martes, 27 de febrero de 2024

Misa de clausura de la Misión San Francisco Javier en Decanato Piedras.

La misión San Francisco Javier es un proyecto de la Compañía de Jesús que viene realizándose desde hace años en todo el Uruguay.

Este año llegó a la Diócesis de Canelones. El proyecto abarca tres años: 2024-2026.

En el comienzo, este año, durante una semana (sábado 17 a sábado 24) 105 jóvenes uruguayos y argentinos y seis sacerdotes Jesuitas se distribuyeron en siete lugares de la Diócesis, principalmente en el Decanato Piedras: parroquia San Antonio, Rincón del Colorado, Barrio Tiscornia (La Paz), Parroquia San Adolfo y Parque Novoa (ambos en El Dorado, Municipio 18 de Mayo), Progreso y Cuchilla de Rocha, en la parroquia de Sauce.

El sábado 24 se celebró la Misa con la que se cerró la Misión. Cuatro misioneros dejaron en ella los testimonios que pueden escucharse y verse en el video. 

"Cristo es lo único que vale la pena, para no morir de verdad". P. Rafael Costa Diana SDB (1957-2024).


Homilía del P. Andrés Boone SDB, en el sepelio realizado el día 27 de febrero de 2024 en Parque del Recuerdo, ruta 5, departamento de Canelones. 
(El P. Rafael Costa falleció en la noche del domingo 25 al lunes 26.)

Nos hemos reunido para encomendar el alma de nuestro hermano Rafael en el abrazo misericordioso del Padre Dios.

Rafael nació en Montevideo el 7 de julio de 1957. El 11 de julio Don Carlos (su padre) lo inscribió en el registro civil con el nombre de su padre: Rafael.  Fue bautizado en la parroquia del Cordón.  Posteriormente Don Carlos y Doña Ester le regalaron 2 hermanas y 1 hermano que también se hizo sacerdote salesiano.  A los 30 años y después de varios años de servicios profesionales y laborales, entró en el noviciado salesiano.  Fue ordenado sacerdote el 6 de octubre de 1991, por imposición de manos de Mons. Gottardi en el Santuario Nacional de María Auxiliadora de Villa Colón.

En una entrevista después de su ordenación testimoniaba de esta forma lo vivido: 

“En la celebración sentí como que se cumplía el llamado de Dios; no como una culminación, porque es el comienzo de una nueva vida, sino como "cumplimiento del llamado". En ese momento pasaron por mi cabeza cantidad de cosas... desde la relación con Dios que tuve de niño, de la catequesis que tuve en casa con los niños de las quintas, en el Colegio… Después, esos años de separación de la celebración de la Eucaristía y de la Reconciliación, el encuentro nuevo con Dios en los sacramentos... como que se me refrescó todo lo vivido en mi niñez, la presencia muy fuerte de María. Esta imagen que tengo acá era de mi tatarabuelo y de chiquitito yo sentía como que me hablaba... siempre fue una presencia importante, una mirada que me llamó la atención... y (volviendo a la celebración) al estar ahí, frente a la imagen de María Auxiliadora en el patio del Pío un poco sentí esa mirada, pero distinta, en la madurez de la vida cristiana, que me bendecía pero al mismo tiempo me pedía fidelidad a la vida sacerdotal.

El “Rafa”, como le decíamos cariñosamente, fue en sus primeros años de sacerdote encargado de pastoral del Instituto Juan XXIII, para luego ocuparse del Colegio Nuestra Señora del Rosario en Paysandú como director, acompañando también algunas comunidades de la parroquia, prestando un servicio a la comunidad de Quebracho a solicitud del obispo. Luego, en Talleres Don Bosco se ocupó de la dirección de esta casa promoviendo la modernización de los talleres y los programas en bien de la formación de los jóvenes obreros.  En estos tiempos  ya colaboraba como Secretario Ejecutivo en el Departamento de Liturgia de la Conferencia Episcopal del Uruguay, promoviendo varias publicaciones.  A su vez colaboraba en varios servicios a nivel inspectorial, especialmente en la preparación de las semanas pascuales juveniles y otros momentos litúrgicos y de oración importantes de nuestra vida inspectorial.  Él hacía que estos momentos se disfrutaran por los signos y símbolos bien preparados.

En Evangelii Gaudium, en el numeral 167 podemos leer: 

“es bueno que toda catequesis preste una especial atención al “camino de la belleza” (Vía pulchritudinis).  Anunciar a Cristo significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo profundo. ..  todas las expresiones de verdadera belleza pueden ser reconocidas como un sendero que ayuda a encontrarse con el Señor Jesús”.

Y si bien este texto es más reciente, ya era algo que ponía en práctica el P. Rafael en la liturgia.  La belleza, la invitación a través de los signos a la interioridad y al encuentro con Cristo.  Un camino que vivió con más intensidad siendo párroco en Colón.  Un camino que no necesitaba de grandes iglesias: el P. Rafael fue capaz de hacer vivir esta belleza también en las capillas barriales.  Aquí en Las Piedras tenía un especial cuidado para los grandes momentos litúrgicos en la capilla Santo Domingo.

Los últimos meses andaba algo perdido y a veces se repetía y olvidaba algo, pero siempre preparaba con esmero la Eucaristía y disfrutaba si en las grandes celebraciones había algún signo, algún gesto... En su Facebook ha publicado como foto de portada una imagen de Cristo Resucitado de un artista de nuestro tiempo.  Y con esto Rafael expresaba, en cierta forma, por un lado el gusto de lo bello, de lo lindo del arte y por el otro lado su fe en la Resurrección

En una entrevista, a poco de ser ordenado, le solicitaron una frase para terminar, y él respondía: 

La de Juan XXIII. En estos años pensé mucho en mi relación personal con el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo y uno va descubriendo cómo ese Jesús que ama tanto al Padre es lo único que fue capaz de dar esa fuerza de amor que es el Espíritu Santo; presencia viva de Cristo en el mundo. la frase es: "Cristo es el único camino para no perderse, la única verdad para no errar, y la única vida para no morirse y Cristo es lo único que vale la pena, para no morir de verdad”.

¡Cuántos buenos momentos vividos a tu lado! ¡Cuánto apoyo en varios momentos de la vida comunitaria! ¡Cuántas palabras al oído sobre cómo ser mejor persona y ayudar a tanta gente que necesita una palabra de apoyo! 

¡Seguro que la Auxiliadora y Don Bosco lo están recibiendo en el paraíso para celebrar la liturgia eterna!



viernes, 23 de febrero de 2024

“Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo”. (Marcos 9,2-10). II Domingo de Cuaresma.

Avanzamos en nuestro camino de Cuaresma, preparándonos a la Semana Santa, celebración del gran misterio de la fe cristiana: la Pascua; la muerte y resurrección de Cristo.

El domingo pasado escuchamos al evangelista Marcos decirnos, muy escuetamente, que “el Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde fue tentado por Satanás durante cuarenta días”. El pasaje concluye con un breve resumen de la predicación de Jesús, en el que destaca la palabra: “conviértanse”; un llamado que tiene especial significación en la Cuaresma. Convertirse, cambiar de mentalidad, cambiar de vida, dejar de hacer el mal y caminar por la vida como Jesús, que “pasó haciendo el bien”.

