viernes, 28 de octubre de 2022


 
A Jesús lo encontramos hoy en su último viaje a Jerusalén. Llega a la ciudad de Jericó, parada necesaria antes de emprender el último trayecto, unos 30 kilómetros a través del desierto de Judea. Jericó es un buen lugar para aprovisionarse de alimentos y agua.

Un pasaje de la primera lectura de este domingo nos prepara para escuchar el evangelio, en el que Jesús va a provocar escándalo entre algunas personas.
Señor, tú eres indulgente con todos,
(…) Por eso reprendes poco a poco a los que caen,
y los amonestas recordándoles sus pecados,
para que se aparten del mal y crean en ti. (Primera lectura, Sabiduría 11, 22-12,2)
Jericó era una ciudad lo suficientemente importante como para que en ella hubiera alguien con un alto cargo entre los cobradores de impuestos. El evangelio nos lo presenta así:
Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Zaqueo era un hombre rico, pero no un hombre feliz. Había hecho fortuna con un oficio despreciado y condenado por todo el pueblo. Era un pecador al que todos condenaban y rechazaban. ¿Qué habría oído Zaqueo de Jesús? Puede ser que haya oído los fuertes juicios de Jesús sobre la riqueza, pero también que era “amigo de publicanos y pecadores” y que no vino a salvar a los justos sino a los pecadores, para que se conviertan (Lucas 5,32).

Por eso quería ver quién era Jesús. También el rey Herodes se preguntaba quién era Jesús y quería verlo, pero solo quería saber quién era realmente, porque algunos decían que era Juan el Bautista o alguno de los antiguos profetas, que había resucitado… Zaqueo quería ver quién era Jesús. Pero ¿qué pasaría cuándo lo encuentre? ¿Sería un encuentro significativo? ¿Habría un cambio profundo en su vida?

Zaqueo logrará ver a Jesús; pero Jesús también lo verá y Zaqueo sabrá quién es Jesús:
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. (Lucas 19,1-10)
Jesús miró hacia arriba. Si pensamos que Dios nos está mirando, pensamos que nos mira desde arriba. En cambio, Jesús miró a Zaqueo desde abajo. Jesús es el Verbo Encarnado, la Palabra de Dios que bajó a este mundo hecha hombre. Su rostro es el rostro de la Misericordia.

Jesús llamó a Zaqueo por su nombre. Esto puede parecernos normal; pero hay un problema. 
El nombre de Zaqueo significa “justo”, “inocente”. Difícilmente la gente de Jericó nombraría así a Zaqueo. Ninguna persona que se considerara justa podría llamar “justo” a un pecador; más aún, al jefe de los pecadores.

Sin embargo ¿quién puede considerarse a sí mismo justo e inocente? Dice uno de los salmos:
Señor, no llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti. 
(Salmo 142,2)
Nadie es inocente frente a Dios. Todos somos pecadores. Pero Dios puede restaurar al ser humano en su estado de inocencia. Hay una bonita oración del Misal que se dirige a Dios recordándole (o más bien, recordándolo para nosotros, porque Dios si se acuerda):
Señor, Tú que amas la inocencia y la devuelves a quien la ha perdido… 
(Oración colecta, jueves II semana de Cuaresma).
Dirigiéndose a Zaqueo por su nombre, Jesús lo está proclamando “inocente” y lo está llamando a apartarse del mal y creer en él. 
Sin embargo, ante la actitud de Jesús, la gente reacciona mal y empieza a murmurar:
«Se ha ido a alojar en casa de un pecador».
Esa murmuración no es banal. No es un comentario entre gente chismosa que se codea y se burla. Quienes hablan así son personas religiosas que están escandalizadas. 
Ir a cenar y alojarse en la casa de un pecador es algo grave.
Para los israelitas, la cena, comida principal del día (a veces la única) era como una imagen del mundo futuro, donde los justos se sentarían a disfrutar de un delicioso banquete y los pecadores quedarían fuera. Esta imagen la usa Jesús en sus parábolas: el banquete del Reino.
Pero los hombres anticipan en la tierra el juicio de Dios. Para un hombre que se considerara justo, comer con un pecador era una blasfemia, un insulto a la santidad de Dios, un desconocimiento del juicio de Dios, que parecen considerar ya definitivo.
Los que juzgaban a Zaqueo, juzgan ahora a Jesús y ven el mal en él, donde nunca está el mal. Su condena a Zaqueo no les deja ver la mirada que salva, la mirada compasiva de Jesús.
Pero Zaqueo si ha sentido la compasión de Dios en la mirada de Jesús y responderá de una forma asombrosa:
«Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más».
Encontrando a Jesús, Zaqueo se ha reencontrado a sí mismo. Ha reencontrado el significado de su nombre. Jesús le ha restituido la inocencia y por eso dice proclama:
«Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido»
Dejémonos mirar por Jesús.
Si lo dejamos, su mirada atraviesa nuestro egoísmo y nuestras miserias, para entrar en lo más profundo de nuestro corazón y purificarnos con su perdón, por medio del sacramento de la Reconciliación. Recemos juntos esa oración que mencionábamos antes:
Señor, Tú que amas la inocencia 
y la devuelves a quien la ha perdido, 
atrae hacia Ti nuestros corazones 
y abrásalos en el fuego de tu Espíritu, 
para que permanezcamos firmes en la fe 
y eficaces en el bien obrar.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

En esta semana:

  • Saludamos a la comunidad de la parroquia San Isidro, de Las Piedras, que este domingo está celebrando su fiesta de comunidad. Que sea para todos un lindo momento de encuentro fraterno y alabanza a Dios.
  • El martes comienza el mes de noviembre, con la solemnidad de Todos los Santos, seguida de la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos. Dos fechas muy significativas para tener presente.
  • El Jueves 3, recordamos a san Martín de Porres, santo limeño, contemporáneo de Santa Rosa.
  • El Viernes 4 celebramos la memoria de san Carlos Borromeo.
  • El sábado 5, Juanicó recibe a los adolescentes de la diócesis en una jornada que comienza a las 15 horas, organizada por la PAC, Pastoral de Adolescentes Canaria.

Y esto es todo por hoy, amigas y amigos. Buena semana. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

sábado, 22 de octubre de 2022

22 de octubre: San Juan Pablo II.

Recordando las dos visitas del santo al Uruguay, especialmente su paso por Canelones, bendiciendo la imagen de la Virgen Guadalupe en la Casa de Retiros sobre Ruta 5.

“Todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado” (Lucas 18,9-14). Domingo 30° durante el año.

Amigas y amigos, este domingo, Jornada Mundial de las Misiones, conocido como DOMUND, nos encontramos en la parroquia San Antonio María Claret, en la ciudad de Progreso, que celebra su fiesta patronal anticipándola un día. Es también un muy buen lugar para celebrar esta Jornada Misionera, porque el patrono de esta parroquia fue un gran misionero. En sus comienzos recorrió “pobre y a pie” Cataluña y las Islas Canarias, llevando apenas una Biblia, una muda de ropa y un mapa, predicando con pasión y cordialidad. Nombrado obispo en Cuba, recorrió tres veces la isla, anunciando el Evangelio. Luchó contra la esclavitud y creó escuelas para los pobres. De regreso en España fue nombrado confesor de la Reina, pero nunca abandonó su pasión por la misión y siguió predicando allí donde llegara o pasara.

