jueves, 30 de junio de 2022

“Los envió de dos en dos”. (Lucas 10,1-12.17-20). XIV Domingo durante el año.

Cuando comenzamos a leer cualquiera de los cuatro evangelios notamos que una de las primeras cosas que hace Jesús es formar un grupo de discípulos, que pronto será conocido como “los Doce”. El evangelio de Marcos nos los presenta de esta manera:

Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar (Marcos 3,14)

Se trata de un grupo estrechamente unido a Jesús, que lo acompañaba a todas partes.

Sin embargo, ellos no fueron los únicos discípulos. En distintos pasajes del evangelio encontramos a otros hombres y también mujeres, como Lázaro, Marta y María, que reciben a Jesús, lo escuchan y creen en Él. Lucas menciona también un grupo de mujeres que acompañaban a Jesús y a los Doce y “los ayudaban con sus bienes” (Lucas 8,3) y menciona a María Magdalena, Juana y Susana (Lucas 8,2-3).

De un grupo aún mayor de discípulos comienza hablándonos el evangelio de hoy:

El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir. (Lucas 10,1-12.17-20)

En este versículo encontramos varios puntos interesantes. Jesús designó a estos discípulos. Cuando hablamos de lo que Dios quiere hacer en este mundo, solemos referirnos al plan de Dios, al designio de Dios, su proyecto de vida y salvación para toda la humanidad.

Estos setenta y dos, al igual que antes lo fueron los Doce, fueron designados, llamados, instituidos, para entrar en el plan de Dios, su designio de salvación. Jesús los envía para preparar el terreno en los lugares donde iba a pasar después.

El número 72 es interesante: es un múltiplo de 12. De acuerdo con lo que nos relata el Antiguo Testamento, Dios hizo su primera alianza con el Pueblo de Israel, formado por Doce tribus. Jesús inicia el camino hacia una nueva alianza designando a Doce discípulos, que luego serán los Doce apóstoles.

Ahora llama y envía en misión a 72, es decir, seis veces 12. Como vemos, el número 12 sigue estando presente en estos setenta y dos. Ese número podría haber sido mayor: 144, doce veces doce. Pero tal vez 72, la mitad de 144, quiere hacernos notar que hay lugar para la misión, que es necesario acrecentar el número de trabajadores. De hecho, es lo que dice Jesús a continuación:

“La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (Lucas 10,1-12.17-20)

Los trabajadores son pocos y el trabajo es abundante; pero, además, es urgente, porque se trata de una cosecha. La cosecha debe levantarse a su tiempo, porque si no, se pierde. Y aquí, no se trata de grano, sino de vidas. Para Dios vale mucho la vida de cada una de sus criaturas y no quiere que nadie se pierda.
Jesús hace varias recomendaciones a los setenta y dos acerca de la actitud que deben tener y cómo deben conducirse, con gran confianza en la Providencia. ¿Qué mensaje llevan estos enviados de Jesús? 

Podemos imaginar que estos discípulos compartirían con la gente las enseñanzas que habían recibido de Jesús. Aquí aparecen dos frases que resumen el contenido de un anuncio:

Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!" Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. (Lucas 10,1-12.17-20)

El primer mensaje es paz. Shalom, paz, es el saludo habitual entre los israelitas. Aquí Jesús indica hacerlo de una forma más enfática, es decir, no como una rutina, sino haciendo sentir que es un verdadero ofrecimiento de la paz de Dios. La persona digna de recibirla es la persona que está abierta al proyecto de Dios, a su designio de salvación.

La segunda palabra que Jesús indica a sus discípulos va acompañada de una acción:

Curen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”. (Lucas 10,1-12.17-20)

La llegada del Reino de Dios o el Reino de los Cielos es el gran tema de la predicación de Jesús. A él se refieren sus parábolas, muchas de las cuales comienzan con la expresión “el Reino de Dios es semejante a…”. El anuncio de la cercanía del Reino es un llamado a la conversión, al cambio de vida para entrar en el Reino. El Reino de Dios no está en un lugar determinado, sino allí donde alguien cumple en su vida la voluntad del Padre, voluntad de salvación. El cumplimiento de la voluntad del Padre alcanza su plenitud en Jesús. Todo en Él es cumplimiento del plan de Dios. El Reino de Dios está cerca porque Jesús está cerca. El anuncio de los discípulos prepara a la gente para recibir a Jesús.
Jesús no solo manifiesta la llegada del Reino con sus palabras, sino también con acciones que muestran la llegada del Reino. La curación de las enfermedades del cuerpo y del alma es uno de esos signos y, por eso, Jesús dice también a los setenta y dos que curen a los enfermos. El relato concluye con el regreso de los misioneros, llenos de alegría.

En su exhortación La alegría del evangelio, el papa Francisco nos habla de la alegría de encontrar a Jesucristo, pero también, citando a san Pablo VI, de “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.

Los obispos de América Latina y el Caribe, reunidos en 2007 en el santuario de Nuestra Señor Aparecida, en Brasil, reafirmaron la identidad del cristiano como discípulo misionero de Jesucristo. Discípulos, como los doce, como los setenta y dos, a la escucha del Maestro; misioneros, al igual que ellos, enviados a compartir con alegría el mensaje del evangelio que hemos recibido. Todos los miembros del Pueblo de Dios: fieles laicos, personas consagradas, diáconos, sacerdotes y Obispos somos eso: discípulos misioneros de Jesucristo.

Que el evangelio de este domingo nos ayude y anime a cada uno de nosotros a encontrar nuestro lugar de misión, que, la mayor parte de las veces, no está nada lejos sino, al contrario, allí donde se desarrolla nuestra vida cotidiana.

Asamblea pre sinodal

En preparación al sínodo de 2023, convocado por el Papa Francisco, nuestra diócesis tuvo el domingo pasado una asamblea en la que se puso en común lo trabajado en nuestras comunidades parroquiales. El próximo paso será una asamblea nacional, el sábado 30 de julio, con delegados de las nueve diócesis del país. Este encuentro fue un rico intercambio, un reflejo de nuestra realidad, con sus debilidades y fortalezas y, sobre todo, un momento de comunión y participación de nuestra Iglesia diocesana.

En esta semana

El lunes 4 recordamos al apóstol santo Tomás quien, luego de expresar sus dudas sobre la resurrección de Jesús, hace una profunda profesión de fe llamándolo “Señor mío y Dios mío”.

El miércoles 6 hacemos memoria de santa María Goretti, una niña de doce años, que fue víctima de un crimen pasional cometido por Alessandro Serenelli. Aquel hombre, después de cumplir una rigurosa sentencia, se convirtió, pidió perdón a la madre de María, que se lo concedió y vivió sus últimos años como jardinero y portero de un convento de frailes capuchinos.

Y esto es todo por hoy, amigas y amigos. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo, amén.

miércoles, 29 de junio de 2022

39 años del nacimiento de la "Fazenda da Esperança"

Los fundadores: desde la izquierda del que observa,
Nelson y Fray Hans; detrás de ellos Lucilene e Irací.

El 29 de junio, Fazenda da Esperança celebra 39 años y juntos celebraremos la apertura del Año Jubilar. 

Todo comenzó en 1979, cuando Fray Hans Stapel OFM, (franciscano de la Orden de los Frailes Menores), asume el cargo de párroco de la Parroquia de Nossa Senhora da Glória, en Guaratinguetá, Sao Pablo, Brasil. 

Al llegar a la parroquia encontró una Obra Social, del mismo nombre que la parroquia, en pleno funcionamiento desde 1970. En su nueva tierra de misión procuró transmitir la presencia de Jesús, en medio de su comunidad, viviendo el Evangelio.