Este domingo nos lleva a otro escenario. Dejamos el lago de Galilea, donde Jesús comenzó a predicar y llamó a sus primeros discípulos, y nos trasladamos a un monte, que suele identificarse con el Tabor. 

Jesús ha provocado un desconcierto entre sus discípulos, porque…
… comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días (Marcos 8,31)
La fama de Jesús estaba creciendo. La gente estaba convencida de que Él era el Mesías… pero el Mesías que ellos esperaban: un liberador del dominio de los romanos. Jesús, en cambio, se identifica con el Servidor de Dios, el Siervo sufriente, anunciado por el profeta Isaías, que llega para salvar, no sólo al Pueblo elegido, sino a toda la humanidad por medio de su sacrificio redentor.

La incomprensión de la gente respecto a la misión de Jesús y la confusión de sus propios discípulos, que no entienden qué sentido tiene un Mesías maltratado y condenado a muerte, llevan a Jesús a tomar una decisión:
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos.
Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. (Marcos 9,2-3)
¿Por qué hace eso Jesús? La Iglesia nos lo explica en el prefacio de este domingo:
Él mismo, después de anunciar su muerte a los discípulos
les reveló el esplendor de su gloria en la montaña santa,
para que constara, con el testimonio de la Ley y los Profetas,
que, por la pasión, debía llegar a la gloria de la resurrección.
(Prefacio del II domingo de Cuaresma)
Jesús quiso mostrar a sus discípulos una anticipación de su gloria, la que llegará a tener después de la resurrección, para fortalecerlos en la fe y animarlos a seguirlo por el camino de la cruz.

Esta expresión: Jesús “se transfiguró”, que da nombre al episodio de “la transfiguración”, aparece en el evangelio de Marcos y también en el de Mateo. Lucas cuenta el mismo episodio, pero no utiliza ese verbo. Hablando de Jesús, Lucas dice que…
… su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. (Lucas 9,28-29)
El verbo “transfigurar” aparece dos veces más en el Nuevo Testamento, en dos cartas de San Pablo. En la segunda carta a los Corintios, el apóstol dice:
Nosotros, en cambio, con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen con un esplendor cada vez más glorioso, por la acción del Señor, que es Espíritu. (2 Corintios 3,18)
Bastante denso lo que dice san Pablo, pero vamos a tratar de entenderlo. No está hablando de lo que pasó con Jesús, sino de lo que va a pasar con nosotros, creyentes, si perseveramos en la fe. Más aún, no solo que va a pasar, en un futuro, sino que, de alguna manera ya está pasando. San Pablo habla en tiempo presente: “somos transfigurados”. Somos transfigurados a la imagen del Señor; pero es un proceso, es decir, nos vamos configurando con Él, vamos entrando en su Gloria.

Mateo dice que el rostro de Jesús “resplandecía como el sol”; Lucas dice que “su rostro cambió de aspecto”. En la transfiguración, el rostro de Jesús refleja la Gloria del Padre y, a la vez, resplandece en Él su Gloria como Hijo de Dios.
Pablo dice que nosotros “reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor”.
Esa es la meta del camino cuaresmal; más aún, es la meta de nuestra vida: participar en la gloria de Cristo. La transfiguración de Jesús muestra anticipadamente su resurrección, anuncia su resurrección; pero también anuncia la nuestra. Contemplar a Jesús transfigurado es contemplar el destino al que está llamado todo ser humano.

Decíamos que el verbo transfigurar aparece también en otra carta de Pablo, la carta a los Romanos:
No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto. (Romanos 12,2)
Porque puede sonar raro leer “transfigúrense”, el traductor al español prefirió, por claridad, “transfórmense interiormente”. Pero en el original  griego, el verbo es el mismo que se traduce como “transfigurar, transfigurarse”.

Entonces, podríamos decir que para poder ser transfigurados y participar en la Gloria de Dios, en su vida divina, nosotros tenemos que transfigurar nuestra conducta. Eso es obra de Dios, pero también obra nuestra, en la medida en que libremente elegimos a Dios y cumplimos lo que el Padre nos pide en el Evangelio de hoy:
«Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo.» (Marcos 9,7)
Escuchar a Jesús para conocer la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto y realizarlo en nuestra vida, poniendo en práctica la Palabra.

Gracias, amigas y amigos, por escuchar conmigo la Palabra de Dios. Animémonos unos a otros a ponerla en práctica y que para esto, nos bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

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jueves, 22 de febrero de 2024

Misión "San Francisco Javier", Diócesis de Canelones 2024-2026






Desde hace muchos años, la Compañía de Jesús convoca a jóvenes, alumnos y exalumnos de colegios, universitarios de Argentina y Uruguay, para llevar adelante en una diócesis un proyecto misionero de tres años, que lleva el nombre de "San Francisco Javier", el gran misionero jesuita.

Después de haber recorrido las demás diócesis de Uruguay, el año pasado se ofreció este servicio a la Diócesis de Canelones.

La propuesta fue recibida con entusiasmo por el Decanato Piedras (La Paz, Las Piedras, 18 de Mayo, Progreso) y la parroquia de Sauce.

Es así que el sábado 17 de febrero, ciento cinco jóvenes uruguayos y argentinos, junto a un grupo de sacerdotes jesuitas llegaron a Las Piedras, desde donde se distribuyeron en grupos de quince a los siete lugares de misión.

El lanzamiento de la Misión se dio con la Misa presidida por Mons. Heriberto en la parroquia de San Isidro, el sábado 17.

Los jesuitas que acompañan a los jóvenes misioneros en los diferentes sitios son el Padre provincial, Rafael Velasco (La Paz), el P. Guillermo Blasón en la capilla de Cuchilla de Rocha (parroquia de Sauce), el P. Germán Guidi (El Dorado, donde hay dos grupos: uno en la parroquia San Adolfo y otro en diferente lugar), el P. Oscar Freites (Progreso), el P. Beto Michelena (Rincón del Colorado, capilla de la Parroquia San Antonio de Las Piedras) y el P. Álvaro Pacheco (Parroquia San Antonio).

El cierre de la Misión será con la celebración de la Eucaristía el sábado 24 (en principio, a las 19 horas, en la parroquia San Isidro).

domingo, 18 de febrero de 2024

Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma de 2024. «A través del desierto Dios nos guía a la libertad».

