viernes, 26 de mayo de 2023

“Reciban al Espíritu Santo” (Juan 20,19-23). Solemnidad de Pentecostés.

Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse. (Hechos de los apóstoles 2,1-11)

Así narra el libro de los Hechos de los Apóstoles el acontecimiento que recordamos y celebramos hoy: el día de Pentecostés; el día en que el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos de Jesús, manifestándose primero como viento y luego como lenguas de fuego.

A menudo se habla del Espíritu Santo como “el gran desconocido”. Vamos a intentar conocerlo un poco más.

¿Por dónde empezar? Decimos del Espíritu Santo que es la tercera persona de la Santísima Trinidad. Empecemos por ahí: es una persona, no una persona humana como nosotros; tampoco se hizo hombre, como el Hijo. Es espíritu y está en todas partes… pero al decir que es una persona, hablamos de relación con otras personas. Como persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo está en relación con el Padre y el Hijo. Entender eso es importante para adentrarnos en ese misterio de la fe y está bien hacerlo. Ahí descubrimos al Espíritu Santo como el amor que va del Padre al Hijo y del Hijo al Padre. El próximo domingo celebraremos la solemnidad de la Santísima Trinidad y tal vez podamos profundizar un poco en esto.

Pero ahora, prestemos atención a la relación del Espíritu Santo con nosotros.

Una de las formas en que vivimos esa relación, y una forma nada menor, es la oración. ¿Cómo oramos al Espíritu Santo? Mirando varias oraciones dirigidas al Espíritu que habitualmente rezamos en la Iglesia, puede llamarnos la atención que muchas de ellas comienzan diciendo “Ven, Espíritu Santo”, comienzan llamando al Espíritu. En nuestro programa anterior explicamos la palabra paráclito, que se puede traducir como “el que puedo llamar para que esté a mi lado”. La oración de la Iglesia y la oración de cada creyente al Espíritu empieza por llamarlo.

Algunos ejemplos. Así empieza una oración muy conocida, que suele rezarse al comienzo de algunas reuniones eclesiales:

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles,
y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Ahí tenemos el llamado que hace la comunidad reunida. La comunidad invoca al Espíritu y pide su presencia… Su presencia no en el aire, sino en lo más profundo de cada persona, en el corazón; y no en un rinconcito del corazón; el pedido es que llene los corazones”. Y, más aún, que los encienda, que genere el ardor, el ardor con que hay que hacer las cosas buenas, las obras de Dios.

Otro ejemplo lo tenemos en la secuencia del Espíritu Santo que se reza en la Misa de Pentecostés, es decir, hoy. Veamos las dos primeras estrofas:

Ven, Espíritu Santo,
y envía desde el cielo
un rayo de tu luz.
Ven, Padre de los pobres,
ven a darnos tus dones,
ven a darnos tu luz.

“Ven, ven, ven”. Un ruego insistente. Y a continuación el pedido de otras acciones del Espíritu: lava, riega, cura, suaviza, corrige… para terminar pidiendo:

salva nuestras almas,
danos la eterna alegría.

Y todo eso, desde dentro de nosotros, obrando en los corazones de los fieles.

Para un último ejemplo nos vamos atrás en el tiempo, al siglo IX, época en la que se compone el himno conocido como “Veni, Creator”. El primer verso dice “Veni, Creator Spiritus”, es decir: “Ven, Espíritu Creador”. Otra vez, la oración comienza con el llamado al Espíritu Santo. Aquí lo nombra como “Creador”, lo que se refiere tanto a la creación del mundo, cuando

La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas. (Génesis 1,2)

como al Espíritu que engendra a Jesús en el seno de María:

El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. (Lucas 1,35)

y más directamente para nosotros, como el Espíritu que hace nacer de nuevo al bautizado:

Él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo. (Tito 3,5) 

La primera estrofa del “Veni, Creator” completa esa idea de la vida nueva en los fieles. Esto es lo que pide:

Ven, Espíritu Creador, visita las almas de tus fieles 
y llena con tu divina gracia, los corazones que Tú creaste.

El domingo de Pentecostés es precedido en muchos lugares por una vigilia de oración en la noche del sábado. Esa oración continúa en las Misas del domingo. Pidamos al Padre y al Hijo el don del Espíritu Santo que renueve, anime y encienda la vida de nuestras comunidades, llenando y regenerando nuestros corazones. Que el Espíritu lave nuestras manchas, riegue nuestra sequía espiritual, cure nuestras heridas, suavice nuestra dureza, corrija nuestros desvíos. En fin, que nos ayude a convertirnos profundamente y a vivir y comunicar con alegría nuestra fe.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles,
y enciende en ellos el fuego de tu amor.

En esta semana

Lunes 29. Recordamos a San Pablo VI, el papa que llevó a culminación el Concilio Vaticano II e inauguró los viajes apostólicos que luego continuaría san Juan Pablo II. Dentro de su magisterio, la exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, el anuncio del evangelio, sigue recordándonos que la Iglesia existe para evangelizar.

El martes 30, San Fernando, patrono de nuestra vecina Diócesis de Maldonado-Punta del Este-Minas.

El miércoles 31, Visitación de la Virgen María. Fiesta patronal en el Monasterio de las Salesas, en Progreso.

Jueves 1. San Justino.

Sábado 3. San Carlos Lwanga y compañeros, mártires. En el mismo día recordamos a San Juan XXIII, Papa, que fue quien creó nuestra diócesis de Canelones. También el 3, San Cono, monje, que tiene su santuario en Florida y a quien muchos uruguayos tienen especial devoción.

Amigas y amigos, gracias por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

jueves, 25 de mayo de 2023

Diócesis de Frontera: Reencuentro en la post Pandemia. Caminar juntos, compartir y vislumbrar el futuro de nuestros encuentros. Mensaje final.



XXXV Encuentro de Diócesis de Frontera
23 y 24 de mayo de 2023 - Uruguaiana, Rio Grande do Sul, Brasil

Tema: “Los vecinos se re-encuentran en la post-pandemia, con memoria agradecida de nuestro caminar juntos, para compartir y vislumbrar el futuro de nuestros encuentros.”

"Los setenta y dos enviados volvieron con gran alegría…
Jesús les dijo: Alégrense porque sus nombres ya están escritos en el cielo”
Lc 10, 17.20

Llenos de gratitud nos hemos convocado y re-encontrado, laicos y laicas, consagradas, diáconos, seminaristas, sacerdotes y obispos, después de cuatro años, para retomar juntos el camino de la fraternidad compartida que nos identifica como vecinos de fronteras. Hemos valorado los encuentros como una experiencia sinodal realizada durante muchos años y la labor de las personas que lo llevaron adelante.

La ciudad de Uruguaiana, Río Grande do Sul, Brasil, fue el lugar donde hemos compartido, en el calor de hermandad que brota del seguimiento a Jesús y del compromiso transformador con el Evangelio. Han sido días de oración, reflexión y experiencias de nuestro caminar como Iglesia.

Como vecinos de fronteras, compartimos en el diálogo y en la escucha atenta, las diversas situaciones suscitadas a partir de la pandemia COVID19 y las múltiples iniciativas que, ante los desafíos, creativamente cada iglesia local debió idear e ingeniar para atravesar esos tiempos tan difíciles.
Hoy la Iglesia nos invita a reflexionar sobre nuestro caminar juntos, bajo el lema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Hemos hecho memoria del proceso transcurrido donde se han identificado actitudes que impiden y otras que ayudan a transitar el camino sinodal en sus distintas fases: diocesana y continental, en vista a la etapa final, con el anhelo de promover una experiencia de discernimiento, participación y corresponsabilidad.

Agradecidos a Dios Padre porque, convocados como pueblo de hijos y de hermanos en Jesús, después de cuatro años, hemos vuelto a reunirnos y a mirar con esperanza el futuro de estos encuentros, que nos ayudarán a profundizar la misión de servicio y anuncio de nuestras Iglesias diocesanas.

Uruguaiana, 24 de mayo de 2023
Conmemoración de María Auxilio de los Cristianos

Los 46 participantes de los siguientes países y diócesis:
Argentina: Diócesis de Concordia, Corrientes, Formosa y Santo Tomé.
Brasil: Diócesis de Bagé, Pelotas, Santo Ângelo y Uruguaiana.
Paraguay: Diócesis de Ciudad del Este.
Uruguay: Diócesis de Melo y Salto.

miércoles, 24 de mayo de 2023

El cuadro de María Auxiliadora en Turín, pintado por Lorenzone.

Una mirada al cuadro de María Auxiliadora que San Juan Bosco encargó al pintor Tomás Andrés Lorenzone (1824-1902), para colocarlo en la Basílica de María Auxiliadora, en Turín.

Las explicaciones han sido tomadas de distintas páginas web de la Familia Salesiana. No todas las interpretaciones coinciden, en especial sobre los colores de las túnicas y los mantos que llevan la Madre y el Hijo.

Felicitaciones a toda la Familia Salesiana. Con muchos de ellos y de ellas hemos ido yendo y seguimos "caminando juntos" con nuestra Iglesia Peregrina, bajo el manto de María.

lunes, 22 de mayo de 2023

Beatriz y Mario: ¡despedida y gratitud! por Rosa Ramos.


