lunes, 30 de junio de 2025

sábado, 28 de junio de 2025

San Pedro y San Pablo, Apóstoles: “Conservé la fe” (2 Timoteo 4, 6-8.17-18)

“Pedro fue el primero en confesar la fe,
Pablo, el insigne maestro que la interpretó;
aquél formó la primera Iglesia con el resto de Israel,
éste la extendió entre los paganos llamados a la fe.”
(Prefacio de la solemnidad de San Pedro y San Pablo)

Así describe el prefacio de la Misa de hoy la doble misión de Pedro y Pablo en la Iglesia. Cada uno de ellos tiene su propia fiesta en el calendario litúrgico: el 25 de enero se celebra “La conversión de San Pablo” y el 22 de febrero “La Cátedra de San Pedro”. Ambas celebraciones tienen la categoría de fiesta; pero aquí en el hemisferio sur, ocurren en pleno verano y a veces no llegan a tener el destaque que merecerían. Sin embargo, San Pedro y San Pablo se celebra como solemnidad, que en la liturgia es la categoría mayor, por encima de la fiesta. La Iglesia ha querido dar más relieve a esa celebración conjunta que a la celebración por separado de cada uno de ellos.

Si buscamos imágenes de los dos apóstoles, veremos que Pablo suele ser representado con una espada entre las manos. Según la tradición, Pablo murió mártir, pero no crucificado, sino decapitado, ya que era ciudadano romano:

El tribuno fue a preguntar a Pablo: «¿Tú eres ciudadano romano?». Y él le respondió: «Sí».
El tribuno prosiguió: «A mí me costó mucho dinero adquirir esa ciudadanía». «En cambio, yo la tengo de nacimiento», dijo Pablo. (Hechos 22,27-28)

Efectivamente, Pablo era natural de la ciudad de Tarso, que había sido incorporada a Roma y por eso quienes nacían en ella tenían derecho a la ciudadanía. La espada en las manos de Pablo hace alusión a su martirio, pero también a su prédica incansable, porque, como dice la carta a los Hebreos 

“la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo” (Hebreos 4,12).

La imagen de Pedro es reconocible por otro signo: las llaves. Eso corresponde a las palabras de Jesús:

«Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo» (Mateo 16,19)

Ahora bien, cuando buscamos imágenes en las que aparezcan los dos apóstoles, podemos encontrarlos sosteniendo entre los dos el edificio de una iglesia. Si los doce apóstoles son “columnas de la Iglesia”, Pedro y Pablo lo son por excelencia.

Los dos tienen muy diferentes historias de vida antes de conocer a Cristo. El encuentro con el Señor cambiará sus vidas; pero se producirá de manera muy diferente para cada uno.

Pedro era de Galilea, la región judía a mayor distancia del templo de Jerusalén, “Galilea de los gentiles”, con mucha presencia de gente de otras naciones. Allí solían gestarse los alzamientos contra Roma. Una periferia sospechosa. En esa Galilea, en Nazaret, creció Jesús. Pedro es llamado directamente por el maestro y lo sigue, junto con su hermano Andrés, dejándolo todo. Pedro y Jesús hablan arameo, con el mismo acento galileo; pero eso no garantiza que Pedro entienda e interprete bien todo lo que Jesús dice, como vemos repetidamente en el Evangelio. La conversión de Pedro, que significó su adhesión a un Mesías sufriente, fue un largo proceso, que culminó después de la muerte y resurrección de Jesús, cuando éste le preguntó: 

“Pedro ¿me amas más que estos?” (Juan 21,15)

Pablo, como dijimos, había nacido en Tarso, al sur de lo que hoy es Turquía, ciudad ubicada en la encrucijada de importantes rutas y con una tradición cultural en el campo de la filosofía. Sin embargo, a pesar, o tal vez por vivir en ese ambiente cosmopolita, Pablo se aferra de modo fanático a las tradiciones judías de los fariseos. Él se presenta como “fariseo, hijo de fariseos”. Su encuentro con Jesús será ya con el Resucitado… y será fulminante, como lo cuenta él mismo:

En el camino y al acercarme a Damasco, hacia el mediodía, una intensa luz que venía del cielo brilló de pronto a mi alrededor. Caí en tierra y oí una voz que me decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Le respondí: «¿Quién eres, Señor?», y la voz me dijo: «Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues». (Hechos 22,6-8)

Volvamos al prefacio, para ver el porqué de lo que allí se dice. “Pedro fue el primero en confesar la fe”. Los tres evangelios sinópticos presentan ese importante momento. El relato más completo lo encontramos en Mateo:

«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?».
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». (Mateo 16,15-16)

También el evangelio de Juan presenta, en otro contexto, la confesión de fe de Pedro.

Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?».
Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». (Juan 6,67-69)

Continúa el prefacio diciendo que Pablo fue el insigne maestro que interpretó la fe. Allí está todo el cuerpo de escritos paulinos, sus epístolas. Aunque están ubicadas después de los evangelios, las cartas de Pablo fueron redactadas antes de que los evangelios recibieran su redacción final. En ese sentido, son los escritos más antiguos del Nuevo Testamento y en ellos, Pablo vuelve una y otra vez sobre el misterio pascual, la muerte y resurrección de Cristo como centro de nuestra fe.

Volviendo a Pedro, el prefacio dice que “formó la primera Iglesia con el resto de Israel”. Allí tenemos que remitirnos al acontecimiento de Pentecostés, nacimiento de la Iglesia, en torno al grupo de los Doce, encabezado por Pedro. Es la primera comunidad, en Jerusalén. 

De Pablo, dice a continuación el prefacio, “extendió [la Iglesia] entre los paganos” y ahí tenemos su infatigable labor como evangelizador. 

Pedro también anunció la fe al mundo pagano, aunque encontraba más dificultades y resistencias interiores que las que podía sentir Pablo, como lo muestran las palabras que dirige al centurión Cornelio, cercano a la fe de Israel, pero de origen pagano.

Ustedes saben que está prohibido a un judío tratar con un extranjero o visitarlo. Pero Dios acaba de mostrarme que no hay que considerar manchado o impuro a ningún hombre. (Hechos 10,28)

La segunda lectura de hoy nos trae un pasaje que escribe Pablo a su discípulo Timoteo, donde el apóstol siente cercano el final su misión y de su vida:

Querido hijo:
Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe.
(2 Timoteo 4,6-7)

Ahí está el corazón del apóstol que ha pasado por mil pruebas, que siempre ha encontrado que Dios lo sostuvo en su debilidad y ahora puede decir: “conservé la fe”.

Que en este día renovemos, también nosotros, nuestra fe en Jesucristo muerto y resucitado; esa fe que Pedro fue el primero en confesar y que Pablo interpretó como maestro; esa fe por la cual ellos llegaron a dar la vida por Cristo y que hace que hoy, con alegría, les rindamos, juntos, la misma veneración.

Óbolo de San Pedro.

No olvidemos que este fin de semana, en todo el mundo se realiza la colecta del óbolo de San Pedro, nuestra forma de participar en la misión del Papa, tanto en sus obras de caridad como en la labor evangelizadora.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Feliz fiesta de San Pedro y San Pablo. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Inmaculado Corazón de María. Vivir la Esperanza siendo Familia. Lucas 2,41-51.


Palabra de Vida, sábado 28 de junio de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

viernes, 27 de junio de 2025

Consagración al Sagrado Corazón de Jesús. Misa en el Monasterio de la Visitación de Santa María, Progreso Canelones.


