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martes, 14 de octubre de 2025

12 de octubre: Fiesta diocesana de Canelones.

Representación del acontecimiento guadalupano:
el obispo se arrodilla ante la imagen que aparece
en la tilma de Juan Diego.

Queridos hermanos y hermanas:

“La esperanza no defrauda”. Con estas palabras de san Pablo (Romanos 5,5) nos convocó el Papa Francisco a celebrar el año jubilar que venimos recorriendo como “peregrinos de esperanza”.

La esperanza no es para nosotros una ilusión, un sentimiento o una idea: es una persona, la persona de Jesucristo. El Hijo de Dios hecho hombre. La peregrinación de nuestra vida tiene un fin: llegar a Él, a la Casa del Padre.

Peregrinamos hacia Él y Él peregrina con nosotros, porque por la acción del Espíritu, sigue haciéndose presente para cumplir su promesa: 

“yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mateo 28,20).

Nuestra peregrinación de hoy, en esta fiesta diocesana, es un símbolo de ese caminar de nuestra vida. Ha sido una ocasión para volver a experimentar la misericordia de Dios en el Sacramento de la Reconciliación; ha sido una oportunidad de reencuentro fraterno, de recordar, una vez más, que “quien cree nunca está solo” , como solía repetir el Papa Benedicto XVI, muchas veces en ocasiones como ésta, de fiesta, de encuentro del Pueblo de Dios. 

“Quien cree nunca está solo”. (Homilía en Ratisbona, martes 12 de septiembre de 2006)

Y ahora, en nuestra Catedral, Santuario nacional de la Virgen de Guadalupe, estamos concluyendo nuestra fiesta con la Eucaristía, donde llega a su culmen el encuentro personal y comunitario con Jesucristo vivo, puerta de salvación, que se nos da a sí mismo como Palabra y como Pan de Vida, para renovar nuestras fuerzas y enviarnos al mundo a ser testigos de esperanza; testigos de Jesucristo, nuestra esperanza.

La vida de nuestro pueblo uruguayo está llena de expectativas, de anhelos, de pequeñas y grandes esperanzas que, muchas veces, no van más allá del horizonte de esta vida que conocemos. Algunas de ellas son nuestros deseos de realización personal, de felicidad; otras se abren a nuestra familia, a nuestras amistades… también a distintas formas de asociaciones, de esfuerzo común, de cooperación y solidaridad en la vida social. Con un corazón generoso, deseamos para toda la humanidad el fin de las guerras, la superación de la pobreza, una sociedad justa, libre, fraterna. Esos deseos nos motivan a caminar en la vida, a trabajar, a actuar, a unir fuerzas con otros para alcanzar metas de bien común.

La realidad nos trae hechos que contrastan muchos de esos esfuerzos, tanto en la vida personal como en la social. Algunas situaciones nos llevan a la desesperación, a un decir “esto no puede seguir así”, y tomamos decisiones desesperadas que, a menudo, terminan llevándonos a una situación peor.

Pero más aún que la desesperación, de la que de un modo u otro buscamos salir, nos amenaza un sentimiento paralizante, que puede quedarse instalado en nuestro corazón. 

Abrumados por dificultades y conflictos, por el aparente triunfo del mal en el mundo, especialmente manifestado en todas las formas de violencia, podemos caer en la desesperanza, esa sensación de que “todo puede seguir así indefinidamente”. No podemos dejarla quedarse. No podemos consentir al pesimismo ni al desencanto que nos llevan a pensar que ya no hay nada que hacer. “¡No nos dejemos robar la esperanza!”, nos pedía el papa Francisco: 

“¡No nos dejemos robar la esperanza!” (Evangelii Gaudium, 86)

Algunos han querido ver la esperanza cristiana de vida eterna, de vida más allá de la muerte, como si no fuera nada más que una ilusión, un consuelo para soportar los males de este mundo, una especie de placebo… no se dan cuenta de que, precisamente, cuando se borra o se descarta esa esperanza, la persona humana queda mutilada.

Como enseña el Concilio Vaticano II, cuando falta 

“esa esperanza de la vida eterna, la dignidad humana sufre lesiones gravísimas” [entre nosotros, vemos como se pierde el valor de cada vida, incluyendo la vida de los niños por nacer y de las personas en la etapa terminal de la existencia. Sigue diciendo el Concilio:] “los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor, quedan sin solucionar, llevando no raramente al hombre a la desesperación” (GS 21).

La esperanza cristiana no nos saca de este mundo, no nos lleva a la fuga o a la resignación, sino que le da a la vida de la humanidad entera una meta que está más allá de sus propios esfuerzos. La abre al don de Dios, al don de su Gracia, de su Amor, de su Misericordia.

En Jesucristo, nuestra esperanza, encontramos el sentido de nuestra peregrinación. 

En estos días en que estuve internado en el Hogar Sacerdotal, un sacerdote que vino a celebrar un domingo, nos contó lo que había vivido con su comunidad en una vigilia pascual. En la Iglesia apenas iluminada por las velas que sostenían los fieles, al llegar con el cirio encendido al pie del altar, lo primero que reflejó la luz del cirio fue la cruz. El cirio, luz de Cristo resucitado, ilumina la cruz.

La luz de Cristo resucitado nos dice que el amor de Dios ha vencido en la cruz. El amor ha prevalecido sobre el odio y la muerte. El fracaso, el dolor, el sufrimiento y todos los males del mundo no tienen la última palabra. La cruz abre el camino de la reconciliación y el perdón para nuestros pecados está abierto. La cruz, iluminada por la resurrección de Cristo. Como quisiéramos que esa luz llegue al corazón de cada persona que vive en nuestra tierra canaria. Tenemos que renovar en nuestras comunidades el espíritu misionero, para acercar a cada uno de nuestros hermanos y hermanas al encuentro con Jesucristo, nuestra esperanza.

Llamados como iglesia diocesana a ser testigos de esperanza para todo nuestro pueblo de Canelones, queremos, en este año jubilar, ofrecer un signo diocesano. 

Hemos recibido la promesa de que, el año próximo, podrá instalarse en nuestra diócesis una comunidad para la recuperación de adictos, que basa su propuesta en tres pilares: convivencia, trabajo y espiritualidad. Los invito a colaborar para que esto se haga realidad y que allí donde los monjes benedictinos construyeron el monasterio La Pascua, muchos jóvenes puedan ver iluminada su cruz con la luz de Cristo y pasar en Él de la muerte a la vida. Recemos y trabajemos para poder instalar allí una nueva comunidad, la cuarta en Uruguay, de la Fazenda de la Esperanza. 

Al convocar a este jubileo, el papa Francisco recordó que en 2031 se celebrarán los 500 años del acontecimiento guadalupano, la primera aparición de la Virgen a san Juan Diego, que de manera hermosa vimos representada hoy. 

Decía el papa: “Por medio de Juan Diego, la Madre de Dios hacía llegar un revolucionario mensaje de esperanza que aún hoy repite a todos los peregrinos y a los fieles: 

«¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre?» 

Un mensaje similar se graba en los corazones en tantos santuarios marianos esparcidos por el mundo, metas de numerosos peregrinos, que confían a la Madre de Dios sus preocupaciones, sus dolores y sus esperanzas.”

Y bien, ese mensaje no solo está grabado en nuestros corazones, sino que está escrito allí, a la entrada de este santuario, junto a la imagen fundadora de la Virgen de Guadalupe. Que puedan ser muchos más quienes, como nosotros hoy, experimentamos aquí la cercanía de nuestra Madre, que nunca abandona a sus hijos y es signo de consuelo y madre de la esperanza, de Jesucristo, esperanza que no defrauda.

+ Heriberto, Obispo de Canelones.

viernes, 10 de octubre de 2025

Más que curación, salvación (Lucas 17,11-19). XXVIII Domingo durante el año.


12 de octubre...

Esta fecha, 12 de octubre, tiene muchas connotaciones… la primera, la del acontecimiento que marcó profundamente el devenir de la humanidad, al arribar Cristóbal Colón a las islas del Caribe y comenzar a producirse el encuentro de dos mundos, de una enorme diversidad de culturas… en Uruguay, hay otra fecha histórica de la que se cumplen 200 años: la batalla de Sarandí, en el marco de la guerra iniciada por los Treinta y Tres Orientales contra el imperio del Brasil, la que finalmente desembocaría en la creación del Uruguay como un Estado independiente.
En el calendario católico, es el día de Nuestra Señora del Pilar y, en Brasil, de Nuestra Señora Aparecida.

