sábado, 31 de agosto de 2024
Palabra de Vida: Reconocer el don de la Esperanza. 1 Corintios 1,26-31
El legado de Juan Pablo Terra en su centenario (1924-2024)
viernes, 30 de agosto de 2024
AIRE PURO, AGUA PURA… ¿CORAZÓN PURO? Domingo 22° durante el año y Jornada de la Creación.
“Lo que hace impura a una persona es lo que sale de ella” (Marcos 7,1-8.14-15.21-23)
El 1 de septiembre, desde 2015, por iniciativa del Papa Francisco, se celebra en la Iglesia Católica el Día de Oración por el cuidado de la Creación: una jornada para pensar y rezar por la casa común, por el planeta que habitamos… en fin, por todo lo que existe, todo lo que ha salido de las manos de Dios.
Dije bien, en la Iglesia Católica, porque Francisco recogió algo que ya existía desde 1989, proclamado por el patriarca de Constantinopla y luego asumido por otras Iglesias cristianas. Así que esta jornada es también ecuménica.
Con motivo de este día, el Papa Francisco suele entregar un mensaje. El de este año tiene como título “Espera y actúa con la creación”, inspirado en la carta de san Pablo a los Romanos, en el pasaje que dice:
Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto.
Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la redención de nuestro cuerpo.
Porque solamente en esperanza estamos salvados.
(Ver Romanos 9,19-25)
Francisco nos habla de ese gemido, sollozo, queja de la creación que sufre, pero que, al mismo tiempo, espera, como la mujer que está a punto de dar a luz. Nuestra maltratada casa espera, como espera la tierra reseca la lluvia revitalizadora.
También nosotros gemimos; gemimos en cada ser humano que sufre; pero, al igual que el de la tierra, ese sufrimiento está cargado de espera, de esperanza de redención y sanación.
Más adelante, san Pablo agrega:
El mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables. (Romanos 9,26)
Eso de “no sabemos orar como es debido” se refiere, sobre todo, a que no sabemos pedir lo que realmente necesitamos; por eso el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda. Y también el Espíritu gime, a su manera… fortaleciendo nuestra esperanza.
“Estamos salvados en esperanza” dice Pablo. Benedicto XVI dedicó una encíclica entera a explicar esas palabras. Francisco nos invita a tomar conciencia de esa esperanza de largo alcance, esperanza de salvación eterna. Por eso nos dice “espera”. No la espera de algo que va a venir pronto, en poco tiempo, sino la gran esperanza que anima todo el caminar de nuestra vida. Pero Francisco nos dice también “actúa”: “espera y actúa con la creación”. La esperanza nos lleva a actuar, a hacer algo: no para entretenernos mientras llega lo esperado, sino para prepararnos a recibirlo y preparar esa llegada.
Actuar con la creación puede expresarse de muchas maneras. Muchos hemos tenido la experiencia de caminar entre basurales, de respirar aire contaminado, de encontrar agua estancada y fétida… Siempre está en nuestra mano, como mínimo, no contribuir a acrecentar ese deterioro de la casa, cuidando la forma en que disponemos de nuestros desechos. Parece nada, pero es un comienzo. Poco a poco podemos ir replanteando aspectos de nuestra conducta, ir revisando nuestros hábitos y cambiando nuestro estilo de vida, como dice Francisco en su mensaje:
La obediencia al Espíritu de amor cambia radicalmente la actitud del hombre: de “depredador” a “cultivador” del jardín.
Aire puro, agua pura… y también corazón puro. El evangelio de hoy tiene como trasfondo la ley de pureza de los israelitas. Esa ley, más bien un conjunto de leyes, un verdadero código, era algo abrumador. Todo debía ser purificado, lavándolo cuidadosamente para quitar la impureza que podía dar el contacto con la sangre, la enfermedad, la muerte o una persona extranjera, entre otras cosas.
Los fariseos y los escribas le reprochan a Jesús:
«¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?» (Marcos 7,1-8.14-15.21-23)
Jesús les responde echándoles en cara su hipocresía y agrega algo fundamental:
«Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre». (Marcos 7,1-8.14-15.21-23)
Nuestro mundo moderno ha visto surgir varios movimientos y organizaciones de personas que se sienten muy sensibles hacia un determinado valor o bien, como puede ser una especie en riesgo de extinción. Más de una de esas iniciativas son dignas de elogio y de apoyo, como formas de actuar con la creación.
Sin embargo, las palabras de Jesús nos llaman a una acción más profunda, una acción en nuestro propio interior. De nada serviría aire más puro, agua más pura, sin corazones puros. Y, como hemos visto, esa pureza de corazón no es inocencia infantil, sino arrancar del corazón todas las maldades que lo manchan.
El corazón humano solo puede ser purificado y sanado plenamente por la acción del Espíritu Santo. El Espíritu “viene en ayuda de nuestra debilidad”, nos orienta hacia el bien y transforma nuestro corazón, si lo abrimos a su acción. Esperemos y actuemos con la creación: por aire puro, agua pura… y un corazón puro, donde solo estén presentes los frutos del Espíritu:
“amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, mansedumbre y temperancia” (Gálatas 5,22-23)
En esta semana
El martes 3 celebramos la memoria de San Gregorio Magno, Papa y doctor de la Iglesia.
El miércoles 4 recordamos la partida, en 1992, del Siervo de Dios Rubén Isidro Alonso, el Padre Cacho.
El jueves 5, memoria de Santa Teresa de Calcuta, que celebraremos en el Hogar San José, en la ciudad de 18 de mayo, junto a las Misioneras de la Caridad.
El sábado 7 y domingo 8, con alegría, nuestra diócesis recibe en Pando la 45 Jornada Nacional de la Juventud, organizada por la Pastoral Juvenil nacional y diocesana. Los jóvenes estarán desde el sábado de mañana, pero todos podemos unirnos a ellos en la Misa de clausura, el domingo, a las 10:30, frente a la iglesia parroquial de Pando.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
Santa Rosa de Lima. “El que se gloría, que se gloríe en el Señor” (2 Corintios 10,17-11,2)
jueves, 29 de agosto de 2024
Martirio de San juan Bautista: Vivir de modo justo y santo. Marcos 6,17-29.
miércoles, 28 de agosto de 2024
Palabra de Vida: Ser Buenos por dentro y por fuera. Mateo 23,27-32
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martes, 27 de agosto de 2024
Palabra de Vida: “Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera” (Mateo 23,23-26)
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lunes, 26 de agosto de 2024
“Espera y actúa con la creación” (cf Rm 8,19-25) Mensaje del Papa Francisco para el Día de la Creación.
MENSAJE DE SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO
PARA LA JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR EL CUIDADO DE LA CREACIÓN
1° de septiembre de 2024
Espera y actúa con la creación
Queridos hermanos y hermanas:
“Espera y actúa con la creación” es el tema de la Jornada de oración por el cuidado de la creación, que se celebrará el próximo 1 de septiembre. Hace referencia a la Carta de san Pablo a los romanos 8,19-25, donde el apóstol aclara lo que significa vivir según el Espíritu y se concentra en la esperanza cierta de la salvación por medio de la fe, que es la vida nueva en Cristo.