“Nuestras vidas son los ríos 
que van a dar en la mar,
que es el morir…”
(Jorge Manrique)
“…Y en nosotros nuestros muertos, 
pa´ que nadie quede atrás…”
(Atahualpa Yupanqui)

En todos los sitios de este planeta, en grandes ciudades o en poblaciones muy pequeñas, innumerables personas despidieron a seres queridos esta semana. También recibieron y celebraron nacimientos, como en todo tiempo y lugar desde que somos humanos. Entretanto, otros viven distraídos o ajenos, indiferentes a esta realidad señera de la vida y de la muerte, en un mundo de irrealidades, o de vanidades, como también esta semana hemos podido ver a través de pantallas.

La vida y la muerte coexisten. Muchas veces una misma comunidad o familia, vive casi simultáneamente nacimientos y muertes, bienvenidas y despedidas. Sin ocultar inquietudes e incertidumbres que normalmente provocan, junto con esa mezcla de infinita alegría o de profundo dolor, ¡qué hermoso regalo es cuando se puede vivir en clima de gratitud! Siempre es gratitud por la vida: por la que se nos regala en un recién nacido, llena de posibilidades abiertas, o por la sembrada generosamente por la persona que despedimos, recogiendo su legado como antorcha que ilumina el sentido y el compromiso a seguir.

En esta semana muchos cristianos de Montevideo nos hemos encontrado en velatorios de dos referentes que han iluminado con su vida nuestro horizonte y lo seguirán haciendo: Beatriz Brites y Mario Cayota. 

Beatriz Brites era una laica consagrada, pertenecía al Instituto Secular Hijas de la Natividad de María, más conocidas aquí por su presencia en el colegio Obra Banneux que brinda su servicio en un barrio periférico, de “contexto crítico”. Las laicas consagradas tienen una vida en el mundo, más activa e independiente y se mantienen con sus ingresos económicos, pero existen distintas alternativas de vivirla, contaba Beatriz en una entrevista: “Hay dos estilos, uno conlleva estar en grupos o comunidad (algunas viven en la casa contigua al colegio que animan), y el otro es aquel que llamamos en dispersión y que refiere a quienes vivimos solas o con nuestras familias (su caso). Pero en la práctica no dependemos de ninguna comunidad para vivir. Cada laica elige su profesión, su carrera o su oficio, y desde ese lugar da testimonio a través de sus obras, su entrega y de la acción cotidiana”.

Beatriz era una mujer de perfil bajo, y a la vez fuerte, destacada animadora de diferentes iniciativas en favor de mujeres, niños y jóvenes, que son los más vulnerables en ese contexto. Estaba siempre atenta tanto a las necesidades del barrio, como de las organizaciones a las que se podía recurrir para que las acciones sociales contaran con recursos económicos y profesionales, a fin de que fueran eficaces. Lideraba propuestas y talleres que promovieran a las personas y participaba también activamente de la vida pública de la sociedad uruguaya. Cuando se le requería, hablaba a los medios de comunicación con claridad y valentía, denunciaba las violencias que sufrían los moradores de los barrios Marconi y Casavalle. Beatriz señalaba la violencia cotidiana del hambre, de la falta de recursos, de vivienda digna, de educación y futuro para los jóvenes, que muchas veces era la base de las otras violencias de las que la prensa se ocupaba. 

Esta mujer comprometida e inserta en el medio popular, amiga, compañera, presente en toda convocatoria a favor de la vida amenazada, nos dejó siendo joven aún, con mucha energía y fe para compartir. El martes pasado nos sorprendió la noticia de su fallecimiento. Alguien escribió invitando a la Eucaristía: “La sonrisa de Bea nos sigue inspirando. Gracias por tu entrega a cuerpo entero al estilo de Jesús, al estilo de Cacho, ¡a tu estilo Beatriz! Tu nueva presencia resucitada nos seguirá alentando a dar lo mejor de cada uno.”

Al día siguiente, 3 de mayo, fiesta de Felipe y Santiago, nuestros santos patronos, nos conmueve la pascua de Mario Cayota, muy conocido por su trayectoria pública a nivel nacional e internacional, puesto que fue embajador uruguayo en el Vaticano por dos períodos. Doctor en Filosofía, fue docente a distintos niveles, en Uruguay, pero también en Brasil, Chile, Italia, dando muchísimas conferencias. Se dedicó especialmente a la investigación histórica, autor de grandes obras, no sólo por su volumen sino por su impronta particular, que denotaba su pasión y su capacidad de investigación. Algunas de sus obras más reconocidas: Siembra entre brumas. Utopía Franciscana y Humanismo Renacentista: una alternativa a la Conquista; Artigas y su derrota, ¿frustración o desafío?; Un pasado que se conjuga en futuro. Pensamiento y acción del Presidente Tabaré Vázquez. Asimismo, ha escrito con frecuencia sobre la espiritualidad franciscana.

Mario Juan Bosco Cayota Zappettini, era su nombre completo, también fue político: Presidente del Partido Demócrata Cristiano y uno de los fundadores del Frente Amplio. Hombre de convicciones políticas arraigadas en un profundo humanismo cristiano y una concepción de “no violencia activa”. Mario era católico práctico y terciario franciscano; fue Ministro de la Orden Franciscana Seglar. También fue Presidente del Centro de Difusión de la Doctrina Social Cristiana… pero no cabe aquí seguir señalando desempeños que se pueden ubicar en internet. Importa sí destacar lo polifacético de este hombre tan comprometido con la vida, la sociedad, la cultura y la Iglesia uruguaya. 

La fecundidad y lucidez de sus 86 años han sido un regalo para cuantos, en distintos momentos y ámbitos de la vida del país, lo hemos conocido. Hemos disfrutado tanto sus libros, sus conferencias, como sus charlas informales a la salida de una reunión o Eucaristía: su pura presencia siempre sabia, amable, alegre y humilde, ha sido el mayor regalo. Mario se entregaba enteramente a lo que hacía, fuera escribir una obra monumental, pronunciar un discurso, dar una clase o recitar a dos voces en una esquina de calles aún empedradas, poemas de Líber Falco. Era siempre él y el mismo, hablando o escuchando, aportando su sabiduría y aprendiendo siempre. ¡Era siempre él, como esposo, padre, abuelo, como vecino y parroquiano, un ser entrañable!

Despedimos a Mario Cayota con una Eucaristía a su estilo, sencilla y profunda, leyendo un pasaje de la biografía de San Francisco y el Evangelio de las bienaventuranzas, recordando un texto suyo escrito para una homilía de Monseñor Parteli, así como breves “confesiones de fe” de los asistentes, a partir de haber compartido con él un tramo del camino. 

Las muertes de Beatriz y de Mario nos dejan un poco -o un mucho- huérfanos; personas como ellos “hacen falta”, como recitaba Alfredo Zitarrosa en Guitarra negra, los extrañaremos en los espacios habituales, nos parecerá verlos y dolerá el lugar vacío de su figura amiga. Pero, simultáneamente, su modo de hacer falta y de decir presente en la historia no fue para nada posesivo, estoy segura que nos pasan la antorcha confiadamente, con una sonrisa cálida y un “ahora tú… ahora ustedes”. Su ausencia, que será desde ahora otro modo de presencia, y esa confianza, nos comprometen mucho más a vivir con sentido y descentradamente, para otros, aunque queme. “Optar por los pobres, aunque me marquen a hierro”, fue otro de sus libros.

La vida y la muerte coexisten, decíamos al empezar, a la vez que elegimos para encabezar dos textos aparentemente contradictorios, el de Manrique y el de Yupanqui, pero volvemos a subrayar que es de Dios poder acoger y celebrar la vida y la muerte con gratitud. ¡Gracias Beatriz, gracias Mario, por el regalo inmenso de sus vidas! ¡Qué generoso ha sido Dios con nosotros en las personas de ustedes!

Rosa Ramos, Blog Amerindia, 07.05.23
Difundido por el P. Juan Algorta, Subsidios 20, Domingo 14 de mayo de 2023.

sábado, 20 de mayo de 2023

Asamblea del CELAM. Mensaje a la Iglesia que peregrina en América Latina y el Caribe: "No claudicar en el seguimiento de Jesús"


Queridos hermanos y hermanas en el Señor Resucitado:

Con profunda gratitud al Dios de la vida queremos comunicarles la alegría y la esperanza que nos
han acompañado durante la 39ª Asamblea General Ordinaria del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño, celebrada del 15 al 20 de mayo en la diócesis de Mayagüez, Puerto Rico. Como pastores al servicio de la Iglesia hemos sentido la cercanía de sus oraciones durante estos días de discernimiento, análisis, deliberación y definición de horizontes pastorales en el marco del camino Sinodal al que el Papa Francisco nos sigue invitando a recorrer y que inspira nuestros proyectos y sueños.

Hemos sido recibidos con cariño y extraordinaria hospitalidad por la Iglesia de Puerto Rico y su
Conferencia Episcopal, a la diócesis que nos ha acogido y a todos los que han hecho posible este
encuentro fraterno. Expresamos nuestra fidelidad y gratitud especial al Santo Padre Francisco por
su mensaje de cercanía y confianza, así como a Mons. Robert Prevost, Prefecto del Dicasterio para
los Obispos, por su presencia y acompañamiento durante estos días.

