viernes, 31 de marzo de 2023

Domingo de Ramos: “Bendito el que viene en el nombre del Señor” (Mateo 21,1-11)

Amigas y amigos: la semana pasada pude visitar, aquí en Uruguay, una plantación de olivos, propiedad de una familia amiga. Eso me hizo pensar que en el programa de este domingo de Ramos, inicio de la Semana Santa, podíamos referirnos a estos árboles que nos recuerdan la entrada de Jesús en Jerusalén desde el Huerto de los Olivos y la oración de Jesús en el mismo huerto la noche del Jueves al Viernes Santo. Pero también, a mitad de esta semana tenemos la Misa Crismal, donde el aceite de oliva es un elemento indispensable. 

El olivo es un árbol que encontramos en la cuenca del mar Mediterráneo, mar que también baña las costas del país de Jesús. Existe una clase de olivo silvestre, que en nuestra lengua es conocido como acebuche. Cuando hablamos de olivo, hablamos del  árbol cultivado, cultivo que existe desde hace miles de años. Si pensamos en el olivo como símbolo, podemos fijarnos primero en su apariencia relativamente modesta, al lado de otros árboles más frondosos. Sin embargo, este árbol de aspecto humilde produce 

“el aceite con que se honra a Dios y a los hombres” (cf. Jueces 9,8-15) 

como dice el libro de los Jueces. Su hoja perenne es también signo de permanencia. Humildad, calidad y fidelidad son valores que el olivo hace presente.

En la Biblia encontramos numerosas referencias al olivo; la primera en el libro del Génesis. Después del diluvio, Noé, desde el arca, todavía en medio de las aguas, envía pájaros para ver si hay algún signo de tierra emergida. Una paloma volvió con una rama de olivo en el pico (Génesis 8,11). En ese signo se manifiesta la generosidad de Dios, que ofrece a la humanidad un nuevo comienzo, dándole su paz y bendición. Inspirándose en ese pasaje bíblico, Pablo Picasso hizo su famoso dibujo de la Paloma de la Paz.

Domingo de Ramos

En este domingo de Ramos, leemos en el Evangelio de san Mateo:

Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan al pueblo que está enfrente, e inmediatamente encontrarán un asna atada, junto con su cría. Desátenla y tráiganmelos. Y si alguien les dice algo, respondan: «El Señor los necesita y los va a devolver enseguida». (Mateo 21,1-11)

A continuación, Mateo señala que eso que va a hacer Jesús es el cumplimiento de una profecía de Zacarías (9,9).

El comienzo de este pasaje nos ubica en el monte de los Olivos. Desde allí se inicia la entrada de Jesús en Jerusalén. Mateo sigue contando:

Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les había mandado; trajeron el asna y su cría, pusieron sus mantos sobre ellos y Jesús montó sobre él. Entonces la mayor parte de la gente comenzó a extender sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y lo cubrían con ellas. (Mateo 21,1-11)

Si estamos en el monte de los Olivos, esos son los árboles de donde la gente toma las ramas. Cuando celebramos domingo de Ramos, alguna gente trae también hojas de palmera. Eso viene del evangelio de Juan, que dice:

Y, tomando hojas de palmera, salieron a su encuentro y lo aclamaban diciendo: 
«¡Hosana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el rey de Israel!». (Juan 12,13)

El gesto de llevar esas ramas y agitarlas al paso de Jesús es equivalente a los carteles y pasacalles de nuestro tiempo cuando se recibe a un visitante ilustre; pero el significado más hondo de ese gesto lo da lo que la gente canta:

«¡Hosanna al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!». (Mateo 21,1-11)

Es el reconocimiento de Jesús como Mesías. El problema es qué significa eso. Muchos judíos esperaban un Mesías guerrero, que se pondría al frente de su pueblo en la lucha por la liberación. Sin embargo, Jesús da un signo que va en dirección contraria, al hacer su entrada

humilde y montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga (Mateo 21,1-11)

Es decir, no como un guerrero, que entraría a caballo, sino como quien trae la paz… 

Para la gente que toma en sus manos la rama de olivo ¿tiene el mismo significado de paz que la rama en el pico de la paloma? No solo hay que aclamar a Jesús como el “bendito que viene en el nombre del Señor” sino que hay que escuchar su Palabra y recibir su mensaje de paz.

Misa Crismal

Dejemos el domingo de Ramos y vayamos a la Misa crismal. Decíamos que allí son bendecidos los óleos de los catecúmenos y de la unción de los enfermos y se consagra el santo crisma. Los catecúmenos son adultos que se preparan para recibir los sacramentos de la iniciación cristiana: bautismo, confirmación y eucaristía. 

La iniciación cristiana tiene su lugar natural en la Vigilia Pascual, el sábado de gloria. Quienes se preparan a este sacramento son ungidos, en el momento indicado, antes de Semana Santa, con el óleo de los catecúmenos. Esa unción se asemeja a la que recibían los atletas como preparación para su esfuerzo físico. 

Aquí se trata, por supuesto, de su fortalecimiento espiritual para avanzar en su conocimiento del evangelio y en su compromiso cristiano, en camino hacia el bautismo.

El óleo de los enfermos se utiliza en la santa unción, sacramento que ofrece fortaleza y esperanza a quienes están afectados por la enfermedad o están caminando el último tramo de su vida.

El santo crisma, como decíamos, no se bendice, simplemente, sino que se consagra, con una oración más larga, que reza el obispo, acompañado en parte de ella por los sacerdotes. 

El Crisma se utiliza en el bautismo. Después del rito del agua, rito esencial del bautismo, se unge con el Crisma la cabeza del bautizado.

En la Confirmación, la unción con el santo crisma en la frente de los confirmandos es el rito fundamental. Esta unción es acompañada por las palabras “recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”.

Finalmente, el Santo Crisma tiene también su parte en el sacramento del Orden. En la ordenación de un presbítero, se ungen con él las manos del nuevo sacerdote. En la ordenación episcopal, se unge la cabeza del nuevo obispo.

La Misa Crismal es una celebración única en cada diócesis. Los óleos se utilizan a lo largo de todo el año, hasta la siguiente Semana Santa.

La oración en el Huerto

Pasamos ahora a la noche del jueves santo, que nos lleva de nuevo al Monte de los Olivos, donde Jesús va a rezar después de la última cena. Eso lo escuchamos el mismo domingo de Ramos, en la lectura de la Pasión de Jesús:

Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. (Mateo 26,30)

Dentro del monte hay un lugar llamado Getsemaní.
Allí Jesús pide a sus discípulos que permanezcan en un determinado lugar, mientras él va a orar.
Sabemos que los discípulos son vencidos por el sueño, mientras que Jesús culmina su oración diciendo:

«Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad.» (Mateo 26,42)

Amigas y amigos, dispongámonos a acompañar a Jesús en esta Semana Santa, contemplando con amor al que fue traspasado por nuestros pecados. Que su pasión y su cruz no nos dejen indiferentes, sino que nos muevan a la conversión para llegar con Él a la gloria de la Resurrección.

