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viernes, 31 de enero de 2025
Palabra de Vida: Ser perseverantes en hacer la voluntad de Dios. Hebreos 10,32-39
jueves, 30 de enero de 2025
Palabra de Vida: Afirmar la esperanza con buenas obras. Hebreos 10,19-25.
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miércoles, 29 de enero de 2025
Palabra de Vida: Acoger la Palabra y dar frutos. Marcos 4,1-20
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lunes, 27 de enero de 2025
Palabra de Vida: Ser parte de la Familia de Dios. Marcos 3,31-35.
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sábado, 25 de enero de 2025
Palabra de Vida: Con esperanza buscar la conversión. Hechos 22,3-16. Conversión de San Pablo.
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viernes, 24 de enero de 2025
Palabra de Vida: Tener la ley del Señor en el corazón. Hebreos 8,6-13.
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jueves, 23 de enero de 2025
Palabra de Vida: Arrojarse sobre Jesús. Marcos 3,7-12
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«Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura» (Lucas 1, 1-4; 4, 14-21). III Domingo durante el año.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4,12)
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. (Lucas 4,16)
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor". (Lucas 4,18-19)
«Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír». (Lucas 4,21)
“hoy, en nuestras comunidades parroquiales, en las asociaciones, en los movimientos, ¿somos fieles al programa de Cristo? La evangelización de los pobres, llevarles el feliz anuncio, ¿es la prioridad?”
“no se trata sólo de dar asistencia social, menos aún de hacer actividad política, Se trata de ofrecer la fuerza del Evangelio de Dios que convierte los corazones, sana las heridas, transforma las relaciones humanas y sociales, de acuerdo a la lógica del amor. Los pobres, de hecho, están en el centro del Evangelio.”
Presentación del Señor
miércoles, 22 de enero de 2025
Palabra de Vida: “Extiende tu mano” (Marcos 3,1-6)
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lunes, 20 de enero de 2025
Palabra de Vida: Llevar la esperanza con fe y perseverancia. Hebreos 6,10-20.
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Islas Canarias: las raíces del beato Jacinto Vera, primer obispo del Uruguay.
En enero de 2025, junto con Mons. Arturo Fajardo, obispo de Salto, tuvimos la alegría de visitar las Islas Canarias, especialmente la isla Lanzarote. Llegamos hasta el pueblo de Tinajo, donde vivieron y se casaron, en 1800, los padres de Jacinto Vera, a quienes quiero recordar en este video, que muestra también algo del paisaje de las islas y, especialmente, la iglesia San Roque, donde Gerardo y Josefa contrajeron matrimonio.
sábado, 18 de enero de 2025
“Hagan todo lo que Él les diga”. (Juan 2,1-11). II domingo durante el año.
Amigas y amigos: he tenido el privilegio de estar unos días en Canarias y de visitar allí la isla de Lanzarote, de donde salieron un día los padres de nuestro beato Jacinto Vera, primer obispo del Uruguay. Llegamos hasta Tinajo, que era su pueblo, donde está la iglesia parroquial en la que Gerardo Vera y Josefa Durán celebraron su matrimonio, el 30 de abril del año 1800. Trece años después, en junio o julio, los padres de Jacinto partieron para América. Jacinto ya hacía parte de ese viaje, pero todavía en el vientre de su madre. El 3 de julio de 1813, durante el viaje, nació Jacinto Vera y Durán y fue bautizado el 2 de agosto en la parroquia de Nuestra Señora del Destierro, en lo que hoy es Florianópolis. Estar aquí, pues, es reencontrarnos con los orígenes de nuestro primer obispo, pero también, en estas Islas, con el origen de tantos canarios de Canelones que sienten el orgullo de tener aquí sus raíces, raíces canarias.
El evangelio de hoy nos introduce en un acontecimiento familiar. La fiesta de un casamiento. Durante ella, Jesús va a realizar un milagro, por mediación de su madre.
Pero estamos en el evangelio según san Juan y eso significa que tenemos que leer con cuidado este relato, porque este evangelista siempre nos llama a mirar y ver mucho más lejos de lo que aparece visible. Todo comienza como una situación que podríamos llamar “normal”:
Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. (Juan 2,1-2)
Como dijimos, un casamiento, una fiesta. En primer plano, entre los invitados, la madre de Jesús. Ella parece la invitada principal. Notemos que a Jesús se le nombra después, diciendo que “también fue invitado con sus discípulos”. Nos podemos imaginar a quienes invitan, diciéndole a María: “que venga también tu hijo, con esos muchachos que están con él”.
