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martes, 30 de septiembre de 2025

30 de septiembre: San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia. "Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo"



Nacido en Dalmacia, Jerónimo estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, captado por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Vuelto a Roma, fue secretario del papa Dámaso, hasta que, fijando su residencia en Belén de Judea vivió una vida monástica dedicado a traducir y explanar las Sagradas Escrituras, revelándose como insigne doctor. De modo admirable fue partícipe de muchas necesidades de la Iglesia y, finalmente, llegando a una edad provecta, descansó en la paz del Señor, en el año 420. 
(Reflexión en el audio, tomada de Benedicto XVI, audiencia general, 7 de noviembre de 2007.)

Palabra de Vida: “Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes” (Zacarías 8,20-23)



Martes de la XXVI semana durante el año, 30 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

domingo, 28 de septiembre de 2025

29 de septiembre: Fiesta de los Santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.

  

"Verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre" (Juan 1,47-51)
Benedicto XVI, pasaje de su homilía del 29 de septiembre de 2007.

sábado, 27 de septiembre de 2025

27 de septiembre: San Vicente de Paúl. "Dios ama a los pobres".


San Vicente nació en Aquitania el año 1581. Cursados los correspondientes estudios, fue ordenado sacerdote y ejerció de párroco en París. Fundó la Congregación de la Misión, destinada a la formación del clero y al servicio de los pobres, y también, con
la ayuda de santa Luisa de Marillac, la Congregación de Hijas
de la Caridad. Murió en París el año 1660. 
Texto: de los escritos de San Vicente de Paúl (oficio de lecturas de la memoria).

Palabra de Vida: Transmitir el don de la esperanza. Lucas 9,43b-45.


 

Sábado de la XXVI semana durante el año, 27 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

viernes, 26 de septiembre de 2025

Escuchar a Moisés y los profetas (Lucas 16,19-31) XXVI domingo durante el año.

Estamos en el último domingo de septiembre, Mes de la Biblia en varios países, Mes de la Palabra de Dios en Uruguay. El martes 30 la Iglesia recuerda a San Jerónimo, que vivió entre los siglos IV y V, más o menos contemporáneo de San Agustín.

Jerónimo tradujo la Sagrada Escritura al latín llamado “vulgar”, porque era el latín que hablaba el pueblo y por eso su Biblia es conocida como la “Vulgata”. Fue un gran esfuerzo para que el Pueblo de Dios pudiera escuchar las lecturas bíblicas en su lengua. Digo escuchar, porque no eran tantos los que sabían leer y estábamos muy lejos de la invención de la imprenta, que llegaría diez siglos después. 

El evangelio de hoy concluye con un fuerte llamado a escuchar a Moisés y los profetas; esto significa “escuchar la Palabra de Dios”. 

En efecto, lo que hoy llamamos Antiguo Testamento o libro de la Primera Alianza, era nombrado mencionando sus tres grandes partes: la Ley, es decir los libros atribuidos a Moisés; los diferentes textos de los profetas y los demás escritos, muchos de ellos de carácter sapiencial. “Moisés y los profetas” es una forma abreviada de mencionar las tres partes de la Palabra de Dios en el tiempo de Jesús. 

Pero no nos adelantemos a la conclusión del evangelio. Vayamos a su comienzo o, mejor aún, vayamos más atrás, al texto del profeta Amós que nos presenta la primera lectura. Amós nos describe un grupo de gente rica que está dándose la gran vida,

Acostados en lechos de marfil y apoltronados en sus divanes,
comen los corderos del rebaño (…) Improvisan al son del arpa,
y como David, inventan instrumentos musicales; (…)
beben el vino en grandes copas y se ungen con los mejores aceites… (Amós 6,4-7)

Ya el domingo pasado Amós nos presentaba esa gente enceguecida por la ambición, por el ansia de acumular para sí, sin importarles nada ni nadie, alterando medidas y balanzas para estafar, subiendo los precios, aprovechándose de los pobres…

Con ese telón de fondo, llega la parábola que nos presenta Jesús:

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. (Lucas 16,19)

Este es el primer personaje: un hombre rico. No se dice su nombre y eso puede tener su significado. El nombre define a la persona. Recordemos como son presentadas por su nombre muchas figuras de la Sagrada Escritura. Aquí, en cambio, lo que se presenta es su lujosa, muy lujosa, forma de vestir y su vida de grandes banquetes diarios. Ese modo de vida nos recuerda a los ricos denunciados por Amós; pero, en cambio, no se dice que sus riquezas sean producto de la explotación, de la estafa o del abuso. Se marca, sí, una manera de vivir con muchos excesos, en gran contraste con el siguiente personaje:

A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. (Lucas 16,20-21)

Este pobre, sí, tiene un nombre, y no es un detalle menor. Su hambre y su desnudez (sus llagas parecen estar a la vista) contrastan fuertemente con la vida que lleva el rico.

Pero, con la muerte, la situación de ambos se va a dar vuelta totalmente.

El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. (Lucas 16,22)

El rico se encuentra ahora “en la morada de los muertos”, en medio de tormentos; pero desde allí ve a Abraham y a Lázaro junto a él.

