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viernes, 5 de diciembre de 2025

Palabra de Vida: “Que suceda como ustedes han creído”. (Mateo 9,27-31)


Viernes de la primera semana de Adviento, 5 de diciembre de 2025.

Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 4 de diciembre de 2025

“El ternero y el cachorro de león pacerán juntos” (Isaías 11,1-10). II Domingo de Adviento.

A esta altura del año, aquí, en el Hemisferio Sur, llevamos ya más de dos meses de primavera. El comienzo de la primera lectura de este domingo nos recuerda los inicios de esta estación cuyos primeros signos son brotes de hojas y flores:

Saldrá una rama del tronco de Jesé
y un retoño brotará de sus raíces. (Isaías 11,1)

Un retoño… una vida nueva que surge de lo que parecía seco, agotado: el tronco; pero que, sin embargo aún puede comunicar y sostener la vida.

Al decirnos “el tronco de Jesé” se nos hace ver que esa imagen de la naturaleza es aplicada a una familia. Jesé fue el padre del rey David. El profeta está anunciando un nuevo descendiente de esa casa, un “hijo de David”: así se le llamará a Jesús. 

Inmediatamente se dice de ese retoño, ese descendiente:

Sobre él reposará el espíritu del Señor:
espíritu de sabiduría y de inteligencia,
espíritu de consejo y de fortaleza,
espíritu de ciencia y de temor del Señor
-y lo inspirará el temor del Señor-. (Isaías 11,2-3)

La plenitud del Espíritu Santo, efectivamente, estará presente en Jesús. Esto nos ayuda a entender porqué los primeros cristianos vieron en estas profecías el anuncio de Jesucristo.

Pero la imagen del retoño la podemos aplicar también a nuestra vida: a la renovación personal, por medio de la conversión y a la renovación de nuestras comunidades, creciendo en participación, comunión y compromiso misionero.

Frente a todo lo que parece envejecido, desgastado y hasta obsoleto, el retoño que brota nos está recordando que sigue estando en el corazón de cada comunidad y de cada uno de sus miembros el Espíritu que Jesús nos ha entregado. Es allí donde debemos buscar las luces y la fortaleza para nuestra renovación personal y comunitaria.

Más adelante, Isaías describe, en forma muy poética, un nuevo jardín del Edén, un nuevo paraíso, donde todas las creaturas convivirán en perfecta armonía:

El lobo habitará con el cordero
y el leopardo se recostará junto al cabrito;
el ternero y el cachorro de león pacerán juntos,
y un niño pequeño los conducirá. (Isaías 11,6)

Notemos las expresiones: “habitará con”; “se recostará junto a”;  “pacerán juntos”. No tenemos que equivocarnos: esas imágenes no solo se refieren a una transformación del reino animal. Se refieren también a un profundo cambio en las relaciones humanas. 

No tendría sentido ni sería posible una creación pacificada si esa paz no se da también entre nosotros, si no hay una verdadera reconciliación, de modo que el hombre deje de ser “lobo para el hombre”. 

Aunque puede resultarnos chocante pensar en esas figuras extremas, lobo-cordero, leopardo-cabrito aplicadas a personas de nuestra familia o de nuestra comunidad cristiana, más allá de que a veces, tristemente, esos extremos pueden darse, el énfasis hay que ponerlo en el juntos. Eso es lo que hace la diferencia. Es el llamado a convertirnos de nuestro individualismo, a salir de nuestro aislamiento e ir al encuentro, al trabajo en común, al caminar con los demás en comunidad. La oración personal es imprescindible y muy importante para abrirnos a la acción del Espíritu, pero nuestra fe se vive plenamente cuando se vive y se celebra en comunidad: la Eucaristía es “fuente y culmen de la vida cristiana”.

La visión de Isaías llega al colmo de la esperanza en estos versículos:

El niño de pecho jugará
sobre el agujero de la cobra,
y en la cueva de la víbora
meterá la mano el niño apenas destetado. (Isaías 11,8)

Es una imagen de lo que el Reino de Dios puede traer a la historia de los hombres. Es como si, finalmente, todos pudiéramos permitirnos volver a la inocencia que es el no tener miedo los unos de los otros. Eso hace posible vivir lo que Pablo nos propone en la segunda lectura:

Sean mutuamente acogedores, como Cristo los acogió a ustedes para la gloria de Dios. (Romanos 15,7)

Cristo, que se hizo servidor (Romanos 15,8) para recibirnos a todos, es quien nos hace posible estar juntos, trabajar juntos, caminar juntos, encontrarnos en la celebración verdaderamente juntos, es decir, dispuestos a recibirnos en comunión unos a otros como hermanos y hermanas en la fe y a compartir de corazón con todos la Paz que recibimos de Cristo.

Desde el Evangelio, la voz de Juan el Bautista nos urge:

«Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca.» (Mateo 3,2)

Esta conversión puede significar para algunos nada menos que volver: volver a la práctica de la fe, volver a los sacramentos y, desde allí, llevar una vida cristiana en el ámbito familiar, laboral, ciudadano… Para quienes, en cambio, ya están en ese camino, significará un tiempo de purificación, de necesaria poda que hace posible el crecimiento.

Juan el Bautista increpa a quienes intentan escapar del juicio de Dios. Se dirige a los fariseos y saduceos y les advierte:

«Produzcan el fruto de una sincera conversión, y no se contenten con decir: "Tenemos por padre a Abraham".» (Mateo 3,8-9)

Para nosotros, sus palabras son un llamado a abandonar toda falsa seguridad y a entrar también en un camino de conversión. De esa forma, podremos leer las palabras finales del Bautista no como una amenaza que nos llevaría a intentar una inútil huida, sino como la esperanza que nos conduce a la vida:

«Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible.» (Mateo 3,11-12)

Busquemos andar juntos en este camino de Adviento, en comunidad, acompañándonos y animándonos unos a otros para una plena y profunda vuelta a Cristo.

Colecta del Fondo Común Diocesano

El sábado 6 y domingo 7 se hace en toda la diócesis la colecta del Fondo común diocesano, destinado a los gastos de la Curia. Tal vez alguno no lo sabe, pero en el Obispado son varias las personas que trabajan en distintos servicios para todas las comunidades de nuestra Diócesis.

En esta semana

  • Lunes 8: Inmaculada Concepción de María, fiesta patronal en Pando, procesión a las 18:30 desde el colegio del Huerto y Misa en el templo parroquial.
  • Viernes 12: nuestra Señora de Guadalupe, patrona de nuestra diócesis. Ese día, en la Catedral: 18 horas Rosario; 18:30 procesión y Misa.
  • Sábado 13: se festeja los 65 años de la capilla de Santa Lucía, en la ciudad del mismo nombre. Misa a las 18 horas. Allí estaré para dar gracias a la patrona por haber salido bien de mi operación de cataratas.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que los bendiga Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Palabra de Vida: Construir sobre la roca. Mateo 7,21.24-27




Jueves de la primera semana de Adviento, 4 de diciembre de 2025.

Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.
Foto: Cerro de los Cuervos, Lavalleja, Uruguay.

miércoles, 3 de diciembre de 2025

Palabra de Vida: ESPERAR EN DIOS (Isaías 25,6-10a)


 
Martes de la primera semana de Adviento, 3 de diciembre de 2025.

San Francisco Javier.

Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

Foto: Cerro Catedral, Uruguay

lunes, 1 de diciembre de 2025

Palabra de Vida: “Sobre él reposará el espíritu del Señor” (Isaías 11,1-10)


Martes de la primera semana de Adviento, 2 de diciembre de 2025. Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

domingo, 30 de noviembre de 2025

Señor, basta que digas una palabra. (Mateo 8,5-11)


Lunes de la primera semana de Adviento.

1 de diciembre de 2025.

miércoles, 26 de noviembre de 2025

El Señor vendrá (Mateo 24,37-44). Primer domingo de Adviento.

El domingo pasado, con la solemnidad de Cristo Rey, culminó el año litúrgico. Comenzamos, entonces, un nuevo año, con el tiempo de Adviento. Lo que aún no ha terminado, además del año civil, es el año jubilar, que tendrá su cierre en Roma con la solemnidad de la Epifanía. En las Diócesis el año jubilar concluye antes: el domingo 28 de diciembre, en la fiesta de la Sagrada Familia. Así lo haremos nosotros en la Diócesis de Canelones, tal como hicimos la apertura, en la parroquia de Sauce, de modo que comienzo aquí a invitar a todos los que quieran acompañarnos.

La primera lectura de este domingo comienza con un versículo que podríamos pasar fácilmente por alto, viéndolo apenas como un título: 

Palabra que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión, acerca de Judá y de Jerusalén. (Isaías 2,1)

La “Palabra” a la que se refiere Isaías es el mensaje de Dios para los hombres, un anuncio de paz… pero todo mensaje requiere que haya un mensajero, alguien que lo transmita.

Así, el tiempo de Adviento nos pide dos cosas: primero, recibir el mensaje; pero, también, aceptar que ese mensaje puede ser transmitido a través de nosotros.

De hecho, cada Misa nos pone frente a la misión de anunciar nuestra fe… Al terminar la celebración, el sacerdote o el diácono nos despiden diciendo “pueden ir en paz”; no para que nos guardemos esa paz, sino para que la llevemos al mundo.

Más aún, cuando después de la consagración del Cuerpo y Sangre de Cristo el sacerdote nos dice “este es el sacramento de nuestra fe”, nuestra respuesta es un compromiso: “anunciamos tu muerte… proclamamos tu resurrección”. Ese anuncio, esa proclamación no pueden quedar encerrados en el templo. Estamos llamados a manifestarlo en palabras y obras ante todos aquellos con quienes nos encontramos diariamente.

Esa aclamación termina con una frase que resuena especialmente en este tiempo de Adviento: “¡Ven, Señor Jesús!”. Anunciamos y proclamamos al Señor que viene a nosotros, que pasa en medio de nuestra vida cotidiana. De Él, como Isaías, somos mensajeros.

