jueves, 31 de marzo de 2022

“En adelante no peques más” (Juan 8,1-11). V Domingo de Cuaresma.

Estamos a las puertas de la Semana Santa. A través de las lecturas de hoy, seguimos adentrándonos en el proyecto de salvación que Dios tiene para nosotros. Del libro de Isaías, de la carta a los Filipenses y del Evangelio de Juan nos llega el más íntimo y profundo deseo de Dios: renovar todas las cosas a partir de su perdón, que quiera llegar hasta el fondo de nuestro ser, sin pedirnos más que ponernos en disposición de recibirlo.

Decía san Juan Pablo II que la Misericordia de Dios es infinita, porque Dios mismo es infinito:

Infinita pues e inagotable es la prontitud del Padre en acoger a los hijos pródigos que vuelven a casa. Son infinitas la prontitud y la fuerza del perdón que brotan continuamente del valor admirable del sacrificio de su Hijo. No hay pecado humano que prevalezca por encima de esta fuerza y ni siquiera que la limite. (Dives in Misericordia, 13
De parte de Dios, entonces, está la voluntad de darnos su perdón. De parte nuestra ¿qué debemos hacer? Nosotros tenemos que retirar las barreras que ponemos a la misericordia de Dios, es decir:
la falta de buena voluntad, la falta de prontitud en la conversión y en la penitencia, es decir, su perdurar en la obstinación, oponiéndose a la gracia y a la verdad especialmente frente al testimonio de la cruz y de la resurrección de Cristo. (Dives in Misericordia, 13)
Busquemos, entonces, en la Palabra de Dios para este domingo, los caminos de la reconciliación que Dios, en su misericordia, nos presenta.
No se acuerden de las cosas pasadas,
no piensen en las cosas antiguas;
yo estoy por hacer algo nuevo:
ya está germinando, ¿no se dan cuenta? (Isaías 43, 16-21)
Por boca del profeta Isaías, Dios habla a su pueblo. Le recuerda los acontecimientos del pasado: la primera Pascua, la gran intervención de Dios para liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Lo de “no se acuerden” no es para borrar de la memoria esos hechos importantes, sino para que puedan abrirse a algo realmente nuevo, que ya está germinando. Es el llamado a dejar una visión puramente nostálgica del pasado, para recibir lo radicalmente nuevo que Dios realizará: la nueva y definitiva Pascua, la Pascua de Cristo, Pascua de resurrección.
Todo me parece una desventaja, comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por Él, he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo y estar unido a Él. (Filipenses 3,8-14)
Quien habla así es san Pablo, en su carta a los filipenses. Habla de cosas que ha dejado atrás. Cosas que fueron fundamentales en su vida; pero ahora se refiere a ellas como desventaja o desperdicio. Pablo estuvo fuertemente aferrado a las tradiciones de su pueblo, en el marco del movimiento fariseo. Convencido de que los cristianos estaban en un camino equivocado, los persiguió con saña… hasta que Cristo salió a su encuentro. Ese “algo nuevo” que Dios estaba por hacer, como anunciaba el profeta Isaías, apareció ante Pablo: Cristo resucitado. A partir de ese encuentro, su vida dio un gran giro y, de perseguidor del evangelio se convirtió en el gran evangelizador.

Isaías nos presentó la novedad del proyecto de salvación de Dios. Pablo nos cuenta como ha vivido él, personalmente, ese encuentro con el Salvador. Yendo ahora al evangelio, nos encontramos con un hecho puntual de la vida de Jesús. No aparece aquí el gran anuncio de Isaías, ni la experiencia personal de Pablo. En cambio, aparece Jesús actuando y salvando.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?» (Juan 8, 1-11)
Los escribas y fariseos ponen a Jesús en confrontación con la Ley. La ley dice esto, y tú ¿qué dices? El evangelista nos muestra claramente la intención detrás de esa pregunta:
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. (Juan 8, 1-11)

¿A qué ley se referían aquellos hombres? Leemos en el Levítico y en el Deuteronomio:

 Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, los dos serán castigados con la muerte. (Levítico 20,10)

Si se sorprende a un hombre acostado con una mujer casada, morirán los dos; el hombre que estaba acostado con la mujer, y también ella. (Deuteronomio 22,22)
Sin embargo, aquí está solo la mujer. Cabe preguntarse dónde está el hombre. Sólo se dice que la mujer “fue sorprendida en adulterio”. Parece que él ha escapado, rápidamente y sin ser reconocido. Ella no lo ha delatado, tal vez porque ni siquiera se le ha preguntado. Ahora, ella enfrenta sola la amenaza de muerte.

¿Cómo responderá Jesús? ¿Cómo salvar a la mujer? ¿Qué responder sin contradecir la ley? ¿Cómo va a mostrar la infinita misericordia de Dios ante la cual no hay ningún pecado humano que prevalezca?

Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo. Se estableció un tenso silencio. Los hombres insistieron. Jesús se incorporó y dio su respuesta:
«El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra.»
Poco a poco, aquellos que estaban prontos a condenar y castigar, comenzaron a retirarse. No necesariamente eran malvados o incluso adúlteros. Pero sí pecadores, de una u otra forma. Todos somos pecadores. Todos necesitamos del perdón y de la misericordia. Dios no quiere la muerte del pecador. Ya lo había anunciado el profeta Ezequiel:
“Yo no deseo la muerte del malvado, sino que se convierta de su mala conducta y viva.” (Ezequiel 33,11)
Después que todos se marcharon, Jesús preguntó a la mujer: “¿Alguien te ha condenado? Ella le respondió: Nadie, Señor”.
«Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante.»
Amigas y amigos: así actúa Jesús. Así quiere devolvernos la dignidad de hijos e hijas de Dios. Llamándonos a la conversión y ofreciéndonos la misericordia infinita del Padre.
El próximo domingo comenzamos la Semana Santa, con la celebración del Domingo de Ramos. Dispongámonos a vivirla con el corazón abierto al testimonio de la cruz y de la resurrección de Cristo. Dejémonos tocar por el amor que puede transformar los corazones más endurecidos.
Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Dar testimonio con las obras (Juan 5,31-47). Jueves de la IV semana de Cuaresma.

 

viernes, 25 de marzo de 2022

Un pueblo que protege al niño con su madre. Mensaje de la Comisión Nacional de Pastoral de Familia y Vida (CEU) en el Día del niño por nacer.

“Un pueblo que protege al niño con su Madre”

Tomemos conciencia – defendamos – ayudemos

Introducción:

La Comisión de pastoral de familia y vida de la CEU, en el día del niño por nacer, hace un llamado al pueblo uruguayo, bajo el enunciado "un pueblo que protege al niño con su madre”. 

En primer lugar, como parte del pueblo uruguayo, apelamos a lo mejor de nuestro ser, que valora a los demás, especialmente al débil, para que protejamos al niño con su madre.

Es una invitación a que tomemos conciencia de lo que esto significa con relación a la vida que comienza en el vientre materno. Y también una reflexión sobre lo que estamos haciendo como pueblo, lo que no es coherente o se opone a la protección de la vida de cada ser humano desde la concepción hasta su muerte natural.

Por eso invitamos a preguntarnos:

  • ¿De verdad queremos ser un pueblo responsable, que cuida a todo ser humano, o aceptamos ser un pueblo que edifica su futuro en la destrucción de bebés en el vientre, de seres humanos engendrados que aún no han nacido?
  • ¿Creemos que es ético y verdadero el mensaje que naturaliza el aborto, como un "aquí-no-pasa-nada": ni al pobre niño, ni a la madre, ni a la sociedad entera?
  • ¿Son éticas las manipulaciones de fetos humanos, con distintos fines, que además provocan múltiples destrucciones?
  • Sí, como solemos decir, NADIE ES MÁS QUE NADIE, entonces ¿cómo vamos a atrevernos los adultos a segar la vida de un bebé antes de su nacimiento?

Invitamos a asumir la situación actual:

Algunas miradas lúcidas nos pueden ayudar a reaccionar ante el hecho de que la percepción de la gravedad del aborto se haya ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos.

"No puede menos de causar extrañeza el ver cómo crecen a la vez la protesta indiscriminada contra la pena de muerte, contra toda forma de guerra, y la reivindicación de liberalizar el aborto, bien sea enteramente, bien por 'indicaciones' cada vez más numerosas" (1).

"La aceptación del aborto en la mentalidad, en las costumbres y en la misma ley es señal evidente de una peligrosísima crisis del sentido moral, que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal, incluso cuando está en juego el derecho fundamental a la vida. Ante una situación tan grave, se requiere más que nunca el valor de mirar de frente a la verdad y de llamar a las cosas por su nombre, sin ceder a compromisos de conveniencia o a la tentación de autoengaño" (2).

Hasta los que apoyaban la desgraciada ley de despenalización del aborto decían que el aborto siempre es doloroso y una tragedia para la mujer. Pero luego, de forma contradictoria, se crea todo un sistema de facilitación del aborto. Se dificulta lo que ayude a la mujer a no realizarlo. Se llega hasta la falsedad de proclamar que un delito —aun despenalizado— se vuelva un supuesto derecho.

Es necesario seguir dejando claro que el aborto es también un drama para la madre. La ofrecida pseudo-solución del aborto la deja más desamparada, menos libre para defender a su criatura, más abandonada.

La actual ley, que carece de fundamento ético en muchos aspectos, sin embargo, al menos debe buscar cumplirse en lo que puede favorecer a la mujer para no deshacerse de su hijo, para que evite el aborto y pueda resolver satisfactoriamente su situación. En primer lugar, ha de ser ayudada a darse plenamente cuenta del valor intrínseco de la criatura que está en su seno y vive por ella.