Más tarde nació en la parroquia un grupo para meditar la Palabra, compartir experiencias unos con otros y vivir actos concretos de amor, como la visita a los pobres y enfermos. 

Nelson Giovanelli Rosendo dos Santos e Iraci da Silva Leite (una de las fundadoras de la realidad femenina de la Granja) también formaban parte de este grupo, que crecía cada vez más, liderado por Frei Hans.

Era junio de 1983. Nelson Giovanelli pasó varias veces en bicicleta por una esquina del barrio Pedregulho, en Guaratinguetá, donde un grupo de veinte jóvenes se drogaba. Con el deseo de vivir concretamente el Evangelio, decidió acercarse y, poco a poco, ganó la confianza de todos. 

A partir de ahí, uno de aquellos jóvenes, Antônio Eleutério, pidió ayuda para salir del mundo de las drogas. Nació así la comunidad terapéutica Fazenda da Esperança.

Hoy existen más de 150 comunidades terapéuticas, conocidas como Fazendas da Esperança, repartidas por todo el territorio de Brasil y en más de 24 países, incluido Uruguay. 

A lo largo de los años, la Providencia Divina se ha manifestado en la historia. Innumerables personas de corazón generoso los apoyaron con gestos concretos de caridad, a través de donaciones. 

Estas manifestaciones de amor al prójimo se transformaron en obras de evangelización, infraestructura y acogida, no solo para las comunidades terapéuticas, sino también para la apertura de las Casas de Apoyo Sol Nascente, las Residencias Terapéuticas, el Servicio de Albergue Institucional para niños y adolescentes en la modalidad Casa Lar, de Projeto Girassol y Grupos Esperança Viva.

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La Fazenda en Uruguay

En Uruguay existen actualmente tres comunidades. 

La primera, la fazenda Quo Vadis? en Cerro Chato, donde se juntan los departamentos de Treinta y Tres, Durazno y Florida, inaugurada en 2009.

En 2015, en la ciudad de Melo, se inauguró la fazenda Betania, femenina.

Después, la fazenda llegó a Montevideo, donde funciona la fazenda Monte Carmelo, en Punta Rieles.

Existen también los Grupos Esperanza Viva (GEV). El más antiguo es el de Montevideo, que funciona actualmente en la parroquia San Ignacio. Después vinieron los de San Carlos, Treinta y Tres, Tacuarembó y Juanicó, en la Diócesis de Canelones.

Los GEV son un espacio abierto a todos los que quieran conocer y vivir la espiritualidad de la Fazenda, que tiene raíces franciscanas y focolarinas. Muy especialmente los grupos son un lugar para que quienes desean ingresar a la Fazenda conozcan la propuesta y se preparen para entrar en ella, para que las familias de los internos o internas tengan un acompañamiento y conozcan el proceso que siguen quienes están haciendo su caminata (así se llama el proceso terapéutico de un año). También, de manera especial, el GEV es el lugar donde los ES (no los "ex" sino los "ES", embajadores de la Esperanza) que pasaron por la Fazenda, encuentran apoyo para perseverar en su nueva vida.

lunes, 27 de junio de 2022

Mons. Hermes Garín, Obispo auxiliar emérito.

El pasado 26 de mayo, Mons. Hermes Leopoldo Garín Bruzzone, Obispo auxiliar de Canelones, cumplió 75 años. Cumpliendo las normas de la Iglesia referidas a los Obispos, presentó al Papa Francisco su carta de renuncia.

En el día de hoy, 27 de junio de 2022, la Santa Sede ha comunicado que el Papa ha aceptado esa renuncia, por lo que, a partir de ahora, Mons. Hermes pasa a ser Obispo auxiliar emérito. Eso no hace que cese en los distintos servicios que sigue prestando en nuestra diócesis, sobre todo como párroco de San Jacinto.

Mons. Hermes Garín fue ordenado sacerdote el 31 de marzo de 1973 por Mons. Orestes Nuti, primer Obispo de Canelones. Fue párroco en varias comunidades y asesor de distintos servicios diocesanos. Mons. Orlando Romero lo ordenó Obispo el 8 de septiembre de 2002. Ha sido Obispo auxiliar, entonces con Mons. Romero, Mons. Alberto Sanguinetti y el actual Obispo.

En la Conferencia Episcopal del Uruguay ha presidido varias comisiones, entre ellas la de la Animación Bíblica de la Pastoral y la dedicada al Diaconado Permanente.

Agradezcamos todos estos años de dedicación y entrega y pidamos que el Señor le dé la salud del cuerpo y la fortaleza espiritual para continuar su labor sacerdotal y su presencia fraterna entre nosotros.

+ Heriberto Bodeant, Obispo de Canelones.


Caminando juntos en la Diócesis de Canelones. Encuentro pre sinodal diocesano.

Hacia el Sínodo 2023

Queridos fieles de la diócesis de Canelones:

Hoy, domingo 26 de julio, en la ciudad de Pando, en el Colegio San Luis de los Hermanos Maristas, nos hemos encontrado representantes de las distintas parroquias de la diócesis. Laicos y laicas, personas consagradas, sacerdotes, Mons. Hermes y yo hemos compartido una tarde en la que trabajamos en el aporte de nuestra iglesia diocesana al Sínodo convocado por el Papa Francisco para el próximo año 2023.

Desde el año pasado, nuestras comunidades vienen reflexionando y respondiendo a las preguntas que se nos propusieron. Con esas respuestas se elaboró una síntesis que trabajamos hoy.

El tema del sínodo es “por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión”.

Sínodo significa “caminar juntos”. Ser una Iglesia sinodal es hacer ese camino como Pueblo de Dios, con todos sus integrantes, marchando en caravana, donde nadie debe ser dejado atrás. Eso está muy bien representado por el ícono del sínodo, donde se ve en el camino a los distintos miembros de la Iglesia. 

“Caminar juntos”… ¿por qué camino? Ahí tenemos que recordar lo que nos dice el mismo Jesús, que se presenta a sí mismo como “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6).

Memoria y presente

Lo primero que se nos pedía en nuestro trabajo era, precisamente, hacer memoria de nuestro caminar juntos, como Iglesia que anuncia el Evangelio, como diócesis de Canelones, partiendo de una pregunta fundamental: 

¿Cómo se realiza hoy este “caminar juntos” en nuestra Iglesia diocesana?

Mirando ese caminar, con sus logros y sus fracasos: 

¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu Santo para crecer en nuestro “caminar juntos”?

A continuación, se nos proponía reflexionar sobre diez núcleos temáticos:

1. Los compañeros de viaje
2. Escuchar
3. Tomar la palabra
4. Celebrar
5. Corresponsables en la misión
6. Dialogar en la Iglesia y en la sociedad
7. Con las otras confesiones cristianas
8. Autoridad y participación
9. Discernir y decidir
10. Formarse en la sinodalidad

Todo esto fue trabajado en las comunidades. En el encuentro, a partir de la síntesis de esos aportes, se trabajó en 8 grupos que retomaron esos temas e hicieron nuevas contribuciones.

Impresiones

Voy a compartir ahora algunas impresiones de lo que hemos vivido esta tarde. Son solo eso, primeras impresiones; no es un análisis definitivo ni mucho menos una propuesta.

Ante todo, creo que todos los participantes tenemos que agradecernos mutuamente el habernos hecho tiempo para estar ahí, en una fría tarde de domingo, sacrificando horas de familia y, algunos, recorriendo una buena distancia para estar presentes. Eso habla de compromiso, de generosidad y también de la necesidad y el deseo de encontrarnos.

Creo que el encuentro fue un reflejo de la realidad diocesana en más de un sentido, con sus riquezas y pobrezas, sus debilidades y fortalezas. 