Junto al profeta Isaías, que nos acompañará a lo largo de los cuatro domingos en el camino hacia la Navidad, resuena también la palabra del apóstol Pablo:

Ustedes saben en qué tiempo vivimos y que ya es hora de despertarse, porque la salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. (Romanos 13,11)

“Ustedes saben en qué tiempo vivimos”… ¿lo sabemos realmente? ¿estamos conscientes o inconscientes? Cuando estamos en actividad, prestando atención a nuestras tareas, podemos pensar “sí, claro, estoy consciente”… sin embargo, a pesar de que nos sintamos así, muy despiertos, podemos haber entrado en el “sueño del alma” y necesitamos la voz que nos diga, como en aquella copla “despierte el alma dormida…”

Las luces de la corona de adviento, que irán marcando los domingos de este tiempo, se suman al llamado de Pablo a ese despertar del alma.

En el evangelio, el mensaje se hace más fuerte. Así comienza diciendo:

Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. (Mateo 24,37-39)

“La gente comía, bebía y se casaba”… podemos preguntarnos “¿y qué pasa con eso, cuál es el problema?” Todo eso es normal… no se habla de gula, embriaguez, indecencia ni de violencia, robo o corrupción… ¿cuál es el problema de esta gente?

El problema está en no ver más allá, sino reducir la vida humana a lo inmediato, como si estuviéramos programados únicamente para satisfacer nuestras necesidades. Cuando pensamos así, cuando no miramos más lejos ni más alto, nuestra vida pierde su horizonte, pierde su sentido último, que solo se encuentra en una vida en Dios, en participar de su eternidad.

Ese fin último unifica todo nuestro ser. Cuando no lo vemos, convertimos en el fin de nuestra vida el poder, el tener, el placer. Nuestro interior se divide, tironeado por esas fuerzas que reclaman nuestra atención con sus promesas de triunfo, pero que no cumplen lo que prometen y nos dejan solo un gran vacío. 

La resurrección de Cristo nos ilumina sobre nuestra propia resurrección en Él, en cuerpo y alma. El cuerpo no es un envase descartable: es templo del espíritu; templo de nuestra alma espiritual y templo del Espíritu Santo. Estamos llamados a compartir la eternidad de Dios, a entrar en la vida eterna en cuerpo y alma, es decir, con todo lo que somos, con todo lo que nos identifica, todo lo que hace de cada uno de nosotros un ser único.

Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. (Mateo 24,44)

El mensaje de Jesús puede sonarnos amenazante, con eso de “vendrá a la hora menos pensada”, incluso con la comparación con la llegada de un ladrón…

Sin embargo, no podemos pensar en un Dios que está como acechándonos, esperando que estemos distraídos o, peor aún, dormidos, para llegar y sorprendernos para mal.

Por eso tenemos que entender estas palabras, en primer lugar, como una llamada a nuestra libertad, a nuestra responsabilidad. Estar preparados es signo de que esperamos algo, más aún, que esperamos a Alguien y ese “estar preparados” ha sido nuestra elección.

Por otra parte, en las palabras de Jesús está reflejada su promesa: “el hijo del hombre vendrá”.

Ése es el consuelo de la fe, el fundamento de la esperanza en la que hemos peregrinado en este año jubilar y tenemos que seguir caminando a lo largo de nuestra vida: el Señor viene.

Dios está cerca y viene, pasa por nuestra vida, nos visita, se hace cercano y volverá al fin de los tiempos para recogernos en su amor.

Si hay un lugar privilegiado donde el Señor se hace presente, es cuando nos reunimos en su nombre… el Adviento, a pesar del fin del año, del calor de nuestro hemisferio sur, es una ocasión especial para el reencuentro con el Señor, para comenzar o recomenzar nuestro caminar con Él con nuestros hermanos y hermanas, en comunidad. 

Como dice la oración que rezamos para encender la primera vela de la corona de adviento: “muchas sombras nos envuelven, muchos halagos nos adormecen” Nosotros queremos estar atentos y preparados para recibir al mensajero que nos trae la mejor noticia y para hacernos nosotros mismos mensajeros de la más profunda y verdadera alegría. ¡Ven, Señor Jesús!

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

miércoles, 19 de noviembre de 2025

JESÚS, ACUÉRDATE DE MÍ (Lucas 23,35-43). Nuestro Señor Jesucristo, rey del Universo.

El 2 de junio de 1953, en la Abadía de Westminster, en Inglaterra, Isabel segunda fue coronada soberana del Reino Unido. Hoy, cuando prácticamente cualquier persona que tenga un celular en sus manos puede no solo fotografiar o filmar sino también transmitir en directo cualquier cosa que esté presenciando, puede resultarnos extraña la discusión que se dio en la casa real a raíz de la idea de hacer algo completamente inédito: que aquel acontecimiento fuera transmitido por televisión. Efectivamente, fue la primera coronación televisada y fue vista por 27 millones de personas en el Reino Unido y millones más en otras partes del mundo. La ceremonia se transformó así en un espectáculo, algo que la gente quería ver…

Curiosamente, “espectáculo” (en griego θεωρία, theōria) es la palabra que encontramos en el evangelio de Lucas, al hablar de la crucifixión de Jesús:

La multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho. (Lucas 23,48)

Es que el relato de la pasión es también el relato de una coronación… pero con una corona de espinas.

El pasaje del evangelio que leemos hoy nos introduce casi bruscamente en la escena:

[Después de que Jesús fue crucificado], el pueblo permanecía allí y miraba. (Lucas 23,35a)

Ciertamente, para las autoridades romanas, que condenaban a morir de esa forma a rebeldes y criminales, era importante que eso se hiciera públicamente, a la vista de todos, para que se supiera de qué forma serían castigadas aquellas conductas; de modo que la gente, quedándose a mirar, estaba haciendo lo que las autoridades esperaban… sin embargo ¿con qué sentimientos estaba el pueblo contemplando aquel acontecimiento? Por algo volvieron golpeándose el pecho.

El verbo usado por Lucas, cuando nos dice que el pueblo miraba (θεωρῶν, theōrōn), no es el de un ver ocasional, un poco distraído, sino un mirar atento: una forma de observar y aún de contemplar, un esfuerzo interior para interpretar lo que están viendo, para comprender lo incomprensible. 

El Dios del Antiguo Testamento es el invisible. Sus amigos, como Moisés o Elías, apenas pueden ver un resplandor de su presencia.

Pero Dios se deja ver en Jesús, el Verbo encarnado. Dejándose ver, en cierta forma, Dios se deja poseer por quien lo mira… más aún, se deja clavar en la cruz. El Pueblo permanece en el calvario tratando de entender lo que ve, lo imposible: un Dios crucificado. 

Mientras el pueblo mira y contempla; sus jefes y los soldados se burlan de Jesús:

«Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!» También los soldados se burlaban de Él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: «Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!» (Lucas 23,35b-37)

¿Por qué Jesús no se salva a sí mismo? No es posible que no tenga el poder de hacerlo. Pero de eso se trata, precisamente: del poder de Dios. El poder de Dios que se manifiesta en Jesús es el poder de entregarse, de amar, de dar todo de sí mismo. Es en esto que Jesús es rey. Ése es su poder, ésa es su realeza, su realeza que “no es de este mundo” (Juan 18,36). 

Celebrar a Jesucristo rey del universo podría interpretarse con el criterio de los poderes de este mundo. La ambición de los hombres que conquistaron imperios y que siguen hoy buscando engrandecerse en el poder es extender su dominio por sobre todo lo que esté a su alcance. Jesús crucificado muestra que el verdadero poder es el de darse, de entregarse, de amar hasta el extremo.

Algunos artistas han pintado la escena del calvario como un gran cuadro en el que, alrededor de las tres cruces que se encuentran en el centro, aparece una multitud en la que pueden distinguirse los jefes, las mujeres que seguían a Jesús -recordemos, los discípulos habían huido- los soldados y la masa del pueblo.

Sin embargo, en ese gran escenario, la narración de Lucas nos transporta a una escena íntima, que sucede en lo alto de las cruces.

Abajo queda la multitud, el movimiento, los gritos, y aquí podemos escuchar el diálogo de los tres crucificados.

Uno de los dos malhechores se hace eco de los insultos que habían pronunciado los jefes y los soldados:

«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». (Lucas 23,39)

Tal vez para este hombre no es posible razonar de otra manera. En definitiva, si en su vida solo ha buscado salvarse a sí mismo, imponiéndose violentamente a otros, al encontrarse ante algo que no puede dominar, está perdido.

En cambio, el otro malhechor, lee de otra forma lo que está haciendo Jesús. En ese condenado, igual que él, a morir en la cruz, pero que no busca salvarse a sí mismo, reconoce la presencia de Dios:

Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que Él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero Él no ha hecho nada malo».

Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino». (Lucas 23,40-42)

El pedido del ladrón mira hacia un Reino que vendría en el futuro. La respuesta de Jesús, en cambio, pone esa realidad ya casi en el presente, en el hoy.

«Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lucas 23,43)

Estas palabras de Jesús en la cruz, las palabras del rey que recibe al primero de sus súbditos, son como la recapitulación de todos sus gestos de acogida y de perdón hacia los pecadores: aspecto especialmente subrayado en el evangelio de Lucas, con el regreso del hijo pródigo, la visita a la casa de Zaqueo o el perdón a la mujer pecadora que ungió los pies del Maestro.

El paraíso no es descripto aquí como un lugar maravilloso, el jardín del edén: el paraíso es estar con Jesús. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” significa “transformo tu muerte, tu fracaso, tu vida fallida en estar en la total intimidad conmigo, en estar conmigo”.

Este condenado, pues, no va a morir solo ni al lado de Jesús: va a morir con Jesús y por eso entrará con Él en la vida: “hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Jesús, desde el doloroso trono de la cruz, ha dado audiencia a todos. Audiencia viene del latín “audire”, que significa escuchar. A todos ha escuchado: los jefes, los soldados, el primer ladrón, el otro… pero sólo a éste último le ha respondido.