Bajo la guía del Espíritu Santo hemos afirmado nuestra vocación a vivir una más plena y profunda
“colegialidad, eclesialidad y sinodalidad” a fin de seguir anunciando la vida que proviene del
evangelio, tal como reza el lema de nuestra Asamblea. Hemos venido aquí desde distintas
realidades de nuestra vasta y diversa región con el objetivo de hacer memoria agradecida por lo
vivido en este cuatrienio (2019-2023), y discernir en comunidad los llamados que el Señor nos ha
presentado para el ciclo que comienza (2023-2027).

En estos días hemos podido manifestar nuestra cercanía, a través de la oración, con los hermanos
obispos y aquellas Iglesias particulares que viven momentos de prueba, confiando en que saldrán
fortalecidos al encontrar la luz permanente de la esperanza en el Señor, después de la noche
oscura.

En estas intensas jornadas hemos estado atentos a la escucha de las voces del pueblo de Dios que
se han hecho presente a través de la relectura de los desafíos de la Primera Asamblea Eclesial de
América Latina y el Caribe, los frutos de las Asambleas regionales de la etapa continental del
Sínodo, los signos de los  tiempos de las diversas realidades de nuestra región, con sus dolores y
sus esperanzas. Estas realidades de nuestras comunidades que han marcado este ciclo de
reestructuración y renovación del CELAM.

Hemos recibido diversos informes sobre los frutos de la presidencia que culmina su servicio a través
del proceso de renovación que ha seguido el mandato de la anterior Asamblea General realizada en Tegucigalpa (2019), de los distintos centros pastorales, en los itinerarios sinodales emprendidos,
en el dedicado y cuidadoso manejo y gestión de los recursos que se han encomendado para el bien
de la Iglesia, y a través de la nueva sede del CELAM que quiere ser casa de todos.

Asimismo, esta Asamblea ha sido un momento de toma de conciencia y reflexión sobre las
dificultades que hemos vivido en este periodo. Reconocemos las fragilidades que nos han impedido
hacer un servicio más profundo para acompañar a los miembros de nuestra Iglesia que se han
alejado o viven una pérdida de sentido y de aquellos que se han visto abandonados o no
escuchados. Asumimos la necesidad de responder más fielmente a quienes sufren condiciones de
exclusión, y reconocemos el llamado a tener una voz firme que responda ante los procesos
democráticos que están siendo fragilizados, así como a recordar a los gobiernos sobre su prioritaria
vocación y compromiso por la justicia y la atención a los más empobrecidos, entre ellos los
migrantes. Nos sentimos llamados a tomar posición frente a la polarización y a la imposición de
ideologías que desintegran nuestras sociedades. Y, finalmente, hemos prestado atención a los
tantos gritos que nos interpelan y nos llaman a no claudicar en el seguimiento de Jesús, en el
anuncio del evangelio de la esperanza y en el servicio del santo pueblo fiel de Dios.

Pedimos a todos ustedes se unan con esta Asamblea para expresar nuestra acción de gracias y
nuestras oraciones por la nueva presidencia del CELAM que ha sido electa: Presidente: Mons. Jaime
Spengler, de Brasil; 1er. vicepresidente: Mons. José Luis Azuaje, de Venezuela; 2do. vicepresidente:
José Domingo Ulloa, de Panamá; Presidente del Consejo de Asuntos Económicos: Mons. Santiago
Rodríguez, de República Dominicana; y Secretario General: Mons. Lizardo Estrada, de Perú. Que el
Señor les sea propicio, les sostenga y acompañe en la importante misión que ahora comienza.
Nuestra sincera gratitud, de igual manera, a la presidencia saliente y a todos los equipos que han
colaborado con ella, quienes con fe sólida y compromiso permanente han brindado un ejemplar
servicio a la Iglesia.

Ponemos a los pies de Santa María de Guadalupe, madre nuestra y guía de la Iglesia, todos los
propósitos de esta Asamblea para que, al reconocernos hijos suyos bautizados bajo la conducción
del Señor Jesús, seamos capaces de compartir la luz del Evangelio que ilumine a todo nuestro
pueblo y nos permita caminar más juntos como Iglesia al servicio del Reino.

Aguadilla, Diócesis de Mayagüez, Puerto Rico
19 de mayo de 2023
39° Asamblea General Ordinaria
Consejo Episcopal de América Latina y el Caribe

viernes, 19 de mayo de 2023

Hablar con el corazón, «en la verdad y en el amor» (Ef 4,15). Mensaje del Papa Francisco para la 57 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

Queridos hermanos y hermanas:

Después de haber reflexionado, en años anteriores, sobre los verbos “ir, ver” y “escuchar” como condiciones para una buena comunicación, en este Mensaje para la LVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales quisiera centrarme en “hablar con el corazón”. Es el corazón el que nos ha movido a ir, ver y escuchar; y es el corazón el que nos mueve a una comunicación abierta y acogedora. Tras habernos ejercitado en la escucha —que requiere espera y paciencia, así como la renuncia a afirmar de modo prejuicioso nuestro punto de vista—, podemos entrar en la dinámica del diálogo y el intercambio, que es precisamente la de comunicar cordialmente. Una vez que hayamos escuchado al otro con corazón puro, lograremos hablar «en la verdad y en el amor» (cf. Ef 4,15). No debemos tener miedo a proclamar la verdad, aunque a veces sea incómoda, sino a hacerlo sin caridad, sin corazón. Porque «el programa del cristiano —como escribió Benedicto XVI— es un “corazón que ve”» [1]. Un corazón que, con su latido, revela la verdad de nuestro ser, y que por eso hay que escucharlo. Esto lleva a quien escucha a sintonizarse en la misma longitud de onda, hasta el punto de que se llega a sentir en el propio corazón el latido del otro. Entonces se hace posible el milagro del encuentro, que nos permite mirarnos los unos a los otros con compasión, acogiendo con respeto las fragilidades de cada uno, en lugar de juzgar de oídas y sembrar discordia y divisiones.

Jesús nos recuerda que cada árbol se reconoce por su fruto (cf. Lc 6,44), y advierte que «el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, de su mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca» (v. 45). Por eso, para poder comunicar «en la verdad y en el amor» es necesario purificar el corazón. Sólo escuchando y hablando con un corazón puro podemos ver más allá de las apariencias y superar los ruidos confusos que, también en el campo de la información, no nos ayudan a discernir en la complejidad del mundo en que vivimos. La llamada a hablar con el corazón interpela radicalmente nuestro tiempo, tan propenso a la indiferencia y a la indignación, a veces sobre la base de la desinformación, que falsifica e instrumentaliza la verdad.

Comunicar cordialmente

Comunicar cordialmente quiere decir que quien nos lee o nos escucha capta nuestra participación en las alegrías y los miedos, en las esperanzas y en los sufrimientos de las mujeres y los hombres de nuestro tiempo. Quien habla así quiere bien al otro, porque se preocupa por él y custodia su libertad sin violarla. Podemos ver este estilo en el misterioso Peregrino que dialoga con los discípulos que van hacia Emaús después de la tragedia consumada en el Gólgota. Jesús resucitado les habla con el corazón, acompañando con respeto el camino de su dolor, proponiéndose y no imponiéndose, abriéndoles la mente con amor a la comprensión del sentido profundo de lo sucedido. De hecho, ellos pueden exclamar con alegría que el corazón les ardía en el pecho mientras Él conversaba con ellos a lo largo del camino y les explicaba las Escrituras (cf. Lc 24,32).

En un periodo histórico marcado por polarizaciones y contraposiciones —de las que, lamentablemente, la comunidad eclesial no es inmune—, el compromiso por una comunicación “con el corazón y con los brazos abiertos” no concierne exclusivamente a los profesionales de la información, sino que es responsabilidad de cada uno. Todos estamos llamados a buscar y a decir la verdad, y a hacerlo con caridad. A los cristianos, en especial, se nos exhorta continuamente a guardar la lengua del mal (cf. Sal 34,14), ya que, como enseña la Escritura, con la lengua podemos bendecir al Señor y maldecir a los hombres creados a semejanza de Dios (cf. St 3,9). De nuestra boca no deberían salir palabras malas, sino más bien palabras buenas «que resulten edificantes cuando sea necesario y hagan bien a aquellos que las escuchan» (Ef 4,29).

A veces, el hablar amablemente abre una brecha incluso en los corazones más endurecidos. Tenemos prueba de esto en la literatura. Pienso en aquella página memorable del capítulo XXI de Los novios, en el que Lucía habla con el corazón al Innominado hasta que éste, desarmado y atormentado por una benéfica crisis interior, cede a la fuerza gentil del amor. Lo experimentamos en la convivencia cívica, en la que la amabilidad no es solamente cuestión de buenas maneras, sino un verdadero antídoto contra la crueldad que, lamentablemente, puede envenenar los corazones e intoxicar las relaciones. La necesitamos en el ámbito de los medios para que la comunicación no fomente el rencor que exaspera, genera rabia y lleva al enfrentamiento, sino que ayude a las personas a reflexionar con calma, a descifrar, con espíritu crítico y siempre respetuoso, la realidad en la que viven.