Hay que decirlo, no sin cierta pena, pero también pensando en cómo podemos superar eso, que el trabajo no fue parejo. Hubo aportes bastante completos, donde se percibía detrás una comunidad que fue haciendo un proceso, con buena participación. En otros, daba la impresión de que pocas personas habían participado y las respuestas eran un poco escuetas o muy generales. 

Es verdad que no todas las comunidades parroquiales están en las mismas condiciones, porque no son iguales -tampoco es que tengan que serlo-. De por sí, el departamento tiene realidades muy diferentes, con zonas más bien envejecidas y otras más jóvenes y dinámicas. Zonas de población relativamente dispersa y municipios con alta densidad y cercanía. Hay también desiguales situaciones sociales y económicas.

En la atención pastoral, 10 de las 34 parroquias no cuentan con sacerdote residente, lo que significa que varios de los 28 sacerdotes (diocesanos y religiosos) tienen dos parroquias a su cargo.

Los cinco decanatos de la diócesis son también reflejo de esa diversidad. Diferentes mentalidades, diferentes sensibilidades se manifestaron en algunas de las intervenciones.

No obstante, creo que estamos en comunión, que estamos unidos en la misma fe, aunque no todos percibimos de la misma manera la realidad en la que estamos hoy y los desafíos que tenemos delante y, por eso, nuestras respuestas y propuestas son diversas y hasta divergentes.

Un temario amplio

El trabajo que se nos ha pedido nos llevó a abarcar una gran amplitud de temas. Será necesario irlos retomando en forma ordenada, organizada, atendiendo las principales prioridades y urgencias. Me ha llamado la atención la fuerza con que se planteó lo relacionado a la catequesis, una parte muy importante de la vida parroquial. Eso habla de una buena participación de los catequistas en este proceso y el interés de las comunidades sobre el tema. 

Se señaló la escasa presencia de jóvenes en el conjunto del encuentro. Se sintió como un llamado para que todos nos preocupemos por el lugar de los jóvenes y, agrego yo, de los adolescentes, en nuestras comunidades. La Pastoral vocacional apareció también entre las preocupaciones. A pesar de eso, creo que esas dos áreas pastorales están realizando una buena tarea, tal vez no percibida por todos, sobre todo en las comunidades donde no hay jóvenes o son muy pocos.

No recuerdo haber oído hablar de Pastoral familiar o de Pastoral social, aunque sí hubo referencias a realidades y situaciones que entran dentro de esas áreas. También hubiera sido bueno contar con una mayor presencia de la educación católica.

No me sigo extendiendo porque hubo muchos otros temas que será necesario ir retomando y trabajando.

Los distintos aportes que se recogieron en esta instancia se integrarán a la síntesis que se presentará en el encuentro pre sinodal nacional, que se realizará en Montevideo el sábado 30 de julio con delegados de las nueve diócesis del Uruguay. Canelones estará representada por Roy Arispe, joven laico; Eva Amaral, laica; Gabriel De Benedetti, laico; la hermana Laura Guisado, Hija de María Auxiliadora; el P. Washington Cabrera, vicario pastoral, el P. Pedro Antón, como referente para el sínodo en nuestra diócesis y el Obispo diocesano.

Siempre: fijar nuestra mirada a Jesucristo

Para finalizar: las reflexiones que compartieron los secretarios de los grupos, así como algunas intervenciones espontáneas, me hacen pensar en lo que creo más evidente y necesario: los cristianos, los creyentes, siempre tenemos que volver nuestra mirada a Jesucristo, como dice la carta a los Hebreos:

Fijemos la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe, en Jesús, el cual, en lugar del gozo que se le ofrecía, soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. (Hebreos 12,2)

No es solo la mirada en Jesús, sino, especialmente, en Jesús crucificado, porque

la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores. (Romanos 5,8)

Es decir, Jesús no se quedó esperando nuestra conversión. No esperó a que nosotros cambiáramos y, entonces sí, dar la vida por nosotros. El nos amó primero. Contemplando ese amor de Jesús, lo que cabe preguntarnos es cómo amamos y si podemos amar más, para hacer presente en el mundo de hoy y en nuestro solar canario, el amor de Dios, tal como se ha manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Gracias, hermanos y hermanas y que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

+ Heriberto, Obispo de Canelones


jueves, 23 de junio de 2022

“Tú ve a anunciar el Reino de Dios” (Lucas 9,51-62). Domingo XIII durante el año.

Último domingo del mes de junio, mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, cuya fiesta celebramos el viernes 24, por lo que se adelantó al 23 la del nacimiento de san Juan Bautista. Es también, en la Iglesia uruguaya, el mes vocacional. Un mes para cumplir especialmente lo que Jesús pide: rogar para que el dueño de la cosecha envíe trabajadores y realizar distintas actividades de promoción vocacional. El lema de este año es “Jesús te ama y te llama” y el afiche que estamos viendo muestra distintas vocaciones que, como un puzle, encajan, unas con otras, configurando el rostro de Cristo en el mundo.

Y este tema viene muy al caso hoy, porque las lecturas de este domingo tienen que ver, precisamente con la vocación.
La primera lectura nos habla del llamado de Dios que llega a un labrador de nombre Eliseo, para que sea el sucesor del profeta Elías. Elías ha sido un gran profeta, un gran servidor de Dios, pero su camino en la tierra está llegando al final y es hora de llamar a alguien para que continúe su misión.

El Señor dijo a Elías: «A Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá, lo ungirás profeta en lugar de ti».
Elías partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él había doce yuntas de bueyes, y él iba con la última. Elías pasó cerca de él y le echó encima su manto.
(1 Reyes 19, 16b. 19-21)
Elías no llama a Eliseo con palabras, sino con un gesto: le pone su manto. El manto es un abrigo, pero es también una vestimenta que identifica. Podemos imaginar a la gente reconociendo a Elías de lejos, por el manto que llevaba. Ahora, muchos notarán que Eliseo lleva el manto de Elías y lo reconocerán como su sucesor. El manto es también abrigo, protección, amparo: un signo del cuidado de Dios.
Eliseo entiende el gesto, acepta el llamado, pero quiere despedirse de sus padres. Elías no se lo impide. Eliseo obra inmediatamente y luego marcha detrás de Elías como discípulo.

