Horace Daillion, Alegrías de la familia |
El Consejo Permanente de la CEU ante el proyecto de ley del llamado "matrimonio igualitario"
1. El Consejo Permanente de la
Conferencia Episcopal del Uruguay manifiesta su interés a la vez que su
preocupación ante la inminente aprobación de la ley llamada de
“matrimonio igualitario”, con todas sus implicancias. Se ha creado una
confusión que tal vez escape a muchos sectores de nuestra sociedad, por
lo que definir con la mayor claridad los valores que están en tela de
juicio es una urgencia y bien mayor para todos. No cuestionamos la buena
voluntad e intento de búsqueda de una mayor justicia por parte de
nuestros legisladores, pero insistimos en la gravedad y consecuencias de
lo que está en juego, más allá de lo que aparenta. Hemos manifestado
siempre el debido respeto y apreciación por el trabajo legislativo,
colaborando con las Comisiones respectivas siempre que fuimos invitados o
solicitando ser escuchados, tanto como Conferencia Episcopal como a
través de laicos cristianos especialistas en la materia.
2. Como lo afirmábamos hace menos de
cinco meses respecto de la aprobación de la ley llamada de “interrupción
voluntaria del embarazo”, entendemos que esta ley es un nuevo retroceso
para nuestro ordenamiento jurídico, que ha fundado su existencia en el
respeto y la defensa de la institución familiar, base constitucional de
nuestra sociedad, núcleo de amor y solidaridad recíprocos, y abierta a
la generación de la vida en su seno.
3. Quedó claro desde los comienzos que el
objetivo perseguido no era la protección efectiva de los derechos de
parejas homosexuales, ya regulada por ley, y con la existencia de
proyectos alternativos de “uniones civiles” o similares que los
aumentaban aún más, sino el asimilar estas situaciones de hecho al
matrimonio. Llamar de manera igual a realidades desiguales, so pretexto
de igualdad, no es justicia sino asimilaciones inconsistentes que sólo
harán que se debilite todavía más el matrimonio. Constatar una
diferencia real no es discriminar. Pretender “igualar” todo y todos, sin
tomar en cuenta la realidad y los principios éticos y morales que la
rigen, es equivalente a masificar, despersonalizar.
4. A los ojos de la razón, y con el
loable propósito de una igualdad para todos y todas, más la justa
reivindicación de combatir al máximo las discriminaciones en nuestra
sociedad, se legisla siguiendo modelos provenientes del extranjero, a
nuestro juicio sin el debido análisis antropológico y sin profundizar
las consecuencias que las alteraciones legales conllevan para el
conjunto de la sociedad uruguaya en el tema de la familia.
5. Consideramos que esta ley pone en
riesgo derechos tan fundamentales como los del niño, que corre el riesgo
de convertirse en un objeto, especialmente cuando se plantea la
adopción plena como un derecho de todos los matrimonios, sin tener en
cuenta que debe primar el interés del propio niño de crecer, en lo
posible, con una clara referencia materna y paterna.
6. Nos vemos pues obligados a reiterar, mutatis mutandis,
las mismas consideraciones que hacíamos respecto de la ley del aborto:
no por haber sido aprobada esta ley es moralmente buena. La moralidad de
los actos no depende de las leyes humanas. Recordamos el deber y el
derecho de seguir las obligaciones de la ley natural inscritas en la
propia conciencia.
7. No escapa a nadie que este tipo de
leyes se está imponiendo en muchas partes del mundo, y podríamos
interrogarnos sobre las razones de tal simultaneidad. Es por eso que
quisiéramos terminar con las palabras que el actual Papa Francisco
escribía a las Hermanas Carmelitas de Buenos Aires cuando todavía era
arzobispo de Buenos Aires, poco tiempo antes de la aprobación de una ley
similar en el vecino país:
“El pueblo argentino deberá afrontar,
en las próximas semanas, una situación cuyo resultado puede herir
gravemente a la familia. Se trata del proyecto de ley sobre matrimonio
de personas del mismo sexo. Aquí está en juego la identidad y la
supervivencia de la familia: papá, mamá e hijos. Está en juego la vida
de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la
maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre. Está
en juego un rechazo frontal a la ley de Dios, grabada además en
nuestros corazones.” (22 de junio de 2010).
8. Como declaraba el Papa Pablo VI en su
célebre discurso ante la ONU, el 4 de octubre de 1965, la Iglesia se
precia de ser “experta en humanidad”. Es por eso que es su deber
acompañar con cercanía y afecto a toda persona que se acerque, de
cualquier condición, y proponerle el ideal de vida que es la Buena
Noticia de Jesús. Y es también nuestro deber como Obispos enseñar la
doctrina y predicar el Evangelio a “tiempo y destiempo” (2 Timoteo 4,2).
Invitamos una vez más a todas las mujeres y hombres uruguayos a unirnos
en el esfuerzo en pro de una sociedad más justa y fraterna, en donde
los valores del Evangelio puedan florecer en las familias y las futuras
generaciones encontrar allí razones de fe y esperanza.
+ Carlos Collazzi, Obispo de Mercedes,
Presidente de la CEU
Presidente de la CEU
+ Rodolfo Wirz, Obispo de Maldonado-Punta del Este
Vicepresidente de la CEU
Vicepresidente de la CEU
+Heriberto Bodeant, Obispo de Melo
Secretario General de la CEU
Secretario General de la CEU
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