1. Partamos entonces de una pregunta sencilla, pero que podría no tener una respuesta obvia: cuando somos verdaderamente creyentes, ¿ cómo es que tenemos fe? No es tanto porque “nosotros creemos” en algo trascendente que nuestra razón no logra entender, el misterio inalcanzable de un Dios distante y lejano, invisible e innombrable. Más bien, diría san Pablo, es porque habita en nosotros el Espíritu Santo. Sí, somos creyentes porque el mismo «amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» ( Rm 5,5). Por eso el Espíritu es ahora, realmente, «el anticipo de nuestra herencia» ( Ef 1,14), como pro-vocación a vivir siempre orientados hacia los bienes eternos, según la plenitud de la humanidad hermosa y buena de Jesús. El Espíritu hace a los creyentes creativos, pro-activos en la caridad. Los introduce en un gran camino de libertad espiritual, no exento, sin embargo, de la lucha entre la lógica del mundo y la lógica del Espíritu, que tienen frutos contrapuestos entre ellos (cf. Ga 5,16-17). Lo sabemos, el primer fruto del Espíritu, compendio de todos los otros, es el amor. Conducidos, entonces, por el Espíritu Santo, los creyentes son hijos de Dios y pueden dirigirse a Él llamándolo «¡Abba!, es decir, ¡Padre!» ( Rm 8,15), precisamente como Jesús, con la libertad del que ya no cae más en el miedo a la muerte, porque Jesús resucitó de entre los muertos. He aquí la gran esperanza: el amor de Dios ha vencido, vence y seguirá venciendo siempre. A pesar de la perspectiva de la muerte física, para el hombre nuevo que vive en el Espíritu el destino de gloria es ya seguro. Esta esperanza no defrauda, como nos recuerda también la Bula de convocación del próximo Jubileo. [1]
2. La existencia del cristiano es vida de fe, diligente en la caridad y desbordante de esperanza, en la espera de la llegada del Señor en su gloria. La “demora” de la parusía, de su segunda venida, no es un problema; la cuestión es otra: «cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (Lc 18,8). Sí, la fe es un don, un fruto de la presencia del Espíritu en nosotros, pero es también una tarea, que debe realizarse en la libertad, en la obediencia al mandamiento del amor de Jesús. Esa es la feliz esperanza que hemos de testimoniar; ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo? En los dramas de la carne humana que sufre. Si bien se sueña, ahora es necesario soñar con los ojos abiertos, animados por visiones de amor, de fraternidad, de amistad y de justicia para todos. La salvación cristiana entra en la profundidad del dolor del mundo, que no sólo afecta a los seres humanos, sino a todo el universo; a la naturaleza misma, oikos del hombre, su ambiente vital; comprende la creación como “paraíso terrenal”, la madre tierra, que debería ser lugar de alegría y promesa de felicidad para todos. El optimismo cristiano se fundamenta en una esperanza viva; sabe que todo tiende a la gloria de Dios, a la consumación final en su paz, a la resurrección corporal en la justicia, “de gloria en gloria”. En el transcurrir del tiempo, sin embargo, compartimos dolor y sufrimiento: la creación entera gime (cf. Rm 8,19-22), los cristianos gimen (cf. vv. 23-25) y gime el propio Espíritu (cf. vv. 26-27). El gemir manifiesta inquietud y sufrimiento, con anhelo y deseo. El gemido expresa confianza en Dios y abandono a su compañía afectuosa y exigente, con vistas a la realización de su designio, que es alegría, amor y paz en el Espíritu Santo.
3. Toda la creación está implicada en este proceso de un nuevo nacimiento y, gimiendo, espera la liberación. Se trata de un crecimiento escondido que madura, como “un grano de mostaza que se convierte en un gran árbol” o “levadura en la masa” (cf. Mt 13,31-33). Los comienzos son insignificantes, pero los resultados esperados pueden ser de una belleza infinita. En cuanto espera de un nacimiento —la revelación de los hijos de Dios— la esperanza es la posibilidad de mantenerse firmes en medio de las adversidades, de no desanimarse en el tiempo de las tribulaciones o frente a la barbarie humana. La esperanza cristiana no defrauda, pero tampoco da falsas ilusiones; si el gemido de la creación, de los cristianos y del Espíritu es anticipación y espera de la salvación que ya se está realizando, ahora estamos inmersos en muchos sufrimientos que san Pablo describe como “tribulaciones, angustias, persecución, hambre, desnudez, peligros, espada” (cf. Rm 8,35). Entonces la esperanza es una lectura alternativa de la historia y de las vicisitudes humanas; no ilusoria, sino realista, del realismo de la fe que ve lo invisible. Esta esperanza es la espera paciente, como el no-ver de Abraham. Me agrada recordar a ese gran creyente visionario que fue Joaquín de Fiore —el abad calabrés “de espíritu profético dotado”, según Dante Alighieri [2]— que, en un tiempo de luchas sanguinarias, de conflictos entre el papado y el imperio, de cruzadas, de herejías y de mundanidad de la Iglesia, supo indicar el ideal de un nuevo espíritu de convivencia entre los hombres, basado en la fraternidad universal y la paz cristiana, fruto de Evangelio vivido. Ese espíritu de amistad social y de fraternidad universal lo propuse en Fratelli tutti. Y esa armonía entre los seres humanos debe extenderse también a la creación, en un “antropocentrismo situado” (cf. Laudate Deum, 67), en la responsabilidad por una ecología humana e integral, camino de salvación de nuestra casa común y de nosotros que habitamos en ella.
4. ¿Por qué tanta maldad en el mundo? ¿Por qué tanta injusticia, tantas guerras fratricidas que causan la muerte de niños, destruyen ciudades, contaminan el entorno vital del hombre, la madre tierra, violentada y devastada? Refiriéndose implícitamente al pecado de Adán, san Pablo afirma: «Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). La lucha moral de los cristianos está relacionada con el “gemido” de la creación, porque esta última «quedó sujeta a la vanidad» (v. 20). Todo el cosmos y toda criatura gimen y anhelan “ansiosamente” que se supere la condición actual y se restablezca la originaria: en efecto, la liberación del hombre comporta también la de todas las demás criaturas que, solidarias con la condición humana, han sido sometidas al yugo de la esclavitud. Al igual que la humanidad, la creación ―sin culpa alguna― está esclavizada y se encuentra incapacitada para realizar aquello para lo que fue concebida, es decir, para tener un sentido y una finalidad duraderos; está sujeta a la disolución y a la muerte, agravadas por el abuso humano de la naturaleza. Pero, por el contrario, la salvación del hombre en Cristo es esperanza segura también para la creación; de hecho, «también la creación será liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8,21). Entonces, en la redención de Cristo es posible contemplar con esperanza el vínculo de solidaridad entre el ser humano y todas las demás criaturas.
5. En la expectación esperanzada y perseverante de la venida gloriosa de Jesús, el Espíritu Santo mantiene alerta a la comunidad creyente y la instruye continuamente, llamándola a la conversión de estilos de vida, para que se oponga a la degradación humana del medio ambiente y manifieste esa crítica social que es, ante todo, testimonio de la posibilidad de cambio. Esta conversión consiste en pasar de la arrogancia de quien quiere dominar a los demás y a la naturaleza ―reducida a objeto manipulable―, a la humildad de quien cuida de los demás y de la creación. «Un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo» (Laudate Deum, 73), porque el pecado de Adán destruyó las relaciones fundamentales por las que vive el hombre: la que tiene con Dios, consigo mismo y con los demás seres humanos, y la que tiene con el cosmos. Todas estas relaciones deben ser, sinérgicamente, restauradas, salvadas, “reorientadas”. No puede faltar ninguna. Si falta una, falla todo.