Este relato nos prepara a escuchar el evangelio, que nos presenta el breve diálogo de Jesús con tres posibles seguidores:
El primero toma la iniciativa y le dice a Jesús:
«¡Te seguiré adonde vayas!»
(Lucas 9,51-62)
Sin embargo, Jesús parece ver en él un entusiasmo superficial, que no mide las consecuencias de seguirlo y le responde:
«Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos,
pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».
Dejamos por un momento al segundo y vamos al tercer candidato. Él también parece tomar la iniciativa:
«Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos»
Su planteo es parecido al de Eliseo, pero la respuesta de Jesús es exigente.
«El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».
No se puede mirar hacia atrás. El servicio del Reino de Dios exige una mentalidad nueva. No una mentalidad novelera, pendiente siempre de lo que está en onda, sino una mentalidad que se abre a lo absolutamente nuevo, el Reino de Dios que trae Jesús.
Y dijo a otro: «Sígueme».
Él respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre».
Pero Jesús le respondió:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios».
Este es el diálogo con el segundo. Con él, es Jesús quien toma la iniciativa.
“Sígueme” es la palabra con la que Jesús ha llamado a cada uno de sus primeros discípulos. Ahora bien: ¿acaba de morir el padre de este hombre, o acaso está agonizante? Tal vez no; tal vez tenga una edad muy avanzada y el hijo ve la muerte ya próxima. Sepultar a los padres es un deber de los hijos que está comprendido en el mandamiento de honrar padre y madre. En el libro de Tobías hay un hermoso discurso de Tobit, dirigido a su hijo Tobías, recordándole con cariño ese deber grave y sagrado. Pero Jesús llama para una tarea que no admite demora y que está por encima de todo: “anunciar el Reino de Dios”.
¿Cómo se concilia eso con la vida familiar? En el mundo de hoy, para mucha gente no parece importar tanto la vida de familia. Pero quien ha sido llamado a “anunciar el Reino de Dios” viviendo una especial consagración, es decir, renunciando a formar su propia familia para darse de lleno a la misión, esa persona consagrada, no necesariamente rompe con sus padres y hermanos, ni siquiera cuando no entienden o no comparten su vocación y, a veces, ni siquiera su fe. Para quien ha sido llamado, se trata de establecer una nueva relación, desde la cual se puede hacer mucho más que “enterrar a los muertos”. En primer lugar, siempre se puede amar; y se puede transmitir la esperanza de una vida nueva en Jesucristo.
El evangelio no deja explícito si alguno de los tres finalmente siguió a Jesús. No tenemos aquí una escena como la de aquel hombre que, habiendo sido llamado a vender todo, darlo a los pobres y seguir a Jesús, “Al oír estas palabras, … se entristeció, porque era muy rico” (Lucas 18,23).
La respuesta al llamado de Jesús es una respuesta que solo puede darse desde la libertad del corazón. Aquel hombre rico era prisionero de sus bienes. Para cada uno de estos tres hay otras amarras, que Jesús quiere cortar, llamándolos a la reflexión, para que su seguimiento sea realmente libre.
La libertad es el gran tema de la carta a los Gálatas, de la cual encontramos un pasaje en la segunda lectura.
Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad…
Manténganse firmes para no caer de nuevo bajo el yugo de la esclavitud.
(Gálatas 5, 1. 13-18)
Es así. Estamos llamados a vivir en libertad, la libertad de los hijos de Dios. Eso empieza por darle a Dios un “sí” sin miedo, sin resguardos, poniendo en Él una total confianza, una confianza como la que no podemos poner en nadie más.

En esta semana

El 27 de junio celebramos a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, patrona de la parroquia de Barros Blancos y del liceo católico de Sauce.
El 28, San Ireneo de Lyon, obispo y mártir.
El miércoles 29, tenemos la Solemnidad de San Pedro y San Pablo

Este fin de semana, el más cercano al 29 de junio, se realiza en todo el mundo la colecta llamada “Óbolo de San Pedro”.
Las ofrendas que se recojan tienen dos destinos: en primer lugar, darle al Papa Francisco la posibilidad de hacer donaciones importantes en situaciones de catástrofe en cualquier lugar del mundo o frente a situaciones como las de los refugiados a consecuencia de la guerra de Ucrania y de otros conflictos.
En segundo lugar, estos fondos se aplican en el sostenimiento de la acción misionera y pastoral de la Iglesia en los lugares más gravemente necesitados y a través de los organismos de la Santa Sede. Todo de acuerdo con las prioridades que el Papa señala auscultando el mundo de hoy. Invito a todos a colaborar generosamente, a través de las colectas parroquiales, allí donde estén.

Y con esa invitación, amigas y amigos, los dejo hoy.
Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

viernes, 17 de junio de 2022

“Él bendijo, partió y los fue entregando a sus discípulos” (Lucas 9,11b-17). Corpus Christi.

Nacimiento de José Artigas

Este domingo, los uruguayos recordamos a José Artigas, nuestro héroe nacional, nacido el 19 de junio de 1764, hace ya 258 años. Cada vez más lejano en el tiempo, sigue, sin embargo, presente en la memoria de todo nuestro pueblo y a él rendimos homenaje, de un modo especial, en la ciudad de Sauce, en el centro del departamento de Canelones.

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

La Iglesia celebra hoy la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, tradicionalmente conocida como Corpus Christi. En varias parroquias y capillas, hoy, además de la Misa, se realizará una procesión llevando el Santísimo Sacramento, invitando a todos a reconocer y sentir la presencia del Hijo de Dios que quiso quedarse entre nosotros de esa forma que, no lo olvidemos, lo hace realmente presente.

Vamos hoy a meditar sobre el significado de esta fiesta, que nos lleva, como el Jueves Santo, al cenáculo, el lugar donde Jesús celebró con sus discípulos la última cena.

En la segunda lectura de hoy, san Pablo nos recuerda ese acontecimiento. En primer lugar, Pablo pone en claro que lo que va a decir no es algo suyo, sino lo que él ha recibido:

Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente:
(1 Corintios 11,23-26)
A continuación, precisamente, Pablo transmite lo que ha recibido.
Son gestos y palabras de Jesús:
El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.»
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo:
«Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre.
Siempre que la beban, háganlo en memoria mía.»
(1 Corintios 11,23-26)
Estas palabras y gestos de Jesús nos llegan desde dos tradiciones: por un lado, los evangelistas Marcos y Mateo; por otro, el evangelista Lucas y el texto de Pablo que acabamos de escuchar.
Veamos los gestos:
Jesús tomó el pan, dio gracias (seguramente con una oración, tal vez muy breve, que no nos ha sido transmitida) y lo partió. Al decir que lo partió, está sugerido lo que agregan Marcos y Mateo: Jesús lo dio a sus discípulos para que comieran. A continuación, vienen las palabras de Jesús acerca de ese pan, que es ahora su cuerpo, que empiezan con la invitación “tomen y coman”.
Con la copa, Jesús procede “de la misma manera”, es decir, la tomó en sus manos, dio gracias y la hizo pasar entre sus discípulos para que cada uno bebiera de ella.

Los gestos, como vemos, son sumamente sencillos. Son ritos, pero ritos familiares, los mismos que se hacían en la comida pascual, pero también como los que se hacen en cualquier casa donde se bendigan los alimentos antes de comer: dar gracias a Dios y comenzar a repartirlos entre los comensales.
Por eso importan, e importan mucho, las palabras con las que Jesús acompaña los gestos. Las palabras les dan sentido. En esas palabras, pronunciadas en la noche en que Jesús fue entregado, él habla de entrega. Él se entrega.
Cuando decimos que Jesús fue entregado, nuestra manera humana de razonar nos hace pensar enseguida en la traición de Judas. Judas lo entregó: llevó a los guardias al lugar donde encontrarían a Jesús. En cambio, si lo miramos desde el punto de vista de Dios, es el Padre quien entrega a Jesús, pero en un sentido muy distinto:
“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.” (Juan 3,16)
El Padre lo entrega, para la salvación de la humanidad. Pero, con sus palabras, Jesús manifiesta que también Él se entrega. Se entrega a sí mismo, en total unión con el Padre.
Jesús ha sido traicionado por los hombres, pero su voluntad es la voluntad del Padre. El Padre lo entrega y Él se entrega. Por eso dice: “esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes”, es decir, por nosotros, por todos lo que, desde entonces, participamos de su Cena, del memorial de su Pasión.
Al tomar el cáliz, Jesús agrega otras palabras. Mateo, Marcos y Lucas transmiten que la sangre de Jesús es derramada “por ustedes” o “por muchos”. Ese “muchos” no es excluyente, como si dijera “por algunos sí y por otros no”; pero es que la sangre sella una alianza, una nueva alianza entre Dios y los hombres. Esa alianza se sella con la sangre de Jesús, de acuerdo con el rito de los antiguos sacrificios, que se hacían con sangre de animales. Aquí, en cambio, el sello es la preciosa sangre de Jesús. Se espera que sean “muchos” los que entren en la alianza, pero cada uno tiene que dar sus propios pasos para entrar.