Desde nuestra pobreza, desde nuestra fragilidad, unámonos a la petición del tercer crucificado: “Jesús, acuérdate de mí…” confiados en que el rey escuchará nuestra súplica más humilde y más confiada. 

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

viernes, 14 de noviembre de 2025

“Para que puedan dar testimonio de mí” (Lucas 21,5-19). Domingo XXXIII durante el año.

IX Jornada Mundial de los Pobres

Se celebra en este día en la Iglesia la novena jornada mundial de los pobres, convocada por el papa León XIV con el lema “Tú, Señor, eres mi esperanza”. Esta jornada fue instituida por el papa Francisco, quien desde el inicio de su pontificado manifestó una profunda preocupación y compromiso hacia los pobres, tanto en sus palabras como en acciones concretas.

El mensaje que el papa León ha entregado para esta jornada es breve y en él afirma que “la pobreza más grave es no conocer a Dios” a la vez que señala que “El pobre puede convertirse en testigo de una esperanza fuerte y fiable, precisamente porque la profesa en una condición de vida precaria, marcada por privaciones, fragilidad y marginación”.

Para una reflexión más extensa sobre el caminar de la Iglesia junto a los pobres, el papa León nos entregó su primera exhortación apostólica, titulada “Dilexi te: sobre el amor hacia los pobres”, un texto que había empezado el papa Francisco. “Dilexi te” significa “Te he amado” (Apocalipsis 3,9) y está tomado de un pasaje del libro del Apocalipsis, en el que Jesús manifiesta su amor “a una comunidad cristiana que, a diferencia de otras, no tenía ninguna relevancia ni recursos y estaba expuesta a la violencia y al desprecio”: una comunidad pobre. No podemos resumir aquí el contenido de esta extensa exhortación. Los invito a leerla, meditarla y, sobre todo, a contemplar ese camino de la Iglesia con los pobres, para ver como unirnos más profundamente a él.

El Evangelio de hoy

El evangelio de hoy nos pone frente a un anuncio de Jesús difícil de escuchar para sus discípulos. Volvamos, una vez más, a tratar de ponernos en la piel de ellos, que están descubriendo a su Maestro… los discípulos son judíos creyentes; para ellos, el templo de Jerusalén tiene una enorme carga de significado. Jesús mismo, expulsando a los mercaderes ha mostrado el valor profundo del templo como “casa de oración”… sin embargo…

Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». (Lucas 21,5-6)

Cuando decimos “templo” nos imaginamos, en base a lo que hoy conocemos, una construcción importante… 

El templo de Jerusalén, mucho más que un edificio, era un extenso complejo, existente desde el siglo V antes de Cristo. Fue completamente reformado por el rey Herodes el Grande quien duplicó su superficie, llevándola a más de 14 hectáreas. 

El templo estaba rodeado por muros, con diez puertas distribuidas en los cuatro puntos cardinales. Al entrar se ingresaba al patio de los gentiles, es decir, de los no judíos; allí podía ingresar cualquier persona. Ese era el lugar donde se encontraban los cambistas y los vendedores de animales que fueron expulsados por Jesús.

Más adentro se encontraba el patio de las mujeres, hasta el que podían entrar las mujeres judías. 

A continuación, el patio de Israel o de los varones y finalmente, el atrio de los sacerdotes, en torno al santuario que estaba situado en el centro y era el edificio más importante.

Junto al atrio se encontraba el altar de los sacrificios en el que diariamente se sacrificaban los numerosos animales ofrecidos.

Solo los sacerdotes podían ingresar al santuario. De hecho, Herodes hizo que en su construcción solo participaran sacerdotes, que fueron entrenados para esa tarea.

Dentro del santuario había dos espacios: el santo, donde entraban diariamente los sacerdotes y otro, más pequeño, el Santo de los Santos, separado por un gran velo, al que solo podía ingresar el sumo sacerdote una vez al año.

La estructura del templo acentuaba la idea de un Dios presente en medio de su pueblo en el Santo de los Santos pero, a la vez, separado y lejano.

Como ya comentamos en el programa anterior, Jesús, “Dios con nosotros” es el nuevo templo de Dios, lugar de su presencia. La Iglesia, cuerpo de Cristo, prolonga en el conjunto de los creyentes y en cada uno de ellos esa presencia. “Ustedes son templo de Dios”, decía san Pablo a una de sus comunidades (1 Corintios 3,16)

El anuncio de Jesús sobre la destrucción del templo indica el comienzo de una nueva presencia y relación de Dios entre y con la humanidad. Los evangelios expresan esto narrando que en el momento de la muerte de Jesús el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, abriendo el acceso al Santo de los Santos (Mateo 27,51; Marcos 15,38; Lucas 23,45).

En nuestro evangelio de hoy, Jesús advierte sobre el futuro: tras la destrucción del templo, que ocurriría en el año 70, vendrían tiempos confusos y perturbadores:

«Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.» (Lucas 21,10-11)

En medio de esas zozobras, Jesús llama a no alarmarse, a no dejarse engañar por falsos Mesías y a prepararse a las persecuciones:

«Antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.» (Lucas 21,12-13)

Efectivamente, “dar testimonio”, dar testimonio de Jesús es la misión del cristiano en todo momento, tanto en la calma como en la tempestad. Este año jubilar nos recuerda que los cristianos somos, ante todo, testigos de esperanza, que no podemos dejarnos abrumar por los acontecimientos trágicos ni sucumbir al desencanto de las ilusiones rotas. El Señor nos llama a trabajar con Él por la paz en el mundo como testigos de esperanza en un futuro de salvación y resurrección.

En las persecuciones Jesús promete asistir a sus discípulos y les advierte que serán entregados incluso por los más cercanos miembros de su familia. La palabra final de Jesús nos anima ante cualquier tentación de bajar los brazos y abandonar la fe:

«Gracias a la constancia salvarán sus vidas» (Lucas 21,19)

Que el Señor nos dé la constancia para seguir juntos caminando con Él, siendo sus testigos ante toda la humanidad.

Peregrinación y Asamblea

El domingo 9 se realizó en Florida la peregrinación nacional a la Virgen de los Treinta y Tres, en el bicentenario de esta advocación. Entre los peregrinos que llegaron a pie estuvieron integrantes de la Pastoral Juvenil de nuestra diócesis.

Días antes y en días siguientes los obispos del Uruguay estuvimos reunidos en nuestra asamblea.

En esta semana:

  • Lunes 17 Santos mártires rioplatenses: Roque González, Alfonso Rodríguez y Juan del Castillo.
  • Miércoles 19. Santa Isabel de Hungría, patrona de la parroquia de Salinas.
  • Viernes 21. Presentación de María, día de la vida consagrada en el Uruguay.
  • Sábado 22. Santa Cecilia, virgen y mártir.
  • El domingo 23: solemnidad de Cristo Rey, fin del año litúrgico.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

martes, 11 de noviembre de 2025

A los pies de la Virgen de los Treinta y Tres, junto al pueblo de Dios. Peregrinación y asamblea de la CEU.

200 años de devoción a la Virgen de los Treinta y Tres

Los doscientos años de la devoción a la Virgen de los Treinta y Tres, patrona del Uruguay, fueron celebrados en su santuario, en la ciudad de Florida, con una gran peregrinación nacional que se realizó el domingo 9 de noviembre.

En un clima de fe y alegría, una multitud de fieles laicos, personas consagradas, diáconos y sacerdotes llegados aún desde los lugares más lejanos del país, junto con los obispos,  celebraron una Misa presidida por el Cardenal Daniel Sturla.

Al comienzo de la celebración el Nuncio Apostólico en el Uruguay, Mons. Gianfranco Gallone, leyó un cálido saludo del Papa León XIV y anunció que se espera concretar una fecha para la visita del Santo Padre, muy posiblemente el año próximo.

La jornada continuó con distintos momentos de oración y encuentro de los peregrinos culminando con una procesión desde el parque de la Piedra Alta hasta la Catedral.

La asamblea de los obispos: la visita al Papa y la visita del Papa

Los Obispos se encontraban ya reunidos en asamblea desde el miércoles 5. Ese día tuvieron una mañana de retiro, orientada por Mons. Alberto Sanguinetti, en torno a la devoción a la patrona del Uruguay.

Por la tarde, los obispos tuvieron un tiempo para compartir fraternalmente sus vivencias y luego comenzaron a tratar algunos de los asuntos que los habían convocado.

El jueves se recibió al Sr. Nuncio, con quien se habló de la preparación de la visita Ad Limina, que periódicamente hacen los Obispos a la Santa Sede, programada para septiembre de 2026, así como de la preparación de la visita del Papa al Uruguay.

Preocupación por la ley de eutanasia

Los Obispos lamentaron la reciente aprobación de la ley de eutanasia, que es un paso más en la cultura de la muerte y del descarte. Se recibió al Dr. Álvaro Vázquez Delgado, quien hizo un clarificador aporte sobre las consecuencias de la ley. A los Obispos les preocupa especialmente la indefensión a la que la ley expone al personal de la salud. Se espera que la reglamentación considere esos aspectos y la libertad de conciencia de todas las personas que queden involucradas.

Otro momento de reflexión estuvo centrado en la cultura secularizada del Uruguay y su incidencia hacia el interior de la Iglesia.

Vida pastoral de la Iglesia en el Uruguay

Distintas áreas de pastoral fueron presentando sus informes a lo largo de los días: 

- el Departamento de Catequesis está abocado a la preparación de un congreso nacional de Catequesis para 2027; 

- la Animación Bíblica de la Pastoral presentó el curso programado del 2 al 5 de febrero, sobre las cartas de San Pablo, que será dictado por el P. Fidel Oñoro;

- el Departamento de Liturgia anunció la publicación de una nueva edición del subsidio de Semana Santa;

- el Departamento de Pastoral Social – Cáritas ofreció un amplio informe de sus actividades y su calendario para el año próximo;

- la Comisión Nacional para la Prevención de Abusos, protección de menores y adultos vulnerables y promoción de una cultura del cuidado compartió su informe anual;

- presentaron también informes el Departamento de Vocaciones y Ministerios y la Comisión Nacional de Pastoral Juvenil.

