martes, 1 de octubre de 2019

Bautizados y enviados: Octubre - Mes Misionero Extraordinario


El Papa Francisco convocó para este mes de octubre a celebrar, en toda la Iglesia, un Mes Misionero Extraordinario con motivo del centenario de la carta apostólica Maximum illud del Papa Benedicto XV sobre la actividad misionera, del 30 de noviembre de 1919.

No es simplemente un recuerdo. Como explica el Papa “hoy tenemos una gran necesidad de reavivar y de hacer revivir nuestro espíritu misionero. Por lo tanto, es un llamamiento a toda la Iglesia para hacer que la fe en Jesucristo, que ha muerto y resucitado, se exprese cada vez con más fuerza”.

La misión no es “proselitismo” para ganar “adeptos”. No es una “promoción” para vender un producto. No es una “colonización” para imponer por la fuerza o por el dinero una manera de vivir. La misión es comunicación de una experiencia de vida y de amor que viene de Dios. La misión nace del corazón mismo de la Trinidad, de la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo que vienen a este mundo a ofrecer el amor del Padre.

No se trata de hacer “actividades misioneras” (aunque tengamos algunas). Se trata de vivir “en clave de misión” la vida habitual de nuestras comunidades, obras sociales y centros educativos católicos. Usando una palabra difícil, pero que tiene un contenido muy rico, el Papa Francisco nos dice que “la salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia” (Evangelii Gaudium, 15).

Paradigma quiere decir “modelo”. ¿Cuál es el modelo que le da la misión a “toda obra de la Iglesia”? Son muchos los aspectos de la misión… mencionemos algunos.
  • Descubrir que Dios ya está presente en la vida de las personas que encontramos, aún en la de quienes no creen. En los gestos de solidaridad y de amor al prójimo encontramos “semillas del Verbo”, presencia escondida de Jesús (Concilio Vaticano II, Ad Gentes, 11).
  • Reconocer el rostro de Cristo sufriente en todos aquellos que encontramos en la pobreza y en el dolor. (Documentos de Puebla 31-39; Santo Domingo 2.2.4; Aparecida 65; 393; 402).
  • Recibir con apertura de corazón a quienes se acercan y ofrecerles un lugar en nuestras comunidades. “Que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización” (Evangelii Gaudium, 27).
  • Salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos” (Evangelii Gaudium, 24).
  • Dar testimonio. San Pablo VI nos dejó tres criterios para ser testigos auténticos: ¿creemos verdaderamente en lo que anunciamos? ¿vivimos lo que creemos? ¿predicamos lo que vivimos? (Evangelii Nuntiandi, 76).
  • Compartir nuestra propia experiencia de encuentro con el Señor. Para renovar siempre, “ahora mismo”, nuestro encuentro personal con Jesucristo, con quien siempre “nace y renace la alegría” (Evangelii Gaudium, 1-3).
  • Vivir y comunicar la alegría del Evangelio que “llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús” (Evangelii Gaudium, 1).

La alegría del Evangelio no es impuesta ni superficial. Las personas creyentes vivimos, como todos los demás, los mismos sufrimientos y contrastes de la vida. Sin embargo, no nos encerramos en el dolor ni la desesperación, sino que allí mismo nos unimos a “Jesús anonadado” (como decía Santa Joaquina Vedruna) para participar de su cruz y de su entrega para la vida del mundo. Así es posible en esta vida el encuentro entre la miseria humana y la redención: la alegría, la luz, la resurrección que alcanzarán su plenitud en la eternidad.

Quienes fuimos bautizados siendo pequeños no tenemos memoria propia de ese acontecimiento (como no la tenemos de nuestro nacimiento). Al igual que quienes sí lo recuerdan, porque lo recibieron ya con plena conciencia, necesitamos renovarlo cada día. El bautismo es nuestra unión con Cristo muerto y resucitado, que ha dejado un sello imborrable para toda nuestra vida. Renovar nuestro encuentro con Jesucristo cada día es renovar nuestra vocación bautismal: seguir a Jesús y, enviados por Él, salir al encuentro de nuestros hermanos. Bautizados y enviados.

El 12 de octubre, fiesta de Nuestra Señora del Pilar, nuestra Iglesia Diocesana dará un paso importante para terminar de formular nuestro Proyecto Pastoral Diocesano. Los trabajos que hemos venido realizando han subrayado la importancia de la misión. Muchos de los aspectos que he recordado han estado presentes en nuestras reflexiones y ya se están abriendo camino en la práctica de nuestras comunidades. Que Nuestra Señora, estrella de la evangelización nos guíe en la escucha de su Hijo, para que nuestros trabajos puedan llevarnos a una efectiva renovación eclesial, al cumplir cien años de vida diocesana.

+ Heriberto

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