Rápidamente, se introduce en el relato un incidente: se había terminado el vino y eso significaba el fin de la fiesta. Pero esta noticia se nos da ya unida a la intervención de María:
Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». (Juan 2,3)
Aquí pienso en cómo nos comunicamos varones y mujeres. Muchos varones solemos recibir una frase como ésa como un dato, una información que se nos proporciona: no tienen vino. Punto. Desde luego, está el lenguaje no verbal, la entonación con que eso se dice y también la sensibilidad del que escucha para captar ese matiz. Ese “no tienen vino” incluye una súplica: “haz algo, hay que ayudarlos”. La respuesta de Jesús muestra que él conoce a su madre y sabe que le está pidiendo algo.
Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía». (Juan 2,4)
La primera parte de la respuesta de Jesús suena muy humana, suena como un desentendimiento, algo así como “no corresponde que hagamos algo”. Pero hay algo interesante. Jesús no dice “¿y tú que tienes que ver?” o “¿y yo que tengo que ver?”. No. Jesús dice “¿Qué tenemos que ver nosotros?”. Ese nosotros expresa una relación especial con su Madre. Si ella se involucra, lo involucra también a él. Por eso el nosotros.
Pero Jesús agrega otra parte a su respuesta: “Mi hora no ha llegado todavía”. ¿A qué se refiere Jesús? Su hora definitiva es la hora de la cruz, como lo señala Juan antes del lavatorio de los pies, en la última cena:
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. (Juan 13,1)
Y en esa hora, la hora de pasar al Padre, María volverá a estar presente. El evangelio de Juan nos muestra solo dos momentos en que aparece María: al principio y al final.
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre… (Juan 19,25)
A esto se le llama, en el estudio de la Biblia, una inclusio, una inclusión. La vida pública de Jesús queda enmarcada entre esas dos intervenciones de María. Por medio de ese recurso, el evangelista Juan quiere hacernos ver la importancia de María en la hora de Jesús. Pero en este momento no se trata de esa hora definitiva, sino la hora en que Jesús comenzará a manifestar al mundo quién es él.
María no parece interpretar como una negativa las palabras de su Hijo y por eso dice a los servidores esa frase que todos deberíamos llevar grabada en nuestro corazón:
«Hagan todo lo que él les diga». (Juan 2,5)
Efectivamente, a partir de ese momento, Jesús da algunas indicaciones, que fueron seguidas al pie de la letra.
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una.
Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas». Y las llenaron hasta el borde.
«Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete». Así lo hicieron. (Juan 2,6-8)
Y aquí aparece un pasaje que tiene una estudiada ambigüedad. El encargado del banquete probó el vino, sin saber de dónde había salido y llamó al esposo… ¿Quién es el esposo? Lo normal es que pensemos que se está hablando del novio, del recién casado, pero en ningún momento el evangelista nos ha contado nada de él ni de la novia. Por otro lado, el novio estaría completamente ajeno a todo esto.
Los servidores y nosotros, los lectores, al contrario que el encargado, sabemos de dónde salió el vino. El “esposo” que está apareciendo allí, detrás de las palabras ingenuas del encargado de la fiesta, es el que viene a celebrar “las bodas del cordero”, es decir, el Hijo de Dios que viene a desposarse, a unirse en alianza con la humanidad, y trae, de acuerdo a los anuncios proféticos, el mejor vino, como reconoce el encargado:
«Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento» (Juan 2,10)
Y para que no nos queden dudas, el evangelista concluye:
Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. (Juan 2,11)
Lo que en los demás evangelios es llamado habitualmente “milagro”, Juan lo llama “signo”, porque eso son los hechos extraordinarios que realiza Jesús: signos que van revelando quién es Él, que van mostrando la gloria de Dios escondida en su humanidad. Y este primer signo despertó en los discípulos la fe: “creyeron en él”.