Homilía de Mons. Heriberto

Queridos hermanos y hermanas:

Esta celebración de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús tiene este año una significación especial, por varios motivos. 
  • Estamos en el Año Jubilar 2025, convocado bajo el lema “La esperanza no defrauda”. 
  • Culmina hoy, en Paray-le-Monial, el Jubileo por los 350 años de las apariciones de Jesús a Santa Margarita María Alacoque; un año y medio que nos ha llamado cada día a la reparación al Corazón de Jesús con la consigna “Devolver amor por amor”.
  • En el bicentenario de aquellas apariciones, nuestro beato Jacinto Vera celebró la consagración de Uruguay al Corazón de Jesús. A 150 años de aquel acto de amor, queremos hoy renovar esa consagración en nuestra Iglesia diocesana.
  • También en este día se celebra la jornada de oración por la santificación de los sacerdotes, establecida hace 30 años por san Juan Pablo II.
“Devolver amor por amor” expresa, con palabras sencillas, pero que hay que entender en toda su profundidad, la manera de ofrecer nuestra reparación al Corazón de Cristo.

Dios toma la iniciativa en el amor. Él nos amó primero: 
“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Juan 3,16). 
Él nos amó hasta el fin: 
“… sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.” (Juan 13,1). 
Él nos amó conociendo nuestra debilidad y nuestro pecado: 
“… la prueba de que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores” (Romanos 5,8 - segunda lectura).
El mensaje de Jesús a santa Margarita María nos muestra que ese amor no ha cesado; más aún, que sigue encendido, y no como un rescoldo entre cenizas, sino como una llama viva, inextinguible:
«Mi divino Corazón está tan apasionado de amor por los hombres, y por ti en particular, que no pudiendo ya contener en sí mismo las llamas de su caridad ardiente, le es preciso comunicarlas por tu medio, y manifestarse a todos para enriquecerlos con los preciosos tesoros, que te descubro».
A la vez, Jesús presenta su reclamo. Ese amor apasionado no es correspondido. 
“Tengo sed, ardo por el deseo de ser amado”; 
“No recibo más que ingratitud e indiferencia”.
De este desencuentro entre el amor divino y nuestra ingratitud, surge la necesidad de un amor reparador: “devolver amor por amor”.

Ahora bien: ¿necesita el corazón de Cristo ser reparado? ¿no es acaso Cristo el resucitado, sentado a la derecha del Padre? Decía el papa Pío XI: 
“¿cómo podrán estos actos de reparación consolar a Cristo, que dichosamente reina en los cielos?”
Por otra parte: ¿no está la humanidad atravesada por innumerables heridas, muchas de ellas que no dudaríamos de calificar en “irreparables”, en la vida personal, familiar, social…? Las guerras, con todas sus secuelas de muerte, violencia, destrucción de familias y de bienes, odios y resentimientos… y aquí, cerca de nosotros, el rostro infantil de la pobreza, las personas en situación de calle, los graves problemas de salud mental, las personas y familias destrozadas por las adicciones, la situación tantas veces denigrante de los privados de libertad, las injusticias y violencias de todo tipo… 
Entonces ¿Por qué pensar en reparar al corazón de Cristo? ¿No será todo esto una distracción, una sensiblería, una religiosidad individualista? ¿No deberíamos volver la mirada al prójimo y poner allí todo nuestro esfuerzo para reparar, curar, sanar tantas almas y cuerpos desgarrados?

No, hermanos y hermanas. Precisamente, allí, en cada corazón humano herido, sigue presente, doliente y dolorosa la herida del corazón de Cristo… ¿es posible reparar lo irreparable? Solo Cristo puede llevar a término la más honda reparación del corazón humano.

Las lecturas de hoy nos anuncian a Jesús, buen pastor, que sale a buscar la oveja perdida, hace volver a la descarriada, venda a la que está herida y cura a la enferma y que, conduciéndonos a sus praderas y a sus aguadas, repara nuestras fuerzas.

La reparación al corazón de Cristo es el camino para nuestra reparación, la reparación de nuestro corazón. Así como Dios no necesita de nuestra alabanza, tampoco necesita de nuestros actos de reparación; pero Él inspira en nosotros que lo alabemos, que le demos gracias y nos pide que lo hagamos; Él inspira también esos actos de reparación y nos los pide, ¿para qué? para que 
“nos ayuden en el camino de la salvación” (cf. Prefacio común IV).
El corazón que ha amado tanto y que solo ha recibido ingratitud pide ser amado, reclama nuestro amor, no para que nos olvidemos de la humanidad sufriente, sino para que seamos dentro de ella testigos de su amor reparador, viviendo en profundidad el amor al prójimo, ya que no puede  
“amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve” (1 Juan 4,20).
Respondiendo al amor del Corazón de Jesús, vamos hoy a ofrecerle nuestra consagración, tanto personal como comunitaria. Cada uno rezará la oración; pero lo haremos todos juntos. Cada uno buscará la forma personal de realizar la reparación al Corazón traspasado de Jesús. Pero también, como comunidad, buscaremos la forma de hacer juntos esos actos de amor, la forma de vivir y obrar juntos la Caridad. 

Obrar la Caridad: no solamente ayudar económicamente, dar un plato de comida caliente, una frazada, la visita a un enfermo o a un encarcelado o, más aún, sostener o realizar obras educativas, de promoción de la persona humana, anunciar el evangelio, educar en la fe… todo eso, y muchas otras buenas acciones que realicemos personal o comunitariamente están bien, son un bien… ¿qué agrega a esto la consagración al Corazón de Jesús?

La respuesta es “mucho”. Pero no es algo que se agrega en el mismo plano, algo así como una especie de “charla motivacional”. Si vivimos en profundidad esta consagración, cada una de nuestras acciones podrá hacerse una verdadera ofrenda espiritual, que se una a la ofrenda de Cristo al Padre. A eso nos exhorta san Pablo: a ofrecernos nosotros mismos 
“como una víctima viva, santa y agradable a Dios” (Romanos 12,1).
Nos consagramos al Corazón de Jesús para unirnos más a Él, para unirnos más aún a su pasión, a su amor hasta el fin, porque la ofrenda de nuestra vida solo tiene valor si está unida a su ofrenda en la cruz, de la que viene nuestra salvación. 

Esta consagración nos hace conscientes de nuestro tiempo “perdido”… perdido, por no haber amado. Perdido, por no haber respondido al amor de Dios. 

Realicemos esta consagración, no como un acto puntual, formal, sino como un verdadero acto de amor, renovando nuestra fe, renovando nuestro compromiso bautismal. 

Con nuestro gesto, digámosle al Señor, personalmente, pero también como comunidad: “aquí estoy, aquí estamos, para hacer tu voluntad”; no la mía, no la nuestra, sino la tuya; abiertos a la forma que cada día quieras mostrarnos para “devolver amor por amor” amándote a ti y a nuestro prójimo. Así sea.

León XIV a jóvenes y participantes en el Día Internacional de Lucha contra las Drogas: "El mal se vence juntos... Dios nos creó para estar juntos."


Comencemos con la Señal de la Cruz: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. 
¡La paz sea con ustedes! Bienvenidos a todos y espero que el sol no sea demasiado fuerte… 
Pero Dios es grande y nos acompañará. ¡Gracias por su presencia!

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos! 