Fiesta diocesana de Canelones

Y aquí, en nuestra diócesis de Canelones, estamos celebrando nuestra fiesta diocesana, dentro del año jubilar “peregrinos de esperanza”.
Recuerdo el programa de la fiesta: en la mañana, a partir de las 9:30, nos encontramos en Villa Guadalupe, donde habrá tiempo para el Sacramento de la Reconciliación y algunas actividades. Allí tendremos el almuerzo y a las 15 horas nos concentraremos en el Gimnasio Guadalupe de la ciudad de Canelones, para salir en procesión hacia la Catedral, donde celebraremos la Misa a las 16 horas. Les recuerdo también que, siendo la Catedral un lugar jubilar, la participación en la Misa, habiéndose confesado, comulgando y rezando por las intenciones del Santo Padre, permite recibir la indulgencia plenaria para sí mismo o por una persona fallecida.

Jesús y los diez leprosos

Vayamos ahora al evangelio de este domingo.
Jesús sanó a diez leprosos que se acercaron a él pidiendo que se compadeciera de ellos:
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» (Lucas 17,11-13)
Recordemos, una vez más, que Jesús está en su viaje definitivo hacia Jerusalén, donde le esperan la pasión, la cruz y la resurrección.
Al entrar en un poblado, diez leprosos le salieron al encuentro.
La lepra es una enfermedad particularmente cruel.
En el mundo de Jesús, además, como toda enfermedad, tenía una interpretación religiosa.
Era entendida como consecuencia del pecado de la persona que la sufría.
Pero el leproso no solo era considerado un pecador, sino que entraba también en otra categoría: la de impuro. El estado de pureza era una condición para poder participar en los actos de la vida religiosa y también en la vida social. La persona que, por un motivo pasajero, se encontraba “impura”, debía purificarse, cumpliendo ritos y plazos para estar en condiciones de volver a participar en aquello que temporalmente no le estaba permitido.
Sin embargo, la impureza del leproso era permanente.
Se consideraba que el contacto con una persona impura volvía también impura a la persona que la tocaba. Por eso el leproso estaba obligado a mostrar visiblemente su impureza (…) y, además, a advertir a quien se acercara a él su situación, gritando “impuro, impuro” para que el otro se alejara.
El leproso debía permanecer alejado de los sitios poblados… pero estos leprosos salieron al encuentro de Jesús cuando éste entró en un poblado… hay que pensar, entonces, que era un pueblo de leprosos…
No fueron todos los leprosos quienes que salieron al encuentro de Jesús: solo diez de ellos.
La respuesta de Jesús es un poco extraña para nosotros, pero los leprosos la entendieron y se dispusieron a cumplirla:
Jesús les dijo: «Vayan a presentarse a los sacerdotes» (Lucas 17,14a)
Cuando una persona quedaba purificada, correspondía que el sacerdote verificara esa purificación, como indica el libro del Levítico (capítulo 13). Ése es el sentido de la indicación de Jesús.
Y en el camino quedaron purificados. (Lucas 17,14b)
La curación se ha producido y nueve de los leprosos continúan su marcha al encuentro de los sacerdotes. Pero uno de ellos tiene una actitud diferente:
al comprobar que estaba sanado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. (Lucas 17,15-16)

¿Cuál es la reacción de Jesús?
«¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?» (Lucas 17,17-18)
Tenemos que entender bien la queja de Jesús. No se trata de agradecerle a Él: se trata de alabar y agradecer a Dios, reconociendo su intervención por la mediación de Jesús.
Los diez quedaron purificados; pero solo el que volvió alabando a Dios escuchará esta palabra final de Jesús:
«Levántate y vete, tu fe te ha salvado». (Lucas 17,19)
Aquí no se trata solo de curación y purificación. Se trata de salvación. La curación devuelve la salud. La purificación devuelve la posibilidad de participar en actos religiosos y en la vida social. La salvación incluye todo eso, pero va mucho más allá. La salvación es una vida nueva, plena y definitiva.
Jesús dice “tu fe te ha salvado”. La fe salva a la persona en cuanto restablece su relación profunda con Dios, consigo mismo, con los demás y con toda la creación. La fe se manifiesta en el reconocimiento de la acción de Dios, en el agradecimiento. El agradecimiento del samaritano curado muestra que reconoce que lo que ha recibido no es algo ganado o merecido, sino un don de Dios, una gracia.

La lepra es imagen del pecado, del orgullo y egoísmo del corazón humano, de donde nacen la indiferencia, el odio y la violencia. Esa lepra del espíritu desfigura nuestra humanidad. La persona que se convierte, que abre su corazón a Dios, es curada interiormente de su mal; porque ese mal solo puede curarlo Dios, que es Amor. El samaritano curado de su lepra “volvió atrás”, no en el sentido de regresar al pasado del que acababa de salir, sino que cambió el rumbo de su vida, volviendo hacia Jesús. Esa es la conversión: volver a Dios, volver a Jesús. A Él tenemos que ir una y otra vez.

Ordenación diaconal de Elisio, misionero claretiano

El sábado pasado, como estaba previsto, fue ordenado diácono el misionero claretiano Elisio, oriundo de Timor Oriental, en el este de Asia, que ya desde hace tiempo ha puesto su carpa en el cono sur, primero en Argentina y ahora en Uruguay. Lo felicitamos y encomendamos su ministerio al Inmaculado Corazón de María.

En esta semana

  • Lunes 13: aniversario de la colocación de la piedra fundamental de la hoy catedral de Canelones.
  • Miércoles 15: Santa Teresa de Jesús, la gran maestra espiritual y reformadora de la Orden carmelitana.
  • Jueves 16: Santa Margarita María Alacoque. Fiesta en el Monasterio de las Hermanas Salesas.
  • Viernes 17: San Ignacio de Antioquía, obispo y mártir.
  • Sábado 18: San Lucas Evangelista, cuyo evangelio estamos leyendo en los domingos de este año.
  • El 19 es el Domingo Mundial de las Misiones, conocido como el DOMUND. Ese fin de semana se hace una colecta para sostener los esfuerzos misioneros en todo el mundo.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

lunes, 6 de octubre de 2025

7 de octubre: Nuestra Señora del Rosario.


 

Palabra de Vida: “Que se cumpla en mí lo que has dicho”. Lucas 1,26-38.
Martes 7 de octubre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

sábado, 4 de octubre de 2025

Manual del discípulo: perdonar, creer, servir. (Lucas 17, 3b-10). XXVII Domingo durante el año.

Amigas y amigos: este fin de semana se celebra en Uruguay el día del patrimonio. En nuestra diócesis de Canelones se encuentra una iglesia, Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes, en Estación Atlántida, obra del Ingeniero Eladio Dieste, declarada por UNESCO patrimonio cultural de la Humanidad. Tanto el sábado 4 como el domingo habrá visitas guiadas.

En la ciudad de Canelones, la Catedral Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe figura en la lista del patrimonio histórico nacional. El sábado 4, a las 11:30, el Prof. Daniel Torena hará allí una actividad cultural (Comienza a esa hora en el Museo Spikerman)

En los distintos pueblos y ciudades de la diócesis hay otras iglesias que merecen atención desde el punto de vista arquitectónico o histórico, como San Isidro de Las Piedras, Inmaculada Concepción de Pando, Santísimo Salvador de Tala y muchas otras que, con su presencia, engalanan el espacio público. A veces, mirando algunas de las plazas, no veo alrededor de ellas nada más relevante que el templo parroquial.

Si un día esa iglesia no estuviera ¿qué quedaría de esa plaza? Esos edificios, destinados al culto, frecuentados por una comunidad católica, no dejan de ser parte de la identidad de un lugar y, por tanto, más allá de lo religioso, son patrimonio cultural e histórico de todos los que viven en esa localidad. Una razón para que todos colaboremos en conservarlos y cuidarlos.

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Vayamos ahora al Evangelio de hoy. Recordemos su gran contexto: Jesús está en su viaje definitivo hacia Jerusalén, donde tendrá lugar su pasión, muerte y resurrección.

Aquí encontramos tres enseñanzas dirigidas especialmente a sus discípulos, acerca de la corrección y el perdón entre hermanos, la calidad de la fe y el significado del servicio.

Dijo el Señor a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti diciendo: "Me arrepiento", perdónalo». (Lucas 17,3b-4)

El evangelio de Lucas puede bien ser llamado “el evangelio de la Misericordia”, ya que pone de relieve la misericordia de Dios, especialmente en las parábolas de la oveja extraviada, la dracma perdida y, sobre todo, la del Padre y los dos hijos, con el regreso del hijo pródigo. Aquí hay un cambio de perspectiva, que se orienta hacia el perdón mutuo entre los miembros de la comunidad cristiana.

La reprensión de un cristiano a su hermano en la fe no debe nunca ser una descarga de enojo o fastidio del que amonesta al otro, ni mucho menos una represalia: debe ser un gesto de amor que busca el bien del hermano. Su objetivo es ayudarlo a convertirse, a retomar el camino de Jesús del que se había apartado por sus actos. Por eso, frente al arrepentimiento y al cambio, el perdón es imperativo: perdónalo.