Recemos también por quienes celebren su iniciación cristiana en esta Vigilia Pascual.

  • A los fieles de la Diócesis de Canelones, los invito a participar en la Misa Crismal el miércoles Santo, 5 de abril, a las 10:00 de la mañana, en nuestra Catedral.
  • El viernes santo, no olvidemos la colecta para Tierra Santa. Con ella ayudamos a sostener no solo los lugares sagrados, las piedras de la memoria, sino, sobre todo, las piedras vivas de la Iglesia, es decir, las comunidades cristianas en Israel, Palestina, Jordania, Chipre, Líbano, Egipto, Etiopía, Eritrea, Irán, Iraq y este año, particularmente, Siria y Turquía, afectados por el terremoto de principios de febrero de este año. Seamos solidarios y generosos con nuestros hermanos cristianos de oriente.

Que a todos ustedes los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo, Amén.

 

jueves, 23 de marzo de 2023

“Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11,1-45). V Domingo de Cuaresma.

En octubre se cumplen 50 años de la muerte del filósofo francés Gabriel Marcel, un hombre que buscó vivir su fe cristiana en armonía con la razón. Lo he recordado a propósito de la que tal vez es su frase más citada; y miren qué bonita es: “amar a alguien es decirle: tú no morirás jamás”. Con esa frase tan llena de esperanza y con este fondo que nos recuerda la realidad de la muerte, nos vamos a acercar al evangelio de hoy, que nos cuenta la resurrección o, más bien, la reanimación de Lázaro.

Lázaro y sus hermanas Marta y María eran amigos de Jesús. Su casa, en Betania, era un lugar donde Jesús y sus discípulos recalaban de tanto en tanto. Cuando Lázaro se enfermó, las dos hermanas le mandaron a avisar a Jesús:

«Señor, el que tú amas, está enfermo» (Juan 11,1-45)

A continuación, el evangelista agrega:

Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que éste se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. (Juan 11,1-45)

Se subraya el amor de Jesús por los tres hermanos y, al mismo tiempo, cierta extrañeza de que no acudiera enseguida; pero pasados los dos días, Jesús dijo a sus discípulos “volvamos a Judea”.

Lázaro había muerto. Jesús lo sabía. Betania no estaba cerca y demoraron otros dos días, de modo que llegaron al cuarto día de la muerte de Lázaro. Ese detalle es importante, porque, en tiempos de Jesús, se creía que la persona no estaba realmente muerta durante los tres primeros días; pero, al cuarto, la vida abandonaba al muerto en forma definitiva.

Marta y María estaban en duelo, acompañadas por mucha gente. Después de un diálogo con Marta, sobre el que volveremos, Jesús hizo llamar a María, que había quedado en la casa. María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: 

«Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto» (Juan 11,1-45)

Jesús, conmovido y turbado, pidió que le mostraran la tumba.

Y Jesús lloró.
Los judíos dijeron: «¡Cómo lo amaba!»
Pero algunos decían: «Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?» (Juan 11,1-45)

Sí. La actitud de Jesús suscita preguntas. Impresiona su llanto, que hace exclamar a algunos “miren como lo amaba”. Pero, siendo así, ¿por qué Jesús demoró en ir cuando le avisaron que Lázaro estaba enfermo? Las dos hermanas le dijeron que si Él hubiera estado ahí, Lázaro no habría muerto. 

El llanto de Jesús es la muestra de su amor por el amigo que ha perecido. A veces se ve el llanto por un difunto como una falta de fe, razonando que, si creemos en Dios, creemos que el hermano que ha dejado este mundo ha entrado en la vida eterna; que Dios, en su misericordia, lo ha recibido y, entonces, no deberíamos llorar.

Sin embargo, la fe no nos hace insensibles ante una separación que no deja de ser dolorosa. En Galicia, cuando partían los emigrantes, como tantos que llegaron a Uruguay, las campanas de la Iglesia tocaban a duelo, igual que cuando moría alguien. No se puede no derramar lágrimas cuando una persona querida nos deja de una forma o de otra. Y cuando la persona querida muere, aunque creamos que vive y está junto a Dios y que un día volveremos a reunirnos, no podemos evitar la tristeza causada por la separación.

Pero Jesús no ha venido únicamente para llorar ante la tumba de Lázaro y consolar a sus hermanas. Y aquí volvemos a la frase del filósofo francés. Si amar a alguien es decirle “tú no morirás jamás”, sabemos que, por más que amemos a una persona, no está en nosotros retenerla en esta vida cuando ha llegado su hora; ni, mucho menos, darle una vida para siempre.

Jesús ha ido a casa de sus amigos para anunciar lo que Él trae a la humanidad. El diálogo de Jesús y Marta está en el centro de este pasaje del Evangelio:

Marta dio a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?»
Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo.» (Juan 11,1-45)

Quien cree en Jesús, no muere: se transforma. La muerte es el paso a una existencia nueva: la vida eterna. La vida en Dios. No tenemos palabras para describirla; apenas podemos avizorarla a través de lo que Jesús mostró de su propia vida entre nosotros. Pero, como dice san Pablo:

… nadie vio ni oyó y ni siquiera pudo pensar, aquello que Dios preparó para los que lo aman. (1 Corintios 2,9)

Quien cree en Jesús. Esa es la cuestión. Jesús le dice a Marta “Yo soy la resurrección y la vida…” y luego le pregunta “¿Crees esto?”. La pregunta está dirigida también a nosotros. Si respondemos “sí, creo”, estamos reconociendo a Jesús como aquel que nos ofrece mucho más que prolongar nuestra vida en la tierra; nos promete la vida eterna, entrar en la vida de Dios. Decir “Sí, creo” es aceptar el amor que Jesús nos ofrece. Es asumir que solo Él es quien, amándonos, puede decir y hacer verdad las palabras de Gabriel Marcel: “tú no morirás jamás”.

La última indicación de Jesús es: 

«Desátenlo para que pueda caminar» (Juan 11,1-45)

Lázaro estaba aún envuelto en los vendajes con que se preparaba el cuerpo para la sepultura. 