Agradezco a quienes hicieron posible este encuentro, que de muchas maneras nos lleva al corazón del Jubileo, un año de gracia en el que a cada persona se le reconoce su dignidad, a menudo menoscabada o negada. La esperanza es para ustedes una palabra rica en historia: no es un eslogan, sino la luz redescubierta a través del gran trabajo. Quisiera repetirles, pues, ese saludo que transforma el corazón: ¡La paz sea con ustedes! En la tarde de Pascua, Jesús saludó así a los discípulos encerrados en el cenáculo. Lo habían abandonado, creían haberlo perdido para siempre, tenían miedo y estaban decepcionados; algunos ya se habían ido. Pero es Jesús quien los encuentra, quien viene a buscarlos de nuevo. Entra tras las puertas cerradas, donde están como enterrados vivos. Les trae paz, los recrea con el perdón, les infunde: es decir, infunde el Espíritu Santo, que es el aliento de Dios en nosotros. Cuando falta el aire, cuando no hay horizonte, nuestra dignidad se marchita. ¡No olvidemos que Jesús resucitado sigue viniendo y trayendo su aliento! A menudo lo hace a través de las personas que van más allá de nuestras puertas cerradas y que, a pesar de todo lo sucedido, ven la dignidad que hemos olvidado o que se nos ha negado.

Queridos amigos, su presencia aquí es un testimonio de libertad. Recuerdo que cuando el Papa Francisco entraba en una cárcel, incluso en su último Jueves Santo, siempre se hacía esta pregunta: «¿Por qué ellos y no yo?». Las drogas y las adicciones son una prisión invisible que ustedes, de diferentes maneras, han conocido y combatido, pero todos estamos llamados a la libertad. Al encontrarme con ustedes, pienso en el abismo de mi corazón y de todo corazón humano. Es un salmo, es decir, la Biblia, que llama «abismo» al misterio que habita en nosotros (cf. Salmo 63,7). San Agustín confesó que solo en Cristo la inquietud de su corazón encontró paz. Buscamos la paz y la alegría, tenemos sed de ellas. Y muchas decepciones pueden decepcionarnos e incluso aprisionarnos en esta búsqueda. Miremos a nuestro alrededor, sin embargo. Y leamos en los rostros de los demás una palabra que nunca traiciona: juntos. El mal se vence juntos. La alegría se encuentra juntos. La injusticia se combate juntos. El Dios que nos creó y nos conoce a cada uno de nosotros —y es más íntimo de mí que yo mismo— nos creó para estar juntos. Por supuesto, también hay vínculos que hieren y grupos humanos en los que falta libertad. Sin embargo, incluso estas dificultades solo pueden superarse juntos, confiando en quienes no se benefician a nuestra costa, en quienes podemos encontrarnos y nos brindan una atención desinteresada.

Hoy, hermanos y hermanas, libramos una lucha que no puede abandonarse mientras a nuestro alrededor haya alguien preso en diversas formas de adicción. Nuestra lucha es contra quienes hacen de las drogas y cualquier otra adicción —pensemos en el alcohol o el juego— su inmenso negocio. Existen enormes concentraciones de intereses y organizaciones criminales ramificadas que los Estados tienen el deber de desmantelar. Es más fácil luchar contra sus víctimas. Con demasiada frecuencia, en nombre de la seguridad, se ha librado y se libra una guerra contra los pobres, llenando las cárceles con quienes son solo el último eslabón de una cadena de muerte. Quienes sostienen la cadena, en cambio, logran tener influencia e impunidad. Nuestras ciudades no deben liberarse de los marginados, sino de la marginación; no deben limpiarse de los desesperados, sino de la desesperación. ¡Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza malsana e integran a quienes son diferentes, y que hacen de esta integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué hermosas son las ciudades que, incluso en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan y fomentan el reconocimiento del otro! (Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 210).

El Jubileo nos muestra la cultura del encuentro como camino hacia la seguridad, nos invita a restituir y redistribuir la riqueza acumulada injustamente, como camino hacia la reconciliación personal y civil. «En la tierra como en el cielo»: la ciudad de Dios nos compromete a profetizar en la ciudad de los hombres. Y esto —lo sabemos— también puede conducir al martirio hoy. La lucha contra el narcotráfico, el compromiso educativo con los pobres, la defensa de las comunidades indígenas y migrantes, la fidelidad a la doctrina social de la Iglesia se consideran subversivos en muchos lugares.

Queridos jóvenes, no son espectadores de la renovación que nuestra Tierra tanto necesita: son protagonistas. Dios obra grandes cosas con quienes libera del mal. Otro salmo, tan querido por los primeros cristianos, dice: «La piedra desechada por los constructores se ha convertido en piedra angular» (Sal 117,22). Jesús fue rechazado y crucificado a las puertas de su ciudad. Sobre él, piedra angular sobre la que Dios reconstruye el mundo, ustedes también son piedras de gran valor en la construcción de una nueva humanidad. Jesús, el rechazado, los invita a todos, y si se sentían rechazados y acabados, ya no lo están. Los errores, el sufrimiento, pero sobre todo el deseo de vida que traen, los convierten en testigos de que el cambio es posible.

La Iglesia los necesita. La humanidad los necesita. La educación y la política los necesitan. Juntos, por encima de toda dependencia que nos degrade, haremos prevalecer la infinita dignidad impresa en cada uno de nosotros. Esa dignidad, por desgracia, a veces solo brilla cuando se pierde casi por completo. Entonces llega una sacudida y queda claro que levantarse es cuestión de vida o muerte. Pues bien, hoy toda la sociedad necesita esa sacudida, necesita su testimonio y la gran labor que realizan. De hecho, todos tenemos la vocación de ser más libres y humanos, la vocación a la paz. Esta es la vocación más divina. Avancemos juntos, pues, multiplicando los espacios de sanación, encuentro y educación: caminos pastorales y políticas sociales que empiezan en la calle y nunca dan a nadie por perdido. Y recen también para que mi ministerio esté al servicio de la esperanza de las personas y de los pueblos, al servicio de todos. Los encomiendo a la guía maternal de María Santísima. Y los bendigo de corazón. ¡Gracias!

Tomado de: Las palabras del Papa León XIV que todo drogadicto, ex drogadicto y personas que les tratan deben leer | ZENIT - Español. Traducción del original en lengua italiana realizado por el director editorial de ZENIT.


Sagrado Corazón de Jesús. “Él repara mis fuerzas” Salmo 22 (23)


Palabra de Vida. Viernes 27 de junio de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 26 de junio de 2025

Palabra de Vida: Construir la casa sobre la roca. Mateo 7,21-29.


26 de junio de 2025. Jueves de la XII semana durante el año. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 25 de junio de 2025

Palabra de Vida: “Por sus frutos… los reconocerán” (Mateo 7,15-20)


25 de junio de 2025. Miércoles de la XII semana durante el año. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

lunes, 23 de junio de 2025

Palabra de Vida: “¿Qué llegará a ser este niño?” (Lucas 1,57-66.80).


24 de junio de 2025. Nacimiento de San Juan Bautista. 
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

Deja tu tierra (Génesis 12,1-9).



Lunes de la XII semana durante el año, 23 de junio de 2025.
Pasajes bíblicos citados, además del Génesis: 
Hebreos 11,8. Juan 14,3.

sábado, 21 de junio de 2025

Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. A la manera de Melquisedec (Génesis 14,18-20 - Salmo 109,1-4)

“Tú eres sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec”. Así reza la antífona del salmo que encontramos en la liturgia de la palabra de este domingo. Acerquémonos hoy a ese personaje de tan extraño nombre, cuyo sacerdocio anuncia el sacerdocio de Cristo.

Al acercarnos a la Palabra de Dios hay una dificultad frecuente, que podríamos denominar Antiguo Testamento versus Nuevo Testamento. No es difícil poner frente a frente las dos grandes partes de la Biblia, presentando al Dios del Antiguo Testamento como un Dios terrible, que infunde terror, en total contraste con la dulzura de Jesús. Sin embargo, a lo largo de toda la Escritura se va manifestando tanto la exigencia como la misericordia de Dios, no como actitudes contradictorias, sino como aspectos diferentes y complementarios del amor del Padre, manifestado en su Hijo.