Así como Lázaro en la tierra ansiaba saciarse de lo que caía de su mesa, ahora el rico suplica para recibir por medio de Lázaro una gotita de agua que refresque su lengua. Pero Abraham le responde:

«Hijo mío (…) recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí». (Lucas 16,25-26)

Esta parábola parece una invitación a la resignación. Parece decirle al pobre Lázaro “ahora sufres mientras el rico disfruta; en el otro mundo, todo se dará vuelta. Él sufrirá y tú disfrutarás. Solo ten paciencia”.

Sin embargo, ésta no es la parábola del pobre Lázaro, aunque él es un personaje importante. La mayor parte de la parábola la ocupa el diálogo del rico con Abraham; pero tampoco es la parábola del rico malvado, como los que describía el profeta Amós.

La predicación de Jesús es siempre un llamado a la conversión, a un cambio profundo de vida. ¿Qué cambio de actitud está reclamando Jesús?

Lo primero, no apoltronarnos. No instalarnos en una vida donde lo único que nos importe sea nuestro propio bienestar y terminemos creando alrededor un abismo que nadie pueda cruzar para molestarnos.

Así vivía el rico de la parábola, envuelto en su púrpura y sus banquetes diarios. Había un abismo entre él y el pobre que estaba sentado a su puerta. Ese pobre que para él no tiene nombre, pero que se llama Lázaro, que significa “ayuda de Dios”.

Este es el llamado: mira a tu alrededor, sal de tu burbuja, cruza el abismo y ve al encuentro del otro, ve al encuentro de aquel que Dios te ha puesto como ayuda para no perderte y, encontrándolo, encontrar a Dios y encontrarte a ti mismo.

Pero la parábola continúa. En su diálogo con Abraham, el rico ve que ya no es posible cambiar su situación; pero se acuerda de sus hermanos que, al parecer, están siguiendo el mismo camino que llevó al rico a su situación actual. Por eso suplica:

«Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento» (Lucas 16,27-28)

La respuesta de Abraham es muy importante, y es el segundo llamado de esta parábola:

«Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen». (Lucas 16,29)

El rico insiste, diciendo que si alguno va a verlos de entre los muertos, se arrepentirán. Pero la parábola se cierra con esta sentencia de Abraham:

«Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán» (Lucas 16,31)

“Si no escuchan a Moisés y a los Profetas…” si no escuchan la Palabra de Dios, nada habrá que cambie su vida.

Para nosotros, cristianos, la escucha de la Palabra de Dios, leída, meditada, rezada y comprendida en Iglesia, es la escucha de Jesucristo, el que resucitó de entre los muertos. La escucha verdadera de la Palabra lleva a ponerla en práctica.

La escucha de la Palabra lleva a la conversión y al seguimiento de Jesús, que no es posible sin vivir el amor al prójimo expresado en gestos concretos, en entrega y servicio, especialmente a los más pobres.

Frente al rico que se encerró en su zona de seguridad y lujo, se contrapone, en la segunda lectura, la figura de alguien que eligió seguir a Jesús: Timoteo, discípulo de Pablo que tomó su decisión ante muchos testigos, tal como lo hizo Jesús ante Pilato y todo el pueblo. A él y a cada uno de nosotros nos dice hoy san Pablo:

"... practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad. Pelea el buen combate de la fe, conquista la Vida eterna, a la que has sido llamado y en vista de la cual hiciste una magnífica profesión de fe, en presencia de numerosos testigos. (1 Timoteo 6,11-12)

En esta semana

Lunes 29, Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Fiesta patronal de la parroquia San Miguel, en Los Cerrillos.

Martes 30, San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia.

Miércoles 1, Santa Teresita del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia; patrona de la parroquia de Juanicó.

Jueves 2, Santos Ángeles Custodios.

Sábado 4, San Francisco de Asís, patrono de las parroquias de Joaquín Suárez y Colonia Nicolich. Fiesta también en los monasterios de las Clarisas franciscanas y las Clarisas capuchinas.

En ese día será ordenado diácono, en camino al sacerdocio, el hermano claretiano Elisio, en la parroquia San Antonio María Claret, en la ciudad de Progreso.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Crezcamos en fidelidad a Jesús por la escucha y la práctica de la Palabra. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Palabra de Vida: Descubrir quién es Jesús. Lucas 9,18-22.

  

Viernes de la XXV semana durante el año, 26 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 25 de septiembre de 2025

Palabra de Vida: Construir la casa de Dios. Ageo 1,1-8.



Jueves de la XXV semana durante el año, 25 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 24 de septiembre de 2025

24 de septiembre. Nuestra Señora de la Merced.


En el siglo XIII, bajo el amparo de la Virgen, nació la Orden Mercedaria, para rescatar a los cautivos de las cárceles del cuerpo y del alma.

Palabra de Vida: “Nuestro Dios no nos ha abandonado” (Esdras 9,5-9)

  

Miércoles de la XXV semana durante el año, 24 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 23 de septiembre de 2025

San Pío de Pietrelcina: "la paz es la sencillez del espíritu".


Texto del P. Pío, de una carta al P. Agostino de San Marco in Lamis, 10 de julio de 1915.