La alianza en la que Jesús llama a entrar a toda la humanidad pasa por la respuesta de cada uno de nosotros. Cada uno está invitado a la boda. A cada uno corresponde responder libremente, y actuar en consecuencia. Quien llama es el amor de Dios, que brota del corazón mismo de Jesús. Él espera la respuesta de nuestro corazón. Dejémonos guiar por las palabras de María, la Madre presente, la Madre que nos lleva hasta el Hijo, la que vuelve a decirnos: “hagan todo lo que él les diga”.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
viernes, 17 de enero de 2025
Palabra de Vida: Cambiar de vida viviendo la Esperanza. Marcos 2,13-17.
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jueves, 16 de enero de 2025
Palabra de Vida: Liberarse del pecado. Marcos 2,1-12.
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Palabra de Vida: “Anímense mutuamente cada día mientras dure este hoy” (Hebreos 3,7-14)
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martes, 14 de enero de 2025
Beato Jacinto Vera: obispos uruguayos visitaron Tinajo, en las Canarias, la tierra de sus orígenes.
Misa en la ermita Nuestra Señora de los Dolores, Tinajo, Lanzarote |
Mons. Arturo Fajardo, obispo de Salto y Mons. Heriberto Bodeant, obispo de Canelones, visitaron las Islas Canarias del 10 al 13 de enero. Fueron recibidos por el obispo de Canarias, Mons. José Mazuelo y la Sra. Cónsul General del Uruguay en Canarias, Gabriela Chifflet. Ella les dijo que son 16.000 los compatriotas que viven en las Islas.
En la isla de Lanzarote, los obispos celebraron la Misa del domingo 12 en la ermita de Nuestra Señora de los Dolores, de la cual el beato Jacinto fue siempre muy devoto.
Visitaron luego la Iglesia parroquial de San Roque, donde fueron bautizados y se casaron los padres de Jacinto. Allí se encuentra expuesto un retrato del beato y una importante reliquia que fue llevada allí por Mons. Alberto Sanguinetti, obispo emérito de Canelones, en su visita a Canarias en 2023.
El lunes 13, con varios sacerdotes y la presencia de muchos uruguayos, celebraron la Eucaristía en la parroquia San José Obrero de Cruce Arinaga. Ambas celebraciones fueron muy concurridas. En ellas Mons. Heriberto trazó una semblanza del beato, destacando sus raíces canarias.
Los obispos quedaron gratamente sorprendidos por la significación que tiene el beato Jacinto en su pueblo. La beatificación, el 6 de mayo de 2023 fue seguida en directo en pantallas colocadas en la iglesia de Tinajo.
Esta visita la hizo posible, en gran medida, el salteño Roberto Da Costa, desde hace muchos años afincado en Gran Canaria y muy vinculado a la Iglesia local. Tanto él como su esposa y otro matrimonio amigo, así como los párrocos y un joven diácono en camino al sacerdocio hicieron muy grata la visita de nuestros pastores.
Homilía de Mons. Heriberto el domingo 12 de enero, en la ermita Nuestra Señora de los Dolores.
viernes, 10 de enero de 2025
Bautismo del Señor. «Tú eres mi Hijo muy querido» (Lucas 3,15-16.21-22)
Este domingo concluye el tiempo de Navidad y se inicia lo que llamamos el tiempo durante el año, o tiempo ordinario, para diferenciarlo de los tiempos extraordinarios, tiempos fuertes, como son el adviento, el tiempo de navidad, la cuaresma y el tiempo pascual. A partir de hoy vamos a ir encontrándonos, domingo a domingo, con diferentes acontecimientos de la vida de Jesús, siguiendo el evangelio según san Lucas, que es el que corresponde en este año.
El acontecimiento que cierra el tiempo de Navidad y abre este tiempo nuevo, es el bautismo de Jesús. El evangelista Lucas lo relata de manera muy breve, pero que, a la vez, dice mucho. Primero nos ubica en un contexto:
Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. (Lucas 3,21)
¿Cómo hacía Juan su bautismo?
Hoy, la forma más común de bautizar es verter agua sobre la cabeza de quien se bautiza, sea un bebé, un niño o un joven o un adulto. Es la más común, pero sigue siendo válida la forma más antigua, que es el bautismo por inmersión. Esto se hacía en un baptisterio que era como una pequeña piscina -a veces no tan pequeña- en la que podía sumergirse por entero la persona. Llegamos a la forma actual del bautismo entendiendo que la cabeza, sobre la que se vierte el agua, expresa significativamente la totalidad del cuerpo.