El recuerdo de los santos misioneros puede, a veces, hacer pensar que la misión es cosa de algunos elegidos; pero no es así. Todos los bautizados hemos sido llamados por Jesús para ser sus discípulos, discípulos misioneros. Eso nos recuerda el papa Francisco en su mensaje para esta jornada. El mensaje parte de esta cita del libro de los Hechos de los Apóstoles:
«Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hechos 1,8)
A continuación el Papa señala dos aspectos importantes de la misión: cada bautizado está llamado a realizarla, pero no como una iniciativa individual, sino siempre en relación con la Iglesia a través de la comunidad de la que forma parte. Por otro lado, hay también un llamado a vivir la vida en clave de misión, es decir, dando testimonio de la fe no solo con las palabras sino llevando una vida cristiana y recuerda las palabras de san Pablo VI: 
«El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 41)
Vayamos ahora al evangelio de hoy, en el que Jesús relata la parábola del fariseo y el publicano.
Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. 
Recordémoslo brevemente: los fariseos era los integrantes de un movimiento religioso del tiempo de Jesús, caracterizado por una estricta observancia de los mandamientos; los publicanos era los recaudadores de impuestos, una actividad que ubicaba al que la hacía directamente entre los pecadores, pecadores públicos. El fariseo, de pie, hace su oración:
«Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas».
La oración del fariseo comienza muy bien, dando gracias a Dios. Pero el motivo de este agradecimiento no es por la obra de Dios, sino por su propia obra, porque es un hombre que cumple de manera perfecta algunos preceptos particulares. Sin embargo, no aparece en su oración nada que hable de su amor a Dios y al prójimo, mandamiento principal de la Ley. Más que rezar, se elogia a sí mismo, se alaba a sí mismo y desprecia a “los demás hombres”. No hay en su oración ninguna petición. El fariseo parece no necesitar nada de Dios, acaso solamente un reconocimiento de los méritos que ha presentado.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!»
La oración del publicano nos ayuda a entender qué es lo que realmente agrada a Dios. Notemos sus gestos: baja la cabeza, se golpea el pecho. No se ha puesto delante de los demás para que lo vean, sino que se queda atrás, buscando la intimidad con Dios. Sus gestos anticipan la oración que sale de su corazón: “ten piedad de mí, que soy un pecador”. Su confesión es lisa y llana: soy un pecador. No ofrece ninguna excusa, ninguna justificación; no culpa a su familia, o a su ambiente, o al mundo en el que vive: reconoce una verdad que es suya: “soy un pecador”.
Reconociendo esa realidad, se siente profundamente necesitado de salvación; más aún, siente la imposibilidad de alcanzar por sí mismo esa salvación y por eso la implora angustiosamente: “Dios mío, ten piedad de mí”.
Ahora bien: ¿por qué Jesús nos propone poner la mirada en estos hombres? La conclusión de la parábola nos invita a asumir la actitud del publicano. Es él quien ha tenido la actitud correcta, puesto que, como dice Jesús:
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado y el que se humilla será elevado.
De todos modos, como otras parábolas y episodios del evangelio donde aparecen diferentes personajes y distintas actitudes, podemos sentirnos reflejados no solo en alguna de las situaciones, sino un poco en todas.
Comentando este texto, decía el papa Francisco: 
“Si nos miramos por dentro con sinceridad, vemos en nosotros a los dos, al publicano y al fariseo. Somos un poco publicanos, por pecadores, y un poco fariseos, por presuntuosos, capaces de justificarnos a nosotros mismos, campeones en justificarnos deliberadamente. Con los demás, a menudo funciona, pero con Dios no. Con Dios el maquillaje no funciona.”
Y sigue diciendo Francisco: 
“Recemos para pedir la gracia de sentirnos necesitados de misericordia, interiormente pobres. (porque) sólo en un clima de pobreza interior actúa la salvación de Dios”. (Homilía, 27 de octubre de 2019, clausura del Sínodo de los Obispos). 
Quedémonos con ese pensamiento. No buscar justificaciones ni excusas, reconocer humildemente nuestras faltas e invocar la misericordia de Dios.

En esta semana

Mañana, lunes 24, celebramos la memoria de san Antonio María Claret, patrono de la parroquia de Progreso, que fue la primera parroquia en el mundo que llevó su nombre.
El viernes 28, fiesta de los apóstoles san Simón y san Judas. Sobre éste último, recordemos que no es el que traicionó a Jesús, conocido como Judas Iscariote. Este es san Judas Tadeo, por quien en México hay una gran devoción. En el Nuevo Testamento, entre las cartas de Juan y el Apocalipsis, encontramos una carta de san Judas.
El sábado 29, entre los santos y beatos que enumera el martirologio romano en ese día, encontramos a una joven beata: Chiara Luce Badano. Luce, que en italiano significa “luz” es el nombre que Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, le puso a esta joven que entregó a Dios su vida el 7 de octubre de 1990, a la edad de 18 años, vencida por un cáncer en los huesos. Chiara Luce llevó su enfermedad con gran aceptación y paz, ofreciendo a Jesús su dolor. Las amigas recuerdan que la visitaban para darle ánimo, pero pronto se dieron cuenta que era Chiara la que las animaba a ellas.

Colecta DOMUND

Finalmente, les recuerdo la colecta de este fin de semana, destinada a las Obras Misionales Pontificias. Fue una joven laica francesa, Paulina Jaricot, quien hace 200 años fundó lo que es hoy la Pontificia Unión Misional, para sostener a los misioneros con la oración y una colecta anual. Ese es el origen de esta jornada en la que todos podemos colaborar con la obra misionera de la Iglesia.
Amigas y amigos, que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

lunes, 17 de octubre de 2022

Un Millón de Niños rezando el Rosario por la Paz.

 


Ayer, en el Ángelus el Papa Francisco pidió especialmente que todos nos unamos a la oración de los niños por la Paz en el Mundo. Dijo el Papa:

"El próximo martes, 18 de octubre, la Fundación “Ayuda a la Iglesia necesitada” promueve la iniciativa “Un millón de niños reza el rosario por la paz en el mundo”. ¡Gracias a todos los niños y las niñas que participan! Nos unimos a ellos y encomendamos a la intercesión de la Virgen al martirizado pueblo ucraniano y a las otras poblaciones que sufren por la guerra y toda forma de violencia y de pobreza."

Para conocer más sobre esta iniciativa:

 

La página de Un Millón de Niños Rezando informa que, en Uruguay, está comprometida ya la oración de alrededor de 5.000 niños.

En esa página es posible inscribirse y descargar materiales para la oración de este año.





jueves, 13 de octubre de 2022

“Orar siempre, sin desanimarse” (Lucas 18,1-8). Domingo XXIX durante el año.

Amigas y amigos, los saludamos desde el Monasterio de la Visitación de María, a la entrada de la ciudad de Progreso, en Canelones. En esta casa vive una comunidad de monjas visitandinas, más conocidas como salesas, dedicadas fundamentalmente a la oración. Su vida nos anima para realizar lo que Jesús nos dice hoy en el evangelio: orar siempre, sin desanimarse. Pero también estamos aquí porque en la tarde de este domingo, en la capilla del monasterio y junto a todos los que quieran acompañarnos, recordaremos a santa Margarita María de Alacoque. A esta monja salesa Jesús le mostró la riqueza insondable de su Sagrado Corazón, sede del amor misericordioso de Dios.