Palabra de Vida: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lucas 8,19-21)


Martes de la XXV semana durante el año, 23 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

viernes, 19 de septiembre de 2025

Palabra de Vida: Anunciar la Palabra. Lucas 8,1-3


 

Viernes de la XXIV semana durante el año, 19 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 18 de septiembre de 2025

Palabra de Vida: Demostrar el amor con gestos. Lucas 7,36-50

 
Jueves de la XXV semana durante el año, 18 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 17 de septiembre de 2025

Rendición de cuentas (Lucas 16,1-13). Domingo XXV durante el año.

En inglés hay una palabra, accountability, que, como tantas otras, ha ido ganando terreno en otros idiomas, incluido el nuestro. Eso suele suceder porque esa palabra suena bien, tiene algo que llama la atención; pero, también, como sucede en este caso, porque una sola palabra evoca varias cosas a la vez, relacionadas entre sí.

Accountability puede traducirse como “rendición de cuentas”, es decir la presentación de un balance, con sus entradas y salidas y los comprobantes correspondientes; pero tiene un significado más amplio. Implica la responsabilidad personal, la capacidad de hacerse cargo de las propias decisiones y acciones, así como de sus consecuencias, tanto previstas como imprevistas. También toca a la responsabilidad institucional, a través de la responsabilidad de los dirigentes de una organización.

Todo esto viene bien como marco para la parábola que nos presenta Jesús hoy, donde un administrador es llamado por su patrón a rendir cuentas: 

"¿Qué es lo que me han contado de ti? 
Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto". (Lucas 16,10-13)

Así, sorpresivamente, se dirigió a su administrador un hombre rico, según nos cuenta el evangelio de este domingo. Poder rendir cuentas es siempre importante para un administrador. Debe mantener al día los libros y, sobre todo, entradas y salidas deben estar adecuadamente documentadas. Pero esto no era un pedido de cuentas más; era el pedido final, acompañado de un despido, porque el administrador había sido acusado de malgastar los bienes de su patrón. No hubo ninguna defensa ante la acusación. Solo un silencio culpable… y una reflexión que el acusado hizo en su interior:

"¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!" (Lucas 16,10-13)

Y lo que hizo aquel administrador deshonesto fue redoblar su apuesta. Falsificó documentos de algunos deudores importantes para que aparecieran con una deuda mucho menor. De esta forma, logró ganarse amigos con los que contar cuando quedara en la calle.

Obró tan astutamente, que su mismo Señor, a pesar de su disgusto, reaccionó de una manera sorprendente:

Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. 
(Lucas 16,10-13)

Obviamente, Jesús no propone con esta parábola esa conducta claramente deshonesta, corrupta, como un buen ejemplo a seguir. ¿A dónde quiere llegar Jesús? 

Comentando este texto, el Papa Francisco hace ver que lo que en el fondo ha hecho este hombre, lo que sí es imitable, pero por vías honestas, es cambiar su centro de atención: dejar de mirar la plata para mirar a las personas. Dice Francisco: 

“la riqueza puede empujar a la gente a construir muros, crear divisiones y discriminación. Jesús, por el contrario, invita a sus discípulos a dar vuelta la corriente, haciendo amigos con las riquezas”. 

Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. (Lucas 16,10-13)

Con estas palabras, Jesús nos invita a dos cosas:

Primero, como ya decíamos, a transformar bienes y riquezas materiales en relaciones personales.

La mayor riqueza está en los vínculos, en las amistades auténticas que vamos creando con los demás, basadas en los dones que hemos recibido de Dios y que compartimos con los otros.

El administrador quedó bien con algunos esperando que luego lo recibieran en sus casas. Jesús habla de amigos que nos reciban “en las moradas eternas”.

Y ahí está la segunda invitación que nos hace: actuar en la vida sin perder de vista el fin último al que está llamada toda la humanidad; entrar a compartir la eternidad de Dios. Sobre esto concluye Francisco: 

“Si somos capaces de transformar las riquezas en instrumentos de fraternidad y solidaridad, nos acogerá en el Paraíso no solamente Dios, sino también aquellos con los que hemos compartido, administrando bien lo que el Señor ha puesto en nuestras manos”.

Entonces, tal como se preguntó el administrador “¿qué voy a hacer ahora?”… mientras estamos en esta vida, siempre es posible hacer el bien, siempre es posible amar, siempre es posible, de alguna manera, reparar el mal que hemos hecho. Se trata de obrar hábilmente de manera de ganar no los premios pasajeros de este mundo, sino la vida que permanece para siempre. 

Eso es, precisamente, lo que pide una de las oraciones de la liturgia. Recemos juntos:

Dios nuestro, protector de los que esperan en ti,
fuera de quien nada tiene valor ni santidad;
acrecienta sobre nosotros tu misericordia,
para que, bajo tu guía providente,
usemos los bienes pasajeros de tal modo
que ya desde ahora podamos adherirnos a los eternos.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

En esta semana

Lunes 22: en Uruguay se celebra hoy el día del Maestro, es decir de las maestras y maestros de educación primaria. Las maestras ocupan un lugar importante en nuestros recuerdos de infancia. Feliz día tanto a quienes siguen dándose con generosidad en una labor poco reconocida como a quienes ya disfrutan de su retiro, pero que siguen sintiendo que enseñar transmitiendo valores y, para los que son creyentes, también la fe, ha sido y sigue siendo su misión.