Fue aprobada la creación del Instituto de Ciencias Religiosas, dentro de la Facultad de Teología del Uruguay, un paso hacia la aprobación de la Santa Sede.

2026: profundizar en sinodalidad

El lunes 10 los Obispos recibieron a los vicarios pastorales de sus respectivas diócesis. La jornada se dedicó a trabajar sobre la etapa de implementación del Sínodo sobre la sinodalidad, es decir, sobre la forma de concretar en nuestro medio las conclusiones de ese gran esfuerzo de toda la Iglesia, iniciado en 2023, y prepararnos a las siguientes etapas.

Mons. Bodeant, que participó recientemente en el Jubileo de los equipos sinodales, trajo la palabra del Papa León XIV durante el evento, recordando que el objetivo del Sínodo es ayudar a la Iglesia a crecer en comunión, participación y, sobre todo, en la misión de anunciar el Evangelio.

En su reflexión, los Obispos y los vicarios consideraron la importancia de una mayor formación en los fundamentos y en la espiritualidad de la sinodalidad.

Como conclusión los Obispos decidieron mantener las Orientaciones Pastorales vigentes desde 2021, poniendo énfasis en la Orientación II:

Fortalecer la vida y los procesos comunitarios, generando y promoviendo en nuestras comunidades la cultura del encuentro, buscando crecer en sinodalidad.

A lo largo del año próximo, se procurará trabajar en las comunidades en la formación y la espiritualidad, también en relación con la visita del Santo Padre.

domingo, 9 de noviembre de 2025

Mensaje del Papa León XIV con motivo de los 200 años de la devoción a la Virgen de los Treinta y Tres en el Uruguay.


Su excelencia Monseñor Milton Luis Tróccoli Cebedio
Obispo de Maldonado – Punta del Este – Minas
Presidente de la Conferencia Episcopal del Uruguay

El Papa León XIV saluda cordialmente a su Excelencia, así como a los demás obispos, sacerdotes, consagrados y laicos que participan en la celebración con motivo del bicentenario de la devoción a la Virgen de los Treinta y Tres, patrona de Uruguay y se une a la acción de gracias por las abundantes bendiciones que nuestra Madre celestial ha alcanzado de su Hijo Jesucristo a ese querido pueblo latinoamericano.

El Santo Padre los invita a conmemorar este aniversario con gratitud y esperanza, unidos espiritualmente a María en el misterio de su pura y limpia Concepción y recordando que las raíces cristianas están entrañablemente entrelazadas con la historia y la libertad de ese país.

Asimismo, los anima a seguir intensificando la misión evangelizadora, para que a todos llegue la luz de la Palabra de Dios, el consuelo de los sacramentos, el auxilio de la oración y no falta nunca la ayuda caritativa y fraterna a los más necesitados.

Con estos sentimientos, Su Santidad, invocando la protección maternal de la Virgen de los Treinta y Tres sobre todos los presentes, imparte de corazón la implorada bendición apostólica, que extiende complacido a sus familiares y demás seres queridos.

Cardenal Pietro Parolín
Secretario de Estado

Vaticano, 9 de Noviembre de 2025.

jueves, 6 de noviembre de 2025

“Ustedes son templo de Dios” (1 Corintios 3, 9c-11. 16-17). 9 de noviembre: dedicación de la Basílica de Letrán.

En este domingo, segundo del mes de noviembre, la Iglesia en el Uruguay peregrina a la ciudad de Florida, donde se encuentra el santuario de la Virgen de los Treinta y Tres, patrona del Uruguay. No es una peregrinación más, ya que este año se cumple el bicentenario del comienzo de esta advocación; es decir, del momento en que la imagen antes conocida como “Virgen del Pintado” y después como “Virgen del Luján”, comenzó a ser llamada “Virgen de los Treinta y Tres”.

Sin embargo, el calendario universal nos marca también en este día, 9 de noviembre, la fiesta de la dedicación de la basílica de Letrán que se encuentra en la ciudad de Roma.

Si a muchos nos preguntaran cuál es la catedral del papa, posiblemente diríamos “la basílica de san Pedro”. Sin embargo, no es así: la catedral de Roma, cuyo obispo es el Santo Padre, es la basílica de Letrán.

Hay muchas basílicas en el mundo; varias de ellas en el Uruguay. Para quienes son de Paysandú o hemos vivido allí, decir “la basílica” nos evoca inmediatamente el templo de la parroquia Nuestra Señora del Rosario y san Benito de Palermo. Es una de las iglesias que recibió del Papa ese título de honor. En el interior de las basílicas papales hay un distintivo que es una especie de sombrilla, con los colores rojo y amarillo, que se ubica cerca del altar.

Sí, hoy “basílica” significa eso: un título que da el Papa a una iglesia que lo amerita por su importancia; sin embargo, en su origen, basílica es un término arquitectónico.

¿Cuál es el origen de las basílicas en la Iglesia? Para entender eso, tenemos que irnos a la antigua Roma. ¿Cómo eran los templos dedicados a los dioses romanos? El templo solía tener una planta rectangular, rodeada de columnas. En el centro se encontraba la imagen, normalmente muy grande, de la divinidad a la que estaba dedicado el templo y esa estructura permitía que los devotos pudieran circular alrededor de la imagen; pero no era un lugar de reunión.

Por otro lado, en la arquitectura romana y antes en la griega, existía un edificio público que era llamado basílica, que tenía muchos usos pero, principalmente, el de sede de tribunales. Estaba pensada como para que la gente pudiera reunirse en ella. Tenía una planta rectangular, con una nave o espacio central separada por columnas de dos naves laterales. Al fondo sobresalía el ábside, lugar donde se ubicaban los jueces. Al frente había a veces un atrio, espacio para quienes esperaban el momento de ingresar.

Cuando en el año 313 el emperador Constantino decretó la libertad de culto en el Imperio Romano, los cristianos, que desde los primeros tiempos se reunían y tenían sus celebraciones escondidos en catacumbas, comenzaron a construir sus templos con plantas similares a las de las basílicas, precisamente porque el culto cristiano se caracteriza por hacerse en asamblea, en la reunión de los fieles. En el ábside, donde se ubicaban antes los jueces, se colocaba el altar. Los fieles encontraban amplio espacio en las naves. El largo del edificio llevaba la mirada al altar.

La dedicación de la Basílica de Letrán, el hecho que conmemora la fiesta de hoy, fue celebrada por el papa Silvestre en el año 324. ¿A quién fue dedicada? Al Santísimo Salvador. Sin embargo, a veces se la llama “san Juan de Letrán” ¿por qué? Porque después del siglo VI se le añadieron los nombres de los dos grandes Juanes: el Bautista y el Evangelista.

La fiesta de la dedicación de esta Iglesia se celebraba solo en Roma; pero a partir de 1565 se extendió a todas las iglesias del rito romano, ya que se la considera "madre y cabeza de todas las Iglesias de la urbe y del orbe", signo de la Iglesia de Roma que “preside en la caridad” a toda la comunión católica (cf. Romanos 1,1).

El Evangelio que escuchamos es el pasaje en el que Jesús expulsa a los mercaderes del templo. Cuando se le pregunta qué signo da para obrar así, es decir, porqué tendría él autoridad para hacer eso, Jesús responde:

«Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar» (Juan 2,19)

Los judíos le responden que la construcción del templo había demorado cuarenta y seis años ¿cómo podría Jesús levantarlo en tres días? El evangelista nos aclara el sentido de las palabras de Jesús:

Él se refería al templo de su cuerpo. (Juan 2,21)

Por su muerte y resurrección al tercer día, Cristo se convirtió en el nuevo y perfecto templo de Dios. Él es a la vez cabeza del cuerpo que forman los creyentes. Unido a Cristo, el pueblo de Dios se hace templo de piedras vivas.

Por eso, la iglesia de piedra o de ladrillo es símbolo de la comunidad cristiana. En la segunda lectura de hoy, San Pablo escribe a los Corintios:

Hermanos… el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo. (1 Corintios 3,17)

La comunidad es el templo; más aún, cada creyente es templo del Espíritu Santo que le ha dado Cristo:

¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? (1 Corintios 3,16)

La dedicación de una iglesia es una ceremonia muy hermosa y llena de signos que ayudan a resaltar el gran signo que es esa construcción destinada a reunir al Pueblo de Dios para orar y celebrar los sacramentos de la fe. La Iglesia se construye para ese fin y por eso se la dedica al Señor, como se ha hecho desde tiempos antiquísimos.

Sabemos que la presencia de Dios desborda el universo. San Pablo llega a decir que Dios no habita en casas construidas por los hombres (Hechos 17,24). Es posible rezar en cualquier sitio y aún en condiciones poco auspiciosas… pero el templo crea un entorno que busca ayudarnos para encontrar a Dios, tanto en la oración personal como comunitaria.

La filósofa de origen judío Edith Stein, quien se hizo monja con el nombre de Benedicta de la Cruz y fue asesinada e incinerada en Auschwitz, recuerda que su camino de conversión comenzó cuando vio a una mujer de pueblo que venía de hacer sus compras en la feria, detenerse y entrar a una iglesia para hacer una breve oración. La futura santa carmelita explicaba así su sentimiento:

«Para mí fue algo completamente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que yo frecuentaba, los creyentes iban para la celebración de un oficio. Sin embargo, en esta circunstancia, una persona entraba en una iglesia desierta para tener un coloquio íntimo. Nunca pude olvidar eso» (Edith Stein – Santa Benedicta de la Cruz)

Que el Señor nos ayude a encontrarlo cada día, personalmente y en comunidad. Que halle en nosotros la docilidad para que Él haga nos haga su templo espiritual, la comunidad que lo adore “en espíritu y en verdad”.