6. Esperar y actuar con la creación significa, en primer lugar, aunar esfuerzos y, caminando junto con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, contribuir a «repensar entre todos la cuestión del poder humano, cuál es su sentido, cuáles son sus límites. Porque nuestro poder ha aumentado frenéticamente en pocas décadas. Hemos hecho impresionantes y asombrosos progresos tecnológicos, y no advertimos que al mismo tiempo nos convertimos en seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra propia supervivencia» (Laudate Deum, 28). Un poder incontrolado engendra monstruos y se vuelve contra nosotros mismos. Por eso hoy es urgente poner límites éticos al desarrollo de la inteligencia artificial, que, con su capacidad de cálculo y simulación, podría ser utilizada para dominar al hombre y la naturaleza, en lugar de ponerla al servicio de la paz y el desarrollo integral (cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2024).
7. «El Espíritu Santo nos acompaña en la vida», esto lo entendieron bien los niños y niñas reunidos en la plaza de San Pedro para su primera Jornada Mundial, que coincidió con el domingo de la Santísima Trinidad. Dios no es una idea abstracta de infinito, sino que es Padre amoroso, Hijo amigo y redentor de todo hombre y Espíritu Santo que guía nuestros pasos por el camino de la caridad. La obediencia al Espíritu de amor cambia radicalmente la actitud del hombre: de “depredador” a “cultivador” del jardín. La tierra se entrega al hombre, pero sigue siendo de Dios (cf. Lv 25,23). Este es el antropocentrismo teologal de la tradición judeocristiana. Por tanto, pretender poseer y dominar la naturaleza, manipulándola a voluntad, es una forma de idolatría. Es el hombre prometeico, ebrio de su propio poder tecnocrático, que con arrogancia pone a la tierra en una condición “des-graciada”, es decir, privada de la gracia de Dios. Ahora bien, si la gracia de Dios es Jesús, muerto y resucitado, entonces es verdad lo que dijo Benedicto XVI: «No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor» (Carta enc. Spe Salvi, 26), el amor de Dios en Cristo, del que nada ni nadie podrá separarnos jamás (cf. Rm 8,38-39). Constantemente atraída hacia su futuro, la creación no es estática ni está encerrada en sí misma. Hoy en día, también gracias a los descubrimientos de la física contemporánea, el vínculo entre materia y espíritu se presenta de manera cada vez más fascinante para nuestro conocimiento.
8. Por tanto, el cuidado de la creación no es sólo una cuestión ética, sino también eminentemente teológica, pues concierne al entrelazamiento del misterio del hombre con del misterio de Dios. Se puede decir que este entrelazamiento es “generativo”, ya que se remonta al acto de amor con el que Dios crea al ser humano en Cristo. Este acto creador de Dios otorga y funda el actuar libre del hombre y toda su eticidad: libre precisamente es su ser creado a imagen de Dios que es Jesucristo, y por ello “representante” de la creación en Cristo mismo. Hay una motivación trascendente (teológico-ética) que compromete al cristiano a promover la justicia y la paz en el mundo, también a través del destino universal de los bienes: se trata de la revelación de los hijos de Dios que la creación espera, gimiendo como con dolores de parto. En esta historia no sólo está en juego la vida terrena del hombre, está sobre todo su destino en la eternidad, el eschaton de nuestra bienaventuranza, el Paraíso de nuestra paz, en Cristo Señor del cosmos, el Crucificado-Resucitado por amor.
9. Esperar e actuar con la creación significa, pues, vivir una fe encarnada, que sabe entrar en la carne sufriente y esperanzada de la gente, compartiendo la espera de la resurrección corporal a la que los creyentes están predestinados en Cristo Señor. En Jesús, el Hijo eterno en carne humana, somos verdaderamente hijos del Padre. Por la fe y el bautismo, comienza para el creyente la vida según el Espíritu (cf. Rm 8,2), una vida santa, una existencia de hijos del Padre, como Jesús (cf. Rm 8,14-17), ya que, por la fuerza del Espíritu Santo, Cristo vive en nosotros (cf. Ga 2,20). Una vida que se convierte en un canto de amor a Dios, a la humanidad, con y por la creación, y que encuentra su plenitud en la santidad. [3]
Roma, San Juan de Letrán, 27 de junio de 2024
FRANCISCO
____________________________
[1] Spes non confundit, Bula de convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025 (9 mayo 2024).
[2] Divina Comedia, Paraíso, XII, 141.
[3] Lo ha expresado poéticamente el sacerdote rosminiano Clemente Rebora: “Mientras la creación asciende en Cristo al Padre, / En el arcano destino / todo es dolor de parto: / ¡cuánto morir para que nazca la vida! / pero de una sola Madre, que es divina, / se viene felizmente a la luz: / vida que el amor produce en lágrimas, / y, si anhela, aquí abajo es poesía; / pero sólo la santidad cumple el canto” (cf. Curriculum vitae, “Poesia e santità”: Poesie, prose e traduzioni, Milano 2015, p. 297).
sábado, 24 de agosto de 2024
San Bartolomé, Apóstol. Abrirse a la Esperanza. Juan 1,45-51.
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viernes, 23 de agosto de 2024
“Señor ¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6,60-69). Domingo XXI durante el año, ciclo B.
Esta fecha: 25 de agosto en Uruguay
Antes de compartir una reflexión sobre el Evangelio de este domingo, cabe una palabra sobre esta fecha, 25 de agosto, en la que, en Uruguay, recordamos un acontecimiento de nuestra historia, conocido como la “declaración de la independencia”. Efectivamente, el 25 de agosto de 1825 -el año que viene se cumplirán 200 años- una asamblea de orientales reunida en la ciudad de Florida, aprobó tres leyes: la independencia respecto al Imperio del Brasil, que nos tenía anexados como “Provincia Cisplatina”; la unión con las Provincias Unidas del Río de la Plata y el pabellón, es decir, la bandera que sería el símbolo de esta provincia al oriente del Río Uruguay.
La asamblea venía sesionando desde el 14 de junio, presidida por el Presbítero Juan Francisco Larrobla, representante de Villa Guadalupe, hoy Canelones, donde era párroco.
Al lado del lugar de reunión había una pequeña capilla, en la que se veneraba una imagen conocida como “Virgen del Pintado”. Ante esa imagen rezaron los asambleístas de la Florida. Es por este vínculo con la historia de nuestra patria que la imagen comenzó a ser conocida como “Virgen de los Treinta y Tres”, en referencia al grupo de hombres que inició el movimiento emancipador. La imagen original se puede visitar en su santuario, hoy Catedral de Florida. Sin embargo, este año se ha preparado una réplica de la imagen, una reproducción de excepcional calidad, que tendrá el carácter de “peregrina”, para acompañar ocasiones especiales de cada diócesis.