Por otra parte Jesús conoce bien la fragilidad humana: la conversión es un proceso, con muchos tropiezos. Por eso agrega: si peca siete veces al día y otras tantas vuelve arrepentido, perdónalo. Aquí se aplica a la vida en la comunidad lo que Jesús ya había dicho en un contexto más amplio:

Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.

No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. (Lucas 6,36-37)

A estas palabras sobre la corrección fraterna y el perdón, sigue un pedido de los discípulos:

Los apóstoles le dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». Él respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: "Arráncate de raíz y plántate en el mar", ella les obedecería. (Lucas 17,5-6)

“Auméntanos la fe” es una humilde y hermosa petición. 

Humilde, porque es el reconocimiento de nuestra pequeñez, de nuestra pequeña fe. 

Hermosa, porque se abre a la esperanza, la esperanza de crecer.

La respuesta de Jesús, aunque hace referencia a la cantidad, al tamaño de la fe, parece apuntar más sobre la calidad.

El grano de mostaza, como dice la famosa parábola “es la más pequeña de las semillas” (Mateo 13,32); por lo tanto, no se necesita una gran cantidad de fe, sino que esa fe sea auténtica, profunda, que toque el corazón de la persona y no se quede solo en manifestaciones exteriores. Esa es la fe que pide Jesús, la que permite que Él obre milagros, para sanar y convertir los corazones, algo que parece a veces tan imposible como que un árbol se arranque de raíz y se plante en el mar; y sin embargo, el amor de Dios lo hace posible.

Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando este regresa del campo, ¿acaso le dirá: "Ven pronto y siéntate a la mesa"? ¿No le dirá más bien: "Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después"? ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: "Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber"». (Lucas 17,7-10)

El discípulo es un servidor, cuya obligación es cumplir lo que el Señor mande. Simples servidores, meros servidores: eso es lo que podemos decir cuando hemos cumplido la misión que se nos ha encomendado (y me pregunto aquí cuándo podemos decir que realmente hemos cumplido la Misión que Jesús nos ha dado).

Para entender esta parábola, tenemos que recordar la polémica que Jesús mantiene con quienes, como los fariseos, pensaban que todas sus obras formaban una carpeta de méritos que podían presentar a Dios para reclamar su recompensa.

Aceptar el ser “simples servidores” es renunciar radicalmente a una especie de auto salvación y reconocer que la recompensa es dada por pura gracia de Dios. Esto lo encontramos más atrás, en el mismo evangelio de Lucas, cuando Jesús, hablando de velar, vigilar, como actitud fundamental del discípulo, proclama esta bienaventuranza:

¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos. (Lucas 12,37)

Podemos pensar que hacemos muchas cosas, que nos desvivimos trabajando en la viña del Señor… Podemos pensar que nos estamos ganando una buena recompensa… podemos, incluso, qué triste, sentirnos superiores a otros “que no hacen nada”… y, sin embargo, “somos simples servidores” y lo que Señor nos promete va mucho, mucho más allá de lo que nosotros jamás podríamos alcanzar por nosotros mismos.

En esta semana

Hoy, 5, Santa Faustina Kowalska, que muchos conocen por su visión de Jesús Misericordioso.

También hoy recordamos al Padre Juan Collel Cuatrecasas, fundador de la Mínima Congregación de Siervas del Sagrado Corazón de Jesús, las hermanas que están en Pando.

Martes 7: Nuestra Señora del Rosario, patrona del colegio de Estación Atlántida.

Viernes 10: Mons. Sanguinetti cumple 80 años y lo celebra en la parroquia Stella Maris de Montevideo.

Sábado 11, San Juan XXIII, el papa que creó la diócesis de Canelones y nombró a su primer obispo, Mons. Orestes Nuti.

En ese mismo día, Santa Soledad Torres Acosta, fundadora de las Siervas de María, ministras de los enfermos.

Domingo 12, Nuestra Señora del Pilar y en Canelones, nuestra fiesta diocesana, en torno a la Virgen de Guadalupe.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. A todos los fieles de Canelones y a los vecinos que quieran acompañarnos, los esperamos el domingo de mañana en Villa Guadalupe y de tarde en la Catedral. Y que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Palabra de Vida. 4 de octubre: San Francisco de Asís. Llevar la Esperanza, viviendo la Palabra. Lucas 10,17-24


Viernes 4 de octubre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

viernes, 3 de octubre de 2025

Palabra de Vida. “El que los escucha a ustedes, me escucha a mí”. Lucas 10,13-16.


Viernes de la XXVI semana durante el año, 3 de octubre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 2 de octubre de 2025

2 de octubre. Santos Ángeles Custodios. Ser pequeño como un niño. Mateo 18,1-5.10.

  

Palabra de Vida.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 1 de octubre de 2025

Palabra de Vida: “¡Te seguiré adonde vayas!” (Lucas 9,57-62)



Miércoles de la XXVI semana durante el año, 1 de octubre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 30 de septiembre de 2025

30 de septiembre: San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia. "Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo"



Nacido en Dalmacia, Jerónimo estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, captado por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Vuelto a Roma, fue secretario del papa Dámaso, hasta que, fijando su residencia en Belén de Judea vivió una vida monástica dedicado a traducir y explanar las Sagradas Escrituras, revelándose como insigne doctor. De modo admirable fue partícipe de muchas necesidades de la Iglesia y, finalmente, llegando a una edad provecta, descansó en la paz del Señor, en el año 420. 
(Reflexión en el audio, tomada de Benedicto XVI, audiencia general, 7 de noviembre de 2007.)

Palabra de Vida: “Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes” (Zacarías 8,20-23)



Martes de la XXVI semana durante el año, 30 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

domingo, 28 de septiembre de 2025

29 de septiembre: Fiesta de los Santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.

  

"Verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre" (Juan 1,47-51)
Benedicto XVI, pasaje de su homilía del 29 de septiembre de 2007.

sábado, 27 de septiembre de 2025

27 de septiembre: San Vicente de Paúl. "Dios ama a los pobres".


San Vicente nació en Aquitania el año 1581. Cursados los correspondientes estudios, fue ordenado sacerdote y ejerció de párroco en París. Fundó la Congregación de la Misión, destinada a la formación del clero y al servicio de los pobres, y también, con
la ayuda de santa Luisa de Marillac, la Congregación de Hijas
de la Caridad. Murió en París el año 1660. 
Texto: de los escritos de San Vicente de Paúl (oficio de lecturas de la memoria).

Palabra de Vida: Transmitir el don de la esperanza. Lucas 9,43b-45.


 

Sábado de la XXVI semana durante el año, 27 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

viernes, 26 de septiembre de 2025

Escuchar a Moisés y los profetas (Lucas 16,19-31) XXVI domingo durante el año.

Estamos en el último domingo de septiembre, Mes de la Biblia en varios países, Mes de la Palabra de Dios en Uruguay. El martes 30 la Iglesia recuerda a San Jerónimo, que vivió entre los siglos IV y V, más o menos contemporáneo de San Agustín.

Jerónimo tradujo la Sagrada Escritura al latín llamado “vulgar”, porque era el latín que hablaba el pueblo y por eso su Biblia es conocida como la “Vulgata”. Fue un gran esfuerzo para que el Pueblo de Dios pudiera escuchar las lecturas bíblicas en su lengua. Digo escuchar, porque no eran tantos los que sabían leer y estábamos muy lejos de la invención de la imprenta, que llegaría diez siglos después. 

El evangelio de hoy concluye con un fuerte llamado a escuchar a Moisés y los profetas; esto significa “escuchar la Palabra de Dios”. 

En efecto, lo que hoy llamamos Antiguo Testamento o libro de la Primera Alianza, era nombrado mencionando sus tres grandes partes: la Ley, es decir los libros atribuidos a Moisés; los diferentes textos de los profetas y los demás escritos, muchos de ellos de carácter sapiencial. “Moisés y los profetas” es una forma abreviada de mencionar las tres partes de la Palabra de Dios en el tiempo de Jesús. 

Pero no nos adelantemos a la conclusión del evangelio. Vayamos a su comienzo o, mejor aún, vayamos más atrás, al texto del profeta Amós que nos presenta la primera lectura. Amós nos describe un grupo de gente rica que está dándose la gran vida,

Acostados en lechos de marfil y apoltronados en sus divanes,
comen los corderos del rebaño (…) Improvisan al son del arpa,
y como David, inventan instrumentos musicales; (…)
beben el vino en grandes copas y se ungen con los mejores aceites… (Amós 6,4-7)

Ya el domingo pasado Amós nos presentaba esa gente enceguecida por la ambición, por el ansia de acumular para sí, sin importarles nada ni nadie, alterando medidas y balanzas para estafar, subiendo los precios, aprovechándose de los pobres…

Con ese telón de fondo, llega la parábola que nos presenta Jesús:

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. (Lucas 16,19)

Este es el primer personaje: un hombre rico. No se dice su nombre y eso puede tener su significado. El nombre define a la persona. Recordemos como son presentadas por su nombre muchas figuras de la Sagrada Escritura. Aquí, en cambio, lo que se presenta es su lujosa, muy lujosa, forma de vestir y su vida de grandes banquetes diarios. Ese modo de vida nos recuerda a los ricos denunciados por Amós; pero, en cambio, no se dice que sus riquezas sean producto de la explotación, de la estafa o del abuso. Se marca, sí, una manera de vivir con muchos excesos, en gran contraste con el siguiente personaje:

A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. (Lucas 16,20-21)

Este pobre, sí, tiene un nombre, y no es un detalle menor. Su hambre y su desnudez (sus llagas parecen estar a la vista) contrastan fuertemente con la vida que lleva el rico.

