sábado, 18 de octubre de 2008

El testimonio de un joven sacerdote salesiano

Si de algo sirve, me sumo a decir algo en homenaje a Daniel.
Por mi parte lo conocí ya en estos últimos años en los cuales su quebranto de salud lo había "disminuido".
Lo que quiero compartir es una anécdota sencilla de cuando llegué a Salto hace cuatro años.
No hacía una semana que estaba aquí en la ciudad de Salto cuando recibo una llamada desde el Obispado diciéndome que Daniel, el Obispo, quería conocerme, que fuera un día hasta allí.
Es así que combinamos un día y una hora. Mi sorpresa fue grande en ese momento, y más ha crecido en admiración por ese gesto conforme pasan los años y a la vista de un mayor conocimiento de su persona.
Mi sorpresa se debía a que yo era un salesiano que hacía apenas unos meses había sido ordenado y llegaba a esta ciudad como mi primer destino pastoral. ¿Qué tendré yo de especial para que el Obispo mande decir que quiere verme, si ni me conoce, recién llego y además soy apenas un chiquilín en el ministerio?
Esa era mi pregunta de sorpresa.
El hecho es que fui al Obispado el día y fecha pactado. Allí estaba Daniel y junto a su Auxiliar conversamos un rato. Sólo quería conocerme, saber quien era, como me encontraba en mi nuevo lugar. Luego, me acompañó a un paseo por el obispado, por el palacio episcopal (aquel que yo había estudiado con el Padre Villegas y que deseaba conocer) y terminamos sentados en su habitación, conversando muy sencillamente.
Me contó de sus inicios salesianos, de su cercanía con los PP. Mossman y Fagalde, y muchas anécdotas de su vida. Me contó y mostró un cuadro de "Jesús a caballo" que colgaba de una pared de su cuarto, junto a un cuadro de María Auxiliadora.
Luego de un buen rato de charla de hermano a hermano, nos despedimos y yo volví a casa.
Han pasado cuatro años. Daniel ha partido a la eternidad. En mi memoria se agiganta aún más este sencillo gesto, de ese padre obispo, pastor, que quiso conocer a aquel novel sacerdote que llegaba a su diócesis. Ese novel sacerdote que hoy reza con cariño por su eterno descanso.
P. Raúl García SDB

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