El evangelio
Vayamos ahora al evangelio. Escuchamos hoy el final del capítulo 6 del evangelio según san Juan, conocido como “discurso del Pan de Vida”. Es un final dramático, en el sentido de que pone a los oyentes ante una decisión. Jesús se ha presentado como “el pan vivo bajado del cielo” y ha manifestado que
«… si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre,
no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna,
y Yo lo resucitaré en el último día». (Juan 6,53-54)
El pasaje de este domingo comienza con la reacción negativa de gran parte de la multitud:
«¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?» (Juan 6,60-69)
Jesús defiende y reafirma sus propias palabras, pero
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo. (Juan 6,60-69)
Fue un momento de crisis. Hasta entonces mucha gente seguía a Jesús, atraída por sus enseñanzas y curaciones. No es fácil para nosotros entender la dificultad encontraba la gente en las palabras de Jesús. Hay otros pasajes del evangelio donde Jesús presenta exigencias que parecen mayores: desprendimiento de los bienes, pureza de corazón, tomar la cruz, etc.
Pero aquí no se trata de pautas de conducta, sino de fe. En el capítulo 3 de este evangelio, Jesús decía a Nicodemo:
«Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios». (Juan 3,5)
Jesús habla del bautismo como nacimiento a una vida nueva. Esa vida es alimentada por el mismo Jesús que se nos da como “pan de Vida”. Una vida nueva en el amor a Dios y al prójimo. Una vida recta, honesta, sostenida por el Espíritu de Dios en nosotros.
Hoy en día, mucha gente reconoce los “valores” que Jesús propuso. A veces, quienes han pasado por la educación católica nos hablan de esos valores como algo muy importante que recibieron. Solidaridad, colaboración, amor al prójimo, respeto al otro, familia, etc.
Sin duda es importante y si se trata de orientar la vida según esos valores y, sobre todo, de ponerlos en práctica, eso está muy bien.
Sin embargo, eso no está necesariamente conectado con la fe. El creyente, en cambio, reconoce en Jesús la plenitud de todos esos valores. Él los encarna. Más todavía, la vida que viene de Jesús es la que nos hace posible vivir esos valores que nos llegan a través de su Palabra.
Tal vez aquellos oyentes de Jesús, israelitas creyentes, percibieron esa diferencia y eso motivó su rechazo. Estaban abiertos a escuchar a Jesús como maestro, aunque algunos discutan con él; pero ahora, Jesús no les estaba pidiendo simplemente una adhesión a su enseñanza, sino a su persona: “Yo soy”. “Yo soy el Pan vivo bajado del Cielo” es uno de los muchos “Yo soy” del evangelio de Juan. “Yo soy el buen pastor”, por citar el más conocido.
Ese “Yo soy” no es simplemente una manera de hablar… Hace referencia a la forma en que Dios se presenta ante Moisés cuando éste le pregunta su nombre: “Yo soy”. Cada vez que Jesús dice “Yo soy…”, está afirmando su divinidad, su identidad como Hijo de Dios y está pidiendo creer en Él.
Ante el abandono de ese grupo grande de discípulos que lo habían ido siguiendo, Jesús se volvió hacia los que estaban permanentemente con él: el grupo de los Doce y les hizo esta pregunta:
«¿También ustedes quieren irse?» (Juan 6,60-69)
Podemos pensar que esa pregunta brota de la tristeza de Jesús ante los que se marchan. Algo así como “todos me abandonan ¿y ustedes, también?”. Sin embargo, es posible leerla de otra manera. Es un llamado a la libertad de los discípulos. “Ustedes pueden irse. Si se quedan, es su decisión. Es esa decisión, ese ejercicio de libertad el que Jesús está pidiendo. Pedro dará la respuesta:
«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». (Juan 6,60-69)
La pregunta “¿a quién iremos?” está indicando que para los discípulos no hay nadie como Jesús, porque él tiene “palabras de Vida eterna”. No se trata de alguna enseñanza interesante, de una sabiduría para conducirse bien en esta vida. Son “palabras de Vida eterna”, palabras que nos abren un horizonte más allá de esta tierra y esta vida que conocemos. Es en eso que Pedro y sus compañeros han creído. Han creído en Jesús, creen y saben -la fe se hace certeza- que él es “el Santo de Dios”, un ser humano, pero en el que Dios se hace presente de una forma inédita, única.
La pregunta de Jesús y la respuesta de Pedro nos interpelan sobre nuestra fe y sobre nuestra libertad frente a la persona de Jesús. ¿Creemos en Él y queremos seguirlo? En nuestra respuesta se juega nuestra vida y nuestra salvación.
En esta semana
- Martes 27 y miércoles 28, respectivamente, Santa Mónica y San Agustín: madre e hijo santos.
- El miércoles 28 recordamos también a Santa Joaquina Vedruna, una fundadora que vivió varias vocaciones a lo largo de su vida.
- Desde el 29 al domingo primero de septiembre, tendrá lugar el Cursillo de Cristiandad para Hombres. Recordémoslos en la oración.
- El viernes 30 de agosto, Santa Rosa de Lima y se vienen tres fiestas patronales. Ese mismo día, en la ciudad de Santa Rosa, desde las 14:30; el sábado 31, a las 15 horas, en Empalme Olmos y el domingo primero, a las 10, en El Pinar.
- El viernes 31 también celebra su fiesta patronal la parroquia de San Ramón.
- El domingo primero comienza el “tiempo de la creación” que se extiende hasta el 4 de octubre. Para la jornada del primero, el Papa Francisco ha entregado un mensaje titulado “Espera y actúa con la creación” (cf. Romanos 8,19-25).
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
Palabra de Vida: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu” (Mateo 22,34-40)
23 de agosto de 2024.
Comentario tomado de Chiara Lubich, La Doctrina Espiritual págs. 105-106
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 22, 34-40
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con él, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?»
Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.»
Palabra del Señor.
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jueves, 22 de agosto de 2024
Virgen María, Reina: “El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz” (Isaías 9,1-6)
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miércoles, 21 de agosto de 2024
22 de agosto: 60 años de la ordenación sacerdotal del P. Jorge Techera
El jueves 22 de agosto, el P. Jorge Techera, de la arquidiócesis de Montevideo, celebra los 60 años de su ordenación sacerdotal.
El P. Jorge ha pasado por muchos servicios en la Iglesia uruguaya. Los jóvenes de "-ta y tantos años" lo recordamos especialmente como asesor nacional de la Pastoral Juvenil, junto al P. Narciso Renom, de la diócesis de Minas.
Muchos conocen su voz por sus programas en Radio María y Radio Oriental, muchas veces tomando los espacios alrededor de la medianoche, cuando muchas personas en soledad o tristeza encontraban compañía y palabras de aliento.
Dos serán las celebraciones:
- el mismo 22, en la parroquia San Carlos Borromeo, en Avda. Millán y Cisplatina, a las 19:30
- el sábado 24, a las 10:30, en la capilla del Colegio Santa Teresa de Jesús, Soriano 1580; celebración organizada por el CEDIDOSC, centro de estudio y difusión de la Doctrina Social de la Iglesia.
Santa Lucía: celebramos los 175 años de la fundación de las Hermanas de la Caridad Cristiana, en el Colegio Inmaculada Concepción.
Homilía de Mons. Heriberto
El 30 de abril de 1881, a los 63 años, fallecía en la ciudad de Paderborn, en Alemania, la beata Paulina Mallinckrodt, fundadora de las Hermanas de la Caridad Cristina.
Curiosamente, y para que nos acordemos bien de ese año 1881 (uno - ocho - ocho - uno), pocos días después, el 6 de mayo, a los 67 años, moría en Pan de Azúcar el beato Jacinto Vera, primer obispo del Uruguay.