Desatarlo y dejarlo caminar es a veces una manera de desatarnos nosotros mismos de una manera de recordar a nuestros difuntos que termina por hacernos daño. Pasado el tiempo de duelo, es necesario que prevalezca la fe que nos anima a creer lo que el libro del Apocalipsis dice con sugestivas expresiones:

(Dios) secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó. (Apocalipsis 21,4)

Amigas y amigos: ya estamos a las puertas de la Semana Santa. El 2 de abril es domingo de Ramos. Acerquémonos a nuestras parroquias en estos días de Gracia. Contemplemos nuevamente la Pasión del Señor, participemos de su última cena con los discípulos, veneremos la Cruz en la que dio su vida por nosotros, para dejarnos inundar por la alegría de la Pascua.

Ultreya diocesana abierta

“Síganme y yo los haré pescadores de hombres”. A esas inspiradoras palabras de Jesús respondieron más de una cincuentena de participantes de la Ultreya Diocesana abierta, organizada por el Movimiento de Cursillos de Cristiandad, que se realizó el domingo pasado en Ciudad de la Costa.

En esta semana

El viernes 31, Mons. Hermes Garín, obispo auxiliar emérito de Canelones, cumple 50 años de su ordenación sacerdotal. Los celebrará con mucha sencillez en la parroquia de San Jacinto, en la Eucaristía de las 19 horas.

Gracias amigas y amigos por su atención. Que tengan una buena semana y los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

 

miércoles, 22 de marzo de 2023

16 de abril: Consagración en el Orden de las Vírgenes (Ordo virginum)


Canelones, 25 de marzo de 2023,
Solemnidad de la Anunciación del Señor.

A toda la comunidad diocesana:

fieles laicos y laicas, personas consagradas, diáconos, presbíteros, obispos eméritos.

Queridos hermanos y hermanas:

Con alegría los estoy invitando a participar el 16 de abril, Domingo de la misericordia, segundo de Pascua, a las 17 horas, en nuestra Catedral, en la celebración eucarística en la que serán consagradas en el Orden de las Vírgenes Sandra Emilia De Filippis Compaired y Silvia Graciela Lago Pérez.

El Ordo virginum es una de las primeras formas de vida consagrada femenina en la Iglesia, por medio de la cual las mujeres, sin abandonar sus hogares, se entregaban totalmente a Jesucristo y a la misión evangelizadora. En el santoral recordamos a muchas de ellas, frecuentemente también mártires, como las santas Lucía, Inés y Cecilia, por mencionar tres cuyos nombres nos son familiares.

El Concilio Vaticano II (1) pidió la revisión del rito de consagración de Vírgenes. En 1970 san Pablo VI aprobó el nuevo ritual (2). En 2018 el Papa Francisco aprobó una instrucción (3) preparada por la Congregación para la Vida Consagrada. Desde que esta forma de consagración se volvió a proponer en la Iglesia, se ha dado un reflorecimiento del Ordo virginum. Por medio de él, una gran riqueza de carismas personales se ha puesto al servicio de la edificación de la Iglesia y de la renovación de la sociedad según el espíritu del Evangelio.

Una de las imágenes que nos ayudan a comprender el misterio de la Iglesia es la de esposa de Cristo, como nos enseña san Pablo: Cristo 

“amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la palabra, porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada” (Efesios 5,25-27). 

Las vírgenes consagradas son imagen de la Iglesia esposa de Cristo. Ellas renuncian al matrimonio humano por amor al Señor, para unirse a Él por un vínculo esponsal. Abriéndose a la fecundidad espiritual de esa unión, anticipan la realidad de la comunión definitiva con Dios a la que toda la humanidad está llamada (Lucas 20,34-36).

Tanto Sandra como Silvia viven desde hace muchos años el profundo deseo de consagrarse al Señor. Lo buscaron por diferentes caminos, hasta que, el 1 de febrero de 2010, Mons. Orlando Romero las recibió en la diócesis, invitándolas a vivir en la Parroquia San Adolfo   y ser allí “una presencia”. Desde el comienzo procuraron que tanto la casa como el templo estuvieran de puertas abiertas y acompañaron la vida de la comunidad “haciéndose prójimo” de todos y colaborando con los sacerdotes que estuvieron al servicio de la parroquia. No solo hicieron público su deseo de consagrarse, sino que mostraron vivir coherentemente con su propósito, al punto de ser llamadas frecuentemente “laicas consagradas”.

Ahora ellas han encontrado en el Orden de las Vírgenes el marco eclesial donde hacer su consagración, que las coloca en especial relación con la Iglesia Diocesana y con su Pastor. El 16 de abril el Obispo implorará al Señor por ellas, para que las proteja y guíe, las afiance en su consagración, las proteja del maligno y por el don del Espíritu Santo puedan vivir una caridad ardiente, encontrando en el Señor su Todo.

Alegrémonos, entonces, como Iglesia diocesana, por la respuesta de Silvia y Sandra al llamado del Señor. Acompañémoslas en este importante paso con nuestra oración y, en la medida de lo posible, con nuestra presencia en esta celebración. Sigamos orando para que el Señor nos regale todas las vocaciones: laicales, consagradas, contemplativas, diaconales y sacerdotales que tanto valora y necesita nuestra comunidad diocesana.

Los bendice de corazón,

+ Heriberto, Obispo de Canelones.

martes, 21 de marzo de 2023

21 de marzo: Día mundial del Síndrome de Down. Un mensaje del Papa Francisco.

El síndrome de Down es una de las malformaciones congénitas genéticas más comunes. 

Afecta aproximadamente a 1 de cada 800 bebés.

Consiste en una alteración que afecta los cromosomas: concretamente, donde corresponde que esté el par 21, hay tres. Por eso a este síndrome se le llama también "trisomia".

Fue en base a eso que se eligió la fecha del 21 de marzo para celebrar este día: el mes 3, por los tres cromosomas y el 21 por su ubicación en el orden de los pares de cromosomas.

En el video escuchamos un relato del Papa Francisco acerca de una mamá Down y su hija. 


jueves, 16 de marzo de 2023

¿Crees en el Hijo del hombre? (Juan 9,1-41). IV Domingo de Cuaresma, Laetáre.

Una cosa muy útil que me enseñaron la primera vez que fui a Brasil es que los brasileños, cuando dicen “a gente”, no quieren decir lo mismo que nosotros cuando decimos “la gente”. Por ejemplo: cuando una persona dice “a gente esta sofrendo”, no quiere decir “la gente está sufriendo”, sino “yo estoy sufriendo” o “nosotros estamos sufriendo”. Un sacerdote me dijo: “si estás confesando y un hombre te dice “Padre, a gente pecou” no está hablando de los demás: te está diciendo “yo pequé”.

El título que le pusimos a nuestra reflexión de hoy es una pregunta que Jesús le hace a un hombre, ciego de nacimiento, al que Jesús le ha devuelto la vista: “¿Crees en el Hijo del hombre?”. 