El evangelio nos lleva a otro escenario, la multiplicación de los panes y los peces.
El relato de Lucas tiene elementos que recuerdan la Eucaristía:
Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. (Lucas 9, 11b-17)
Los gestos de Jesús son muy parecidos a los de la última cena.
Pero veamos también como empieza el relato:
Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser curados. (Lucas 9, 11b-17)
Vemos a Jesús recibiendo a todos, hablándoles del Reino, sanando…
Participar en la Eucaristía, participar de verdad, es ser recibidos por Jesús, que anuncia su Reino y sana nuestro corazón de heridas y pecados.
Muchos vienen a la Eucaristía buscando su curación y eso es lo que Jesús ofrece y lo que sus discípulos tenemos que saber presentar, porque, frente a la necesidad de la gente, Jesús indicó:
«Denles de comer ustedes mismos.» (Lucas 9, 11b-17)
Podemos ser parte de una parroquia grande, con muchos fieles, personas consagradas, ministros o podemos ser parte de una pequeña capilla, donde la Eucaristía se celebra apenas una vez por mes… pero lo importante es que nos acerquemos y estemos allí donde Jesús se hace presente, nos sana y alimenta nuestra fe con su Palabra y su Pan de Vida.
Y, para que no falte esa presencia de Jesús, no dejemos de pedir al dueño de la Mies que envíe trabajadores, es decir, que haya siempre entre nosotros buenos y fieles sacerdotes, al servicio de Dios y de su Pueblo, anunciando su Palabra, consagrando el pan y el vino y entregando a los fieles el Cuerpo de Cristo.

Encuentro Mundial de las Familias

Del miércoles 22 al domingo 26 se realiza en Roma el Décimo Encuentro Mundial de las Familias, con el lema “El amor familiar: vocación y camino de santidad”. Nos unimos en la oración a ese encuentro y esperamos recibir sus ecos en nuestra diócesis.

Natividad de San Juan Bautista / Sagrado Corazón de Jesús

El 24 de junio coinciden en el calendario dos celebraciones muy importantes. Por la fecha, es la natividad de san Juan Bautista; pero, por ser el viernes siguiente al segundo domingo después de Pentecostés, toca también el Sagrado Corazón de Jesús. Entonces… el Sagrado Corazón se queda el 24 y Juan el Bautista se adelanta al 23; pero allí donde el Bautista es el patrono, como en las parroquias de Santa Lucía, San Bautista y una capilla en La Paz, la fiesta queda el 24 y el Sagrado Corazón se adelanta. Recordemos, entonces, estas dos celebraciones tan queridas y démosle a cada una su lugar.

Y esto es todo por hoy. Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que Jesús los guarde a todos en su corazón y descienda sobre ustedes la bendición de Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

lunes, 13 de junio de 2022

13 de junio: San Antonio de Padua.

Esta es la reflexión que ofrecíamos el año pasado (2021), cuando el 13 de junio coincidió con domingo.

Y también, en un minuto:

San Antonio de Padua.

«Señor, tú eres mi bien, no hay nada superior a ti» (Sal 16, 2). Palabra de Vida, junio 2022.

Palabra de Vida es una meditación mensual propuesta por el Movimiento de los Focolares. Como viene siendo habitual, la que ofrecemos hoy ha sido preparada por Letizia Magri.

La Palabra de Vida de este mes está sacada del libro de los Salmos, que recoge las oraciones por excelencia, inspiradas por Dios al rey David y a otros orantes para enseñarles cómo dirigirse a Él. En los Salmos todos tenemos nuestro sitio, pues tocan las cuerdas más íntimas del alma, expresan los sentimientos humanos más profundos e intensos: la duda, el dolor, la ira, la angustia, la desesperación, la esperanza, la alabanza, el agradecimiento, la alegría. Por eso los puede pronunciar cualquier hombre y mujer de toda época y cultura y en cualquier momento de la vida.

«Señor, tú eres mi bien, no hay nada superior a ti».

El salmo 16 era el preferido de muchos autores espirituales. Por ejemplo, santa Teresa de Jesús comentaba: «Quien a Dios tiene nada le falta: solo Dios basta». El padre Antonios Fikri, teólogo de la Iglesia Ortodoxa, señalaba: 

«Este es el salmo de la resurrección, por eso la Iglesia lo reza en las primeras horas […], ya que Jesús resucitó al alba. Este salmo nos da esperanza en nuestra herencia eterna, y por eso lo encontramos bajo el título de “dorado”: quiere decir que es una palabra de oro, una joya de la Sagrada Escritura».

Hagamos la prueba de repetirlo pensando en cada palabra:

«Señor, tú eres mi bien, no hay nada superior a ti».

Esta oración nos envuelve, sentimos que la presencia activa y amorosa de Dios comprende todo nuestro ser y el de la creación, percibimos que Él recoge nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. En Él encontramos la fuerza para afrontar con confianza los sufrimientos que nos asaltan por el camino y la serenidad para elevar la mirada, más allá de las sombras de la vida, a la esperanza.

Entonces, ¿cómo podremos vivir la Palabra de Vida de este mes? Esta es la experiencia de C. D.: 

«Hace algún tiempo empecé a sentirme mal, por lo que me sometí a una serie de pruebas médicas que requerían largos tiempos de espera. Al final, cuando me enteré de lo que tenía, la enfermedad de Parkinson ¡fue un duro golpe! Tenía 58 años, ¿cómo era posible? Me preguntaba: ¿por qué? ¡Soy profesor de Ciencias Motoras y Deportivas, la actividad física es parte de mí! Me parecía perder algo demasiado importante. Pero volví a pensar en la elección que había hecho cuando era joven: “Tú, Jesús abandonado, eres mi único bien”. Gracias a los fármacos, pronto empecé a sentirme mucho mejor, pero no sé exactamente lo que me sucederá. He decidido vivir el momento presente. Tras el diagnóstico se me ocurrió escribir una canción, cantarle a Dios mi SÍ: ¡el alma se llena de paz!».
La frase de este salmo también había tenido una resonancia especial en el alma de Chiara Lubich, que escribió: 

«Estas sencillas palabras nos ayudarán a tener confianza en Él. Nos entrenarán a convivir con el Amor, y así, estando cada vez más unidos a Dios y llenos de Él, pondremos una y otra vez las bases de nuestro verdadero ser, hecho a su imagen» .(1)
Unámonos, pues, en este mes de junio, para elevar a Dios esta «declaración de amor» a Él e irradiar paz y serenidad en nuestro entorno.

Letizia Magri

(1) C. LUBICH, Palabra de vida, junio de 2001: Ciudad Nueva n. 378 (7/2001), p. 25.

viernes, 10 de junio de 2022

Santísima Trinidad. “Todo lo que es del Padre es mío”. (Juan 16,12-15)

El Dios desconocido

Desde los comienzos de la historia, el ser humano ha buscado a Dios. La experiencia religiosa está presente en todas las culturas, con muy diversas manifestaciones. La mayor parte de esas expresiones parte de la búsqueda de los hombres, que intuyen una realidad que trasciende nuestra existencia, que está más allá de nuestra vida en este mundo.
Cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles que, en el areópago de Atenas, algo así como la plaza mayor de la ciudad, había un altar dedicado “al Dios desconocido”. Hasta allí llegó san Pablo, que partió de esa inscripción para hablar a los atenienses: 

“veo que ustedes son (…) los más religiosos de todos los hombres” (Hechos 17,22) 

les dijo. En realidad, Pablo estaba indignado 

“al contemplar la ciudad llena de ídolos” (Hechos 17,16), 

pero no eligió el camino de fustigar a su audiencia, sino de captar su buena voluntad. A continuación, da una explicación sobre el origen de la búsqueda de Dios:

“El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él… hizo salir de un solo principio a todo el género humano… para que [los hombres] busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. (Hechos 17,24.26.27)
“Aunque sea a tientas”. Se busca al tanteo cuando se quiere encontrar algo que está envuelto en completa oscuridad. Es una búsqueda difícil y, por lo tanto, es posible equivocarse, como lo dice el mismo Pablo, en su carta a los Romanos. Los hombres
“se extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad… cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes que representan a hombres corruptibles, aves, cuadrúpedos y reptiles.” (Romanos 1,21.23)
Peor aún, muchas veces el hombre proyectó -o proyecta- en un supuesto Dios sus propias pulsiones de muerte y violencia, produciendo terribles resultados para la convivencia humana, en supuestas “guerras santas”.