 Tengamos también en cuenta que la Palabra de Dios es el relato de una revelación que se va dando en la historia; una revelación que va avanzando, hasta alcanzar su plenitud en Jesucristo, la palabra definitiva del Padre.

Para entender ese desarrollo nos ayuda el concepto de tipos y antitipos. Los tipos se refieren aquí a los personajes que, de alguna manera preparan, anuncian, son imagen -todavía borrosa- de los antitipos, que son los personajes que realizan plenamente lo que solo aparecía entre la niebla, como la que tenemos alrededor, en el día en que hacemos esta grabación. 

Así, el José del libro del Génesis, que interpreta los sueños, es tipo de José, esposo de María, que es guiado por Dios por medio de sueños.

Judit, entre muchas otras mujeres del Antiguo Testamento, es tipo (no el único) de María, la madre de Jesús. En Uruguay lo aplicamos a la Virgen de los Treinta y Tres, renovando la devoción iniciada hace 200 años, en un episodio que contribuyó a cimentar nuestra Patria. En la liturgia de su leemos un pasaje del libro de Judit y tomamos como salmo responsorial el cántico a ella dedicado, con la antífona:

Bendita seas, porque salvaste al pueblo en peligro (cf. Judit 15,8-10 y 13ab.19-20)

Muchos de los personajes del Antiguo Testamento y sus acciones son “tipos” de Cristo, que anuncian, anticipan algo que Cristo llevará a su plenitud. Es desde allí que podremos entender el especial lugar del rey y sacerdote Melquisedec.

Veamos la primera lectura de hoy:

Melquisedec, rey de Salem, que era sacerdote de Dios, el Altísimo, hizo traer pan y vino, y bendijo a Abram, diciendo:
«¡Bendito sea Abram de parte de Dios, el Altísimo, creador del cielo y de la tierra! ¡Bendito sea Dios, el Altísimo, que entregó a tus enemigos en tus manos!»
Y Abram le dio el diezmo de todo. (Génesis 14,18-20)

Hoy, celebración del Cuerpo y Sangre de Cristo, lo primero que salta a la vista es que Melquisedec “hizo traer pan y vino”. Antes se dijo que era sacerdote y después se relata que bendijo a Abrám; por eso entendemos que ese pan y ese vino eran una ofrenda al Dios Altísimo. 

En esto encontramos ya una diferencia con los sacrificios que solían practicarse en aquel tiempo y que continúan a lo largo del Antiguo Testamento, donde la ofrenda principal -había otras- era un animal, frecuentemente un cordero, que era sacrificado.

Siglos después de este episodio, en el templo de Jerusalén los sacerdotes sacrificaban los corderos que las familias presentaban y que, luego del sacrificio ritual, llevaban a sus casas donde lo asaban y lo comían en familia, pero… como un banquete sagrado.

No se dice que el pan y el vino que presentó Melquisedec fuera a ser comido o bebido, pero no es una suposición aventurada pensar que así se hiciera. 

Lo llamativo para los primeros cristianos que releían este pasaje del Génesis es esa figura de “sacerdote” que trae “pan y vino” y bendice en nombre de Dios. No es tan difícil relacionar esto con la última cena de Jesús, vista como una acción sacerdotal; pero… no del sacerdocio antiguo, sino de un sacerdocio nuevo, completamente distinto.

La segunda mención de Melquisedec en el Antiguo Testamento la encontramos en el salmo 109, con el que comenzamos esta reflexión:

El Señor lo ha jurado y no se retractará:
«Tú eres sacerdote para siempre, a la manera de Melquisedec». (Salmo 109/110, 4)

Pero aquí seguimos todavía entre la bruma. ¿Quién es ese “sacerdote para siempre”?

Es en la carta a los Hebreos donde se retoma la figura de Melquisedec y se la aplica a Cristo.

De él no se menciona ni padre ni madre ni antecesores, ni comienzo ni fin de su vida: así, a semejanza del Hijo de Dios, él es sacerdote para siempre. (Hebreos 7,3)

El autor de Hebreos resalta el misterio que envuelve la figura del antiguo personaje, porque no se da de él la habitual información que encontramos sobre otras figuras. No se menciona padre ni madre, no hay genealogía, no hay datos biográficos… no hay comienzo ni fin: “es sacerdote para siempre”. La omisión de la genealogía es extraña para un sacerdote del Antiguo Testamento. Para ser reconocido como sacerdote, según la Ley de Moisés, hay que demostrar que se viene de una familia sacerdotal. Con Melquisedec estamos ante algo distinto, de otro orden.

Pero, notemos un detalle nada menor: el autor de Hebreos da vuelta la comparación; no es el Hijo de Dios semejante a Melquisedec sino que éste es semejante a Cristo, en cuanto que no aparece un final, un término de su sacerdocio. No olvidemos: Melquisedec es solo una figuración, un anticipo de lo que en Cristo será la plena realidad.

Pero hay otros elementos en la figura de Melquisedec que son anuncio de Cristo… empezando por su nombre y su título, rey de Salem. Así lo explica el autor de Hebreos:

… el nombre de Melquisedec significa, en primer término, «rey de justicia» y él era, además, rey de Salem, es decir, «rey de paz». (Hebreos 7,2)

La justicia y la paz eran los dones que se esperaban del rey-mesías. A la condición de sacerdote, se suma la de rey de justicia y paz. Melquisedec, como sacerdote-rey, es anuncio de Cristo glorificado, sumo sacerdote sentado en su trono, a la derecha del Padre.

Volvamos a la carta a los Hebreos:

… Jesús, como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable.
De ahí que él puede salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios por su intermedio, ya que vive eternamente para interceder por ellos. (…) Él no tiene necesidad, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados, y después por los del pueblo. Esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. (Hebreos 7,24-27)

Los sacerdotes del Nuevo Testamente participamos del sacerdocio de Cristo. No ofrecemos nuevos sacrificios, sino que, por el ministerio que hemos recibido, invocamos al Espíritu Santo para que se vuelva a hacer presente, en forma no cruenta, el sacrificio que Cristo realizó “de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” y lo hacemos rezando así:

[Padre] te pedimos que santifiques estos dones
con la efusión de tu Espíritu,
de manera que se conviertan para nosotros
en el Cuerpo y la Sangre
de Jesucristo, nuestro Señor. (Plegaria Eucarística II)

Todos los bautizados participamos del sacerdocio de Cristo ofreciendo al Señor nuestra vida familiar, laboral, social y aún nuestros sufrimientos, vivido todo ello en el Espíritu, haciéndolo una ofrenda espiritual que se une a la ofrenda del cuerpo del Señor.

Al celebrar esta solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, donde en muchas parroquias haremos la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, vayamos al encuentro del Señor reconociendo y agradeciendo su amor y su presencia y plenamente dispuestos a “devolver amor por amor”, a poner en todo lo que hacemos amor a Dios y al prójimo, respondiendo al amor que brota del corazón traspasado de Jesús.

Gracias amigas y amigos, por su atención. Feliz fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo.
Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

En esta semana

Martes 24, nacimiento de San Juan Bautista. Fiestas patronales de la parroquia y el Pueblo de San Bautista y de la parroquia de la ciudad de Santa Lucía.
Viernes 27, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, patrona de la Parroquia de Barros Blancos.
Viernes 27 (este año) Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Sábado 28 y domingo 29, San Pedro y San Pablo: colecta del óbolo de San Pedro.

21 de junio de 1764: Bautismo de José Gervasio Artigas.

Folio 209/v, Libro I de Bautismos,
Parroquia de la Inmaculada Concepción
y de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago,
Montevideo ("Iglesia Matriz")

José Artigas es la figura central de la historia del Uruguay y es considerado el héroe nacional; una figura reconocida por todos los uruguayos y de todo el abanico político.