El aborto despenalizado jurídicamente, legitimado socialmente, hace al varón más irresponsable de su sexualidad, y con mayor capacidad de presionar a la mujer para que se deshaga de su hijo. Al mismo tiempo se desconoce el deber y el derecho del padre a cuidar de quien ha engendrado con concurso de la mujer. Nuestra sociedad requiere de varones formados para el respeto de la mujer, la valoración de la sexualidad, la responsabilidad y la gran misión de la paternidad.

La sexualidad presentada como mero placer, autocomplaciente, egocéntrica, trae consigo tanto la falta de responsabilidad y respeto en las relaciones, como de la valoración de la comunicación de la vida, la paternidad y la maternidad, la entrega a los hijos. 

Son cancelados, por una visión dominante de lo políticamente correcto, los posibles avances en una educación que presente una recta concepción de la sexualidad humana, con exigentes valores morales; una sexualidad responsable, en que se valore el dominio de sí, la castidad, el amor y la entrega.

Asumamos las consecuencias de la situación actual:

Apelamos a ser un pueblo solidario, respetuoso de todos y en particular de cada ser humano desde que comienza a existir, en su unidad, como lo demuestra la observación científica: el feto es un ser humano único, nuevo, que quiere vivir. Esta misma convicción nos lleva a respetar al ser humano aún en la debilidad y la vejez, hasta su muerte natural.

Hacemos un llamado a atender la situación social y cultural a la que hemos llegado, y en la que inculcamos como normal y hasta bueno el aborto procurado. Comprometámonos y ayudemos a que la sociedad, la cultura, la formación de las nuevas generaciones, las familias rechacen el aborto como una supuesta solución y seamos un pueblo que respete y defienda la vida.

Invitamos a cada uno, a los medios de comunicación, a la educación, al Estado, a una clara opción por ayudar a la madre y al niño por nacer. Los médicos, los auxiliares de la salud, las instituciones de la salud, están al servicio de la vida humana, no de su destrucción, sea en sus inicios, sea en su desarrollo, sea en diversas dificultades, incluido su próximo término.

Pedimos acciones concretas para ayudar a la educación de niños, adolescentes y jóvenes, así como en el pensamiento adulto, en la convicción del respeto y protección que debe tener todo ser humano desde su concepción.
Debe mostrarse la gravedad del aborto y la voluntad de ayudar a evitarlo. "El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida (…) Los embriones humanos obtenidos in vitro son seres humanos y sujetos de derecho. Su dignidad y su derecho a la vida deben ser respetados desde el primer momento de su existencia‖" (3).

Protejamos al bebé antes de su nacimiento, en su desarrollo embrional y fetal. Protejámoslo de todo lo que lo que pueda dañar, de ser manipulado. Seamos respetuosos de cada ser humano, aun cuando su presencia no hubiera sido prevista y aun cuando tenga problemas. Es un ser digno de ser cuidado y amado, como queremos ser cuidados y amados nosotros mismos. Como lo afirma la Convención Americana sobre derechos humanos: ―Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este derecho estará protegido por la ley y en general, a partir del momento de la concepción (4).

Protejamos a la madre. No se protege a la mujer de su hijo, del engendrado y nascituro, es decir, de la persona antes de nacer que está en el claustro materno, porque no es un agresor. La protegemos en las circunstancias adversas, de cualquier índole, incluida de la presión para que aborte.
Por eso, se ha de ayudar a las mujeres embarazadas, para que cuiden del hijo que está en su seno y puedan superar las diversas dificultades. De esta manera también las protegemos a ellas de cometer un acto tan injusto que las marcará en su corazón. Con los medios actuales hay que mostrarle la realidad del feto vivo, presente, creciendo. Que la madre reciba el apoyo económico, psicológico, espiritual, que la fortalezca, según las circunstancias. También es importante auxiliar a la mujer que ha procurado un aborto a superar las dificultades del llamado "síndrome post-aborto". Hay que reconocer este daño que se difunde en la sociedad.

Formemos al varón para la responsabilidad en la generación y la consecuente paternidad.
Debemos mirar también el lugar del varón, del padre. Ello comienza por la valoración de la mujer, como persona y como mujer. El respeto y defensa de su dignidad.

¿Estamos contentos con ir destruyendo las bases para formar familias fuertes, estables, responsables? ¿Estamos de verdad ayudando a los adolescentes y jóvenes a formarse como personas sexualmente maduras, responsables, capaces de formar familias sanas y estables, amantes de comunicar la vida, cuidarla, y educar a sus hijos, de ser madre y padre corresponsables?

Es necesario formar en una recta concepción de la sexualidad humana, que ha de ser responsable, en que se valore el dominio de sí, la castidad, el amor y la entrega de sí mismo. Eso supone denunciar la visión liberticida y esclavizadoramente hedonista fomentada por todas partes, con la pornografía como gran negocio internacional, que genera esclavos del sexo sin amor e irresponsable, dependientes de meros estímulos.

Llamado particular a los católicos

Nos dirigimos a los católicos para recordar las enseñanzas de la Iglesia en estas dimensiones de la realidad humana, de la ética y del llamado a la santidad, también en la sexualidad, en la procreación y el cuidado de los hijos.

Creemos en Dios creador y providente. Reconocemos que el último fundamento de la dignidad de cada ser humano es Dios creador y redentor del hombre. Y sabemos que hay un llamado, una vocación divina, en nuestra naturaleza humana, en nuestra persona humana, en nuestro ser varón y mujer y sus capacidades.

Más aún, para nosotros bautizados, el llamado a la vida matrimonial, la procreación y la educación de los hijos está renovado por el Sacramento del Matrimonio. Por ello, antes que nada estamos llamados a dar testimonio de este don de Dios.

Recordamos que no le es lícito a nadie a participar directamente en la procuración de la muerte de un nascituro (= niño por nacer). Siempre es la destrucción de un ser vivo humano inocente, "objeto de solicitud por parte de la Providencia divina". Tengamos en cuenta la antiquísima Carta a Diogneto en la cual se dice de los cristianos: "Ellos procrean niños, pero no abandonan el feto" (5).

Invitamos a cada uno, a todo nuestro pueblo, a trabajar para ser "un pueblo que protege al niño con su madre" – tomemos conciencia, defendamos, ayudemos –.

1 Declaración de la Congregación Doctrina de la fe, del 18.11.74, 1.

2 Evangelium vitae, 58.

3 Donum vitae, 5.

4 Convención Americana sobre Derechos humanos (Pacto de San José de Costa Rica), n.1.

5 Congregación para la doctrina de la fe, Declaración sobre el aborto, nota 7 Atenágoras, En defensa de los cristianos,35; Carta a Diogneto, V, 6.

jueves, 24 de marzo de 2022

“Que se haga en mí según tu palabra” (Lucas 1,26-38). Anunciación del Señor

 

“Iré a la Casa de mi padre” (Lucas 15,1-3.11-32). IV Domingo de Cuaresma.

El evangelio que leemos este domingo es nada menos que la parábola comúnmente llamada “el hijo pródigo”, también conocida como la “parábola de los dos hijos”, pero mejor nombrada como “parábola del padre misericordioso”.

El versículo que destacamos hoy es “Iré a la Casa de mi padre”. No se trata solo de una buena intención, como esas que a veces expresamos “un día de estos voy a ir a ver a fulano”… un día que nunca llega. No. Aquí se trata de una verdadera resolución. “Iré a la Casa de mi padre” es una decisión tomada, una decisión que se pone en práctica de inmediato. Una decisión que se sostiene durante un largo recorrido hasta llegar a la casa.

La decisión la toma aquel hijo que se había marchado, después de pedirle a su padre la parte de la herencia que le correspondía.

El hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa.
La decisión de volver llegó después de haber tocado fondo, después de haber conocido la miseria y de darse cuenta de todo lo que había perdido. Solo había conseguido trabajo para cuidar cerdos, animales impuros… y en un momento pasó tanta hambre que llegó a desear la comida de los chanchos. Recapacitando, recordó que los jornaleros de su padre tenían “pan en abundancia” y, muy resuelto, se dijo a sí mismo:
Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: “Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.”
En la segunda lectura, san Pablo también nos pide que tomemos una decisión:
les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios. (2 Corintios 5,17-21)
Los invito a buscar la parábola del Padre Misericordioso. La encontramos en el evangelio de Lucas, capítulo 15, versículos 11 a 32. Leerla, meditarla, ponerme dentro de sus personajes… a veces seré ese hijo menor; a veces me encontraré en el hermano mayor; tal vez también pueda verme como el padre que quiere a sus hijos y se siente llamado a ser misericordioso.

Ahora, vayamos a la primera lectura, que no parece tener mucho que ver con la segunda ni con el evangelio. Más aún, es un pasaje breve, que, leído un poco rápidamente, no parece tener mucha tela que cortar. Sin embargo, tiene mucho para decirnos.

Estamos en el libro de Josué. Este hombre, después de la muerte de Moisés, es quien lidera al Pueblo de Dios que ha llegado a su destino.
Después de atravesar el Jordán, los israelitas entraron en la tierra prometida el día diez del primer mes, y acamparon en Guilgal. (Josué 4, 19; 5, 10-12)
Habían pasado cuarenta años desde el momento en que los israelitas iniciaron su éxodo, es decir, su salida de Egipto. Dejaron atrás la esclavitud para iniciar una aventura de libertad, guiados por Dios, por medio de Moisés.
En este versículo hay una fecha: el día diez del primer mes. No dice el año. Nos gustaría saberlo; pero el día y el mes importan, porque será el día en que cada año se vuelva a recordar aquello: el día diez del primer mes fue la entrada en la tierra prometida. Dios cumplió su promesa de llevar a su pueblo a “una tierra que mana leche y miel” (Éxodo 13,5).