Queridos hermanos y hermanas:

Cuando nuestro Dios se revela, comunica la libertad: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Así se abre el Decálogo dado a Moisés en el monte Sinaí. El pueblo sabe bien de qué éxodo habla Dios; la experiencia de la esclavitud todavía está impresa en su carne. Recibe las diez palabras de la alianza en el desierto como camino hacia la libertad. Nosotros las llamamos “mandamientos”, subrayando la fuerza del amor con el que Dios educa a su pueblo. La llamada a la libertad es, en efecto, una llamada vigorosa. No se agota en un acontecimiento único, porque madura durante el camino. Del mismo modo que Israel en el desierto lleva todavía a Egipto dentro de sí ―en efecto, a menudo echa de menos el pasado y murmura contra el cielo y contra Moisés―, también hoy el pueblo de Dios lleva dentro de sí ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar. Nos damos cuenta de ello cuando nos falta esperanza y vagamos por la vida como en un páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual encaminarnos juntos. La Cuaresma es el tiempo de gracia en el que el desierto vuelve a ser ―como anuncia el profeta Oseas― el lugar del primer amor (cf. Os 2,16-17). Dios educa a su pueblo para que abandone sus esclavitudes y experimente el paso de la muerte a la vida. Como un esposo nos atrae nuevamente hacia sí y susurra palabras de amor a nuestros corazones.

El éxodo de la esclavitud a la libertad no es un camino abstracto. Para que nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la realidad. Cuando en la zarza ardiente el Señor atrajo a Moisés y le habló, se reveló inmediatamente como un Dios que ve y sobre todo escucha: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel» (Ex 3,7-8). También hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Preguntémonos: ¿nos llega también a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve? Muchos factores nos alejan los unos de los otros, negando la fraternidad que nos une desde el origen.

En mi viaje a Lampedusa, ante la globalización de la indiferencia planteé dos preguntas, que son cada vez más actuales: «¿Dónde estás?» (Gn 3,9) y «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9). El camino cuaresmal será concreto si, al escucharlas de nuevo, confesamos que seguimos bajo el dominio del Faraón. Es un dominio que nos deja exhaustos y nos vuelve insensibles. Es un modelo de crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra, el aire y el agua, pero también las almas. Porque, si bien con el bautismo ya ha comenzado nuestra liberación, queda en nosotros una inexplicable añoranza por la esclavitud. Es como una atracción hacia la seguridad de lo ya visto, en detrimento de la libertad.

Quisiera señalarles un detalle de no poca importancia en el relato del Éxodo: es Dios quien ve, quien se conmueve y quien libera, no es Israel quien lo pide. El Faraón, en efecto, destruye incluso los sueños, roba el cielo, hace que parezca inmodificable un mundo en el que se pisotea la dignidad y se niegan los vínculos auténticos. Es decir, logra mantener todo sujeto a él. Preguntémonos: ¿deseo un mundo nuevo? ¿Estoy dispuesto a romper los compromisos con el viejo? El testimonio de muchos hermanos obispos y de un gran número de aquellos que trabajan por la paz y la justicia me convence cada vez más de que lo que hay que denunciar es un déficit de esperanza. Es un impedimento para soñar, un grito mudo que llega hasta el cielo y conmueve el corazón de Dios. Se parece a esa añoranza por la esclavitud que paraliza a Israel en el desierto, impidiéndole avanzar. El éxodo puede interrumpirse. De otro modo no se explicaría que una humanidad que ha alcanzado el umbral de la fraternidad universal y niveles de desarrollo científico, técnico, cultural y jurídico, capaces de garantizar la dignidad de todos, camine en la oscuridad de las desigualdades y los conflictos.

Dios no se cansa de nosotros. Acojamos la Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Es tiempo de conversión, tiempo de libertad. Jesús mismo, como recordamos cada año en el primer domingo de Cuaresma, fue conducido por el Espíritu al desierto para ser probado en su libertad. Durante cuarenta días estará ante nosotros y con nosotros: es el Hijo encarnado. A diferencia del Faraón, Dios no quiere súbditos, sino hijos. El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud. En Cuaresma, encontramos nuevos criterios de juicio y una comunidad con la cual emprender un camino que nunca antes habíamos recorrido.

Esto implica una lucha, que el libro del Éxodo y las tentaciones de Jesús en el desierto nos narran claramente. A la voz de Dios, que dice: «Tú eres mi Hijo muy querido» (Mc 1,11) y «no tendrás otros dioses delante de mí» (Ex 20,3), se oponen de hecho las mentiras del enemigo. Más temibles que el Faraón son los ídolos; podríamos considerarlos como su voz en nosotros. El sentirse omnipotentes, reconocidos por todos, tomar ventaja sobre los demás: todo ser humano siente en su interior la seducción de esta mentira. Es un camino trillado. Por eso, podemos apegarnos al dinero, a ciertos proyectos, ideas, objetivos, a nuestra posición, a una tradición e incluso a algunas personas. Esas cosas en lugar de impulsarnos, nos paralizarán. En lugar de unirnos, nos enfrentarán. Existe, sin embargo, una nueva humanidad, la de los pequeños y humildes que no han sucumbido al encanto de la mentira. Mientras que los ídolos vuelven mudos, ciegos, sordos, inmóviles a quienes les sirven (cf. Sal 115,8), los pobres de espíritu están inmediatamente abiertos y bien dispuestos; son una fuerza silenciosa del bien que sana y sostiene el mundo.

Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerse. Detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido. El amor a Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura, de vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan. Entonces el corazón atrofiado y aislado se despertará. Por tanto, desacelerar y detenerse. La dimensión contemplativa de la vida, que la Cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuevas energías. Delante de la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los demás con nueva intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud.

La forma sinodal de la Iglesia, que en estos últimos años estamos redescubriendo y cultivando, sugiere que la Cuaresma sea también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de los invisibles o los despreciados. Invito a todas las comunidades cristianas a hacer esto: a ofrecer a sus fieles momentos para reflexionar sobre los estilos de vida; a darse tiempo para verificar su presencia en el barrio y su contribución para mejorarlo. Ay de nosotros si la penitencia cristiana fuera como la que entristecía a Jesús. También a nosotros Él nos dice: «No pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan» (Mt 6,16). Más bien, que se vea la alegría en los rostros, que se sienta la fragancia de la libertad, que se libere ese amor que hace nuevas todas las cosas, empezando por las más pequeñas y cercanas. Esto puede suceder en cada comunidad cristiana.

En la medida en que esta Cuaresma sea de conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá un estremecimiento de creatividad; el destello de una nueva esperanza. Quisiera decirles, como a los jóvenes que encontré en Lisboa el verano pasado: «Busquen y arriesguen, busquen y arriesguen. En este momento histórico los desafíos son enormes, los quejidos dolorosos —estamos viviendo una tercera guerra mundial a pedacitos—, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo de un gran espectáculo. Y hace falta coraje para pensar esto» (Discurso a los universitarios, 3 agosto 2023). Es la valentía de la conversión, de salir de la esclavitud. La fe y la caridad llevan de la mano a esta pequeña esperanza. Le enseñan a caminar y, al mismo tiempo, es ella la que las arrastra hacia adelante.[1]

Los bendigo a todos y a vuestro camino cuaresmal.

Roma, San Juan de Letrán, 3 de diciembre de 2023, I Domingo de Adviento.

FRANCISCO

[1] Cf. Ch. Péguy, El pórtico del misterio de la segunda virtud, Madrid 1991, 21-23.

jueves, 15 de febrero de 2024

“Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían” (Marcos 1,12-15). 1er. Domingo de Cuaresma.