En la manera común de hablar en tiempos de Jesús, la expresión “hijo del hombre” era una manera de referirse a sí mismo, como cuando el brasileño dice “a gente” o cuando alguien nosotros dice “uno”, hablando de sí mismo. Y así podría entenderse lo que dice Jesús: “¿crees en mí?”

Pero “Hijo del hombre” tiene también otro significado: se refiere a una profecía que encontramos en el libro de Daniel, Antiguo Testamento, donde se anuncia lo siguiente:

Vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre (…) Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino (…) Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.
(Daniel 7,13-14)

Aquí el Hijo del hombre aparece como el salvador que viene a establecer el reinado de Dios para siempre. Estas palabras del libro de Daniel son interpretadas por los cristianos como el anuncio de la segunda venida de Cristo, tal como lo expresamos en el Credo:

y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos
y su reino no tendrá fin. (Credo Niceno-Constantinopolitano)

Entonces, cuando Jesús le pregunta al hombre que ha recuperado la vista si cree en el Hijo del hombre, le está preguntando si cree en el que le está hablando: si cree en Jesús como ese Salvador anunciado desde tiempos antiguos. Pero el hombre, que ahora ve, le hace una pregunta:

«¿Quién es, Señor, para que crea en él?» (Juan 9,1-41)

Es que Jesús no hizo este milagro de forma inmediata. Nos cuenta el evangelio que Jesús hizo barro con su saliva, lo untó en los ojos del ciego y lo envió a lavarse a la piscina de Siloé. El ciego fue, se lavó y recuperó la vista; pero Jesús no estaba allí. El hombre no lo había visto. Por eso, cabe su pregunta: “¿quién es?”… “¿quién es… para que crea en él?”. Jesús le responde:

«Tú lo has visto: es el que te está hablando.»
Entonces él exclamó: «Creo, Señor», y se postró ante él. (Juan 9,1-41)

El que había sido ciego ahora puede ver. Puede ver y ve. Y ve en más de un sentido. Puede ver lo que tiene delante, lo exterior; pero su mirada tiene también otra profundidad, porque ve con los ojos de la fe. No solo ve delante de él al hombre Jesús, sino que ve delante de él al salvador.

Jesús es quien lo ha liberado de la ceguera material, que mantenía a ese hombre en una situación miserable, pidiendo limosna, visto como alguien que Dios ha maldecido, sea por el pecado de sus padres o por su propio pecado. Más aún, Jesús ha dado a este hombre esa mirada interior que lo hace participar de la mirada de Dios, tal como se describe en la primera lectura:

Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón. (1 Samuel 16,1b.4a.6-7.10-13a)

Yendo más lejos todavía, Jesús deja entender que él es el salvador que vendrá al final de los tiempos, a juzgar a vivos y muertos; pero también dice que ese juicio ya ha comenzado.

«He venido a este mundo para un juicio:
Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven» (Juan 9,1-41)

La historia del ciego de nacimiento abarca todo el capítulo 9 del evangelio según san Juan. No nos hemos detenido en los detalles, que son muchos. A partir del momento en que recuperó la vista, el hombre pasará por varios interrogatorios de parte de las autoridades religiosas, que no creían en lo que había sucedido. Cuando Jesús habla del juicio, los fariseos están presentes y le preguntan:

«¿Acaso también nosotros somos ciegos?» (Juan 9,1-41)
 Jesús les responde:
«Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado,
pero como dicen: "Vemos", su pecado permanece.» (Juan 9,1-41)

Como dice el refrán popular: “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. 

Ya es bueno que nos preguntemos si realmente queremos ver, si queremos ver las cosas con profundidad y no quedarnos con nuestros prejuicios o nuestras miradas superficiales. Eso ya puede ayudarnos bastante en esta vida.

Pero Jesús quiere mostrarnos mucho más. Quiere hacernos descubrir la verdad sobre él como salvador. Como el ciego que ha recobrado la vista, podemos preguntarle “¿quién eres, para que crea en ti?” y él nos responde:

«Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida». (Juan 8,12)

Recemos juntos esta oración:

Padre, que iluminas a toda persona que viene a este mundo,
te pedimos que alumbres nuestros corazones
con el esplendor de tu gracia,
para que nuestros pensamientos sean dignos de ti
y aprendamos a amarte de todo corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

En esta semana

  • Este domingo de Cuaresma es conocido como “domingo laetáre”, domingo que nos invita a la alegría. En esta semana tenemos también dos grandes solemnidades que interrumpen con alegría y fiesta la sobriedad de este tiempo de Cuaresma. 
  • Mañana, lunes 20, solemnidad de San José, esposo de María, que no se puede celebrar hoy, por ser domingo de Cuaresma; 
  • y el sábado 25, solemnidad de la Anunciación del Señor.
  • A los fieles de Canelones, les recuerdo que hoy se recogen los sobres de la colecta del fondo común diocesano, destinada a los gastos del Seminario. Gracias por su colaboración.

Amigas y amigos, que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

 

16 de marzo, San José Gabriel del Rosario Brochero, Presbítero

Celo misionero, predicación evangélica, vida pobre y entregada…

Carta del Cura Brochero al Sr. Obispo de Santiago del Estero, Dr Juan Martín Yániz (fines de 1913). Positio, Tomo I, página 476

Mi querido:

Recordarás que yo sabía decir de mí mismo, que iba a ser tan enérgico siempre, como el caballo chesche (1) que se murió galopando; pero jamás tuve presente que Dios Nuestro Señor es y era quien vivifica y mortifica, quien da las energías físicas y morales y quien las quita.

Pues bien, yo estoy ciego casi al remate, apenas distingo la luz del día, y no puedo verme ni mis manos, a más estoy casi sin tacto desde los codos hasta la punta de los dedos y de las rodillas hasta los pies, y así otra persona me tiene que vestir o prenderme la ropa.

La Misa la digo de memoria, y es aquella de la Virgen cuyo Evangelio es: «extollens quaedam mulier de turba...» (2). Para partir la hostia consagrada, y para poner en medio del corporal la hijuela cuadrada, llamo al ayudante para que me indique que la forma le he tomado bien, para que se parta por donde la he señalado, y que la hijuela cuadrada está en el centro del corporal para hacerlo doblar; me cuesta mucho hincarme y muchísimo más levantarme, a pesar de tomarme de la mesa del altar.

Ya ves el estado a que ha quedado reducido el chesche, el enérgico, el brioso. Pero es un grandísimo favor el que me ha hecho Dios Nuestro Señor en desocuparme por completo de la vida activa y dejarme con la vida pasiva, quiero decir que Dios me da la ocupación de buscar mi fin y de orar por los hombres pasados, por los presentes y por los que han de venir hasta el fin del mundo.