Para comunicarnos su enseñanza de hoy, Jesús recurre a una parábola que comienza así:

En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. (Lucas 18,1-8)

El primer personaje es un juez. La figura del juez tiene una larguísima tradición dentro de la Biblia. Uno de los libros se llama Jueces. Una de las tareas más importantes del juez es resolver conflictos y hacer justicia, defendiendo al más débil del abuso de los poderosos. El libro del Éxodo recuerda cómo Moisés tuvo también ese rol, que le ocupaba mucho tiempo:

Moisés se sentó para juzgar los asuntos que le presentaba el pueblo, mientras la gente permanecía de pie junto a él, de la mañana a la noche. (Éxodo 18,13)

Por consejo de su suegro, Moisés nombró setenta ancianos que asumieron esa tarea interminable, juzgando en los asuntos de menor importancia y llevándole solamente los asuntos más graves. Vale también la pena recordar la oración del rey Salomón antes de asumir el trono:

“Concede a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo?” (1 Reyes 3,9)

Ahora bien, el juez de la parábola no es para nada uno de estos hombres de Dios. Lo primero que se nos dice de Él es que “no temía a Dios”. El santo temor de Dios no es el miedo a un eventual castigo divino, que, en este caso, podría haber sido suficiente para tener otra conducta. El temor de Dios es mucho más que eso: es el sentido de que Dios está presente, el sentido de lo sagrado, el conocimiento de la voluntad de Dios, quien dice claramente:

No opriman a la viuda ni al huérfano, al extranjero ni al pobre, y no piensen en hacerse mal unos a otros. (Zacarías 7,10)

Para redondear el retrato del juez, el evangelista agrega que no le importaba la gente. Es alguien que, como suele decirse, “no quiere a Dios ni a nadie”. 

El segundo personaje es una viuda. La viuda, el huérfano y el extranjero forman un trío que, en la Biblia, encarnan la pobreza y el desamparo. Sobre estas personas Dios tiene puesta su mirada, esperando que los demás no las dejen sin auxilio. Si el deber de socorrer a quien se encuentra en una gran dificultad vale para todos, cuánto más para el juez, que está para eso. Pero este hombre es insensible. Sin embargo, hay algo que lo llevará a cumplir con su deber:

Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: "Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme". (Lucas 18,1-8)

La conclusión es evidente. La viuda logra que se le haga justicia por su constancia en seguir pidiendo incansablemente hasta lograr ser escuchada y atendida como se debe.

Y aquí está la conclusión que presenta Jesús:

«Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lucas 18,1-8)

Si el juez injusto hizo justicia a la viuda, cuanto más Dios, el único verdaderamente justo, hará justicia a quienes le presentan sus ruegos día y noche. Pero, notemos un detalle: Jesús dice que les hará justicia “aunque los haga esperar”. 

Esas palabras de Jesús nos ponen en el horizonte de la esperanza. Pensemos en lo que pedimos cada vez que rezamos el Padrenuestro: “venga a nosotros tu Reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”… ¿cuánto falta para que eso se cumpla plenamente? Si bien nos anima descubrir cada día los signos del Reino de Dios ya presente entre nosotros, pesa lo que todavía no ha llegado… La oración constante sostiene nuestra fe y nuestra esperanza y nos ayuda a vivir en el amor mientras peregrinamos en esta vida. La oración sostiene nuestra espera.

Muchas veces dedicamos nuestra oración a pedir aquello que nos parece que más necesitamos en este mundo. Dios sabe bien lo que necesitamos. Santa Teresa de Jesús, a quien recordábamos ayer, decía que “Orar es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama". La oración es nuestra relación de amor con Dios, por medio de Jesucristo. Es levantar hacia Él nuestro corazón. Podemos permanecer ante Dios en silencio, recitar una letanía, rezar un rosario, adorar el Santísimo Sacramento, meditar la Palabra de Dios… en fin, hay muchas maneras de orar; pero en aquella que tomemos, no puede faltar nuestra confianza de estar yendo al encuentro de aquel que sabemos que nos ama. Así será posible “orar siempre, sin desanimarse”.

En esta semana

El lunes 17 recordamos a San Ignacio de Antioquía

El martes 18, San Lucas evangelista.

El viernes 21, la beata Lorenza Longo, madre de familia que, al quedar viuda, fundó en Nápoles el hospital de los incurables y el primer monasterio de Clarisas Capuchinas. Mujer de gran fe y de intensa vida de oración, se prodigó por las necesidades de los pobres y los que sufren. Saludamos a nuestras Clarisas Capuchinas de Etcheverría que hoy celebran su memoria.

El sábado 22, san Juan Pablo II el Papa que visitó dos veces el Uruguay.

22-23, DOMUND, Jornada Mundial de las Misiones

El sábado 22 y el domingo 23 se realiza la colecta destinada al sostenimiento de las Misiones en todo el mundo. Recemos por la obra misionera de la Iglesia y colaboremos generosamente.

Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

miércoles, 12 de octubre de 2022

"Acuérdate de Jesucristo..." Homilía de Mons. Heriberto en la Fiesta Diocesana de Canelones.

 Lecturas: Domingo XXVIII durante el año, ciclo C.

Queridas hermanas, queridos hermanos:

De nuevo está aquí la comunidad diocesana de Canelones encontrándose en este lugar tan significativo y tan querido, para celebrar su fiesta diocesana, que estamos culminando con esta Eucaristía.

Como el leproso samaritano que volvió hacia Jesús y se postró ante él glorificando a Dios , nosotros también fijamos nuestra mirada en el Señor, que es quien nos ha convocado. Su Madre y nuestra Madre, Santa María de Guadalupe nos ha traído hasta Él y nos invita a seguir escuchando y poniendo en práctica su Palabra.

A lo largo de la jornada hemos vivido la alegría de encontrarnos y de sentirnos unidos en la fe. La oración del Rosario, la comida compartida, los distintos momentos recreativos, así como las charlas mano a mano o en grupo nos han acercado, nos han confortado, nos han animado.

Interrogantes

Vivimos en un mundo agitado por la guerra y los conflictos así como por cambios culturales que no siempre logramos entender. Desde nuestra fe y desde nuestras comunidades nos hacemos preguntas… “¿Será que hemos errado el camino?”, me decían en una parroquia que visité hace poco. Otros dicen: “Mucha gente no ha vuelto después de la pandemia, no sabemos cómo acercar a los jóvenes…” y tantos interrogantes más.

Jóvenes, adolescentes y mayores

Jóvenes: es verdad, hay pocos jóvenes en nuestras parroquias… hay pocos jóvenes aquí mismo, pero también hay pocos jóvenes en el Uruguay. Muchas zonas de nuestro departamento presentan una población envejecida. Sin embargo, aunque no sean muchos, sí tenemos aquí la presencia significativa de niños y niñas, adolescentes y jóvenes. Jóvenes de varias parroquias de nuestra diócesis y lograron vivir el primer domingo de septiembre la celebración diocesana de la Jornada Nacional de la Juventud. Un signo de alegría y esperanza. 

Otro signo nos lo van a dar los adolescentes de la PAC, Pastoral de Adolescentes Canaria. Se van a encontrar el primer sábado de noviembre en Juanicó. 