Martes 23: también en Uruguay recordamos a nuestro héroe nacional, José Artigas, en el aniversario de su fallecimiento ocurrido en 1850, durante su largo exilio en Paraguay. Su pensamiento, en el que recogió mucho de las enseñanzas de los franciscanos que le fueron cercanos, sigue siendo fuente de inspiración para todo nuestro pueblo.

Igualmente en este día 23 celebramos la memoria de san Pío de Pietrelcina, un santo muy querido en el mundo, también en nuestro Uruguay aparentemente poco religioso. Un santo que vivió unido a Cristo en el dolor, pero que buscó siempre ayudar a los demás a encontrar alivio y sanación.

Miércoles 24: en Uruguay, Nuestra Señora de las Mercedes, patrona en Uruguay de la diócesis del mismo nombre. Es también día de la pastoral carcelaria, en recuerdo de que esta advocación fue inspiradora de los mercedarios, como san Ramón Nonato, que se consagraron a liberar cautivos.

Sábado 27: San Vicente de Paúl, sacerdote francés que encontró a Cristo en cada uno de los pobres de su tiempo.

También en este día, san Adolfo mártir, patrono de la parroquia de El Dorado, en el municipio 18 de Mayo.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

viernes, 12 de septiembre de 2025

12 de septiembre: el santísimo Nombre de la Bienaventurada Virgen María.


"Mira la Estrella; llama a María"
De una homilía de San Bernardo, Abad, sobre las glorias de María. Oficio de lecturas de la memoria.

miércoles, 10 de septiembre de 2025

“Levantado en alto” (Juan 3,13-17) Exaltación de la Santa Cruz

Celebramos hoy una fiesta que se superpone al domingo que correspondería hoy, vigésimo cuarto durante el año, porque se trata, como veremos, de una fiesta del Señor.

El título de esta fiesta es llamativo y tal vez desconcertante porque, entre nosotros, el uso más común de “exaltación” es el referido al estado de una persona que manifiesta con excesiva intensidad lo que siente. Decimos de esa persona que está “exaltada”; pero la primera acepción del verbo exaltar es “Elevar a alguien o algo a gran auge o dignidad”. Exaltar la cruz es, pues, darle a ese signo una especial importancia y lo hacemos porque se trata de la cruz de Cristo. Es la Cruz de Cristo porque, a través de su sufrimiento y muerte en la cruz, Él realizó la salvación y fue, a su vez, “exaltado” por el Padre, es decir: fue resucitado y elevado. “Subió al Cielo y está sentado a la derecha del Padre”, rezamos en el Credo.

La cruz es el signo cristiano por excelencia. Sin embargo, no siempre fue así. En los primeros tiempos del cristianismo no la encontramos entre los signos que utilizaban los fieles. De esos tiempos recordamos el signo del pez, en griego ichthys, (IXΘΥΣ) palabra cuyas letras forman la sigla de Jesús – Cristo – Dios – Hijo - Salvador. 

Antes que la imagen del crucificado estaba ya la del Buen Pastor, que evoca las palabras del Salmo 23 “El Señor es mi pastor”, la parábola de la oveja perdida del evangelio de Lucas y, sobre todo, el capítulo diez del evangelio según san Juan, donde Jesús dice “yo soy el buen pastor”.

La cruz y, más aún, el crucifijo, es decir el Cristo clavado en la cruz y sufriendo, no llegó a hacerse parte de las imágenes cristianas sino después de un largo proceso. Mientras la crucifixión siguió siendo en el imperio romano una forma de ejecución, no era fácil para un cristiano ver la imagen de su maestro clavado en la cruz, como se hacía con los más horrendos criminales. Se hablaba de la cruz, no sin tensión, como lo refleja san Pablo cuando dice:

Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos (1 Corintios 1,23)

Escándalo y locura: un Dios crucificado, ¡un Dios que sufre! Pero la cruz no puede ser negada. Jesús fue levantado, padeció y murió en ella. Es un misterio y, como tal, será siendo mejor comprendido a medida que la Iglesia vaya profundizando en su fe.

Con el abandono de las crucifixiones como forma de ejecución y la peregrinación de Santa Elena a Jerusalén donde, según la tradición, encontró la verdadera cruz de Jesús, el signo comenzó a aparecer en las iglesias; pero solo la cruz, sin el crucificado. Aparecía hermosamente adornada: una cruz enjoyada, como la de estos mosaicos de antiguas iglesias en Roma y en Ravena.

Un segundo paso fue colocar a Cristo en la cruz; pero se lo representaba triunfante, vestido, sin signos de sufrimiento, como este Cristo de la Sagrada Faz, en Lucca, de fines del siglo VIII. 

Fue hacia el siglo XIII cuando comenzó a afirmarse la representación del crucifijo con el Cristo doliente, un Cristo identificado con una humanidad que sufre, pero que toma ese dolor sobre sí y abre con la cruz la puerta de la eternidad.

La cruz, el objeto material, no tiene que distraer nuestra mirada de modo que olvidemos qué es lo que le da significado. Recordemos el momento de la adoración de la Cruz, en el Viernes Santo. Para invitarnos a ese gesto, el sacerdote canta: “Este es el árbol de la Cruz donde estuvo suspendida la salvación del mundo. Vengan y adoremos.”