Pero volvamos esos cuarenta años atrás. El gran momento de la liberación estaba cerca. Dios señaló que ese mes en el que estaban sería, de allí en adelante, el primer mes del año (Éxodo 12,2) que posteriormente sería llamado Nisán. A continuación, Dios indicó algunos preparativos que debían hacerse con miras a la salida. Había que preparar una cena para esa noche; por eso…
El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. (Éxodo 12,3)
Aquí tenemos la primera coincidencia: el día diez del primer mes comenzó la preparación de la salida; el día diez del primer mes, cuarenta años después, se produjo la entrada en la tierra.
Pero la noche de la salida, la noche de la pascua, correspondería al día catorce. Allí se comería el cordero, ya prontos para emprender la marcha:
Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor. (Éxodo 12,11)
A partir de entonces, cada año, durante su travesía por el desierto, los israelitas volvieron a celebrar la Pascua el catorce del primer mes. Y ahora leemos en el libro de Josué:
El catorce del mes, por la tarde, celebraron la Pascua en la llanura de Jericó. (Josué 4, 19; 5, 10-12)
Así, el pueblo celebró por primera vez la pascua en la Tierra Prometida. Se cerró una etapa histórica. Comenzó un largo camino, con muchas etapas para recorrer hasta que un día, Jesús llegará a decir:
«He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión…» (Lucas 22,15)
A partir de la entrega de Jesús, de su muerte y resurrección, la Pascua tendrá otro sentido; su sentido definitivo, prefigurado por aquella primera pascua. La Pascua de Cristo es su paso de la muerte a la vida.
El cruce del Mar Rojo y el paso del Jordán, prefiguran el bautismo por el que el cristiano se une a la Pascua del Señor.
El Cordero Pascual será el mismo Jesús, entregado por nosotros y ofreciéndose como alimento en la Eucaristía.

Nos queda todavía el final de nuestro pasaje del libro de Josué:
Al día siguiente de la Pascua, comieron de los productos del país -pan sin levadura y granos tostados- ese mismo día. El maná dejó de caer al día siguiente, cuando comieron los productos del país. Ya no hubo más maná para los israelitas, y aquel año comieron los frutos de la tierra de Canaán. (Josué 4, 19; 5, 10-12)
El maná había sido un recurso extraordinario para el pueblo en su marcha por el desierto. Con la entrada a la tierra, la gente comenzó a comer de los frutos del país. Aunque les esperaban años de lucha para conquistar la tierra, este inicio marcó una normalidad. Hay que vivir en la Fe, desde la experiencia de cada día, y seguir descubriendo el paso de Dios por nuestra vida.

Amigas y amigos, en nuestro camino hacia la Pascua, es bueno que, al término de cada jornada, recordemos los acontecimientos vividos. Desde la fe, podremos reconocer, aún en momentos aparentemente grises y anodinos, que allí Dios también estuvo presente con su amor y su misericordia, librándonos de nuestros temores y angustias. Entonces, también nosotros podremos decir, con el salmista: 

¡Gusten y vean que bueno es el Señor! (Salmo 33,2-7).
El sábado 2 de abril se recuerda a san Francisco de Paula, un santo que se sintió llamado a vivir en una cuaresma perpetua. Pidamos su intercesión para que aprovechemos los días que nos quedan de este tiempo de Gracia. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Acto de Consagración al Corazón Inmaculado de María (Papa Francisco)

Del Papa Francisco:

Acogiendo numerosas peticiones del Pueblo de Dios, deseo encomendar de modo especial a la Virgen las naciones en conflicto. Como dije ayer, al finalizar la oración del Ángelus, el 25 de marzo, Solemnidad de la Anunciación, deseo realizar un solemne Acto de consagración de la humanidad,
particularmente de Rusia y de Ucrania, al Corazón inmaculado de María. Puesto que es bueno disponerse a invocar la paz renovados por el perdón de Dios, el Acto se hará en el contexto de una Celebración de la Penitencia, que tendrá lugar en la Basílica de San Pedro a las 17:00, hora de Roma. El Acto de consagración está previsto en torno a las 18:30.

(Nota: las 17 horas de Roma corresponden a las 13 horas de Uruguay) 

Oración

Oh, María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz. 

Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas, olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común. Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con vergüenza decimos: perdónanos, Señor. 

En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad. Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más adversas de la historia nos conduces con ternura. 

Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros, tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión. En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. 

Repite a cada uno de nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.

Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino» (Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad. Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda materna. 

Acoge, oh Madre, nuestra súplica.
Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la guerra.
Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de reconciliación.
Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.
Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.
Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.
Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.
Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la fraternidad.
Reina de la paz, obtén para el mundo la paz. 

Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos. Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece, que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los que sufren y huyen bajo el peso de las bombas. Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.

Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.

Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.

Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí, sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios. Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por sendas de paz. Amén.



Obedecer la Palabra (Jeremías 7,23-28). Jueves de la III semana de Cuaresma.

San Óscar Arnulfo Romero, obispo y mártir. 

Arzobispo de San Salvador, murió asesinado el 24 de marzo de 1980, por odio a la fe, mientras celebraba la Eucaristía en la capilla del Hospital oncológico dentro de cuyo predio vivía.

La bala lo alcanzó en el momento en que preparaba el altar para presentar las ofrendas; fue así que hizo la ofrenda de su propia vida.

lunes, 21 de marzo de 2022

Canonizaciones: Carlos de Foucauld, el hermano universal.

 

El próximo 15 de mayo de 2022 será canonizado el beato Carlos de Foucauld. Su vida es un ejemplo de soledad fecunda. Viviendo sus últimos años como ermitaño en el Sáhara argelino, dejó, sin embargo, un legado espiritual que ha enriquecido la vida de la Iglesia, sin haberse propuesto nada más (y nada menos) que "gritar el evangelio con su propia vida". De ese valioso testamento nace una gran familia espiritual formada por numerosos grupos y miembros que lo reconocen como fundador o inspirador.

Carlos de Foucauld, el Hermano Carlos de Jesús o, simplemente, el Hermanito Carlos, nació en Francia, en la ciudad de Estrasburgo, el 15 de septiembre de 1858. A los 6 años quedó huérfano. Creció con su hermana María bajo el cuidado de su abuelo y se orientó hacia la carrera militar.

En la adolescencia perdió la fe y se hizo conocido en la sociedad por su gusto por la vida fácil, en la que malgastó, al estilo del hijo pródigo, la herencia recibida a la muerte de su abuelo.

"Me hacías sentir un vacío doloroso, una tristeza que no he experimentado más que entonces (…); me tenía mudo y abrumado durante las fiestas (…). Tú me dabas esa vaga inquietud de una mala conciencia que, por dormida que estuviera, no había muerto del todo (…) Eso era, pues, un don tuyo. (…) ¡Qué bueno eres!"
Esa etapa quedará atrás y se revelará en él una voluntad fuerte y constante en las dificultades.
En los años 1883-1884 emprendió una peligrosa exploración de Marruecos, que le valdrá una medalla de oro de la Sociedad de Geografía de París.

Sorprendentemente, la exploración de aquel territorio y el encuentro con sus habitantes, lo llevará a la exploración de un territorio aún más misterioso: su propia alma, hasta el reencuentro con su fe, a partir del impacto que produjo en él la fe de los musulmanes.
“El Islam me produjo una impresión profunda. La vista de aquella fe, de aquellas almas que vivía en la presencia continua de Dios, me hizo entrever algo más grande y más verdadero que las ocupaciones mundanas: ad máiora nati sumus” (hemos nacido para cosas más grandes, para asuntos más nobles).
«Dios mío, si existes, haz que te conozca», pide en una oración que nace de su corazón en búsqueda.

Regresando a Francia, le emociona mucho la acogida discreta y cariñosa de su familia, profundamente cristiana, y continúa su búsqueda. Guiado por un sacerdote, el Padre Huvelin, él encuentra a Dios en octubre de 1886. Tenía 28 años.
«En cuanto creí que existía un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que vivir sólo para El».
Durante una peregrinación a Tierra Santa descubrió su vocación: seguir a Jesús en su vida de Nazareth.
De regreso en Francia se unió a los monjes trapenses, con quienes estuvo durante siete años; primero en Nuestra Señora de las Nieves, en el departamento de Ardeche y después en Akbes, en Siria.
Pasó después a una vida de soledad en oración y adoración cerca de las Clarisas de Nazareth.

El 9 de junio de 1901 fue ordenado sacerdote en la capilla del Seminario Mayor de Viviers. Tenía 43 años. Decidido a ir al encuentro de los más alejados, «los más olvidados y abandonados», partió al desierto del Sáhara, en Argelia, donde vivirá primero en Beni-Abbes y luego en Tamanrasset, en medio de los Tuaregs.

En su vida de soledad, recibe siempre fraternalmente a sus visitantes. Quería que cada uno lo considerase como hermano, «el hermano universal». Quería «gritar el evangelio con toda su vida» en un gran respeto de la cultura y la fe de aquellos en medio de los cuales vivió.
«Yo quisiera ser lo bastante bueno para que ellos digan: “Si tal es el servidor, como entonces será el Maestro...”?».
El primero de diciembre de 1916, una banda rodeó su casa y lo capturó, con intenciones de cobrar un rescate. La llegada de soldados creó un momento de pánico entre los asaltantes y el adolescente que custodiaba al hermanito Carlos, retenido en la capilla, lo ultimó con una bala.