Un facsímil de su partida de Bautismo aparece en el tomo II del “Archivo Artigas”, una extensa recopilación de documentos relacionados directa o indirectamente con el héroe.

Es ese facsímil el que estamos viendo arriba. Se reproduce toda la página o “folio” 209/v del Primer Libro de Bautismos de la Parroquia de la Inmaculada Concepción y de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago, cuya sede es la Iglesia Matriz, la hoy catedral de Montevideo.
La “uve” significa “vuelta”, es decir, el otro lado de la página.

Recordemos que hasta muy entrado el siglo XIX, los libros de Bautismos de las parroquias de Uruguay eran el único registro de nacimientos, así como de casamientos y defunciones. Eso lo saben bien quienes hoy buscan datos de sus ancestros para tramitar una ciudadanía italiana o de otros países europeos.

El texto de la partida

¿Cuáles son entonces los datos que nos da este registro? Transcribo con la ortografía original.

[Al margen:* “Jose Gervasio Artigas – A”.
“Día diez y nueve de Junio de mil setecientos sesenta y quatro nacio Josef Gervasio, hijo legitimo de D.n Martin Josef Artigas y de D.a Francisca Antonia Arnal vecinos de esta Ciudad de Montevideo, y Yo el Doctor Pedro García lo bautize, puse oleo, y crhisma en la Yglesia Parroquial de dicha ciudad el veinte y uno del expresado mes, y año Fue su padrino D.n Nicolás Zamora.-
[firmado] Dr Pedro Garcia.

La anotación al margen

La anotación del nombre del bautizado al margen de la partida hace más fácil encontrarla cuando se va buscando en los folios del libro. La letra “A” es la inicial del apellido. Eso permite organizar un libro índice de Bautismos, que facilita aún más la búsqueda.

Fecha de nacimiento y nombre

Tenemos en primer lugar la fecha de nacimiento, que muchos recordamos desde la escuela primaria, con día, mes y año: 19 de junio de 1764.
Artigas recibió como “nombre de pila” dos nombres: "José" y "Gervasio". "José" era el segundo nombre del padre de nuestro héroe; nombre que también recibió uno de los hermanos de José Gervasio.
El nombre de Gervasio fue tomado directamente del santoral: el 19 de junio (entre otros santos) la Iglesia recuerda a San Gervasio, mártir junto con su hermano san Protasio.
Lo de “nombre de pila” se refiere a la pila bautismal, el recipiente en el que se realiza el bautismo. La fórmula del bautismo en la Iglesia Católica incluye el nombre de la persona, seguido de la mención del acto que se está realizando y la mención a las personas de la Santísima Trinidad, en cuyo nombre el ministro imparte este sacramento.
“José Gervasio, yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
La pila bautismal donde fue bautizado Artigas se conserva en la Catedral de Montevideo.

Hijo legítimo

Se anota que es “hijo legítimo”, lo que significa que sus padres estaban unidos por el Sacramento del Matrimonio, “casados por la Iglesia”, como suele decirse. Efectivamente, en el primer volumen del archivo Artigas, en la página 230 encontramos la transcripción de la partida de Matrimonio de José Martín Artigas y Francisca Asnar que se casaron el 23 de mayo de 1757. Alguno puede recordar que se dice que el apellido de la madre de Artigas era Asnar o Arnal; es que así figura, de la primera forma en la partida de matrimonio y de la segunda en la partida de bautismo de José Gervasio. Las mismas variantes aparecen en partidas de bautismo de los otros hijos.

Vecinos de Montevideo

Queda también constancia de que los padres de José Gervasio son “vecinos de esta ciudad de Montevideo”. Efectivamente, los Artigas tenían una casa en la ciudad. El Cabildo de Montevideo había entregado a Martín Artigas un solar de 25 varas de frente y cincuenta de fondo de frente al sur, documento que también está publicado en el Archivo Artigas, volumen I, página 219.

Óleos

Se anota también en la partida que se ungió al bautizado con el óleo de los catecúmenos y con el santo crisma, los dos aceites que completan el rito del bautismo y que el sacramento fue celebrado en la Iglesia parroquial.

Padrino

Consta también el nombre del padrino, Don Nicolás Zamora, que había sido también testigo de la boda de los padres de José Gervasio.

El sacerdote que administró el Bautismo

También consta el nombre del sacerdote que administró el bautismo, Doctor Pedro García. Puede llamarnos la atención el título de “doctor”. El sacerdote tiene ese título académico obtenido en sus estudios de teología y lo incluye en su firma, como era costumbre.
Cuando nació José Gervasio todavía era Cura (párroco) el Dr. José Nicolás Barrales, pero éste, seriamente enfermo, había dejado toda actividad a fines de 1763. Las últimas partidas firmadas por él son de septiembre de ese año.
A comienzos de 1764 fue nombrado interinamente el Dr. Pedro García de Zúñiga, quien actuó desde febrero de 1764 a agosto de 1766. Fue él quien bautizó a José Gervasio y anotó la información de ése y otros sacramentos en hojas sueltas, a modo de borrador, que luego debían pasarse al libro.

¿Quién firma esta partida?

¿Fue firmada esta partida por el “Doctor Pedro García”? Es muy interesante que al armarse el Archivo Artigas, en el que realizó una obra inmensa el historiador uruguayo Juan Pivel Devoto, se incluyera el folio entero y no solo la partida de José Gervasio, porque apenas mirando la fecha de las otras partidas surgen interrogantes. Todo esto fue motivo de varios trabajos del Dr. Juan Alejandro Apolant. He consultado el titulado La partida bautismal de José Gervasio Artigas: ¿auténtica o apócrifa?.

La partida que aparece sobre la de José Gervasio viene de la página anterior y no vemos la fecha.
Pero la que aparece a continuación tiene fecha “quatro de marzo de mil setecientos quarenta y quatro” (1744) ¿20 años antes que la partida anterior? ¿qué es esto?
La siguiente está fechada “el treinta de octubre de mil setecientos cincuenta y uno”.
La última está fechada en el mismo año que la anterior, 1751, pero el veinte y siete de junio, o sea, unos meses antes.

La explicación posible de este desorden es que en este folio se anotaron partidas que, por alguna razón, no fueron anotadas en su momento. Como ya se dijo, había "borradores", una ficha, como diríamos hoy. Realizado el bautismo, esos datos pasaban al libro de bautismos. Pero, algunas veces, lamentablemente, como sigue sucediendo en excepcionales ocasiones hasta nuestros días, la “ficha” se traspapela o, peor, se pierde y, cuando aparece, se pasa al libro de bautismos, fuera de fecha. De ahí la importancia del índice que, ordenado por apellidos, permite ubicar en que folio y libro está anotado cada bautismo.

Mirando nuestro folio, no se necesita ser un grafólogo para ver que están escritos por la misma mano; pero en las firmas encontramos diferentes nombres, además de “Pedro García”. Parecería que la persona que hizo la anotación quiso imitar las firmas de los diferentes ministros de los bautismos anotados; firmas que no sería difícil encontrar en las páginas precedentes, en las anotaciones que cada uno de ellos hizo en el momento en que debían hacerse.

En el libro “Artigas Católico” de Pedro Gaudiano, se anota, siguiendo las investigaciones de Juan Apolant:
“La transcripción de la partida de Artigas no fue realizada por el presbítero Doctor Pedro García de Zúñiga sino por el presbítero Pedro Pagola en o después de agosto de 1793, cuando el prócer ya tenía casi treinta años. Pagola, en vez de dejar constancia de la transcripción, prefirió firmar aquellas partidas bautismales imitando lo mejor posible las firmas de García de Zúñiga y [Joseph Nicolás] Barrales”. (Universidad Católica del Uruguay, 2022, p. 63).