El miércoles pasado, miércoles de ceniza, comenzamos el tiempo de Cuaresma, todavía en el calor del verano y al ritmo del carnaval.

En el primer domingo de Cuaresma de cada año escuchamos el relato de las tentaciones de Jesús. Tanto Mateo como Lucas nos presentan un relato completo, con las tres grandes tentaciones que Satanás le presenta a Jesús.
En cambio, Marcos, al que leemos hoy, es sumamente sobrio:
El Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. (Marcos 1, 12-15)
Y eso es todo. Lo demás, lo conocemos por los otros evangelios. Pero Marcos agrega un detalle un poco extraño, que a veces pasamos por alto. Dice el evangelista, refiriéndose a Jesús:
“Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.” (Marcos 1, 12-15)
Fieras y ángeles. Una extraña combinación. Veamos primero lo de los ángeles.
En el relato de las tentaciones que nos traen Mateo y Lucas, el demonio lleva a Jesús a lo alto del templo y le dice “Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo” y, le cita palabras de la Escritura.
«… porque está escrito: "Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra"» (Mateo 4,6 cf. Lucas 4,10-11 citando el salmo 91,12)
Como vemos, el tentador le asegura a Jesús que Dios dispondrá de los ángeles para ayudarlo.
Recordamos la respuesta del Maestro:
«También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios"» (Mateo 4,7 cf. Lucas 4,12)
Al final del relato de las tentaciones, Mateo dice algo que nos ayuda a entender lo que tan escuetamente dice Marcos:
Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo. (Mateo 4,11)
Lo que el demonio utilizó como instrumento para su intento de engaño, se hace realidad. Los ángeles sirven al hijo de Dios, después de su triunfo sobre Satanás.

Pero Lucas le da otro giro a la historia. Al terminar el relato de las tentaciones, Lucas dice:
Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno. (Lucas 4,13)
En otras palabras: “continuará”, como decían las entregas de contenido por episodios. El momento oportuno será el de la oración del Huerto. Allí Jesús enfrenta la última tentación y vence reafirmando su decisión de hacer la voluntad del Padre. Terminada esa lucha interior, nos dice Lucas:
Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba. (Lucas 22,43)
Ángeles y demonios, buenos y malos espíritus, nos hablan de un mundo espiritual, invisible, de fuerzas que se enfrentan dentro de nosotros. Los demonios, en su desesperación destructora. Los ángeles, al servicio de la obra creadora del Padre, sosteniéndonos y confortándonos. Estos pasajes del evangelio, relacionados con las tentaciones de Jesús nos invitan a tomar en serio ese mundo, sin horrorizarnos ni exaltarnos. Simplemente, tomarlo en serio, aprendiendo a contar con la ayuda de los espíritus amigos que tantas veces mencionamos e invocamos en las oraciones y en la liturgia.

¿Qué pasa con las fieras? Cuando decimos fieras, no hablamos de cualquier animal. Hablamos de animales que son para nosotros una amenaza. En la Divina Comedia el poeta Dante representa tres grandes tentaciones que se le presentan en mitad del camino de la vida, bajo la forma de tres fieras: la pantera, el león y la loba. El hombre no vive entre las fieras: allí no podría sobrevivir. Entonces, ¿Qué quiere decir que Jesús “vivía entre las fieras”?

Algo nos sugiere la primera lectura, del libro del Génesis. Allí se presenta la alianza de Dios con Noé, el hombre que construyó el arca en la que se salvó del diluvio no solo la familia humana, sino también el mundo de los animales, entre los que se menciona “los pájaros, el ganado y las fieras salvajes”. Dice Dios:
«Yo establezco mi alianza con ustedes, con sus descendientes, y con todos los seres vivientes que están con ustedes: con los pájaros, el ganado y las fieras salvajes; con todos los animales que salieron del arca, en una palabra, con todos los seres vivientes que hay en la tierra. » (Génesis 9,8-15)
Jesús, viviendo entre las fieras, significa la plena reconciliación de la creación en Dios. 
Es una imagen que anticipa el fin de los tiempos, donde el Mesías establecerá la paz, como anuncia el profeta Isaías:
El lobo habitará con el cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el ternero y el cachorro de león pacerán juntos, y un niño pequeño los conducirá (Isaías 12,6)
La alianza de Dios con Noé y con la creación no establece todavía ese orden definitivo. Las fieras seguirán siendo fieras; es Dios quien se compromete a no destruir lo que ha creado.
Jesús, viviendo entre las fieras y servido por los ángeles, es la imagen de la humanidad reconciliada con Dios y con la creación.

Habiendo vencido al tentador y habiendo experimentado el consuelo de la presencia de los ángeles y del amansamiento de las fieras, Jesús vuelve, fortalecido, a su misión:
Después que Juan Bautista fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia.»  (Marcos 1, 12-15)
“Conviértanse” es la palabra que resuena especialmente para nosotros en este tiempo de Cuaresma. Para la conversión, nos ayuda examinar nuestra conciencia de forma que podamos ver lo que está mal en nuestra vida, lo que tenemos que esforzarnos en cambiar; pero, junto a eso, y más todavía, nos anima la cercanía de Dios, la Buena Noticia de su Reino, de su presencia.

Contemplando a Jesús al final de esos cuarenta días de desierto, miramos hacia el final de nuestro propio camino de Cuaresma, esperando unirnos a su pasión y resurrección, es decir, a su Pascua.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Buen camino de Cuaresma y que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

miércoles, 14 de febrero de 2024

Para vivir esta Cuaresma. (Homilía en la parroquia San Miguel de los Santos, Madrid, miércoles de ceniza)

Queridos hermanos y hermanas:

“Convocad a la asamblea, reunid a la gente”, dice el Señor, por boca del profeta Joel. Y aquí estamos: hemos respondido a ese llamado y estamos reunidos para emprender juntos el camino de la Cuaresma, con la imposición de las cenizas.

Cada uno de nosotros ha de tener sus propios motivos para pedir perdón, para hacer penitencia. Es que nadie escapa en su vida a la realidad del pecado, lo quiera reconocer o no.

El pecado, en sus muchas formas y en sus diferentes niveles de gravedad, daña, rompe, la relación de cada uno de nosotros con Dios, con sus hermanos, consigo mismo y con la Creación.

La relación con Dios. Nuestras faltas nos alejan del Padre: rompen o al menos debilitan nuestra filiación, es decir, nuestra relación amorosa de hijos e hijas con el Padre Dios, ante quien, como dice San Pablo, hemos de doblar nuestras rodillas, pues de él “procede toda paternidad” (cf. Efesios 3,14-15).

La relación fraterna. Nuestros pecados dañan, deterioran o aún rompen, nuestra fraternidad, nuestros vínculos de hermanos y hermanas llamados a vivir en el amor. Destrozan los puentes de solidaridad. A una comunidad fragmentada por las rivalidades, escribe san Pablo: “que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Corintios 1,10)

Con nosotros mismos. Nuestras faltas nos dividen interiormente. Se instala dentro de nosotros el conflicto de quien quiere servir de corazón al Señor, pero al mismo tiempo se confronta con su debilidad, sus incoherencias, sus caídas. Como decía el apóstol: “no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero” (Romanos 7,19).

