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viernes, 8 de noviembre de 2024

“Esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros”. (Marcos 12,38-44). 32° domingo durante el año.

Peregrinación nacional

Amigas y amigos, estamos en el segundo domingo del mes de noviembre y esto, para las comunidades de la Iglesia en Uruguay, significa que peregrinamos a Florida, al santuario de nuestra patrona, la Virgen de los Treinta y Tres.

Venimos a los pies de nuestra Madre como hijos agradecidos, que quieren, una vez más, ponerse bajo su manto y dejar que ella nos lleve al encuentro de su Hijo y nos ayude a escuchar y a vivir el Evangelio de Jesucristo.

"Esta pobre viuda..."

Y el evangelio de hoy nos muestra cómo la mirada de Jesús se detiene sobre alguien a quien otros no habrían dado especial importancia: una viuda pobre que pone dos pequeñas monedas en la alcancía del templo. 

Es en el libro del Deuteronomio donde encontramos repetidamente el trío formado por la viuda, el huérfano y el extranjero, para nombrar a personas pobres y desamparadas. Allí se dice de Dios. que…

El hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al extranjero y le da ropa y alimento. (Deuteronomio 10,18)

Este versículo llama al Pueblo a imitar la providencia de Dios hacia el pobre; o, mejor, a hacerse agentes de la providencia de Dios ayudando a quien está en necesidad con ropa y alimento o dejando de recoger, en el momento de la cosecha, las espigas, aceitunas o racimos que caigan, para que puedan ser aprovechados por los pobres (Deuteronomio 24,19-21).

Más todavía: imitar a Dios en el “hacer justicia”, es decir, en la protección de quienes están en situaciones de fragilidad y desamparo frente a toda clase de abusos. En el capítulo 27 del Deuteronomio hay doce maldiciones a los autores de otras tantas maldades. Una de ella dice:

Maldito sea el que conculca el derecho del extranjero, del huérfano o de la viuda. (Deuteronomio 27,19)

Dios quiere que los pobres sean incluidos también en las fiestas del pueblo:

Te alegrarás durante la fiesta, junto con tu hijo y tu hija, con tu esclavo y tu esclava, y con el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda que vivan en tu ciudad. (Deuteronomio 16,14)

Algunas mujeres viudas, en particular, quedaron en la memoria del Pueblo de Dios. 

El libro de Rut nos presenta a una suegra y una nuera, Noemí y Rut, que han quedado viudas y no se tienen más que una a la otra. Rut es, además, extranjera; pero se une al Pueblo de Noemí y a su fe, y encontrará allí auxilio y un nuevo esposo, convirtiéndose en antepasada del mismo Jesús.

En la primera lectura de la fiesta de la Virgen de los Treinta y Tres leemos un pasaje del libro de Judith, viuda ella, pero de armas tomar, que pone en juego sus bienes, su honor y su vida para salvar a su pueblo. En la acción de Judith se inspira la antífona que acompaña su cántico y que nosotros aplicamos a María, en su advocación de Virgen de los Treinta y Tres:

¡Bendita seas, porque salvaste al pueblo en peligro!

La primera lectura de hoy, del primer libro de los Reyes, nos trae la historia de otra viuda, conocida, por la ciudad donde habitaba, como “la viuda de Sarepta”. A ella, extranjera y madre de un niño que ha quedado huérfano de padre, es enviado el profeta Elías, en tiempos de sequía y de hambre.

Esta viuda apenas tiene lo necesario para sobrevivir apenas un día: un poco de harina y un poco de aceite, con los que preparará el último pan que comerán ella y su hijo para luego morir de hambre.

Sin embargo, el profeta Elías le pide un poco de pan y le asegura, en nombre de Dios:

«El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo»  (I Reyes 17, 8-16)

Es así como aquella mujer indigente se convierte en la persona que alimenta al profeta, que también padece la pobreza de su pueblo. En otro pasaje del evangelio, Jesús recuerda a esta viuda extranjera que creyó por la palabra de Elías (Lucas 4,26).

Hay otras historias en la Palabra de Dios que podríamos citar, a propósito de las viudas; pero éstas que hemos recordado nos ayudan a entender las resonancias que tiene para Jesús lo que vio en el Templo:

Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. (Marcos 12,38-44)

El Maestro le señala el hecho a sus discípulos, esos discípulos que hemos visto tan preocupados por alcanzar los primeros puestos… A ellos quiere abrirles los ojos diciéndoles:

«Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir». (Marcos 12,38-44)

Dios no mide ni pesa con nuestras medidas. No mide la cantidad, sino la calidad. Entra en lo profundo del corazón y examina la pureza de las intenciones. Jesús, que ha anunciado los mandamientos del amor a Dios y del amor al prójimo, ve en esta mujer alguien que ama radicalmente a Dios; con toda su alma, con todas sus fuerzas, con todos sus bienes. Al contrario de aquel hombre rico que “se marchó entristecido porque tenía muchos bienes”, ella nos enseña a amar a Dios y al Evangelio entregándolo todo. Ella no se irá entristecida; al contrario: se irá feliz. Enalteciendo su presencia y su gesto, Jesús nos invita a buscar la misma felicidad que encontró ella, ofreciendo por entero nuestro pobre corazón al Señor.

Fiestas patronales

Sábado 16, a las 17:30 horas, en la parroquia de Salinas, dedicada a Santa Isabel de Hungría

Domingo 17, a las 10:30 horas, en la parroquia de Nuestra Señora de la Paz.

VIII Jornada Mundial de los Pobres

El próximo domingo se celebra la octava jornada mundial de los pobres, instituida por el papa Francisco. En esta ocasión, el Santo Padre nos entrega un mensaje titulado “La oración del pobre sube hasta Dios”, en referencia a un pasaje del libro del Sirácida o Eclesiástico (21,5). Nos dice Francisco:

La Jornada Mundial de los Pobres es ya una cita obligada para toda comunidad eclesial. Es una oportunidad pastoral que no hay que subestimar, porque incita a todos los creyentes a escuchar la oración de los pobres, tomando conciencia de su presencia y su necesidad. Es una ocasión propicia para llevar a cabo iniciativas que ayuden concretamente a los pobres, y también para reconocer y apoyar a tantos voluntarios que se dedican con pasión a los más necesitados.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén. 

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