Si cada persona que viene a este mundo tiene un valor único e infinito, cada niño, cada adolescente y cada joven en nuestras comunidades es un tesoro que tenemos que saber apreciar, valorar y cuidar, sin olvidar el otro tesoro, el de los mayores de nuestras comunidades, testigos de toda una vida de fidelidad y entrega. Así como Dios llamó a Isaías desde el vientre de su madre , al profeta Samuel en su niñez , también llamó Dios a Abraham y Sara , a Isabel y Zacarías  a ponerse en camino en una etapa de la vida en la que, como diría el paisano “ya no estamos pa’ esos trotes”. Pero ellos sí, aunque no salieron al galope sintieron como Dios “fortalece las rodillas vacilantes”  y se pusieron en camino.

En camino con todo el Pueblo de Dios

Ponernos en camino… o seguir caminando. El Papa Francisco ha convocado a la Iglesia en todo el mundo a tomar conciencia de nuestro caminar juntos. El año pasado, por esta misma fecha, tuvimos un encuentro diocesano comenzando esa etapa de sínodo.

“Sínodo” y “sinodalidad” -a veces nos cuesta decir esa palabra- aparecieron en nuestro lenguaje… “Sínodo”, ya lo hemos explicado muchas veces, significa “caminar juntos”. Pero no es algo que empezamos a hacer ahora. Eso es lo que ha hecho el Pueblo de Dios a lo largo de los siglos. El Éxodo del Pueblo de Israel, saliendo de la esclavitud en Egipto hacia la Tierra Prometida es como el modelo, el paradigma de ese caminar juntos. En su itinerario aparecen las tentaciones , aparecen las dificultades y aparece la presencia de Dios acompañando a su Pueblo, guiándolo  y aun corrigiéndolo . 

Caminar juntos en un grupo grande, en una comunidad hace necesario acompasar el paso a la velocidad de los que caminan más lentamente: de otro modo, los dejaríamos atrás y los perderíamos. Por otra parte, hay algunos que quieren ir adelante, adelantarse para explorar caminos nuevos. Y está bien. No hay que impedírselo; hay que alentarlos a hacer eso, pero pedirles que no se vayan tan lejos que también los perdamos. Que no pierdan de vista al grupo que va a la velocidad de los que caminan más lentamente. 

Comunión y comunicación

“Tenemos que saber más lo que hacemos unos y otros”, decía el otro día una señora en un consejo parroquial. Esa comunión entre los distintos grupos, servicios, movimientos, entre los hermanos y hermanas que hay en una comunidad hace a la comunión, es parte de ese caminar juntos, y nos ayuda a ayudarnos unos a otros a llevar nuestras cargas.

Pero esa comunicación la necesitamos entre todas las comunidades de nuestra diócesis. Tenemos que saber más lo que hacemos unos y otros. Y no solo lo que hacemos: lo que vivimos, lo que sentimos, la forma en que experimentamos el paso de Dios en nuestra vida. Unidos espiritualmente en la misma fe, participando de los mismos sacramentos, necesitamos también, muy humanamente conocernos, llamarnos por nuestros nombres, ir queriéndonos un poco más cada día, rezar los unos por los otros, apoyarnos… todo eso es parte del caminar juntos.

La escucha

Otro aspecto del espíritu sinodal que se ha marcado mucho es la escucha. Una gran necesidad de nuestro tiempo. 

Por supuesto, escucharnos unos a otros los que participamos en la vida de la Iglesia, en las comunidades; pero también escuchar a la gente de nuestros pueblos y ciudades, a todos aquellos que parecen indiferentes a Dios, a la Iglesia, a los sacramentos… pero ¿qué es lo que buscan? ¿qué tienen en su corazón? ¿cuáles son sus anhelos más profundos? 

Necesitamos los oídos y la mirada de Dios; necesitamos conocer el valor que tiene para Él cada una de sus criaturas, aún aquellas “que no saben distinguir su derecha de su izquierda” , como le dijo Dios al profeta Jonás.

Fue después de escuchar a la mujer samaritana que Jesús llega a ofrecerle el don del Espíritu:  

«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva» .

Porque en Jesús está la respuesta a nuestros grandes interrogantes.

Mirándonos en Él encontramos la verdad sobre el ser humano, la verdad sobre nosotros mismos.

Acuérdate de Jesucristo

“Acuérdate de Jesucristo resucitado de entre los muertos” . 

Ahí está la verdad que le recuerda san Pablo a Timoteo. Acuérdate de Jesucristo, nos dice a cada uno de nosotros hoy. 

“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” 

dice el Papa Francisco en el comienzo de Evangelii Gaudium y agrega más adelante: 

“Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso.” 

Ya antes había dicho Benedicto XVI:

“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, -“acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos”- con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva.” 

¡Cuántos dones de Dios quisiéramos poder compartir con toda la gente de nuestro pueblo!

El valor absoluto de cada vida, desde su concepción hasta su fin natural; la belleza de familia donde es posible comunicar la vida; la alegría de vivir en comunidad; la fraternidad; el servicio, especialmente al hermano pobre y necesitado, con el que se identifica el mismo Jesús: 

“tuve hambre y me diste de comer” .

La persona de Jesucristo está en el centro de nuestra fe. Todo se ordena y se organiza alrededor de él. Él hace presente el Reino de Dios. En Él toma sentido nuestra vida. 

De eso estamos llamados a dar testimonio. Anunciar el Evangelio es proponer a Jesucristo, invitar al encuentro con Él.

Volvamos a las palabras de San Pablo, que nos invitan a renovar nuestra confianza en el Señor:

“Si hemos muerto con Él, viviremos con Él.
Si somos constantes, reinaremos con Él.” 

Y nos advierte Pablo:

“Si renegamos de Él, Él también renegará de nosotros.” 

Pero nos dice todavía:

Si somos infieles, Él es fiel,
porque no puede renegar de sí mismo.” 

“Él es fiel” y apoyándonos en su fidelidad es que podemos, cada día, levantarnos de nuestras caídas: “levántate y vete, tu fe te ha salvado” .

Renovando nuestra fe en el Señor, alegrándonos con su presencia y perseverando en medio de las dificultades, esperamos de Él oír, cada día y un día final las palabras maravillosas que dijo a sus discípulos:

“ustedes son los que han perseverado conmigo en mis pruebas” .

Él es fiel, el sostiene nuestra fidelidad.

Pueblo de Dios que peregrina en Canelones, caminemos juntos, caminemos con el Señor, caminemos en Él. Así sea.


lunes, 10 de octubre de 2022

Nueve Noticias Diocesanas de Canelones


En el marco de la Fiesta Diocesana celebrada el domingo 9 de octubre, Mons. Heriberto dio a conocer algunas noticias de la vida diocesana.

Nuevo vicario general

El P. Jorge Jaurena es el nuevo Vicario General de la Diócesis de Canelones.

Sustituye a Mons. Hermes Garín, quien, al pasar a la situación de Obispo auxiliar emérito, no tiene ya ese cargo por derecho. Después de consultar al clero de la Diócesis, Mons. Heriberto Bodeant propuso al P. Jorge asumir ese servicio, lo que éste aceptó.

El Vicario General puede actuar en nombre del Obispo y representarlo en lo que sea necesario y pertinente.

Centro diocesano de espiritualidad y pastoral La Pascua

El antiguo monasterio de los Monjes Benedictinos, ubicado cerca de la Casa de Retiros Villa Guadalupe, ha comenzado a funcionar como Centro de espiritualidad y pastoral.