En esta semana

  • El Lunes 10, san León, papa. El primer papa que tomó ese nombre, que lleva hoy León XIV.
  • Martes 11, san Martín de Tours, el soldado cristiano que partió su capa para ayudar al mendigo aterido de frío.
  • Miércoles 12, san Josafat, mártir de la unidad de la Iglesia.
  • Sábado 15, san Alberto Magno, gran teólogo, doctor de la Iglesia.

Gracias amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

lunes, 3 de noviembre de 2025

3 de noviembre. San Martín de Porres.


 

Pasaje de la homilía del Papa San Juan XXIII, en la ceremonia de canonización de San Martín de Porres, 6 de mayo de 1962.
San Martín de Porres es patrono de una de las capillas de la Catedral de Canelones.

viernes, 31 de octubre de 2025

1 de noviembre: Solemnidad de todos los Santos. Con alegría, llevar la Esperanza. Mateo 5,1-12a.


Palabra de Vida: Con alegría, llevar la Esperanza. Mateo 5,1-12a.
Sábado 1 de noviembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

"En Cristo brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección". 2 de noviembre: Todos los fieles difuntos. La resurrección de Lázaro (Juan 11, 17-27).

“En Cristo brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección;
y así, a quienes la certeza de morir nos entristece,
nos consuela la promesa de la futura inmortalidad”.
(Prefacio de Difuntos I)
En este año jubilar centrado en la esperanza, ha sido algo más que una feliz coincidencia que el día de la conmemoración de todos los fieles difuntos, el 2 de noviembre, haya correspondido a un domingo.

Si hay algo que nos interpela en nuestra fe, si hay algo que es “cuestión de fe” es el misterio de la muerte. La muerte, como final de esta vida que conocemos es una certeza, como lo recuerda el prefacio de difuntos que he citado al comienzo. En el siglo XX el filósofo Martín Heidegger definía al ser humano como un “ser-para-la-muerte”. A pesar de lo que parece, no era una visión tan negativa, porque decía que la conciencia de la muerte debía llevar a cada persona a vivir auténticamente, asumiendo la responsabilidad de sus decisiones en el presente… Pero es que también quienes creemos que habrá otra vida recibimos el mismo llamado a la responsabilidad por nuestras acciones; solo que con una referencia luminosa, que es la de Jesús resucitado.

El evangelio que nos propone la liturgia de hoy es el de la resurrección de Lázaro. No es una resurrección como la de Jesús, la entrada en la vida eterna. Lázaro vuelve a esta vida: vuelve a encontrarse con sus queridas hermanas y con su amigo Jesús. Pero esta acción de Jesús es el anuncio de la resurrección verdadera y definitiva. 

El evangelio de Lucas ya nos había presentado a Marta y María de Betania, las dos hermanas que reciben a Jesús. Veíamos a Marta ocupada en las tareas de la casa y a María, en cambio, sentada a los pies de Jesús, como discípula, atenta a su Palabra. En el evangelio según san Juan reencontramos a las dos hermanas, pero también a su hermano Lázaro. Marta vuelve a aparecer como jefa de familia, llena de iniciativa, pero también de fe. Mientras María queda en la casa, Marta sale al encuentro de Jesús y lo encara:
«Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas». (Juan 11,21-22)
De alguna manera, Marta nos representa a todos los que hemos perdido un ser querido, en cuanto esa muerte trae sufrimiento, el dolor de la separación. Al mismo tiempo, ella nos invita a abrirnos a la esperanza, a poner en Jesús nuestra esperanza.
Al decir “te concederá todo lo que le pidas”, Marta parece insinuar que Jesús puede volver a Lázaro a la vida. A eso responde el Maestro:
«Tu hermano resucitará». (Juan 11,23)
Como muchos judíos de su tiempo, sobre todo los que escuchaban a los escribas del movimiento fariseo, Marta creía en la resurrección de los muertos y por eso respondió:
«Sé que resucitará en la resurrección del último día» (Juan 11,24)
Pero la Vida nueva que trae Jesús va más lejos que esa creencia. Jesús expresa:
«Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?» (Juan 11,25-26)
Jesús anuncia una vida después de la muerte: “aunque muera, vivirá”; pero va más allá al expresar, como aparece en otros pasajes del evangelio de Juan, que la vida eterna comienza desde ahora: “el que vive y cree en mí, no morirá jamás”. 

Jesús une la fe en la resurrección a la fe en su propia persona. Es él mismo quien resucitará a quienes hayan creído en Él. Por eso Jesús es nuestra esperanza. Por eso decimos que nuestra esperanza no es una idea, sino una persona, la persona del Hijo de Dios que se hizo hombre, murió y resucitó por nosotros.

La esperanza cristiana en la resurrección incluye, como lo expresa el credo, “la resurrección de la carne”. En tiempos de Jesús y en otras religiones que han llegado a nuestros días, ya existía la creencia de que la vida de una persona continuaba de forma espiritual. Algunos creían, o aún creen, que ese espíritu se reencarna, que va tomando diferentes cuerpos. En la visión cristiana, la identidad de la persona no la configura solo el alma, sino el alma y el cuerpo. Por eso el cuerpo -la carne- está llamado a resucitar. Cristo resucitó con su propio cuerpo, manteniendo incluso las marcas de su pasión:
«Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo» (Lucas 24,39)
Creemos que resucitaremos con nuestro cuerpo, pero no será ya un cuerpo corruptible, sino, como dice san Pablo, un cuerpo transformado en “cuerpo glorioso” como el de Cristo (Filipenses 3,21), un “cuerpo espiritual”:
“Se siembran cuerpos puramente naturales y resucitarán cuerpos espirituales. Porque hay un cuerpo puramente natural y hay también un cuerpo espiritual”. (1 Corintios 15,44)
Nuestra fe nos dice que resucitaremos con la misma identidad corporal que es material; pero eso no implica la recuperación de las partículas idénticas que formaban nuestro cuerpo (1). Por eso, aunque recomienda la forma tradicional de enterrar los cuerpos, la iglesia no se opone a la cremación del cadáver (a no ser que sea elegida por razones contrarias a la fe).

Al igual que los cuerpos sepultados, las cenizas deben descansar en lugar adecuado, como puede ser un cinerario preparado a esos efectos. Las cenizas de diferentes difuntos pueden mezclarse entre sí, pero siempre debe mantenerse un libro con el registro de las personas cuyos restos descansan en el lugar. Este registro tiene sentido, porque es memoria de hermanos y hermanas que siguen siendo miembros de la Iglesia, por los que seguimos rezando, como lo hacemos especialmente en este día de todos los fieles difuntos. Rezamos, para que, si ha sido necesario para ellos un tiempo de purificación, un paso por el Purgatorio, lleguen cuanto antes a entrar definitivamente en la presencia de Dios.

En esta semana

Recordamos en esta semana:
  • El Lunes 3, a san Martín de Porres, “el santo de la escoba”, patrono de una de las capillas de Catedral.
  • Martes 4, san Carlos Borromeo, gran arzobispo de Milán.
  • Sábado 8, la Virgen de los Treinta y Tres, patrona del Uruguay.
  • Domingo 9: en este día la Iglesia celebra la fiesta de la dedicación de la basílica de Letrán en honor de Cristo Salvador. Aunque muchos creen que la catedral de Roma es la basílica de san Pedro, no es así; la basílica de Letrán es propiamente hablando, la catedral del Papa.
  • En este día, la parroquia de Tala, Santísimo Salvador, celebra su fiesta patronal.

Peregrinación en los 200 años de la Virgen de los Treinta y Tres

En Uruguay, el segundo domingo de noviembre se realiza, como es habitual, la peregrinación nacional a la Virgen de los Treinta y Tres en la ciudad de Florida; en este caso, en el marco de los 200 años de esta advocación tan querida para los uruguayos. Allí nos encontraremos con muchos de ustedes, a los pies de María.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

viernes, 24 de octubre de 2025

Respetado fariseo, despreciado publicano (Lucas 18,9-14). Domingo 30° durante el año.

Amigas y amigos, un saludo desde Roma, donde he venido para participar del Jubileo de los Equipos Sinodales. El miércoles pasado tuve la oportunidad de participar en la audiencia general y de saludar al papa León XIV. 

Una vez más uno siente que allí está quien continúa la misión que Jesús le dio a Pedro: confirma a tus hermanos y uno se siente confirmado en la fe y a la vez envuelto en la catolicidad, es decir en la universalidad -porque eso es lo que significa lo católico- la universalidad de toda la Iglesia, con gente “de toda raza, lengua, pueblo y nación”.

Le transmití al Santo Padre el cariño de los católicos uruguayos, en especial de mis diocesanos de Canelones y le manifesté nuestro deseo de recibirlo el año próximo en Uruguay, lo que esperamos no tarde en confirmarse. 

Este domingo 26, Dios mediante, estaré participando en la Plaza de San Pedro en la Misa presidida por el Santo Padre. En horario de Uruguay, para quienes quieran verla en directo, será a las cinco de la mañana (las diez de Roma) cinco de la mañana de Uruguay.

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Vayamos ahora al evangelio, donde Jesús nos ofrece una enseñanza sobre la oración.

A veces pienso que cuando hemos leído muchas veces el mismo pasaje del Evangelio, no nos damos del todo cuenta de la novedad que hay en el mensaje de Jesús. Puede ser que nos hayamos acostumbrado al lenguaje del Evangelio y todo parezca previsible… Tal vez necesitamos recuperar un poco -o a lo mejor mucho- de “inocencia” para escuchar las palabras de Jesús… ponernos en la piel de sus vecinos, de los hombres y mujeres de su tiempo, que escuchaban por primera vez y del propio Jesús lo que nosotros hemos ya leído y oído repetidamente.