Pero, con la muerte, la situación de ambos se va a dar vuelta totalmente.

El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. (Lucas 16,22)

El rico se encuentra ahora “en la morada de los muertos”, en medio de tormentos; pero desde allí ve a Abraham y a Lázaro junto a él.

Así como Lázaro en la tierra ansiaba saciarse de lo que caía de su mesa, ahora el rico suplica para recibir por medio de Lázaro una gotita de agua que refresque su lengua. Pero Abraham le responde:

«Hijo mío (…) recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí». (Lucas 16,25-26)

Esta parábola parece una invitación a la resignación. Parece decirle al pobre Lázaro “ahora sufres mientras el rico disfruta; en el otro mundo, todo se dará vuelta. Él sufrirá y tú disfrutarás. Solo ten paciencia”.

Sin embargo, ésta no es la parábola del pobre Lázaro, aunque él es un personaje importante. La mayor parte de la parábola la ocupa el diálogo del rico con Abraham; pero tampoco es la parábola del rico malvado, como los que describía el profeta Amós.

La predicación de Jesús es siempre un llamado a la conversión, a un cambio profundo de vida. ¿Qué cambio de actitud está reclamando Jesús?

Lo primero, no apoltronarnos. No instalarnos en una vida donde lo único que nos importe sea nuestro propio bienestar y terminemos creando alrededor un abismo que nadie pueda cruzar para molestarnos.

Así vivía el rico de la parábola, envuelto en su púrpura y sus banquetes diarios. Había un abismo entre él y el pobre que estaba sentado a su puerta. Ese pobre que para él no tiene nombre, pero que se llama Lázaro, que significa “ayuda de Dios”.

Este es el llamado: mira a tu alrededor, sal de tu burbuja, cruza el abismo y ve al encuentro del otro, ve al encuentro de aquel que Dios te ha puesto como ayuda para no perderte y, encontrándolo, encontrar a Dios y encontrarte a ti mismo.

Pero la parábola continúa. En su diálogo con Abraham, el rico ve que ya no es posible cambiar su situación; pero se acuerda de sus hermanos que, al parecer, están siguiendo el mismo camino que llevó al rico a su situación actual. Por eso suplica:

«Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento» (Lucas 16,27-28)

La respuesta de Abraham es muy importante, y es el segundo llamado de esta parábola:

«Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen». (Lucas 16,29)

El rico insiste, diciendo que si alguno va a verlos de entre los muertos, se arrepentirán. Pero la parábola se cierra con esta sentencia de Abraham:

«Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán» (Lucas 16,31)

“Si no escuchan a Moisés y a los Profetas…” si no escuchan la Palabra de Dios, nada habrá que cambie su vida.

Para nosotros, cristianos, la escucha de la Palabra de Dios, leída, meditada, rezada y comprendida en Iglesia, es la escucha de Jesucristo, el que resucitó de entre los muertos. La escucha verdadera de la Palabra lleva a ponerla en práctica.

La escucha de la Palabra lleva a la conversión y al seguimiento de Jesús, que no es posible sin vivir el amor al prójimo expresado en gestos concretos, en entrega y servicio, especialmente a los más pobres.

Frente al rico que se encerró en su zona de seguridad y lujo, se contrapone, en la segunda lectura, la figura de alguien que eligió seguir a Jesús: Timoteo, discípulo de Pablo que tomó su decisión ante muchos testigos, tal como lo hizo Jesús ante Pilato y todo el pueblo. A él y a cada uno de nosotros nos dice hoy san Pablo:

"... practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad. Pelea el buen combate de la fe, conquista la Vida eterna, a la que has sido llamado y en vista de la cual hiciste una magnífica profesión de fe, en presencia de numerosos testigos. (1 Timoteo 6,11-12)

En esta semana

Lunes 29, Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Fiesta patronal de la parroquia San Miguel, en Los Cerrillos.

Martes 30, San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia.

Miércoles 1, Santa Teresita del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia; patrona de la parroquia de Juanicó.

Jueves 2, Santos Ángeles Custodios.

Sábado 4, San Francisco de Asís, patrono de las parroquias de Joaquín Suárez y Colonia Nicolich. Fiesta también en los monasterios de las Clarisas franciscanas y las Clarisas capuchinas.

En ese día será ordenado diácono, en camino al sacerdocio, el hermano claretiano Elisio, en la parroquia San Antonio María Claret, en la ciudad de Progreso.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Crezcamos en fidelidad a Jesús por la escucha y la práctica de la Palabra. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Palabra de Vida: Descubrir quién es Jesús. Lucas 9,18-22.

  

Viernes de la XXV semana durante el año, 26 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 25 de septiembre de 2025

Palabra de Vida: Construir la casa de Dios. Ageo 1,1-8.



Jueves de la XXV semana durante el año, 25 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 24 de septiembre de 2025

24 de septiembre. Nuestra Señora de la Merced.


En el siglo XIII, bajo el amparo de la Virgen, nació la Orden Mercedaria, para rescatar a los cautivos de las cárceles del cuerpo y del alma.

Palabra de Vida: “Nuestro Dios no nos ha abandonado” (Esdras 9,5-9)

  

Miércoles de la XXV semana durante el año, 24 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 23 de septiembre de 2025

San Pío de Pietrelcina: "la paz es la sencillez del espíritu".


Texto del P. Pío, de una carta al P. Agostino de San Marco in Lamis, 10 de julio de 1915.

Palabra de Vida: “Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican” (Lucas 8,19-21)


Martes de la XXV semana durante el año, 23 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

viernes, 19 de septiembre de 2025

Palabra de Vida: Anunciar la Palabra. Lucas 8,1-3


 

Viernes de la XXIV semana durante el año, 19 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 18 de septiembre de 2025

Palabra de Vida: Demostrar el amor con gestos. Lucas 7,36-50

 
Jueves de la XXV semana durante el año, 18 de septiembre de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 17 de septiembre de 2025

Rendición de cuentas (Lucas 16,1-13). Domingo XXV durante el año.

En inglés hay una palabra, accountability, que, como tantas otras, ha ido ganando terreno en otros idiomas, incluido el nuestro. Eso suele suceder porque esa palabra suena bien, tiene algo que llama la atención; pero, también, como sucede en este caso, porque una sola palabra evoca varias cosas a la vez, relacionadas entre sí.

Accountability puede traducirse como “rendición de cuentas”, es decir la presentación de un balance, con sus entradas y salidas y los comprobantes correspondientes; pero tiene un significado más amplio. Implica la responsabilidad personal, la capacidad de hacerse cargo de las propias decisiones y acciones, así como de sus consecuencias, tanto previstas como imprevistas. También toca a la responsabilidad institucional, a través de la responsabilidad de los dirigentes de una organización.

Todo esto viene bien como marco para la parábola que nos presenta Jesús hoy, donde un administrador es llamado por su patrón a rendir cuentas: 

"¿Qué es lo que me han contado de ti? 
Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto". (Lucas 16,10-13)

Así, sorpresivamente, se dirigió a su administrador un hombre rico, según nos cuenta el evangelio de este domingo. Poder rendir cuentas es siempre importante para un administrador. Debe mantener al día los libros y, sobre todo, entradas y salidas deben estar adecuadamente documentadas. Pero esto no era un pedido de cuentas más; era el pedido final, acompañado de un despido, porque el administrador había sido acusado de malgastar los bienes de su patrón. No hubo ninguna defensa ante la acusación. Solo un silencio culpable… y una reflexión que el acusado hizo en su interior:

"¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!" (Lucas 16,10-13)

Y lo que hizo aquel administrador deshonesto fue redoblar su apuesta. Falsificó documentos de algunos deudores importantes para que aparecieran con una deuda mucho menor. De esta forma, logró ganarse amigos con los que contar cuando quedara en la calle.

Obró tan astutamente, que su mismo Señor, a pesar de su disgusto, reaccionó de una manera sorprendente:

Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. 
(Lucas 16,10-13)

Obviamente, Jesús no propone con esta parábola esa conducta claramente deshonesta, corrupta, como un buen ejemplo a seguir. ¿A dónde quiere llegar Jesús? 

