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domingo, 20 de octubre de 2024

Dedicación de la Iglesia de Cristo Obrero y de la Virgen de Lourdes, Estación Atlántida. Homilía.



Homilía de Mons. Heriberto Bodeant, Obispo de Canelones.

Queridos hermanos y hermanas:

En 1949, hace 75 años, el entonces arzobispo de Montevideo, Antonio María Barbieri, dispuso la creación de la “parroquia de Cristo Obrero y de la Virgen de Lourdes”, desprendiendo de Inmaculada Concepción de Pando el territorio que tiene hoy día, que incluye las capillas Sagrado Corazón de Jesús en el balneario, Nuestra Señora del Luján y San José de los Obreros en Parque del Plata y Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa en Las Toscas.

Desde tiempo atrás venían impulsando el desarrollo de la comunidad católica en Atlántida los esposos Alberto Giudice y Adela Urioste, cuyos restos descansan en este templo; quienes, en palabras del P. Luis Díaz, fueron “verdaderos apóstoles que trabajaron con fe, entusiasmo y espíritu misionero en la formación cristiana de varias generaciones”.

Por eso, no es de extrañar que fueran ellos los grandes contribuidores con lo necesario para la construcción de esta iglesia parroquial, cuya obra comenzó en 1958. El proyecto del ingeniero Eladio Dieste fue hecho realidad por la empresa Dieste-Montañez, aplicando la técnica de ladrillo o cerámica armada, prescindiendo de columnas y vigas de cemento.

Cuando decimos “iglesia”, debemos recordar que la palabra designa, ante todo, no al edificio destinado al culto, sino a la comunidad que ha aceptado en la fe la salvación manifestada en el misterio Pascual: la muerte y resurrección de Cristo. 

Iglesia viene del griego ekklesía, palabra que puede ser traducida como “asamblea” o, mejor aún, “convocatoria” (1). Esta palabra expresa que los miembros de la comunidad han sido llamados conjuntamente, convocados por Dios para constituir con ellos su Pueblo, el Pueblo de Dios. Convocados para reconocer, celebrar y servir al Reino de Dios que se abre camino en la historia de los hombres.

Pero desde muy antiguo se llamó también «iglesia» al edificio en el cual la comunidad cristiana se reúne para escuchar la palabra de Dios, unida orar por sus necesidades y las del mundo, recibir los sacramentos y celebrar la eucaristía; en fin, para encontrarse con el Señor, que prometió hacerse presente cuando nos reunimos en su Nombre (2). Y aquí estamos nosotros como comunidad cristiana, creyente y orante, para dedicar esta Iglesia al Señor. 

Como pastor de la Iglesia diocesana, el Obispo preside esta celebración y en nombre de la comunidad, presenta esta construcción al Señor. Al dedicar esta iglesia a Él, la ponemos a Su disposición, para que Él la consagre, es decir, para que la convierta en un lugar sagrado, donde todo esté dispuesto para celebrar dignamente el sacrificio de Cristo.

Es verdad que ya cuando es levantado un edificio con la finalidad de dedicarlo al culto, éste adquiere una dignidad especial y, en cierto modo, se vuelve un lugar sagrado, y así lo consideramos desde que comenzó a celebrarse aquí la Misa. Sin embargo, al dedicarla a ese fin a través de una celebración como ésta, imploramos una especial presencia y protección de Dios, que santifique y derrame su gracia sobre todos aquellos que vengan a visitarla y a hacer aquí sus oraciones.

Dicen los libros litúrgicos, hablando de los edificios: 

“La iglesia, como lo exige su naturaleza, debe ser apta para las celebraciones sagradas, hermosa, con una noble belleza que no consista únicamente en la suntuosidad, y ha de ser un auténtico símbolo y signo de las realidades sobrenaturales.” (3). 

Esta construcción ha tenido el reconocimiento de la Organización de las Naciones Unidas para la Cultura, las Ciencias y la Educación, como patrimonio de la Humanidad (4). Esta distinción es otorgada a aquellos bienes construidos por el hombre que representan un valor único para la humanidad. Es bueno recordar que este reconocimiento incluye el fin propio del edificio: un lugar de culto. Tan es así, que si esta iglesia, lamentablemente, dejara un día de utilizarse para esa finalidad, perdería el título de “patrimonio de la humanidad”.