No ha hecho así contigo Dios Nuestro Señor, que te ha cargado con el enorme peso de la Mitra hasta que te saque de este mundo, porque te ha considerado más hombre que yo, por no decirte en tu cara que has sido y sos más virtuoso que yo.

Me ha movido a escribirte tal cual ésta porque tres veces he soñado que he estado en funciones religiosas junto contigo, y también porque el 4 del entrante enteramos 47 años a quienes eligió Dios para príncipes de su corte, de lo cual le doy siempre gracias a Dios, a fin de que nos veamos juntos en el grupo de apóstoles en la metrópoli celestial.

(1) Caballo de pelaje blanco con manchas coloradas o rosadas.
(2) "Una mujer de la multitud exclamó, feliz el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron..."

martes, 14 de marzo de 2023

Hacia la beatificación de Jacinto Vera: acto académico en la Facultad de Teología.


El jueves 16 de marzo se inaugurarán los cursos de la Facultad de Teología del Uruguay con la celebración de la Eucaristía, a las 18 horas, en la Iglesia Tierra Santa, seguida de un acto académico sobre el Venerable Jacinto Vera, en camino a su beatificación el próximo sábado 6 de mayo.

lunes, 13 de marzo de 2023

Papa Francisco: 2013 - 13 de marzo - 2023. Diez años de pontificado.

El 13 de marzo de 2013 el cónclave de Cardenales eligió al arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, como sucesor de Pedro, luego de la renuncia del Papa Benedicto XVI. En su saludo, antes de impartir la bendición urbi et orbi, el nuevo pontífice pidió al pueblo congregado en la Plaza de San Pedro que rezara por él. Francisco, el nuevo Papa, se inclinó ante la multitud que oraba en silencio por su pastor. Con ese pedido de oración, comienza este video.

En estos diez años, el Papa Francisco ha publicado tres encíclicas (la primera, retomando la que tenía en preparación el Papa Benedicto XVI) y seis exhortaciones apostólicas postsinodales. De los muchos documentos que producen los Papas, las encíclicas y las exhortaciones son los más destacados y relevantes. De cada uno de ellos hemos tomado un párrafo que se refiere a la alegría, un eje del magisterio de Francisco. Para completar diez, uno por cada año, agregamos otro párrafo tomado de una carta apostólica. A todo esto le hemos puesto por título "la alegría en medio de las pruebas". No le faltan pruebas en esta hora (¿cuándo han faltado?) ni al Papa ni a la humanidad en su conjunto. Que estas palabras nos ayuden a no dejarnos arrebatar la alegría, la alegría que viene de la salvación en Jesucristo.

13 de marzo de 2013

Fratelli e sorelle, buonasera!
Voi sapete che il dovere del Conclave era di dare un Vescovo a Roma. Sembra che i miei fratelli Cardinali siano andati a prenderlo quasi alla fine del mondo …
E adesso vorrei dare la Benedizione, ma prima – prima, vi chiedo un favore: prima che il vescovo benedica il popolo, vi chiedo che voi preghiate il Signore perché mi benedica: la preghiera del popolo, chiedendo la Benedizione per il suo Vescovo. Facciamo in silenzio questa preghiera di voi su di me.


Hermanos y hermanas, buenas tardes.
Ustedes saben que le deber del cónclave era darle un obispo a Roma. Parece que mis hermanos Cardenales fueron a buscarlo casi al fin del mundo (…)
Ahora voy a darles la bendición, pero, antes, les pido un favor: antes que el Obispo bendiga al pueblo, les pido que ustedes rueguen al Señor para que me bendiga: la plegaria del pueblo, pidiendo la bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de ustedes sobre mí.

29 de junio de 2013 – Encíclica Lumen Fidei. Francisco, a partir de un borrador de Benedicto XVI.

“… quien cree nunca está solo, porque la fe tiende a difundirse, a compartir su alegría con otros.” (39)

24 de noviembre de 2013 – Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, sobre el anuncio del evangelio en el mundo actual.

“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.” (1)

24 de mayo de 2015 – Encíclica Laudato Si’

Creo que Francisco [de Asís] es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad. (…) Amaba y era amado por su alegría, su entrega generosa, su corazón universal. (10)

19 de marzo de 2016 – Exhortación apostólica Amoris Laetitia sobre el amor en la familia

En la familia «es necesario usar tres palabras (…) permiso, gracias, perdón. ¡Tres palabras clave! Cuando en una familia no se es entrometido y se pide “permiso”, cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir “gracias”, y cuando en una familia uno se da cuenta que hizo algo malo y sabe pedir “perdón”, en esa familia hay paz y hay alegría» (133)

19 de marzo de 2018 - Exhortación apostólica Gaudete et Exsultate, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual.

El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. (…) Si dejamos que el Señor nos saque de nuestro caparazón y nos cambie la vida, entonces podremos hacer realidad lo que pedía san Pablo: «Alégrense siempre en el Señor; se lo repito, alégrense» (Flp 4,4). (122)

25 de marzo de 2019 - Exhortación apostólica Christus Vivit a los jóvenes y a todo el Pueblo de Dios.

La joven beata Chiara Badano, que murió en 1990, «experimentó cómo el dolor puede ser transfigurado por el amor […]. La clave de su paz y alegría era la plena confianza en el Señor y la aceptación de la enfermedad como misteriosa expresión de su voluntad para su bien y el de los demás» (62).

2 de febrero de 2020 - Exhortación apostólica Querida Amazonia al Pueblo de Dios y a todas las personas de buena voluntad

Invito a los jóvenes de la Amazonia, especialmente a los indígenas, a «hacerse cargo de las raíces, porque de las raíces viene la fuerza que los va a hacer crecer, florecer y fructificar»[38]. Para los bautizados entre ellos, estas raíces incluyen la historia del pueblo de Israel y de la Iglesia hasta el día de hoy. Conocerlas es una fuente de alegría y sobre todo de esperanza que inspira acciones valientes y valerosas. (33)

3 de octubre de 2020 – Encíclica Fratelli Tutti

“… podemos «encontrar un buen acuerdo entre culturas y religiones diferentes; (…) las cosas que tenemos en común son tantas y tan importantes que es posible encontrar un modo de convivencia serena, ordenada y pacífica, acogiendo las diferencias y con la alegría de ser hermanos en cuanto hijos de un único Dios» (279)

18 de diciembre de 2022 – Carta apostólica Totum Amoris Est, en el IV centenario de la muerte de San Francisco de Sales

"... la devoción no es más que, «en resumen, una agilidad o viveza espiritual por cuyo medio la caridad actúa en nosotros y nosotros actuamos en ella con prontitud y alegría»." 