Esas palabras nos recuerdan que la cruz tiene valor y significado por lo que sucedió en ella, cumpliendo lo anunciado por Jesús en el evangelio que leemos hoy:

«… es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna». (Juan 3,14)

Pero ¿qué es lo que hace Jesús en la cruz? Aparentemente, no puede hacer nada. Pasión habla de “pasividad”. La Pasión se sufre. Clavado en la cruz, fijado a ella, a Jesús no le espera nada más que una muerte que no tardará en acontecer… entonces ¿qué puede hacer?

“… se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.” (Filipenses 2,8)

Lo que realiza Jesús en la Cruz es hacer de esa ejecución que se le impone, que le impone la fuerza del mal… hacer de esa ejecución un sacrificio, donde él mismo es sacerdote, víctima y altar. Jesús da un sentido a su pasión y muerte en la cruz ofreciendo su vida como manifestación del amor de Dios, el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros. 

«Sí, tanto Dios amó al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.» (Juan 3,16-17)

Por eso exaltamos la Cruz de Cristo: porque de ella brota la misericordia del Padre que abraza al mundo entero. Es contemplando todo eso que podemos decir “Ave Crux, spes única”: “salve, oh cruz, única esperanza”; porque esa cruz es la cruz de Cristo. La Exaltación de la Santa Cruz nos llama a mirar con nuevos ojos la realidad de cada día y a descubrir, en cada gesto de entrega, una chispa de eternidad.

Nuestra Señora de los Dolores

El 15 de septiembre, día siguiente a la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, se celebra la memoria de Nuestra Señora de los Dolores, recordando como la Madre de Jesús estuvo acompañando a su Hijo al pie de la Cruz y cómo allí, en la persona del discípulo amado, Jesús nos la entrega como Madre.

Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. (Juan 19,26-27)

El beato Jacinto Vera, primer obispo del Uruguay, tenía especial devoción a esta imagen de Nuestra Señora de los Dolores que se encuentra hoy en la parroquia San Ignacio de Loyola en Montevideo.

Esa devoción viene sin duda de más lejos, ya que en el territorio de la parroquia donde se casaron sus padres, en la Isla de Lanzarote, había una ermita dedicada a la Dolorosa, en agradecimiento por el fin de una larga erupción volcánica. Hoy hay allí una pequeña capilla donde se celebra Misa los domingos.

En esta semana

Martes 16: Santos Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, mártires.

Viernes 19: en Uruguay, beatas Dolores y Consuelo Aguiar-Mella y Díaz, nacidas en Montevideo, vírgenes y mártires en Madrid, en el año 1936, durante la persecución religiosa en España.

Sábado 20: San Andrés Kim, presbítero y san Pablo Chong Hasang y compañeros, mártires en Corea.  

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

lunes, 8 de septiembre de 2025

8 de septiembre: Natividad de la Virgen María



De la Homilía del papa san Pablo VI en la fiesta de la Natividad de la Virgen María, 8 de septiembre de 1964.

domingo, 7 de septiembre de 2025

Canonización de Carlo Acutis, 7 de septiembre de 2025.


El Papa Francisco se refirió a Carlo Acutis (cuando todavía no había sido beatificado) en su exhortación apostólica Christus vivit!, Nros. 104-107, 25 de marzo de 2019.


viernes, 5 de septiembre de 2025

La exigencia del amor. Lucas 14,25-33. Domingo XXIII durante el año.

“No puede ser mi discípulo”. Tres veces repite Jesús esta tajante sentencia, en el pasaje del evangelio que escuchamos este domingo. 

¿En qué está Jesús mientras dice todo eso? Está en camino a Jerusalén; no como una peregrinación más, como las que hizo incluso siendo niño, sino en el viaje definitivo hacia su pasión, muerte y resurrección. Más que una exigencia, Jesús está haciendo una advertencia: para seguirlo hay que cortar ciertas ataduras a personas y a cosas y poner el amor por Él por encima de todo lo demás. 