Conclusiones

Más allá de los interrogantes, nos queda la constancia, de la que no hay porqué dudar, de que José Gervasio Artigas fue bautizado, seguramente en la fecha que allí se anota: 21 de junio de 1764, tres días después de su nacimiento.

La partida de bautismo de Artigas es más que un simple registro civil o religioso. Representa una conexión tangible entre el presente y los orígenes de una figura clave en la historia de Uruguay. Este documento ha sido objeto de estudio por historiadores y genealogistas interesados en trazar la vida y los antecedentes familiares del prócer.

La partida manifiesta el contexto histórico y social en el que nació José Artigas. En el Montevideo colonial de finales del siglo XVIII, las familias criollas tenían un fuerte arraigo en la sociedad, y la religión católica jugaba un papel central en la vida cotidiana. Este entorno marcó los primeros años de vida de Artigas y sentó las bases de su carácter y valores.

Palabra de Vida: Animados por la Esperanza, buscar el Reino de Dios. Mateo 6,24-34.

  

Sábado de la XI semana durante el año, 21 de junio de 2025. San Luis Gonzaga.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 19 de junio de 2025

Palabra de Vida: “Ustedes oren de esta manera” (Mateo 6,7-15)


Jueves de la XI semana durante el año, 19 de junio de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 17 de junio de 2025

Palabra de Vida: Hacer el bien para gloria de Dios. Mateo 6,1-6.16-18.

  

Miércoles de la XI semana durante el año, 18 de junio de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

lunes, 16 de junio de 2025

Palabra de Vida: “Amen a sus enemigos” (Mateo 5,43-48)


Martes de la XI semana durante el año, 17 de junio de 2025, san Antonio de Padua.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

domingo, 15 de junio de 2025

“No recibir en vano la gracia de Dios” (2 Corintios 6,1-10)


 

Lunes de la XI semana durante el año, 16 de junio de 2025.
Reflexión tomada de San Juan Pablo II, Ángelus, 1 de abril de 1979.

Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús.

 


Junio, Mes del Sagrado Corazón de Jesús. Oración de Consagración.

Adaptación de la oración del beato Jacinto Vera, primer obispo del Uruguay para la Consagración del Uruguay al Sagrado Corazón de Jesús, 1875.

Oración rezada en la renovación de la consagración. 12 de junio de 2025, Santuario Nacional del Sagrado Corazón, Cerrito de la Victoria, Montevideo, Uruguay.

viernes, 13 de junio de 2025

Nicea y la Santísima Trinidad. “Todo lo que es del Padre es mío” (Juan 16,12-15). Solemnidad de la Santísima Trinidad.


En este domingo celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad: el misterio de un solo Dios en tres personas, comunidad de amor.

Esto nos da ocasión para hablar del Concilio de Nicea, del cual se están celebrando los 1700 años; un concilio que tuvo mucho que ver con nuestra fe trinitaria.

La ciudad de Nicea se encuentra en el territorio de la actual Turquía, bajo el nombre de Iznik. Recordemos que la península de Anatolia, donde hoy se ubica Turquía, era conocida por los griegos como el Asia Menor, y allí florecieron en los primeros siglos de nuestra era numerosas comunidades cristianas.

Hace 1700 años, Nicea era una de las ciudades del Oriente del Imperio Romano, que había sido reunificado por el Emperador Constantino. El Emperador había promulgado en el año 313 el edicto de Milán, que consolidó la libertad de religión a los cristianos.

Doce años después, el mismo emperador convocó el Concilio de Nicea, en el que participaron más de 200 obispos. Desde el punto de vista político, era interés del gobernante mantener la unidad del cristianismo que, de esa forma, ayudaba a mantener la unidad del imperio. Desde el punto de vista de la Iglesia, era importante superar una muy seria división en la fe.

El cristianismo se encontraba dividido a causa de la doctrina desarrollada por Arrio, un presbítero de Alejandría de Egipto, que negaba la naturaleza divina de Jesucristo y, por lo tanto, atacaba la fe en la Trinidad. Arrio sostenía que el Verbo era una “creatura del Padre” y que no existía desde la eternidad: “hubo un tiempo en que no era”.

Las deliberaciones de los padres conciliares se expresaron en la formulación del Credo que seguimos rezando hasta hoy, elaborado en el Concilio de Nicea y luego perfeccionado en el Concilio de Constantinopla, por lo que es conocido como el credo “niceno-constantinopolitano”. 

Frente a las afirmaciones de Arrio, el concilio proclama como fe auténtica que el Hijo es “engendrado, no creado”; “de la misma naturaleza del Padre”, la naturaleza divina; “por quien todo fue hecho”; es decir, que participó en la Creación y no es parte de ella, no es una creatura. A su naturaleza divina, el Hijo suma la naturaleza humana: el Hijo, Palabra eterna del Padre, se encarna, se hace hombre, asume nuestra condición mortal. Por eso, decimos de Él que es verdadero Dios y verdadero hombre; hecho hombre “por nosotros… y por nuestra salvación”, como dice también el credo Niceno.

El evangelio de hoy nos ofrece pasajes de un discurso de Jesús. En uno de ellos expresa su unidad con el Padre:
Todo lo que es del Padre es mío. (Juan 16,15)
Todo lo que existe ha sido creado por el Padre, junto con el Hijo y el Espíritu, el soplo de Dios. Sin embargo, Dios no se interesa en la posesión de las cosas. Lo más importante de Dios es lo que es, o mejor dicho, lo que importa es el SER, el hecho de ser… el SER DIOS, el tener, en lenguaje filosófico, “la naturaleza divina”. Por eso el Hijo es Dios, Dios verdadero; tiene la misma naturaleza que el Padre: “todo lo que es del Padre es mío”.

Tal vez esto nos parezca muy abstracto… pero tenemos que entender que no se trata de cosas, como si el Padre compartiera con el Hijo una riqueza material, unas tierras… No; el Padre se da al Hijo, se da todo Él, en su amor al Hijo; y el Hijo, en su amor al Padre, se da todo al Padre. Todo lo que es del Padre es del Hijo y todo lo que el Hijo tiene, desde la eternidad, es del Padre.

En este mismo pasaje del evangelio, Jesús anuncia, por quinta vez, la venida del Espíritu Santo:
«Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. (Juan 16,12-13)
Jesús había dicho antes a los discípulos “… les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre” (Juan 15,15). El Espíritu no comunicará nada nuevo. No traerá ninguna revelación nueva. Su tarea será iluminar a los discípulos para que puedan comprender lo que Jesús ha hecho y ha enseñado. Jesús no explica todo y deja campo para que lo haga el Espíritu, porque los discípulos no están en condiciones de comprender, más aún, podríamos decir, no están en condiciones de soportar el peso de los acontecimientos que vendrán, fundamentalmente la terrible pasión y muerte del Mesías a manos de los impíos.

Esa realidad era inaceptable para la fe de un israelita. Fue la dificultad que encontraron los discípulos de Emaús: no les era posible entender que el Mesías debía padecer para entrar en su gloria. Esa es la verdad imposible de comprender y soportar sin la ayuda del Espíritu.

El Espíritu Santo continúa actuando en la Iglesia. Como decíamos en el programa anterior, nuestra oración al Espíritu suele comenzar con un llamado: “Ven, Espíritu Santo”. Pedimos su presencia en nuestras reuniones, sobre todo cuando es necesario realizar un discernimiento, para aplicar el Evangelio a las situaciones concretas del mundo de hoy.