En el año 1929 su cuerpo fue desenterrado y trasladado a su sepultura actual en El Menia.

Carlos de Foucauld siempre soñó compartir su vocación con otros. Después de haber escrito varias reglas religiosas, pensó que esta «vida de Nazareth» podía ser vivida en todas partes y por todos. Actualmente la «familia espiritual de Charles de Foucauld» comprende varias asociaciones de fieles, comunidades religiosas e institutos seculares de laicos y sacerdotes.

Espiritualidad

La espiritualidad del hermanito Carlos se resume en su oración del abandono.
Los miembros de la Familia espiritual de Carlos de Foucauld nos dicen que esta oración no fue escrita para ser rezada por él ni por sus posibles compañeros. Al escribirla, como parte de sus meditaciones sobre el evangelio, la pone en boca de Jesús. Si la leemos en esa clave, comprendemos que solo puede ser rezada por el Hijo de Dios. Cuando nosotros la rezamos, cuando entramos en su sentido tan profundamente como nos sea posible, nos damos cuenta de que es para nosotros una exigencia demasiado grande. Solo puede ser rezada si la rezamos junto con Jesús, de modo que, con su ayuda, podamos avanzar un poco más en el espíritu de abandono y unirnos al mismo Jesús en su abandono confiado al Padre.

Padre mío
Me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco.
Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en tus manos.
Te la doy, Dios mío,
Con todo el amor de mi corazón.
Porque te amo
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en tus manos
sin medida,
con una infinita confianza,
porque tú eres mi Padre.

Referencias de interés:

Dicasterio para la causa de los santos: Carlos de Foucauld (1858-1916)

Dicasterio para la causa de los santos: homilía en la beatificación, 13 de noviembre de 2005.

Familia espiritual Carlos de Foucauld

Wikipedia: Carlos de Foucauld

 
 

jueves, 17 de marzo de 2022

“Si no se convierten, todos acabarán de la misma manera” (Lucas 13,1-9). Tercer domingo de Cuaresma.

 

 

La reflexión de hoy podría titularse algo así como “declaraciones de Jesús sobre sucesos recientes” y aquí va el primero de ellos.

Se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. (Lucas 13,1-9)
Este hecho terrible puede ser mirado desde muchos puntos de vista. Tiene implicancias políticas y religiosas. Es un salvaje acto de represión por parte de la autoridad romana y es también una profanación, porque ocurre en el templo, en medio de una ceremonia religiosa.

Jesús hará su declaración al respecto, pero, como para reforzar su enseñanza, trae a colación otro suceso, que también había conmovido a la población de Jerusalén. Jesús se refiere a
las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé (Lucas 13,1-9)
Desde nuestra mentalidad, sin dejar de pensar en las víctimas, tal vez nos interesaría denunciar la acción represiva del representante del imperio o la posible corrupción de los constructores que podrían haber utilizado materiales inadecuados o haber sido negligentes.
En la mentalidad del tiempo de Jesús, la gente, ante todo, interpretaba esos hechos como castigo divino por los pecados de aquellos que murieron. Más aún, muchos se consideraban justos y no pecadores como ésos y que no tenían nada que convertir en su vida y que estaban a salvo de ese tipo de sucesos.
El comentario de Jesús no se centra en la acción del gobernador romano; tampoco considera el agravio hecho al templo, ni busca responsables del derrumbe de la torre. El corazón de Jesús se centra en las personas que murieron y, sobre todo, en sus oyentes, que deberían sacar otra conclusión de lo sucedido como enseñanza para su propia vida.

Jesús pregunta: ¿ustedes creen que esas personas que murieron eran más pecadoras o más culpables que las demás? Y él mismo responde:
«Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera» (Lucas 13,1-9)
Jesús ha hecho un urgente llamado a la conversión, que recuerda la predicación de Juan el Bautista, al comienzo de este mismo evangelio de Lucas, con el anuncio de un juicio inminente:
«Produzcan los frutos de una sincera conversión…»
«El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego». (Lucas 3,8-9)
Aquí el Maestro podría haber cerrado sus declaraciones y retirarse diciendo “no tengo más comentarios”. Pero Jesús no ha terminado. Ahora va a darle un giro a su enseñanza, con la parábola que cuenta a continuación.
«Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?"» (Lucas 13,1-9)
Aquí hay otro árbol que está ya casi con el hacha a la raíz, a punto de ser cortado porque no da frutos. Sin embargo, entre el dueño que toma la decisión y el árbol que no produce, está el viñador, que responde:
«Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás.» (Lucas 13,1-9)
“Déjala todavía este año”: es un plazo de gracia. Un plazo generoso. La conversión puede ser, para algunos, instantánea como la de Zaqueo (Lucas 19,1-10) o un largo y doloroso proceso como el del hijo pródigo (Lucas 15,11-32), ejemplos que encontramos en el evangelio de Lucas, no por nada llamado “el evangelio de la misericordia”.

Pero la misericordia no se limita a extender un plazo: también ofrece atención y cuidado. El viñador removerá la tierra y pondrá abono. Así le da al árbol una posibilidad de sanación radical. Radical, propiamente hablando, porque empieza desde la raíz y desde allí sube a todo el árbol.

La Cuaresma es un tiempo de Gracia en el que Dios nos llama a cambiar de rumbo nuestra vida, revisando nuestras acciones, nuestros pensamientos y aún nuestros sentimientos. Nos llama a corregir algunas cosas en nuestra forma de relacionarnos con Dios y con los demás. El llamado es severo, con esa amenazante sentencia: “si no se convierten, todos acabarán de la misma manera”. Detrás de estas palabras de Jesús, sin embargo, tenemos que ver su preocupación por nuestra salvación, por nuestro bien, por nuestra felicidad.

Y no olvidemos: Él mismo es quien nos ofrece tiempo y cuidado, para que nosotros podamos hacer un sincero esfuerzo interior. Pidámosle al Señor que nos haga ver con claridad cuáles son las cosas que debemos cambiar en nuestra vida, cuáles son los puntos que debe tocar nuestra conversión, para llegar profundamente renovados a la celebración de la Pascua. Que así sea.

Colecta para la formación de los seminaristas

Les recuerdo que hoy, domingo 20, se realiza en toda nuestra diócesis la colecta destinada a los gastos de formación de los seminaristas. Agradezco a todos los que puedan ayudarnos con su generosidad.

Cuaresma: camino hacia la Pascua

Con ese sugestivo lema, se invita, a todos los que quieran concurrir, a un encuentro en la parroquia San Antonio María Claret, Progreso. Esto será el domingo 20, de 9:30 a 16:30 horas. La reunión es organizada por el Movimiento de Cursillos de Cristiandad; pero, repito, está abierta a todos los que quieran participar. Tiene el nombre de “Ultreya”, que viene del saludo con el que se animaban los peregrinos en camino a Santiago y significa “¡adelante!”. Adelante, pues: caminemos hacia la Pascua, hacia el encuentro con Jesucristo Vivo.

Anunciación / Día del niño por nacer

El viernes 25 tendremos una pausa en nuestro camino cuaresmal, con la celebración de la solemnidad de la Anunciación del Señor. Ese es también el Día del niño por nacer. Nos confiamos a María, para que nos ayude a vivir cada día como cristianos agradecidos por el don de la vida y ponemos en su corazón maternal a los niños aún no nacidos para que Ella los cobije y proteja.

60 años de la llegada de Mons. Nuti a Canelones

Ese mismo viernes se cumplen 60 años de la llegada de Mons. Orestes Santiago Nuti a la diócesis de Canelones. Con la llegada del primer Obispo se inició la vida diocesana.

Con gratitud, recordaremos a Mons. Nuti en la Misa de la catedral, a las 18 horas.

Y esto es todo por hoy, amigas y amigos. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
 

Fiesta de las Hermanitas de la Anunciación, Barros Blancos.


Las Hermanitas de la Anunciación fueron fundadas en Colombia por la Venerable Madre María Berenice Duque. La Madre Berenice está ya cerca de que se celebre su beatificación. El año pasado la Congregación para las causas de los santos, promulgó, con la autorización del papa Francisco, el decreto que reconoce:

el milagro atribuido a la intercesión de la Venerable Sierva de Dios María Berenice Duque Hencker (nacida Ana Julia), Fundadora de la Congregación de las Hermanitas de la Anunciación; nacida el 14 de agosto de 1898 en Salamina (Colombia) y fallecida el 25 de julio de 1993 en Medellín (Colombia).

Las Hermanitas están presentes en la Diócesis de Canelones desde hace ya tiempo. Actualmente, su comunidad está ubicada en Barros Blancos, en la capilla San Alfonso María de Ligorio, que pertenece a la parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro. También colaboran en distintas pastorales y actividades diocesanas.

Las religiosas harán renovación de sus votos y celebrarán la fiesta patronal de su congregación junto a la comunidad de la capilla San Alfonso el domingo 20, fecha próxima la solemnidad de la Anunciación (25 de marzo).

Madre María Berenice Duque


Escuchar la Palabra y cambiar de vida (Lucas 16,19-31). Jueves de la II semana de Cuaresma.

 

martes, 15 de marzo de 2022

Cuaresma: camino hacia la Pascua: Invitación del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, Canelones.

Cuaresma: camino hacia la Pascua

Con ese sugestivo lema, se invita a todos los que quieran concurrir a un encuentro en la parroquia San Antonio María Claret, Progreso. Esto será el domingo 20, de 9:30 a 16:30 horas. La reunión es organizada por el Movimiento de Cursillos de Cristiandad; pero, repito, está abierta a todos los que quieran participar. Tiene el nombre de “Ultreya”, que viene del saludo con el que se animaban los peregrinos en camino a Santiago y significa “¡adelante!”. Adelante, pues: caminemos hacia la Pascua, hacia el encuentro con Jesucristo Vivo.