Con la Creación. Nuestros yerros dañan también el resto de la Creación, nuestra Casa Común, con todas las demás criaturas; nos enfrenta a esta tierra que hemos sido llamados a cultivar y cuidar. Esta “creación que gime” -y cito de nuevo a San Pablo- “aguardando la manifestación de los hijos de Dios” (Romanos 8,19).

Frente a esa realidad de ruptura, de división, que en mayor o menor medida está presente en nuestra vida; frente a esa manera de actuar que se opone al proyecto del Padre, el tiempo de Cuaresma nos llama a acercarnos comunitariamente a Dios, aceptando los caminos que se nos ofrecen para volvernos, de corazón, a Él y a los hermanos.

Cada uno de nosotros puede hacer “en lo secreto”, como nos lo propone Jesús en el Evangelio de hoy, esos gestos que pautan un camino de conversión: privarnos del alimento, intensificar la oración, compartir nuestros bienes con los hermanos más necesitados.

Sin embargo, recibir juntos, públicamente, estas cenizas, como signo de penitencia, nos ayuda a recorrer solidariamente el camino de conversión. También aquí nos exhorta San Pablo: “Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6,2).

Obrando de esa manera, no estaremos solos en el camino, porque no sólo el Señor nos acompaña, sino porque caminaremos juntos, como hermanos, como Pueblo suyo, como familia suya a la que Él ha venido a salvar.

En estos próximos domingos, Jesús será nuestro guía. (I) Él nos fortalecerá para que podamos vencer al maligno y crecer en fidelidad al proyecto del Padre. (II) Junto a los discípulos, subiremos con Jesús al monte de la transfiguración para contemplar su rostro glorioso y escuchar con Él la voz del Padre. (III) Lo contemplaremos purificando el templo y confiaremos en ser también nosotros purificados, esperando que esta vez no deba él usar el látigo. (IV) Reconoceremos el don del Padre, que ha entregado a su propio Hijo por nosotros y por nuestra salvación, por la salvación del mundo. (V) Renovaremos nuestra esperanza en la Resurrección, contemplando el grano de trigo que cae en tierra y muere para dar muchos frutos.

Que a través de la penitencia y la práctica de las buenas obras, nos mantengamos fieles a los mandamientos del Señor, para llegar interiormente renovados y consolidados como comunidad a celebrar juntos las fiestas de Pascua. Así sea.


martes, 13 de febrero de 2024

Hna. Teresita (Herminia Grzybovoki Panto), Misionera de la Caridad (Q.E.P.D.)

La Hermana Teresita, MC, de congregación fundada por Santa Teresa de Calcuta falleció el 12 de febrero de 2024, a las 17:04.

Teresita fue su nombre como religiosa. En la vida civil se llamaba Herminia Grzybovoki Panto. Nació en Montevideo el 15 de diciembre de 1931 y recibió el Bautismo en la misma ciudad, el 3 de octubre de 1942. 

En enero de 1980 ingresó a la congregación. Realizó su misión en nuestra región: Uruguay, Paraguay, Chile y Argentina, aunque la mayor parte de su vida estuvo en Uruguay. Conoció a la fundadora, Madre Teresa.

Única uruguaya de la congregación, en los últimos años formó parte de la comunidad del Hogar San José, en 18 de Mayo, Canelones. Desde diciembre del año pasado su salud se fue deteriorando. En enero estuvo internada en el Hospital de Canelones por 18 días y luego volvió a la casa de la comunidad.

En los últimos años, más de una vez su estado de salud la llevó a pedir y a recibir la Unción de los Enfermos. En esas situaciones manifestó su deseo de llegar a la Casa del Padre: "allí seré más útil que aquí", decía. Contamos con su intercesión para que otras uruguayas se sientan llamadas a ingresar a las Misioneras de la Caridad y por todas las vocaciones que tanto necesita nuestra Diócesis.

La Misa en sufragio de su alma se celebrará hoy, a las 15 horas, en la parroquia Medalla Milagrosa de 18 de Mayo y será presidida por el Cardenal Daniel Sturla.

Las Misioneras de la Caridad en Uruguay han manifestado su agradecimiento por el acompañamiento en la oración de sacerdotes, religiosas y laicos de nuestra Diócesis.

Saludo de Mons. Heriberto

Queridas hermanas: desde Madrid les hago llegar mi saludo con motivo del fallecimiento de la Hermana Teresita.
Me uno a Uds. y a todos los fieles presentes en la acción de gracias por su vida de entrega en el carisma de las Misioneras de Caridad y a la oración por su eterno descanso.
Seguramente ella intercederá por la Iglesia que peregrina en Uruguay, para que surjan nuevas vocaciones para las Misioneras de la Caridad y para nuestras comunidades, en las distintas formas en que el Señor sigue llamando a una especial consagración y entrega.
Que el Señor las bendiga a Ustedes y a todos los presentes.
+Heriberto, Obispo de Canelones.


domingo, 11 de febrero de 2024

Caminante del Espíritu: Mama Antula, la nueva santa argentina, canonizada hoy.

María Antonia de Paz y Figueroa nació en 1730, en la actual provincia de Santiago del Estero y falleció en Buenos Aires, el 7 de marzo de 1799. "Mama Antula" la llamaba la gente de habla quechua, en la que se contaban muchos niños que recibieron de ella la catequesis.

Fue lo que llamaríamos "laica consagrada", vinculada a la Compañía de Jesús.

Cuando en 1767 los Jesuitas fueron expulsados de España y sus territorios, ella promovió la continuación de los Ejercicios Espirituales con la colaboración de sacerdotes de otras órdenes.

Recorrió a pie, descalza, más de 5.000 kilómetros, promoviendo la realización de Ejercicios Espirituales. En Buenos Aires reunió los fondos para construir la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, que todavía existe. Estuvo también en la Banda Oriental, en Montevideo y Colonia.

El Papa Francisco la ha llamado "caminante del Espíritu".

La postuladora de la causa, Silvia Correale, desarrolla varios aspectos de la vida de la nueva santa, en esta entrevista del uruguayo Sebastián Sansón para el programa Estudio 9 de Radio Vaticana y Vatican News.



viernes, 9 de febrero de 2024

Hna. María Claudia de la Peña, CPCR. (Q.E.P.D.)

Falleció hoy la Hna. Claudia, de las Cooperatrices Parroquiales de Cristo Rey, quien estuvo mucho tiempo junto con la Hna. María Elisa en Villa Guadalupe, Canelones, desde donde trabajó mucho en la Pastoral Bíblica y en los Ejercicios Espirituales, dejando imborrable huella en quienes la conocieron.

La Hermana Claudia nació el 8 de mayo de 1945 y falleció hoy, 9 de febrero de 2024, en la ciudad de Salto, Uruguay, donde formaba parte de la comunidad CPCR de la Casa San José.

Recordamos con gratitud su generosa entrega al servicio del Señor y de los hermanos y nos unimos a la oración de su familia CPCR y de todos quienes la recuerdan hoy con cariño.



jueves, 8 de febrero de 2024

Gruta de Lourdes: santuario diocesano de Canelones, en el paraje Echeverría. Programa del 11 de febrero de 2024.