Comentando este texto, el Papa Francisco hace ver que lo que en el fondo ha hecho este hombre, lo que sí es imitable, pero por vías honestas, es cambiar su centro de atención: dejar de mirar la plata para mirar a las personas. Dice Francisco: 

“la riqueza puede empujar a la gente a construir muros, crear divisiones y discriminación. Jesús, por el contrario, invita a sus discípulos a dar vuelta la corriente, haciendo amigos con las riquezas”. 

Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. (Lucas 16,10-13)

Con estas palabras, Jesús nos invita a dos cosas:

Primero, como ya decíamos, a transformar bienes y riquezas materiales en relaciones personales.

La mayor riqueza está en los vínculos, en las amistades auténticas que vamos creando con los demás, basadas en los dones que hemos recibido de Dios y que compartimos con los otros.

El administrador quedó bien con algunos esperando que luego lo recibieran en sus casas. Jesús habla de amigos que nos reciban “en las moradas eternas”.

Y ahí está la segunda invitación que nos hace: actuar en la vida sin perder de vista el fin último al que está llamada toda la humanidad; entrar a compartir la eternidad de Dios. Sobre esto concluye Francisco: 

“Si somos capaces de transformar las riquezas en instrumentos de fraternidad y solidaridad, nos acogerá en el Paraíso no solamente Dios, sino también aquellos con los que hemos compartido, administrando bien lo que el Señor ha puesto en nuestras manos”.

Entonces, tal como se preguntó el administrador “¿qué voy a hacer ahora?”… mientras estamos en esta vida, siempre es posible hacer el bien, siempre es posible amar, siempre es posible, de alguna manera, reparar el mal que hemos hecho. Se trata de obrar hábilmente de manera de ganar no los premios pasajeros de este mundo, sino la vida que permanece para siempre. 

Eso es, precisamente, lo que pide una de las oraciones de la liturgia. Recemos juntos:

Dios nuestro, protector de los que esperan en ti,
fuera de quien nada tiene valor ni santidad;
acrecienta sobre nosotros tu misericordia,
para que, bajo tu guía providente,
usemos los bienes pasajeros de tal modo
que ya desde ahora podamos adherirnos a los eternos.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

En esta semana

Lunes 22: en Uruguay se celebra hoy el día del Maestro, es decir de las maestras y maestros de educación primaria. Las maestras ocupan un lugar importante en nuestros recuerdos de infancia. Feliz día tanto a quienes siguen dándose con generosidad en una labor poco reconocida como a quienes ya disfrutan de su retiro, pero que siguen sintiendo que enseñar transmitiendo valores y, para los que son creyentes, también la fe, ha sido y sigue siendo su misión.

Martes 23: también en Uruguay recordamos a nuestro héroe nacional, José Artigas, en el aniversario de su fallecimiento ocurrido en 1850, durante su largo exilio en Paraguay. Su pensamiento, en el que recogió mucho de las enseñanzas de los franciscanos que le fueron cercanos, sigue siendo fuente de inspiración para todo nuestro pueblo.

Igualmente en este día 23 celebramos la memoria de san Pío de Pietrelcina, un santo muy querido en el mundo, también en nuestro Uruguay aparentemente poco religioso. Un santo que vivió unido a Cristo en el dolor, pero que buscó siempre ayudar a los demás a encontrar alivio y sanación.

Miércoles 24: en Uruguay, Nuestra Señora de las Mercedes, patrona en Uruguay de la diócesis del mismo nombre. Es también día de la pastoral carcelaria, en recuerdo de que esta advocación fue inspiradora de los mercedarios, como san Ramón Nonato, que se consagraron a liberar cautivos.

Sábado 27: San Vicente de Paúl, sacerdote francés que encontró a Cristo en cada uno de los pobres de su tiempo.

También en este día, san Adolfo mártir, patrono de la parroquia de El Dorado, en el municipio 18 de Mayo.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

viernes, 12 de septiembre de 2025

12 de septiembre: el santísimo Nombre de la Bienaventurada Virgen María.


"Mira la Estrella; llama a María"
De una homilía de San Bernardo, Abad, sobre las glorias de María. Oficio de lecturas de la memoria.

miércoles, 10 de septiembre de 2025

“Levantado en alto” (Juan 3,13-17) Exaltación de la Santa Cruz

Celebramos hoy una fiesta que se superpone al domingo que correspondería hoy, vigésimo cuarto durante el año, porque se trata, como veremos, de una fiesta del Señor.

El título de esta fiesta es llamativo y tal vez desconcertante porque, entre nosotros, el uso más común de “exaltación” es el referido al estado de una persona que manifiesta con excesiva intensidad lo que siente. Decimos de esa persona que está “exaltada”; pero la primera acepción del verbo exaltar es “Elevar a alguien o algo a gran auge o dignidad”. Exaltar la cruz es, pues, darle a ese signo una especial importancia y lo hacemos porque se trata de la cruz de Cristo. Es la Cruz de Cristo porque, a través de su sufrimiento y muerte en la cruz, Él realizó la salvación y fue, a su vez, “exaltado” por el Padre, es decir: fue resucitado y elevado. “Subió al Cielo y está sentado a la derecha del Padre”, rezamos en el Credo.

La cruz es el signo cristiano por excelencia. Sin embargo, no siempre fue así. En los primeros tiempos del cristianismo no la encontramos entre los signos que utilizaban los fieles. De esos tiempos recordamos el signo del pez, en griego ichthys, (IXΘΥΣ) palabra cuyas letras forman la sigla de Jesús – Cristo – Dios – Hijo - Salvador. 

Antes que la imagen del crucificado estaba ya la del Buen Pastor, que evoca las palabras del Salmo 23 “El Señor es mi pastor”, la parábola de la oveja perdida del evangelio de Lucas y, sobre todo, el capítulo diez del evangelio según san Juan, donde Jesús dice “yo soy el buen pastor”.

La cruz y, más aún, el crucifijo, es decir el Cristo clavado en la cruz y sufriendo, no llegó a hacerse parte de las imágenes cristianas sino después de un largo proceso. Mientras la crucifixión siguió siendo en el imperio romano una forma de ejecución, no era fácil para un cristiano ver la imagen de su maestro clavado en la cruz, como se hacía con los más horrendos criminales. Se hablaba de la cruz, no sin tensión, como lo refleja san Pablo cuando dice:

Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos (1 Corintios 1,23)

Escándalo y locura: un Dios crucificado, ¡un Dios que sufre! Pero la cruz no puede ser negada. Jesús fue levantado, padeció y murió en ella. Es un misterio y, como tal, será siendo mejor comprendido a medida que la Iglesia vaya profundizando en su fe.

Con el abandono de las crucifixiones como forma de ejecución y la peregrinación de Santa Elena a Jerusalén donde, según la tradición, encontró la verdadera cruz de Jesús, el signo comenzó a aparecer en las iglesias; pero solo la cruz, sin el crucificado. Aparecía hermosamente adornada: una cruz enjoyada, como la de estos mosaicos de antiguas iglesias en Roma y en Ravena.

Un segundo paso fue colocar a Cristo en la cruz; pero se lo representaba triunfante, vestido, sin signos de sufrimiento, como este Cristo de la Sagrada Faz, en Lucca, de fines del siglo VIII. 

Fue hacia el siglo XIII cuando comenzó a afirmarse la representación del crucifijo con el Cristo doliente, un Cristo identificado con una humanidad que sufre, pero que toma ese dolor sobre sí y abre con la cruz la puerta de la eternidad.

La cruz, el objeto material, no tiene que distraer nuestra mirada de modo que olvidemos qué es lo que le da significado. Recordemos el momento de la adoración de la Cruz, en el Viernes Santo. Para invitarnos a ese gesto, el sacerdote canta: “Este es el árbol de la Cruz donde estuvo suspendida la salvación del mundo. Vengan y adoremos.”

Esas palabras nos recuerdan que la cruz tiene valor y significado por lo que sucedió en ella, cumpliendo lo anunciado por Jesús en el evangelio que leemos hoy:

«… es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en Él tengan Vida eterna». (Juan 3,14)

Pero ¿qué es lo que hace Jesús en la cruz? Aparentemente, no puede hacer nada. Pasión habla de “pasividad”. La Pasión se sufre. Clavado en la cruz, fijado a ella, a Jesús no le espera nada más que una muerte que no tardará en acontecer… entonces ¿qué puede hacer?

“… se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.” (Filipenses 2,8)

Lo que realiza Jesús en la Cruz es hacer de esa ejecución que se le impone, que le impone la fuerza del mal… hacer de esa ejecución un sacrificio, donde él mismo es sacerdote, víctima y altar. Jesús da un sentido a su pasión y muerte en la cruz ofreciendo su vida como manifestación del amor de Dios, el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros. 