“¡Cesen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien!” (Isaías 1, 10.16-20). Martes de la segunda semana de Cuaresma.

 

sábado, 12 de marzo de 2022

Nuevo párroco en San Isidro de Las Piedras.


Homilía del Obispo

Queridas hermanas, queridos hermanos:

Estoy aquí para acompañar a la comunidad de San Isidro de Las Piedras y al Padre Andrés Boone en el inicio de esta nueva etapa de la vida parroquial.
Al Obispo le corresponde en su diócesis nombrar a los párrocos. Dentro de instantes se va a leer ese nombramiento; pero conviene recordar que, antes de confiar de un modo particular al P Andrés el cuidado de esta comunidad, esta es una parroquia confiada a la congregación salesiana.
Es el P. Alfonso Bauer, el inspector salesiano, quien me presentó, a su tiempo, el nombre del nuevo párroco, quien ya hacía parte de la comunidad salesiana de Las Piedras como director del colegio. El P. Andrés ya ha ido asumiendo su nuevo servicio, en diálogo con su predecesor, el P. Mateo; sin embargo, estuvimos de acuerdo en que era bueno tener este momento de celebración en el que yo hiciera visible el vínculo de la parroquia y del párroco con la diócesis y con el obispo.

Este 12 de marzo se celebra la memoria de san Luis Orione. Esta mañana estuve en el santuario de la Virgen de Las Flores, en La Floresta. Don Orione fue alumno de Don Bosco. Es una feliz coincidencia. Pero hay otra.

En el año 1622, en un día como hoy, el Papa Gregorio XV canonizó a cinco santos, todos ellos muy importantes en la vida de la Iglesia. Cuatro de ellos habían muerto algunos años antes: san Felipe Neri, santa Teresa de Jesús, san Ignacio de Loyola y san Francisco Javier; el quinto, en cambio, era un hombre que llevaba ya algunos siglos siendo venerado por sus conciudadanos: san Isidro Labrador. Así pues, hoy se cumplen 400 años de la canonización del santo patrono de esta parroquia y de la ciudad de Las Piedras.
Qué momento más lindo para ponernos una vez más bajo el amparo de San Isidro y Santa María de la Cabeza, para que estos santos esposos velen por la vida pastoral de la parroquia.

Les decía -lo que ustedes saben bien- que esta es una parroquia confiada a la congregación salesiana. En un documento de la congregación que me ha acercado el P. Andrés dice que “la pastoral salesiana busca incluir todas las actividades ordinarias de sus parroquias junto al plan general de la pastoral diocesana, aunque se realicen según nuestro espíritu y en armonía con nuestro métodos y estructuras” (1).

Entonces aquí tenemos dos cosas importantes que tienen que caminar juntas:
-    las orientaciones pastorales de la Iglesia diocesana
-    y el espíritu, los métodos y estructuras de la pastoral salesiana.

Estamos en un tiempo en el que el papa Francisco nos invita no solo a reflexionar sobre la sinodalidad, sino a vivirla, a crecer como Iglesia sinodal. Sínodo, se ha repetido mucho en este tiempo, significa “caminar juntos”. Caminamos juntos como Pueblo de Dios: caminan juntos los miembros de un grupo, de un movimiento, de una asociación eclesial, de una comunidad educativa, los fieles de una capilla.

A su vez, todos ellos están llamados a caminar juntos como miembros de una comunidad parroquial.
Las 34 parroquias de la diócesis de Canelones, a caminar juntas como diócesis.
La arquidiócesis y las 8 diócesis del Uruguay, a caminar juntas como Iglesia que peregrina en este país; la Iglesia en el Uruguay, a caminar con la Iglesia en América Latina y el Caribe; y desde allí, con el Pueblo de Dios en todo el mundo.
Caminar juntos empieza desde abajo, desde la base, desde los pequeños grupos donde la gente se conoce personalmente y sube hasta la Iglesia Universal, construyendo ese cuerpo místico de Cristo. Ese cuerpo espiritual del que todos formamos parte, aunque no nos conozcamos, porque compartimos la misma fe.

¿Qué aporta una parroquia salesiana a esa marcha común? Aquí entramos en el carisma de San Juan Bosco, que da originalidad a la propuesta.
Me ha llamado la atención una expresión de Don Bosco referida a la parroquia, algo que él se planteó en Turín: crear una parroquia para los jóvenes sin parroquia.

Entonces, no se trata solo de atender una comunidad que ya está formada, que hay que mantener con la celebración de la Misa y los sacramentos, actividades de formación, etc. sino de una comunidad que va al encuentro de quienes están “sin parroquia”, es decir, de aquellos que no tienen lugar en ninguna comunidad cristiana, dando una atención, no excluyente, pero sí prioritaria a los jóvenes.

En 1887 Don Bosco redactó un reglamento para el buen funcionamiento de una parroquia salesiana, donde puso los temas que más le preocupaban:
-    La atención de los jóvenes, especialmente los más pobres
-    La impronta educativa de la congregación
-    La identidad del párroco salesiano que sirve en la parroquia en comunión con el Obispo y con el clero diocesano

Llevo poco tiempo en la diócesis de Canelones, pero conozco a la congregación salesiana desde hace mucho tiempo.

Fui párroco en la capital sanducera y compartí muchos encuentros con los salesianos; lo que continuó en Salto, ya como obispo auxiliar. En Melo tuve que lamentar la partida de la comunidad salesiana… y en Canelones vuelvo a encontrar a estos hermanos que aprecio y valoro.

Con el P. Andrés nos conocemos desde nuestro tiempo de estudiantes en el Instituto Teológico del Uruguay.

En fin, solo espero que, con la ayuda del Señor, continuemos avanzando en el caminar juntos, haciendo crecer la comunidad diocesana, comprometidos todos en el anuncio del Evangelio a nuestro pueblo canario. Así sea.

(1)    Capítulo General 19, parte I, capítulo XI, 3, citado en Sector para la Pastoral Juvenil Salesiana: “La parroquia y el santuario confiados a los salesianos”, 2022, p. 10.

Vivir el ayuno amando al prójimo (Mateo 5,43-48). Sábado de la primera semana de Cuaresma.

viernes, 11 de marzo de 2022

El Seminario, corazón de la Iglesia.


¿Cómo se preparan nuestros futuros sacerdotes?
¿Quieres colaborar con la formación de los seminaristas?
Puedes hacerlo desde un teléfono fijo:

- Para donar $ 200 - llama al 0900 9782
- Para donar $ 100 - llama al 0900 9781
- Para donar $ 50 - llama al 0900 9780

Por una vez... o por todas las veces que quieras.

19 y 20 de marzo de 2022, Colecta del Fondo Común Diocesano.
¡Muchas gracias!

+ Heriberto, Obispo de Canelones.

“Este es mi Hijo, el elegido, escúchenlo” (Lucas 9, 28b-36). II Domingo de Cuaresma.

Avanzamos en la Cuaresma y el evangelio nos presenta hoy el episodio conocido como la “transfiguración”. Es una palabra extraña, que nos llega desde el evangelio. Aunque se puede aplicar a otra realidad, no es fácil entenderla sin referencia a este pasaje bíblico.
El relato de Lucas tiene muchas resonancias de otros pasajes de la Palabra de Dios y también de su propio evangelio. Vamos a leerlo de a poco.

Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar.
Pedro, Santiago y Juan son los tres discípulos que se asombraron por la pesca milagrosa, al comienzo del evangelio (Lucas 5,10).
Junto con Andrés, ellos hacen parte de los cuatro primeros llamados.
Pedro, Santiago y Juan serán los únicos que entren con Jesús a la casa de Jairo, cuya hija acaba de morir. Ellos verán a Jesús devolverle la vida (Lucas 8,51).
En el evangelio de Mateo, son ellos tres quienes acompañarán a Jesús más de cerca en su oración en el Huerto de los Olivos (Mateo 26,37)
Ahora (9,28) son ellos tres los que lleva Jesús a la montaña, lugar privilegiado para vivir una experiencia de Dios.
Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante.
Ese cambio de aspecto es la transfiguración. En su camino hacia la Pasión, este momento es como un remanso, en el que estos discípulos, especialmente cercanos a Jesús, vislumbran la realidad profunda de su Maestro. Es una imagen anticipada del resucitado que les hace asomarse al misterio de Dios presente en su Hijo.
Dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.
Moisés y Elías representan, respectivamente, la Ley y los Profetas, es decir, la Palabra de Dios tal como la conocían los israelitas. Hablan de la partida de Jesús: se refieren a su muerte y resurrección. La Ley y los Profetas, el conjunto que llamamos Antiguo Testamento prepara la venida de Jesús. Al final del evangelio de Lucas es el mismo Jesús quien hace notar esas referencias a los discípulos de Emaús:
Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él. (Lucas 24,27)
¿Cómo vivieron esta experiencia los discípulos? Llama la atención que “tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos”. Sucede a veces que el sueño nos invade en momentos de oración o de adoración ante el Santísimo. Tal vez sucede porque el cansancio normal que podamos tener se junta con un momento de distensión, de corte de las actividades que nos mantienen atentos y en movimiento. Los discípulos superan la prueba. Se mantienen despiertos y ven a Moisés y Elías revestidos de gloria; pero, más importante aún, vieron a Jesús participando también de la gloria de Dios, que es lo que expresa la transfiguración. Los discípulos quieren prolongar ese momento y Pedro propone armar tiendas para Jesús y los dos hombres. “El no sabía lo que decía”. Lo que acaba de ver supera su entendimiento.
Inmediatamente, hay un cambio de escenario:
Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor.
El temor, aquí, es el profundo respeto ante lo sagrado. La nube es signo de la presencia de Dios. En el libro del Éxodo la nube aparece muchas veces como señal de Dios que va guiando a su pueblo. Pero Dios también ha puesto a un hombre, Moisés, al frente de su pueblo. Y para reforzar la confianza del pueblo en él, Dios le dice a Moisés:
«Yo vendré a encontrarme contigo en medio de una densa nube, para que el pueblo pueda escuchar cuando yo te hable. Así tendrá en ti una confianza a toda prueba». (Éxodo 19,9)
Ahora es otra vez, en medio de la nube, que Dios se hace oír. Y éstas son sus palabras:
«Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo.»
Ya no se trata de Moisés ni de Elías. Jesús no es uno más de los antiguos profetas: es el Hijo de Dios. Así lo manifiesta el Padre. Es a Jesús a quien hay que escuchar ahora: “escúchenlo”.
Al final del relato, queda Jesús solo. Ya no importan la montaña, la nube, ni siquiera la Ley y los Profetas: Jesús trae la palabra definitiva del Padre.
“en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo… Él es el resplandor de su gloria” (Hebreos 1,2-3)
Dos mil años de fe cristiana han producido un enorme patrimonio de historias, experiencias, imágenes, signos, ritos. Los sacramentos, las oraciones, las distintas corrientes de espiritualidad, las advocaciones y apariciones marianas, las vidas de santos y santas… podemos encontrar de todo y para todos los gustos; pero toda esa riqueza solo tiene sentido y cumple su finalidad si nos conduce al encuentro de Jesucristo. Sin Él, todo queda vacío. Con Él, todo se llena de su presencia.
Recemos juntos:
Padre santo, que nos mandaste escuchar a tu Hijo amado,
alimenta nuestro espíritu con tu Palabra,
para que, después de haber purificado nuestra mirada interior,
podamos contemplar gozosos la gloria de su rostro.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Sábado 19 de marzo: San José