No deja de sonar chocante aquello de 
Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14,26)
Esta primera exigencia llama a revisar la forma en que vivimos nuestros vínculos familiares. Cuando el parentesco se convierte en una especie de ley por encima de lo que es justo y bueno, se termina por justificar en su nombre favoritismos, privilegios, exclusiones… Jesús reclama ese amor a Él por encima de todo, no para dejar fuera a los demás, sino para ensanchar el corazón, de manera que podamos ver en toda persona un hermano, una hermana y amarlos con Él, con Jesús y desde Él.
El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14,27)
Para nosotros esta imagen es claramente simbólica y, aun así, es fuerte. Cuántas veces los discípulos de Jesús habrían visto pasar entre la multitud a los condenados cargados con el patíbulo, el brazo horizontal de la cruz, hasta el lugar donde serían crucificados… 
Qué difícil imaginarse a sí mismos haciéndolo y más aún, imaginar que un día su maestro recorrería también la Vía Crucis, la vía dolorosa, el camino de la cruz.
Podemos entender esta exigencia como un llamado a aceptar y dar sentido a nuestros diversos sufrimientos, uniendo nuestro dolor al del crucificado, uniéndonos a su ofrenda de amor por la salvación de la humanidad. Junto a eso, tenemos que recordar que la cruz de Jesús es consecuencia de su enfrentamiento con la maldad, incluyendo la pretensión de manipular al mismo Dios para justificar la opresión y la injusticia.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14,33)
Jesús presenta esta tercera exigencia como conclusión a dos breves parábolas: el hombre que antes de construir la torre debía calcular si tenía suficientes recursos para terminarla y el rey que resolvió buscar la paz antes de ir a la batalla con menos hombres que el enemigo. La renuncia fundamental que aquí está planteada, es la renuncia a la autosuficiencia, al creer que todo proviene exclusivamente de nuestras fuerzas y que solo dependemos de nosotros mismos para llevar adelante cualquier proyecto… nuestros proyectos mismos quedan cuestionados… ¿Acaso son los proyectos de Dios?
¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios
o hacerse una idea de lo que quiere el Señor? (Sabiduría 9,13)
Esa es la pregunta que nos lanza el autor del Libro de la Sabiduría, en la primera lectura de hoy. Pregunta retórica, es decir, más bien una afirmación que una pregunta. Nadie puede conocer los designios de Dios… a menos que el mismo Dios los revele. Y sigue así :
¿Y quién habría conocido tu voluntad
si Tú mismo no hubieras dado la Sabiduría
y enviado desde lo alto tu santo espíritu? (Sabiduría 9,17)
El autor reconoce que Dios ha dado a conocer su voluntad, que Dios se ha manifestado, se ha revelado… pero en el momento en que él escribe, esa revelación no ha llegado a su fin, no ha alcanzado su plenitud. Eso sucederá con Jesucristo. Ahí se produce la revelación definitiva de Dios. En Jesucristo, Dios muestra su rostro: el rostro de la misericordia.

Pero, entonces… ¿cómo se conjugan la misericordia y las exigencias de Jesús? Pues bien, este exigente pasaje del evangelio viene precedido de una parábola de Jesús en las que se habla de un banquete donde los invitados no aceptaron el convite y el anfitrión ordenó a sus servidores salir a buscar a quien fuera para sentarlo a su mesa, hasta llenar la casa.
A continuación de este pasaje, viene el capítulo 15 del evangelio de Lucas, que nos ofrece nada menos que las tres parábolas de la misericordia: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido… que terminan con una fiesta por haber recuperado la oveja, la moneda y el hijo.

La exigencia de Dios no es caprichosa ni mucho menos maliciosa. Es la exigencia del amor, la exigencia de quien quiere para sus creaturas una vida más grande, más alta… la participación en su propia vida divina. En lugar de eso, los ve, nos ve, aferrarnos a lo caduco y transitorio, poniendo en peligro su vida eterna, porque hemos menospreciado o rechazado el amor misericordioso del Padre; ese amor que se nos manifiesta en Jesucristo; ese amor que es para nosotros exigente, porque así es el verdadero amor.

Tiempo de la Creación

Desde el primero de septiembre al 4 de octubre, la Iglesia vive el “Tiempo de la Creación”, un tiempo para meditar, celebrar y cuidar la obra de Dios, nuestra Casa Común. A diez años de esta iniciativa del papa Francisco y en el marco del año jubilar, el papa León XIV nos ha entregado un mensaje titulado “Semillas de paz y esperanza”.

Mes de la Palabra de Dios

El 30 de septiembre es la memoria de san Jerónimo, el santo que dedicó gran parte de su vida a traducir la Palabra de Dios a la lengua que hablaba el pueblo: el latín llamado “vulgar”. Su Biblia es conocida como “la Vulgata”. Es por eso que en Uruguay y en otros países celebramos septiembre como el “Mes de la Biblia”, aunque, últimamente lo hemos cambiado por “Mes de la Palabra de Dios”, poniendo el énfasis en el mensaje, la Palabra y no en el soporte físico, que es el libro, la Biblia. 

Jornada Nacional de la Juventud

Como cada primer domingo de septiembre, desde hace 46 años, se celebra en Uruguay la Jornada Nacional de la Juventud, este año convocada con el lema del Jubileo “Peregrinos de Esperanza”. Por muy feliz coincidencia, el papa León eligió esta fecha para la canonización de dos santos jóvenes: Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati. También tendremos ese acontecimiento presente en nuestra jornada.
La celebraremos este domingo en la ciudad de Tala, donde están convocados los jóvenes de parroquias y centros educativos de nuestra diócesis.

En esta semana:

  • Lunes 8, un tierno recuerdo para nuestra madre: la Natividad de la Virgen María
  • Martes 9, un santo misionero: San Pedro Claver
  • Sábado 13, un obispo y doctor de la Iglesia, San Juan Crisóstomo.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

jueves, 4 de septiembre de 2025

Tiempo de la Creación: Semillas de paz y esperanza. Mensaje del Papa León XIV.

 


MENSAJE DE SU SANTIDAD
PAPA LEÓN XIV
PARA LA X JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN
POR EL CUIDADO DE LA CREACIÓN 2025
[1 de septiembre de 2025]

Semillas de paz y esperanza

Queridos hermanos y hermanas:

El tema de esta Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, elegido por nuestro querido Papa Francisco, es “Semillas de paz y esperanza”. En el décimo aniversario de la institución de la Jornada, que coincidió con la publicación de la encíclica Laudato si’, nos encontramos en pleno Jubileo, como “peregrinos de esperanza”. Y es precisamente en este contexto donde el tema adquiere todo su significado.