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martes, 7 de marzo de 2023

“El agua que Yo le daré se convertirá en manantial que brotará hasta la vida eterna (Juan 4,5-42). III Domingo de Cuaresma.

Agua… uno de los bienes más preciosos de nuestra casa común; un bien por el que desde hace varios meses uruguayos y otros hermanos de la región estamos clamando, ante la grave sequía que venimos atravesando.

Agua… otros líquidos, azucarados o edulcorados, con gas o sin gas, debidamente enfriados, nos pueden ser ofrecidos para calmar la sed… pero, al final, como decía Delmira Agustini en su poema “La sed”, nada supera “la limpidez del agua”.

“Dame de beber”, dice Jesús. En el calor del mediodía, sentado al borde de un pozo, Jesús hace ese pedido a una mujer que se acerca con lo necesario para sacar y llevar a su casa el agua que necesita. Ante el pedido de Jesús, la mujer responde:

«¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?» (Juan 4, 5-42)

Pocas palabras, que dicen mucho. No sabemos si con asombro, fastidio o ironía, la mujer señala las barreras sociales que se interponen entre Jesús y ella. Varón y mujer; judío y samaritana. 

Jesús responde de una forma inesperada. No se pone a rogar que le dé agua y tampoco hace una declaración de rebeldía contra los prejuicios. Jesús responde con una propuesta:

«Si conocieras el don de Dios
y quién es el que te dice:
"Dame de beber",
tú misma se lo hubieras pedido,
y él te habría dado agua viva.»
(Juan 4, 5-42)

“Si conocieras el don de Dios”. Jesús anuncia algo que Él tiene para ofrecer. Nada menos que un regalo, un don, de parte de Dios. Un don especial, por eso dice “el” don, el don más grande que Dios puede dar a una persona humana. “Si conocieras… tú misma se lo hubieras pedido”, sigue diciendo Jesús. 

Pienso en los momentos de nuestra vida en los que recurrimos a Dios, las cosas que le pedimos… Pedimos la lluvia para nuestra tierra ¡y hacemos bien! Pero… ¿Dios es solamente eso? ¿un servicio de emergencia? Jesús había pedido agua del pozo, pero él ofrece “agua viva”. ¡Cuántas cosas pueden caber dentro de ese símbolo! ¿cuál es el don de Dios?

La samaritana, como nos pasa muchas veces a nosotros, se queda en lo inmediato, en las necesidades de cada día y le señala a Jesús que él no tiene como sacar agua:

“¿de dónde sacas esa agua viva?”. Pero a pesar de los cuestionamientos, algo comienza a abrirse en el corazón de la mujer. Jesús continúa presentando el don que él quisiera darle:

«El que beba de esta agua
tendrá nuevamente sed,
pero el que beba del agua que Yo le daré,
nunca más volverá a tener sed.
El agua que Yo le daré se convertirá en él en manantial
que brotará hasta la Vida eterna.»
(Juan 4, 5-42)

La Vida eterna. Esa es la mayor promesa de Jesús para nosotros: compartir la vida de Dios. Entrar en la vida verdadera para siempre; conocer la felicidad eterna participando de la vida y la felicidad de Dios. 

En este mundo, en esta vida que conocemos, cada cosa que nos regala un instante de felicidad, pasa, se acaba. Por un momento se sacia nuestra sed, pero volvemos a tener sed. El agua que Jesús ofrece nos introduce dentro de la vida de Dios. 

¿Cuál es el don de Dios que Jesús nos entrega bajo el signo del agua? Las respuestas son múltiples: la fe, por la que llegamos a conocer y amar a Dios. El Espíritu Santo, nada menos que la presencia de Dios en nosotros, principio de vida eterna. La Gracia de Dios, su amor gratuito, su amor misericordioso que transforma nuestra vida. 

El agua del bautismo representa todo eso y mucho más. Esto es tan grande que también los creyentes necesitamos seguir conociendo y profundizando el don de Dios. Por eso, estas palabras de Jesús valen para todos.

La cuestión es si deseamos, realmente, conocer y recibir ese don y, más aún, si deseamos, cada vez con mayor profundidad, seguir conociendo y recibiendo ese don. 

En la vigilia pascual, celebración de la muerte y resurrección de Cristo, centro de nuestra fe, renovamos nuestras promesas bautismales y recibimos la aspersión con agua bendita. No es un detalle más de esa celebración tan rica en sus signos y en la lectura de la Palabra. La vigilia pascual es una gran liturgia bautismal y por eso es tan deseable que durante ella se celebre la iniciación cristiana. Pero aún si faltara la celebración de esos sacramentos, vivamos ese momento de renovación bautismal con toda su fuerza, con todo lo que significa en relación a nuestra unión con Jesucristo, resucitado de entre los muertos.

En su encuentro con Jesús, la mujer samaritana fue conociendo más a aquel hombre que le había pedido agua. Su corazón y su mente se fueron abriendo a la fe. Ese crecimiento se fue expresando en la forma en que iba refiriéndose a Jesús, aun manteniendo sus preguntas: 

“Tú, que eres judío…”
 “¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob?”
“Veo que eres un profeta…”

Y, finalmente, ante el anuncio de Jesús de un tiempo nuevo, en el que se adorará al Padre en espíritu y en verdad, dice la mujer:

«Yo sé que el Mesías, llamado Cristo, debe venir. Cuando Él venga, nos anunciará todo.»

Y así, se prepara para escuchar la revelación de Jesús:

«Soy Yo, el que habla contigo.»

Al oír esto, la reacción de la mujer es inmediata… y sorprendente. Deja su cántaro y corre a la ciudad para decirle a la gente:

«Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que hice. ¿No será el Mesías?»

Todo cristiano está llamado a ser y a vivir como discípulo misionero: la persona que encuentra a Jesús, que lo escucha y que comparte con los demás lo que ha encontrado.

La samaritana compartió con los suyos lo que había vivido. Ellos fueron y vieron y, a su vez, compartieron lo que habían descubierto, diciéndole a la mujer:

«Ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es verdaderamente el Salvador del mundo.»

Que el camino de la Cuaresma siga ayudándonos en nuestra conversión y así la Semana Santa sea sobre todo tiempo de un deseado encuentro con Jesucristo Salvador, ante quien renovaremos nuestra fe.