La comunicación de corazón a corazón: “Basta amar bien para decir bien”

Uno de los ejemplos más luminosos y, aún hoy, fascinantes de “hablar con el corazón” está representado en san Francisco de Sales, doctor de la Iglesia, a quien he dedicado recientemente la Carta apostólica Totum amoris est, con motivo de los 400 años de su muerte. Junto a este importante aniversario, me gusta recordar, en esta circunstancia, otro que se celebra en este año 2023: el centenario de su proclamación como patrono de los periodistas católicos por parte de Pío XI con la Encíclica Rerum omnium perturbationem. Intelecto brillante, escritor fecundo, teólogo de gran profundidad, Francisco de Sales fue obispo de Ginebra al inicio del siglo XVII, en años difíciles, marcados por encendidas disputas con los calvinistas. Su actitud apacible, su humanidad, su disposición a dialogar pacientemente con todos, especialmente con quien lo contradecía, lo convirtieron en un testigo extraordinario del amor misericordioso de Dios. De él se podía decir que «las palabras dulces multiplican los amigos y un lenguaje amable favorece las buenas relaciones» ( Si 6,5). Por lo demás, una de sus afirmaciones más célebres, «el corazón habla al corazón», ha inspirado a generaciones de fieles, entre ellos san John Henry Newman, que la eligió como lema, Cor ad cor loquitur. «Basta amar bien para decir bien» era una de sus convicciones. Ello demuestra que para él la comunicación nunca debía reducirse a un artificio —a una estrategia de marketing, diríamos hoy—, sino que tenía que ser el reflejo del ánimo, la superficie visible de un núcleo de amor invisible a los ojos. Para san Francisco de Sales, es precisamente «en el corazón y por medio del corazón donde se realiza ese sutil e intenso proceso unitario en virtud del cual el hombre reconoce a Dios» [2]. “Amando bien”, san Francisco logró comunicarse con el sordomudo Martino, haciéndose su amigo; por eso es recordado como el protector de las personas con discapacidades comunicativas.

A partir de este “criterio del amor”, y a través de sus escritos y del testimonio de su vida, el santo obispo de Ginebra nos recuerda que “somos lo que comunicamos”. Una lección que va contracorriente hoy, en un tiempo en el que, como experimentamos sobre todo en las redes sociales, la comunicación frecuentemente se instrumentaliza, para que el mundo nos vea como querríamos ser y no como somos. San Francisco de Sales repartió numerosas copias de sus escritos en la comunidad ginebrina. Esta intuición “periodística” le valió una fama que superó rápidamente el perímetro de su diócesis y que perdura aún en nuestros días. Sus escritos, observó san Pablo VI, suscitan una lectura «sumamente agradable, instructiva, estimulante» [3]. Si vemos el panorama de la comunicación actual, ¿no son precisamente estas características las que debería tener un artículo, un reportaje, un servicio radiotelevisivo o un post en las redes sociales? Que los profesionales de la comunicación se sientan inspirados por este santo de la ternura, buscando y contando la verdad con valor y libertad, pero rechazando la tentación de usar expresiones llamativas y agresivas.

Hablar con el corazón en el proceso sinodal

Como he podido subrayar, «también en la Iglesia hay mucha necesidad de escuchar y de escucharnos. Es el don más precioso y generativo que podemos ofrecernos los unos a los otros» [4]. De una escucha sin prejuicios, atenta y disponible, nace un hablar conforme al estilo de Dios, que se nutre de cercanía, compasión y ternura. En la Iglesia necesitamos urgentemente una comunicación que encienda los corazones, que sea bálsamo sobre las heridas e ilumine el camino de los hermanos y de las hermanas. Sueño una comunicación eclesial que sepa dejarse guiar por el Espíritu Santo, amable y, al mismo tiempo, profética; que sepa encontrar nuevas formas y modalidades para el maravilloso anuncio que está llamada a dar en el tercer milenio. Una comunicación que ponga en el centro la relación con Dios y con el prójimo, especialmente con el más necesitado, y que sepa encender el fuego de la fe en vez de preservar las cenizas de una identidad autorreferencial. Una comunicación cuyas bases sean la humildad en el escuchar y la parresia en el hablar; que no separe nunca la verdad de la caridad.

Desarmar los ánimos promoviendo un lenguaje de paz

«Una lengua suave quiebra hasta un hueso», dice el libro de los Proverbios (25,15). Hablar con el corazón es hoy muy necesario para promover una cultura de paz allí donde hay guerra; para abrir senderos que permitan el diálogo y la reconciliación allí donde el odio y la enemistad causan estragos. En el dramático contexto del conflicto global que estamos viviendo, es urgente afirmar una comunicación no hostil. Es necesario vencer «la costumbre de desacreditar rápidamente al adversario aplicándole epítetos humillantes, en lugar de enfrentar un diálogo abierto y respetuoso» [5]. Necesitamos comunicadores dispuestos a dialogar, comprometidos a favorecer un desarme integral y que se esfuercen por desmantelar la psicosis bélica que se anida en nuestros corazones; como exhortaba proféticamente san Juan XXIII en la Encíclica Pacem in terris, la paz «verdadera […] puede apoyarse […] únicamente en la confianza recíproca» (n. 113). Una confianza que necesita comunicadores no ensimismados, sino audaces y creativos, dispuestos a arriesgarse para hallar un terreno común donde encontrarse. Como hace sesenta años, vivimos una hora oscura en la que la humanidad teme una escalada bélica que se ha de frenar cuanto antes, también a nivel comunicativo. Uno se queda horrorizado al escuchar con qué facilidad se pronuncian palabras que claman por la destrucción de pueblos y territorios. Palabras que, desgraciadamente, se convierten a menudo en acciones bélicas de cruel violencia. He aquí por qué se ha de rechazar toda retórica belicista, así como cualquier forma de propaganda que manipule la verdad, desfigurándola por razones ideológicas. Se debe promover, en cambio, en todos los niveles, una comunicación que ayude a crear las condiciones para resolver las controversias entre los pueblos.

En cuanto cristianos, sabemos que es precisamente la conversión del corazón la que decide el destino de la paz, ya que el virus de la guerra procede del interior del corazón humano [6]. Del corazón brotan las palabras capaces de disipar las sombras de un mundo cerrado y dividido, para edificar una civilización mejor que la que hemos recibido. Es un esfuerzo que se nos pide a cada uno de nosotros, pero que apela especialmente al sentido de responsabilidad de los operadores de la comunicación, a fin de que desarrollen su profesión como una misión.

Que el Señor Jesús, Palabra pura que surge del corazón del Padre, nos ayude a hacer nuestra comunicación libre, limpia y cordial.

Que el Señor Jesús, Palabra que se hizo carne, nos ayude a escuchar el latido de los corazones, para redescubrirnos hermanos y hermanas, y desarmar la hostilidad que nos divide.

Que el Señor Jesús, Palabra de verdad y de amor, nos ayude a decir la verdad en la caridad, para sentirnos custodios los unos de los otros.

Roma, San Juan de Letrán, 24 de enero de 2023, memoria de san Francisco de Sales.

FRANCISCO

[1] Carta enc. Deus caritas est, 31.

[2] Carta ap. Totum amoris est (28 diciembre 2022).

[3] Epístola ap. Sabaudiae gemma, con motivo del IV Centenario del nacimiento de san Francisco de Sales, doctor de la Iglesia (29 enero 1967).

[4] Mensaje para la LVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales (24 enero 2022).

[5] Carta enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 201.

[6] Cf. Mensaje para la 56 Jornada Mundial de la Paz (1 enero 2023).

jueves, 18 de mayo de 2023

“Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28,16-20). Ascensión del Señor

La tierra de Jesús, llamada Palestina, en tiempos del Imperio Romano estaba dividida en tres provincias: al sur, Judea, donde estaba el Templo de Jerusalén; en el centro, Samaría y al norte, Galilea. Allí se encuentra Nazaret, donde vivió Jesús. Cerca está Cafarnaúm, junto al mar de Galilea. 

El evangelista Mateo recuerda que, desde tiempos antiguos, esta región era llamada “Galilea de las naciones”, una tierra con muchos habitantes que no pertenecían al Pueblo de Dios. Más aún, el profeta Isaías, citado por Mateo, describe a la gente que vivía allí como “el pueblo que se hallaba en tinieblas” (cf. Mateo 4,15-16). 

En Galilea empezó Jesús su misión y allí llamó a sus primeros discípulos: cuatro pescadores.

Algunos momentos importantes de la actividad de Jesús se desarrollaron en distintas elevaciones. En un monte, cerca del Mar de Galilea, Jesús proclamó las Bienaventuranzas (cf. Mateo 5, 1-12). A la hora de orar, de encontrarse con el Padre, se retiraba a un monte (cf. Mateo 14, 23). En un monte recibe a las multitudes y cura los enfermos (cf. Mateo 15, 29).

Hoy escuchamos el final del evangelio de San Mateo. El relato comienza así:

En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús los había citado. (Mateo 28,16-20)

Se trata de Jesús resucitado. Los discípulos son once, porque ya no está Judas. Jesús los cita en Galilea, en un monte, lo que anuncia que va a suceder algo significativo, algo importante.

El hecho de encontrarse de nuevo en Galilea tampoco es casual. En el mismo lugar donde Jesús comenzó su misión, comenzará la misión de los discípulos:

“Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado” (Mateo 28,16-20)

Aunque Jesús más de una vez recibió a personas que no pertenecían a su pueblo, el manifestó

«Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel». (Mateo 15,24)

Ahora, desde esta Galilea de las Naciones, envía a sus discípulos “a todos los pueblos”. Ese envío transforma a los discípulos en apóstoles. Apóstol significa “enviado” y el envío lo hace Jesús. Al extenderse la Iglesia, al formarse nuevos discípulos, los apóstoles y sus sucesores serán quienes envíen, quienes confieran la misión a otros.