Jesús ha prometido que el Espíritu Santo nos introducirá en toda la verdad. La verdad más profunda de la Trinidad es el amor y no es posible conocer esa verdad si no es amando. El Espíritu de Amor nos guía en la verdad del amor. Amor verdadero no es el que se apropia, el que se apodera de quien pretende amar, sino el que se da, el que se entrega: el amor de Jesucristo.

Hoy hablamos de sinodalidad, de Iglesia sinodal… la palabra puede parecer novedosa y hasta extraña para muchos, pero expresa un aspecto fundamental del ser de la Iglesia, desde sus comienzos como Pueblo de Dios, en el que fieles y pastores caminan juntos bajo la guía del Espíritu Santo.
En ese caminar, la Iglesia, a la vez santa y necesitada de purificación, va configurándose, cada vez más, tal como lo han expresado los Padres de la Iglesia, en…
«un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»
(Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 4)
Ese es el deseo que ha formulado el Papa León XIV, en la Misa con la que se inauguró su ministerio como sucesor de Pedro.
Hermanos y hermanas, quisiera que este fuera nuestro primer gran deseo: una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado. (18 de mayo de 2025, homilía en el inicio de su ministerio petrino)
Contemplemos en este día de fiesta el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El amor que circula entre ellos y sale hacia nosotros, hacia el universo todo que ellos han creado, como un llamado a la unidad, para que Dios sea glorificado plenamente.

Gracias, amigas y amigos, por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

La Yapa

Gracias por haber llegado hasta el final: a quienes lo han hecho, les dejo esta yapa.
  • El jueves pasado, en el santuario nacional del Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerrito de la Victoria, hicimos la renovación de la consagración del Uruguay al Sagrado Corazón, celebrada por el beato Jacinto Vera hace 150 años. Esta consagración se replicará ahora en cada parroquia del Uruguay, en fechas que pueden ser el próximo domingo, solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, o el día del Sagrado Corazón, viernes 27 de junio o el fin de semana siguiente, 28 y 29.
  • El jueves 19 conmemoramos el nacimiento de nuestro héroe nacional, José Artigas. Es también el día del abuelo. Nuestras felicitaciones por ese día a todos los abuelos y abuelas.
  • Entre los santos de la semana destaca San Luis Gonzaga, quien, renunciando a una herencia de príncipe, ingresó a la compañía de Jesús. Apenas adolescente, falleció en Roma, durante una epidemia, en el año 1591, a consecuencia de haber asistido a numerosos enfermos contagiados.
Y ahora sí, nos despedimos: hasta la próxima semana, si Dios quiere.

Palabra de Vida: Que la vida de Cristo se manifieste en nosotros. 2 Corintios 4,7-15

 


 

13 de junio: San Antonio de Padua. Maestro de oración.

  

Extractado de una catequesis del papa Benedicto XVI, en la audiencia general del miércoles 10 de febrero de 2010.

miércoles, 11 de junio de 2025

Palabra de Vida: Ser buenos, llenos del Espíritu Santo. Hechos 11,21b-26.13,1-3. San Bernabé, apóstol.


 

Miércoles 11 de junio de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

lunes, 9 de junio de 2025

Palabra de Vida: “Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras” (Mateo 5,13-16)


9 de junio de 2025. Miércoles de la X semana durante el año.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

María, Madre de la Iglesia: «Aquí tienes a tu madre» (Juan 19,25-27)


El lunes siguiente a Pentecostés celebramos la memoria de la Santísima Virgen María con el título de "Madre de la Iglesia".
La reflexión resume un párrafo del Decreto sobre la celebración de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, 3 de marzo de 2018.

sábado, 7 de junio de 2025

Palabra de Vida: Fieles a la unidad, llevar la esperanza. Juan 21,20-25.


7 de junio de 2025. Sábado de la VII semana de Pascua.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

viernes, 6 de junio de 2025

¡Ven, Espíritu Creador! (Salmo 103). Solemnidad de Pentecostés

Cincuenta días -a eso hace alusión la palabra griega “Pentecostés”- cincuenta días después de Pascua, celebramos la venida del Espíritu Santo.

En los evangelios de los domingos recientes, encontraremos distintas formas en las que se anuncia esa Presencia de Dios.

Hace quince días, escuchábamos estas palabras de Jesús:

«… el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.» (Juan 14,26 – VI Domingo de Pascua)

Un versículo que nos dice mucho. Primero, el título de “paráclito”, palabra griega que se traduce literalmente al latín como “advocatus”, de donde viene nuestra palabra “abogado”; pero esta expresión enfatiza el hecho de que el Espíritu Santo puede ser llamado (vocatus) para que esté a nuestro lado (ad). Así suelen comenzar las oraciones al Espíritu Santo, como un llamado: “Ven, Espíritu Santo”. 

Y no es lo mismo que cuando decimos “Ven, Señor Jesús”; en ese caso, estamos pidiendo al Señor que realice su venida definitiva, como profesamos en nuestra fe: “De nuevo vendrá con gloria…”

En cambio, cuando decimos “Ven, Espíritu Santo”, estamos pidiendo socorro, ayuda inmediata. Lo necesitamos aquí y ahora…

Jesús dice “el Padre [lo] enviará en mi Nombre”, asegurándonos que tendremos el auxilio que necesitamos… pero ¿en qué casos llamar al Espíritu Santo? Seguimos leyendo lo que dice Jesús: “les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.”

Los discípulos de Jesús, cristianos, bautizados, somos, muchas veces, puestos a prueba en nuestra fe. 

Podemos encontrarnos con personas que no creen o tienen creencias muy distintas a las nuestras, gente que nos contradice, que nos considera irracionales, que se burla de nuestra fe. Pero también podemos ser puestos a prueba en nuestro interior, cuando no comprendemos lo que está sucediendo o nos dejamos ahogar por las preocupaciones del mundo o seducir por las tentaciones que se nos presentan.

Frente a esas pruebas, ahí está nuestro abogado, el Espíritu Santo, para ayudarnos a recordar y comprender las palabras de Jesús.

El domingo pasado, antes de su Ascensión, Jesús decía a los discípulos:

«Yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto» (Lucas 24,49)

Aquí Jesús dice que Él mismo enviará “lo que el Padre les ha prometido”. Como surge de lo que viene después en el libro de los Hechos, está hablando del Espíritu Santo. De distintas maneras se expresa que ese don llega del Padre y del Hijo, “de lo alto”, desde el trono mismo de Dios.

Los discípulos, dice Jesús, serán “revestidos con la fuerza que viene de lo alto”. Esa fuerza dynamin, en griego, es el poder propio de Dios (Padre todopoderoso). El Espíritu Santo nos hace participar del poder de Dios para que podamos actuar, para que podamos realizar sus obras, para que podamos hacer el bien.

Son muchos los símbolos del Espíritu Santo y las palabras que nos ayudan a describir su acción. Recordemos como cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles la venida del Espíritu en Pentecostés:

De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban. (Hechos 2,2)

El viento, fuerte y ruidoso, como en la manifestación de Dios en el monte Sinaí, antes de entregar a Moisés las tablas de la Ley. El viento, “soplo de Dios viviente”, como dice una conocida canción. 

En el evangelio de Juan, Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos diciéndoles: “reciban el Espíritu Santo” (Juan 20,22).

Viento que impulsa, que empuja las velas, que permite a la barca de la Iglesia navegar “mar adentro” en la misión. 

Sopla Señor, sopla fuerte, 
envolveme con tu brisa. 
Y en tu Espíritu renovame, 
hazme libre en tu sonrisa.