La beata Paulina fundó la congregación de las Hermanas de la Caridad Cristiana el 21 de agosto de 1849. Por lo tanto, en este día, exactamente, estamos celebrando los 175 años de ese acontecimiento.
34 años después, en 1883, las Hermanas llegan al Uruguay e instalan su comunidad en la ciudad de Melo. Al año siguiente, el 12 de septiembre de 1884, se abre una comunidad en Montevideo, que está cumpliendo 140 años. En Melo, las hermanas tenían un colegio, pero se marcharon de allí porque con cierta frecuencia las clases se interrumpían por los movimientos revolucionarios de “un tal Aparicio Saravia”, como decía una carta de las hermanas. El colegio quedó a cargo de las Hijas de María Auxiliadora y hoy continúa como colegio diocesano.
En 1890 las hermanas llegan a Santa Lucía y ahí entramos en esta historia.
Muchas fechas, muchos recuerdos...
Pero, más que todo eso, importa que prestemos atención al mensaje que la Madre Paulina nos da en el nombre de la congregación: Hermanas de la Caridad Cristiana.
Caridad es amor. A veces se entiende la caridad como una ayudita que se le da a una persona que está pidiendo en la calle, una limosna. A veces, dada hasta de mala gana.
El apóstol san Pablo dice, en su segunda carta a los corintios (2Co 5,14) “La caridad de Cristo nos urge”: el amor de Cristo nos apura, nos está diciendo “no dejes de amar, no dejes de hacer el bien toda vez que puedas, no lo dejes para mañana… ahora, ahora”.
El amor, la caridad, no son simplemente “buenos sentimientos” que se quedan ahí. Son sentimientos que me hacen actuar, que me hacen hacer algo por los demás, sobre todo por aquellos que están en la mayor necesidad. Amar es hacer algo concreto por aquellos a quienes quiero amar. ¿Quieres mucho a tu mamá? Bueno, muéstrale tu amor ayudándola.
¿Quieres vivir el amor al prójimo que nos enseña Jesús? Bueno, haz algo por él, por el que más necesita de tu ayuda.
Y todo esto, hazlo con amor. Miren que podemos hacer muchas cosas buenas. Darle comida a quien tiene hambre es una cosa buena. Pero es mejor si lo hacemos con amor. Si le damos la comida poniéndole mala cara, cara de fastidio, no estamos amando, no estamos actuando con caridad.
Todo eso lo buscó vivir la Beata Paulina. Vivir la caridad. Pero ella decía “caridad cristiana”. O sea, una caridad, un amor que viene de Jesús, de Jesucristo. Jesús es la fuente del amor, la fuente de la caridad. Cuando conocemos el amor de Jesús, que nos amó hasta dar la vida por nosotros, en Él encontramos y de Él recibimos la fuerza para vivir en al amor, para actuar con amor.
Termino con una palabra de san Pablo, de la primera carta a los Corintios. San Pablo dice que muchas de las cosas buenas que hay en el mundo, pasarán; pero hay una cosa que no pasará: “el amor no pasará jamás” (1Co 13,8).
Muchas son las hermanas de la Caridad Cristiana que han pasado por el Uruguay. En los libros de las hermanas están escritos sus nombres, pero nosotros no los sabemos, salvo de alguna que hayamos conocido o que conocieron nuestros padres… pero el amor que ellas supieron vivir o enseñar, es lo que queda al final de todo. Esa es la mejor lección que pudimos recibir. Todos los días podemos seguir aprendiendo a amar, a dar amor, a hacer alguno bueno por los demás, con amor. Y así entenderemos, como la beata Paulina, esas palabras de san Pablo: el amor nunca pasará. Que así sea.
Celebrando la catequesis: jornada diocesana de catequistas
El domingo pasado, catequistas de los cinco decanatos de la Diócesis de Canelones se reunieron en Villa Guadalupe para celebrar el Día Nacional de la Catequesis. El video de arriba muestra algunos de los momentos del encuentro.
El encuentro comenzó con una oración que nos ayudó a valorar el ser luz de Cristo para los demás.
A continuación, organizados en grupos, se realizó una yincana a través de la cual los participantes fueron cumpliendo los trabajos propuestos en cinco puestos.
Luego del almuerzo y un tiempo de distensión, se rezó el Rosario junto a la Virgen de Guadalupe y el encuentro culminó con la Eucaristía, presidida por Mons. Heriberto. La homilía del Obispo, a partir del lema de la jornada: "¡Ánimo, levántate! Él te llama" puede ser escuchada en el siguiente video y puede ser leída haciendo clic en el siguiente enlace: Homilía Día Nacional de la Catequesis.
martes, 20 de agosto de 2024
Palabra de Vida: Trabajar por el Reino de Dios (Mateo 19,30-20,16)
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¡Ánimo, levántate! Él Te llama. Día Nacional de la Catequesis. Homilía de Mons. Heriberto
“Ánimo, levántate, Él te llama” (Marcos 10,46-52)
Este es el lema que nos ha convocado hoy en el Uruguay, en el Día de la Catequesis.
Es el lema del año vocacional que, también, estamos viviendo en nuestra Iglesia que peregrina en Uruguay.
Al rezar y trabajar por las vocaciones -rezar y trabajar, porque como decía un viejo párroco: “Dios ayuda a los que rezan… y trabajan”.
Al rezar y trabajar por las vocaciones, siempre pensamos en todas las vocaciones cristianas: la vocación bautismal, que es el fundamento; la vocación laical, en el mundo y en la Iglesia. En la transformación del mundo según el plan de Dios y en diferentes servicios y ministerios eclesiales. La vocación al matrimonio, a la vida consagrada, al sacerdocio…
Este año pusimos un especial énfasis en el sacerdocio y la vida consagrada, porque sentimos muy especialmente la necesidad de ministros ordenados y de personas que quieran consagrar a Dios su vida en uno de los muchos carismas que el Espíritu ha entregado a la Iglesia.
Pero hoy estamos celebrando el día de la catequesis y, entonces, vamos a leer este lema como catequistas.
“Él te llama”. Es Jesús el que llama. Estamos aquí hoy y estamos todos los días en nuestras comunidades, en la delicada tarea de transmitir la fe, de acompañar a nuestros catequizandos: niños, adolescentes, jóvenes y adultos en un camino de fe, en un itinerario que lleva a iniciar y practicar una vida cristiana, una vida según el Evangelio.
Jesús es el que llama por medio de la Iglesia y nos llama desde dentro de la comunidad de la que formamos parte, de la comunidad en la que participamos de la Eucaristía.
Dicho de manera personal, que puede valer para cada uno: no estoy aquí porque se me ocurrió ni porque me sentí la persona más calificada, más preparada; estoy aquí porque Él me llamó, Jesús me llamó, y ese llamado me llegó a través de otra catequista, o del diácono, o del párroco o de todos ellos. Y aquí estoy.
Las primeras palabras de esta frase del evangelio de Marcos (10,49) son “ánimo, levántate”. Esto se le dijo al ciego Bartimeo, que estaba sentado al costado del camino y que se puso a gritar «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!». Su súplica llegó hasta Jesús y ese llamado fue la respuesta a su oración.