Sigue siendo un lugar de acogida para personas o pequeños grupos que deseen tomar un tiempo para el silencio, la meditación y la oración. Se están realizando periódicamente charlas con distintos temas de espiritualidad. En lo pastoral, la capilla depende de la parroquia Santa Teresita de Juanicó. El referente pastoral es el párroco de Juanicó, P. Walter Piñeyro y el referente en lo que respecta al funcionamiento del centro es el diácono permanente José Lima, adscripto a la parroquia de Juanicó, que actúa junto con un Consejo del Centro.

Jornada de los adolescentes

La PAC (Pastoral de Adolescentes Canaria) organiza una jornada que se realizará el sábado 5 de noviembre en Juanicó. 

Se inicia a las 15:30 con la Santa Misa en el templo parroquial y continuará en el gimnasio contiguo a la parroquia.

Hnas. Misioneras Servidoras de la Palabra en Shangrilá

Nuevo campo de misión para estas misioneras mexicanas, hasta ahora en Municipio Nicolich.

Las HMSP dejan la parroquia San Francisco de Asís, de Nicolich, donde vivían y prestaban su servicio misionero. Pasarán a vivir en Shangrilá, donde harán animación misionera y pastoral, siempre en colaboración con los sacerdotes Misioneros Servidores de la Palabra, que están en Santa María de los Ángeles, San José de Carrasco. Las Hermanas vivirán en la casa ubicada junto a la capilla Santa Ana.

La inauguración de este nuevo servicio misionero de las Hermanas se hará con una Misa en la parroquia Santísima Trinidad de Shangrilá, el viernes 26 de noviembre, a las 17 horas.

Encuentro de la vida contemplativa

Las monjas contemplativas de los monasterios de Canelones se encontrarán en casa de las Benedictinas el sábado 26 de noviembre.

La vida contemplativa está presente en el Uruguay en cinco monasterios, cuatro de ellos en la diócesis de Canelones. Clarisas, Clarisas Capuchinas, Salesas y Benedictinas tiene sus casas en nuestro departamento. El quinto monasterio es el de las Carmelitas, en El Prado, Montevideo.

Franciscanos de María en nuestra Diócesis

Esta congregación de origen español asumirá la parroquia San Francisco de Asís, en el municipio Nicolich, el domingo 27 de noviembre, a las 17 horas.

La congregación fue fundada por el P. Santiago Martín, que ofrecerá un retiro el sábado 26, en la capilla Rosa Mística, una de las capillas de la parroquia.

Son dos los sacerdotes que estarán en la parroquia: el P. Alberto, mexicano, que ya lleva un año en Uruguay será el párroco, acompañado por un sacerdote filipino.

Néstor Rosano será ordenado Diácono el 11 de diciembre

La celebración será en la Catedral y Santuario Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe, el domingo 11 de diciembre, a las 18 horas.

Néstor, oriundo de 18 de Mayo (municipio separado de Las Piedras y de Progreso) es uno de los tres seminaristas de la Diócesis. Se encuentra cursando el último año del seminario y desde el viernes por la tarde hasta el domingo ha venido haciendo su práctica pastoral en la Catedral. En esa misma parroquia ejercerá el ministerio que recibirá en diciembre.

Encuentro diocesano de familias

Será el domingo 11 de diciembre, desde las 10 hasta las 16 horas, en Villa Guadalupe, organizado por la Pastoral Familiar diocesana.

Del 22 al 26 de junio de este año tuvo lugar en Roma el Encuentro Mundial de las Familias con el Papa Francisco, con el tema “El amor familiar: vocación y camino de santidad”. La idea de este encuentro diocesano es compartir la experiencia que vivieron algunos de los participantes de Uruguay.

El encuentro está abierto a las familias que quieran participar y, de modo especial, a los participantes de grupos y movimientos en relación con la Pastoral de la Familia y de la Vida: Encuentros Matrimoniales, Madrinas por la Vida, grupos de matrimonios, etc. 

Visita de una reliquia de Santa Margarita María de Alacoque

En noviembre-diciembre vuelve a Uruguay esta reliquia de la Santa a la cual Jesús quiso abrirle la insondable riqueza de su corazón. 

La reliquia está visitando varios países de América Latina. Por gestión de integrantes de la Guardia de Honor del Sagrado Corazón de Jesús, vinculada al Monasterio de las Monjas Salesas (Progreso), el precioso relicario llegará a nuestra tierra y recorrerá todas o casi todas las diócesis.

Las fechas y los lugares en que estará en Canelones se darán a conocer oportunamente.

sábado, 8 de octubre de 2022

Jornada Mundial de las Misiones 2022, en Uruguay: "Para que sean mis testigos".

“Para que sean mis testigos”
Jornada Mundial de las Misiones
DOMUND 2022 

“Todo bautizado está llamado a la misión en la Iglesia y bajo el mandato de Iglesia. La misión por tanto se realiza de manera conjunta, no individualmente, en comunión con la comunidad eclesial y no por propia iniciativa. Y si hay alguno que en una situación muy particular lleva adelante la misión evangelizadora solo, él la realiza y deberá realizarla siempre en comunión con la Iglesia que lo ha enviado.”

Con estas y otras palabras se dirige el Papa Francisco a todas las comunidades católicas en el mundo, con ocasión de la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones (DOMUND), que en este año se celebra en los días sábado 22 y domingo 23 de octubre. 

Esta Jornada Mundial, desde sus orígenes, tiene el objetivo de renovar el compromiso misionero de cada bautizado, en cada etapa de la vida, a partir de

- La respuesta personal a la vocación misionera

- El testimonio personal y comunitario 

- La cooperación espiritual a través de la oración y el ofrecimiento de los propios sacrificios

- La cooperación económica para el sostenimiento de la misión en el mundo a través del servicio de las Obras Misionales Pontificias (OMP)

Las OMP son el instrumento del Papa y los Obispos para concretar el compromiso misionero universal de toda la Iglesia. 

De todas estas formas podemos hacer visible y efectiva la comunión y participación de todo el Pueblo de Dios en la única misión de Cristo, continuada por la Iglesia.

Este año, en Uruguay, no tendremos en nuestras carteleras un afiche que nos recuerde la Jornada Mundial de las Misiones ni se distribuirán sobres para la colecta, debido a que todavía no ha sido efectivo el nombramiento de un nuevo Director Nacional de OMP.

Esta carta quiere recordar a todas las comunidades nuestra responsabilidad misionera universal; más aún, en un contexto mundial complejo y desafiante, donde muchos de los misioneros y misioneras desarrollan su servicio en situaciones de extrema necesidad y riesgo.

Por eso los exhorto a redoblar los esfuerzos de animación misionera en cada comunidad, especialmente a través de la oración, proponiendo espacios comunitarios y grupales, adoración eucarística, rosario misionero, a través de la predicación, etc.

Especialmente, recuerdo a los párrocos y responsables de comunidades parroquiales, capillas y centros pastorales, que las colectas de las celebraciones realizadas en los días 22 y 23 de octubre se destinan íntegramente a las misiones, debiéndose enviar a las respectivas curias diocesanas a través de los mecanismos previstos por cada diócesis. Esta colecta se destinará, como cada año, al fondo universal misionero.

A los Directivos de Colegios y Centros educativos, les recuerdo promover en el mes de octubre la realización de acciones solidarias para la misión. Lo recaudado por los más jóvenes misioneros se destina a financiar proyectos a favor de los niños a través de la Pontificia Obra de la Infancia Misionera. De la misma manera, los recursos deben ser entregados a las respectivas curias diocesanas, indicando su procedencia, para que pueda asignarse al fondo correspondiente.