11 de Febrero 2024: Santuario Diocesano Gruta de Lourdes, Echeverría, Canelones

08:30 Santo Rosario;
09:00 Santa Misa;

11:30 Santo Rosario;
12:00 Santa Misa.

18:30 Procesión
19:00 Santa Misa.

Durante toda la jornada habrá Sacerdotes disponibles para confesiones y bendiciones.

En los salones: venta de artículos religiosos y ropa, así como alimentos preparados por las Hermanas
Clarisas Capuchinas Sacramentarias.


«Si quieres, puedes purificarme» (Marcos 1, 40-45). VI domingo durante el año. Jornada Mundial del Enfermo. Ntra. Sra. de Lourdes.



Amigas y amigos: todavía estoy por Italia, pero me traje el video que están viendo a mi alrededor, porque este lugar, que siempre es significativo, lo es especialmente el 11 de cada mes y, señaladamente, cada 11 de febrero, como hoy. Se trata de la Gruta de Lourdes de Echeverría, junto al monasterio de las Hermanas Clarisas Capuchinas Sacramentarias. Hoy se celebrarán aquí tres Misas en distintos momentos del día.
También hoy celebra su fiesta patronal la parroquia Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes, en estación Atlántida, así como unas siete capillas de otras tantas parroquias.
Vaya entonces, para quienes se congreguen hoy en la Gruta y en las fiestas patronales de Atlántida y de las capillas, un cordial saludo y, para todos, el deseo de que por la intercesión de María obtengamos las gracias que necesitamos.

Las apariciones de Lourdes, 1858

Mientras en Uruguay estamos en verano, en el hemisferio norte campea el invierno. El 11 de febrero de 1858, en una población de los Pirineos franceses, tuvo lugar un acontecimiento que hasta hoy repercute en todo el mundo católico y aún más allá de él.
Bernardita Soubirous, joven hija de un matrimonio muy humilde, que estaba atravesando un penoso momento económico, estaba con unas amigas buscando leña cuando llegó hasta la gruta de Massabielle, ubicada junto al Gave de Lourdes, uno de los torrentes que bajan de las montañas.
Allí vio a una señora vestida de blanco. No segura de lo que veía, que era sumamente extraño, se restregó los ojos. Luego preguntó a sus compañeras si habían visto algo. Ellas le dijeron que no. Bernardita buscó la ayuda de Dios rezando el rosario y luego, la de la Iglesia, hablando en confesión con su párroco, tratando de entender lo que se había presentado ante sus ojos.
Así comenzaron las apariciones de Lourdes, de las cuales Bernardita, a quien hoy veneramos como santa, fue privilegiada vidente.
Las apariciones se extendieron hasta el 16 de julio de ese año, a veces con la presencia de miles de personas, que escuchaban lo que la jovencita describía.
En una de las apariciones, la dama vestida de blanco, hablando a Bernardita en el dialecto de la región, se presentó diciendo: “yo soy la Inmaculada Concepción”.

La fe en la Inmaculada Concepción de María estaba presente desde hacía siglos en el Pueblo de Dios; pero no hacía mucho que el Papa Pío IX, reconociendo esa fe de la Iglesia, había proclamado el dogma de la Inmaculada: es decir, que la Santísima Virgen, desde su concepción, fue preservada inmune de toda mancha de pecado. El dogma había sido declarado parte de la fe de la Iglesia el 8 de diciembre de 1856. Todavía no habían pasado cuatro años, cuando ocurrieron las apariciones.

Como ha sucedido con muchos videntes, el testimonio de Bernardita fue cuidadosamente examinado por la Iglesia. También hubo algunas intervenciones de autoridades civiles locales.
El Obispo de la Diócesis de Tarbes (hoy diócesis de Tarbes y Lourdes) se convenció apreciando la serenidad de Bernardita, en medio de todas las presiones, incluso mediáticas, que la rodeaban y viendo el sentido común y la ausencia de exaltación de la jovencita y el hecho de que las apariciones no dependían de ella, pues habían ocurrido sin que ella las esperase. Entre las frases de Bernardita que quedaron escritas en el proceso, se recuerda su respuesta al escéptico comisario Jacomet: “estoy encargada de decírselo, no de hacérselo creer” y su indicación sobre el relato, ante quienes agregaban cosas que ella no había dicho: “Cuanto más sencillo se escriba será mejor”. 

Son millones los peregrinos que han pasado desde entonces por el Santuario, confiándose a la intercesión de María. Muchos han sido los milagros debidamente certificados y tal vez muchos más habrán sucedido sin que quede registro de ellos. La devoción a esta advocación mariana se extendió rápidamente por el mundo y llegó al Uruguay.

La devoción a Nuestra Señora de Lourdes en Uruguay

La región de los Pirineos donde se encuentra Lourdes es conocida históricamente como la Bigurdia, en francés, la Bigorre. Hacia el oeste está el Bearn y más al oeste, ya sobre el golfo de Vizcaya, la parte francesa del país vasco. En el siglo XIX Uruguay recibió mucha inmigración proveniente de Francia, especialmente de esa zona. Los inmigrantes eran identificados genéricamente como “vascos franceses”, aunque había también muchos bearneses y bigurdianos.

Quienes ya se encontraban en el Uruguay en el año de las apariciones, fueron conociendo la noticia a través de sus familiares de Francia, con los que seguían en contacto. Los que llegaron después trajeron más noticias y la devoción a Nuestra Señora de Lourdes se fue extendiendo.

Nuestro beato Jacinto Vera, ya obispo, pero todavía vicario apostólico del Uruguay, visitó la gruta de las apariciones en 1867, durante un viaje a Europa. Por encima de la gruta se estaba construyendo el primer santuario, la basílica de la Inmaculada Concepción. Las obras concluyeron en 1871 y la iglesia fue consagrada en 1876. Otras construcciones se agregaron después, incluyendo la basílica llamada “inferior”, por estar debajo de la primera y la dedicada a San Pío X, la subterránea.

La Iglesia de Lourdes en Montevideo

Según cuenta el P. Fabián Silveira en su libro sobre la Iglesia de Lourdes en Montevideo, en el mismo año 1876, miembros de la familia Jackson Errazquin donaron a la Iglesia Matriz un terreno para que se construyera una iglesia “bajo la advocación de Nuestra Señora de Lourdes”. En 1882 se inició la construcción del templo, hoy sede parroquial a la entrada de la Ciudad Vieja de Montevideo. Se inauguró el 8 de diciembre de 1886.

La Gruta de Lourdes de Av. de las Instrucciones, Montevideo

Más reciente es la historia de la Gruta ubicada en Avenida de las Instrucciones, también en Montevideo. En 1940 el empresario textil Steverlinckx donó un extenso terreno para la construcción de una escuela para los niños del barrio. En ese predio se construyó la Gruta, buscando con empeño reproducir la gruta de Massabielle. El nuevo santuario fue inaugurado en 1947 por el Cardenal Barbieri.