El llamado tiene un primer momento, como ése; pero el llamado continúa a lo largo de nuestra vida, y muchas veces, a veces cada día, necesitamos oír de nuevo esa palabra “ánimo, levántate”.
Quienes ya tenemos unos cuantos años, seguramente hemos pasado por algunas decepciones. Comenzamos con ilusión nuestro caminar en la fe, nuestra vida en la comunidad, nuestro servicio como catequistas y, más de una vez, hemos encontrado lo contrario de lo que esperábamos. Y no necesito poner ejemplos. Creo que todos podemos encontrar, sin pensarlo mucho, más de una experiencia dolorosa. Esas cosas suceden.
Pero también tengo que tener conciencia de que, así como otras personas me han desilusionado por sus actitudes, también yo puedo haber sido motivo de decepción para otros. Es la realidad de la fragilidad humana. Todos somos pecadores.
Ahora bien, una cosa es atravesar esos momentos tristes, y otra cosa es dejarlos entrar en nuestro corazón y así tener adentro una fuente que está permanentemente soltando amargura y manando desesperanza. Como dice el papa Francisco, no dejarnos convertir “en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre” (Evangelii Gaudium, 85)
¡No, nada de eso! En esos momentos difíciles, recordar “Él te llama” y mantener los ojos fijos en Jesús
“iniciador y consumador de nuestra fe … que soportó la cruz sin tener en cuenta la infamia y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios” (Hebreos 12,2).
“Ánimo, levántate”. A veces, cada uno de nosotros se tiene que repetir esa palabra, recordando que nos llega desde Jesús.
Pero aquí viene algo especialmente interesante para nosotros, como catequistas. La palabra dice “Ánimo, levántate: Él te llama”. Nos llega desde Jesús, pero no es Jesús quien la dice:
Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo».
Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! Él te llama».
¿Quién llama al ciego, quién llama a Bartimeo?
Jesús iba “acompañado de sus discípulos y de una gran multitud”.
Marcos no nos cuenta si lo dijeron los discípulos, si lo dijo alguna gente de entre la gran multitud… lo interesante es que Jesús no va directamente él a llamar al ciego, sino que pone intermediarios. Tal vez esos mismos que, unos minutos antes, al escuchar los gritos del ciego “lo reprendían para que se callara”.
Y entre esos intermediarios, hoy, estamos los catequistas. Así como nos hemos reunido porque Jesús nos ha llamado, así como hemos recibido la palabra de ánimo, también nosotros somos enviados a ayudar a otros a levantarse y caminar al encuentro de Jesús.
Me decía una catequista: “mi mayor deseo es que los niños descubran a Jesús como su mejor amigo”. Eso solo lo puedo desear si Jesús es mi mejor amigo. El amigo al que quiero acercar a los demás. Es desde esa amistad con Jesús, vivida en la oración, en los sacramentos, en la participación en la comunidad; es desde esa amistad con Él que puedo anunciar a mis catequizandos: Jesucristo te ama. Jesucristo dio su vida para salvarte. Jesucristo está vivo. Jesucristo camina a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte (cf. Evangelii Nuntiandi, 164).
Es desde la amistad con Jesús, la amistad con aquel que escucha mi súplica; con el amigo exigente, exigente porque me ama; con el que me llama y me da fuerzas para levantarme de mi fragilidad, con el amigo misericordioso que me sana y me perdona…
Es desde esa amistad con Jesús, desde donde puedo llenar con mi vida esas palabras que escuché, que guardé en mi corazón y que quiero transmitir: “Ánimo, levántate, Él te llama”.
Que María, Nuestra Señora de Guadalupe, estrella de la evangelización, nos ayude a vivir ese amor por su Hijo y a responderle con fe generosa y nuestro compromiso de anunciar la alegría del Evangelio, la alegría de encontrar a Jesús. Así sea.
lunes, 19 de agosto de 2024
Palabra de Vida: “Muchos de los primeros serán los últimos” (Mateo 19,23-30)
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domingo, 18 de agosto de 2024
15 años creciendo en esperanza: Fazenda de la Esperanza en Uruguay
Con una Misa presidida por Mons. Pablo Jourdan, Obispo de Melo (Cerro Largo y Treinta y Tres) acompañado por Mons. Heriberto Bodeant, Obispo de Canelones, la Fazenda de la Esperanza "Quo Vadis?", en la ciudad de Cerro Chato, celebró ayer los 15 años de su inauguración, que fue el 1 de agosto de 2009.
Fazenda de la Esperanza es una comunidad terapéutica, nacida en Brasil, para la recuperación de dependientes químicos y de otras adicciones.
La Fazenda llegó a Uruguay a pedido del entonces Obispo de Melo, Mons. Luis del Castillo. En 2009 fue a Mons. Heriberto Bodeant, recién llegado a la Diócesis de Melo, a quien le tocó inaugurar la casa. En la inauguración participó Nelson Giovannelli, uno de los fundadores.
Más adelante se agregaría la Fazenda femenina Betania, en Melo y Monte Carmelo, en Montevideo.
En el video pueden verse imágenes de la inauguración.
sábado, 17 de agosto de 2024
Palabra de Vida: Aprender con los niños a ser signos de Esperanza (Mateo 19,13-15)
viernes, 16 de agosto de 2024
Palabra de Vida: “¡El que pueda entender, que entienda!” (Mateo 19,3-12)
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jueves, 15 de agosto de 2024
Asunción de la Virgen María.
Día nacional de la Catequesis: “Catequistas con Esperanza”
Este domingo, en Uruguay y en otros países, la Iglesia Católica celebra el día de la catequesis. ¿Por qué en esta fecha? Se toma como referencia el domingo más próximo a la memoria del Papa San Pío Décimo, que es el día 21 de este mes. Este Papa, que se llamaba José Melchor Sarto, fue párroco, obispo de Mantua y patriarca de Venecia. Finalmente, elegido como Sumo Pontífice, adoptó una forma de gobierno dirigida a instaurar todas las cosas en Cristo, que llevó a cabo con sencillez de ánimo, pobreza y fortaleza, promoviendo entre los fieles la vida cristiana por la participación en la Eucaristía, la dignidad de la liturgia y la integridad de la doctrina.
San Pío Décimo es conocido como “el papa de la Catequesis”, porque promovió el estudio del catecismo y fomentó el acceso temprano de los niños a la comunión, a través del decreto Quam Singulari, del 8 de agosto de 1910.
El título del decreto recoge, como es costumbre en los documentos pontificios, las dos primeras palabras del texto, en español “cuan singular” y se refieren al singular amor con que Cristo amó a los niños, hasta reprender a sus discípulos, que querían que se apartaran de Él, diciéndoles:
«Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él». (Marcos 10,14-15)
El decreto estableció los siete años como edad en la que se considera que el niño tiene uso de razón y, por lo tanto, puede “distinguir el bien del mal” y “distinguir el cuerpo de Cristo del pan ordinario”. Lo primero hace posible acceder al sacramento de la Reconciliación, a la confesión, porque se puede llegar a reconocer que se ha actuado mal. Lo segundo permite acceder a la comunión. Desde luego, ambos sacramentos necesitan una adecuada preparación y para esto está la catequesis.