El evangelista Lucas adelanta con una línea la intención del relato que va a entregarnos Jesús. Escribe Lucas:

Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola (Lucas 18,9)

Aunque leyéramos por primera vez este pasaje del Evangelio, esas palabras de Lucas nos orientan y preparan para recibir su contenido. Buscando, como decíamos, recuperar inocencia, pensemos que nadie dijo nada de eso cuando Jesús comenzó diciendo:

Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. (Lucas 18,10)

¿Cómo se ubican los oyentes de Jesús ante estos dos personajes?

Son dos polos opuestos. El fariseo: un ejemplo de religiosidad. El publicano: un ejemplo de pecador.

El movimiento de los fariseos surgió hacia el año 150 antes de Cristo, en una época de cambios culturales que estaban apartando al pueblo de las creencias y prácticas religiosas que habían mantenido siempre como válidas.

En tiempos de Jesús, los fariseos formaban comunidades a las que solo se entraba cumpliendo severas exigencias. Fariseo, significa “separado” y ese nombre expresaba su separación de la gran masa de los paganos, pero también de los israelitas que habían abandonado las prácticas religiosas. Los fariseos se consideraban el verdadero Israel, pero no se retiraron del contacto con la gente, como hizo el movimiento de los esenios,  sino que vivían entre el resto de la gente, visibles para todos, como nos lo muestra sus muchos encuentros con Jesús.

El movimiento fariseo tenía sus referentes en los escribas, que en su mayoría hacían parte del movimiento. Junto a la Ley dada por Moisés, los escribas fariseos daban valor a una tradición oral que ellos guardaban y transmitían celosamente.

Muchas veces aparecen en las discusiones de Jesús con los fariseos el tema de la pureza. Los escribas fariseos enseñaban que todo el pueblo debía mantener un estado de pureza ritual, realizando en la vida cotidiana los mismos actos de purificación que hacían los sacerdotes antes de oficiar en el templo.

También estaba en su tradición la extensión del diezmo, es decir, la contribución al templo, a todo producto o ganancia que se obtuviera.

Hoy para nosotros la palabra “fariseo” suena como un insulto. No era así en tiempos de Jesús. Los fariseos, y especialmente los escribas que hacían parte de esa comunidad eran muy apreciados y se les trataba con respeto y reverencia.

El fariseo, de pie, oraba así: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas». (Lucas 18,11-12)

Del otro lado, tenemos al publicano. Era un cobrador de impuestos, un oficio que no ha sido popular en ninguna sociedad. Los escribas tenían listas de calificación para los distintos oficios. La actividad de los publicanos era considerada despreciable, por ser permanente ocasión de pecado, ganando dinero con usura y manteniendo contacto con personas impuras, faltando continuamente a las normas de pureza.

Los escribas enseñaban que ningún buen padre debería buscar para sus hijos ese oficio. Los sentimientos de la gente hacia los publicanos iban más allá del desprecio: los publicanos eran aborrecidos por el pueblo y se les tildaba directamente de pecadores. Despreciables y aborrecidos pecadores. Podemos imaginarnos lo que pensaría la gente cuando Jesús llamó como discípulo a Mateo, el publicano. Tenemos que imaginarnos también qué cosas quedarían dando vueltas en la cabeza de los demás discípulos…

En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!» (Lucas 18,13)

Así tenemos a estos dos personajes totalmente opuestos: el respetado fariseo y el despreciado publicano. Cada uno de ellos hace su oración en el templo.

Lo previsible, lo esperable, para los escuchas de Jesús, era que la oración del buen fariseo fuera escuchada, pero no la del pecador publicano. Sin embargo, dice Jesús:

«Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado y el que se humilla será elevado» (Lucas 18,14)

¿Qué es lo que ha cambiado el resultado previsible?

El fariseo no se confronta con Dios ni consigo mismo, sino con los demás: “no soy como los demás hombres ni tampoco como ese publicano”… En esa confrontación, él se siente justificado. Le presenta a Dios una factura, una relación de sus obras: el ayuno frecuente, el diezmo de todo. Dios tendrá que recompensarlo por esto.

El publicano, en cambio, se confronta con Dios y consigo mismo. Él se reconoce pecador e invoca a Dios en su misericordia y bondad. No tiene ninguna factura que presentar: al contrario, pide a Dios su factura para pagarla.

La oración del fariseo es extensa, pero se vuelve vacía de Dios y llena de sí mismo.

La oración del publicano, breve pero intensa, expresa el reconocimiento de su culpa y su necesidad de sanación, que invoca en total sumisión al Dios de la misericordia.

“La súplica del humilde atraviesa las nubes” (Eclesiástico 35,17) 

dice la primera lectura. El relato de Jesús nos recuerda que Dios no escucha la oración del soberbio, sino la que brota del corazón humilde, del que se reconoce pequeño y necesitado de salvación, de misericordia. Si acaso hemos podido hacer algo bueno, damos gracias al Padre porque todo viene de Él y solo con su gracia podemos llevar adelante la misión que nos ha encomendado.

En esta semana.

  • Martes 28, San Simón y San Judas Tadeo, apóstoles.
  • Sábado 1, solemnidad de todos los santos.
  • Ese día se celebra en la parroquia Sagrada Familia de Sauce la Jornada de la PAC, Pastoral de Adolescentes Canaria, que tiene como tema “vistos y escuchados”.
  • Domingo 2, conmemoración de todos los fieles difuntos.
  • Recordamos también que en ese día, en 1999, falleció Mons. Orestes Nuti, primer obispo de Canelones.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.


viernes, 17 de octubre de 2025

“¿Encontrará Fe sobre la tierra?” (Lucas 18,1-8). Domingo XXIX durante el año. DOMUND.


“Misioneros de esperanza entre los pueblos”. Con ese lema se celebra este año el Domingo Mundial de las Misiones, conocido como DOMUND.
Este día es una invitación a toda la Iglesia a colaborar en la misión, de varias maneras:
En primer lugar, con la oración, según lo que nos transmite el evangelio de hoy:
Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse. (Lucas 18,1)
En segundo lugar, colaborando económicamente en la colecta, fundamental para sostener múltiples proyectos misioneros en todo el mundo.
Por último, con nuestro propio compromiso y trabajo misionero, ya sea asumiendo nuestra misión de bautizados en la vida cotidiana, como participando en actividades misioneras tanto en nuestro propio país como en otros lugares del mundo.

El DOMUND tiene su raíz en la misión de la Iglesia, que a su vez nace de la misión de Jesucristo, enviado del Padre a anunciar la buena noticia de la salvación. Terminado su tiempo en la tierra, Jesús encomendó a sus discípulos llevar el Evangelio a todos los pueblos. 

La Iglesia nació al soplo del Espíritu con un fuerte impulso misionero, reflejado en los Hechos de los Apóstoles, donde no solo se destacan grandes figuras como Pablo y sus colaboradores, sino también comunidades llenas de vida, como la de Antioquía, que ora, discierne y envía generosamente a anunciar el Evangelio incluso a miembros que la comunidad preferiría retener.

Siguiendo el mandato de Jesús, los cristianos fueron anunciando el Evangelio por todo el mundo, hasta alcanzar los cinco continentes. Las formas de evangelización fueron cambiando a través de los siglos… las comunidades monásticas como los benedictinos convirtieron sus monasterios en fuentes de irradiación de vida cristiana. Monjes como san Bonifacio evangelizaron vastas regiones y fueron luego obispos de nuevas diócesis. Las órdenes mendicantes, como los franciscanos y dominicos, se sintieron llamados a salir entre la gente, anunciando la Palabra de Dios que buscaban vivir diariamente.
Religiosas y religiosos fundaron grandes obras educativos para niñas, niños, adolescentes y jóvenes de todas las clases sociales. Entre los fundadores, San Juan Bosco es recordado como padre y maestro de juventud.

Desde principios del siglo XIX, un renovado impulso evangelizador dio lugar a las cuatro Obras Misionales Pontificias, las OMP, destinadas a promover la responsabilidad misionera de todos los fieles católicos y a apoyar a las nuevas comunidades que crecían en territorios de misión.

La beata Paulina Jaricot y la Propagación de la Fe

Fue una joven laica francesa, Paulina Jaricot, quien dio impulso a la creación, en la ciudad de Lyon, de una asociación local que llegó a ser universal. A los 23 años, habiendo pasado por duras pruebas familiares y personales, incluyendo un accidente que le impidió caminar y hablar con normalidad, Paulina, con alegría y decisión, se dedicaba intensamente a las obras de caridad, visitando pobres y enfermos. 

Motivada por su hermano Phileas, que le pidió ayuda para recaudar fondos para enviar sacerdotes al Asia, Paulina promovió la oración y la colecta para las misiones. Para ello fundó en 1822 la Sociedad de la Propagación de la Fe, que un siglo después el papa Pío XI convirtió en Obra Pontificia, siendo la primera de las actuales OMP.

El obispo Charles de Forbin-Janson y la Infancia Misionera

La segunda OMP es la de la Santa Infancia, hoy conocida como Infancia Misionera, fundada por Charles de Forbin-Janson.

Charles ingresó al Seminario abandonando una tentadora carrera ofrecida por Napoleón. Como sacerdote organizó misiones populares y ayudas para los pobres en Francia. Ya como obispo, tras encontrarse con Paulina Jaricot, inspirado en la infancia de Jesús y en los pasajes del Evangelio donde el Maestro pone a los pequeños en el centro, introdujo la participación de los niños en la misión, por medio de la oración y de pequeñas ofrendas mensuales. También esta obra pasó a ser Pontificia en 1922.

Jeanne Bigard y San Pedro Apóstol

A finales del siglo XIX Jeanne Bigard y su madre crearon esta obra para apoyar con la oración y con subvenciones a la formación de sacerdotes nativos en los países de misión y a proporcionarles ornamentos y vasos sagrados para la celebración de la Misa. También esta obra fue reconocida como pontificia en 1922.

