jueves, 11 de abril de 2019

Domingo de Ramos: apasionada compasión (Lucas 22,7.14–23,56).




"¿Santa o de Turismo?"

Comienza en el Uruguay la Semana de Turismo. Ese es el nombre que tomó, en el calendario oficial, la tradicional Semana Santa cristiana. Muchos uruguayos y turistas de otros países aprovecharán estos días de otoño, tal vez nuestra estación más bonita, con sus días templados, para un tiempo de esparcimiento.
Mientras tanto, en cada lugar del Uruguay donde haya una Iglesia católica y una comunidad que pueda reunirse, este domingo celebramos el Domingo de Ramos, con el que se abre la Semana Santa.
Vacacionistas o no, invito a cada creyente a hacer lugar a Dios en esta Semana, participando en las celebraciones allí donde se encuentre o al menos tomando algún momento para rezar y contemplar el amor de Jesús que dio su vida por toda la humanidad y que ha resucitado para abrirnos el camino de la vida eterna.

La pasión según san Lucas: apasionada compasión

Este Domingo escucharemos el relato de la Pasión. Esta narración se encuentra en los cuatro evangelios. El viernes Santo se lee siempre el relato de san Juan; en el domingo de Ramos, se lee cada año uno de los otros tres evangelios. Este año corresponde san Lucas. Se ha llamado a Lucas “el Evangelio de la Misericordia”. Sólo en él encontramos las parábolas del buen samaritano y del padre misericordioso, más conocida como “el hijo pródigo”. Pero Jesús no solo habló de compasión, sino que la puso en práctica.

Vayamos a escuchar la Pasión con el corazón abierto, a dejarnos tocar por el amor de Jesús que allí se manifiesta hasta el extremo, dando la vida por nosotros. Contemplemos los gestos de compasión de Jesús que aparecen en el relato. Algunos son muy conocidos, pero es bueno que veamos como Lucas los ha colocado para resaltar ese aspecto del corazón de Jesús. Al observar esos gestos, podemos mirar nuestro propio corazón. Muchas veces nosotros necesitamos ser compadecidos, pero hay otros que necesitan y esperan nuestra compasión.

Las situaciones que atraviesa Jesús deberían despertar la compasión de todos: sufre en la despedida de sus discípulos, con los que ha deseado ardientemente compartir su última cena, pero que discuten entre ellos -una vez más- sobre quién es el más grande. Suda gotas de sangre en su oración en el Huerto, hasta levantarse decidido a realizar la voluntad del Padre. Uno de sus discípulos lo traiciona con un beso, el beso de paz con que se saludan los hermanos. Y luego: la detención, las burlas, los insultos, los golpes, el manoseo de un proceso inicuo, donde la autoridad pagana lo proclama inocente y su propio pueblo lo declara culpable y pide su muerte.

Sobre este dramático telón de fondo, resalta la compasión de Jesús. Jesús padece, sí; pero también se compadece de los otros.

El primer gesto: la oreja curada

El primer gesto lo encontramos cuando Jesús es arrestado. Uno de sus discípulos saca la espada y corta la oreja de un servidor del Sumo Sacerdote. Jesús detiene la resistencia, toca la oreja del herido y lo cura.

La mirada de Jesús a Pedro

No todos los discípulos abandonan a Jesús. Pedro tiene el coraje de seguirlo hasta la boca del lobo. Entra al patio de la casa del Sumo Sacerdote. Pero al ser reconocido e interrogado, Pedro niega conocer a Jesús, tal como el Maestro le había anunciado. Pero Lucas nos agrega un detalle: Jesús está allí, en el patio. Cuando se oye el canto del gallo, Jesús se da vuelta y mira a Pedro. Es frente a esa mirada que Pedro recuerda las palabras de Jesús: “antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces”. Acaso recordara estas palabras que también le dijera Jesús:
Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo, pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos.

Con las mujeres: consolar a las que consuelan

Ya condenado y cargado con la cruz, Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén que lloran por Él. Es un gesto generoso y valiente: no estaba bien visto, tal vez ni siquiera permitido, mostrar compasión por un condenado. Pero son ellas las que encuentran la compasión de Jesús, porque vendrán días terribles para la ciudad santa:
«¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron! Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos! Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?»

El perdón a jueces y verdugos

Recorriendo los cuatro evangelios, hay siete palabras que Jesús pronuncia en la Cruz. Eso dio lugar al “Sermón de las siete palabras”, una tradicional meditación de Viernes Santo. Lucas nos trae una palabra de perdón de Jesús para quienes lo crucifican:
«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
Esto sugiere que los sumos sacerdotes y escribas actuaron por ignorancia. Es una perspectiva diferente de otros escritos del Nuevo Testamento que acusan de maldad y ceguera voluntaria a las autoridades judías que condenan a Jesús. Esto ayuda a entender de forma más humana las complejas responsabilidades por la muerte de Cristo y es coherente con el amor a los enemigos predicado por Él:
«Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian.
Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman.» (Lucas 6,27-28)

El ladrón que robó el Cielo

Los cuatro evangelios cuentan que Jesús fue crucificado entre otros dos condenados. Marcos y Mateo nos dicen que los dos lo insultaban. Lucas, sin embargo, dice que uno de ellos reconoce haber sido condenado justamente y le ruega a Jesús:
«Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino.»
La petición del “buen ladrón”, tradicionalmente llamado san Dimas, recibe su respuesta, otra de las siete palabras:
«Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso.»

La entrega confiada

La forma en que Lucas relata la muerte de Jesús es coherente con el Jesús compasivo que acaba de presentar. En el huerto de los Olivos, Jesús ha luchado. Ha enfrentado al tentador. Pero ha salido sereno, decidido a cumplir la voluntad del Padre. Y esto es lo que expresa la palabra que, como las dos anteriores, encontramos únicamente en Lucas:
Jesús, con un grito, exclamó:
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.»
Y diciendo esto, expiró.

Una muerte que habla

La muerte de Jesús no deja indiferentes a los que la han presenciado. El centurión romano, un hombre que ha visto tanta muerte en combates y ejecuciones, exclama:
«Realmente este hombre era un justo.»
Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho.

Entonces… ¿cómo vamos a escuchar este domingo de Ramos la Pasión de Jesús? El sufrimiento de Jesús en la cruz nos muestra hasta dónde llega el amor de Dios, hasta dónde llega su apasionada compasión por cada uno de nosotros… Dejémonos tocar por Jesús, dejémonos cambiar por Él. Que el Señor los bendiga y tengan una buena Semana Santa.

No hay comentarios: