sábado, 7 de mayo de 2022

“Señor, ¿A quién iremos?” (Juan 6,60-69). Sábado de la III semana de Pascua.

El Sábado 12 de mayo de 2007, en el marco de su viaje apostólico a Brasil, con motivo de la inauguración, en el santuario de Nuestra Señora Aparecida, de la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, el Papa Benedicto XVI visitó la Fazenda de la Esperanza en Guaratinguetá, Estado de San Pablo.

Allí pronunció un discurso que puede leerse haciendo click aquí.

A fin de ese año, el 21 de diciembre, en un discurso a la Curia Romana, el Papa se refirió a aquella visita y a la Fazenda. De ese discurso está tomada la reflexión de hoy.

Estos son los párrafos que el Papa Benedicto dedicó a recordar su vista a Guaratinguetá:

Recuerdo muy vivamente el día que visité la Fazenda de la Esperanza, en la que personas caídas en la esclavitud de la droga recuperan libertad y esperanza. Al llegar a ella, percibí inmediatamente de un modo nuevo la fuerza sanadora de la creación de Dios. Las montañas verdes que rodean el amplio valle nos hacen elevar la mirada hacia las alturas y, al mismo tiempo, nos dan un sentido de protección. Del sagrario de la iglesita de las Carmelitas mana una fuente de agua límpida, que recuerda la profecía de Ezequiel sobre el agua que, saliendo del Templo, desintoxica la tierra salada y hace crecer árboles que proporcionan la vida. Debemos defender la creación no sólo para nuestra utilidad, sino por sí misma, como mensaje del Creador, como don de belleza, que es promesa y esperanza.

Sí, el hombre necesita la trascendencia. Sólo Dios basta, dijo santa Teresa de Ávila. Cuando él falta, entonces el hombre debe tratar de superar por sí mismo los confines del mundo, de abrir ante sí el espacio infinito para el que ha sido creado. Entonces, la droga se convierte para él en una necesidad. Pero pronto descubre que se trata sólo de una infinitud ilusoria, —podríamos decir— una burla que el diablo hace al hombre.

En la Fazenda de la Esperanza los confines del mundo quedan realmente superados, la mirada se abre hacia Dios, hacia la amplitud de nuestra vida; así se produce una curación. A todos los que allí trabajan les manifiesto sinceramente mi gratitud; y a todos los que allí buscan la curación, les expreso mi cordial deseo de bendición.

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