El Dios revelado

Dios no quiso dejar al hombre en la oscuridad: por eso envió al mundo a su propio Hijo, el único que puede declarar:

«Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida» (Juan 8,12)
Jesús, el enviado del Padre, ha venido a dar a conocer al Dios verdadero.
“Conocer”, en el lenguaje bíblico, no es un mero acto intelectual, sino que involucra a toda la persona. Conocer es, de alguna manera, entrar en la intimidad, en el misterio del otro.
Debemos tener presente esto para entender estas palabras de Jesús:
Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo. (Juan 17,3)
Jesús define la Vida eterna como el conocimiento del único Dios verdadero. Repetimos: no se trata de tener una idea de Dios: conocer a Dios es entrar en su intimidad, es alcanzar la felicidad plena y sin fin; es Vida: Vida eterna.

Con Jesús se cumple el largo proceso a través del cual Dios se fue revelando a los hombres; primero, manifestándose a Abraham, que creyó en él y es por eso el padre de los creyentes; luego, mostrándose en la zarza ardiente a Moisés, que le preguntó cuál era su Nombre (cf. Ex 3,13). Dios siguió manifestándose a través de sus palabras comunicadas por los profetas y de sus intervenciones en la historia de su pueblo.

El Dios trino

Jesús continúa esta revelación presentando a Dios como su Padre y a él mismo como el Hijo.

“El Padre y yo somos una sola cosa” (Juan 10,30)
Pero, y entonces, ¿dónde entra el Espíritu Santo? ¿Por qué una tercera persona?
Dios se ha revelado. Ha permitido que nos asomemos a su misterio; y, mirando hacia dentro de ese misterio, vemos el amor con que el Padre ama al Hijo y el amor con que el Hijo ama al Padre: es el Espíritu de Amor, el Espíritu Santo. Así nos dice san Pablo
“nadie conoce los secretos de Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Corintios 2,11)
Pero el Espíritu no se queda en esa intimidad del misterio de Dios. Precisamente, llegamos a conocer al Padre y al Hijo por la acción del Espíritu Santo.
“Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad” (Juan 16,12-15)
Eso dice Jesús en el evangelio que leemos este domingo.
Esta es una de las cinco promesas referidas al Espíritu Santo que Jesús hace en el marco de la última cena.
Llama la atención que, en un discurso de despedida, Jesús “deje cosas en el tintero”, algo que no ha dicho aún:
Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. (Juan 16,12-15)
¿Por qué deja esa incógnita en su mensaje? Si Él se va ¿qué esperanza queda para los discípulos de conocer eso que ahora no pueden comprender?
Precisamente, Jesús dice eso porque el Espíritu Santo completará su misión: “él los introducirá en toda la verdad”. Otras traducciones dicen “Él los guiará en la verdad completa”. Entonces, no es que nos guíe hacia la verdad, como una meta, sino en la verdad, como un camino que vamos recorriendo en nuestra vida, viviendo en la verdad bajo la guía del Espíritu. El Espíritu hace posible que la palabra de Jesús se haga vida en nosotros.

Sigue explicando Jesús la misión del Espíritu:
“… no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído (…) Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes” (Juan 16,12-15).
Eso que Jesús enseñó y que los discípulos, en el momento de la última cena, no son capaces de asimilar, el Espíritu hará que puedan hacerlo propio y profesarlo como la verdad.

El Dios misterioso

Aún con la ayuda del Espíritu Santo, comprender y aceptar el misterio de la Trinidad fue difícil para algunos cristianos de los primeros tiempos. Por ejemplo, costaba aceptar que el Hijo fuera semejante al Padre. Muchos pensaban que Jesús era nada más que una criatura que el Padre había adoptado y llevado con él. En cambio, el evangelio de Juan comienza diciéndonos que el Hijo (el Verbo, la Palabra) estaba junto a Dios en el principio y desde el principio era Dios; luego nos explica que la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre. Por eso, él puede hacer esta fuerte afirmación trinitaria:

“Todo lo que es del Padre es mío” (Juan 16,12-15).
Ese “todo” incluye la divinidad; por eso decimos: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo.
Jesús completa sus palabras diciéndonos que el Espíritu:
“Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes” (Juan 16,12-15).
Eso que Jesús llama “lo mío” es lo propio de su persona. Siendo Dios Hijo, ese “lo mío” es lo que hace que Él sea el Hijo y no el Padre. Eso es lo que el Espíritu tomará de Él y nos concederá a nosotros: compartir con Jesús su condición de Hijo de Dios.

Y vamos concluyendo… Si conocemos la Trinidad es porque desde el seno de Dios hubo dos envíos: el del Hijo y el del Espíritu Santo. San Pablo lo resume así:
“cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer… para hacernos hijos adoptivos… Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo» ¡Abba!, es decir, ¡Padre!” (Gálatas 4,4.5.6)

El Dios que da Vida eterna

De esta manera se abre para nosotros la puerta de la Vida eterna, el camino para entrar a la intimidad de Dios: 

“Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo”. (Juan 17,3).
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga la Trinidad Santísima: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, Amén.

domingo, 5 de junio de 2022

Solemnidad de Pentecostés. Confirmaciones en Dortmund, Pastoral en lengua española.

Homilía

En la Arquidiócesis de Padenborn, Alemania.

Queridos hermanos y hermanas:

Ante todo, agradezco a los integrantes de la Pastoral de lengua española que me invitaron a presidir esta celebración y al P. Jorge Blanco, que recibió muy bien esa propuesta y que, con muchos colaboradores ha trabajado para preparar todo esto.

Y todos tenemos que agradecer a Mons. Hans-Joseph Becker, arzobispo de Paderborn, la arquidiócesis a la que pertenece Dortmund, por su amabilidad de permitirme celebrar con Uds. hoy, nada menos que el día de Pentecostés, el sacramento de la Confirmación.
Subrayo este agradecimiento a Mons. Hans-Joseph, porque, aunque los Obispos podemos delegar a un sacerdote para que celebre este sacramento, normalmente es el Obispo propio quien lo celebra. Se hace así porque, de esa manera, tomamos conciencia de que pertenecemos no solo a la Iglesia Católica que guía el papa Francisco ni solamente a una parroquia o a un grupo, sino que también pertenecemos y formamos parte de una Iglesia Diocesana. Por eso, en la Misa, cuando el sacerdote reza por la Iglesia, dice “por nuestro papa Francisco y nuestro obispo Hans-Joseph”.

Si yo preguntara ahora a los que se van a confirmar qué es lo que nos da el Espíritu Santo, seguramente más de uno mencionaría los siete dones: sabiduría, entendimiento, ciencia, consejo, piedad, fortaleza y temor de Dios.

Nuestra relación con Dios Trino.