«Sí, tanto Dios amó al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.» (Juan 3,16-17)

Por eso exaltamos la Cruz de Cristo: porque de ella brota la misericordia del Padre que abraza al mundo entero. Es contemplando todo eso que podemos decir “Ave Crux, spes única”: “salve, oh cruz, única esperanza”; porque esa cruz es la cruz de Cristo. La Exaltación de la Santa Cruz nos llama a mirar con nuevos ojos la realidad de cada día y a descubrir, en cada gesto de entrega, una chispa de eternidad.

Nuestra Señora de los Dolores

El 15 de septiembre, día siguiente a la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, se celebra la memoria de Nuestra Señora de los Dolores, recordando como la Madre de Jesús estuvo acompañando a su Hijo al pie de la Cruz y cómo allí, en la persona del discípulo amado, Jesús nos la entrega como Madre.

Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre.» Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. (Juan 19,26-27)

El beato Jacinto Vera, primer obispo del Uruguay, tenía especial devoción a esta imagen de Nuestra Señora de los Dolores que se encuentra hoy en la parroquia San Ignacio de Loyola en Montevideo.

Esa devoción viene sin duda de más lejos, ya que en el territorio de la parroquia donde se casaron sus padres, en la Isla de Lanzarote, había una ermita dedicada a la Dolorosa, en agradecimiento por el fin de una larga erupción volcánica. Hoy hay allí una pequeña capilla donde se celebra Misa los domingos.

En esta semana

Martes 16: Santos Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, mártires.

Viernes 19: en Uruguay, beatas Dolores y Consuelo Aguiar-Mella y Díaz, nacidas en Montevideo, vírgenes y mártires en Madrid, en el año 1936, durante la persecución religiosa en España.

Sábado 20: San Andrés Kim, presbítero y san Pablo Chong Hasang y compañeros, mártires en Corea.  

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

lunes, 8 de septiembre de 2025

8 de septiembre: Natividad de la Virgen María



De la Homilía del papa san Pablo VI en la fiesta de la Natividad de la Virgen María, 8 de septiembre de 1964.

domingo, 7 de septiembre de 2025

Canonización de Carlo Acutis, 7 de septiembre de 2025.


El Papa Francisco se refirió a Carlo Acutis (cuando todavía no había sido beatificado) en su exhortación apostólica Christus vivit!, Nros. 104-107, 25 de marzo de 2019.


viernes, 5 de septiembre de 2025

La exigencia del amor. Lucas 14,25-33. Domingo XXIII durante el año.

“No puede ser mi discípulo”. Tres veces repite Jesús esta tajante sentencia, en el pasaje del evangelio que escuchamos este domingo. 

¿En qué está Jesús mientras dice todo eso? Está en camino a Jerusalén; no como una peregrinación más, como las que hizo incluso siendo niño, sino en el viaje definitivo hacia su pasión, muerte y resurrección. Más que una exigencia, Jesús está haciendo una advertencia: para seguirlo hay que cortar ciertas ataduras a personas y a cosas y poner el amor por Él por encima de todo lo demás. 

No deja de sonar chocante aquello de 
Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14,26)
Esta primera exigencia llama a revisar la forma en que vivimos nuestros vínculos familiares. Cuando el parentesco se convierte en una especie de ley por encima de lo que es justo y bueno, se termina por justificar en su nombre favoritismos, privilegios, exclusiones… Jesús reclama ese amor a Él por encima de todo, no para dejar fuera a los demás, sino para ensanchar el corazón, de manera que podamos ver en toda persona un hermano, una hermana y amarlos con Él, con Jesús y desde Él.
El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14,27)
Para nosotros esta imagen es claramente simbólica y, aun así, es fuerte. Cuántas veces los discípulos de Jesús habrían visto pasar entre la multitud a los condenados cargados con el patíbulo, el brazo horizontal de la cruz, hasta el lugar donde serían crucificados… 
Qué difícil imaginarse a sí mismos haciéndolo y más aún, imaginar que un día su maestro recorrería también la Vía Crucis, la vía dolorosa, el camino de la cruz.
Podemos entender esta exigencia como un llamado a aceptar y dar sentido a nuestros diversos sufrimientos, uniendo nuestro dolor al del crucificado, uniéndonos a su ofrenda de amor por la salvación de la humanidad. Junto a eso, tenemos que recordar que la cruz de Jesús es consecuencia de su enfrentamiento con la maldad, incluyendo la pretensión de manipular al mismo Dios para justificar la opresión y la injusticia.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14,33)
Jesús presenta esta tercera exigencia como conclusión a dos breves parábolas: el hombre que antes de construir la torre debía calcular si tenía suficientes recursos para terminarla y el rey que resolvió buscar la paz antes de ir a la batalla con menos hombres que el enemigo. La renuncia fundamental que aquí está planteada, es la renuncia a la autosuficiencia, al creer que todo proviene exclusivamente de nuestras fuerzas y que solo dependemos de nosotros mismos para llevar adelante cualquier proyecto… nuestros proyectos mismos quedan cuestionados… ¿Acaso son los proyectos de Dios?
¿Qué hombre puede conocer los designios de Dios
o hacerse una idea de lo que quiere el Señor? (Sabiduría 9,13)
Esa es la pregunta que nos lanza el autor del Libro de la Sabiduría, en la primera lectura de hoy. Pregunta retórica, es decir, más bien una afirmación que una pregunta. Nadie puede conocer los designios de Dios… a menos que el mismo Dios los revele. Y sigue así :
¿Y quién habría conocido tu voluntad
si Tú mismo no hubieras dado la Sabiduría
y enviado desde lo alto tu santo espíritu? (Sabiduría 9,17)
El autor reconoce que Dios ha dado a conocer su voluntad, que Dios se ha manifestado, se ha revelado… pero en el momento en que él escribe, esa revelación no ha llegado a su fin, no ha alcanzado su plenitud. Eso sucederá con Jesucristo. Ahí se produce la revelación definitiva de Dios. En Jesucristo, Dios muestra su rostro: el rostro de la misericordia.

Pero, entonces… ¿cómo se conjugan la misericordia y las exigencias de Jesús? Pues bien, este exigente pasaje del evangelio viene precedido de una parábola de Jesús en las que se habla de un banquete donde los invitados no aceptaron el convite y el anfitrión ordenó a sus servidores salir a buscar a quien fuera para sentarlo a su mesa, hasta llenar la casa.
A continuación de este pasaje, viene el capítulo 15 del evangelio de Lucas, que nos ofrece nada menos que las tres parábolas de la misericordia: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido… que terminan con una fiesta por haber recuperado la oveja, la moneda y el hijo.

La exigencia de Dios no es caprichosa ni mucho menos maliciosa. Es la exigencia del amor, la exigencia de quien quiere para sus creaturas una vida más grande, más alta… la participación en su propia vida divina. En lugar de eso, los ve, nos ve, aferrarnos a lo caduco y transitorio, poniendo en peligro su vida eterna, porque hemos menospreciado o rechazado el amor misericordioso del Padre; ese amor que se nos manifiesta en Jesucristo; ese amor que es para nosotros exigente, porque así es el verdadero amor.

Tiempo de la Creación

Desde el primero de septiembre al 4 de octubre, la Iglesia vive el “Tiempo de la Creación”, un tiempo para meditar, celebrar y cuidar la obra de Dios, nuestra Casa Común. A diez años de esta iniciativa del papa Francisco y en el marco del año jubilar, el papa León XIV nos ha entregado un mensaje titulado “Semillas de paz y esperanza”.

Mes de la Palabra de Dios

El 30 de septiembre es la memoria de san Jerónimo, el santo que dedicó gran parte de su vida a traducir la Palabra de Dios a la lengua que hablaba el pueblo: el latín llamado “vulgar”. Su Biblia es conocida como “la Vulgata”. Es por eso que en Uruguay y en otros países celebramos septiembre como el “Mes de la Biblia”, aunque, últimamente lo hemos cambiado por “Mes de la Palabra de Dios”, poniendo el énfasis en el mensaje, la Palabra y no en el soporte físico, que es el libro, la Biblia. 

Jornada Nacional de la Juventud

Como cada primer domingo de septiembre, desde hace 46 años, se celebra en Uruguay la Jornada Nacional de la Juventud, este año convocada con el lema del Jubileo “Peregrinos de Esperanza”. Por muy feliz coincidencia, el papa León eligió esta fecha para la canonización de dos santos jóvenes: Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati. También tendremos ese acontecimiento presente en nuestra jornada.
La celebraremos este domingo en la ciudad de Tala, donde están convocados los jóvenes de parroquias y centros educativos de nuestra diócesis.

En esta semana:

  • Lunes 8, un tierno recuerdo para nuestra madre: la Natividad de la Virgen María
  • Martes 9, un santo misionero: San Pedro Claver
  • Sábado 13, un obispo y doctor de la Iglesia, San Juan Crisóstomo.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

jueves, 4 de septiembre de 2025

Tiempo de la Creación: Semillas de paz y esperanza. Mensaje del Papa León XIV.