El próximo sábado celebraremos la solemnidad de San José, copatrono de la parroquia Santa María de los Ángeles y de una de las capillas de Progreso.
Nos dice el Papa Francisco: “José aparece como el custodio de Jesús y de María… con su vida, parece querer decirnos que siempre estamos llamados a sentirnos custodios de nuestros hermanos, custodios de quien se nos ha puesto al lado, de quien el Señor nos encomienda a través de muchas circunstancias de la vida.”

La formación de nuestros seminaristas

Nuestra diócesis cuenta con tres seminaristas, que muchos de ustedes conocen: Néstor, Sergio y Tomás. Su formación la hacen en el Seminario Interdiocesano Cristo Rey, en Montevideo, por donde hemos pasado casi todos los sacerdotes del clero secular del Uruguay.
El sábado 19 y domingo 20 se hará una colecta del Fondo Común Diocesano destinada, precisamente, a los gastos del Seminario.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

jueves, 10 de marzo de 2022

“Ve primero a reconciliarte con tu hermano” (Mateo 5,20-26). Viernes de la primera semana de Cuaresma.

Para la formación de nuestros seminaristas. Colecta del Fondo Común Diocesano.

Seminario Interdiocesano Cristo Rey, Montevideo

Queridos hermanos y hermanas de nuestra Diócesis:

    En este tiempo de Cuaresma recordamos la generosa entrega de amor de Jesús. Él nos llama a intensificar la oración, desprendernos de lo superfluo practicando el ayuno y vivir la caridad con los hermanos más necesitados por medio de la limosna (Evangelio del Miércoles de Ceniza: Mateo 6,1-18).

    En estos días tan especiales de nuestra vida cristiana, me dirijo a Uds. para invitarlos una vez más a vivir en corresponsabilidad el caminar de nuestra Diócesis Canaria.

    El sábado 19 y domingo 20 de marzo se hará la primera colecta del Fondo Común Diocesano, destinada a los gastos del Seminario. Nuestra Diócesis cuenta con tres seminaristas, que muchos de Uds. conocen personalmente. El apoyo de Uds. es necesario para asegurar la continuidad de su formación.

    Desde ya agradezco su generosidad y, al mismo tiempo que nos alegramos por estos tres jóvenes que han respondido al llamado del Señor, sigamos rezando para que otros, al igual que ellos, descubran y sigan su vocación.

    Que el Señor nos dé a todos la Gracia de vivir una fructífera Cuaresma. Los bendice de corazón:

+ Heriberto, Obispo de Canelones


 

 

miércoles, 9 de marzo de 2022

“Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos” (Mateo 7,7-12). Jueves de la primera semana de Cuaresma.

La Regla de Oro

El versículo que meditamos hoy es conocido como "la regla de oro". De distintas formas, se encuentra en las grandes religiones y corrientes espirituales en todo el mundo.

Para conocer más sobre esto, recomiendo ir a la página de Living Peace (en español) donde se puede leer las diversas formulaciones de esta ley moral universal. La primera de ellas viene de la India y tiene ya cinco mil años de antigüedad.

Living Peace es un movimiento fundado por el focolarino Carlos Palma, un hijo de nuestra diócesis canaria que estuvo visitándonos el año pasado y dándonos a conocer su organización.

Ser un signo de conversión (Lucas 11,29-32). Miércoles de la primera semana de Cuaresma.

martes, 8 de marzo de 2022

"Dios es Padre, más aún, es madre". Un recuerdo de Juan Pablo Primero, en tiempos de convulsión mundial.

Misa ofrecida por la Legión de María,
en el Día Internacional de la Mujer

Homilía

Queridas hermanas, queridos hermanos:

Este 8 de marzo, día internacional de la mujer, la Legión de María, como lo ha hecho en otros años, ha invitado a la comunidad a participar en la Eucaristía.
Nos reunimos pues, para escuchar la Palabra de Dios que ilumina nuestra vida. Para orar juntos por las necesidades de la Iglesia y del mundo y para recibir a Jesús, Pan de Vida, que alimenta nuestro amor.

El evangelio nos presenta al Señor enseñando la oración que nos identifica a sus discípulos: el Padre Nuestro.
Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, se dirige a Dios desde una profunda intimidad, llamándolo Padre.

Y en esa unión íntima con su Padre quiere incluirnos a nosotros y por eso nos enseña a llamar a Dios “Padre nuestro”: No dice: “mi padre” o “padre mío”, sino “Padre nuestro”. De esa forma, al rezar como Jesús nos enseñó, aunque lo hagamos en soledad, podamos sentirnos unidos a todos los hermanos y hermanas que comparten nuestra fe.
De esta y de muchas otras formas, Jesús fue revelando a sus discípulos el rostro del Padre: el rostro de la Misericordia, reflejado en su Hijo.

Sin embargo, cuando vemos, una vez más, a la humanidad sufrir y angustiarse ante las convulsiones de la guerra, puede ocurrir que, por momentos, dudemos de la presencia y la cercanía del Padre, dudemos de su misericordia.
Vale la pena recordar la reflexión de un Papa -después diré cuál- un Papa del siglo XX, que hacía referencia a una de las tantas conversaciones de paz entre países en guerra. En ese momento estaban reunidos los primeros mandatarios de tres países: Estados Unidos, Israel y un importante país árabe.

Frente a la duda sobre la presencia de Dios, el Papa recordó enseñanzas de cada una de las tres religiones a las que podían referirse aquellos gobernantes.

Del mundo musulmán, una imagen de la mirada y la memoria de Dios: «en una noche negra, hay una piedra negra y sobre la piedra, una hormiga insignificante; pero Dios la ve, Dios no la olvida».
Del mundo cristiano, las palabras del Evangelio: «Llamen y se les abrirá, pidan y se les dará. Ni un cabello de su cabeza caerá sin la voluntad de su Padre que está en los cielos»
Del mundo hebreo, una enseñanza del Antiguo Testamento. En momentos difíciles, recuerda el papa, el pueblo “se dirigió al Señor lamentándose y diciendo: «Nos has abandonado, nos has olvidado». «No», respondió Dios, por medio del profeta Isaías: «¿Puede acaso una madre olvidar a su hijo? Pero si sucediera esto, Dios jamás olvidará a su pueblo».” (1)
Los seres humanos, continuó diciendo el papa “somos objeto de un amor sin fin de parte de Dios. Sabemos que Dios tiene los ojos fijos en nosotros siempre, también cuando nos parece que es de noche.” Y agregó el Santo Padre: “Dios es Padre, más aún, es madre. No quiere nuestro mal; sólo quiere hacernos bien, a todos. Y los hijos, si están enfermos, tienen más motivo para que la madre los ame. Igualmente nosotros, si acaso estamos enfermos de maldad o fuera de camino, tenemos un título más para ser amados por el Señor.”

Era el 10 de septiembre de 1978. El Papa era Albino Luciani, quien al ser elegido tomó el nombre de Juan Pablo, en recuerdo de sus dos predecesores.
Con el corazón lleno de esperanza, aquel Juan Pablo, el primero, invitó a los fieles a rezar por la paz, a rezar a un Dios que es Padre y Madre.

Hoy, Francisco nos dice, en esta Cuaresma, que “no nos cansemos de hacer el bien”; no nos cansemos de rezar, pero no nos cansemos tampoco de hacer gestos concretos de amor, de hacer el bien a nuestros hermanos. La guerra entre Rusia y Ucrania es a la vez, lejana y cercana. Los medios de comunicación nos la acercan y la colocan en primer plano, pero sigue estando a miles de kilómetros. Mientras tanto, más cerca o más lejos, hay otras guerras de las que nadie habla, muchas veces entre pueblos pobres y marginales que no pesan en la economía mundial; pero, allí también, hay hermanos y hermanas que sufren. Son la hormiga negra sobre la piedra negra que, en medio de la noche, solo Dios ve y recuerda.