Junto al Papa, los Obispos agradecemos la generosidad de todos los bautizados, que nos permite, aun desde nuestras necesidades y pobrezas, responder al mandato misionero de Jesús.

Invocando el amparo de María santísima, primera misionera, sobre todos nosotros, me despido augurándoles una fructífera Jornada Misionera. Los bendice de corazón,

+ Hermes Garín, Obispo auxiliar emérito de Canelones

Presidente del Departamento de Misiones de la CEU.

«Para que sean mis testigos» (Hch 1,8). Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones DOMUND 2022


Queridos hermanos y hermanas:

Estas palabras pertenecen al último diálogo que Jesús resucitado tuvo con sus discípulos antes de ascender al cielo, como se describe en los Hechos de los Apóstoles: «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza, para que sean mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra» (1,8). Este es también el tema de la Jornada Mundial de las Misiones 2022, que como siempre nos ayuda a vivir el hecho de que la Iglesia es misionera por naturaleza. Este año, nos ofrece la ocasión de conmemorar algunas fechas relevantes para la vida y la misión de la Iglesia: la fundación hace 400 años de la Congregación de Propaganda Fide —hoy, para la Evangelización de los Pueblos— y de la Obra de la Propagación de la Fe, hace 200 años, que, junto a la Obra de la Santa Infancia y a la Obra de San Pedro Apóstol, obtuvieron hace 100 años el reconocimiento de “Pontificias”.

Detengámonos en estas tres expresiones claves que resumen los tres fundamentos de la vida y de la misión de los discípulos: «Para que sean mis testigos», «hasta los confines de la tierra» y «el Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza».

1. «Para que sean mis testigos» – La llamada de todos los cristianos a dar testimonio de Cristo

Este es el punto central, el corazón de la enseñanza de Jesús a los discípulos en vista de su misión en el mundo. Todos los discípulos serán testigos de Jesús gracias al Espíritu Santo que recibirán: serán constituidos tales por gracia. Dondequiera que vayan, allí donde estén. Como Cristo es el primer enviado, es decir misionero del Padre (cf. Jn 20,21) y, en cuanto tal, su “testigo fiel” (cf. Ap 1,5), del mismo modo cada cristiano está llamado a ser misionero y testigo de Cristo. Y la Iglesia, comunidad de los discípulos de Cristo, no tiene otra misión si no la de evangelizar el mundo dando testimonio de Cristo. La identidad de la Iglesia es evangelizar.

Una lectura de conjunto más detallada nos aclara algunos aspectos siempre actuales de la misión confiada por Cristo a los discípulos: «Para que sean mis testigos». La forma plural destaca el carácter comunitario-eclesial de la llamada misionera de los discípulos. Todo bautizado está llamado a la misión en la Iglesia y bajo el mandato de Iglesia. La misión por tanto se realiza de manera conjunta, no individualmente, en comunión con la comunidad eclesial y no por propia iniciativa. Y si hay alguno que en una situación muy particular lleva adelante la misión evangelizadora solo, él la realiza y deberá realizarla siempre en comunión con la Iglesia que lo ha enviado. Como enseñaba san Pablo VI en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, documento que aprecio mucho: «Evangelizar no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial. Cuando el más humilde predicador, catequista o Pastor, en el lugar más apartado, predica el Evangelio, reúne su pequeña comunidad o administra un sacramento, aun cuando se encuentra solo, ejerce un acto de Iglesia y su gesto se enlaza mediante relaciones institucionales ciertamente, pero también mediante vínculos invisibles y raíces escondidas del orden de la gracia, a la actividad evangelizadora de toda la Iglesia» (n. 60). En efecto, no es casual que el Señor Jesús haya enviado a sus discípulos en misión de dos en dos; el testimonio que los cristianos dan de Cristo tiene un carácter sobre todo comunitario. Por eso la presencia de una comunidad, incluso pequeña, para llevar adelante la misión tiene una importancia esencial.

En segundo lugar, a los discípulos se les pide vivir su vida personal en clave de misión. Jesús los envía al mundo no sólo para realizar la misión, sino también y sobre todo para vivir la misión que se les confía; no sólo para dar testimonio, sino también y sobre todo para ser sus testigos. Como dice el apóstol Pablo con palabras muy conmovedoras: «Siempre y en todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (2 Co 4,10). La esencia de la misión es dar testimonio de Cristo, es decir, de su vida, pasión, muerte y resurrección, por amor al Padre y a la humanidad. No es casual que los Apóstoles hayan buscado al sustituto de Judas entre aquellos que, como ellos, fueron “testigos de la resurrección” (cf. Hch 1,22). Es Cristo, Cristo resucitado, a quien debemos testimoniar y cuya vida debemos compartir. Los misioneros de Cristo no son enviados a comunicarse a sí mismos, a mostrar sus cualidades o capacidades persuasivas o sus dotes de gestión, sino que tienen el altísimo honor de ofrecer a Cristo en palabras y acciones, anunciando a todos la Buena Noticia de su salvación con alegría y franqueza, como los primeros apóstoles.

Por eso, en definitiva, el verdadero testigo es el “mártir”, aquel que da la vida por Cristo, correspondiendo al don de sí mismo que Él nos hizo. «La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 264).

En fin, a propósito del testimonio cristiano, permanece siempre válida la observación de san Pablo VI: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 41). Por eso, para la trasmisión de la fe es fundamental el testimonio de vida evangélica de los cristianos. Por otra parte, sigue siendo necesaria la tarea de anunciar su persona y su mensaje. Efectivamente, el mismo Pablo VI prosigue diciendo: «Sí, es siempre indispensable la predicación, la proclamación verbal de un mensaje. […] La palabra permanece siempre actual, sobre todo cuando va acompañada del poder de Dios. Por esto conserva también su actualidad el axioma de san Pablo: “la fe viene de la audición” (Rm 10,17), es decir, es la Palabra oída la que invita a creer» (ibíd., 42).

En la evangelización, por tanto, el ejemplo de vida cristiana y el anuncio de Cristo van juntos; uno sirve al otro. Son dos pulmones con los que debe respirar toda comunidad para ser misionera. Este testimonio completo, coherente y gozoso de Cristo será ciertamente la fuerza de atracción para el crecimiento de la Iglesia incluso en el tercer milenio. Exhorto por tanto a todos a retomar la valentía, la franqueza, esa parresia de los primeros cristianos, para testimoniar a Cristo con palabras y obras, en cada ámbito de la vida.

2. «Hasta los confines de la tierra» – La actualidad perenne de una misión de evangelización universal

Exhortando a los discípulos a ser sus testigos, el Señor resucitado les anuncia adónde son enviados: “a Jerusalén, a toda Judea, a Samaría y hasta los confines de la tierra” (cf. Hch 1,8). Aquí surge evidente el carácter universal de la misión de los discípulos. Se pone de relieve el movimiento geográfico “centrífugo”, casi a círculos concéntricos, de Jerusalén, considerada por la tradición judía como el centro del mundo, a Judea y Samaría, y hasta “los confines de la tierra”. No son enviados a hacer proselitismo, sino a anunciar; el cristiano no hace proselitismo. Los Hechos de los Apóstoles nos narran este movimiento misionero que nos da una hermosa imagen de la Iglesia “en salida” para cumplir su vocación de testimoniar a Cristo Señor, guiada por la Providencia divina mediante las concretas circunstancias de la vida. Los primeros cristianos, en efecto, fueron perseguidos en Jerusalén y por eso se dispersaron en Judea y Samaría, y anunciaron a Cristo por todas partes (cf. Hch 8,1.4).