Juan bautizaba en el río Jordán. Al parecer, la gente se sumergía a una indicación del bautista. Si es así, Jesús se bautizó entre el pueblo. Recordemos también que el bautismo de Juan era “un bautismo de conversión para el perdón de los pecados” (Lucas 3,3). Jesús entró al agua junto al pueblo que quería mostrar su conversión y recibir el perdón de sus pecados.
¿Por qué Jesús pasó por este bautismo si Él no tenía ninguna necesidad de recibirlo? (En los evangelios de Mateo y Marcos se nos cuenta que Juan se resistió a que Jesús se bautizara).
Una primera razón es la que se expresa en ese versículo: Jesús se bautizó con todo el pueblo, en solidaridad con todos aquellos que habían escuchado la prédica de Juan.
Pero, inmediatamente, dos cosas van a marcar la diferencia. La primera:
Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. (Lucas 3,21-22)
El Espíritu Santo descendió sobre Jesús. San Lucas es el evangelista que más menciona la intervención del Espíritu en la obra de salvación. Es el mismo Lucas quien nos dice cómo fue concebido Jesús. Cuando María preguntó cómo sucedería eso, el ángel le dijo:
«El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios» (Lucas 1,35)
El Espíritu Santo ya estaba presente en la concepción de Jesús. Como Hijo de Dios, él ya tenía la plenitud del Espíritu. El descendimiento del Espíritu hace visible esa realidad ya presente.
Pero hay una segunda manifestación que marca lo especial del Bautismo de Jesús:
Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección.» (Lucas 3,22)
La voz del Padre se suma a la presencia del Espíritu. La Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo está aquí presente, manifestándose.
El bautismo de Jesús se convierte así en una epifanía, es decir, una manifestación divina, que, en ese sentido, está en relación con la adoración de los Magos (Mateo 2,1-12) y el milagro de las bodas de Caná, “el primero de los signos de Jesús” (Juan 2,1-11), evangelio del próximo domingo. Esto lo marca hermosamente la liturgia de las horas del 6 de enero. En Laudes, la oración de la mañana, se reza en cierto momento:
“Hoy la Iglesia se ha unido a su celestial Esposo, porque, en el Jordán, Cristo la purifica de sus pecados; los magos acuden con regalos a las bodas del Rey, y los invitados se alegran por el agua convertida en vino” (antífona al Benedictus)
En la oración de la tarde, las Vísperas, vuelve el mismo tema. Notemos la insistencia en el hoy, como indicando que esos tres acontecimientos, distantes en el tiempo en las narraciones evangélicas, se hacen presentes hoy para nosotros:
“Veneremos este día santo honrado con tres prodigios: hoy la estrella condujo a los magos al pesebre; hoy el agua se convirtió en vino en las bodas de Caná; hoy Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán, para salvarnos” (antífona al Magníficat).
El Bautismo de Jesús nos invita a considerar el sentido de nuestro propio bautismo. Quienes fuimos bautizados siendo muy pequeños, no tenemos recuerdo propio de ese día; como tampoco lo tenemos de nuestro nacimiento. En el día de nuestro bautismo, no importa a que edad lo recibimos, nacimos de nuevo.
No entendemos el significado de nuestro bautismo sin ver su profunda relación con el Bautismo de Cristo. Con su bautismo, Cristo santificó las aguas, para que por ellas seamos santificados los bautizados. El cielo se abrió para mostrar la apertura de un camino de salvación, que nosotros podemos recorrer en Cristo. Cristo fue proclamado por el Padre como “mi hijo muy querido”, para que nosotros lleguemos a ser también sus hijos e hijas, en unión con el Hijo, en unión con Cristo.
Por el bautismo nos unimos a Cristo en su Pascua: muerte y resurrección. Dice san Pablo:
¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, nos hemos sumergido en su muerte? Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva. (Romanos 6,3-4)
Notemos como se expresa Pablo: nos hemos sumergido en la muerte de Cristo, fuimos sepultados con Él, para participar de su resurrección, comenzando por una vida nueva aquí y ahora. Vida nueva: vida en Cristo, vida de discípulo que va creciendo al conocer y practicar las enseñanzas de Jesús y recibiéndolo en los sacramentos, especialmente la comunión.
