, quisieron con prepotencia ignorar la situación, se han encontrado frente a sus contradicciones ante una situación cambiante y desafiante. No ha sido fácil para nadie tomar decisiones, tanto para el mayor cuidado de la vida, como para ir volviendo a la circulación y a las actividades. Al mismo tiempo, señala Francisco, esa conciencia de estar en la misma barca nos hace vernos unos a otros
“importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente (…) descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino [todos] juntos”.Todos juntos, sí… nos cuesta, nos cuesta romper el individualismo, nos cuesta romper los intereses de grupo para mirar al bien común; nos cuesta, pero es necesario; nos cuesta, pero no basta, si estamos juntos, pero no está Jesús.
“El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza. Al igual que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga. Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. (…)Jesucristo ha resucitado. Jesucristo vive. Jesucristo camina a nuestro lado.
El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar.
El Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. (…) Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor. En medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado.”
“Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón que Yahveh es el único Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro.” (Deuteronomio 4:35.39)Cuando Jesús de Nazaret comenzó a recorrer su tierra con un grupo de discípulos, predicando de pueblo en pueblo y haciendo curaciones milagrosas, algo que también hacían otros maestros, sorprendió, sin embargo, la familiaridad con la que se refería a Dios, al que llamaba “mi padre”. Esa manera de hablar de Dios, provocó rechazo de parte de las autoridades, que
…trataban con mayor empeño de matarlo, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios. (Juan 5,18)Y en una ocasión llegaron a decírselo en la cara:
«No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios». (Juan 10,33)Jesús se va revelando como el Hijo de Dios. Y al revelarse como Hijo, también revela el rostro paterno de Dios, el Padre de la Misericordia.
“Quien me ve a mí, ve al Padre” (Juan 14,9)dice Jesús, manifestando que sus palabras y sus acciones comunican el mensaje del Padre Dios, cuya voluntad ha venido a cumplir el Hijo. La resurrección de Jesús de entre los muertos confirma sus palabras. Hubo en Él algo tan especial, que, incluso en el momento de su muerte, alguien llegó a afirmar:
“Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios”. (Mateo 27,54)La revelación de un Hijo de Dios planteó muchas dificultades… ¿cómo entender esto? Padre e hijo son palabras humanas. En un primer sentido, padre es el hombre que engendra un hijo. Decimos que el Hijo de Dios ha sido “engendrado” por el Padre. Pero ¿qué significa eso en la realidad de Dios? ¿quiere decir que el Hijo ha sido “creado” por el Padre, que es una criatura especial, única, diferente, pero, al fin y al cabo, una criatura? No es eso lo que creemos. En el Credo decimos que el Hijo fue
“engendrado, no creado; de la misma naturaleza que el Padre”.El Hijo es Dios: no fue creado ni adoptado.
Todavía tengo mucho que decirles, pero ahora no pueden con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad completa. (Juan 16,12-13)El Espíritu Santo llevará a los discípulos al conocimiento de la verdad más profunda sobre Dios.
«El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad.»Eso es lo que Jesús confirma en forma definitiva cuando dice:
“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.”Tanto amó Dios al mundo… Estamos muy lejos del Dios de Aristóteles… Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo es un Dios que ama a sus criaturas, que quiere establecer un pacto de amor, una alianza con la humanidad.
Él les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho. (Juan 14,26)Es con ese guía que será posible lo que Pablo le dice a los corintios:
Él les anunciará lo que ha de venir (Juan 16,13)
“Alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes.”La revelación de Dios como comunidad de amor sacude nuestro individualismo. Estamos llamados a entrar en esa comunión de las tres personas divinas… pero no individualmente, sino como comunidad: comunidad de discípulos de Jesús, templo de piedras vivas, cuerpo místico de Cristo, Pueblo de Dios…