El relato de Pentecostés continúa con otro signo:

Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo… (Hechos 2,3-4a)

El fuego. Es la energía transformadora que se manifiesta en los profetas. Juan el Bautista anuncia que Cristo "bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego" (Lucas 3,16). Jesús manifiesta como un profundo anhelo "Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!" (Lucas 12,49). En Pentecostés el fuego del Espíritu llega a los discípulos. Orando al Espíritu Santo hoy pedimos:

“¡Ven Espíritu Santo! Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor”.

Un hermoso himno litúrgico comienza diciendo “Ven Espíritu Creador” (Veni Creator Spiritus). ¿Por qué “Creador”? Cuando pensamos en la Creación, solemos pensarla como obra del Padre… sin embargo, las personas de la Trinidad nunca actúan solas. El Hijo es el Verbo, la Palabra que el Padre pronuncia: “Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió.” (Génesis 1,3). Pero en el versículo anterior del relato de la creación leemos:

“… el soplo de Dios se cernía sobre las aguas.” (Génesis 1,2)

No se trata solamente de que el Espíritu estuvo y actuó en la Creación, como algo de un pasado remoto.

Dios no abandona la creación, sino que la sostiene, la conduce, la renueva. A eso hace alusión el salmo 103, que hace parte de la Liturgia de la Palabra de hoy:

Señor, Dios mío (…) la tierra está llena de tus criaturas!
Si les quitas el aliento, expiran y vuelven al polvo.
Si envías tu aliento, son creados, y renuevas la superficie de la tierra. 
Salmo 103 (104),29-30

El Espíritu Creador visita las almas de los fieles, derrama sus dones, llena con su gracia los corazones que él mismo ha creado. Es así que pedimos:

“Oh Señor, envía tu Espíritu que renueve la faz de la tierra”.

Con la plena revelación del Espíritu Santo, Dios nos permite asomarnos a su misterio: un solo Dios, tres personas, comunidad de amor. La Santísima Trinidad, que celebraremos el próximo domingo y cuya bendición invocamos ahora: que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

Les recuerdo que el próximo jueves 12, en Uruguay, renovaremos la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, celebrada hace 150 años por el beato Jacinto Vera, primer obispo del Uruguay.
Esto será, como hemos dicho, este jueves, 12 de junio de 2025, en la Misa que se celebrará a las 16 horas, en el Santuario nacional del Cerrito de la Victoria, en Montevideo.
Ese día, desde las 10 de la mañana sacerdotes y diáconos estarán participando del Jubileo del Clero, en el Colegio de los Hermanos Misericordistas, al pie del Cerrito.

En el calendario de la semana tenemos también:

  • Miércoles 11: San Bernabé, apóstol.
  • Viernes 13: San Antonio de Padua, patrono de dos parroquias de la diócesis de Canelones y de varias capillas. Ese viernes acompañaré en su fiesta a la comunidad de pueblo San Antonio, que comienza a las 14:30 con la procesión, seguida de la Misa.
  • El próximo domingo, 15 de junio, Santísima Trinidad, estaré en la parroquia de Shangrilá, celebrando su fiesta patronal, con Misa a las 10 de la mañana.

Esto es todo por hoy. Gracias, amigas y amigos por su atención. Hasta la próxima semana, si Dios quiere.

Palabra de Vida: Amar con el amor de unidad (Juan 21,15-19)


6 de junio de 2025. Viernes de la VII semana de Pascua.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

jueves, 5 de junio de 2025

Palabra de Vida: “Que todos sean uno” (Juan 17,20-26)


5 de junio de 2025. Jueves de la VII semana de Pascua..
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

miércoles, 4 de junio de 2025

Palabra de Vida: Construir la unidad. Juan 17,11b-19.


4 de junio de 2025. Miércoles de la VII semana de Pascua..
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

martes, 3 de junio de 2025

Palabra de Vida: Orar pidiendo la Unidad. Juan 17,1-11a


3 de junio de 2025. Martes de la VII semana de Pascua..
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.
En la foto: Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, con algunos de los primeros miembros.

lunes, 2 de junio de 2025

«Ni siquiera hemos oído decir que hay un Espíritu Santo» (Hechos 19,1-8)


2 de junio de 2025, lunes de la VII semana de Pascua.
Reflexión tomada del Papa Francisco, homilía en Santa Marta, 9 de mayo de 2016.

domingo, 1 de junio de 2025

Palabra del Mes, junio 2025: “Denles de comer ustedes mismos” (Lc 9, 13)

Estamos en un lugar solitario cerca de Betsaida, en Galilea. Jesús está hablando del Reino a la muchedumbre. El maestro había ido allí con los apóstoles para que descansasen después de su larga misión por aquella región, en la que habían predicado la conversión “anunciando la Buena Noticia y curando enfermos en todas partes” (Lc 9, 6). Cansados, pero con el corazón rebosante, contaban lo que habían vivido.

Sin embargo, la gente se entera y acude. Jesús acoge a todos: escucha, habla, cuida. La muchedumbre aumenta. Se acerca la noche y empiezan a tener hambre. Los apóstoles se dan cuenta y le proponen al maestro una solución lógica y realista: “Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida”. Después de todo, Jesús ya había hecho mucho… Pero Él les responde:

“Denles de comer ustedes mismos.”

Se quedan desconcertados. Es impensable: solo tienen cinco panes y dos peces para varios miles de personas; no es posible encontrar lo necesario en la pequeña Betsaida, y tampoco tendrían dinero para comprarlo.

Jesús quiere abrirles los ojos. Conmovido por las necesidades y los problemas de las personas, se dispone a dar una solución. Y lo hace partiendo de la realidad y valorando lo que hay. Es cierto, lo que tienen es poco, pero les encomienda una misión: ser instrumentos de la misericordia de Dios, que piensa en sus hijos. El Padre interviene, y sin embargo, los necesita. El milagro requiere nuestra iniciativa y nuestra fe, que de ese modo crecerá.

“Denles de comer ustedes mismos.”

A la objeción de los apóstoles, Jesús responde ocupándose, pero les pide que hagan su parte, aunque sea pequeña. No la desdeña. No resuelve el problema en lugar de ellos. El milagro sucede, pero requiere que participen con todo lo que tienen, con lo que han podido conseguir y han puesto a disposición de Jesús para todos. Esto implica algún sacrificio y confianza en Él.

El maestro parte de la situación para enseñarnos a ocuparnos, juntos, los unos de los otros. Ante las necesidades de los demás no valen excusas (“no nos compete”; “no puedo hacer nada”; “tienen que apañarse, como hacemos todos” …). En la sociedad que Dios ha pensado, son bienaventurados quienes dan de comer a los hambrientos, quienes visten a los pobres y van a ver a quienes lo necesitan (cf. Mt 25, 35-40).

“Denles de comer ustedes mismos.”

La narración de este episodio nos recuerda la imagen del banquete que describe el libro de Isaías, un banquete que Dios mismo ofrece a todas las gentes, cuando Él “enjugará las lágrimas de todos los rostros” (Is 25, 8). Jesús manda que se sienten en grupos de cincuenta, como en las grandes ocasiones. Siendo Hijo, se comporta como el Padre, lo cual subraya su divinidad.

Él mismo lo dará todo hasta hacerse alimento por nosotros en la Eucaristía, el nuevo banquete de la comunión.

Ante tantas necesidades como surgieron en la pandemia del covid-19, la comunidad de los Focolares de Barcelona creó un grupo a través de las redes sociales en el que comparten las necesidades y ponen en común bienes y recursos. Y es impresionante ver cómo circulan muebles, alimentos, medicinas, electrodomésticos… Porque “solos podemos hacer poco –dicen–, pero juntos se puede hacer mucho”. Aún hoy, el grupo Fent família contribuye a que nadie entre ellos pase necesidad, como en las primeras comunidades cristianas (cf. Hch 4, 34).

Silvano Malini y equipo de Palabra de Vida