La misión no se reduce a dar a conocer una doctrina o reunir adherentes. Jesús pide que los nuevos cristianos sean discípulos suyos, es decir, que hagan un camino de relación con Él, un camino semejante al que hicieron las personas que, de diferentes maneras, estuvieron con Jesús; algunas, acompañándolo; otras, recibiéndolo en su casa, ayudándolo pero, unas y otras, escuchándolo y buscando vivir cada día su Palabra.

Un paso importante, necesario, en el seguimiento de Jesús es recibir el bautismo. Jesús indica a sus discípulos que bauticen “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Siguiendo ese mandato, desde entonces se celebra este sacramento diciendo primero el nombre de quien va a ser bautizado y a continuación “yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

Respondiendo a la predicación de los apóstoles, muchos se hicieron bautizar. Desde los primeros tiempos lo hicieron así familias enteras: padres e hijos. A partir de allí comenzó la costumbre de bautizar a los hijos recién nacidos de familias cristianas. Los bautismos de adultos se fueron haciendo raros. No es así en nuestro tiempo. La semana pasada estuve en una parroquia reunido con un grupo de catequesis de adultos, donde varios de sus integrantes no estaban bautizados y se están preparando para recibir la iniciación cristiana completa: bautismo, confirmación y comunión. Después de una conversación con ellos me contaron que se sentían muy emocionados frente a eso y me preguntaron cómo me sentía yo. Les expresé ante todo mi alegría por esa decisión que habían tomado y esa preparación cuidada y prolongada que venían haciendo. También les manifesté mi esperanza de que siguieran integrándose y participando en la vida de la comunidad y que la fe que los movía a dar este paso estuviera presente en todos los aspectos de su vida.

Porque Jesús, además de decirle a sus discípulos que bauticen, indica que enseñen a cumplir todo lo que Él les ha mandado. El discípulo sigue a Jesús buscando vivir cada día su Palabra, buscando que el Evangelio empape su vida y modele sus acciones, sus actitudes, sus pensamientos y sus sentimientos.

A este envío de Jesús sigue una hermosa promesa de Jesús, que nunca debemos olvidar:

Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo. (Mateo 28,16-20)

Así concluye el evangelio según san Mateo. Nos queda claro que Jesús envía a sus discípulos en misión: a los Once ayer, a todos nosotros, cristianos, hoy, 

Y nos queda claro que Él va a seguir presente. 

El evangelista no nos habla de una ascensión al Cielo. Eso lo encontramos en Marcos:

Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. (Marcos 16,19)

En la Misa de hoy, nos lo cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles, en la primera lectura:

“… los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos.” (Hechos 1,1-11)

La promesa de Jesús de “estar con nosotros”, que nos presenta el evangelista Mateo, es el cumplimiento de lo que se dice en el anuncio del nacimiento de Jesús, al comienzo del evangelio:

"La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel", que traducido significa «Dios con nosotros». (Mateo 1,22-23)

Jesús seguirá presente, pero ya no como lo conocieron los primeros discípulos. Resucitado, está sentado a la derecha del Padre. Su presencia constante y consoladora se realizará a través de su Espíritu, que conduce a la Iglesia, la comunidad de discípulos.

El Espíritu Santo, enviado por Cristo y el Padre, realiza la remisión de los pecados y santifica a todos los que, arrepentidos, se abren con confianza a su don.

Por el Espíritu, Jesús está presente como Resucitado y se manifiesta en la Palabra y en los Sacramentos, en la acción constante e interior del Espíritu Santo.

Jesús, resucitado, glorioso, está sentado a la derecha del Padre pero, igualmente, está todavía y siempre con nosotros. Es de Él de donde viene a nosotros la fuerza, la perseverancia y la alegría: de la presencia de Jesús entre nosotros, con el poder del Espíritu Santo.

Preparémonos, entonces, a celebrar en esta fe, el próximo domingo, el acontecimiento de Pentecostés y pidamos que nuestros corazones estén siempre abiertos para recibir el don del Espíritu Santo que el Señor sigue entregando a sus discípulos.

En esta semana

  • Hoy se celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. El Papa Francisco nos ha entregado un mensaje titulado: Hablar con el corazón, «en la verdad y en el amor» (Ef 4,15)
  • También este domingo, a las 17 horas, en la Catedral de Canelones, celebración de las Bodas de Oro sacerdotales de Mons. Alberto Sanguinetti, nuestro Obispo emérito.
  • Mañana, lunes 22 de mayo, recordamos a Santa Rita de Cascia, una santa especialmente querida por nuestro pueblo. Casada con un hombre violento, logró llevarlo a la reconciliación con Dios.
  • María Auxilio de los cristianos: esta advocación especialmente asociada con la familia salesiana, nos convoca el miércoles 24. El colegio de las salesianas en Canelones y varias capillas de la diócesis están bajo su patronazgo.
  • El sábado 26 recordamos a San Felipe Neri, fundador del Oratorio, lugar de oración e irradiación de la fe en la Roma del siglo XVI.

Y esto es todo por hoy. Gracias, amigas y amigos por su atención: que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

jueves, 11 de mayo de 2023

“Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos”. (Juan 14,15-21). VI Domingo de Pascua.

Avanza el otoño en el hemisferio sur y sigue resonando en nuestros corazones todo lo vivido el sábado 6, en la beatificación de Jacinto Vera, un acontecimiento largamente anhelado por la Iglesia que peregrina en Uruguay, y que fue recordado por el Papa Francisco al día siguiente:

Vamos acercándonos al final del tiempo Pascual. El próximo domingo recordaremos la ascensión de Jesús a los Cielos y dentro de 15 días el acontecimiento de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió  sobre la Iglesia naciente.

El evangelio de hoy está tomado del discurso de despedida de Jesús, que san Juan ubica, precisamente, en el marco de la última cena y que introduce con estas palabras:

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo. (Juan 13,1)

Ese amor hasta el extremo, que se cumplió cuando Jesús entregó su vida en la cruz, es la clave para comprender el discurso de Jesús.

Jesús comienza diciendo:

Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos (Juan 14,15-21)

Si estas palabras pueden parecernos una especie de reclamo, no olvidemos la clave: nos amó hasta el extremo. Si ahora nos reclama algo, es, ante todo, una respuesta. Responder a su amor, cumpliendo sus mandamientos. 

¿Cuáles son los mandamientos de Jesús? En primer lugar, son los que llevan la antigua ley a su plenitud. Eso lo hace Jesús por dos caminos, que podríamos llamar interiorización y extensión. Cuando Jesús comenta los mandamientos en el sermón del Monte, evangelio de Mateo, nos queda claro que no se trata solo de cumplirlos exteriormente, -que ya es algo- sino también de cumplirlos de corazón. No basta que no mates a tu hermano; tampoco lo mates en tu corazón. No basta con que no cometas adulterio; tampoco lo cometas en tu corazón. No te ayuda rezar, ayunar y dar algo a los pobres si lo estás haciendo solamente para que te vean: que eso quede entre tú y el Padre, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha.

Por otra parte, las actitudes muy legalistas trataban de restringir el alcance de algunos mandamientos. Cuando Jesús deja claro que el primero de los mandamientos es el amor a Dios y el amor al prójimo, la pregunta del maestro de la Ley “¿Quién es mi prójimo?”, parece expresar la necesidad de delimitar, de marcar hasta dónde llega ese mandamiento. La respuesta de Jesús, la parábola del buen samaritano, borra cualquier frontera. Estamos llamados a cumplir el mandamiento del amor al prójimo, por decirlo al estilo artiguista, “en toda su extensión imaginable”, abarcando incluso a quienes nos rechazan: “amen a sus enemigos”, dice Jesús.

Y a todo esto, Jesús va a agregar un mandamiento propio:

Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. (Juan 15,12)

Esta consigna tiene dos notas: la reciprocidad (“unos a otros”) y una medida extraordinaria: “como yo los he amado”; es decir, hasta el extremo.

De todo esto se trata cuando Jesús dice “Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos”.

Pero Jesús no está solamente poniendo a prueba nuestro amor por Él… A continuación de “si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos”, viene la gran promesa de Jesús: la promesa del Espíritu Santo, sobre la que volverá cuatro veces más (14,16 – 14,26 – 15,26 – 16,7 – 16,13):

Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la Verdad (Juan 14,15-21)

Prestemos atención a la dinámica de la Santísima Trinidad: el Hijo dice: “yo rogaré al Padre”. El Padre dará lo que el Hijo pide. Y el don que el Padre entregará es el Espíritu Santo. 