Algo parecido sucede también en nuestro tiempo. A causa de las persecuciones religiosas y situaciones de guerra y violencia, muchos cristianos se han visto obligados a huir de su tierra hacia otros países. Estamos agradecidos con estos hermanos y hermanas que no se cierran en el sufrimiento, sino que dan testimonio de Cristo y del amor de Dios en los países que los acogen. A esto los exhortaba san Pablo VI considerando «la responsabilidad que recae sobre los emigrantes en los países que los reciben» (Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 21). Experimentamos, en efecto, cada vez más, cómo la presencia de fieles de diversas nacionalidades enriquece el rostro de las parroquias y las hace más universales, más católicas. En consecuencia, la atención pastoral de los migrantes es una actividad misionera que no hay que descuidar, que también podrá ayudar a los fieles locales a redescubrir la alegría de la fe cristiana que han recibido.

La indicación “hasta los confines de la tierra” deberá interrogar a los discípulos de Jesús de todo tiempo y los debe impulsar a ir siempre más allá de los lugares habituales para dar testimonio de Él. A pesar de todas las facilidades que el progreso de la modernidad ha hecho posible, existen todavía hoy zonas geográficas donde los misioneros, testigos de Cristo, no han llegado con la Buena Noticia de su amor. Por otra parte, ninguna realidad humana es extraña a la atención de los discípulos de Cristo en su misión. La Iglesia de Cristo era, es y será siempre “en salida” hacia nuevos horizontes geográficos, sociales y existenciales, hacia lugares y situaciones humanas “límites”, para dar testimonio de Cristo y de su amor a todos los hombres y las mujeres de cada pueblo, cultura y condición social. En este sentido, la misión también será siempre missio ad gentes, como nos ha enseñado el Concilio Vaticano II, porque la Iglesia siempre debe ir más lejos, más allá de sus propios confines, para anunciar el amor de Cristo a todos. A este respecto, quisiera recordar y agradecer a tantos misioneros que han gastado su vida para ir “más allá”, encarnando la caridad de Cristo hacia los numerosos hermanos y hermanas que han encontrado.

3. «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza» – Dejarse fortalecer y guiar por el Espíritu

Cristo resucitado, al anunciar a los discípulos la misión de ser sus testigos, les prometió también la gracia para una responsabilidad tan grande: «El Espíritu Santo vendrá sobre ustedes y recibirán su fuerza para que sean mis testigos» (Hch 1,8). Efectivamente, según el relato de los Hechos, fue inmediatamente después de la venida del Espíritu Santo sobre los discípulos de Jesús cuando por primera vez se dio testimonio de Cristo muerto y resucitado con un anuncio kerigmático, el denominado discurso misionero de san Pedro a los habitantes de Jerusalén. Así los discípulos de Jesús, que antes eran débiles, temerosos y cerrados, dieron inicio al periodo de la evangelización del mundo. El Espíritu Santo los fortaleció, les dio valentía y sabiduría para testimoniar a Cristo delante de todos.

Así como «nadie puede decir: “¡Jesús es el Señor!”, si no está movido por el Espíritu Santo» (1 Co 12,3), tampoco ningún cristiano puede dar testimonio pleno y genuino de Cristo el Señor sin la inspiración y el auxilio del Espíritu. Por eso todo discípulo misionero de Cristo está llamado a reconocer la importancia fundamental de la acción del Espíritu, a vivir con Él en lo cotidiano y recibir constantemente su fuerza e inspiración. Es más, especialmente cuando nos sintamos cansados, desanimados, perdidos, acordémonos de acudir al Espíritu Santo en la oración, que —quiero decirlo una vez más— tiene un papel fundamental en la vida misionera, para dejarnos reconfortar y fortalecer por Él, fuente divina e inextinguible de nuevas energías y de la alegría de compartir la vida de Cristo con los demás. «Recibir el gozo del Espíritu Santo es una gracia. Y es la única fuerza que podemos tener para predicar el Evangelio, para confesar la fe en el Señor» (Mensaje a las Obras Misionales Pontificias, 21 mayo 2020). El Espíritu es el verdadero protagonista de la misión, es Él quien da la palabra justa, en el momento preciso y en el modo apropiado.

También queremos leer a la luz de la acción del Espíritu Santo los aniversarios misioneros de este año 2022. La institución de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, en 1622, estuvo motivada por el deseo de promover el mandato misionero en nuevos territorios. ¡Una intuición providencial! La Congregación se reveló crucial para hacer que la misión evangelizadora de la Iglesia sea realmente tal, independiente de las injerencias de los poderes mundanos, con el fin de constituir las Iglesias locales que hoy muestran tanto vigor. Deseamos que la Congregación, como en los cuatro siglos pasados, con la luz y la fuerza del Espíritu, continúe e intensifique su trabajo de coordinar, organizar y animar la actividad misionera de la Iglesia.

El mismo Espíritu que guía la Iglesia universal, inspira también a hombres y mujeres sencillos para misiones extraordinarias. Y fue así como una joven francesa, Paulina Jaricot, fundó hace exactamente 200 años la Obra de la Propagación de la Fe; su beatificación se celebra en este año jubilar. Aun en condiciones precarias, ella acogió la inspiración de Dios para poner en movimiento una red de oración y colecta para los misioneros, de modo que los fieles pudieran participar activamente en la misión “hasta los confines de la tierra”. De esta genial idea nació la Jornada Mundial de las Misiones que celebramos cada año, y cuya colecta en todas las comunidades está destinada al fondo universal con el cual el Papa sostiene la actividad misionera.

En este contexto recuerdo además al obispo francés Charles de Forbin-Janson, que comenzó la Obra de la Santa Infancia para promover la misión entre los niños con el lema “Los niños evangelizan a los niños, los niños rezan por los niños, los niños ayudan a los niños de todo el mundo”; así como a la señora Jeanne Bigard, que dio vida a la Obra de San Pedro Apóstol para el sostenimiento de los seminaristas y de los sacerdotes en tierra de misión. Estas tres obras misionales fueron reconocidas como “pontificias” precisamente cien años atrás. Y fue también bajo la inspiración y guía del Espíritu Santo que el beato Pablo Manna, nacido hace 150 años, fundó la actual Pontificia Unión Misional para animar y sensibilizar hacia la misión a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, y a todo el Pueblo de Dios. El mismo Pablo VI formó parte de esta última Obra y confirmó el reconocimiento pontificio. Menciono estas cuatro Obras Misionales Pontificias por sus grandes méritos históricos y también para invitarlos a alegrarse con ellas en este año especial por las actividades que llevan adelante para sostener la misión evangelizadora de la Iglesia universal y de las Iglesias locales. Espero que las Iglesias locales puedan encontrar en estas Obras un sólido instrumento para alimentar el espíritu misionero en el Pueblo de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, sigo soñando con una Iglesia totalmente misionera y una nueva estación de la acción misionera en las comunidades cristianas. Y repito el deseo de Moisés para el pueblo de Dios en camino: «¡Ojalá todo el pueblo de Dios profetizara!» (Nm 11,29). Sí, ojalá todos nosotros fuéramos en la Iglesia lo que ya somos en virtud del bautismo: profetas, testigos y misioneros del Señor. Con la fuerza del Espíritu Santo y hasta los confines de la tierra. María, Reina de las misiones, ruega por nosotros.