Pero no tenemos que irnos muy lejos… alrededor de nosotros sigue habiendo mucho dolor silencioso. Hoy, por ser este día 8 de marzo, podemos pensar especialmente en el sufrimiento de muchas mujeres: niñas, jóvenes, adultas, ancianas, víctimas de injusticias y violencias, en situaciones difíciles, en soledad y desvalimiento… Pero recordemos que no son solo mujeres quienes sufren situaciones como ésas.

No podemos resolver todos los problemas, no podemos hacernos cargo de todos los dolores del mundo. Pienso en la Misión de la Legión de María, misión de servicio en la caridad, pero que es también misión de todo cristiano: habrá una situación, o más de una, en la que, con la ayuda de la Santísima Virgen, podremos ser el ojo de Dios que ve en la noche, el rostro de la misericordia del Padre y su mano paterna y materna que llega para consolar y sanar. Que así sea.

+ Heriberto

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(1) Juan Pablo I, Ángelus, 10 de septiembre de 1978. Los mandatarios eran el presidente Jimmy Carter, el presidente de Egipto Anwar el-Sadat y el primer ministro israelí Menájem Beguín. Sus negociaciones concluyeron en los acuerdos de Camp David que terminaron las hostilidades entre Israel y Egipto, aunque dejaron otras situaciones sin resolver, al menos de forma adecuada, que traerían posteriormente otros conflictos.


“El Padre de ustedes sabe bien qué es lo que les hace falta” (Mateo 6,7-15). Martes de la primera semana de Cuaresma.

 

lunes, 7 de marzo de 2022

“Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido” (Mateo 6, 12). Palabra del Mes, Marzo 2022.

 

La palabra de vida de este mes está tomada de la oración que Jesús enseñó a sus discípulos, el Padre Nuestro. Se trata de una oración hondamente arraigada en la tradición judía. Los judíos también llamaban a Dios, y lo siguen haciendo, “Padre nuestro”.

En una primera lectura, las palabras de esta frase nos hieren: ¿podemos pedirle a Dios que perdone nuestras ofensas, como sugiere el texto griego, así como nosotros podemos hacerlo con los que nos han ofendido? Nuestra capacidad de perdón es siempre limitada, superficial, condicionada.
Si Dios nos tratara acorde con nuestra medida, estaríamos condenados.

“Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.”

Sin embargo, son palabras importantes que expresan ante todo la conciencia de tener necesidad del perdón de Dios, que el mismo Jesús entregó a los discípulos, y por lo tanto a todos los bautizados, para que con ellos puedan dirigirse al Padre con sencillez de corazón.

Todo surge del descubrimiento de que somos hijos en el Hijo, hermanos e imitadores de Jesús, quien fue el primero en hacer de su vida un camino de adhesión cada vez más plena a la voluntad amorosa del Padre.

Solo después de haber admitido el don de Dios, su amor sin medida, podemos pedirle todo al Padre, para volvernos cada vez más semejantes a él, incluso en la capacidad de perdonar a nuestros hermanos y hermanas con un corazón generoso, día tras día.

Todo acto de perdón es una elección libre y consciente, que debe renovarse siempre con humildad. Nunca es un hábito, sino un camino exigente, por el que Jesús nos hace rezar todos los días, así como pedir por el pan.

“Perdona nuestra ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.”

Cuántas veces las personas con las que convivimos: en la familia, en el barrio, en el trabajo o en el estudio, nos pueden haber hecho un mal y nos cuesta retomar una relación positiva. ¿Qué hacer? Ahí es cuando podemos pedir la gracia de imitar al Padre:

“Levantémonos por la mañana con una completa ‘amnistía’ en el corazón, con ese amor que lo cubre todo, que sabe recibir al otro tal como es, con sus limitaciones, sus dificultades, tal como lo haría una madre con su hijo que se equivoca: siempre lo disculpa, siempre lo perdona, siempre espera en él... 

Acerquémonos a cada uno viéndolo con ojos nuevos, como si nunca hubiera cometido esos defectos. Empecemos de nuevo cada vez, sabiendo que Dios no solo perdona, sino que olvida: esa es la medida que también exige de nosotros” .

Es una meta elevada, hacia la cual podemos caminar con la ayuda de la oración confiada.

“Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.”

Toda la oración del Padre Nuestro tiene entonces la perspectiva del “nosotros”, de la fraternidad: pido no solo por mí, sino también por y con los demás. Mi capacidad de perdón se sustenta en el amor al prójimo y mi amor puede sentir de alguna manera precisamente el error del hermano como propio: tal vez también dependa de mí, tal vez no he hecho toda mi parte para que se sienta aceptado, comprendido.

En Palermo, ciudad italiana, algunas comunidades cristianas viven una intensa experiencia de diálogo, que les exige superar ciertas dificultades. 

Cuentan Biagio y Zina: “Un día un pastor amigo nos invitó a lo de unas familias de su iglesia, que no nos conocían. Habíamos llevado algo para compartir en el almuerzo, pero esas familias dejaron en claro que el encuentro no era muy bienvenido. Con delicadeza, Zina les dio a probar algunas de sus especialidades que había cocinado y al final almorzamos juntos. Después del almuerzo, comenzaron a señalar las fallas que veían en nuestra Iglesia. Como no queríamos entrar en una guerra verbal, dijimos: ‘¿qué defecto o diferencia entre nuestras Iglesias puede impedir que nos amemos?’. Acostumbrados a las continuas diatribas, quedaron asombrados y desarmados ante tal respuesta y empezamos a hablar del Evangelio y de lo que nos une, que ciertamente es mucho más que lo que nos divide. Cuando llegó el momento de despedirnos, ya no querían que nos fuéramos; en ese momento propusimos rezar el Padre Nuestro, durante el cual sentimos con fuerza la presencia de Dios, nos hicieron prometer que volveríamos porque pretendían presentarnos al resto de la comunidad y así fue durante todos estos años”.

Letizia Magri


domingo, 6 de marzo de 2022

Nuevo párroco en la Catedral Nuestra Señora de Guadalupe, Canelones.

 

Homilía del Obispo de Canelones

Queridas hermanas, queridos hermanos:

Estamos reunidos ante el altar para celebrar al Señor, que se hace presente en medio de nosotros y, en ese marco, recibir al nuevo párroco de Canelones.
El P. Renzo llega desde Sauce para guiar y acompañar esta comunidad parroquial que tiene como patrona a Nuestra Señora de Guadalupe.

Estamos celebrando el primer domingo de Cuaresma. Nuevo tiempo litúrgico, nueva etapa de esta comunidad; siempre bajo el amparo de María. Con ella, primera discípula misionera, nos sentimos llamados a seguir a Jesús y nos dejamos llevar por ese camino de la mano de su Madre.

Es un camino en el que encontramos, en la vida familiar y laboral, en la vida de nuestra sociedad y en el mundo de hoy, pruebas y tentaciones que, a veces, logran apartarnos de Jesús o, al menos, enlentecen o entorpecen nuestros pasos. Frente a esas dificultades, quienes venimos a esta iglesia catedral, tenemos presentes las palabras de consuelo que encontramos al entrar, junto a la imagen de María: “¿Por qué te acongojas, hijo? ¿Acaso no soy tu Madre?”.
Es en la vida parroquial, en la comunidad, donde encontramos luces y fuerzas. No porque aquí estemos los más buenos, sino porque aquí está el que ha venido a buscar, a sanar y a salvar a los pecadores.
Aquí está Jesús, en medio de nosotros, hablándonos desde su Palabra, que aclamamos como “Palabra del Señor”. Aquí está María que nos dice “Hagan lo que Él les diga”.

Aquí esta Jesús, en medio de nosotros, dándose como alimento en el Pan de Vida.
Los sacerdotes hemos sido llamados, principalmente, para hacer presente a Jesús en la Eucaristía y para comunicar su perdón a través del sacramento de la reconciliación. Para eso está el Padre Renzo; para eso estuvo aquí el Padre Luis Eduardo, así como quienes los precedieron y quienes vendrán después. La Eucaristía y la Reconciliación están en el centro de nuestra misión sacerdotal, porque en estos dos sacramentos se hace presente el mismo Jesús para perdonar, iluminar y alimentar a su pueblo.

La Iglesia, el Pueblo de Dios, la comunidad eclesial, no la forman solo los ministros ordenados, sino todos los bautizados. Los ministros, más bien, estamos al servicio del Pueblo de Dios; cada uno de nosotros dedicado en forma especial a la comunidad que le ha sido confiada.

En este tiempo, el Papa Francisco nos ha invitado a reflexionar sobre algo que hace a la vida del Pueblo de Dios: nuestro caminar juntos. Hablamos de sínodo, sinodalidad, Iglesia sinodal. “Sínodo” significa “caminar juntos”. El modelo del caminar juntos lo encontramos en el libro del Éxodo, que presenta al Pueblo de Dios caminando durante 40 años, en el desierto, hacia la tierra prometida.

Nosotros, nuevo Pueblo de Dios, peregrinamos en esta vida hacia la Casa del Padre, hacia la Patria celestial.
Caminar juntos significa no dejar a nadie atrás; saber esperar a los que van más despacio, ayudar a quienes tienen menos fuerzas. Caminar juntos significa dejar también que algunos se adelanten, que con la ayuda del Espíritu Santo exploren lo que está por venir, pero sin separarse al punto de perder contacto con el gran grupo de los que van a una marcha moderada y pareja.
Los pastores hacemos también parte de esa marcha. Como guías, en nombre de Jesús, pero también como parte del Pueblo fiel al que queremos escuchar y del que queremos aprender.