Vamos a hablar un poco de eso, pero, antes, me gustaría decirles que lo primero que nos trae el Espíritu Santo es una nueva relación con Dios.
¿Qué quiero decir con eso?
Nosotros conocemos a Dios y creemos en Él como un solo Dios en tres personas, la Santísima Trinidad: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Con cada uno de ellos establecemos una relación distinta:

Hijos del Padre

Si pensamos en Dios como Padre, un Padre que tiene también un corazón de madre, no es difícil entender cuál es esa relación. El Padre nos ha creado. Somos sus hijos e hijas.
Cuando creemos que Dios es nuestro Padre Creador, es bonito que sintamos por él el cariño que tiene un buen hijo por su Padre. Pero, además, es importante que nos demos cuenta de que no nos hemos creado a nosotros mismos. La vida que tenemos es el primer regalo, el primer don que el Padre nos da. El Padre quiere vernos felices, pero nos ofrece un camino de felicidad eterna que solo podemos alcanzar si vivimos de verdad como hijos e hijas suyos.

Hermanos del Hijo y miembros de su Cuerpo

Si pensamos en el Hijo, tenemos para él un rostro… el Hijo de Dios se hizo hombre, se hizo uno de nosotros: es Jesús, Jesucristo. Se hizo nuestro hermano y dio su vida por nosotros para redimirnos, para rescatarnos del mal y de la muerte. Esa es nuestra relación con Él. Unidos a Él es como llegamos a ser Hijos de Dios. Unidos a Él formamos su cuerpo que es la Iglesia… La unión con Él no es solo un sentimiento. Es más bien un seguimiento: caminar siguiendo a Jesús, buscando vivir su Palabra cada día.

Templos del Espíritu Santo

Y llegamos al Espíritu Santo. Si nuestra relación con el Padre es ser hijos, si nuestra relación con el Hijo es ser sus hermanos… ¿qué queda para el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo viene a habitar, a hacer su casa, en cada uno de nuestros corazones. Por eso, podemos decir que somos templos del Espíritu Santo.
El templo es la casa de Dios. Cuando el Espíritu Santo entra en nosotros, entra en nuestra vida, nuestro cuerpo se hace templo del Espíritu Santo.
Nuestro cuerpo no es una cosa, no está separado de nuestra alma, como si fuera un envase descartable. Jesucristo resucitó con su cuerpo. No revivió, resucitó, entró con su cuerpo humano en una nueva forma de vida, por la acción del Espíritu Santo. Si creemos que el Espíritu Santo está en cada persona (aunque la otra persona no se dé cuenta o no crea en eso) entendemos porqué tenemos que tratar con respeto nuestro propio cuerpo y el cuerpo de los demás.
Dejemos que el Espíritu nos santifique en alma y cuerpo.

Hijos del Padre, hermanos del Hijo, templos del Espíritu Santo. Esa es nuestra relación con Dios.

Los Siete Dones

Vamos ahora a referirnos a los dones del Espíritu Santo.

Venimos atravesando un tiempo difícil, complejo, en estos dos años de una pandemia que va mermando, pero que todavía no ha terminado.
En este tiempo, el Espíritu Santo ha estado presente, ayudándonos a seguir caminando en la fe de muchas maneras.
Hoy, desde esa experiencia, podemos pensar en los siete dones y en la forma en que podemos pedirlos.

Sabiduría

Vamos a empezar por el don de la sabiduría. La sabiduría no es lo que tiene el que sabe muchas cosas. El sabio es el que sabe lo que realmente importa. En la pandemia, muchos se dieron cuenta -nos dimos cuenta- de que algunas cosas por las que trabajábamos con mucho esfuerzo no eran realmente tan importantes; en cambio, otras, sobre todo muchas personas, sí valían mucho, significaban mucho en nuestra vida. Que el Espíritu Santo nos ayude a seguir dándonos cuenta en nuestra vida de lo que realmente tiene valor, de lo que realmente vale la pena. Y lo que tiene realmente valor es lo colabora o participa del proyecto de salvación de Dios.

Entendimiento

Tomemos ahora el don del entendimiento. Es parecido. Entender es saber el porqué de las cosas y descubrir por dónde pasa la voluntad de Dios, qué es lo que Dios realmente quiere en cada momento. A veces pensamos que algo sucede o nos sucede porque es voluntad de Dios… pero la voluntad de Dios es siempre vida y salvación. El entendimiento nos ayuda a entrar en el misterio del plan de Dios, a comprenderlo y vivirlo siempre un poco más.

Ciencia

El don de la ciencia: la ciencia más perfecta es el amor. No hay otra. Esa es la ciencia que describe san Pablo en su himno de la caridad: es amor es comprensivo, el amor es servicial, nunca se irrita, no es descortés… (1 Co 12,31—13,13). Es la ciencia de Dios, que nos amó siendo nosotros pecadores, como dice Pablo (Rom 5,8).
Una vez, reunido con una pareja que se preparaba para su casamiento, la novia me dijo: “amar es aprender a convivir con lo imperfecto”. Su novio estaba allí, al lado de ella. Podríamos haber pensado que “lo imperfecto” era él… pero no, él la miró y los dos se rieron. Tenían la ciencia del amor, que conoce y reconoce al otro y lo quiere como es. Así nos conoce y nos ama Dios, amándonos, aunque seamos pecadores, porque quiere llevarnos a la perfección.

Consejo

Todos apreciamos una persona que sabe dar buenos consejos. Escuchándolos y recibiéndolos, aprendemos también a darlos. Conocí una señora joven que apreciaba mucho a su suegro, que hombre que sabía dar buenos consejos. Pasaron algunos años y ese afecto siempre se mantuvo. Cuando su suegro murió, ella dijo “ahora quedamos nosotros”, es decir, quedaba su generación, la generación siguiente… pero ella se sentía preparada por todo lo que había recibido. Que no nos falte el don del consejo. El don de darlos y el don de recibirlos para discernir los caminos de Dios en nuestra vida. El Espíritu Santo es el primer consejero.

Piedad

Don de Piedad. La palabra “piedad” se puede entender de muchas maneras. Cuando decimos “Señor, ten piedad”, estamos pidiendo misericordia. En la antigua Roma se entendía tanto como el buen sentimiento de los hijos hacia los padres, la piedad filial, como el espíritu religioso, el respeto a Dios (o a los dioses, porque los romanos creían en muchos dioses). 

Creo que nos podemos quedar de manera especial con el sentido religioso, que vamos a unir con el temor de Dios. Rezar con piedad, participar en la Misa piadosamente, significa hacer bien esas cosas, hacerlas como a Dios le agradan, o sea de corazón. No de manera superficial, con una prolijidad vacía o posturas corporales exageradas. Ante todo, tiene que estar un profundo sentimiento de que pertenecemos a Dios y lo que hacemos, lo hacemos para él.

Fortaleza

Don de fortaleza. No se trata de la fortaleza de los fuertes de este mundo. Es la fuerza de los que se reconocen frágiles, porque su fuerza, es la fuerza de Dios. San Pablo vivió profundamente esa experiencia. Sintiéndose débil, invocó a Dios y Dios le respondió: “te basta mi gracia: mi fuerza actúa en la debilidad” (2 Co 12,9). La fuerza de Dios es la que sostuvo a hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, firmes en la fe hasta dar la vida en el martirio. Pidamos este don para perseverar siempre en nuestra fe.

Temor de Dios

Finalmente, el santo temor de Dios. No es el miedo. No deja fuera el amor. Es respeto. Podemos sentir a Dios muy cerca, porque él ha querido acercarse a nosotros. Nosotros no somos capaces de acercarnos a él. Cuando decimos de corazón: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa”, cuando lo decimos de verdad, dándonos cuenta de lo que estamos diciendo, estamos expresando ese temor de Dios. Estamos manifestando nuestro respeto y amor hacia ese Ser que nos ha creado, que nos ha redimido y que nos santifica, porque quiere compartir su vida eterna con nosotros, darnos la felicidad para siempre.