Si bien a través de los siglos ha sido de primera importancia la labor de misioneros que dejan su tierra para anunciar la fe en otros países, es muy importante la formación del clero local, pues, como enseña el concilio Vaticano II:
La Iglesia profundiza sus más firmes raíces en cada grupo humano, cuando las varias comunidades de fieles tienen de entre sus miembros los propios ministros de la salvación en el Orden de los Obispos, de los presbíteros y diáconos, que sirven a sus hermanos, de modo que las nuevas Iglesias consigan, paso a paso con su clero la estructura diocesana. (Ad Gentes, 16)

El beato Paolo Manna y la Unión Misionera del Clero

La última de las OMP fue fundada por el sacerdote italiano Paolo Manna, quien tras una experiencia misionera en Birmania (hoy Myanmar), regresó a Italia por motivos de salud, pero sin perder el entusiasmo por la misión. En 1916 fundó la Unión Misionera del Clero para renovar y fortalecer la fe de los sacerdotes. Decía en una de sus cartas:
«El misionero es por excelencia un hombre de fe: nace de la fe, vive de la fe, trabaja voluntariamente por la fe, por ella sufre y muere. [...] Sin la fe, el misionero no tiene sentido, no existe; y, si existe, no es el verdadero misionero de Jesucristo» (Carta de Paolo Manna)
El papa Pío XII otorgó a esta obra el título de Pontificia en 1956.
El evangelio de hoy concluye con la inquietante pregunta de Jesús:
«Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lucas 18,8b)
Esto nos interpela personalmente. Como los discípulos, podemos pedir “Auméntanos la fe”; pero debemos recordar también que la fe crece cuando se la comparte. Es eso lo que vemos al recordar a Paulina y Jeanne, fieles laicas, al Padre Paolo, y al obispo Forbin-Janson: un encendido ardor por la misión, por dar testimonio de la fe que animó sus vidas. Personas de acción, cuidaron siempre que el mucho trabajar no los desprendiera de su raíz más profunda y permanecieron arraigados en Cristo por la oración, llamando a los que colaboraron y siguen colaborando con las cuatro obras misionales a no limitarse a la ayuda material, sino a empezar esa ayuda con la oración.

Oremos, entonces, en este domingo por todos los misioneros y misioneras que han pasado o están en nuestra diócesis, venidos de diferentes países, así como por aquellas y aquellos que, llamados desde nuestras comunidades, han puesto sus vidas en manos de Dios para ir allí donde Él los envíe, como verdaderos “misioneros de esperanza entre los pueblos”.

En esta semana

  • Lunes 20: aniversario de la dedicación de la Iglesia Cristo Obrero-Nuestra Señora de Lourdes, de Estación Atlántida.
  • Martes 21: día en que las Hnas. del Huerto en el Uruguay celebran la fiesta de San Antonio María Gianelli.
  • También el 21: Beata María Lorenza Longo, fundadora del primer monasterio de Hermanas Clarisas Capuchinas.
  • Miércoles 22: el querido papa san Juan Pablo II, impulsor de la Nueva Evangelización.
  • Viernes 24: san Antonio María Claret, gran misionero, patrono de la parroquia de Progreso, a cargo de los misioneros claretianos.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Ante la aprobación de la ley de eutanasia. Mensaje del Consejo Permanente de la CEU.


Conferencia Episcopal del Uruguay 

Consejo Permanente 

COMUNICADO ANTE LA APROBACIÓN DE LA LEY DE EUTANASIA

Frente a la aprobación de la Ley que habilita la eutanasia en nuestro país, los obispos del Uruguay elevamos una vez más nuestra voz a favor de la vida. 

Como ya hemos manifestado en varias ocasiones consideramos que esta ley fomenta la “cultura de la muerte”. En un país con una alta tasa de suicidios, con serias dificultades para abordar el tema de la salud mental, esta ley va en contra del valor y la dignidad de la vida humana y nos pone en un riesgoso camino de naturalizar la búsqueda de la muerte como solución a situaciones de la vida que se pueden enfrentar de otra manera. 

Reiteramos lo que expresamos en junio del presente año sobre el valor de la vida humana: 

“Cuando hablamos de dignidad humana, nos referimos al valor incomparable de cada ser humano concreto. Cada vida humana aparece ante nosotros como algo único, irrepetible e insustituible, su valor es independiente de su estado de salud, etnia, sexo, cultura, situación socio económica, o cualquier otra circunstancia.” (Nro. 5)   

“Morir con dignidad significa morir sin dolor u otros síntomas mal controlados; morir a su tiempo natural, sin que se acorte o se prolongue de forma innecesaria la vida; morir rodeado del cariño de la familia y los amigos; morir con la posibilidad de haber sido informado adecuadamente, eligiendo, si se puede, el lugar (hospital o domicilio) y participando en todas las decisiones importantes que le afecten; morir con la ayuda espiritual que precise” (Nro. 14)

Como Iglesia que peregrina en Uruguay queremos seguir trabajando a favor del cuidado de la vida y de su dignidad, como es reconocida también por nuestra Constitución y por la firma de varios tratados internacionales por parte de nuestro país. 

Estamos convencidos que compartir los momentos humanos de mayor debilidad se puede transformar en la gran oportunidad para encontrar juntos el sentido trascendente y profundo de nuestra vida.

+ Milton Tróccoli, Obispo de Maldonado-Punta del Este-Minas, presidente 

+ Cardenal Daniel Sturla, Arzobispo de Montevideo, vicepresidente 

+ Heriberto Bodeant, Obispo de Canelones, secretario general 

martes, 14 de octubre de 2025

12 de octubre: Fiesta diocesana de Canelones.

Representación del acontecimiento guadalupano:
el obispo se arrodilla ante la imagen que aparece
en la tilma de Juan Diego.

Queridos hermanos y hermanas:

“La esperanza no defrauda”. Con estas palabras de san Pablo (Romanos 5,5) nos convocó el Papa Francisco a celebrar el año jubilar que venimos recorriendo como “peregrinos de esperanza”.

La esperanza no es para nosotros una ilusión, un sentimiento o una idea: es una persona, la persona de Jesucristo. El Hijo de Dios hecho hombre. La peregrinación de nuestra vida tiene un fin: llegar a Él, a la Casa del Padre.

Peregrinamos hacia Él y Él peregrina con nosotros, porque por la acción del Espíritu, sigue haciéndose presente para cumplir su promesa: 

“yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).

Nuestra peregrinación de hoy, en esta fiesta diocesana, es un símbolo de ese caminar de nuestra vida. Ha sido una ocasión para volver a experimentar la misericordia de Dios en el Sacramento de la Reconciliación; ha sido una oportunidad de reencuentro fraterno, de recordar, una vez más, que “quien cree nunca está solo” , como solía repetir el Papa Benedicto XVI, muchas veces en ocasiones como ésta, de fiesta, de encuentro del Pueblo de Dios. 

“Quien cree nunca está solo”. (Homilía en Ratisbona, martes 12 de septiembre de 2006)

Y ahora, en nuestra Catedral, Santuario nacional de la Virgen de Guadalupe, estamos concluyendo nuestra fiesta con la Eucaristía, donde llega a su culmen el encuentro personal y comunitario con Jesucristo vivo, puerta de salvación, que se nos da a sí mismo como Palabra y como Pan de Vida, para renovar nuestras fuerzas y enviarnos al mundo a ser testigos de esperanza; testigos de Jesucristo, nuestra esperanza.

La vida de nuestro pueblo uruguayo está llena de expectativas, de anhelos, de pequeñas y grandes esperanzas que, muchas veces, no van más allá del horizonte de esta vida que conocemos. Algunas de ellas son nuestros deseos de realización personal, de felicidad; otras se abren a nuestra familia, a nuestras amistades… también a distintas formas de asociaciones, de esfuerzo común, de cooperación y solidaridad en la vida social. Con un corazón generoso, deseamos para toda la humanidad el fin de las guerras, la superación de la pobreza, una sociedad justa, libre, fraterna. Esos deseos nos motivan a caminar en la vida, a trabajar, a actuar, a unir fuerzas con otros para alcanzar metas de bien común.

La realidad nos trae hechos que contrastan muchos de esos esfuerzos, tanto en la vida personal como en la social. Algunas situaciones nos llevan a la desesperación, a un decir “esto no puede seguir así”, y tomamos decisiones desesperadas que, a menudo, terminan llevándonos a una situación peor.

Pero más aún que la desesperación, de la que de un modo u otro buscamos salir, nos amenaza un sentimiento paralizante, que puede quedarse instalado en nuestro corazón. 

Abrumados por dificultades y conflictos, por el aparente triunfo del mal en el mundo, especialmente manifestado en todas las formas de violencia, podemos caer en la desesperanza, esa sensación de que “todo puede seguir así indefinidamente”. No podemos dejarla quedarse. No podemos consentir al pesimismo ni al desencanto que nos llevan a pensar que ya no hay nada que hacer. “¡No nos dejemos robar la esperanza!”, nos pedía el papa Francisco: 

“¡No nos dejemos robar la esperanza!” (Evangelii Gaudium, 86)

Algunos han querido ver la esperanza cristiana de vida eterna, de vida más allá de la muerte, como si no fuera nada más que una ilusión, un consuelo para soportar los males de este mundo, una especie de placebo… no se dan cuenta de que, precisamente, cuando se borra o se descarta esa esperanza, la persona humana queda mutilada.

Como enseña el Concilio Vaticano II, cuando falta 

“esa esperanza de la vida eterna, la dignidad humana sufre lesiones gravísimas” [entre nosotros, vemos como se pierde el valor de cada vida, incluyendo la vida de los niños por nacer y de las personas en la etapa terminal de la existencia. Sigue diciendo el Concilio:] “los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor, quedan sin solucionar, llevando no raramente al hombre a la desesperación” (GS 21).

La esperanza cristiana no nos saca de este mundo, no nos lleva a la fuga o a la resignación, sino que le da a la vida de la humanidad entera una meta que está más allá de sus propios esfuerzos. La abre al don de Dios, al don de su Gracia, de su Amor, de su Misericordia.