La catequesis, enseña san Juan Pablo II, es
“el conjunto de esfuerzos realizados por la Iglesia para hacer discípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios, a fin de que, mediante la fe, ellos tengan vida en su nombre; para educarlos e instruirlos en esta vida y construir así el Cuerpo de Cristo.” (Catechesi Tradendae, 1)
Es desde esa perspectiva que hablamos hoy de catequesis como “introducción a la vida cristiana”: hacer discípulos de Jesucristo. Durante mucho tiempo hemos entendido la catequesis como “preparación a la Primera Comunión”. La Comunión, no solo la primera, sino todas las que siguen después, es sumamente importante. Es recibir a Jesús como alimento para caminar en la fe. Pero comulgar, con toda su importancia, no agota la vida cristiana. Alimenta esa vida; la hace posible. Es fuente de esa vida. Es culminación de essa vida. Es recibiendo a Cristo que podemos hacernos cada día más discípulos suyos y seguirlo de corazón.
La Confesión es también un sacramento importante, que necesitamos repetir a lo largo de nuestra vida, con cierta frecuencia. Por él recibimos el perdón de los pecados y la Gracia que nos fortalece en la conversión, en los cambios necesarios para vivir una vida cristiana auténtica, en el amor a Dios y al prójimo.
Entonces, se trata de que los catequizandos, que pueden ser niños, adolescentes, jóvenes o adultos, sean introducidos en la Buena Noticia y en la “práctica” de vivir la vida con Jesús en la Iglesia. En ese camino, se presentan y se preparan los tres sacramentos de la iniciación: Bautismo, Eucaristía y Confirmación y, también, como ya dijimos, la Reconciliación o Confesión, que es un Sacramento de sanación, sanación de nuestra alma herida por nuestros propios pecados.
¿Por qué hablamos del “Día de la catequesis” y no del “Día del catequista”? Los catequistas y las catequistas son, indudablemente, quienes están en primera fila en esta labor. Son quienes se reúnen semana a semana con sus catequizandos, quienes preparan con cuidado esos encuentros, no solo estudiando u organizando materiales, sino también con su oración personal, para llevar a su grupo la palabra de Cristo, porque, como decía san Juan Pablo II, en la catequesis,
el único que enseña es Cristo, y cualquier otro lo hace en la medida en que es portavoz suyo, permitiendo que Cristo enseñe por su boca. (Catechesi Tradendae ,6)
Pero, a pesar de ese especial protagonismo de los catequistas, que pueden incluso ser instituidos como ministros para ese servicio, “el catequista pertenece a una comunidad cristiana y es una expresión de la misma”. La catequesis es responsabilidad de toda la comunidad. Así dice el reciente Directorio para la Catequesis:
Toda la comunidad cristiana es responsable del ministerio de la catequesis, pero cada uno según su condición particular en la Iglesia: ministros ordenados, personas consagradas, fieles laicos. (…) Si faltase alguna de estas formas de presencia, la catequesis perdería parte de su riqueza y significación. (Directorio para la Catequesis, 2020, N° 111).
En este 2024, el día de la catequesis en nuestro país se inscribe en un Año de promoción y oración por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Desde el Oficio Catequístico Nacional se ha convocado a los catequistas con el mismo lema que ha tenido el año vocacional: “¡Ánimo, levántate! Él te llama”. Mons. Pablo Jourdan, presidente del Departamento de Catequesis de la CEU, nos recuerda el pedido del papa Francisco: que recemos para ser
“… comunidades cristianas vivas, fervorosas y alegres, que sean fuente de vida fraterna y que despierten entre los jóvenes el deseo de consagrarse a Dios y a la Evangelización”
Que así sea, para bien de todos.
Día de la catequesis en Canelones
El día de la catequesis, lo celebramos este mismo domingo en Canelones en Villa Guadalupe, con un encuentro de catequistas de toda la diócesis, de 10 a 17, con la Misa a las 15:30. Nos vemos. ¡Jesús nos llama!
En esta semana:
Miércoles 21
- Como ya hemos dicho, recordamos a San Pío X, quien es, además, patrono de una capilla de la Catedral.
- Ese día, en Santa Lucía se celebra una misa en acción de gracias por los 140 años de la llegada al Uruguay de las Hermanas de la Caridad Cristiana, que dirigen el Colegio Inmaculada Concepción.
Jueves 22
- María Reina. Ocho días después de la solemnidad de la Asunción de María, la saludamos como Reina del Cielo y Madre de la Misericordia.
- En Montevideo celebra los 60 años de su ordenación sacerdotal el P. Jorge Techera, a quien muchos pueden conocer, entre otras cosas, por sus programas en Radio Oriental y Radio María.
Viernes 23
- En muchos países se celebra en esta fecha Santa Rosa de Lima. En Uruguay, su fiesta es el 30 de este mes.
Sábado 24
- San Bartolomé, apóstol, al que generalmente se identifica con Natanael. Nacido en Caná de Galilea, fue presentado por Felipe a Cristo Jesús en las cercanías del Jordán, donde el Señor le invitó a seguirlo y lo agregó a los Doce. Después de la Ascensión de Jesús, es tradición que predicó el Evangelio en la India y que allí fue coronado con el martirio (s. I).
- A un mes y unos días de su partida, recordaremos al P. Washington Conde en la Misa en la capilla de Rincón del Colorado a las 18 horas.
Domingo 25
- La parroquia Nuestra Señora de la Fundación, en Solymar, celebra su fiesta patronal. Misa a las 10:30.
Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
miércoles, 14 de agosto de 2024
Palabra de Vida: “Donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos” (Mateo 18,15-20)
martes, 13 de agosto de 2024
Palabra de Vida: Hacerse pequeño como los niños. Mateo 18,1-5.10.12-14
lunes, 12 de agosto de 2024
12 de agosto: Santa Juana Francisca Fremyot de Chantal.
Homilía de Mons. Heriberto en la Misa celebrada en el Monasterio de la Visitación, Progreso, Canelones.
Ayer, 11 de agosto, fue el día de Santa Clara de Asís, pero, como cayó en domingo, en las parroquias se celebró la Misa dominical. No fue así en los monasterios de las Clarisas, donde esa memoria se celebra como solemnidad.
Santa Clara es una de esas vocaciones donde aparece, desde el comienzo, un llamado a una total consagración, a dejarlo todo para unirse a Jesús.
Hoy, lunes 12, recordamos a Santa Juana Francisca Frémiot de Chantal.
Hay muchas cosas en la vida de estas dos santas que podemos poner en paralelo, y a eso nos invita también el hecho de que aquí, en Canelones, tenemos a las hijas de una y otra, es decir, tanto a las clarisas como a las salesas.
Las dos fueron fundadoras y, en ese hecho, estuvo presente la amistad espiritual con un Francisco.
Para Santa Clara, de familia noble, fue decisivo escuchar la predicación de San Francisco de Asís, unos once años mayor que ella, a comienzos del siglo XIII, en la península italiana.
En aquel mundo donde se iban extendiendo las ciudades, se desarrollaba el comercio y el dinero sustituía a la posesión de tierras como forma de riqueza, Clara, como Francisco, se sintió llamada a vivir en radicalidad la pobreza evangélica, dejándolo todo para seguir a Jesucristo Pobre.
Cuatrocientos años después… se dice rápido, cuatrocientos años… a comienzos del siglo XVII, para Santa Juana Francisca, perteneciente también a la nobleza, fue decisivo escuchar la predicación de San Francisco de Sales. Pero Juana no era ya una jovencita, sino una mujer en su treintena. Por su parte, el Obispo de Ginebra era poco mayor que ella.