Por el bautismo somos incorporados a la Iglesia, cuerpo de Cristo. Somos hechos hijos de Dios. Hijos e hijas en el Hijo. Esa es nuestra identidad, la identidad que tenemos que asumir o reasumir, si la hemos olvidado, tomando conciencia de nuestra misión de cristianos y del compromiso que supone comportarnos como testigos del Reino de Dios.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
jueves, 9 de enero de 2025
Palabra de Vida: Querer y buscar la purificación (Lucas 5,12-16)
Viernes 10 de enero de 2025. Tiempo de Navidad.
Los textos propuestos en esta semana son los que se utilizan en los países donde la Epifanía se celebra en domingo, como es el caso de Brasil. Por eso difieren de los que leemos en Uruguay y Argentina, donde celebramos la Epifanía el 6 de enero.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.
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miércoles, 8 de enero de 2025
Palabra de Vida: “El que ama a Dios debe amar también a su hermano” (1 Juan 4,19-5,4)
Jueves 9 de enero de 2025. Tiempo de Navidad.
Los textos propuestos en esta semana son los que se utilizan en los países donde la Epifanía se celebra en domingo, como es el caso de Brasil. Por eso difieren de los que leemos en Uruguay y Argentina, donde celebramos la Epifanía el 6 de enero.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.
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martes, 7 de enero de 2025
Palabra de Vida: “El que permanece en el amor permanece en Dios” (1 Juan 4,11-18)
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lunes, 6 de enero de 2025
Palabra de Vida: “Denles de comer ustedes mismos” (Marcos 6,34-44)
Ilustración: "Milagro de los panes y los peces" (Giovanni Lanfranco). Galería Nacional de Irlanda.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.
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viernes, 3 de enero de 2025
Al principio existía la Palabra (Juan 1,1-18). II Domingo después de Navidad.
Amigas y amigos: hoy es “la noche de Reyes”, la noche que tanto esperábamos de niños y que muchos niños siguen esperando, como lo hicimos los mayores, muchos años atrás… Para la iglesia, el 6 de enero es la fiesta de la “Epifanía” del Señor. Epifanía significa “manifestación” y los reyes magos son esos tres hombres que, siguiendo una estrella, llegaron a Belén desde países lejanos, para adorar al Niño Jesús. Esos tres hombres representan a todos aquellos que, aún desde distintas creencias, tienen un profundo sentimiento religioso y buscan la salvación.
El evangelio los llama “magos”, pero el profeta Isaías anunció la venida de “reyes” y así, juntando los dos nombres, tenemos “los reyes magos”.
Este relato, que escucharemos mañana, cierra un ciclo de historias en relación con la Navidad, que comienza con el anuncio del nacimiento del Bautista y sigue con la anunciación a María, la visitación de María a Isabel, el sueño de José, el viaje a Belén, el nacimiento, los ángeles, los pastores, la llegada de los Magos, la huida a Egipto y la matanza de los inocentes.
Estas historias son muy vívidas, con personajes bien definidos, a los que escuchamos expresarse y a los que vemos actuar.
Todo eso contrasta con el evangelio que encontramos hoy. En este domingo leemos el prólogo del evangelio según san Juan.
El prólogo está en el comienzo de este evangelio, en el primer capítulo; pero no tenemos que pensar que fue lo primero que el evangelista escribió; tal vez haya sido lo último, como una especie de síntesis que sirva de introducción a todo su evangelio.
El prólogo contrasta con los relatos de Navidad por su forma de expresarse que podríamos llamar “abstracta”, pero que también se hace poética. No es una lectura fácil; no porque no se pueda leer de un tirón, sino porque hay que ir deteniéndose en cada versículo y aún en cada palabra para poder sacar provecho del texto.
El primer versículo del prólogo nos dice:
Al principio existía la Palabra
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios. (Juan 1,1)
Para el lector que conoce la Escritura, la expresión “al principio” lo lleva a otro libro, el primero de la Biblia, el Génesis, cuyo primer versículo dice:
Al principio Dios creó el cielo y la tierra. (Génesis 1,1)
Poco más adelante, en el versículo 3, leemos: “Entonces Dios dijo”; es decir, hizo uso de la Palabra. Seguimos leyendo y vemos que esa expresión “Dios dijo” se va repitiendo. Cada vez que Dios dice su Palabra, algo nuevo es creado. Volvamos ahora al prólogo de san Juan:
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. (Juan 1,3)
A través de estas primeras líneas, Juan quiere hacernos ver que la Palabra no es simplemente la facultad o capacidad de hablar que tiene Dios. Al decirnos que la Palabra está junto a Dios, que la Palabra es Dios, está personificando la Palabra. La Palabra no es simplemente algo que Dios dice, sino que es Alguien que hace realidad lo que Dios dispone.
Volvamos al Génesis. ¿Cuál es la primer obra que aparece a partir de la Palabra?
Entonces Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió.
Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas; (Génesis 1,3-4)
La luz… Juan sigue hablándonos de la Palabra y nos dice:
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la percibieron. (Juan 1,4-5)
El Génesis nos habla de la luz física, la luz que hace posible que veamos todo lo que nos rodea. Juan nos habla de la vida presente en la Palabra y nos dice que esa vida es la luz de los hombres. Más adelante lo dice aún más claramente:
La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre. (Juan 1,9)
Esta “luz verdadera” de la Palabra ilumina interiormente, ilumina el espíritu. Como luz verdadera, la Palabra hace conocer al hombre la verdad más profunda sobre Dios y, en consecuencia, sobre sí mismo. Esa luz no fue aceptada por todos. Algunos no la conocieron; otros no quisieron recibirla.
Si seguimos estas reflexiones, podríamos pensar que la Palabra, que es luz, que es vida, es solo espíritu y que de alguna forma nuestro espíritu se conecta con ella. Está presente en el mundo, “ilumina todo hombre”… pero ¿de qué manera?
Poco a poco san Juan va haciéndonos ver cómo la Palabra entra en la historia y en la vida de la humanidad. Nos habla así de un hombre enviado por Dios como “testigo de la luz”: Juan el Bautista. Juan da testimonio de la luz “para que todos creyeran por medio de él”. Así, el evangelista nos va preparando, poco a poco, para la gran revelación:
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros. (Juan 1,14)
La Palabra, que estaba junto a Dios, que era Dios, que era vida, que era la luz verdadera, la Palabra se hizo carne: es decir, se hizo hombre, tomó nuestra humanidad y vivió entre nosotros. Más adelante, nos dice el nombre de la Palabra hecha carne:
la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. (Juan 1,17)
Jesús, el Cristo, es la Palabra. Pero todavía le falta a Juan completar su revelación, ser más explícito:
Nadie ha visto jamás a Dios;
el que lo ha revelado es el Hijo único,
que está en el seno del Padre. (Juan 1,18)
La Palabra, Jesucristo, es el Hijo único del Padre. Quien se ha hecho carne, quien se ha hecho hombre es el Hijo de Dios. Por eso, Él puede decirnos quién es Dios, y cómo es Dios realmente. Después de este prólogo, el capítulo continúa con la actuación de Juan el Bautista, el bautismo de Jesús y el llamado de los primeros discípulos. Allí va Jesucristo, la Palabra eterna del Padre, el Hijo de Dios, caminando entre nosotros. Su vida, con sus encuentros, sus palabras y sus obras; su pasión, muerte y resurrección; nos hablarán del Padre, de su amor por el mundo que lo lleva a entregar a su Hijo único; del amor del Hijo, que amó a los suyos “hasta el extremo”, hasta dar la vida.
Volviendo a los relatos de Navidad que nos presentan los evangelios de Mateo y Lucas, el comienzo del evangelio de Juan que hemos recorrido en forma salteada, nos invita a contemplar en ese niño “envuelto en pañales y acostado en un pesebre” a aquel que es la Palabra eterna del Padre, el Hijo único del Padre, vida y luz de los hombres. Vida y luz nuestra, que estamos llamados a seguir reconociendo y recibiendo cada día de nuestra vida.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
Palabra de Vida: Dar testimonio. Juan 1,29-34
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jueves, 2 de enero de 2025
Palabra de Vida: Permanecer en Dios. 1 Juan 2,22-28.