En Jesucristo, nuestra esperanza, encontramos el sentido de nuestra peregrinación. 

En estos días en que estuve internado en el Hogar Sacerdotal, un sacerdote que vino a celebrar un domingo, nos contó lo que había vivido con su comunidad en una vigilia pascual. En la Iglesia apenas iluminada por las velas que sostenían los fieles, al llegar con el cirio encendido al pie del altar, lo primero que reflejó la luz del cirio fue la cruz. El cirio, luz de Cristo resucitado, ilumina la cruz.

La luz de Cristo resucitado nos dice que el amor de Dios ha vencido en la cruz. El amor ha prevalecido sobre el odio y la muerte. El fracaso, el dolor, el sufrimiento y todos los males del mundo no tienen la última palabra. La cruz abre el camino de la reconciliación y el perdón para nuestros pecados está abierto. La cruz, iluminada por la resurrección de Cristo. Como quisiéramos que esa luz llegue al corazón de cada persona que vive en nuestra tierra canaria. Tenemos que renovar en nuestras comunidades el espíritu misionero, para acercar a cada uno de nuestros hermanos y hermanas al encuentro con Jesucristo, nuestra esperanza.

Llamados como iglesia diocesana a ser testigos de esperanza para todo nuestro pueblo de Canelones, queremos, en este año jubilar, ofrecer un signo diocesano. 

Hemos recibido la promesa de que, el año próximo, podrá instalarse en nuestra diócesis una comunidad para la recuperación de adictos, que basa su propuesta en tres pilares: convivencia, trabajo y espiritualidad. Los invito a colaborar para que esto se haga realidad y que allí donde los monjes benedictinos construyeron el monasterio La Pascua, muchos jóvenes puedan ver iluminada su cruz con la luz de Cristo y pasar en Él de la muerte a la vida. Recemos y trabajemos para poder instalar allí una nueva comunidad, la cuarta en Uruguay, de la Fazenda de la Esperanza. 

Al convocar a este jubileo, el papa Francisco recordó que en 2031 se celebrarán los 500 años del acontecimiento guadalupano, la primera aparición de la Virgen a san Juan Diego, que de manera hermosa vimos representada hoy. 

Decía el papa: “Por medio de Juan Diego, la Madre de Dios hacía llegar un revolucionario mensaje de esperanza que aún hoy repite a todos los peregrinos y a los fieles: 

«¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre?» 

Un mensaje similar se graba en los corazones en tantos santuarios marianos esparcidos por el mundo, metas de numerosos peregrinos, que confían a la Madre de Dios sus preocupaciones, sus dolores y sus esperanzas.”

Y bien, ese mensaje no solo está grabado en nuestros corazones, sino que está escrito allí, a la entrada de este santuario, junto a la imagen fundadora de la Virgen de Guadalupe. Que puedan ser muchos más quienes, como nosotros hoy, experimentamos aquí la cercanía de nuestra Madre, que nunca abandona a sus hijos y es signo de consuelo y madre de la esperanza, de Jesucristo, esperanza que no defrauda.

+ Heriberto, Obispo de Canelones.

viernes, 10 de octubre de 2025

Más que curación, salvación (Lucas 17,11-19). XXVIII Domingo durante el año.


12 de octubre...

Esta fecha, 12 de octubre, tiene muchas connotaciones… la primera, la del acontecimiento que marcó profundamente el devenir de la humanidad, al arribar Cristóbal Colón a las islas del Caribe y comenzar a producirse el encuentro de dos mundos, de una enorme diversidad de culturas… en Uruguay, hay otra fecha histórica de la que se cumplen 200 años: la batalla de Sarandí, en el marco de la guerra iniciada por los Treinta y Tres Orientales contra el imperio del Brasil, la que finalmente desembocaría en la creación del Uruguay como un Estado independiente.
En el calendario católico, es el día de Nuestra Señora del Pilar y, en Brasil, de Nuestra Señora Aparecida.

Fiesta diocesana de Canelones

Y aquí, en nuestra diócesis de Canelones, estamos celebrando nuestra fiesta diocesana, dentro del año jubilar “peregrinos de esperanza”.
Recuerdo el programa de la fiesta: en la mañana, a partir de las 9:30, nos encontramos en Villa Guadalupe, donde habrá tiempo para el Sacramento de la Reconciliación y algunas actividades. Allí tendremos el almuerzo y a las 15 horas nos concentraremos en el Gimnasio Guadalupe de la ciudad de Canelones, para salir en procesión hacia la Catedral, donde celebraremos la Misa a las 16 horas. Les recuerdo también que, siendo la Catedral un lugar jubilar, la participación en la Misa, habiéndose confesado, comulgando y rezando por las intenciones del Santo Padre, permite recibir la indulgencia plenaria para sí mismo o por una persona fallecida.

Jesús y los diez leprosos

Vayamos ahora al evangelio de este domingo.
Jesús sanó a diez leprosos que se acercaron a él pidiendo que se compadeciera de ellos:
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» (Lucas 17,11-13)
Recordemos, una vez más, que Jesús está en su viaje definitivo hacia Jerusalén, donde le esperan la pasión, la cruz y la resurrección.
Al entrar en un poblado, diez leprosos le salieron al encuentro.
La lepra es una enfermedad particularmente cruel.
En el mundo de Jesús, además, como toda enfermedad, tenía una interpretación religiosa.
Era entendida como consecuencia del pecado de la persona que la sufría.
Pero el leproso no solo era considerado un pecador, sino que entraba también en otra categoría: la de impuro. El estado de pureza era una condición para poder participar en los actos de la vida religiosa y también en la vida social. La persona que, por un motivo pasajero, se encontraba “impura”, debía purificarse, cumpliendo ritos y plazos para estar en condiciones de volver a participar en aquello que temporalmente no le estaba permitido.
Sin embargo, la impureza del leproso era permanente.
Se consideraba que el contacto con una persona impura volvía también impura a la persona que la tocaba. Por eso el leproso estaba obligado a mostrar visiblemente su impureza (…) y, además, a advertir a quien se acercara a él su situación, gritando “impuro, impuro” para que el otro se alejara.
El leproso debía permanecer alejado de los sitios poblados… pero estos leprosos salieron al encuentro de Jesús cuando éste entró en un poblado… hay que pensar, entonces, que era un pueblo de leprosos…
No fueron todos los leprosos quienes que salieron al encuentro de Jesús: solo diez de ellos.
La respuesta de Jesús es un poco extraña para nosotros, pero los leprosos la entendieron y se dispusieron a cumplirla:
Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes» (Lucas 17,14a)
Cuando una persona quedaba purificada, correspondía que el sacerdote verificara esa purificación, como indica el libro del Levítico (capítulo 13). Ése es el sentido de la indicación de Jesús.
Y en el camino quedaron purificados. (Lucas 17,14b)
La curación se ha producido y nueve de los leprosos continúan su marcha al encuentro de los sacerdotes. Pero uno de ellos tiene una actitud diferente:
al comprobar que estaba sanado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. (Lucas 17,15-16)

¿Cuál es la reacción de Jesús?
«¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?» (Lucas 17,17-18)
Tenemos que entender bien la queja de Jesús. No se trata de agradecerle a Él: se trata de alabar y agradecer a Dios, reconociendo su intervención por la mediación de Jesús.
Los diez quedaron purificados; pero solo el que volvió alabando a Dios escuchará esta palabra final de Jesús:
«Levántate y vete, tu fe te ha salvado». (Lucas 17,19)
Aquí no se trata solo de curación y purificación. Se trata de salvación. La curación devuelve la salud. La purificación devuelve la posibilidad de participar en actos religiosos y en la vida social. La salvación incluye todo eso, pero va mucho más allá. La salvación es una vida nueva, plena y definitiva.
Jesús dice “tu fe te ha salvado”. La fe salva a la persona en cuanto restablece su relación profunda con Dios, consigo mismo, con los demás y con toda la creación. La fe se manifiesta en el reconocimiento de la acción de Dios, en el agradecimiento. El agradecimiento del samaritano curado muestra que reconoce que lo que ha recibido no es algo ganado o merecido, sino un don de Dios, una gracia.

La lepra es imagen del pecado, del orgullo y egoísmo del corazón humano, de donde nacen la indiferencia, el odio y la violencia. Esa lepra del espíritu desfigura nuestra humanidad. La persona que se convierte, que abre su corazón a Dios, es curada interiormente de su mal; porque ese mal solo puede curarlo Dios, que es Amor. El samaritano curado de su lepra “volvió atrás”, no en el sentido de regresar al pasado del que acababa de salir, sino que cambió el rumbo de su vida, volviendo hacia Jesús. Esa es la conversión: volver a Dios, volver a Jesús. A Él tenemos que ir una y otra vez.

Ordenación diaconal de Elisio, misionero claretiano

El sábado pasado, como estaba previsto, fue ordenado diácono el misionero claretiano Elisio, oriundo de Timor Oriental, en el este de Asia, que ya desde hace tiempo ha puesto su carpa en el cono sur, primero en Argentina y ahora en Uruguay. Lo felicitamos y encomendamos su ministerio al Inmaculado Corazón de María.

En esta semana

  • Lunes 13: aniversario de la colocación de la piedra fundamental de la hoy catedral de Canelones.
  • Miércoles 15: Santa Teresa de Jesús, la gran maestra espiritual y reformadora de la Orden carmelitana.
  • Jueves 16: Santa Margarita María Alacoque. Fiesta en el Monasterio de las Hermanas Salesas.
  • Viernes 17: San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir.
  • Sábado 18: San Lucas Evangelista, cuyo evangelio estamos leyendo en los domingos de este año.
  • El 19 es el Domingo Mundial de las Misiones, conocido como el DOMUND. Ese fin de semana se hace una colecta para sostener los esfuerzos misioneros en todo el mundo.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.