Muchas veces, Jesús, en su predicación, utiliza la imagen de la semilla para hablar del Reino de Dios, y en la víspera de la Pasión la aplica a sí mismo, comparándose con el grano de trigo, que debe morir para dar fruto (cf. Jn 12,24). La semilla se entrega por completo a la tierra y allí, con la fuerza impetuosa de su don, brota la vida, incluso en los lugares más insospechados, con una sorprendente capacidad de generar futuro. Pensemos, por ejemplo, en las flores que crecen al borde de las carreteras: nadie las ha plantado, y sin embargo crecen gracias a semillas que han llegado allí casi por casualidad y logran adornar el gris del asfalto e incluso romper su dura superficie.

Por lo tanto, en Cristo somos semillas. No sólo eso, sino “semillas de paz y esperanza”. Como dice el profeta Isaías, el Espíritu de Dios es capaz de transformar el desierto, árido y reseco, en un jardín, lugar de descanso y serenidad: «hasta que sea infundido en nosotros un espíritu desde lo alto. Entonces el desierto será un vergel y el vergel parecerá un bosque. En el desierto habitará el derecho y la justicia morará en el vergel. La obra de la justicia será la paz, y el fruto de la justicia, la tranquilidad y la seguridad para siempre. Mi pueblo habitará en un lugar de paz, en moradas seguras, en descansos tranquilos» (Is 32,15-18).

Estas palabras proféticas, que del 1 de septiembre al 4 de octubre acompañarán la iniciativa ecuménica del “Tiempo de la Creación”, afirman con fuerza que, junto con la oración, son necesarias la voluntad y las acciones concretas que hacen perceptible esta “caricia de Dios” sobre el mundo (cf. Laudato si’, 84). La justicia y el derecho, en efecto, parecen arreglar la inhóspita naturaleza del desierto. Se trata de un anuncio de extraordinaria actualidad. En diversas partes del mundo es ya evidente que nuestra tierra se está deteriorando. En todas partes, la injusticia, la violación del derecho internacional y de los derechos de los pueblos, las desigualdades y la codicia que de ellas se derivan producen deforestación, contaminación y pérdida de biodiversidad. Aumentan en intensidad y frecuencia los fenómenos naturales extremos causados por el cambio climático inducido por las actividades antrópicas (cf. Exhort. ap. Laudate Deum, 5), sin tener en cuenta los efectos a medio y largo plazo de la devastación humana y ecológica provocada por los conflictos armados.

Parece que aún no se tiene conciencia de que destruir la naturaleza no perjudica a todos del mismo modo: pisotear la justicia y la paz significa afectar sobre todo a los más pobres, a los marginados, a los excluidos. En este contexto, es emblemático el sufrimiento de las comunidades indígenas.

Y eso no es todo: la propia naturaleza se convierte a veces en un instrumento de intercambio, en un bien que se negocia para obtener ventajas económicas o políticas. En estas dinámicas, la creación se transforma en un campo de batalla por el control de los recursos vitales, como lo demuestran las zonas agrícolas y los bosques que se han vuelto peligrosos debido a las minas, la política de la “tierra arrasada” [1], los conflictos que se desatan en torno a las fuentes de agua, la distribución desigual de las materias primas, que penaliza a las poblaciones más débiles y socava su propia estabilidad social.

Estas diversas heridas son consecuencia del pecado. Sin duda, esto no es lo que Dios tenía en mente cuando confió la Tierra al hombre creado a su imagen (cf. Gn 1,24-29). La Biblia no promueve «el dominio despótico del ser humano sobre lo creado» (Laudato si’, 200). Al contrario, es «importante leer los textos bíblicos en su contexto, con una hermenéutica adecuada, y recordar que nos invitan a “labrar y cuidar” el jardín del mundo (cf. Gn 2,15). Mientras “labrar” significa cultivar, arar o trabajar, “cuidar” significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza» (ibíd., 67).

La justicia ambiental —anunciada implícitamente por los profetas— ya no puede considerarse un concepto abstracto o un objetivo lejano. Representa una necesidad urgente que va más allá de la simple protección del medio ambiente. En realidad, se trata de una cuestión de justicia social, económica y antropológica. Para los creyentes, además, es una exigencia teológica que, para los cristianos, tiene el rostro de Jesucristo, en quien todo ha sido creado y redimido. En un mundo en el que los más frágiles son los primeros en sufrir los efectos devastadores del cambio climático, la deforestación y la contaminación, el cuidado de la creación se convierte en una cuestión de fe y de humanidad.

Es hora de pasar de las palabras a los hechos. «Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana» (ibíd., 217). Trabajando con dedicación y ternura se pueden hacer germinar muchas semillas de justicia, contribuyendo así a la paz y a la esperanza. A veces se necesitan años para que el árbol dé sus primeros frutos, años que involucran a todo un ecosistema en la continuidad, la fidelidad, la colaboración y el amor, sobre todo si este amor se convierte en espejo del Amor oblativo de Dios.