En el evangelio hemos escuchado el relato de las tentaciones de Jesús.
Las tres tentaciones tienen el mismo fin: apartar a Jesús de su misión, romper su comunión con el Padre. Las tres son, por supuesto, engañosas. Pero hay una de ellas que me parece la más terrible de todas, aunque, al mismo tiempo, podríamos decir que es aquella en la que el tentador “se saca la careta”, es decir, él mismo se desenmascara, mostrando la mayor y peor de sus pretensiones: tomar el lugar de Dios.

Miremos antes las otras dos tentaciones.
Cuando el demonio le propone a Jesús transformar una piedra en pan, le está sugiriendo algo que Jesús podría hacer por él mismo, tal como más adelante cambiará el agua en vino o multiplicará panes y peces.
Cuando le dice de tirarse de lo alto del templo y ser recogido por los ángeles, el tentador está dejando lugar a la acción de Dios.
Pero cuando Satanás le ofrece a Jesús el poder y los reinos de la tierra, le pide algo francamente alevoso:
«Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos (…) si tú te postras delante de mí…»
La respuesta de Jesús es contundente:
«Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto.»

Postrarse… postrarse es un acto de una gran intensidad, que involucra toda la persona, todo su cuerpo, su mente, su alma. Es tenderse en el suelo, boca abajo, y permanecer allí durante cierto tiempo. Es expresión de humildad. Es el mayor gesto corporal de adoración.
La postración forma parte del sacramento del orden: se postra el que va a ser ordenado diácono, presbítero u obispo. Mientras el ordenando está postrado se cantan las letanías, invocando a los santos y santas como intercesores por el nuevo ministro y por todo el pueblo de Dios.
La postración es también parte del ritual del Viernes Santo y la realiza el celebrante frente al altar, después de entrar a la celebración caminando en silencio.
«Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto.»

Luego de la lectura de su nombramiento y de la firma del acta correspondiente, el Padre Renzo va a renovar sus promesas sacerdotales, las promesas que hizo en su ordenación. Es su compromiso con el Señor que lo eligió y lo llamó para servir a Dios y a sus hermanos. Es un acto de libertad y, al mismo tiempo, es ponerse nuevamente confiado en las manos del Padre Dios que lo llamó a este ministerio por medio de su Hijo y de la Iglesia.
Hagamos ahora un momento de silencio y oremos por el Padre Renzo y por la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe. Que este tiempo de Cuaresma que la comunidad y el párroco están iniciando juntos los ayude a todos a acercarse al Señor cada día más como verdaderos adoradores, en espíritu y en verdad. Así sea.

Asumió el nuevo párroco de Inmaculada Concepción de Pando.


Homilía del Obispo de Canelones.

Queridas hermanas, queridos hermanos:

Estamos reunidos esta mañana para recibir al nuevo párroco de Pando. El P. Luis Eduardo Ríos no es para esta comunidad un desconocido, aunque su presencia aquí fue en sus tiempos de seminarista, hace ya unos cuantos años… Fue también en esta iglesia parroquial donde recibió la ordenación sacerdotal el 28 de mayo de 1995. Así pues, dentro de tres años, él espera poder celebrar con ustedes sus 30 años de sacerdocio.

Él viene ahora para guiar y acompañar esta comunidad parroquial que tiene como patrona a María Inmaculada. Y no solo como patrona, sino como vecina pandense: aquí se dice que María fue la primera pobladora de Pando. Ocho años antes de que se formara el pueblo, ya estaba la capillita en honor de la Inmaculada Concepción de María, construida en 1780. El título de la capilla era expresión de la fe del Pueblo de Dios, sostenida por siglos hasta ser reconocida y declarada solemnemente como parte de nuestra fe católica por el Papa Pío Nono, en 1854: “que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción … en atención a los méritos de Cristo-Jesús”. Pocos años después de esa declaración, el 8 de diciembre de 1869 fue inaugurado el templo parroquial que hoy nos alberga.

En esta casa, casa de Jesús, casa de su Madre y Madre nuestra, estamos celebrando el primer domingo de Cuaresma. Nuevo tiempo litúrgico, nueva etapa de esta comunidad; siempre bajo el amparo de María.
Con ella, primera discípula misionera, nos sentimos llamados a seguir a Jesús y nos dejamos llevar por ese camino de la mano de su Madre.
Es un camino en el que encontramos en la vida familiar, laboral y social dificultades y tentaciones que, a veces, logran apartarnos de Jesús o, al menos, enlentecen o entorpecen nuestros pasos.
Es en la vida parroquial, en la comunidad, donde encontramos luces y fuerzas. No porque aquí estemos los más buenos, sino porque aquí está el que ha venido a buscar, a sanar y a salvar a los pecadores. Aquí está Jesús, en medio de nosotros, hablándonos desde su Palabra, que aclamamos como “Palabra del Señor”. Aquí está María que nos dice “Hagan lo que Él les diga”.

Aquí esta Jesús, en medio de nosotros, dándose como alimento en el Pan de Vida.
Para hacer presente a Jesús en la Eucaristía y para comunicar su perdón a través del sacramento de la reconciliación hemos sido llamados los sacerdotes. Para eso está el Padre Luis Eduardo; para eso estuvieron aquí el Padre Williams y el Padre Marcelo, así como quienes los precedieron y quienes vendrán después. La Eucaristía y la Reconciliación están en el centro de nuestra misión sacerdotal, porque en estos dos sacramentos se hace presente el mismo Jesús para perdonar, iluminar y alimentar a su pueblo.

La Iglesia, el Pueblo de Dios, la comunidad eclesial, no la forman solo los ministros ordenados, sino todos los bautizados. Los ministros, más bien, estamos al servicio del Pueblo de Dios, cada uno dedicado en forma especial a la comunidad que le ha sido confiada.

En este tiempo, el Papa Francisco nos ha invitado a reflexionar sobre algo que hace a la vida del Pueblo de Dios: nuestro caminar juntos. Hablamos de sínodo, sinodalidad, Iglesia sinodal. “Sínodo” significa “caminar juntos”. El modelo del caminar juntos lo encontramos en el libro del Éxodo, que presenta al Pueblo de Dios caminando en el desierto hacia la tierra prometida.

Nosotros caminamos como el nuevo Pueblo de Dios que peregrina hacia la Casa del Padre.
Caminar juntos significa no dejar a nadie atrás; saber esperar a los que van más despacio, ayudar a quienes tienen menos fuerzas. Caminar juntos significa dejar también que algunos se adelanten, que con la ayuda del Espíritu Santo exploren lo que está por venir, pero sin separarse al punto de perder contacto con el gran grupo de los que van a una marcha moderada y pareja.
Los pastores hacemos también parte de esa marcha. Como guías, en nombre de Jesús, pero también como parte del Pueblo fiel al que queremos escuchar y del que queremos aprender.

En el evangelio hemos escuchado el relato de las tentaciones de Jesús.
Las tres tentaciones tienen el mismo fin: apartar a Jesús de su misión. Las tres son, por supuesto, engañosas. Pero hay una de ellas que me parece la más terrible de todas, aunque, al mismo tiempo, podríamos decir que es aquella en la que el tentador “se saca la careta”, es decir, él mismo se desenmascara, mostrando la mayor y peor de sus pretensiones: tomar el lugar de Dios.
Miremos antes las otras dos tentaciones.
Cuando el demonio le propone a Jesús transformar una piedra en pan, le está sugiriendo algo que Jesús podría hacer por él mismo, tal como más adelante cambiará el agua en vino o multiplicará panes y peces.
Cuando le dice de tirarse de lo alto del templo y ser recogido por los ángeles, el tentador está dejando lugar a la acción de Dios.
Pero cuando Satanás le ofrece a Jesús el poder y los reinos de la tierra, le pide algo francamente alevoso:
«Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos (…) si tú te postras delante de mí…»
La respuesta de Jesús es contundente:
«Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto.»

Postrarse… postrarse es un acto de una gran intensidad, que involucra toda la persona, todo su cuerpo, su mente, su alma. Es tenderse en el suelo, boca abajo, y permanecer allí durante cierto tiempo. Es expresión de humildad. Es el mayor gesto corporal de adoración.
La postración forma parte del sacramento del orden: aquí mismo estuvo postrado, en su momento, el Padre Luis Eduardo. Mientras el ordenando yace se cantan las letanías, invocando a los santos y santas como intercesores por el nuevo ministro y por todo el pueblo de Dios.
La postración es también parte del ritual del Viernes Santo y la realiza el celebrante frente al altar, después de entrar a la celebración en medio del silencio de la asamblea.
«Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto.»

Dentro de instantes, el Padre Luis Eduardo va a renovar sus promesas sacerdotales, las promesas que hizo en su ordenación. Es su compromiso con el Señor que lo eligió y lo llamó para servir a Dios y a sus hermanos. Es un acto de libertad y, al mismo tiempo, es ponerse nuevamente confiado en las manos del Padre Dios que lo llamó a este ministerio por medio de su Hijo y de la Iglesia.
Hagamos ahora un momento de silencio y oremos por el Padre Luis Eduardo y por la parroquia de la Inmaculada Concepción de Pando. Que este tiempo de Cuaresma que la comunidad y el párroco están iniciando juntos los ayude a todos a acercarse al Señor cada día más como verdaderos adoradores, en espíritu y en verdad. Así sea.