 


MENSAJE DE SU SANTIDAD
PAPA LEÓN XIV
PARA LA X JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN
POR EL CUIDADO DE LA CREACIÓN 2025
[1 de septiembre de 2025]

Semillas de paz y esperanza

Queridos hermanos y hermanas:

El tema de esta Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, elegido por nuestro querido Papa Francisco, es “Semillas de paz y esperanza”. En el décimo aniversario de la institución de la Jornada, que coincidió con la publicación de la encíclica Laudato si’, nos encontramos en pleno Jubileo, como “peregrinos de esperanza”. Y es precisamente en este contexto donde el tema adquiere todo su significado.

Muchas veces, Jesús, en su predicación, utiliza la imagen de la semilla para hablar del Reino de Dios, y en la víspera de la Pasión la aplica a sí mismo, comparándose con el grano de trigo, que debe morir para dar fruto (cf. Jn 12,24). La semilla se entrega por completo a la tierra y allí, con la fuerza impetuosa de su don, brota la vida, incluso en los lugares más insospechados, con una sorprendente capacidad de generar futuro. Pensemos, por ejemplo, en las flores que crecen al borde de las carreteras: nadie las ha plantado, y sin embargo crecen gracias a semillas que han llegado allí casi por casualidad y logran adornar el gris del asfalto e incluso romper su dura superficie.

Por lo tanto, en Cristo somos semillas. No sólo eso, sino “semillas de paz y esperanza”. Como dice el profeta Isaías, el Espíritu de Dios es capaz de transformar el desierto, árido y reseco, en un jardín, lugar de descanso y serenidad: «hasta que sea infundido en nosotros un espíritu desde lo alto. Entonces el desierto será un vergel y el vergel parecerá un bosque. En el desierto habitará el derecho y la justicia morará en el vergel. La obra de la justicia será la paz, y el fruto de la justicia, la tranquilidad y la seguridad para siempre. Mi pueblo habitará en un lugar de paz, en moradas seguras, en descansos tranquilos» (Is 32,15-18).

Estas palabras proféticas, que del 1 de septiembre al 4 de octubre acompañarán la iniciativa ecuménica del “Tiempo de la Creación”, afirman con fuerza que, junto con la oración, son necesarias la voluntad y las acciones concretas que hacen perceptible esta “caricia de Dios” sobre el mundo (cf. Laudato si’, 84). La justicia y el derecho, en efecto, parecen arreglar la inhóspita naturaleza del desierto. Se trata de un anuncio de extraordinaria actualidad. En diversas partes del mundo es ya evidente que nuestra tierra se está deteriorando. En todas partes, la injusticia, la violación del derecho internacional y de los derechos de los pueblos, las desigualdades y la codicia que de ellas se derivan producen deforestación, contaminación y pérdida de biodiversidad. Aumentan en intensidad y frecuencia los fenómenos naturales extremos causados por el cambio climático inducido por las actividades antrópicas (cf. Exhort. ap. Laudate Deum, 5), sin tener en cuenta los efectos a medio y largo plazo de la devastación humana y ecológica provocada por los conflictos armados.

Parece que aún no se tiene conciencia de que destruir la naturaleza no perjudica a todos del mismo modo: pisotear la justicia y la paz significa afectar sobre todo a los más pobres, a los marginados, a los excluidos. En este contexto, es emblemático el sufrimiento de las comunidades indígenas.

Y eso no es todo: la propia naturaleza se convierte a veces en un instrumento de intercambio, en un bien que se negocia para obtener ventajas económicas o políticas. En estas dinámicas, la creación se transforma en un campo de batalla por el control de los recursos vitales, como lo demuestran las zonas agrícolas y los bosques que se han vuelto peligrosos debido a las minas, la política de la “tierra arrasada” [1], los conflictos que se desatan en torno a las fuentes de agua, la distribución desigual de las materias primas, que penaliza a las poblaciones más débiles y socava su propia estabilidad social.

Estas diversas heridas son consecuencia del pecado. Sin duda, esto no es lo que Dios tenía en mente cuando confió la Tierra al hombre creado a su imagen (cf. Gn 1,24-29). La Biblia no promueve «el dominio despótico del ser humano sobre lo creado» (Laudato si’, 200). Al contrario, es «importante leer los textos bíblicos en su contexto, con una hermenéutica adecuada, y recordar que nos invitan a “labrar y cuidar” el jardín del mundo (cf. Gn 2,15). Mientras “labrar” significa cultivar, arar o trabajar, “cuidar” significa proteger, custodiar, preservar, guardar, vigilar. Esto implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza» (ibíd., 67).

La justicia ambiental —anunciada implícitamente por los profetas— ya no puede considerarse un concepto abstracto o un objetivo lejano. Representa una necesidad urgente que va más allá de la simple protección del medio ambiente. En realidad, se trata de una cuestión de justicia social, económica y antropológica. Para los creyentes, además, es una exigencia teológica que, para los cristianos, tiene el rostro de Jesucristo, en quien todo ha sido creado y redimido. En un mundo en el que los más frágiles son los primeros en sufrir los efectos devastadores del cambio climático, la deforestación y la contaminación, el cuidado de la creación se convierte en una cuestión de fe y de humanidad.

Es hora de pasar de las palabras a los hechos. «Vivir la vocación de ser protectores de la obra de Dios es parte esencial de una existencia virtuosa, no consiste en algo opcional ni en un aspecto secundario de la experiencia cristiana» (ibíd., 217). Trabajando con dedicación y ternura se pueden hacer germinar muchas semillas de justicia, contribuyendo así a la paz y a la esperanza. A veces se necesitan años para que el árbol dé sus primeros frutos, años que involucran a todo un ecosistema en la continuidad, la fidelidad, la colaboración y el amor, sobre todo si este amor se convierte en espejo del Amor oblativo de Dios.

Entre las iniciativas de la Iglesia que son como semillas esparcidas en este campo, deseo recordar el proyecto “Borgo Laudato si’”, que el Papa Francisco nos ha dejado como herencia en Castel Gandolfo, como semilla que puede dar frutos de justicia y paz. Se trata de un proyecto de educación en ecología integral que quiere ser un ejemplo de cómo se puede vivir, trabajar y formar comunidad aplicando los principios de la encíclica Laudato si’.

Ruego al Todopoderoso que nos envíe en abundancia su «espíritu desde lo alto» (Is 32,15), para que estas semillas y otras parecidas den frutos abundantes de paz y esperanza.

La encíclica Laudato si’ ha acompañado a la Iglesia católica y a muchas personas de buena voluntad durante diez años. Que siga inspirándonos y que la ecología integral sea cada vez más elegida y compartida como camino a seguir. Así se multiplicarán las semillas de esperanza, que debemos “cuidar y cultivar” con la gracia de nuestra gran e inquebrantable Esperanza, Cristo Resucitado. En su nombre, les envío mi bendición a todos.

Vaticano, 30 de junio de 2025, Memoria de los Santos Protomártires de la santa Iglesia Romana.

LEÓN PP. XIV

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[1] Cf. Pontificio Consejo “Justicia y Paz”, Tierra y alimento, LEV 2016, 51-53.

lunes, 1 de septiembre de 2025

“Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.” (Lc 15, 6). Palabra de Vida. Septiembre 2025. Movimiento de los Focolares.

En el Antiguo Testamento, los pastores contaban las ovejas al volver de los campos, dispuestos a buscar a la que se hubiese perdido. Incluso se internaban en el desierto de noche con tal de encontrar a las ovejas descarriadas.

Esta parábola es una historia de pérdida y hallazgo que pone en el primer plano el amor del pastor. Este se da cuenta de que falta una oveja, la busca, la encuentra y se la carga a hombros porque está debilitada y asustada, quizá herida, y no es capaz de seguir al pastor por sí sola. Es él quien la lleva a resguardo y, por último, lleno de alegría, invita a sus vecinos a celebrarlo con él.

“Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.”

Los temas recurrentes de este relato podemos resumirlos en tres verbos: perderse, encontrar y celebrar.

Perderse. La buena noticia es que el Señor va a buscar a quien se extravía. Muchas veces nos perdemos en los desiertos cercanos, o en los que nos vemos obligados a vivir, o en los que nos refugiamos; son los desiertos del abandono, de la marginación, de la pobreza, de las incomprensiones, de la falta de unidad. El Pastor nos busca también allí, y aunque lo perdamos de vista, él nos encontrará siempre.

Encontrar. Intentemos imaginarnos la escena de la afanosa búsqueda por parte del pastor en el desierto. Es una imagen que impacta por su fuerza expresiva. Podemos entender la alegría tanto del pastor como de la oveja. El encuentro entre ambos devuelve a la oveja la sensación de seguridad por haberse librado del peligro. Por tanto, el «encontrar» es un acto de misericordia divina.