La Gruta de Echeverría, Canelones.

Y en la diócesis de Canelones tenemos nuestra propia gruta, aquí, donde estamos, inaugurada el 8 de diciembre de 1971 por Mons. Orestes Nuti y declarada santuario diocesano por Mons. Orlando Romero, el 11 de febrero de 2008.

Jornada Mundial del Enfermo

El 11 de febrero es también el día en que se celebra la jornada mundial del enfermo, instituida en 1992 por san Juan Pablo II. La elección de la fecha no es casual: como ya dijimos, millones de peregrinos pasan año tras año por Lourdes, y muchas de sus peticiones a la Virgen están relacionadas con situaciones de enfermedad propias o de seres queridos.

"Si quieres, puedes purificarme"

Hoy, el evangelio del VI domingo durante el año nos presenta la curación de un leproso.
Pidamos al Señor, por la intercesión de nuestra Señora de Lourdes, la sanación no solo de nuestras dolencias físicas, sino, sobre todo, de las enfermedades que afectan nuestro interior, las heridas que nos apartan de Dios y de nuestros hermanos.
Digamos al Señor, junto con el leproso del evangelio, esa palabra de fe que motiva la intervención de Jesucristo: «Si quieres, puedes purificarme».

Comienza la Cuaresma

El próximo miércoles es Miércoles de ceniza, comienzo del tiempo de Cuaresma, un tiempo más que propicio para buscar al Señor y pedirle que nos limpie de todas nuestra faltas, sane nuestras heridas y nos conduzca por el camino de la Vida verdadera, que Él ha venido a traernos.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

viernes, 2 de febrero de 2024

Sacerdotes veroneses que estuvieron en la Diócesis de Salto

Juan Bendinelli, Luigi Verzé, José Turri,
Octavio Todeschini, Zenón Carazzollo y Juan Barlottini

El Monte Baldo

Del lunes 29 al martes 30 de enero, visité la "Comunidad de la Ascensión", en Rosaro, provincia de Verona, en el norte de Italia.

Esa pequeña comunidad está formada por tres sacerdotes que estuvieron como misioneros "Fidei Donum" en la Diócesis de Salto. Son los Padres Ottavio Todeschini, Luigi Verzé y Zenón Carazzollo.

Ya retirados de la responsabilidad de párrocos, tienen en esa casa un lugar para la vida fraterna, la oración, la acogida a quienes buscan un tiempo de retiro, de acompañamiento espiritual o de celebración de la reconciliación y colaboran con el párroco en la atención de capillas vecinas.

El martes estuvimos con otros veroneses que estuvieron también en la Diócesis de Salto: Juan Bendinelli, Juan Barlottini y José Turri.

Fue un hermoso y fraterno encuentro, lleno de gratos recuerdos pero compartiendo también inquietudes sobre el presente y el futuro de la Iglesia en Uruguay, Italia y el mundo.

Desde el jardín de la Iglesia se puede ver el Monte Baldo, gran macizo montañoso de los Alpes, que tiene una altura máxima de 2.218 metros sobre el nivel del mar. 

jueves, 1 de febrero de 2024

«No conviene que el hombre esté solo» (Génesis 2,18). Cuidar al enfermo cuidando las relaciones. Mensaje para la 32 Jornada Mundial del Enfermo, 2024.


MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA XXXII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO
11 de febrero de 2024

«No conviene que el hombre esté solo».
Cuidar al enfermo cuidando las relaciones

«No conviene que el hombre esté solo» (Gn 2,18). Desde el principio, Dios, que es amor, creó el ser humano para la comunión, inscribiendo en su ser la dimensión relacional.Así, nuestra vida, modelada a imagen de la Trinidad, está llamada a realizarse plenamente en el dinamismo de las relaciones, de la amistad y del amor mutuo. Hemos sido creados para estar juntos, no solos. Y es precisamente porque este proyecto de comunión está inscrito en lo más profundo del corazón humano, que la experiencia del abandono y de la soledad nos asusta, es dolorosa e, incluso, inhumana. Y lo es aún más en tiempos de fragilidad, incertidumbre e inseguridad, provocadas, muchas veces, por la aparición de alguna enfermedad grave.

Pienso, por ejemplo, en cuantos estuvieron terriblemente solos durante la pandemia de Covid-19; en los pacientes que no podía recibir visitas, pero también en los enfermeros, médicos y personal de apoyo, sobrecargados de trabajo y encerrados en las salas de aislamiento. Y obviamente no olvidemos a quienes debieron afrontar solos la hora de la muerte, solo asistidos por el personal sanitario, pero lejos de sus propias familias.

Al mismo tiempo, me uno con dolor a la condición de sufrimiento y soledad de quienes, a causa de la guerra y sus trágicas consecuencias, se encuentran sin apoyo y sin asistencia. La guerra es la más terrible de las enfermedades sociales y son las personas más frágiles las que pagan el precio más alto.

Sin embargo, es necesario subrayar que, también en los países que gozan de paz y cuentan con mayores recursos, el tiempo de la vejez y de la enfermedad se vive a menudo en la soledad y, a veces, incluso en el abandono. Esta triste realidad es consecuencia sobre todo de la cultura del individualismo, que exalta el rendimiento a toda costa y cultiva el mito de la eficiencia, volviéndose indiferente e incluso despiadada cuando las personas ya no tienen la fuerza necesaria para seguir ese ritmo. Se convierte entonces en una cultura del descarte, en la que «no se considera ya a las personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles” —como los no nacidos—, o si “ya no sirven” —como los ancianos—.» (Carta enc. Fratelli tutti, 18). Desgraciadamente, esta lógica también prevalece en determinadas opciones políticas, que no son capaces de poner en el centro la dignidad de la persona humana y sus necesidades, y no siempre favorecen las estrategias y los medios necesarios para garantizar el derecho fundamental a la salud y el acceso a los cuidados médicos a todo ser humano. Al mismo tiempo, el abandono de las personas frágiles y su soledad también se agravan por el hecho de reducir los cuidados únicamente a servicios de salud, sin que éstos vayan sabiamente acompañados por una “alianza terapéutica” entre médico, paciente y familiares.

Nos hace bien volver a escuchar esa palabra bíblica: ¡no conviene que el hombre esté solo! Dios la pronuncia al comienzo mismo de la creación y nos revela así el sentido profundo de su designio sobre la humanidad, pero, al mismo tiempo, también la herida mortal del pecado, que se introduce generando recelos, fracturas, divisiones y, por tanto, aislamiento. Esto afecta a la persona en todas sus relaciones; con Dios, consigo misma, con los demás y con la creación. Ese aislamiento nos hace perder el sentido de la existencia, nos roba la alegría del amor y nos hace experimentar una opresiva sensación de soledad en todas las etapas cruciales de la vida.

Hermanos y hermanas, el primer cuidado del que tenemos necesidad en la enfermedad es el de una cercanía llena de compasión y de ternura. Por eso, cuidar al enfermo significa, ante todo, cuidar sus relaciones, todas sus relaciones; con Dios, con los demás —familiares, amigos, personal sanitario—, con la creación y consigo mismo. ¿Es esto posible? Claro que es posible, y todos estamos llamados a comprometernos para que sea así. Fijémonos en la imagen del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 25-37), en su capacidad para aminorar el paso y hacerse prójimo, en la actitud de ternura con que alivia las heridas del hermano que sufre.