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miércoles, 1 de enero de 2025
«¿Crees esto?» (Jn 11, 26). Palabra de Vida, enero 2025. Movimiento de los Focolares.
Jesús está llegando a Betania, donde Lázaro lleva muerto cuatro días. Informada de ello, su hermana Marta corre esperanzada a su encuentro. Jesús los quería mucho a ella, a su hermana María y a Lázaro, como subraya el Evangelio [1]. Aun en medio del dolor, Marta manifiesta al Señor su confianza en Él, convencida de que si hubiese estado presente antes de morir su hermano, éste seguiría vivo, pero que incluso ahora, cualquier petición que hiciera a Dios sería atendida. «Tu hermano resucitará» (Jn 11, 23), afirma entonces Jesús.
«¿Crees esto?»
Después de haber aclarado que se refiere a la vuelta de Lázaro a la vida física aquí y ahora, y no solo a la que le espera al creyente después de la muerte, Jesús le pide a Marta la adhesión de la fe, y no solo para realizar uno de sus milagros –que el evangelista Juan llama «signos»–, sino para otorgarle a ella, como a todos los creyentes, una vida nueva y la resurrección. «Yo soy la resurrección y la vida» (Jn 11, 25), afirma Jesús. Y la fe que le pide es una relación personal con él, una adhesión activa y dinámica. Creer no es como aceptar un contrato que se firma una vez y ya no se vuelve a mirar, sino un hecho que transforma e impregna la vida diaria.
«¿Crees esto?»
Jesús invita a vivir una vida nueva aquí y ahora. Nos invita a experimentarla cada día, sabiendo que, como hemos vuelto a descubrir en Navidad, él mismo nos la ha traído, tomando la iniciativa de venir a buscarnos y viniendo entre nosotros.
¿Cómo responder a su pregunta? Miremos a Marta, la hermana de Lázaro.
En el diálogo con Jesús le brota una profesión de fe plena en él. El original griego la expresa aún con más fuerza. El «yo creo» que ella pronuncia significa «he alcanzado a creer», «creo firmemente» que «tú eres el Cristo, el Hijo de Dios que iba a venir al mundo» [2], con todas las consecuencias. Es una convicción madurada con el tiempo, puesta a prueba en las diversas circunstancias que ha afrontado en la vida.
El Señor me dirige su pregunta también a mí. También a mí me pide una confianza generosa en él y la adhesión a su estilo de vida, fundado en el amor generoso y concreto a todos. La perseverancia madurará mi fe, que se reforzará al constatar día tras día la verdad de las palabras de Jesús puestas en práctica, y que no dejará de expresarse en mi actuar diario con todos. Para empezar, podemos hacer nuestra la oración de los apóstoles a Jesús: «Auméntanos la fe» (Lc 17, 5).
«¿Crees esto?»
«Una de mis hijas había perdido el trabajo a la vez que todos sus compañeros, ya que el gobierno había cerrado la agencia pública donde trabajaban –cuenta Patricia, de Latinoamérica–. Como forma de protesta, habían organizado una acampada ante la sede. Yo procuraba apoyarlos participando en algunas de sus actividades, llevándoles comida o simplemente parándome a hablar con ellos.
El Jueves Santo, un grupo de sacerdotes que los acompañaba decidió celebrar una ceremonia en la que se ofrecían también espacios de escucha, se leyó el Evangelio y se llevó a cabo el gesto del lavatorio de pies en recuerdo de lo que había hecho Jesús. La mayor parte de los presentes no eran personas religiosas; sin embargo, fue un momento de profunda unión, fraternidad y esperanza. Se sintieron abrazados, y, emocionados, daban las gracias a aquellos sacerdotes que los acompañaban en medio de la incertidumbre y el sufrimiento».
Esta palabra de Jesús ha sido elegida como lema para la Semana de oración por la unidad de los cristianos de 2025. Así pues, recemos y apliquémonos para que nuestra creencia común nos mueva a buscar la fraternidad con todos: esta es la propuesta y el deseo de Dios para la humanidad, pero requiere nuestra adhesión. La oración y la acción serán eficaces si nacen de esta confianza en Dios y de nuestro actuar en consecuencia.
Silvano Malini y el equipo de la Palabra de vida
[1] Jn 11,5.
[2] Cf. Jn 11,27.