Todo eso pedimos para todos los que hoy estamos reunidos aquí, sintiendo a Jesús en medio de nosotros, sintiendo que su Madre reza con todos nosotros. Vamos ahora a invocar al Espíritu Santo sobre estos hijos e hijas de Dios, sobre estos hermanos y hermanas nuestros que van a recibir el sacramento de la Confirmación.

viernes, 3 de junio de 2022

Todos quedaron llenos del Espíritu Santo (Hechos 2,1-11). Solemnidad de Pentecostés.

La vida cotidiana nos ofrece muchos motivos para celebrar, para hacer fiesta. Nacimientos y cumpleaños, pasos importantes de la vida personal y familiar, inauguración de obras, logros deportivos, en fin… Junto a todo eso, para los creyentes, también hay fiestas relacionadas con nuestra fe. Algunas de ellas, como la Navidad, se celebran en todas partes, no siempre recordando su verdadero significado, es decir, el nacimiento de Jesús, el Salvador.
El Pueblo de Israel, el pueblo que hizo la primera alianza con Dios, tenía varias fiestas en el año. En hebreo la palabra “fiesta” es “hag” que significaba, en un principio, “danza”. Esto nos habla de un pueblo que festejaba alegremente, donde incluso el rey David bailó ante Dios frente a todo su pueblo (2 Samuel 6,14).
Las tres fiestas principales eran PESAH. la Pascua; SUCOT, la fiesta de las chozas o de los tabernáculos y SHAVUOT, en griego “Pentecostés”. En esta fiesta, al igual que en otras, los judíos, muchos de ellos dispersos en países vecinos, acudían en peregrinación a Jerusalén.
Ese es el marco del acontecimiento que da origen a nuestro Pentecostés, el que celebramos hoy.

Vamos a detenernos un poco en la historia de la fiesta judía, porque nos ayudará a comprender el relato que nos hace Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles.
¿Qué celebraban los judíos en el Shavuot, que significa “semanas”? El origen lejano es una fiesta de agricultores, relacionada con el momento en que comienza la cosecha. Para fijar la fecha de esta fiesta, así indica el libro del Deuteronomio: 

Cuenta siete semanas a partir del momento en que empieces a cosechar (Deuteronomio 16,9)
Siete semanas suman 49 días. El 7 es un número que expresa la perfección: 49 es siete veces siete. Pero Pentecostés, palabra griega, significa 50; es decir, que a esos 49 días se les agrega un día más. Pero ese “uno” no es irrelevante: al contrario; el UNO nos habla del Dios único, el eterno Dios que con su presencia completa, conforma la plenitud total.

Con el tiempo, la fiesta de las semanas se fue convirtiendo en una conmemoración del momento en que Moisés recibió las tablas de la Ley, en el monte Sinaí, en medio de una manifestación de Dios. Así cuenta el libro del Éxodo:
Al amanecer del tercer día, hubo truenos y relámpagos, una densa nube cubrió la montaña y se oyó un fuerte sonido de trompeta. (…) La montaña del Sinaí estaba cubierta de humo, porque el Señor había bajado a ella en el fuego. (…) El sonido de la trompeta se hacía cada vez más fuerte. Moisés hablaba, y el Señor le respondía con el fragor del trueno. (ver Éxodo 19,16-20)
Retengamos esos detalles: Dios que baja en el fuego, el sonido fuerte, la tierra que tiembla.
Vamos ahora al acontecimiento cristiano, ocurrido durante la fiesta de Pentecostés. Dice el libro de los Hechos:
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.
El relato de Lucas, aunque presenta algunos aspectos llamativos, no muestra una escena tan impresionante como la del Éxodo, pero tiene elementos que son como un eco de esa narración: el ruido y, sobre todo, Dios que baja en el fuego.
Hay muchas diferencias, por supuesto, pero me parece importante anotar esta: es Moisés quien recibe la Ley y después la entrega al Pueblo, que ha quedado en el campamento.
En cambio, el día de Pentecostés todos los discípulos estaban reunidos en el mismo lugar. No se trata únicamente de los Doce: Lucas dice “todos”. Allí está la primera comunidad cristiana, la Iglesia naciente, en la que estaba presente la Madre de Jesús junto con otras mujeres (Hechos 1,14). “Todos” vuelve a repetirse en la afirmación más importante de este relato:
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo. Cada uno de los presentes recibió el Espíritu y, a partir de allí comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.

Un gran número de los peregrinos que se encontraban en Jerusalén se acercó, atraído por el gran ruido. Hombres venidos de distintos lugares del mundo se asombraron de oír a los discípulos hablar en diferentes lenguas, proclamando las maravillas de Dios.

El evangelio que escuchamos este domingo concluye allí, pero el relato de Pentecostés continúa. Pedro toma la palabra y anuncia a los oyentes lo sucedido con Jesús:
“… ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles.
Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte” (Hechos 2,23-24)
La predicación de Pedro y la acción del Espíritu Santo en los oyentes mueve los corazones. Profundamente conmovidos, los peregrinos preguntan qué deben hacer. Pedro responde:
«Conviértanse y háganse bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo» (Hechos 2,38)
Y aquí viene otro dato importante, que vuelve a poner en relación el relato de los Hechos con la narración del libro del Éxodo:
Los que recibieron su palabra se hicieron bautizar;
y ese día se unieron a ellos alrededor de tres mil. (Hechos 2, 41)
Ese número es significativo. El relato del Éxodo tiene una continuación… poco feliz. como dijimos, mientras Moisés subió al monte Sinaí para recibir las tablas de la Ley, el pueblo permaneció en el campamento. El encuentro de Moisés con Dios se prolonga. El pueblo se impacienta y le dice a Aarón, el hermano de Moisés:
«Fabrícanos un Dios que vaya al frente de nosotros, porque no sabemos qué le ha pasado a Moisés, ese hombre que nos hizo salir de Egipto» (Éxodo 32,1).
Cuando por fin desciende Moisés, con las tablas de la Ley, se enfurece con el pueblo que ha sido infiel a Dios. Llama entonces a quienes habían permanecido fieles y manda matar a los que habían pecado ¿y cuántos murieron?
Cayeron aquel día unos tres mil hombres del pueblo. (Éxodo 32,28)
Entonces, los tres mil bautizados, los tres mil convertidos que empezaron una vida nueva están puestos en contraste con los tres mil que murieron en castigo de su infidelidad. Pentecostés es así manifestación de la misericordia de Dios para quienes respondieron al llamado de Pedro: “conviértanse y háganse bautizar”.

¿Qué ha sucedido? ¿Cómo podemos resumir el acontecimiento de Pentecostés?
Dios bajó al monte Sinaí en el fuego para entregar sus mandamientos; ahora baja al monte Sión, como lenguas de fuego y los discípulos quedan llenos del Espíritu Santo.
Es Dios mismo quien baja y nos llena, nos completa, añade lo que nos falta para que seamos “perfectos”, para dejarnos llenar de esa gracia total de Dios.
Esa es la misteriosa vocación del hombre: llegar a ser habitado por Dios.
Pero Dios no es solo Espíritu Santo. Dios es trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo…
Pero eso ya es la fiesta de la Santísima Trinidad, que celebraremos el próximo domingo.

En esta solemnidad de Pentecostés, reunidos como la primera comunidad cristiana, invoquemos al Espíritu de Dios. Pidamos su luz, su consuelo, su ayuda, su fortaleza, sus siete dones sagrados.

Gracias, amigas y amigos por su atención. El jueves 9, recordemos la fiesta de Jesucristo, sumo y eterno sacerdote. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.