Para recordar…

  • Mañana, lunes 13 es el décimo aniversario del pontificado del Papa Francisco. Recordemos su habitual pedido “no se olviden de rezar por mí” y tengámoslo en nuestras oraciones.
  • El 18 y 19 se hará la colecta del Fondo Común Diocesano, que en esta ocasión tiene como destino ayudar a cubrir la formación de nuestros seminaristas en el Seminario Interdiocesano.
  • El sábado 6 de mayo se celebrará en Montevideo la beatificación de Jacinto Vera. Estar presentes es un compromiso de todos los católicos uruguayos; pero no olvidemos que el territorio de nuestra diócesis lo recibió en parte de su infancia, en Toledo, y la actual catedral Nuestra Señora de Guadalupe lo tuvo como párroco. Para nuestra iglesia canaria, participar es un compromiso mayor.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

 

domingo, 5 de marzo de 2023

Palabra de vida, Marzo 2023, Movimiento de los Focolares.

“Ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. El fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad.” (Efesios 5, 8-9)

Pablo escribe a la comunidad de Éfeso, una ciudad grande e imponente donde había vivido, bautizando y evangelizando.

Probablemente se encuentre en Roma, en prisión, en torno al año 62. Está sufriendo y sin embargo escribe a estos cristianos, no tanto para resolver problemas de la comunidad, sino para anunciarles la belleza del designio de Dios sobre la Iglesia naciente.

Recuerda a los efesios que, por el don del bautismo y de la fe, han pasado de las tinieblas a la luz, y los alienta a comportarse de manera coherente. Para Pablo se trata de recorrer un camino, un permanente crecimiento en el conocimiento de Dios y de su voluntad de amor, volver a comenzar día tras día.

Por lo tanto, quiere exhortarlos a vivir en lo cotidiano según la llamada que recibieron: ser “imitadores de Dios” [1] como “hijos muy queridos”, santos, misericordiosos.

“Ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. El fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad.”

También nosotros, cristianos del siglo XXI, estamos llamados a “ser luz”, pero podemos sentirnos inadecuados, condicionados por nuestros límites o impelidos por las circunstancias externas.

¿Cómo caminar con esperanza, no obstante las tinieblas y las incertidumbres que a veces parecen dominarnos?

Pablo sigue dándonos coraje: es la Palabra de Dios vivida la que nos ilumina y nos hace capaces de “brillar como haces de luz en el mundo” [2] .

“Como otro Cristo, cada hombre y cada mujer pueden aportar una contribución en todos los campos de la actividad humana: en la ciencia, en el arte, en la política. Si recibimos su Palabra nos sintonizamos cada vez más con sus pensamientos, sus sentimientos, sus enseñanzas. Ella ilumina toda nuestra actividad, endereza y corrige cada expresión de nuestra vida. Nuestro ‘hombre viejo’ está siempre dispuesto a retirarse en lo privado, a cultivar sus pequeños intereses personales, a olvidar a las personas que pasan a nuestro lado, a quedar indiferentes frente al bien público, a las exigencias de la humanidad que nos rodea. Entonces, volvamos a encender en nuestro corazón la llama del amor y tendremos ojos nuevos para mirar alrededor” [3].

“Ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. El fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad.”

La luz del Evangelio, vivido por cada uno y por la comunidad, aporta esperanza y refuerza las relaciones sociales, incluso cuando las calamidades causan dolor y agravan la pobreza.

En las Filipinas, tal como refiere Jun, en plena pandemia, una comunidad fue destruida por el fuego y muchas familias lo perdieron todo: “Si bien somos pobres, mi mujer Flor y yo teníamos el fuerte deseo de ayudar. Compartí esta situación con el grupo de motociclistas al que pertenezco, por más que supiera que estaban sufriendo como nosotros. Lo cual no impidió que mis amigos tomaran cartas en el asunto. Recogimos latas de sardinas, fideos, arroz y otros alimentos para entregar a las víctimas de los incendios. A menudo mi mujer y yo nos sentíamos desanimados al pensar en lo que nos esperaría en el futuro, pero recordamos siempre esa frase del Evangelio que dice que quien quiere salvar su vida la perderá, pero quien la pierde por su causa la encontrará [4]. A pesar de no ser ricos, creemos tener siempre algo para compartir por amor de Jesús con los demás, y ese amor nos impulsa a seguir dando sinceramente y a tener confianza en el amor de Dios”.

Por lo tanto, se trata de dejarse iluminar en lo profundo del corazón. Los frutos buenos de este camino –bondad, justicia y verdad– son gratos a los ojos del Señor y son testimonio de la vida buena del Evangelio, más que cualquier otro discurso.

Y no olvidemos el sostén que recibimos de todos aquellos con los que compartimos este Santo Viaje de la vida. El bien que recibimos, el perdón recíproco que experimentamos, el compartir bienes materiales y espirituales que podemos vivir: todas ayudas preciosas que nos abren a la esperanza y nos hacen testigos.

Jesús ha prometido: “Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” [5].

El Resucitado, fuente de nuestra vida cristiana, está siempre con nosotros en la oración común y en el amor recíproco, para alentar nuestro corazón e iluminar nuestra mente.

Letizia Magri

[1] Cf. Efesios 5, 1.

[2] Cf. Filipenses 2, 15.

[3]C. Lubich, Palabra de Vida, septiembre 2005.

[4] Cf. Marcos 8, 35.

[5] Cf. Mateo 28, 20.

jueves, 2 de marzo de 2023

Actividades en preparación de la beatificación de Mons. Jacinto Vera


Viernes 16 de marzo, Facultad de Teología, Montevideo

18:00 - Misa en Parroquia Tierra Santa
19:30 - Acto académico en honor a Mons. Jacinto Vera. 
Expositores: Mario Cayota, Juan José Arteaga y Mons. Alberto Sanguinetti

Marzo, lugar y fecha a determinar:

Presentación del libro de Laura Álvarez Goyoaga. 
Don Jacinto Vera. El misionero santo (Editorial Planeta) 

12 de abril, Sala Zorrilla del Club Católico, Ciudad Vieja, Montevideo

19:00 - Presentación del libro del P. Gonzalo Abadie "Con los zapatos al Cielo" 
(biografía de Jacinto Vera)

19 de abril, Santuario del Verdún. Cerro Verdún, departamento de Lavalleja.

Fiesta de la Virgen del Verdún.
10:00 - Misa concelebrada por los Obispos del Uruguay

27 de abril, Museo Histórico Nacional, Montevideo.

19:00 - Mesa redonda.
Presentación inicial: director del museo. 
Integrantes: Julio Ma. Sanguinetti, Card. Daniel Sturla, P. González Merlano. Dra. Carolina Greising, Tomás Sansón

6 de mayo: celebración de la beatificación.
Montevideo, Estadio Centenario, Tribuna Olímpica.

15 hs - previa artística (grupo Texas)
15.30 hs - oración
16 hs - celebración de la eucaristía y rito de la beatificación 

miércoles, 1 de marzo de 2023

“Este es mi Hijo muy querido... Escúchenlo” (Mateo 17,1-9). II Domingo de Cuaresma.