Roma, San Juan de Letrán, 6 de enero de 2022, Epifanía del Señor.

Francisco

viernes, 7 de octubre de 2022

“Levántate y vete, tu fe te ha salvado” (Lucas 17,11-19). Domingo XXVIII durante el año.

Amigas y amigos, seguimos entrando en este mes de las misiones. El Papa Francisco nos llama a ser Iglesia en salida; pero también tenemos que ser Iglesia abierta para recibir al que llega. Y así le sucede a Jesús en el evangelio de este domingo:

Salieron al encuentro de Jesús diez leprosos (Lucas 17,11-19)
Posiblemente hoy en día no llegamos a darnos cuenta de todo lo que significaba ser leproso en tiempos de Jesús.
Todos sabemos que es una terrible enfermedad, aún en nuestros días, con todos los avances del cuidado de la salud con que contamos. Tenemos que imaginarnos lo que podría significar dos mil años atrás. Además, en aquellos tiempos, se entendía por lepra toda afección de la piel más o menos permanente. Pero aún entendiendo e imaginando eso, todavía no llegamos a hacernos una idea.
La lepra, cuanto más avanzaba, iba deformando el cuerpo y particularmente el rostro de la persona. Se volvía un ser repulsivo, “alguien ante quien se aparta el rostro” (Isaías 53,3) como dijo el profeta Isaías del servidor sufriente, que prefigura a Jesús en su pasión.
El libro del Levítico, Antiguo Testamento, establecía una serie de normas para el leproso: 
La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: «¡Impuro, impuro!» Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro, vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento. (Levítico 13,45-46)
Las normas de pureza eran muy importantes para los israelitas del tiempo de Jesús (muchas siguen vigentes para los israelitas religiosos de hoy). Recordemos que una vez le reprocharon a Jesús que sus discípulos “comían con las manos impuras”, es decir, con las manos sin lavar… lavarse no era un simple acto de higiene; era un acto religioso, una purificación. Pero el leproso no quedaba purificado aunque se lavara: si no desaparecía la afección de la piel, seguía estando impuro.
Pero si no alcanzara ya con la enfermedad, la apariencia horripilante y la situación de impureza, algo aún más terrible se agrega a la situación del leproso: se considera que esa enfermedad y todo lo que conlleva es castigo por sus pecados. 
La creencia en una vida eterna y un juicio final no estaba clara para muchos israelitas, aún en el tiempo de Jesús. Muchos creían que Dios hacía su justicia en esta vida, bendiciendo al que obraba bien y castigando al que actuara mal. Y un típico castigo por el pecado era la enfermedad. Aún los discípulos de Jesús participaban de esa mentalidad, y por eso, en una ocasión, viendo a un ciego de nacimiento, le preguntaron a Jesús:
«Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?». (Juan 9,2)
Lo que estaba en discusión era de quién había sido el pecado, pero la ceguera no podía ser otra cosa que un castigo divino.
Entonces: leproso, repulsivo, impuro… y pecador, apartado de los hombres y apartado de Dios…
De un grupo de hombres como éstos llega a Jesús un grito de súplica:
«¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» (Lucas 17,11-19)
El grito surge del grupo. Hay entre ellos una cierta solidaridad: son compañeros de desgracia y se unen para presentar su ruego. No busca cada uno la salvación por su lado, sino para todos.
La respuesta de Jesús es de una sencillez extraordinaria, pero con un sobreentendido no tan evidente para nosotros. Todo lo que les dice Jesús es:
«Vayan a presentarse a los sacerdotes» (Lucas 17,11-19)
No los está enviando a los sacerdotes para que ellos los curen, sino para que, de acuerdo a las normas, certifiquen que están curados y que pueden volver a integrarse a su familia y a su comunidad. 
La curación se producirá ni bien se pongan en marcha: ponerse en camino significa haber entendido el sentido de las palabras de Jesús, haber creído que cumpliendo su indicación quedarían purificados.
Todo podría haber terminado aquí, pero…
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás glorificando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano.
Ante esto, Jesús dice:
«¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gloria a Dios, sino este extranjero?» (Lucas 17,11-19)
Notemos bien qué es lo que lamenta Jesús respecto a los que no volvieron. No se trata de haber sido o no haber sido agradecidos con él. 
El samaritano volvió glorificando a Dios. 
Jesús subraya que solamente él volvió para dar gloria a Dios.
La expresión “dar gloria a Dios” está en relación al mismo misterio de Dios: siempre podemos entenderlo un poco más, pero nunca alcanzamos a abarcar todo lo que significa.
Pero podemos entender qué es dar gloria a Dios a partir de lo que le sucede a este hombre. Ha tenido hasta el momento una vida espantosa, si es que se le puede llamar vida. Ha sido como un muerto que camina: muerto para su familia, para la sociedad, y considerado muerto para Dios.
Pero no estaba muerto para Dios. Dios lo ha sanado, lo ha purificado, le ha quitado todos sus estigmas y lo ha devuelto a los suyos. En suma, ha experimentado la acción salvadora de Dios.
Para él, dar gloria a Dios es reconocer todo eso con gratitud: Dios lo ha salvado. Ha conocido el amor de Dios, ha conocido su misericordia. Dar gloria a Dios es proclamar la obra que Dios ha realizado en él. Eso ha sido posible, porque él ha tenido fe, ha confiado en Dios, ha abierto su vida a la acción salvadora de Dios. Por eso Jesús le dice:
«Levántate y vete, tu fe te ha salvado» (Lucas 17,11-19)
Y esto no debería detenerse. 
A partir de este acontecimiento de salvación, la vida de este hombre está llamada a seguir glorificando a Dios. Todo el bien que haga en adelante, será una forma de glorificar a Dios con su vida. No lo hará solamente con sus palabras, recordando ese hecho que lo ha marcado profundamente, sino también con sus gestos, aún las acciones cotidianas. Desde esa perspectiva podemos entender las palabras de san Pablo a los Corintios:
Sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios (1 Corintios 10,31).
La historia del leproso nos invita a volver sobre nuestra vida, a recordar o a tomar conciencia de la presencia de Dios y de su acción salvadora en ella y, entonces, tanto personal como comunitariamente glorificar a Dios viviendo y actuando con pureza de corazón.

En esta semana

  • El martes 11 de octubre recordamos al papa san Juan XXIII. Convocó el Concilio Vaticano II. Creó la diócesis de Canelones y nombró a su primer obispo, Mons. Orestes Santiago Nuti. Tal vez deberíamos pensar en agregar su patrocinio a alguna parroquia o capilla de la diócesis.
  • Miércoles 12, Nuestra Señora del Pilar, patrona de la diócesis de Melo y del barrio la Pilarica de Las Piedras. Recuerdo que un 12 de octubre, hace 20 años, en Paysandú, junto a Mons. Daniel Gil, obispo de Salto, inauguramos una capilla dedicada a ella, en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús.
  • Sábado 15, Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia. Gran reformadora de la orden carmelitana, maestra de vida espiritual.
Amigas y amigos: feliz domingo, buena semana y que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.