Entre las iniciativas de la Iglesia que son como semillas esparcidas en este campo, deseo recordar el proyecto “Borgo Laudato si’”, que el Papa Francisco nos ha dejado como herencia en Castel Gandolfo, como semilla que puede dar frutos de justicia y paz. Se trata de un proyecto de educación en ecología integral que quiere ser un ejemplo de cómo se puede vivir, trabajar y formar comunidad aplicando los principios de la encíclica Laudato si’.

Ruego al Todopoderoso que nos envíe en abundancia su «espíritu desde lo alto» (Is 32,15), para que estas semillas y otras parecidas den frutos abundantes de paz y esperanza.

La encíclica Laudato si’ ha acompañado a la Iglesia católica y a muchas personas de buena voluntad durante diez años. Que siga inspirándonos y que la ecología integral sea cada vez más elegida y compartida como camino a seguir. Así se multiplicarán las semillas de esperanza, que debemos “cuidar y cultivar” con la gracia de nuestra gran e inquebrantable Esperanza, Cristo Resucitado. En su nombre, les envío mi bendición a todos.

Vaticano, 30 de junio de 2025, Memoria de los Santos Protomártires de la santa Iglesia Romana.

LEÓN PP. XIV

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[1] Cf. Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, Tierra y alimento, LEV 2016, 51-53.

lunes, 1 de septiembre de 2025

“Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.” (Lc 15, 6). Palabra de Vida. Septiembre 2025. Movimiento de los Focolares.

En el Antiguo Testamento, los pastores contaban las ovejas al volver de los campos, dispuestos a buscar a la que se hubiese perdido. Incluso se internaban en el desierto de noche con tal de encontrar a las ovejas descarriadas.

Esta parábola es una historia de pérdida y hallazgo que pone en el primer plano el amor del pastor. Este se da cuenta de que falta una oveja, la busca, la encuentra y se la carga a hombros porque está debilitada y asustada, quizá herida, y no es capaz de seguir al pastor por sí sola. Es él quien la lleva a resguardo y, por último, lleno de alegría, invita a sus vecinos a celebrarlo con él.

“Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.”

Los temas recurrentes de este relato podemos resumirlos en tres verbos: perderse, encontrar y celebrar.

Perderse. La buena noticia es que el Señor va a buscar a quien se extravía. Muchas veces nos perdemos en los desiertos cercanos, o en los que nos vemos obligados a vivir, o en los que nos refugiamos; son los desiertos del abandono, de la marginación, de la pobreza, de las incomprensiones, de la falta de unidad. El Pastor nos busca también allí, y aunque lo perdamos de vista, él nos encontrará siempre.

Encontrar. Intentemos imaginarnos la escena de la afanosa búsqueda por parte del pastor en el desierto. Es una imagen que impacta por su fuerza expresiva. Podemos entender la alegría tanto del pastor como de la oveja. El encuentro entre ambos devuelve a la oveja la sensación de seguridad por haberse librado del peligro. Por tanto, el «encontrar» es un acto de misericordia divina.

Celebrar. Él reúne a sus amigos para celebrarlo, porque quiere compartir su alegría, tal como ocurre en las otras dos parábolas que siguen a esta, la de la moneda perdida y la del padre misericordioso (cf. Lc 15, 8 y 15, 11). Jesús quiere que entendamos la importancia de participar de la alegría con todos y nos inmuniza contra la tentación de juzgar al otro. Todos somos personas «encontradas».

“Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.”

Esta Palabra de vida es una invitación a ser agradecidos por la misericordia que Dios tiene con todos nosotros personalmente. El hecho de alegrarnos, de gozar juntos, nos presenta una imagen de la unidad donde no hay contraposición entre justos y pecadores, sino que los unos participamos en la alegría de los otros.

Escribe Chiara Lubich: 

«Es una invitación a comprender el corazón de Dios, a creer en su amor. Inclinados como estamos a calcular y a medir, a veces creemos que el amor de Dios por nosotros también podría llegar a cansarse […] La lógica de Dios no es como la nuestra. Dios nos espera siempre; es más, le damos una inmensa alegría cada vez que volvemos a Él, aunque se tratase de un número infinito de veces» [1].

“Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.”

A veces podemos ser nosotros los pastores, los que cuidamos unos de otros y vamos con amor a buscar a quienes se han alejado de nosotros, de nuestra amistad, de nuestra comunidad; a buscar a los marginados, a quienes están perdidos, a los pequeños, aquellos que las pruebas de la vida han apartado a los márgenes de nuestra sociedad.

Nos cuenta una educadora: 

«Había varios alumnos que venían a clase esporádicamente. Durante mis horas libres solía ir por el mercado que está al lado de la escuela, esperando encontrarlos en ese lugar, porque me había enterado de que trabajaban allí para sacarse un dinero. Un día por fin los vi, y ellos se quedaron asombrados de que hubiese ido personalmente a buscarlos, y les impactó ver lo importantes que eran para toda la comunidad educativa. Desde entonces empezaron a venir regularmente a clase y fue en verdad una fiesta para todos».

Patrizia Mazzola y el equipo de la Palabra de Vida

[1] C. Lubich, Palabra de vida de septiembre de 1986: Palabras de Vida/1 (1943-1990) (ed. F. Ciardi), Ciudad Nueva, Madrid 2020, pp. 387-388.