Aquí dice Jesús que el Espíritu Santo es “otro” Paráclito. Más adelante lo va a llamar simplemente “el paráclito”, pero aquí dice “otro”. Alguna vez ya explicamos esto. La palabra griega paráclito está formada por “para”, que significa “al lado”, “junto a” y “kletós”, que significa “llamado”. Paráclito es aquel que puedo llamar a mi lado -o que ya está junto a mí- para defenderme, consolarme, ayudarme en todas las dificultades. Hasta ahora, el “paráclito” para los discípulos ha sido Jesús. Él ha estado junto a ellos, cuidándolos, como él mismo le dice al Padre:

Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía ... (Juan 17,12)

Precisamente, porque Jesús vuelve al Padre, se hace necesario “otro paráclito” para cuidar de los discípulos. Pero ese paráclito será diferente en algo muy importante. Jesús es Hijo de Dios hecho hombre. Al asumir nuestra humanidad, el Hijo de Dios tomó también los límites de nuestro cuerpo: no podía estar en todas partes. El Espíritu Santo, en cambio, acompañará a los discípulos allí donde estén, en una Iglesia que comienza a extenderse por el mundo. Más aún, los acompañará desde adentro de cada uno de ellos. Dice Jesús, al prometer el Espíritu:

Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes. (Juan 14,15-21)

Ustedes lo conocen: Jesús está hablando de sí mismo. Él tiene la plenitud del Espíritu Santo. Por eso, los discípulos lo conocen (aunque no se hayan dado cuenta todavía).

Pero Jesús agrega su promesa: “estará en ustedes”, es decir, estará dentro de ustedes. 

Son muchos los testimonios que encontramos en la Escritura sobre esa presencia del Espíritu Santo en nosotros. Tal vez la más bonita expresión es la que encontramos en la carta a los Romanos:

El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado. (Romanos 5,5)

Como decíamos al principio, dentro de quince días celebraremos Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. Será un momento oportuno, un tiempo de Dios para hacernos más conscientes del tesoro que llevamos en nuestro corazón, para acompañarnos y fortalecernos en nuestra vida de discípulos misioneros de Jesús.

Nuestro pasaje del evangelio concluye retomando la idea del principio: “si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos”, pero ahora, acompañada de una hermosa promesa:

«El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.» (Juan 14,15-21)

Para la agenda:

  • Este domingo 14 se celebra el Día de la Madre. Un día para agradecer y recordar a todas las mamás: las que nos gestaron y nos dieron a luz o a las mamás del corazón o a las que han vivido o viven la maternidad espiritual. Feliz día a todas ellas.
  • El lunes 15 recordamos a San Isidro Labrador, quien, con su esposa María Toribia, también llamada María de la Cabeza, vivieron santamente como esposos, padres, trabajadores y vecinos cuando la ciudad de Madrid era poco más que un pueblo de campaña, allá por el siglo XII. Isidro no solo es el patrono de Las Piedras, sino también de varias capillas y su imagen está en muchas de las iglesias de nuestra diócesis.
  • El martes 16 la familia orionita en Uruguay y Argentina recuerda a San Luis Orione, uno de los santos que en vida estuvo en nuestra diócesis, donde él mismo compró los terrenos donde se encuentran el santuario de la Virgen de las Flores y el Cottolengo.
  • El jueves 18 recordamos la Batalla de Las Piedras, un triunfo militar que se inscribe en el proceso de nuestra independencia y que tuvo lugar en el territorio de nuestra diócesis.
  • Finalmente, el domingo 21 estamos invitados a concurrir a la catedral, a las 17 horas, para participar en la celebración de las Bodas de Oro sacerdotales de Mons. Alberto Sanguinetti, nuestro Obispo emérito.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que el Beato Jacinto Vera interceda por sus necesidades y los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

miércoles, 10 de mayo de 2023

Oración para pedir la intercesión del Beato Jacinto Vera

 

Beato Jacinto Vera, Obispo.
3 de julio de 1813 - 6 de mayo de 1881.


Dios, Padre nuestro,
te rogamos por tu amado Hijo Jesucristo
y por la intercesión de su Inmaculada Madre
que glorifiques tu Nombre en tu Siervo Jacinto
y le concedas ser reconocido entre tus santos,
para alabanza de tu gloria
y alegría del pueblo cristiano.
Dame, Señor, por su intercesión,
la gracia que humilde y devotamente te pido

[breve silencio para pedir la gracia deseada]

y ayúdame a conformar mi vida según tu voluntad.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro. Avemaría. Gloria.

domingo, 7 de mayo de 2023

La beatificación: compartiendo vivencias y pensamientos.

“Dies Natalis”

Amigas y amigos, hermanas y hermanos:

Vengo del Estadio Centenario, donde acabo de participar en la ceremonia de beatificación de Jacinto Vera, el primer obispo del Uruguay.

Vengo con el corazón lleno de emoción por todo lo vivido… por todo lo que se removió dentro de mí, con el recuerdo de muchas personas y circunstancias que esta celebración me evocó, sobre todo porque sentí que muchas de eso se iluminaba.

Traigo estampadas en la retina muchas imágenes… sobre todo la del Pueblo de Dios, allí presente, nuestra gente, celebrando, participando con alegría y entusiasmo. Me hace pensar que a casi 150 años de la muerte Jacinto, el pueblo se vuelve a reunir como se fue reuniendo desde el 6 de mayo de 1881 hasta el día de su sepelio para darle su último adiós. Nosotros nos hemos reunidos para saludar el día de su partida, convertido ahora en el día de su nacimiento a la vida eterna, su dies natalis. Y esto solo es posible cuando el cariño sigue vivo, transmitido de generación en generación, recuperando memorias y raíces.

Veo en el teléfono muchos mensajes con saludos y felicitaciones de personas que hubieran querido estar allí. 

Bueno: para todos, para los que estuvimos y queremos compartir unos con otros nuestras vivencias y para los que no pudieron estar pero estuvieron de corazón quiero dejarles algunos pensamientos y sentimientos.

Saliendo a la cancha

La decisión del lugar de esta celebración fue una decisión difícil, que correspondió a la Iglesia de Montevideo, como diócesis anfitriona. Los lugares cerrados propios, como la Catedral o el santuario del Cerrito de la Victoria no eran suficientes para acoger a todos los que quisieran participar.

Pero un lugar abierto siempre tiene riesgos. Todos sabemos que en Uruguay es así: te puede llover cualquier día del año. A medida que se acercaba la fecha ¡ay! todos rezábamos y mirábamos los pronósticos del tiempo, que iban cambiando… que sí, que no… que llovía, que no llovía… Es que para participar todos tuvimos que organizarnos y tomar decisiones: pensemos solamente en las comunidades que venían de más lejos, las comunidades con mucha gente mayor.

El Estadio Centenario, monumento del fútbol mundial, es un lugar querido por todos los uruguayos. Un lugar hecho para eventos deportivos, que ha recibido también espectáculos artísticos para un público numeroso; pero también un lugar donde la Iglesia Católica celebró un Congreso Eucarístico Nacional y donde san Juan Pablo II presidió una celebración de la Palabra en su segunda visita, en 1988.

En hora oportuna, con Mons. Collazzi, obispo de Mercedes, nos fuimos caminando desde el Hogar Sacerdotal hasta el Estadio. Ubicamos nuestra puerta de entrada, nos revestimos con nuestras sotanas de obispos, como correspondía a la fiesta que íbamos a celebrar y salimos a la cancha. Bueno, a la cancha misma no, porque el césped no se puede pisar, pero la fuimos bordeando.

Dios midió la lluvia

Frente a nosotros estaba la Tribuna Olímpica, el espacio reservado para el público de nuestro acontecimiento. Me impresionó ver que ya había mucha gente, que ocupaba espacios de la platea y de los tres anillos que la rodean. Era temprano y la gente ya estaba allí, muchos con el paraguas abierto, porque lloviznaba, en forma intensa en algunos momentos. Gente precavida y dispuesta, en el mejor sentido, a “hacer el aguante”, frente a lo que viniera.

Al final de la celebración y pensando como la lluvia vino y se fue varias veces, me acordé de un refrán que repetía Mons. Marcelo Mendiharat, que fue obispo de Salto y que en su infancia y juventud trabajó en el campo. Don Marcelo decía: “Dios mide el viento para la oveja recién esquilada”. O sea: no le saca el viento a la oveja y a nosotros no nos sacó la lluvia, sino que la midió, para que la pudiéramos soportar.

Es cierto que nos hubiera gustado una tarde de sol y de cielo esplendoroso… pero tal vez debía ser así la beatificación de Don Jacinto, para que viviéramos apenas algo de sus peripecias con las dificultades climáticas, sin llegar a las fuertes humillaciones que él supo sobrellevar a lo largo de la vida, en el espíritu de las bienaventuranzas evangélicas, sin perder ni la paz… ni el buen humor. Más de una vez le tocó confrontarse con las fuerzas de la naturaleza, en un Uruguay donde faltaban caminos, faltaban puentes y no había más remedio que meterse en el agua o en el barro para seguir la marcha de la misión.

En este tiempo en que “sacrificio” significa algo que quisiéramos evitar, el haber compartido juntos la zozobra -soportable- de la lluvia nos invita a pensar que sí, que se puede dejar la comodidad del nido seco y calentito cuando hay cosas que nos reclaman salir, porque lo valen.

Canelones presente

Voy para adelante y vuelvo para atrás. Cuando llegué frente a la tribuna traté, ante todo, de ubicar a la gente de Canelones. En el primer anillo había un cartel grande, que decía, con mayúsculas: CATEDRAL DE CANELONES. Me divisaron y nos saludamos a la distancia. En la platea, después, me encontré con varios diáconos y sacerdotes de la diócesis, que me señalaron los lugares donde estaban sus comunidades, ya mucho más arriba. Entre ellos estaba el P. Miguel Ángel Malesani… y supe después que estuvo también el P. Lucio Escolar. Los dos mayores dentro de nuestros presbíteros no quisieron faltar.