Recordemos esta verdad central de nuestra vida, que hemos venido al mundo porque alguien nos ha acogido. Hemos sido hechos para el amor, estamos llamados a la comunión y a la fraternidad. Esta dimensión de nuestro ser nos sostiene de manera particular en tiempos de enfermedad y fragilidad, y es la primera terapia que debemos adoptar todos juntos para curar las enfermedades de la sociedad en la que vivimos.

A ustedes que padecen una enfermedad, temporal o crónica, me gustaría decirles: ¡no se avergüencen de su deseo de cercanía y ternura! No lo oculten y no piensen nunca que son una carga para los demás. La condición de los enfermos nos invita a todos a frenar los ritmos exasperados en los que estamos inmersos y a redescubrirnos a nosotros mismos.

En este cambio de época en el que vivimos, nosotros los cristianos estamos especialmente llamados a hacer nuestra la mirada compasiva de Jesús. Cuidemos a quienes sufren y están solos, e incluso marginados y descartados. Con el amor recíproco que Cristo Señor nos da en la oración, sobre todo en la Eucaristía, sanemos las heridas de la soledad y del aislamiento. Cooperemos así a contrarrestar la cultura del individualismo, de la indiferencia, del descarte, y hagamos crecer la cultura de la ternura y de la compasión.

Los enfermos, los frágiles, los pobres están en el corazón de la Iglesia y deben estar también en el centro de nuestra atención humana y solicitud pastoral. No olvidemos esto. Y encomendémonos a María Santísima, Salud de los Enfermos, para que interceda por nosotros y nos ayude a ser artífices de cercanía y de relaciones fraternas.

Roma, San Juan de Letrán, 10 de enero de 2024

Francisco


Levantarse y servir, orar y salir (Marcos 1,29-39). V Domingo durante el año.

Amigas y amigos, un saludo desde la provincia de Verona, en una población que se llama Rosaro. Aquí estoy visitando a sacerdotes amigos que estuvieron en Uruguay, en la Diócesis de Salto y que, ya como párrocos eméritos, decidieron venir a este lugar de montaña y formar una pequeña comunidad a la que han llamado la Ascensión, porque, como dicen ellos: “A pesar de los límites y las fragilidades, si nuestra vida está guiada por la escucha de la Palabra de Dios y el deseo de una entrega total de sí mismo, se hace una continua ascensión”.

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El domingo pasado el evangelio de Marcos nos traía la primera parte de “un día en la vida de Jesús”. Vimos al Maestro predicando con autoridad en la sinagoga y, con una autoridad aún más llamativa, liberar a un hombre que estaba poseído por un demonio impuro.

Ahora encontramos a Jesús en un ámbito doméstico: la casa de Pedro y Andrés.
Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. (Marcos 1,29-39)
Jesús se mueve con los cuatro primeros discípulos, dos pares de hermanos, pescadores. Todavía no ha completado el grupo de los Doce. Esta visita parece un momento de descanso. A veces nos olvidamos de que Jesús es verdaderamente hombre, verdaderamente humano: necesita descansar. También tenemos que pensar que lo vivido en la mañana, con la predicación y la expulsión del demonio, ha sido intenso. Pero en la casa se verá llamado a seguir actuando:
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos. (Marcos 1,29-39)
“Levantarse y servir”. Así puede sintetizarse este pasaje del evangelio; pero no hay que olvidar que es Jesús quien hace posible que esta mujer se levante. Tampoco tenemos que entender este relato como una cuestión física. El amor de Jesús está presente en todo lo que realiza: cuando predica, cuando libera al endemoniado, cuando toma de la mano a la suegra de Pedro y la hace levantar. El amor de Jesús sigue siendo para nosotros la fuerza que puede sanar y levantar nuestro corazón herido. La suegra de Pedro responde al amor que la sana y se levanta para servir, para atender a las visitas.

Poco tiempo dura este momento hogareño:
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él. (Marcos 1,29-39)
Al ponerse el sol termina el sábado, el día de descanso y comienza el primer día de la semana, día de trabajo, de actividad. Ese día no es todavía el domingo “el día del Señor”.
La gente sale de su casa, camina, lleva a sus enfermos ante Jesús.
Impresiona mucho ese desfile de gente: “todos los enfermos y endemoniados”; “la ciudad entera”. Cafarnaúm no era una gran ciudad, pero allí fue todo el mundo. Todos querían ver a Jesús… El Maestro dedica tiempo a los enfermos y endemoniados. ¿Cuándo tendrá tiempo para él?

En esta jornada extendida, también aparecerá ese momento y, con él, una decisión.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te andan buscando».
Él les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido». (Marcos 1,29-39)

Jesús sabe buscar su momento para encontrarse con el Padre. Se aleja del ruido y de la multitud, busca la soledad, donde es posible escuchar. El evangelio nos dice simplemente que “estuvo orando”. Nada dice del contenido, pero eso puede deducirse de la decisión: “vayamos a otra parte, a predicar…”.
Jesús ha venido a realizar la voluntad del Padre: traer a la humanidad un mensaje de amor, de misericordia, de salvación. Eso está siempre presente en la prédica y en el actuar de Jesús; pero ¿cómo se vive eso en cada momento? ¿Cómo se vive concretamente cada día? El encuentro con el Padre en la oración es lo que ayuda a Jesús a discernir y a buscar, dentro de esa voluntad que ya conoce y que orienta su vida, la forma concreta de responder cada día. ¡Cuánto más necesitamos nosotros hacer lo mismo! Aunque al terminar la jornada podamos decir -y no siempre es así, lamentablemente- “he hecho muchas cosas buenas a lo largo del día”, igualmente cabe la pregunta: pero ¿hice lo que realmente tenía que hacer?

Eso es lo que está buscando continuamente Jesús. Por eso, “orar y salir” es la síntesis para la última parte de este pasaje de evangelio. La oración le muestra con claridad a Jesús por dónde debe seguir y por eso dejará la comodidad de Cafarnaúm para continuar su misión. Muchas veces se repetirá, en otros lugares, la escena de la sinagoga de Cafarnaúm.
Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios. 
(Marcos 1,29-39)
El evangelio de hoy es una invitación a cada una de nuestras comunidades. Orar, para que el Señor nos levante con su mano y nos dé las fuerzas y la unidad para anunciar el Evangelio y servir a nuestros hermanos más necesitados.

Nuestra Señora de Lourdes

El próximo domingo es 11 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, aunque la liturgia señala que corresponde celebrar la Misa del domingo. Será fiesta especialmente en nuestro Santuario del paraje Echeverría, junto al monasterio de las Clarisas Capuchinas y en la parroquia Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes, en Estación Atlántida, que celebra ese día su fiesta patronal. También están de fiesta varias capillas dedicadas a esta querida advocación. 

Amigas y amigos: gracias por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.