Amigas y amigos:

Desde hace cinco domingos hemos ido caminando con Jesús que nos ha llevado por diferentes cerros: durante cuatro domingos, el cerro de las bienaventuranzas; el domingo pasado, el cerro de las tentaciones. Muchas veces, cuando Jesús quiere comunicar o realizar algo importante, lo hace en un monte. La altura, en muchas religiones, es un lugar privilegiado para el encuentro con Dios. Hoy, Jesús nos hace, nuevamente, la invitación a subir con Él:
Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. (Mateo 17,1-9)
Buscando un paisaje nuestro que nos acompañe en esta reflexión, estuvimos en el salto del Penitente, en Lavalleja. Con la sequía, la pequeña caída de agua no está visible; en cambio, sí vemos las rocas que semejan dos manos unidas en oración, por las que se dio nombre a este lugar. Oración y penitencia son buenas compañeras para este tiempo de Cuaresma.

Y bien: ¿Para que llevó Jesús a sus discípulos a aquel cerro?
Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús. (Mateo 17,1-9)
¿Qué significa este acontecimiento? Para entenderlo mejor encontramos ayuda en el contexto del evangelio. En el pasaje anterior al que estamos leyendo, Jesús había anunciado a sus discípulos 
... que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. (Mateo 16,21)
Este anuncio de Jesús presenta lo que está en el centro mismo de la fe cristiana: la Pascua de Cristo, su muerte y resurrección. La muerte de Jesús en la cruz, muerte acompañada de indecibles sufrimientos, sigue siendo un punto difícil de asumir si no comprendemos el sentido que el mismo Jesús le dio: una entrega de amor, una ofrenda total de su vida por toda la humanidad. Es precisamente en la cruz donde el amor vence a la muerte y abre camino a la resurrección.

El anuncio de Jesús encontró resistencia en sus discípulos. Pedro se le puso delante y comenzó a increparlo, diciéndole que no debía suceder nada de eso. Jesús, que ya se había enfrentado al tentador, como vimos el domingo pasado, vio en las palabras de Pedro una nueva emboscada de Satanás y colocó a Pedro en su lugar: “ponte detrás de mí”. Porque el discípulo sigue al maestro, y no al revés.

Después de este episodio llegamos a la transfiguración. 
Otra pista para interpretar este acontecimiento nos la da la liturgia. El prefacio de la Misa dice:
Él mismo, después de anunciar su muerte a los discípulos
les reveló el esplendor de su gloria en la montaña santa,
para que constara, con el testimonio de la Ley y los Profetas,
que, por la pasión, debía llegar a la gloria de la resurrección.
(Prefacio del II domingo de Cuaresma)
¿Por qué los discípulos se resisten a aceptar el anuncio de la pasión?
Su expectativa respecto a Jesús no era diferente de la de muchos otros en Israel. Se esperaba un Mesías glorioso, que sometería a sus enemigos, triunfaría sobre los poderes de este mundo y establecería, con toda su fuerza, el Reino de Dios en la tierra.

En cambio, los discípulos escuchan, sí, un anuncio de gloria, pero no exactamente lo que ellos esperan. Más aún: para llegar a esa gloria, la gloria de la resurrección, el Mesías debía pasar por la pasión y la cruz. Pero Jesús también les había dicho: 
“El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mateo 16,24)
Los discípulos que han acompañado a Jesús al monte de la transfiguración empiezan a comprender que el destino de cada uno de ellos no sería diferente al del maestro. 

Pero, entonces, ¿cómo creer que Jesús es el Mesías, un Mesías que camina hacia el sufrimiento y la muerte y que conduce a sus discípulos al mismo destino? ¿quién es Jesús, realmente? ¿Es el salvador esperado o es un hombre dominado por la locura, que en su alienación arrastra a otros a un desgraciado final?

Jesús había preguntado qué decía la gente sobre él: ¿quién dice la gente que soy yo? Luego, hizo la misma pregunta a sus discípulos: Y ustedes ¿quién dicen que soy yo? Ahora, la respuesta completa va a venir desde lo alto:
... una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: 
«Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo» 
(Mateo 17,1-9)
Esta voz del cielo ya se había oído en el bautismo de Jesús. Ahora se agrega una palabra muy importante: “¡escúchenlo!”. 

Pero, cuidado: cuando se trata de la voz de Dios, escuchar no significa solamente recibir el mensaje sino “obedecer”, “poner en práctica”. Escuchar a Jesús y poner en práctica sus enseñanzas.
Antes de que se oyera la voz del Cielo, la voz del Padre, Pedro había propuesto hacer tres carpas: una para Jesús, otra para Moisés y otra para Elías. Sin darse cuenta, al proponer eso, Pedro está poniendo en el mismo plano a Jesús, Moisés y Elías. Pero Jesús no es un profeta más, no es otro como Moisés; no es otro como Elías y los demás profetas, como pensaba la gente. 
Jesús es el Hijo de Dios, el Hijo predilecto. El Padre habla desde el cielo para dejar eso en claro. Más aún: al oír esa voz
... los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo.»
Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. (Mateo 17,1-9)
Moisés y Elías han desaparecido: ya han cumplido su misión: han presentado al Mesías. 
Moisés, en su momento, recibió y entregó al Pueblo la Ley de Dios; Jesús es quien va a llevar la Ley a su plenitud. 

Elías, como lo hicieron los demás profetas, presentó la Palabra de Dios. Jesús no es un profeta más: él mismo es la Palabra de Dios hecha hombre, el Verbo hecho carne. Es a Él solo a quien los discípulos de ayer y de hoy tenemos que escuchar y obedecer; no en una forma individual y aislada, sino en Iglesia, comunidad de los discípulos de Jesús.

Encuentro del Cono Sur en el camino sinodal

18 uruguayos: fieles laicos, personas consagradas, un diácono, presbíteros y obispos estaremos reunidos en la capital de Brasil a partir de mañana, lunes 6, durante toda la semana, para continuar el trabajo del Sínodo 2023-2024 convocado por el Papa Francisco. Esta instancia reúne a 200 delegados de los países del Cono Sur: Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
Sínodo significa “caminar juntos”, tomando conciencia de que todos los miembros del Pueblo de Dios tenemos nuestro lugar en la misión de la Iglesia: “anunciar a Cristo muerto y resucitado para la salvación del mundo”, mostrar el rostro de Dios que da “su propia vida para que nosotros la tengamos en abundancia”.
A todos los fieles de nuestra diócesis pido sus oraciones para que los participantes escuchemos la voz del Espíritu Santo en nuestros corazones y podamos hacer un aporte que enriquezca y fortalezca el camino de la Iglesia en nuestros países.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.