Vida en abundancia

En distintos momentos de la celebración me emocioné mucho. Hubo una canción que me llegó especialmente, porque me trajo muchos recuerdos. La letra dice “Yo vengo… a traerles vida; vida en abundancia; en abundancia”. Recordé las veces que cantamos esa canción en las Misas de la Fazenda de la Esperanza femenina, en Melo. Recordé especialmente a algunas personas y recé por ellas, para que nunca pierdan la Vida en abundancia que ellas encontraron en Jesús.

“Acuérdate de nuestros hermanos…”

Y a medida que pasan los años, el memento de los difuntos, es decir el lugar de la Eucaristía en el que hacemos memoria de los que han partido está cada vez más cargado de nombres: “Acuérdate también de nuestros hermanos que se durmieron en la esperanza de la resurrección…” Pensé en muchas personas queridas fallecidas recientemente o hace ya bastante tiempo, pero que están siempre en mi vida y en mi recuerdo. Entre los que nos han dejado recientemente: Beatriz Brites, laica consagrada y Mario Cayota, terciario franciscano. Dos laicos que vivieron, en distintas formas, un profundo compromiso eclesial.

La entrevista

En un momento me hicieron una entrevista directa al aire para Radio Oriental, con dos buenas preguntas: qué le dice Jacinto hoy a la gente de Iglesia y qué le dice hoy a todo el pueblo oriental.

¿Qué le dice Jacinto hoy a la Iglesia en el Uruguay? 

La misión, sin descanso

Podemos encontrar en su palabra y en su vida muchísimos mensajes valiosos. Lo primero que pienso es en la misión. Fue un obispo misionero y lo hizo en forma incansable, hasta el final de su vida. De él se dijo que se fue “con los zapatos al cielo”, como acertadamente tituló su biografía de Jacinto el P. Gonzalo Abadie. Ese irse con los zapatos significa el irse en plena actividad: como se decía en otros ambientes, “morir con las botas puestas”, como quien sigue en su tarea o en su lucha hasta el final.

Su testimonio misionero nos recuerda el llamado de san Juan Pablo II a emprender “una evangelización nueva” o el de Francisco a ser “Iglesia en salida”.

Organización... para la misión.

Un segundo aspecto en el que pienso es en la organización. El beato Jacinto -qué lindo es decirlo; todavía no me acostumbro- el beato Jacinto es considerado el padre de la Iglesia que peregrina en Uruguay porque él la organizó. Fundó el seminario para que aquellos jóvenes uruguayos que se sintieran llamados al sacerdocio no tuvieran que irse, como tuvo que hacer él, a hacer sus estudios fuera del país, con muchas dificultades. Se preocupó por la formación permanente del clero, pero también de los laicos. Trajo comunidades religiosas. En sus visitas pastorales anunciaba la Palabra de Dios y administraba los Sacramentos, pero en los libros parroquiales dejaba varias indicaciones anotadas para una mejor organización de la vida parroquial.

La Iglesia en el Uruguay vive otro tiempo, otro momento histórico, pero sigue siendo todavía una Iglesia joven. Mientras que en otros países de América Latina hay diócesis que ya festejaron su cuarto centenario, Montevideo, nuestra primera diócesis, fundada en 1878, está cumpliendo 145 años.

El proceso sinodal que está viviendo la iglesia puede ayudarnos a repensar los caminos de la misión, los ministerios en la Iglesia, los destinatarios o, mejor, los interlocutores en el anuncio del evangelio y a encontrar los métodos nuevos, la nueva expresión para el mensaje y, sobre todo, para renovar el ardor, como nos decía san Juan Pablo II y, nada menos, volver siempre al encuentro con Jesucristo, porque 

“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”, como dice Francisco (EG,1).

¿Qué le dice Jacinto al Uruguay de hoy, a todo el pueblo Oriental? 

Tal vez, en cierto sentido, pero no en el buen sentido, la vida se le habría hecho más fácil si hubiera seguido los consejos del Viejo Vizcacha en el Martín Fierro: 

“Hacéte amigo del Juez; 
no le des de qué quejarse…
pues siempre es bueno tener 
palenque ande ir a rascarse.” 

Es decir: arrímate al poder, tomá partido, apoyate en un bando… pero eso hubiera sido, en aquellos tiempos de división y continuas guerras civiles, contribuir a la discordia y no a la paz. 

Los Obispos uruguayos publicamos hace casi 20 años un mensaje sobre cristiano y política, que empezaba recordando que la primera pertenencia del cristiano es a Jesucristo. Y esa pertenencia no me coloca en ningún bando partidario, sino en el de la verdad… pero la verdad de aquel que, en lugar de hacer bajar ejércitos de ángeles para rescatarlo y colocarlo en un trono de este mundo, eligió quedarse en el trono de la cruz y morir por todos los mortales.

Por aquellos años, en una visita pastoral a Bella Unión, en el consejo pastoral me contaron de los numerosos conflictos que se vivían en la ciudad y me manifestaron que, como cristianos, muchas veces se sentían como quien camina en medio de las balas de fuego cruzado llevando una flor en la mano. Podemos elegir cómo interpretar esa imagen ¿apenas como una ingenuidad, bonita pero suicida? Creo que Jacinto nos haría descubrir la fuerza de esa flor, la fuerza de ese instrumento frágil, vulnerable, pero, a la vez, tan potente. Allí estuvo la fuerza que lo sostuvo para rezar por sus perseguidores, bendecir y no maldecir y buscar la paz desde la verdad.

¡Cuántas cosas tenemos todavía para conocer y aprender de nuestro beato! Algo de eso hemos hecho como preparación a esta beatificación y seguramente ayudó para que en el estadio desde cada departamento nos juntáramos muchos, algunos miles, a pesar de la lluvia.

Conocerlo, dejando que nos hable como testigo de Cristo. En su homilía, el cardenal de Brasilia recordó las palabras de san Pablo VI: 

“El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio" (EN 41).

A seguir con Jacinto

Animémonos, pues, a seguir conociendo la vida y el testimonio del beato Jacinto. Y también a pedir su intercesión. Yo lo hice durante la beatificación. No para mí, sino para algunas personas, muy concretas, que necesitan a Dios en su vida, que necesitan encontrar o reencontrar la Vida abundante que trae Jesús.

Y quiera Dios que un día toda la Iglesia que peregrina en Uruguay pueda alegrarse con otra celebración: la de su canonización.

Gracias amigas y amigos. Perdonen esta grabación un poco improvisada, pero sentí muy fuerte la necesidad de compartir con ustedes aunque más no fuera un poquito de todo lo que vengo sintiendo y sentí en esta celebración tan especial. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Beato Jacinto Vera: ¡ruega por nosotros!

viernes, 5 de mayo de 2023

“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14,1-12). V Domingo de Pascua.

El "pequeño santoral" uruguayo

Amigas y amigos: la beatificación de Jacinto Vera nos da ocasión para recordar que Uruguay ya tiene, en su pequeño santoral, una santa y dos beatas
  • Santa Francisca Rubatto, nacida en Italia, se aquerenció en Montevideo, donde decidió permanecer hasta el fin de su vida, en 1904. Pidió ser sepultada “cerca de sus pobres” en lo que hoy es su santuario, en el barrio Belvedere. Fue canonizada por el papa Francisco el 15 de mayo del año pasado.
  • Dolores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz nacieron en Montevideo, pero toda su familia se trasladó a España cuando eran niñas. Las dos hermanas se vincularon como laicas a la familia de las religiosas escolapias. Vivieron un profundo amor a Dios y al prójimo. Sufrieron el martirio en 1936, durante la persecución religiosa en España. Reliquias de ambas se veneran en la Catedral de Montevideo. Fueron beatificadas en Roma, en 2001, por san Juan Pablo II.
Hay otras tres causas de canonización iniciadas en Uruguay: las de 
  • Walter Chango, joven de la Acción Católica, que murió en 1939; 
  • el Dr. Salvador García Pintos, fallecido en 1956; 
  • y Rubén Isidro Alonso, el “Padre Cacho”, que nos dejó en 1992.
Por otra parte, no olvidemos que la beatificación de Jacinto Vera es un punto de llegada, pero también un punto de partida hacia la canonización.

Para el avance de su causa y cualquiera de las otras, es necesario un milagro.

Los milagros, frecuentemente la curación de una enfermedad contra todos los pronósticos médicos y sin ninguna explicación natural, son obrados por Dios. Creemos que quienes están junto a Dios pueden interceder, rogar por nosotros. A Jacinto Vera, o a Dolores y Consuelo o a los otros que están en proceso podemos pedirles su intercesión, confiarles nuestro pedido para que intercedan por nosotros ante Dios.

