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jueves, 11 de julio de 2024

11 de julio. San Benito de Nursia, abad. Homilía.

 

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     19, 27-29

    Pedro dijo a Jesús:

    «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué nos tocará a nosotros?»

    Jesús les respondió: «Les aseguro que en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y el que a causa de mi Nombre deje casa, hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y obtendrá como herencia la Vida eterna.»

Palabra del Señor.

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“Hemos dejado todo”.

Dejar algo siempre significa un acto de desprendimiento.

Ese “algo” que dejamos era, para nosotros, de alguna manera necesario. Mirando desde fuera, cuántas veces nos han dicho “¿para qué necesitas eso?”, viendo, repito, desde fuera, por ejemplo, un objeto que no parece tener ya ningún valor, incluso algo que no funciona. Entonces ¿por qué no dejarlo? Ese objeto, ese aparato, no están allí por su valor material, su valor objetivo, sino por su valor afectivo: por lo que representan para mí. Por eso, me cuesta desprenderme de esas cosas.

Otras veces nos señalan: “esto te hace mal”.  “Tendrías que dejar de comer esto”, “tendrías que dejar de fumar”… Y, sin embargo, también cuesta ese desprendimiento.

Así hablamos de cosas poco útiles, de hábitos insalubres… a eso podríamos sumar tantos ejemplos de aquello que tendríamos que dejar. ¡Y como nos cuesta hacerlo!

Sin embargo, hay personas que son capaces de actos muy generosos, de entregar una parte importante de lo que tienen, por amor al prójimo. He escuchado más de una vez que todos tenemos tres “T”, de las que podemos entregar una buena parte. 

  • La “T” del talento, es decir, de nuestras habilidades y capacidades; 
  • la “T” del tiempo, es decir, nuestra posibilidad de dedicar un espacio no solo para un trabajo donde se ponga en juego nuestro talento, sino, en algunas ocasiones, para simplemente estar, para acompañar a quien se encuentra en soledad y debilidad. 
  • La tercera “T” es la de tesoro: nuestros recursos económicos, nuestros bienes materiales, de los que podemos en parte desprendernos para colaborar y sostener una obra de bien.

Todo eso es muy bueno y, aunque a veces podemos ser muy generosos, también cuesta. También significa renunciar, dejar algo, en búsqueda de un bien.

Pero Pedro dice “Hemos dejado todo”. “Lo hemos dejado todo y te hemos seguido”. Pedro y los demás discípulos han respondido al llamado de Jesús, de una forma radical, se han arrancado de raíz a las cosas… han dejado todo para ir con Él, para seguirlo, para ser sus discípulos.

Sin embargo, el recordar ese dejarlo todo y seguir a Jesús, para Pedro y los demás discípulos, se da en un momento de crisis. A la afirmación sigue una pregunta, en cierta forma un poco cándida: “¿Qué nos tocará a nosotros?”. 

¿Llega esa pregunta después de una jornada fatigante, en un momento de cansancio, tal vez de frustración? ¿O llega en un momento de incertidumbre sobre el camino que está siguiendo Jesús? Ya estamos en el capítulo 19 de san Mateo. Hace rato que pasó el momento inicial del seguimiento, la marcha decidida detrás de Jesús que los llamó diciendo: “síganme”.

“Síganme”; pero… ¿a dónde? Este es el momento donde surge la pregunta “¿a dónde vamos?”.

La pregunta de Pedro puede interpretarse como una pregunta interesada: qué nos va a tocar, qué nos vas a dar… pero podemos entenderla en mayor profundidad, hasta desde una sensación de desamparo: “¿Cuál será nuestra suerte?”, “¿Qué será de nosotros?”.

Como discípulos y discípulas de Jesús, también podemos hacernos esa pregunta. Si estamos en la vida secular, en el mundo familiar, laboral, social, tal vez no nos identifiquemos con ese “lo hemos dejado todo”; pero sí hemos sabido hacer nuestras propias renuncias, y las hemos hecho por Jesús, porque hemos creído en Él. Y sabemos que, de todos modos, un día, sí, tendremos que dejarlo todo, definitivamente, para ir junto al Señor.

San Benito sintió ese llamado a dejarlo todo para seguir a Jesús. Por medio de su regla, mostró un camino para ese seguimiento, por el que, a lo largo de los siglos, han caminado y siguen caminando sus hijos e hijas.

Con la familia benedictina y con toda la Iglesia, podemos ponernos también nosotros junto a los discípulos y a su pregunta. Y con ellos, podemos escuchar la respuesta de Jesús: “recibirán en herencia la Vida Eterna”.

Y aquí tenemos que volver a la afirmación de Pedro, a su segunda parte. Lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Lo hemos dejado todo, Señor, por ti. Por ninguna otra razón. Para encontrarte a ti. Para encontrar en ti la vida. Los finales que podamos ver aproximarse en obras, en instituciones, no son el final. Y no hay que dejar de reconocer que también hay comienzos, hay retoños, hay vida nueva. Aún el final de nuestra vida, de la vida de cada uno de nosotros, no es el final. El final es el encuentro definitivo con el Señor. Personalmente, cuando nos toque, y como humanidad entera, cuando Él regrese. “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección hasta que vuelvas. ¡Ven, Señor Jesús!”

+ Heriberto
Homilía en el Monasterio Santa María Madre de la Iglesia (Benedictinas),
Ciudad de la Costa, Canelones.

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