Muchas personas vienen semanalmente a conocer este templo, a veces en visitas guiadas. Algunas son creyentes, otras no; quiera Dios que todos los que entren aquí, descubran la dimensión espiritual que quiso comunicar Eladio Dieste al proyectar la disposición de sus paredes y de sus fuentes de luz. Hablando de la construcción de la iglesia, nos dice el ingeniero: “no hice ese esfuerzo para que vayan los turistas a visitarla, ni para que se publique en revistas extranjeras: lo hice como creyente, construyendo un templo para otros fieles como yo” (5).

Para otros fieles… pero también para quienes estén buscando una realidad trascendente, más allá de lo visible. La materia inerte de la iglesia de ladrillos, ha sido dispuesta de tal manera por el ingenio humano que sus formas y su penumbra pueden hablar a los hombres del Dios invisible. Por eso vale la pena que esté abierta a todos, creyentes y no creyentes. Y con más razón la iglesia de piedras vivas, la comunidad de fieles, la comunidad parroquial debe estar abierta a recibir cordialmente a quienes lleguen y, también, a salir en misión. 

El evangelio de este domingo nos pone, como ministros y comunidad, ante el Señor que se presenta como aquel que “no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud” (6). 

Por eso, una comunidad que se hace servidora, a semejanza del Señor, no solo cuidará a “los suyos”, los fieles o feligreses, sino que también, como iglesia samaritana, ofrecerá auxilio a quienes aparecen hoy heridos en los caminos de la vida y llevará el anuncio del evangelio con la palabra y el testimonio de vida cristiana a todos sus vecinos. 

Una comunidad eclesial es todo lo contrario a un club privado. Por eso, no solo está abierta a todos, para que en ella puedan encontrar al Señor de la Misericordia, sino que sale también al encuentro de quienes deambulan por la vida sin conocer la alegría del Evangelio (7).

La parroquia comienza hoy una nueva etapa.

El año pasado, tras el fallecimiento del P. Luis Díaz, querido párroco de Atlántida, que fue ordenado en este templo, el P. Fabián Silveira, de la Sociedad del Apostolado Católico (Palotinos) asumió la conducción de la comunidad como administrador parroquial, hasta el 31 de agosto pasado.

Cumplido ese plazo, los superiores Palotinos, el P. Fabián y el Obispo de Canelones hemos acordado que el sacerdote permanezca en esta parroquia, ahora con la autoridad de cura párroco, con plenas facultades desde el 1 de septiembre de 2024, hasta el 31 de diciembre de 2027, quedando abierta la posibilidad de renovar ese acuerdo por tres años más.

Nuestra diócesis, que perdió en este año a otro sacerdote, quedando con 16 parroquias que no cuentan con párroco residente, agradece de corazón al P. Fabián y a la comunidad palotina, representada aquí por su superior, el P. Fernando Vannelli, aquí presente, por esta generosa ayuda. 

En esta Iglesia que tiene como patrono principal a Cristo Obrero, creo que vale recordar una imagen que viene del mundo de la construcción: los cascos amarillos y el casco blanco. Invito a cada miembro de la comunidad parroquial, en sus diferentes capillas, a ponerse el casco amarillo de los obreros. Estoy seguro de que el P. Fabián se lo pondrá más de una vez para trabajar codo a codo con ustedes. Sin embargo, no debemos olvidar que a él y sólo a él le corresponde aquí el casco blanco, el de los jefes de obra, en cuanto servidor de todos y responsable último de la comunidad parroquial. 

Él, luego de escuchar sus consejos, sabrá tomar las decisiones pertinentes, sin nunca perder de vista la enseñanza que nos dejó san Pablo VI: 

“la evangelización … constituye la misión esencial de la Iglesia (…) Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda”. (8)

Esa es la obra a la que todos hemos sido convocados, hoy más que nunca, y para la que el Señor nunca deja de enviarnos y darnos su auxilio; Él, que nos ha prometido “yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (9). Que así sea.

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(1) Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 751.
(2)  Cf. Mateo 18,20
(3) Pontifical Romano, Dedicación de una Iglesia, 3.
(4) UNESCO. Resolución del Comité del Patrimonio de la Humanidad en su 44ª sesión, el 27 de junio de 2021. El Estado uruguayo la declaró en 1997 monumento histórico nacional.
(5) Citado por Esteban Dieste, "Iglesia de Atlántida, testimonio de su desprotegida existencia", 2014.
(6) XXIX domingo durante el año, evangelio: Marcos 10,35-45
(7) Cf. Papa Francisco, Evangelii Gaudium, la alegría del Evangelio, 2013.
(8) San Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, acerca de la Evangelización en el mundo contemporáneo, 1975.
(9) Mateo 28,20.

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