No siempre se trata de pedir un milagro. Para resolver muchas de nuestras dificultades, ponemos nuestro esfuerzo, nuestra inteligencia, nuestras capacidades y también nos confiamos a quienes pueden ayudarnos son su conocimiento o su habilidad… pero eso no quita que pidamos también la ayuda de Dios por la intercesión de sus santos o de aquellos que tienen iniciada una causa de canonización.
Tal vez recordemos estas estrofas en las que el gaucho Martín Fierro pide la ayuda de Dios y de sus santos:
Pido a los Santos del Cielo
que ayuden mi pensamiento,
les pido en este momento
que voy a cantar mi historia
me refresquen la memoria
y aclaren mi entendimiento.
Vengan Santos milagrosos,
vengan todos en mi ayuda,
que la lengua se me añuda
y se me turba la vista;
pido a mi Dios que me asista
en una ocasión tan ruda.
(José Hernández, Martín Fierro, 2da. y 3ra. estrofas)

"No se inquieten"

Y ahora, pidamos al Señor que ilumine nuestras mentes y nuestros corazones para adentrarnos en el Evangelio de hoy.

El evangelio según san Juan ubica estas palabras de Jesús en la última cena. Es un momento de intimidad de Jesús con sus discípulos, marcado por la cercanía de la pasión. Es un discurso de despedida pero que, sin embargo, no busca preparar para la ausencia del Maestro, sino preparar para una nueva forma de presencia de Jesús y es también el anuncio de un reencuentro definitivo.

Jesús siente un gran peso en su corazón, que lo va a llevar a la angustia que se manifestará en su oración en el Huerto de los Olivos, que concluirá con su aceptación de la pasión y la cruz. El corazón de Jesús está inquieto, turbado, pero él se da cuenta de que también lo está el de sus discípulos y, por eso comienza diciendo:
“No se inquieten” “No se turbe su corazón” (Juan 14,1-12)
Se lo dice a ellos, pero también a nosotros, porque muchas veces nos vemos agitados, perturbados, inquietos frente a nuestros propios dramas, frente a todo aquello que sacude nuestra vida y nos pide una decisión difícil.
Pero Jesús no se limita a decirle a los discípulos “no se inquieten”. El ofrece dos remedios.
El primero es:
Crean en Dios y crean también en mí. (Juan 14,1-12)
Creer en Dios, creer en Jesús es, ante todo, confiar. Cuando no tengo confianza en el futuro, cuando no tengo confianza en quienes me rodean, cuando no tengo confianza en mí mismo; cuando llego a esa soledad desgarradora, allí, muy especialmente, tienen que resonar esas palabras de Jesús: “crean en mí”. 
Creer en Jesús, confiar en Jesús, porque de Él vendrá la ayuda que necesitamos. No para resolver nuestras dificultades de forma mágica, sin que tengamos que hacer nada. Él nos sostendrá en nuestras debilidades y nos ayudará a encaminar y potenciar nuestras fuerzas y nuestras capacidades. Todo eso, porque Él está vivo, está resucitado, se hace presente a nuestro lado y nos acompaña.

Pero hay un segundo remedio a esa turbación que ensombrece el corazón de los discípulos y, tantas veces, también el nuestro:
En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. (Juan 14,1-12)
Nuestro fin no es la soledad, no es una casa vacía. No vivimos sin meta ni destino. Hay Alguien que nos espera y nos ha preparado nuestro lugar definitivo. Caminamos como peregrinos por este mundo, buscando el lugar al que pertenecemos. Sin embargo, aún el lugar más hermoso que hayamos podido encontrar y la casa más sólida que hayamos podido construir, no dejan de ser nuestra carpa y nuestro campamento: una habitación y un lugar provisorios, de paso, aunque estemos allí durante toda nuestra vida en la tierra. La casa y el lugar definitivo están junto a Jesús en la eternidad. Estamos hechos para eso: para vivir eternamente en la Casa del Padre. Para vivir para siempre en la alegría, en la comunión plena con Dios y con los demás, allí donde el corazón inquieto encontrará por fin descanso.

Ante esta promesa de Jesús, todavía no se calma la ansiedad de los discípulos. Tomás pregunta:
«Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?» (Juan 14,1-12)
Y así llega la respuesta definitiva de Jesús:
«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.» (Juan 14,1-12)
¿Cuál ha sido y cuál es nuestro camino en la vida? Tal vez ha sido, como decía el poeta, un “andar por huellas desordenadas”, por senderos que no conducen a ninguna parte, que no tienen más horizonte que este mundo, que nos cierran egoístamente sobre nosotros mismos… el camino de Jesús es el camino del amor humilde, de la oración, de la mansedumbre, de la confianza, del servicio a los demás. Como dice el papa Francisco, 
“no es el camino de mi protagonismo, es el camino de Jesús como protagonista de mi vida”. (1)

Noticias

  • El sábado 29 tuvimos un encuentro de la vida consagrada presente en nuestra Diócesis, contemplando a las “mujeres del alba”, es decir, aquellas que, con María Magdalena, fueron temprano al santo sepulcro y encontraron a Jesús Resucitado.
  • El Domingo 30, en la parroquia de San Ramón, el seminarista Sergio Genta recibió el ministerio de Acólito, paso importante en su camino al ministerio sacerdotal.
  • Ese mismo día en la tarde, se celebró en la iglesia Cristo Obrero, en Estación Atlántida, una Misa en memoria del P. Luis Díaz.
  • Hoy, domingo 7, los Obispos nos encontraremos en la Catedral de Montevideo para celebrar la Acción de Gracias por la Beatificación de Jacinto Vera. También habrá Misa de acción de Gracias en las parroquias de nuestra diócesis; en la catedral, además, veneración de las reliquias del nuevo beato.
  • El sábado 13 la parroquia San Isidro de Las Piedras celebra, en forma anticipada, su fiesta patronal. A las 16 horas, procesión y Misa que será presidida por Mons. Gianfranco Gallone, nuevo Nuncio Apostólico.
Y esto es todo por hoy. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

lunes, 1 de mayo de 2023

Palabra del Mes: “Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos” (Romanos 12,10). Movimiento de los Focolares.

La palabra de vida de este mes está sacada de la riquísima carta del apóstol Pablo a los Romanos, en la que presenta la vida cristiana como una realidad donde sobreabunda el amor, un amor gratuito e ilimitado que Dios ha derramado en nuestros corazones y que nosotros damos a nuestra vez a los demás. Para hacer más eficaz su significado, Pablo introduce dos conceptos en una única palabra, philostorgos, que reúne dos características particulares del amor que distinguen a la comunidad cristiana: el amor entre amigos y el amor familiar.

“Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos”.

Detengámonos en particular en el aspecto de la fraternidad y de la reciprocidad. Como escribe Pablo, quienes pertenecen a la comunidad cristiana se aman porque son miembros los unos de los otros (12, 5), son hermanos que tienen como única deuda el amor (cfr. 13, 8), se alegran con quienes están alegres y lloran con quienes lloran (12, 5), no juzgan ni son causa de escándalo (cfr. 14, 13).

Nuestra existencia está estrechamente ligada a la de los demás, y la comunidad es el testimonio vivo de la ley del amor que Jesús trajo a la tierra. Es un amor exigente que llega incluso hasta dar la vida los unos por los otros. Es un amor concreto, coloreado de mil expresiones, que quiere el bien del otro, su felicidad. Hace que los hermanos se realicen plenamente, que compitan en apreciar cada uno las cualidades del otro. Es un amor que mira a las necesidades de cada uno, que hace lo que sea para no dejar a nadie atrás, que nos hace responsables y activos en el ámbito de la vida social y cultural y en el compromiso político.

“Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos”.

«Mirando a las comunidades del siglo I, vemos que el amor cristiano, que se extendía indistintamente a todos, tenía un nombre, se lo llamaba filadelfia, que significa amor fraterno. En la literatura profana de la época este término se usaba para indicar el amor entre hermanos de sangre. Nunca se usaba para indicar a los miembros de una misma sociedad. Solo el Nuevo Testamento es la excepción» (1). 

Muchos jóvenes sienten la exigencia de tener 

«una relación más profunda, más sentida, más verdadera. Y el amor recíproco de los primeros cristianos tenía todas las características del amor fraterno, por ejemplo, la fuerza y el afecto» .

“Ámense cordialmente con amor fraterno, estimando a los otros como más dignos”.

Un rasgo que distingue a los miembros de esta comunidad que vive el amor recíproco es que no se cierran en sí mismos, sino que están dispuestos a afrontar los desafíos reales que se presentan en el entorno en que se desenvuelven.

J. K., serbio de nacionalidad húngara y padre de tres hijos, por fin puede permitirse adquirir una vivienda, pero a causa de un accidente no cuenta con los recursos económicos ni físicos para reformarla él solo. Entonces la comunidad de los Focolares se activa y pone en marcha el proyecto #daretocare (3) promovido por los Jóvenes por un mundo unido.

Con entusiasmo, J. K. cuenta la competición de solidaridad que se ha desencadenado para sostenerlo económicamente: 

“Han venido muchos a ayudarme, y en tres días hemos podido poner el tejado y cambiar los techos de tierra y paja por otros de yeso”. 

En las obras de rehabilitación también han colaborado económicamente varias personas de la República Checa. Un gesto que ha hecho visible la comunidad ampliada, sin importar las distancias .

Patrizia Mazzola y el equipo de la Palabra de Vida

(1) C. LUBICH, A los gen, Ciudad Nueva, Madrid 1979, p. 133.
(2) Ibid.
(3) En inglés: "dare to care"; en español: "atrévete a cuidar"
(4) Tomado y adaptado del artículo: «Serbia: construir una casa para ser casa»:
https://www.unitedworldproject.org/es/workshop/serbia-construir-una-casa-para-ser-casa/.