Aquel era ya otro mundo, en el que se iban formando algunos estados nacionales, marcado por la extensión de la reforma protestante y, dentro de la Iglesia Católica, el surgimiento de movimientos como el Jansenismo, que parecían olvidar la Misericordia de Dios, proponiendo itinerarios espirituales de mucho rigor. Por otra parte, en aquella Francia, la extensión de la pobreza era un verdadero escándalo, que interpelaba la conciencia de muchos cristianos.
Si Clara consagró desde el comienzo su virginidad a Dios, Juana, en cambio, vivió su fe y su búsqueda espiritual en su primera vocación de esposa y madre, tempranamente viuda. Ahí podemos compararla a otras santas que también recorrieron ese camino… pienso, por ejemplo, en la catalana Joaquina, fundadora de las Hermanas de la Caridad de Vedruna, que tienen una comunidad en Melo.
Juana fue una niña que creció en una familia católica, pero sin la presencia de su madre, que falleció antes de que ella cumpliera dos años. Quedó bajo la tutela de su padre y su abuelo materno y fue educada por su hermana mayor. Su padre participó en la lucha contra los protestantes, incluso en las guerras de religión. Juana vivió en un ambiente en el que la oración y la vida de fe estaban presentes y se destacó por su vida piadosa.
A los 21 años, muy enamorada, se casó con el barón de Chantal, con quien tuvo seis hijos, dos de los cuales murieron durante la infancia. Su esposo, como antes su padre, participó en las guerras de religión; pero no fue allí donde perdió la vida, sino en un accidente de cacería.
Juana enviudó con apenas ocho años de matrimonio. Sufrió y le costó aceptar la voluntad de Dios; pero tenía cuatro hijos pequeños que se aferraban a su madre. Su suegro, hombre muy mayor, le exigió que vivieran con él; una convivencia que sería difícil pero que Juana supo sobrellevar con paciencia.
Por ese tiempo, Juana tuvo un director espiritual que le imponía rigurosas penitencias, que ella cumplía, pero sin encontrar consuelo ni paz.
En la Cuaresma de 1604, Juana visitó a su padre, en la ciudad de Dijon, y escuchó predicar a Francisco de Sales. Don Benigno, el padre de Juana, invitaba con frecuencia a Francisco a cenar en su casa. Así, el obispo y la viuda llegaron a conocerse mejor. Francisco la ayudó a encontrar el camino para vivir su vida cristiana sin tantas mortificaciones y con más caridad hacia su familia: a responder al llamado de Dios, viviendo cristianamente su misión de madre, de hija y de nuera: es decir, no solo cuidando de sus hijos, de su padre y de su suegro, sino también preocupándose por la vida de fe de todos ellos.
A poco que Francisco fue conociendo a Juana y descubriendo la profunda inquietud espiritual de nuestra santa, con el deseo de una mayor unión con Dios, de una vida más intensa de caridad hacia los pobres e incluso de una consagración, fue compartiendo con ella algo que deseaba crear desde hacía ya un tiempo: una congregación religiosa que visitara a los pobres y les prestara auxilio.
Así se fue abriendo camino, poco a poco, la comunidad de las Visitandinas que, en su primera época, al mismo tiempo que dedicaban en el claustro un importante espacio a la oración y a la contemplación, salían al encuentro de los pobres, llevando ayuda y consuelo.
Sin embargo, después de aquellos, el arzobispo de Lyon, primado de Francia, llamó a Francisco y a Juana a someterse al orden establecido: la vida femenina consagrada no podía salir de la clausura.
De todos modos, la Orden de la visitación siguió creciendo. A la muerte de Santa Juana Francisca, casi veinte años después de la muerte de San Francisco de Sales, la visitación contaba con 86 conventos.
En una ocasión, cuando Francisco de Sales escuchó a su amigo Vicente de Paúl acerca de su proyecto de crear una congregación que visitara a los pobres, le dio el consejo de no encuadrarlas en ninguna de las formas conocidas, para que, efectivamente, ellas puedieran estar en la calle. Se recuerda de San Vicente de Paúl unas palabras que, sin conocer aquel contexto, son difíciles de entender para nosotros. Decía el fundador a las vicentinas: “vuestro claustro será la calle”. Es decir: allí deben estar, alimentando a Cristo, vistiendo a Cristo, lavando a Cristo... en fin, sirviendo a Cristo en cada hermano pobre.
Pero aquí estamos con nuestras hermanas salesas, en su monasterio y en su claustro. Hemos recordado también a las clarisas, de las que tenemos en Canelones dos comunidades. Y tenemos a las benedictinas, de las más antiguas órdenes contemplativas. Y hoy, en el siglo XXI, muchos se preguntan ¿para qué todo esto? ¿para qué estos monasterios que tuvieron en otros tiempos tantas hermanas y hoy apenas un puñadito? ¿Por qué la clausura? ¿Por qué no salen a prestar servicios que tanto se necesitan en la Iglesia y en el mundo?
Si solo podemos ver las cosas desde un punto de vista funcional y práctico, creo que el mismo Jesús nos diría, como a Pedro: “tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”. De los hombres de nuestros tiempos modernos, que miden las cosas en términos de eficacia y rendimiento en el plano material. No sabemos por cuánto tiempo seguirán existiendo los cuatro monasterios de Canelones. Demos gracias a Dios por contar hoy con ellas y sigamos apoyándolas, para que ellas también nos sigan sosteniendo con su oración. No sabemos qué pasará después. No importan las estructuras: lo que importa es que la vida contemplativa continúe, tal vez de forma nueva, pero sin perder lo esencial.
El Concilio Vaticano II reconocía la necesidad de estas comunidades, no solo femeninas sino también masculinas, “cuyos miembros se dedican solamente a Dios en la soledad y silencio, en la oración asidua y generosa penitencia” y contribuyen al desarrollo del Pueblo de Dios “con una misteriosa fecundidad”. Recordando esas expresiones del Concilio, san Juan Pablo II decía, en un mensaje a las comunidades contemplativas en América Latina estas palabras, con las que concluyo; un poquito extensas, pero que no quiero ni puedo recortar:
Queridas hermanas: “Una multitud de personas llama a vuestro corazón, y se une espiritualmente a vosotras en los cantos y en las plegarias, que ya no serán sólo vuestros sino de toda la humanidad. Es el clamor de tantos hermanos y hermanas sumergidos en el sufrimiento, en la pobreza y en la marginación. Son muchos los desplazados y refugiados, los que sufren por falta de amor y esperanza; los que han sucumbido al mal y se cierran a toda luz espiritual; los que tienen el corazón lleno de amargura, víctimas de la injusticia y del poder de los más fuertes. Vosotras, en cambio ―inmersas en el misterio de Dios que os da la capacidad moral y la fuerza espiritual que os distingue― con vuestra oración, penitencia y vida escondida podéis hacer brotar del corazón divino el amor que nos une como hermanos, sosiega las pasiones y crea la comunión de los espíritus, produciendo frutos de solidaridad y de caridad evangélica.” (1989).
Santa Juana Francisca Frémyot de Chantal: cuida de tus hijas, intercede para que otras mujeres escuchen el llamado de Dios a esta forma de vida y cuida de todos los que hoy hacemos presente tu memoria.