Celebrar. Él reúne a sus amigos para celebrarlo, porque quiere compartir su alegría, tal como ocurre en las otras dos parábolas que siguen a esta, la de la moneda perdida y la del padre misericordioso (cf. Lc 15, 8 y 15, 11). Jesús quiere que entendamos la importancia de participar de la alegría con todos y nos inmuniza contra la tentación de juzgar al otro. Todos somos personas «encontradas».

“Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.”

Esta Palabra de vida es una invitación a ser agradecidos por la misericordia que Dios tiene con todos nosotros personalmente. El hecho de alegrarnos, de gozar juntos, nos presenta una imagen de la unidad donde no hay contraposición entre justos y pecadores, sino que los unos participamos en la alegría de los otros.

Escribe Chiara Lubich: 

«Es una invitación a comprender el corazón de Dios, a creer en su amor. Inclinados como estamos a calcular y a medir, a veces creemos que el amor de Dios por nosotros también podría llegar a cansarse […] La lógica de Dios no es como la nuestra. Dios nos espera siempre; es más, le damos una inmensa alegría cada vez que volvemos a Él, aunque se tratase de un número infinito de veces» [1].

“Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido.”

A veces podemos ser nosotros los pastores, los que cuidamos unos de otros y vamos con amor a buscar a quienes se han alejado de nosotros, de nuestra amistad, de nuestra comunidad; a buscar a los marginados, a quienes están perdidos, a los pequeños, aquellos que las pruebas de la vida han apartado a los márgenes de nuestra sociedad.

Nos cuenta una educadora: 

«Había varios alumnos que venían a clase esporádicamente. Durante mis horas libres solía ir por el mercado que está al lado de la escuela, esperando encontrarlos en ese lugar, porque me había enterado de que trabajaban allí para sacarse un dinero. Un día por fin los vi, y ellos se quedaron asombrados de que hubiese ido personalmente a buscarlos, y les impactó ver lo importantes que eran para toda la comunidad educativa. Desde entonces empezaron a venir regularmente a clase y fue en verdad una fiesta para todos».

Patrizia Mazzola y el equipo de la Palabra de Vida

[1] C. Lubich, Palabra de vida de septiembre de 1986: Palabras de Vida/1 (1943-1990) (ed. F. Ciardi), Ciudad Nueva, Madrid 2020, pp. 387-388.

viernes, 29 de agosto de 2025

“Glorificado por los humildes” (Eclesiástico 3,17-29 – Lucas 14,1.7-14). Domingo XXII durante el año.


San Ramón Nonato. Fiesta jubilar en la parroquia de San Ramón, Canelones.

En esta fecha se celebra normalmente la memoria de San Ramón Nonato, lo que no corresponde hoy, por ser domingo; sin embargo, sí la celebramos en la parroquia de la ciudad de San Ramón, en nuestra Diócesis, ya que es su fiesta patronal. Más aún, las parroquias del Decanato Centro (Tala, Sauce, San Jacinto, San Ramón, San Bautista, Santa Rosa, San Antonio, Migues y Montes) harán su peregrinación jubilar con motivo de la fiesta.

Programa de la peregrinación
jubilar a San Ramón.

San Ramón vivió en la primera mitad del siglo XIII. Es apodado “nonato” ya que fue extraído del vientre de su madre, fallecida antes de poder darlo a luz. Es por eso el patrono de las parturientas. Ingresó a la Orden de la Merced, fundada por San Pedro Nolasco para redimir a cristianos cautivos de los musulmanes. Para eso los Mercedarios reunían dinero pero, también, iban dispuestos a entregarse a sí mismos para liberar a otros. Así lo hizo San Ramón, que quedó prisionero en el norte de África. Allí predicó el evangelio entre sus captores y sus compañeros de cautiverio. Para impedírselo, colocaron un candado en su boca. Una vez liberado, el Papa lo nombró cardenal, pero nuestro santo no cambió por eso su vida pobre y austera. Convocado a Roma, falleció en el camino, a causa de una enfermedad que lo consumió rápidamente.

Hacer memoria de San Ramón nos invita a rezar por las futuras mamás, para que puedan llevar a feliz término su embarazo. También, a pensar en las nuevas esclavitudes del mundo de hoy: desde el tráfico de personas hasta las adicciones que encadenan a quienes entran en ese oscuro viaje.
Que la intercesión de este santo patrono ayude a nuestros pueblos a amar más aún y a proteger la vida de los niños, especialmente aquellos que están por nacer y a buscar también los caminos de auténtica liberación para tantos cautivos de hoy.

“Glorificado por los humildes”

Vayamos ahora a las lecturas de este domingo. Leemos en la primera de ellas.
Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor, porque el poder del Señor es grande y Él es glorificado por los humildes. (Eclesiástico 3,18.20)
¿Qué significa que Dios es glorificado? ¿De que forma es glorificado por los humildes? Dar gloria a Dios es alabarlo, reconociendo su grandeza, reconociéndolo como Dios. Desde el himno del Gloria, que rezamos o cantamos en la Misa, pasando por numerosos cantos y oraciones, con nuestra boca podemos dar gloria a Dios.
Sin embargo, puede ocurrir lo que señalaba el profeta Isaías, cuyas palabras recoge Jesús:
«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí». (Mateo 15,8 – Isaías 29,13)
La sinceridad de la alabanza se mide en las acciones. Haciendo la voluntad del Padre, obrando el bien, damos gloria a Dios. Si Dios es glorificado por los humildes, observemos cómo actúan, para aprender cómo alabar a Dios.

De esto se trata el evangelio de este domingo. Invitado a un banquete en casa de un jefe de los fariseos, Jesús observa el comportamiento de los invitados, que se apresuran a ocupar los primeros puestos, lo más cerca posible del dueño de casa. Quien actúa así manifiesta que se considera más grande, más digno que los otros. Rompe la fraternidad. San Pablo nos dejó una regla para las comunidades cristianas que supone todo lo contrario:
“… que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos”. (Filipenses 2,3b)
Frente a esta escena, Jesús narra dos parábolas breves. La primera se dirige a quien haya sido invitado a un banquete, con quien se pueden identificar todos los invitados:
«… no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: "Déjale el sitio", y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.
    Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: "Amigo, acércate más", y así quedarás bien delante de todos los invitados». (Lucas 14,8-10)
Lo que Jesús propone podría entenderse como falsa humildad, una estrategia para “quedar bien”. No se trata de eso. Se trata de dejarle al dueño de casa la libertad de asignar los lugares. Los puestos no dependen de los méritos que creamos tener, sino de la gratuidad del dueño de casa... Esto es una parábola y el dueño de casa no es otro que el mismo Dios, ante quien no valen nuestras pretensiones. Sólo Él sabe cuál es nuestro lugar.

En la segunda parábola, Jesús se dirige al que invita -y todos nosotros podemos ser esa persona-. Le dice primero lo que no tiene que hacer:
«… no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa». (Lucas 14,12)
Si la invitación va a esos grupos de personas, la recompensa vendrá de parte de los hombres, en forma de reconocimiento, influencia, retribuciones… Al contrario, Jesús propone:
«… invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos». (Lucas 14,13)
Jesús no quiere decir que no podamos comer con familiares y amigos. En cambio, nos llama a romper relaciones excluyentes y a dar lugar a los desfavorecidos, los abandonados, los que sufren y hacerlos parte de nuestra vida.
Quien obre de esa manera estará entre los bienaventurados. En este mismo evangelio de Lucas, Jesús había proclamado:
«Felices los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios» (6,20)
Ahora, Jesús proclama igualmente felices, bienaventurados, a quienes abren su corazón a esos mismos pobres:
«¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!» (Lucas 14,14)
La recompensa final no es la de prosperidad en esta vida, que al fin y al cabo se termina, sino nada más y nada menos que la participación en la vida eterna.
Jesús nos enseña dos vertientes para dar gloria a Dios actuando con humildad: no ponernos por encima de los otros y, en cambio, salir a buscar a los que nadie tiene en cuenta. Así Dios será glorificado y así se abrirá el camino hacia la mayor alegría: la de ser parte del amor mismo de Dios que nos espera a todos en el banquete celestial.

EN ESTA SEMANA

El Lunes 1 de septiembre, es la jornada mundial de oración por el cuidado de la creación. Se inicia el Mes de la Palabra de Dios.
Miércoles 3, San Gregorio Magno
Jueves 4, día de la Secretaria
Viernes 5, Santa Teresa de Calcuta. Recordamos que en nuestra Diócesis están las Misioneras de la Caridad, fundadas por ella. Las Hermanas llevan adelante el Hogar San José para ancianos y ancianas.

Domingo 7, Jornada Nacional de la Juventud.

El primer domingo de septiembre se celebra en Uruguay la Jornada Nacional de la Juventud.
Este año, la celebración tiene carácter diocesano y tendrá lugar en la ciudad de Tala.


Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.